Hacia finales del Siglo IV a.C. el mundo estaba listo para ser conquistado por los Griegos. Pero no lo harían las antiguamente poderosas Atenas, Esparta o Tebas... sino Estados que hasta hacía poco eran considerados bárbaros y atrasados: Macedonia y Epiro. La historia más conocida es la de Alejandro III de Macedonia (llamado el Magno), que en 334 a.C. partió a la conquista de Persia. Pero ese mismo año, Alejandro I de Molosia, tío y cuñado de aquel, se embarcó en la aventura ultramarina de someter a las tribus de Italia y atraer a su bandera a todas las polis de la Magna Grecia.