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viernes, 8 de diciembre de 2017

ANÁBASIS DE ALEJANDRO, 334 a.C. Alejandro Magno Vs Memnón de Rodas


Alejandro III de Macedonia y Memnón de Rodas, dos hombres contrapuestos. El primero era rey de un Estado en auge, el otro un mercenario al servicio de extranjeros; uno impetuoso y audaz, el otro paciente y práctico; uno ha pasado a la historia como “el Magno” y del otro tan sólo a los más duchos en historia les sonará su nombre. Y sin embargo, ambos mantuvieron un intenso mano a mano en el primer año de una de las mayores gestas de la historia: la conquista del Imperio Aqueménida. Fue Memnón, probablemente, el rival más duro al que Alejandro tuvo que enfrentarse a lo largo de su vida.




LA AMBICIÓN DE FILIPO, LA GUERRA HEREDADA DE ALEJANDRO

Una vez dominado el conjunto de Grecia tras la batalla de Queronea (338 a.C.) [ver el artículo: La Batalla de Queronea] las ambiciones de Filipo II de Macedonia se volcaron por completo hacia Asia para derrotar y conquistar el Imperio Persa y liberar a todas las ciudades griegas que se encontraban bajo su yugo. Con ese propósito fundó la Liga de Corinto (invierno del 338 al 337 a.C.). El hecho de que cada ciudad miembro debía aportar tropas (conforme al tamaño de cada una) le confería una fuerza suficiente para abordar tan épica empresa, a la vez de que era una garantía de que todos los griegos les siguieran siendo fieles tras su marcha de la Hélade.

La guerra ya se veía venir desde algunos años antes, pues Artajerjes III había ayudado en 340 a.C. a Bizanzio y Perinto en su resistencia contra Filipo. El macedonio comprendió que, en adelante, los persas tratarían de evitar cualquiera de sus avances. Sucediéndose una tras otra las revueltas de los sátrapas, Filipo conocía lo frágil que era la unidad del Imperio Aqueménida; y la influencia griega era grande en las provincias más occidentales. Así, el proyecto de una campaña panhelénica fue tomando forma.

En verano de 336 a.C. Filipo mandó un ejército a modo de avanzadilla a la costa de Asia, al mando de Parmenio, un veteranísimo y enérgico general por encima de los 60 años; Átalo, tío de su nueva esposa, Cleopatra Eurídice (matrimonio celebrado en 339 a.C.); y Amintas. Un total de 12.000 efectivos, entre griegos y macedonios, desembarcó en Jonia o Eolia. Pronto consiguieron varias victorias y liberar a algunas ciudades griegas de Asia Menor, entre ellas Éfeso y Eritras.

Pero la pronta y sorpresiva muerte de Filipo (octubre de 336 a.C.) trajo consigo una cascada de acontecimientos en el pequeño ejército de Asia. En primer lugar Átalo fue asesinado por unos enviados del nuevo rey macedonio, Alejandro III. El viejo general se había convertido en una amenaza, ya que Alejandro había mandado asesinar a su sobrina y a los hijos de esta como parte de su política de eliminar contrincantes por el trono. Además subsistía aún en el corazón del nuevo monarca aquel insulto perpetrado por Átalo en la boda de Filipo y Cleopatra, en la que este hizo una oración para que su sobrina le diera a Filipo un heredero legítimo. A todo esto se podría añadir lo que algunas fuentes aseguran y es que Átalo y el anciano orador ateniense Demóstenes mantuvieron correspondencia para que el general se rebelara contra Alejandro; hecho que supuestamente llegaría a oídos del monarca.

Alejandro no sólo heredó de su padre el reino de Macedonia y el derecho de ejercer como hegemón de toda Grecia, sino también el deseo de conquistar toda Asia en una guerra que ya estaba abierta contra los aqueménidas. Según Diodoro (XVII, 7’ 1-2) el nuevo rey persa, Dario III, perdió un tiempo valiosísimo y tardó en reaccionar ante los acontecimientos, y que sólo cuando Alejandro demostró su energía y liderazgo sometiendo Grecia decidió armar “un gran número de buques de guerra y montar numerosos ejércitos, eligiendo al mismo tiempo a sus mejores comandantes, entre los que se encontraba Memnón de Rodas, destacado en el valor y en la comprensión estratégica”. Pero lo cierto es que Memnón ya estaba al mando antes de que Alejandro ascendiera al trono de Macedonia. En Polieno (5, 44’ 4) podemos leer que Memnón derrotó al ejército de Parmenio y Átalo cerca de Magnesia (de Sipilo?). Y, como vimos antes, Átalo fue rápidamente apartado en cuanto Alejandro subió al trono y, como veremos más adelante, poco después Parmenio fue llamado de vuelta a Macedonia para preparar la invasión.

En cualquier caso, Darío había puesto a Memnón al frente de 5.000 mercenarios (Diodoro XVII, 7’ 3) para operar contra el invasor en el Helesponto. Sin duda estas parecen unas fuerzas escasas para tal tarea, teniendo en cuenta que Parmenio contaba con alrededor de 12.000 griegos y macedonios (11.000 infantes y unos 1.000 jinetes). ¿Habrían olvidado nuestras fuentes mencionar a las tropas de origen asiático? Seguramente no, siendo más probable que Memnón solo fuera uno de los generales asignados para expulsar a los macedonios, teniendo otros sátrapas la misma labor y rango.

En un primer momento, Memnón marchó a Cícico[1] para tratar de liberarla[2]. El rodio trató de tomarla mediante una estratagema que nos relata Polieno[3]. Hizo que todo su ejército se colocara el gorro típico macedonio y así los de la ciudad creyeran que una tropa de refuerzo acudía en su ayuda y abrieran las puertas. Sin embargo descubrieron su error y lo corrigieron suficientemente a tiempo. Habiendo fracasado en su intento, Memnón se contentó con saquear las tierras, tomando “mucho botín”.


Entonces Memnón se desplazó al sur, según Diodoro a la ciudad de Pitane (en la costa Eolia, a unos 30 Km. al Suroeste de Pérgamo), la cual era asediada por Parmenio. El de Sicilia nos informa aquí de una batalla de la que no da más detalles, pero, uniendo la información con la que nos da Polieno, debemos imaginarnos una serie de movimientos estratégicos en una guerra de posiciones entre ambos ejércitos. “Memnón con un cuerpo de 4.000 hombres avanzó contra Magnesia; y montó y fortificó su campamento a la distancia de cuarenta estadios de la ciudad, que fue defendida por Parmenio y Átalo con una fuerza de 10.000 hombres.” (Polieno 5, 44, 4). Es posible que Memnón amenazara las posiciones de los macedonios que asediaban Pitane, obligando a estos a desplazarse, buscando una posición más favorable para hacer frente a la amenaza del rodio. Durante semanas se darían esta clase de movimientos, en los que quizás hubiera escaramuzas, marchas y contramarchas y constantes amenazas a ciudades favorables a uno u otro bando, hasta que por fin llegaron a las cercanías de Magnesia. Polieno continúa y nos narra el desarrollo de la batalla: “Luego él [Memnón] sacó a sus fuerzas; pero, cuando el enemigo avanzó contra él, sonó una retirada; y mandó a su ejército de vuelta al campamento. El enemigo se retiró de la misma manera. Memnón volvió a formar su ejército y tan pronto como el enemigo avanzó contra él, nuevamente se retiró. El enemigo continuó copiando sus movimientos; avanzaron a la batalla cuando él salió y se retiraron cuando se retiró. Finalmente, después de que el enemigo se retirara del campo, se desprendiera de sus armas y estuviera cenando, Memnón regresó de inmediato y los atacó. Se levantaron apresuradamente de la comida, algunos sin armas, otros tomándolas apresuradamente y todos en gran confusión; y antes de que tuvieran tiempo de formarse en una falange, él los atacó y aseguró la victoria. Muchos de ellos fueron despedazados y muchos fueron tomados prisioneros; aquellos que escaparon huyeron en busca de refugio a Magnesia.” Aunque no debió sufrir muchas bajas dada la cercanía del campamento, que no parece que fuera tomado, y de Magnesia, esta derrota obligó a Parmenio a abandonar Lidia y Jonia, desplazándose hacia el Norte.

En la primavera de 334 a.C. Alejandro llamó a Parmenio a Grecia para preparar el desembarco en Asia, siendo sustituido por Calas. Este, con “una fuerza mixta de macedonios y mercenarios” (Diodoro XVII, 8’ 10), fue empujado por un más numeroso ejército persa hacia la costa de la Tróade, siendo vencido en batalla en el promontorio de Rhoeteium, justo en la desembocadura del Helesponto. Desgraciadamente las fuentes guardan silencio sobre si este ejército persa era comandado por Memnón u otro general (quizás Arsites, sátrapa de Frigia Helespóntica).


Pasados dos años desde que el ejército de avanzada desembarcara, perdida la iniciativa y sin recibir a penas refuerzos debido a los problemas que había sufrido Alejandro con la revuelta griega, y habiendo sufrido varios reveses y derrotas, los macedonios se vieron obligados a retirarse hasta Abido. Era esta ciudad, sin embargo, situada frente a las costas del Helesponto, el mejor lugar para que un ejército cruzara de Europa a Asia. Y Alejandro estaba ultimando los preparativos de su gran expedición.


ALEJANDRO LLEGA A ASIA

A principios de la primavera Alejandro marchó hacia el Helesponto a la cabeza de un gran ejército, confiando los asuntos de Macedonia y Grecia a Antipatro. Partió desde Pella[4], hasta llegar a Sestos, ciudad del Quersoneso tracio, en las aguas del Helesponto, frente a Abidos (recordamos que era esta la cabeza de puente en Asia), donde reuniría al ejército. La marcha, de 20 días[5], siguió una ruta que había sido ya utilizada en las campañas de Filipo, siguiendo la costa y atravesando el territorio de las belicosas tribus tracias ya pacificadas.

En mayo, desde la ciudad de Sestos y con la ayuda de 160 trirremes y “muchos barcos comerciales”[6] el grueso del ejército cruzó las estrechas aguas que separan Europa de Asia, llegando a Abidos, donde se reguarnecían las maltratadas tropas del ejército de avanzada.

Según Diodoro[7], Alejandro contaba con 32.000 infantes, de los cuales 9.000 eran falangitas macedonios (pezhetairoi, “compañeríos a pie”), armados con sarissa y escudo liviano y divididos en seis taxeis de 1.500 hombres cada una. 3.000 hipaspistas (“portadores de escudo”) que luchaban, seguramente, al modo hoplítico armados con aspis y dory y repartidos en tres quiliarquías de 1.000 hombres, una de las cuales formaba la agema real (hypaspistai basilikoi) con hombres escogidos. 7.000 hoplitas aliados y 5.000 mercenarios griegos. Además de 7.000 tribalos, odrisios e ilirios y 1.000 jabalineros agrianos y arqueros cretenses. Su caballería estaba formada por un total de 5.100[8]. De estos, 1.800 eran compañeros (hetairoi), repartidos  en ocho ilai de 225 hombres, una de las cuales era el escuadrón real (ile basilike), y armados con una lanza larga llamada xyston. Había otros 1.800 jinetes tesalios armados con una lanza larga y delgada llamada kamax (“junco”), 600 aliados griegos y 900 tracios, peonios y podromoi, armados con una larga lanza, quizás similar a la sarissa de la infantería, de ahí que también fueran llamados sarissophoroi (“portadores de sarissa”). A los que habría que sumar los alrededor de 11.000 infantes y 1.000 jinetes de la expedición anterior. Alejandro contaba además con un cuerpo de ingenieros y zapadores.

Mientras el ejército desembarcaba en Abidos, Alejandro, cruzando desde la ciudad de Eleo, visitó Ilión (la antigua Troya) donde hizo varios sacrificios para luego reunirse con su ejército en Arisbe, a pocos Kilómetros al Este de Abidos. Desde allí marchó hacia la capital de Frigia Helespóntica, Dascilio, recibiendo en su marcha la sumisión de las ciudades de Lampsaco y Colonae. Al parecer, viendo su despliegue en la batalla del Gránico, no llevó a todo el ejército, solo avanzó con parte de este, dejando las tropas balcánicas y a los hoplitas griegos mercenarios y aliados como guarnición. Intuyendo que el ejército persa estaba cerca, mandó una partida de reconocimiento al mando de Amintas, formado por una ilé de hetairoi de Sócrates, y cuatro ilai de podromoi, que le informaron que el enemigo se había concentrado cerca de la ciudad de Zeleia, en la orilla oriental del río Gránico (actual Biga Çay).


Busto de un joven Alejandro Magno
SEMBLANTES Y ESTRATEGIAS

Los persas habían reaccionado tarde y mal. En primer lugar deberían haber intentado que el ejército de Alejandro no pasara a Asia, labor no muy complicada teniendo en cuenta la gran superioridad de su flota sobre la macedónica. La flota aqueménida contaba con 400 navíos en su mayoría fenicios y chipriotas, que habían participado con éxito en la supresión de la revuelta en Egipto entre 336 y 335 a.C. Había sido movilizada en el Egeo, pero, sin embargo, no hizo acto de presencia en ningún momento.

Reunidos en Zelaia, los mandos persas debatieron sus próximos pasos. Entre ellos estaban Espitrídates, sátrapa de Jonia y Lidia, Arsites, sátrapa de Frigia helespóntica, Arsames, sátrapa de Cilicia, Mitrobúzanes, sátrapa de Capadocia, Atyzes, sátrapa de Frigia, varios nobles, como Mitrídates, un yerno de Dario III, y Memnón de Rodas. El gran número de generales y la carencia de un mando supremo hacían que no hubiera unidad en las decisiones y que las acciones se llevaran a cabo de forma caótica.

“Memnón, el rodio, les aconsejó no correr el riesgo de un ataque contra los macedonios, ya que les aventajaban con mucho en infantería y Alejandro estaba allí en persona; mientras Dario no estaba con ellos. Les aconsejó  avanzar y destruir los pastos, pisoteándolos con la caballería, y que prendieran fuego a la cosecha que aún estaba por recoger, y que no perdonasen de ello a las ciudades bajo su control. De este modo, Alejandro no podría permanecer en la región al faltarle los víveres más necesarios.” (Arriano I, 12’ 9) “Al mismo tiempo que enviaran fuerzas navales y terrestres a Macedonia y así transferir el impacto de la guerra a Europa” (Diodoro XVII, 18’ 2). Sin embargo, los sátrapas persas se negaron a practicar esa estrategia de tierra quemada y dañar las tierras de sus súbditos. Encabezados por Arsites, todos los líderes se opusieron, pues además tenían la sospecha de que Memnón estaba tratando de prolongar la guerra deliberadamente con el fin de obtener el honor del rey. Por si fuera poco, Alejandro, conocedor de la merecida fama del rodio y viéndolo como su enemigo más peligroso, había hecho crecer las sospechas sobre él al ordenar a sus hombres que respetaran sus propiedades mientras el resto de la región si era saqueada[9]. Así que los persas decidieron plantear batalla contra Alejandro.

La estrategia de Memnón era elaborada y sensata, sin duda la mejor opción dadas las circunstancias: superioridad logística y en el mar, inferioridad manifiesta en infantería y dificultad del enemigo para suministrar al ejército.

Era Memnón el arquetipo de general mercenario, gran conocedor de la estrategia y la táctica de guerra, totalmente desarraigado de su tierra natal y firmemente leal a sus compañeros y contratador, siempre que este respetara la paga acordada, y, como era el caso, mejor si esta se daba en tierras. Las fuentes apenas dan pinceladas sobre el rodio, salvo las frecuentes referencias de que era un excelente general. De Polieno podemos extraer varios ejemplos de su ingenio, tanto en la guerra contra Alejandro, como en otras anteriores. Era decidido pero prudente y más práctico que obstinado. Su personalidad contrasta radicalmente con la de los nobles persas, que demostraron un impetuoso coraje en batalla (y muchos morirían) pero una nula visión estratégica antes de esta. Su talón de Aquiles en la corte persa, como no podía ser de otro modo, era el hecho de ser extranjero y además mercenario, levantando envidias y suspicacias a su alrededor, y más cuanto mayor era su prestigio.

En cambio, Alejandro era muy distinto. Ante todo era rey, de una rama familiar que, según las leyendas, provenía de Témeno, tataranieto de Heracles. Este misticismo que el propio Alejandro difundió, pronto se apoderó de él conforme crecía su grandeza, comparándose y compitiendo con el legendario Aquiles. Un hecho que describe su personalidad es el episodio en el que Antípatro y Parmenio le habían aconsejado tener un heredero antes de comenzar una empresa tan ambiciosa e incierta, pero el rey estaba ansioso de acción y se opuso a cualquier tipo de aplazamiento. Era ante todo audaz, una persona con un fuerte sentido de la aventura, pasional, sensible y empático, culto y religioso, iracundo pero generoso, valeroso hasta la soberbia, despótico y vengativo, un visionario y, cómo no, un genial estratega. Su figura estuvo presente en la cultura helenística, oriental y romana y fue el ejemplo a seguir de diadocos, epígonos y emperadores romanos.

Alejandro necesitaba una victoria rápida que no solo asegurara su posición en Asia y empujara definitivamente a las ciudades griegas a unirse a él, sino también para aumentar sus fondos y facilitar el aprovisionamiento, muy escasos en aquellos momentos. Debía también hacerse rápido con el control de las ciudades costeras para evitar que la flota persa tuviera bases desde las que actuar contra su retaguardia o en la propia Grecia, pero si marchaba al sur, entonces el ejército en Zeleia podría acosar su tren de aprovisionamiento y empeorar aún más su situación en cuanto a suministros.


LA BATALLA DEL GRÁNICO

Alejandro avanzaba con su ejército preparado para la batalla, con la falange dividida en dos y la caballería cerrando las alas, quedando el tren de bagaje en la retaguardia[10]. Cerca ya del Gránico, los exploradores de Alejandro le informaron de que los persas lo esperaban en orden de batalla.

Estando ya los ejércitos a cada una de las orillas del Gránico, los relatos de Arriano (I, 13) y Plutarco (XVI) difieren del de Diodoro (XVII, 19) en dos aspectos que no pueden reconciliarse. Según los primeros, el ataque macedonio tuvo lugar aquella misma tarde y en el curso inferior del río, donde este fluye a través de una región relativamente llana, pero en un lecho profundo y fangoso. Esto sería en contra de los consejos de Parmenio, que creía más prudente acampar debido a la dificultad de cruzar el río con los persas esperando en la otra orilla. Pero para Diodoro, por el contrario, la batalla fue al amanecer y, probablemente, río arriba, en las estribaciones.

Los trabajos que realizó Hammond sobre el probable lugar de la batalla nos permiten reconstruir el terreno de forma aproximada, terreno que obviamente ha variado desde la Antigüedad. Sobre una terraza fluvial de unos cuarenta metros de anchura discurría el río Gránico, con un cauce poco profundo y vadeable, de entre 4 y 5 metros de ancho, con una llanura a ambos lados delimitada al Este por unas suaves lomas a unos cientos de metros. Por tanto nada de los difíciles barrancos descritos por las fuentes. En cualquier caso, el cruce de un río, por modesto que fuera, siempre añadía dificultad y más si la resistencia del enemigo al otro lado era decidida.

El ejército persa estaba compuesto por tropas de cada una de las satrapías implicadas, quizás exclusivamente caballería, ligera y pesada, además de escuadrones de jinetes medos, hircanios y bactrianos. Arriano (I, 14’ 4) nos deja la cifra de 20.000 jinetes y 20.000 infantes mercenarios griegos; Diodoro (XVII, 19), por su parte, asegura que había un total de 100.000 soldados, de los cuales 10.000 eran jinetes. Y Justino (11, 6’ 11) rompe la banca asegurando un total de 600.000 persas. Dar una cifra de los efectivos persas es algo especulativo, pero siguiendo pistas dejadas en otras secciones de los textos y analizando el desarrollo de la posterior batalla del Gránico podemos hacer ciertas conjeturas. El propio Arriano (capítulos 12 y 13) asegura que la infantería persa era inferior en número a la macedonia, por lo que su propia cifra de 20.000 ya resulta exagerada. Normalmente esta cifra ha sido reducida a 5.000 a tenor de que este era el número de mercenarios asignados Memnón cuando este tenía la misión de batir al ejército de avanzada. Esta cifra concuerda también con lo que nos dicta la lógica en la disposición inicial en el Gránico, dado que la infantería es colocada en segunda línea en un papel totalmente pasivo, lo que hace pensar que su número era bastante inferior a los 9.000 falangitas macedonios. Con la caballería existen más dificultades para cifrarla. A priori, parece más ajustada a la realidad el número que da Diodoro, aunque podría ser algo más elevado. En definitiva, una fuerza relativamente modesta, pero todo lo que los sátrapas de Asia Menor podían convocar con tan escaso tiempo, consecuencia del deliberado debilitamiento de fuerzas ordenado ya por Artajerjes III debido a las constantes revueltas que se habían producido.

Los persas colocaron una primera línea compuesta exclusivamente por caballería, que ocuparía un frente de unos 1,5-2 Km. Memnón y el sátrapa Arsames comandaban el ala izquierda, con lo mejor de la caballería del ejército[11], puesto que allí esperaban que atacara el propio Alejandro; Arsites estaba junto a ellos con la caballería paflagonia; y le seguía hacia la derecha Espitrídates, sátrapa de Jonia, con la caballería hircania. El centro era ocupado por Mitrídates y Resaces, con un contingente de caballería de origen indeterminado; mientras que el ala derecha era sostenida por Reomitres con 2.000 jinetes de origen indeterminado y 1.000 jinetes medos, acompañados por otros 2.000 bactrianos. Finalmente, los 5.000 mercenarios griegos ocupaban la retaguardia[12].

Este era un despliegue bastante peculiar. La caballería daba gran flexibilidad pero no era lo más adecuado para contener en estático a un enemigo que avanzaba. ¿Por qué entonces no fue colocada la infantería en primera línea? Quizás los sátrapas desconfiaran de los mercenarios griegos al tener que enfrentarse a sus congéneres y por otro lado, como hemos visto antes, el propio Memnón, general de estos, había aconsejado no dar batalla. Es posible pues que los persas pensaran que los griegos no lucharían con esfuerzo y se retiraran a las primeras de cambio, dejando una brecha insalvable en el frente. En cualquier caso, si no hacemos caso a Arriano y ciframos a los mercenarios en 5.000, su escaso número hacía inviable que contuvieran por si solos a los 9.000 falangitas y 3.000 hipaspistas de Alejandro; con lo que dejarlos en retaguardia era aceptablemente sensato. Otro factor a tener en cuenta es la ventaja de la caballería en la lucha en un terreno en el que el agua y el fango harían que la infantería avanzara con dificultad y lentitud, perdiendo la cohesión de sus filas que es donde radica la ventaja de esta.

Por parte macedonia, Alejandro mandó a Parmenio dirigir el ala izquierda mientras él conducía en persona la derecha. La organización de los oficiales y sus tropas fue la siguiente: en el flanco derecho Filotas, hijo de Parmenio, mandaba siete de las ocho ilai de compañeros (unos 1.600), precedidos por los arqueros cretenses y jabalineros agrianos (500 cada cuerpo). Le seguía Amintas, que dirigía cuatro ilai de podromoi (600 jinetes en total), una ilé de caballería peonia (150 hombres) y a los compañeros de la ilé de Sócrates (250 hombres), que fue fijado cerca de Filotas. Haciendo de bisagra entre la caballería y los falangitas estaba Nicanor, también hijo de Parmenio, al mando de los 3.000 hipaspistas. A continuación, ocupando el centro, las seis taxeis de pezhetairoi, cada una al mando de Pérdicas, Coeno, Crátero, Amintas, Filipo y Meleagro (9.000 hombres en total). Finalmente, en el ala izquierda estaban los 1.800 jinetes tesalios, al mando de Calas; la caballería de aliados griegos (600 jinetes) al mando de Filipo, hijo de Menelao; y una ilé de caballería tracia, comandada por Agatón, que enlazaba con los falangitas de Meleagro[13]. Siguiendo a Arriano (Diodoro no detalla la formación macedónica) vemos como no se menciona a los hoplitas mercenarios y aliados griegos ni a la mayoría de las tropas balcánicas, seguramente, como hemos mencionado antes, dejados como guarnición en las ciudades de la costa. En total Alejandro contaba con más de 5.000 jinetes y 13.000 infantes.

Los persas esperaban en silencio en la otra orilla a que los macedonios empezaran a cruzar el río para atacarlos, estando así en situación ventajosa. Alejandro en cambio exhortaba a sus hombres a que se mostraran valientes.

Representación del punto álgido de la batalla del río Gránico. Alejandro acaba de derribar Resaces, que acababa de romperle el casco de un tajo con su espada. A sus pies yace muerto Mitrídates, yerno de Dario III, atravesado en la cara por la lanza de Alejandro; mientras, por la espalda se acerca Espitrídates, dispuesto a terminar con la vida del rey, pero acechado de cerca por Clito el Negro, comandante de la ilé basilike.

Entonces el rey ordenó a Amintas que hiciera el primer ataque a la cabeza de la caballería de escaramuceadores peonios y podromoi y la ilé de compañeros de Sócrates apoyados por “un cuerpo de infantería”, quizás una quiliarquía de hipaspistas[14].

“En todo momento [Alejandro] mantuvo una formación oblicua al sentido en que fluía la corriente, a fin de que los persas no cayeran en columna sobre sus tropas cuando salieran del río, sino que también él, en la medida de lo posible, intentaría atacarlos con la falange.” (Arriano I, 14) Es decir, tras los hombres de Amintas, Alejandro hizo avanzar a sus tropas de forma escalonada para impedir que aquellos fueran rodeados bajo la amenaza de la infantería que, aunque retrasada, se aproximaba desde la izquierda.

Los hombres de Amintas y Sócrates sufrieron en este primer ataque contra las tropas de Arsites, recibiendo grandes descargas de jabalinas desde la orilla, pero sirvió para desorganizar el centro-izquierda persa. Allí se centraron todas las miradas y el propio Memnón acudió a la ayuda, pensando que el rey de Macedonia comandaba en persona el ataque.

Mientras, Alejandro III, con el resto de la caballería del ala derecha y los infantes ligeros ascendió contra la corriente del río, ganando el flanco persa, donde ahora solo estaba Arsames, para seguidamente atacarlo. Justo cuando los hombres de Amintas se retiraban comenzó la dura lucha, más parecida a una melé de infantería que un ataque de caballería, según nos narra Arriano, unos tratando de alcanzar la orilla y los otros tratando de impedirlo. Pero finalmente los macedonios lograron imponerse gracias a su disciplina, a que en el cuerpo a cuerpo tomaron gran ventaja sus largas lanzas sobre las jabalinas persas y al daño que hicieron las tropas ligeras que se mezclaron con la caballería[15].

La caballería de Arsames fue puesta en fuga y, cuando Alejandro giró y avanzó hacia el centro, los jinetes de Arsites y Memnón se vieron obligados a replegarse.

Mitrídates, yerno de Darío III, organizó el contraataque. Encabezando una formación en cuña, cargó contra el propio Alejandro. Este es un punto curioso, ya que los persas no formaban en cuña (“embolon”), sino en cuadro, por lo que se especula que ese cuerpo de origen indeterminado que comandaba Mitrídates era formado por escitas, que también cargaban en cuña. Alejandro espoleó a su caballo y cargó a su vez, golpeando en la cara a Mitrídates con la lanza que instantes antes le había dado Demarato, un hetairo de origen corintio. Mitrídates cayó muerto, pero entonces Resaces golpeó con su espada en el casco de Alejandro. El casco quedó roto por el golpe, pero salvó al rey, que, revolviéndose, derribó a su atacante con un lanzazo en el pecho. Pero otro general persa, Espitrídates, que comandaba a los hircanios, se acercó por la espalda a Alejandro. Y hubiera acabado con su vida de no ser por la intervención de Clito el Negro, comandante de la ilé basilike, que le tajó el hombro cuando aquel ya levantaba su espada contra el rey[16].

También, en algún momento de la batalla, la caballería tesalia entró en acción, puesto que Diodoro (XVII, 21) afirma que ganó gran reputación por su actuación; aunque Arriano no menciona acción alguna en aquel flanco.


Muertos o huidos sus principales líderes y con el centro seriamente amenazado por la falange que avanzaba, los persas se fueron deshaciendo y pronto comenzó la desbandada general. Alejandro no los persiguió mucho, sino que se centró en los mercenarios griegos, que careciendo de líder (Memnón se había visto arrastrado en la huida de caballería) y sin órdenes específicas, se habían quedado inmóviles en el mismo lugar donde habían comenzado la batalla. Alejandro rechazó su oferta de parlamento y llevando a la falange contra ellos y ordenando a la caballería caer sobre ellos desde todos lados, pronto los batió. 2.000 fueron tomados prisioneros y luego vendidos como esclavos y el resto fueron masacrados. De la caballería habían caído unos 1.000, cifra no muy elevada. Pero lo sangrante fue la pérdida de líderes: Nifates, Petines, Espitrídates, Mitrobuzanes, Mitrídates, Arbupales, Farnaces y Onares… y posteriormente Arsites, que habiendo huido a Frigia, se suicidó al ser considerado el culpable de la derrota[17].

Por parte macedonia, las bajas fueron minúsculas según todas las fuentes. Siguiendo a Arriano, cayeron 25 compañeros, más 60 del resto de la caballería y unos 30 infantes[18]. Alejandro les concedió a los familiares de los caídos la exención de impuestos agrícolas y los liberó de todos los servicios; y encomendó a Lisipo levantar estatuas de bronce en Dión de los 25 compañeros. También enterró a los comandantes persas y a los mercenarios griegos muertos; y como ofrenda a Atenea, envió a Atenas 300 armaduras persas para que fueran colgadas en la Acrópolis.


ASEDIO DE MILETO

Tras la batalla, Alejandro dividió sus fuerzas para ir tomando el control del territorio. Parmenio fue enviado a Dascilo, y Calas y Alejandro, hijo de Aropro, a la Tróade, mientras él mismo recibía la rendición de Sardes y Éfeso, donde mandó reconstruir el templo de Artemisa, una de las siete maravillas del Mundo Antiguo, que curiosamente había sido quemado el 21 de julio de 356 a.C., el mismo día del nacimiento de Alejandro. En todas las ciudades fueron derribadas las tiranías y fueron restituidos sus gobiernos democráticos, haciendo que Alejandro alcanzara gran fama en poco tiempo.

La primera ciudad que opuso resistencia fue Mileto, a pesar de que la primera intención de Hegesístrato, responsable de la ciudad, había sido entregarla. Allí se había refugiado Memnón con parte de las tropas derrotadas en el Gránico[19] y aquel plan fue momentáneamente abortado, aunque fue la noticia de la cercanía de la flota persa la que hizo que se decidiera a presentar una decidida defensa.

Alejandro, rápido como siempre, ocupó la zona extramuros en un primer asalto, aprovechando la retirada de la guarnición al interior de la ciudad; y mandó a Nicanor ocupar la cercana isla de Lade con los 160 trirremes y tropas tracias y 4.000 auxiliares[20] antes de la llegada de la flota persa. Las 400 naves persas llegaron demasiado tarde y tan sólo pudieron ver como la boca de los puertos de Mileto[21] había quedado bloqueada, anulando así cualquier posibilidad de ayuda. Los persas se vieron obligados así a tomar tierra en el Monte Micale, a casi 10 Km. al Norte de Mileto.

Los milesios, viendo lo que se les venía encima, enviaron a Glaucio, un ciudadano notable, a parlamentar con Alejandro, proponiéndole que Mileto quedara como ciudad neutral en el conflicto. Alejandro, evidentemente reusó. No podía permitirse el riesgo de que en un futuro las tensiones políticas de la ciudad la inclinaran de nuevo al lado persa y quedara a sus espaldas una base desde la que su enemigo pudiera operar tanto contra Grecia, como contra su tren de suministros o su retaguardia[22].

Arriano (I, 19) resume el asalto a la ciudad a un solo día, en el que los macedonios llevaron sus máquinas de asedio hasta los muros de la ciudad y derribaron parcialmente uno de sus lienzos por el que el ejército entró; mientras Nicanor llevaba sus naves lo más cerca de los puertos que pudo para evitar que la flota persa socorriera a sus aliados. Pero la realidad debió ser otra, más parecido a lo que narra Diodoro. Mileto se levantaba sobre una posición fácilmente defendible, en una estrecha península, y tenía una fuerte guarnición. Los trabajos para permitir el avance de las máquinas debieron durar algún tiempo, días o incluso semanas, y estas debían ser protegidas del hostigamiento desde las murallas o de las salidas de los sitiados. La artillería tendría aquí un papel fundamental, desalojando a los enemigos de las murallas para permitir el avance de arietes y torres. Pero una vez que hubo brecha en la muralla, en esto coinciden ambas fuentes, la lucha fue rápida y definitiva. Puesto que al poco tiempo vemos a Memnón y otros líderes persas y un buen número de tropas actuando en Halicarnaso es probable que, viéndose rodeados por tierra y mar y sin posibilidad de ayuda, la guarnición abandonara la ciudad en cuanto las máquinas de asedio decantaron la balanza. Los milesios se rindieron de inmediato y fueron tratados con amabilidad, en cambio, los extranjeros que no perecieron en la lucha fueron vendidos como esclavos.

La flota persa seguía anclada en Micale, tratando sin éxito de entablar batalla con la macedónica, que se resguardaba ahora en los puertos. Esta seguía siendo una amenaza, por lo que Alejandro mandó a Filotas al mando de la caballería y tres regimientos de infantería para impedir que las naves pudieran llegar de nuevo a tierra cuando estas fueron a suministrarse de agua al río Meandro (16 Km. al Norte de Mileto). Así pues, imposibilitada a tomar tierra, la flota persa se retiró[23].


Ruinas de la antigua Halicarnaso.
ASEDIO DE HALICARNASO

A pesar del gran protagonismo de la flota en el asedio de Mileto, que aún quedaban muchas plazas costeras por tomar y que la flota persa estaba intacta y aún tenía operatividad en el Egeo, Alejandro decidió disolverla. Tanto Diodoro como sobre todo Arriano se afanan por tratar de justificar tan polémica decisión argumentando falta de fondos para su mantenimiento, que no era rival para la flota persa, que con su ejército de tierra era suficiente para conquistar Asia, que si capturaba las ciudades costeras rompería la operatividad de la escuadra enemiga, o simplemente diciendo que ahora era inútil.

La falta de fondos es posible, como hemos mencionado anteriormente y mantener una flota era muy costoso. Sin embargo, los demás argumentos carecen de sentido. Es cierto que los 160 trirremes macedonios no tenían oportunidad contra los 400 de la flota persa en una batalla naval, pero habían demostrado su utilidad en Mileto, bloqueando los puertos y anulando cualquier acción de ayuda de la más numerosa escuadra enemiga. Sin la flota el asedio se habría prolongado bastante más en el tiempo, restando iniciativa a la ofensiva macedonica. Obviamente Alejandro pensaba que podía proseguir la guerra sin el apoyo de la flota, quizás calibrando que con su superior artillería no le haría falta rendir las ciudades por hambre, para lo cual era imprescindible contar con una flota si eran costeras, sino que las tomaría al asalto; y que su avance sería más rápido que los progresos que los persas pudieran realizar en el mar. Esto iría en consonancia con el carácter vertiginoso del rey macedonio. Tan sólo conservó algunas de las naves aportadas por los aliados griegos para tareas de transporte y comunicación. El tiempo juzgaría si había sido un error…

Mientras tanto Memnón había sido, por fin,  “proclamado por Darío gobernador de Asia baja y comandante de toda la flota” (Arriano I, 20)[24] y se desplazó a Halicarnaso[25], capital de Caria. Esta plaza no solo era un puerto de gran importancia, también una fortaleza casi inexpugnable. La ciudad estaba estructurada en terrazas y contaba con un impresionante puerto natural flanqueado por dos ciudadelas, Salmáncide y Castillo del Rey, además de otra ciudadela más situada en el noroeste de sus defensas. Todo el perímetro estaba amurallado y contaba con numerosas torres y fortificaciones. No contento con ello, el rodio había tenido la precaución de mejorar las defensas allí donde detectó debilidades y había mandado cavar un gran foso de 14 metros de ancho y 7 de profundidad[26], para evitar que las máquinas de asedio se pudieran acercar a los muros. Además, se alojaba allí a una fuerte guarnición compuesta por mercenarios veteranos griegos, al mando del exiliado Efialtes, y fuerzas asiáticas mandadas por el persa Orontobates. Por si fuera poco, la armada también se había resguardado en el puerto de la ciudad.

Tras tomar algunos pueblos menores, no tardó Alejandro en llegar también a Halicarnaso y, mientras llegaban por mar las máquinas de asedio, estableció su campamento a un kilómetro de la ciudad[27], esperando que el asedio fuera largo.

Fiel a su estilo, Alejandro empezó las operaciones en seguida. En una maniobra en el sector Este de la ciudad, en la parte de la muralla donde se encontraba la puerta de Milasa, realizó algunas tentativas de asalto que fueron respondidas, librándose algunas escaramuzas fuera de las murallas. Pocos días después, Alejandro tomó a los hipaspistas, a los compañeros y a las taxeis de pezhetairoi de Amintas, Pérdicas y Meleagro, además de a los arqueros y agrianos y se dirigió a inspeccionar el sector opuesto, la puerta de Mindos. Llegada la noche, en un ataque repentino y secreto, trató de tomar la propia ciudad costera de Mindos[28], pues una facción había ofrecido entregar la ciudad si el rey macedonio se acercaba. Sin embargo, llegado antes sus muros, no hubo señal alguna de la rendición. Alejandro, pese a no disponer de maquinaria de asedio, decidió tomar la ciudad y mandó a los falangitas a socavar la muralla. Una de las torres cayó, aunque no hizo brecha. Los hombres de Mindos se defendían con firmeza y ante la noticia de que tropas de Halicarnaso se acercaban por mar, Alejandro decidió abandonar esta empresa. Comprobamos en este episodio la flexibilidad que daba la flota persa y como los macedonios ni tan siquiera podían plantear respuesta.

Representación de uno de los muchos combates frente
a las murallas de Halicarnaso.

Centrado de nuevo en Halicarnaso, Alejandro mandó llenar el foso con tierra, con la intención de que sus arietes y torres pudieran avanzar para descargar proyectiles contra los defensores a la vez que se golpeaba la muralla. El primer paso se llevó a cabo sin contratiempos, debiendo usar manteletes de defensa para ello. Pero los contraataques de Memnón dificultaron que las máquinas de asedio se pudieran acercar.  Las luchas fuera de las murallas, alrededor de arietes y torres debieron ser una constante en las noches a lo largo de una o dos semanas.

“Al mismo tiempo, las trompetas sonaban en señal de batalla en ambos lados […]. Algunos trataron de apagar los fuegos que se alzaban entre las máquinas de asedio; otros se unían al combate contra el enemigo y realizaban una gran matanza; otros erigieron muros secundarios detrás de los que se desmoronaron, más pesados en construcción que los anteriores. Los comandantes de Memnón tomaron sus puestos en primera línea y ofrecieron grandes recompensas a los que se distinguieran en batalla, de modo que el deseo de victoria se elevó muy alto.” (Diodoro XVII, 25’ 1-4)[29]

Poco a poco, gracias a la ventaja que daba la potente artillería de torsión de Alejandro y al arrojo de los macedonios, las murallas fueron barridas de defensores y la maquinaria de asedio pudo avanzar para derribar dos torres, y dejar una tercera dañada, así como el lienzo intermedio.

Una noche, algunos hombres de la taxeis de Pérdicas, supuestamente borrachos, realizaron un salvaje ataque sobre la zona de la muralla derribada. Los hombres de Memnón rápidamente lanzaron un contraataque y pronto más y más hombres se fueron sumando a la lucha. Finalmente, el propio Alejandro aprovechó la confusión para lanzar un rápido ataque sobre la puerta por la que salían los persas. Pero Memnón pudo reaccionar y replegarse a tiempo, aunque no sin numerosas bajas, con los macedonios tratando de impedir que se cerraran las puertas.

Este episodio solo es un ejemplo de lo que estaba por llegar. A partir de entonces los macedonios redoblarían esfuerzos para dañar la muralla con las máquinas de asedio, mientras que los defensores hacían ataques relámpago para tratar de incendiarlas. Memnón mandó reparar el lienzo de muralla dañado construyendo hacia adentro un nuevo muro en forma de media luna. Mientras que Alejandro dirigía sus principales ataques contra aquel punto, ya que ese nuevo muro, por la premura en ser construido, evidentemente no era tan resistente como el resto. Diodoro (XVII, 26-27’ 4) y Arriano (I, 22), nos relatan la última y más cruenta de dichas salidas. Viendo Memnón y los demás líderes que la ciudad no resistiría mucho más bajo aquellas condiciones, se decidió hacer un ataque en masa para tratar de destruir las máquinas de asedio. El exiliado Efialtes encabezó la salida, que se efectuó al amanecer a través de la brecha en la muralla y por tres puertas simultáneamente. La avanzada macedonia, compuesta por tropas jóvenes, se opuso en vano y Efialtes que, junto con 2.000 hombres, logró incendiar algunas máquinas y con gran empuje mató a gran cantidad de macedonios. Memnón, viendo cercana la victoria, “se lanzó a la batalla con refuerzos pesados e incluso Alejandro se encontró completamente indefenso”[30]. Pero en ese momento llegó Ptolomeo con los veteranos macedonios, que “cerraron filas y se enfrentaron al enemigo que ya se creía victorioso”[31]. Lograron matar a Efialtes y a muchos otros y finalmente obligaron al resto a huir para refugiarse de nuevo en la ciudad, no sin que se produjera una gran matanza frente a las puertas. Y sólo la llegada de la noche evitó que Halicarnaso fuera tomada en aquel mismo día[32]. Según Arriano (I, 22), entre los hombres de Memnón cayeron 1.000, por tan sólo 40 de Alejandro, pero entre los que se encontraban bajas importantes, como Ptolomeo, uno de los guardias del rey; Clearco, el capitán de los arqueros; o Adeo, un quiliarca.


Memnón y Orontobates se reunieron de inmediato y viendo que, con la muralla seriamente dañada como estaba, la ciudad no podría resistir mucho más y decidieron evacuarla, llevando tropas y suministros a la ciudad de Cos, en la isla del mismo nombre, a tan solo 20 Km. al Suroeste de Halicarnaso. Sin embargo, dejaron una guarnición en la Ciudadela de la Isla (llamada Arconesus) y otra en la fortaleza de Salmacis con provisiones suficientes para resistir largo tiempo; todos al mando de Orontobates. La intención era hostigar cuanto pudieran a Alejandro, retrasar su avance y obligarlo a dejar tropas en Halicarnaso. Siguiendo a Arriano (I, 23), Memnón también ordenó incendiar todos los elementos que le pudieran ser útiles a Alejandro, como una torre de madera que habían construido junto al nuevo muro, y a las casas cercanas a la muralla, quizás para cubrir su retirada.

Aunque Alejandro terminó por tomar Halicarnaso, solo fue una victoria a medias. Había perdido tiempo, dinero y hombres y la situación estratégica no había cambiado demasiado: a sus espaldas quedaban los bastiones de la ciudad en control persa y, con la gran flota, Memnón y el grueso de sus tropas tenían las manos libres para campar a sus anchas en el Egeo.


LA GUERRA EN EL EGEO

Habiendo arrasado la ciudad, y dejando en ella a 3.000 infantes griegos y 200 jinetes para guarnecer la región de Caria y controlar a los persas de las fortalezas de Halicarnaso, Alejandro dio descanso a algunos de sus soldados, enviándolos de vuelta a Macedonia pero con la orden de que volvieran pasado el invierno y que trajeran refuerzos con ellos; mandando también a Cleandro al Peloponeso para reclutar soldados. Mientras, él se dirigió por la accidentada y rocosa costa hacia Licia y Panfilia, tomando por la fuerza o la diplomacia la mayoría de las ciudades; y envió a Parmenio a la Gran Frigia con un regimiento de compañeros, la caballería tesalia, el resto de aliados griegos y la impedimenta.

Pasado el invierno, ya en 333 a.C. Dario envió dinero a Memnón y este, comandando la flota y  los mercenarios, reanudó el conflicto con vigor. Pudo por fin llevar a cabo el plan que había trazado antes de la batalla del Gránico y con sus 300 naves[33] se hizo dueño absoluto del Egeo con la intención de llevar la guerra a Grecia. Primero tomó la importante ciudad de Quíos (en la isla del mismo nombre), y en cuanto llevó su flota a Lesbos todas las ciudades de la isla (Antissa, Methymna, Pyrra y Eresos) se pasaron al bando persa, excepto la rica y populosa Mitilene. Memnón la aisló construyendo una empalizada doble de mar a mar y cinco campamentos que la protegían. Parte de la flota bloqueaba el puerto impidiendo que entraran o salieran naves, mientras el resto hacía guardia frente a Sigrium (en el lado opuesto de Lesbos), un promontorio que era el mejor punto de desembarco para los que vinieran de Quios, Geraestus (en el sur de Eubea) y Malea (en el sureste de Laconia), y por tanto una posición estratégica. Mitilene, que solo unos años antes se había pasado a los macedonios, terminó cayendo tras un violento asalto en el que perecieron gran cantidad de hombres de ambos bandos[34].

“Las noticias de la actividad del general se extendieron como un reguero de pólvora y la mayoría de las Cicladas le enviaron emisarios.” (Diodoro XVII, 29’ 3)

Mientras el rodio con una mano llevaba la espada a las islas del Egeo, con la otra mandaba dinero a los enemigos de Macedonia en Grecia. Allí, especialmente Esparta empezó a tener grandes esperanzas en cambiar la situación política y los sobornos que mandaba Memnón empezaron a ganar a muchos simpatizantes para la causa persa. Tal es así, que Agis, rey de Esparta, mandó al año siguiente una expedición a Creta donde capturó la mayoría de ciudades y las obligó a apoyar la causa persa[35].

Alejandro tampoco había permanecido ocioso y tras hacerse con el control de Licia y Panfilia, avanzaba ahora por Frigia en dirección a Gordio[36], donde había acordado reunirse con Parmenio y con Tolomeo, hijo de Seleuco, que traía consigo a los macedonios que habían invernado en su hogar más un total de 3.000 infantes y 650 jinetes de refuerzo. El rey pasó revista en Ancira[37], en el corazón de Anatolia, desde donde partió para cruzar Paflagonia y Capadocia y abrirse paso a través de las Puertas Cilicias para entrar en Siria. Alejandro no se detuvo demasiado en someter la zona, para ello designó a Antígono (futuro Antígono I Monoftalmos) como sátrapa de Frigia, con una fuerza de 1.500 hombres. Se había hecho con el control de todos los puertos importantes de la costa desde el Helesponto hasta Cilicia, estrechando la capacidad de operatividad de la flota persa, que sin embargo aún podía campar a sus anchas en el Egeo, gracias al control del puñado de plazas que habían podido mantener (entre ellas, como hemos visto, las fortalezas de Halicarnaso[38]) más las que el rodio había capturado. De hecho Memnón estaba preparando la invasión de Eubea, isla frente a las costas de Grecia central, desde donde podría ejercer gran presión sobre la cercana Atenas y amenazar Tesalia y Macedonia. Sin embargo, en ese momento el rodio enfermó de gravedad y murió repentinamente, y con él las esperanzas de Dario de poder ganar la guerra contra Alejandro.


Antes de morir, Memnón había designado como su sucesor a Farnabazo, el hijo de su hermana, al menos hasta que Darío no nombrara a otro. Este, junto con el persa Autofradates siguió la guerra en el Egeo, llevando con él a los mercenarios griegos a Licia, mientras su colega, con el resto, atacaba las islas. Pero la campaña se extinguió en seguida. El Gran Rey había mandado a Timondas, hijo de Mentor, para ratificarlo en su puesto pero también para llevarse consigo a los mercenarios griegos. Darío III había decidido enfrentarse en batalla campal a Alejandro y necesitaba a sus mejores hombres con él. Ambos ejércitos terminarían encontrándose en Issos, donde los macedonios saldrían vencedores una vez más.

El rodio fue el rival más duro al que Alejandro tuvo que hacer frente. No en vano, la estrategia de Memnón se había demostrado la más eficaz y seguramente el destino del Imperio Aqueménida hubiera sido otro de haberla seguido desde un principio. Farnabazo trató de continuar el esfuerzo, uniéndose de nuevo a Autofrádates con la intención de poner cerco al Helesponto y cortar las líneas de comunicación y suministros de Alejandro con Macedonia. Pero sin los medios suficientes, poco a poco la misión fue perdiendo el ímpetu suficiente. Con 100 navíos él en persona se apoderó de la isla de Tenedos, pero sus subalternos Datames y Aristómenes fracasaron en las Cicladas y Dardanelos. Además ahora, Antíoco, el regente en Macedonia y Grecia había mandado fletar una nueva flota. Con la noticia de la derrota de Darío en Issos y, sobre todo, con la toma de Tiro, los acontecimientos se precipitaron, debiendo primero tomar Farnabazo una posición más defensiva, no fuera a perder las plazas bajo su control por defección; y disolviéndose la flota, en su mayoría fenicia, después. La decisión de Alejandro de licenciar la flota tras la toma de Mileto había traído consigo serias dificultades para sus ambiciones, como en la toma de Halicarnaso y la de la propia Tiro, pero se las había ingeniado para hacerse con toda la costa antes de que Grecia corriera un peligro real; pero esto solo se dio gracias a la ineptitud de unos líderes persas incapaces de atender al más capaz de sus generales, Memnón, y por la prematura muerte de este. Sea como fuere, el rey venció al mercenario.

El famoso mosaico de Issos, copia romana de una pintura helenística, encontrado en Pompeya. Representa a Alejandro y sus hetairoi cargando contra un desesperado Dario III, que trata de huir. Muchos de los mercenarios griegos que estuvieron bajo el mando de Memnón estaban presentes en esta batalla, la cual, sin duda, él hubiera estado en contra de que se celebrara.


Por Alejandro Ronda


BIBLIOGRAFÍA:

Antigua:
Arriano; Anábasis de Alejandro.
Diodoro Sículo; Biblioteca Histórica.
Polieno; Estratagemas.
Plutarco; Vidas Paralelas, Alejandro.
Estrabón; Geografía.
Justino; Filípicas.
Frontino; Estratagemas.

Moderna:
Hammond, N. G. L.; Alejandro Magno. Rey, general y estadista.
Hammond, H. G. L.; The Battle of the Granicus River.
Quesada, F.; Armas de Grecia y Roma.
Head, D.; Armies of Macedonian and Punic Wars.
Lendon, J. E.; Soldados y Fantasmas.
Gómez Castro, D.; Relaciones internacionales y mercenariado griego.
Will, E., Mossé, C., Goukowsky, P.; El mundo griego y el oriente II.





[1] Ciudad de Misia, en las costas del mar de Mármara, Propóntide para los griegos.
[2] Diodoro XVII, 7’ 3.
[3] Estratagemas 5, 44’ 5.
[4] Capital del reino de Macedonia.
[5] Arriano I, 11.
[6] Arriano I, 11.
[7] Diodoro es nuestra única fuente para una lista detallada de tropas. Justino (11, 6’ 2) de simplemente 32.000 infantes y 4.500 jinetes; Plutarco (Alejandro, 15’ 1) cifra entre 30.000 y 43.000 infantes y 4.000-5.000 jinetes; Arriano (1, 11’ 3) “no mucho más de” 30.000 infantes y 5.000 jinetes.
[8] Es curioso que Diodoro (XVII, 17) afirme la cifra de 4.500 jinetes, pero la suma de su desglose sea de 5.100.
[9] Polieno 4, 3’ 15.
[10] Arriano I, XIII’ 1.
[11] Arriano I, 14.
[12] Siguiendo a Diodoro XVII, 19’ 4.
[13] Arriano I, 14.
[14] Hammond y Quesada piensan que la infantería mencionada era un contingente de hipaspistas; en cambio, Devine afirma que se trataba de los agrianos. Nos inclinamos hacia la primera opción ya que posteriormente se menciona el accionar de infantes ligeros en conjunción de las ilai de compañeros que comanda Alejandro en su ataque y no parece que los 500 arqueros cretenses fueran suficientes para esto.
[15] Arriano I, 16’ 1.
[16] Este suceso es contado de forma algo distinta por Plutarco (Alejandro, 16’ 4-5), Rosaces y Espitrídates atacaron simultáneamente a Alejandro; el rey mató al primero, mientras que el último le agrietó su casco y fue atravesado por la lanza de Clito.
[17] Arriano I, 16. Según Diodoro (XVII, 21) murieron 10.000 infantes persas y 2.000 jinetes; además de ser hechos 20.000 prisioneros; cifras muy exageradas. Por su parte, Plutarco (Alejandro, 16’ 7) cifra las bajas persas en 2.500 jinetes y 20.000 infantes.
[18] Las bajas macedonias: según Justino (11, 6’ 12) 9 infantes y 120 jinetes; según Plutarco (Alejandro, 16’ 7) 9 infantes y 25 jinetes
[19] Diodoro XVII, 22’ 1.
[20] Arriano I, 18.
[21] Según Estrabón (XIV, 1), Mileto tenía cuatro puertos.
[22] Diodoro no dice nada sobre este asunto.
[23] Arriano I, 19.
[24] Como vemos en Diodoro XVII, 23’ 5, para sellar su lealtad a Darío, Memnón había mandado a su esposa y a sus hijos a la corte persa.
[25] Actual Bodrum, Turquía, entre el golfo Cerámico y el golfo de Cos.
[26] Arriano I, 20.
[27] Arriano I, 20, “a cinco estadios”.
[28] A unos 14 Km. al Oeste de Halicarnaso.
[29] Una anécdota que Diodoro nos cuenta a continuación es la muerte de uno de los oficiales macedonios, Neoptolemo, un hombre de familia distinguida, hijo de Amintas, al que sin embargo, Arriano (I, 20) sitúa en el bando persa habiendo desertado. En vista de la confianza que Alejandro depositaba en su padre, la versión de Diodoro es más creíble.
[30] Diodoro XVII, 26’ 7.
[31] Diodoro XVII, 27’ 2.
[32] Aquí Diodoro parece decir que Alejandro mandó tocar retirada por precaución; pero Arriano afirma que fue “para ver si se hacía algún signo amistoso de rendición por los halicarnasios, porque todavía deseaba salvar su ciudad.” Viendo lo difícil que estaba resultando tomar la ciudad me inclino más por la primera versión.
[33] En el año anterior, según el propio Diodoro, en los asedios de Mileto y Halicarnaso, contaba con 400, quizás, habiendo Alejandro licenciado toda su flota, Memnón consideró reducir la suya para tener menos gastos.
[34] Existen dos versiones sobre esto: Diodoro (XVII, 29’ 2) afirma que Memnón capturó Mitilene, sin embargo, Arriano (II, 1) narra que esta cayó después de su muerte.
[35] Diodoro XVII, 48’ 2; Curtio 4, 1’ 38-40; Arriano II, 13’ 4-6 y III, 6’ 3. Las fuentes sugieren que la expedición fue llevada a cabo gracias a 8.000 mercenarios griegos que pudieron huir del desastre de Issos y, tras un largo periplo, acabaron en el Peloponeso.
[36] Hoy tan solo quedan ruinas, en el yacimiento de Yassihüyük, a 96 Km. al suroeste de Ankara.
[37] Actual Ankara, capital de Turquía.
[38] Estas no caerían hasta 12 meses después, cuando Alejandro ya marchaba por Cilicia.

7 comentarios:

  1. Un artículo muy interesante, que disfrute sin darme cuenta, lo rápido que lo terminé. De nuevo, el contexto de las cosas resulta un magno aporte. Conocer lo que sucedía en la política interna de las polis en Grecia europea, muestra información muy relevante. Y si bien ya conocía bastante sobra la batalla del Gránico (un táctica militar ahora clásica), no me habia preocupado conocer el destino de los mercenarios griegos.

    Gran aporte.. Muchas gracias otra vez!😁😁😁

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  2. Gracias Heitai! Nos alegramos mucho de que el artículo haya sido de tu agrado. Alejandro Magno fue una figura tan grande que eclipsa a todos sus coetáneos y centra en él la atención, olvidando a otros personajes importantes (en este caso Memnón). El tema de los mercenarios en este conflicto es interesante en este caso para entender la psicología del mercenario y como veían los griegos esta campaña. Para hacernos una idea, en 334 a.C. los persas contaban con 50.000 mercenarios griegos (repartidos por varios lugares) y Alejandro con los mencionados 7.000 infantes y 600 jinetes. A pesar de los esfuerzos por darle unos tintes de lucha panhelénica, en Grecia no hubo, en general, gran entusiasmo por apoyar a los bárbaros macedonios.

    Saludos y gracias de nuevo!!

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  3. Genial aporte. Memnon fue a Alejandro lo que Onomarco a Filipo II. Aprovecho para promocionar (si no molesta) 2 blogs donde aprendi mucho de historia clasica y actual (ademas de que los actualizan muy seguido): el mentidero de mielost (blogspot) e Historiaparanodormiranhell(blogspot).

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    1. Gracias por tu comentario La Plebe.
      Queremos informarte que AH Web ya tiene una sección en su portada para promocionar webs de nuestra temática o similar. Webs que por otra parte, hacen lo mismo promocionando la nuestra. Esta es la forma en que funciona. No podemos permitir la promoción de otras webs que no sea de esta forma que te señalamos.
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      Saludos y felices fiestas!

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  4. nuevamente, amigos mios, me dirijo a ustedes para felicitarles por tan logrado articulo sobre el Magno, en esta ocasion vengo a consultar con una pequeñisima duda con respecto al ejercito de alejandro, esto es: la caballeria tesalia, especificamente respecto al estatus social que tenian estos jinetes, pues tengo entendido que las ciudades de la liga homonima eran todas (o casi todas) gobernadas por los aristocratas latifundistas que eran los que administraban la mayor parte de los recursos disponibles desde antaño, sin embargo me come la curiosidad... ¿realmente todos los maginifcos jinetes de tesalia ( incluyendo los que sirvieron como mercenarios en los ejercitos griegos en otras ocasiones y estaban con alejandro) eran aristocratas?

    gracias y muchas congratulacines, saludos¡¡¡

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  5. Hola, Carlos!! En primer lugar, pido disculpas por la tardanza en responder.

    La línea entre mercenario y aliado a veces es difusa, pues tanto unos como otros (además de las tropas nacionales) cobraban una paga. Por tanto, hay que distinguirlos por su motivación, personal en el primer caso y mandados por el Estado o Poleis en el segundo. Con esto quiero decir que nos olvidemos de la connotación peyorativa que tiene la palabra "mercenario" en la actualidad. Que fueran mercenarios no implica que estuvieran desarraigados (aunque entre la infantería si sería común). Comprar y mantener un caballo es bastante costoso, además del tiempo que se necesita para entrenar al animal y al propio jinete, tiempo que alejaría a este último de sus labores económicas. Esto por tanto choca de lleno con que un pequeño propietario pudiera servir como jinete. Por otra parte, en otros lugares (como en Persia o Esparta) se daba que un aristócrata cedía algunos caballos a sus siervos o a las clases bajas para que estos le acompañaran a la guerra montados como caballería ligera. No debemos dejarnos asombrar por el número de jinetes: Jasón de Feres contaba con 6.000 jinetes en 360 a.C., aunque según Isócrates la fuerza total de caballería tesalia era de 3.000; y Alejandro se llevó a Asia 1.800 tesalios en 334 a.C., más otros 200 que se le unieron más tarde. Se intuye que la organización era similar a la de los Compañeros, en ilai, cada una proveniente de una provincia, pues se llega a nombrar a una con el nombre de Farsalia (si no recuerdo mal, en cualquier caso tenía el nombre de una ciudad importante de Tesalia) que, se deduce, contaba con 400 jinetes. Con estos números "más manejables" vemos que 400 para una población provincial de 20 o 30.000 (a ojo de buen cubero) es una proporción pequeña.
    Aunque fórmulas había muchas (tropas aliadas, mercenarias / aritócratas, siervos o clases bajas), me inclino a pensar que la inmensa mayoría eran aristócratas; y en el caso del ejército de Alejandro, que eran tropas aliadas, como tagos que era de la Liga Tesalia.
    Un saludo!!

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