Cierto manuscrito que data del siglo 10
(Codex heidelbergensis 398), y que fuera publicado por Sigmund Gelenius en
Basilea en 1533, contiene un fabuloso relato de exploración adjudicado a un
navegante de origen cartaginés llamado Hannón. Dicho relato, conocido desde la
antigüedad, traducido al griego y al latín, y citado por numerosos escritores o
historiadores antiguos, ha suscitado, ya desde temprana edad, cantidad de
teorías especulativas sobre su posible falsedad parcial o total, sus posibles alcances, y las motivaciones que justificaran tan
extraordinario viaje exploratorio. En Anábasis Histórica reunimos todo el material
escrito sobre el tema, antiguo y actual, para ofrecer un panorama completo
sobre el mismo y sus posibles soluciones.
En el siglo dos antes de
nuestra era, Polibio de Megalópolis, el famoso historiador griego, emprendía
una extravagante expedición de exploración de las costas de África más allá de
las columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar). El motivo del viaje:
confirmar la veracidad de un antiguo escrito de origen púnico, que se
encontraba depositado en el templo de Baal de la capital púnica, y que relataba
los viajes de exploración de un sufete cartaginés llamado Hannón.
Podemos imaginar alguna
de las preguntas que el historiador griego debió haberse formulado ¿Sera real
todo lo que allí se relata? ¿O se tratará solo de un mito? ¿Una invención
literaria? Y si fuera cierto, ¿Cuáles serian las motivaciones para semejante
aventura? ¿Simple exploración? ¿Conquista? ¿Comercio? ¿Explotación de recursos?
Ni más ni menos que las mismas preguntas que se continuarán formulando según el
paso de los siglos hasta el día de hoy.
Navío fenicio-púnico del tipo "Gaulos". |
Esta situación favorable,
se ve ampliada sobre todo por la existencia de un manuscrito de origen medieval,
que contiene lo que parece ser el texto completo de Hannón el Navegante. Este
antiguo documento es reconocido como: El
pergamino de Heidelberg. El mismo, ha llegado hasta nuestros días como
sobreviviente de las numerosas traducciones griegas o latinas que circulaban en
la antigüedad a partir de un original que se hallaba depositado en el Templo de Baal en la ciudad de Cartago
(hoy lamentablemente perdido). Esta situación única para un escrito de origen
púnico, lo revela como una oportunidad inmejorable para el estudio de un
documento de primera mano.
Por otra parte, como se
menciona más arriba, dicho relato ha sido numerosamente citado en la obra de
otros autores de la antigüedad. Al ya mencionado Polibio de Megalópolis,
debemos agregar la obra de Jenofonte de Lámpsaco, Plinio el Viejo (quien cita a
los dos primeros), Pseudo Aristóteles o el mismo Flavio Arriano, cuyos textos
complementan al pergamino. Lamentablemente, el informe de Polibio se encuentra
perdido, aunque hay razones para suponer que la esencia del mismo se encuentra
en los trabajos de Plinio el viejo.
Al día de hoy continúa
el debate sobre la autenticidad de la traducción griega que recoge el pergamino
de Heidelberg, y numerosa bibliografía se ha acumulado sobre dicho asunto. No
hay acuerdo en cuanto a su antigüedad (no del pergamino, sino del relato que
contiene) o fecha probable para la expedición, tampoco sobre si su contenido es
totalmente original o esta contaminado por adiciones posteriores (esto ultimo
es lo mas aceptado). Ni siquiera se ha podido establecer una idea somera sobre
las motivaciones de dicha exploración.
Por tal motivo
intentaremos reunir aquí aquellos aspectos más controvertidos, además de
incorporar aquellos poco estudiados o comentados por la historiografía en
general a la hora de estudiar la famosa expedición de Hannón. Indagaremos
también en cada texto antiguo que mencione o haga referencia a los viajes de
Hannón, así como también a todo aquel que aporte cualquier dato que pueda ser
relevante sobre el asunto.
El texto del manuscrito de Heidelberg.
He
aquí el periplo de Hannón, rey[1] de los
cartagineses, relativo a las zonas de Libia situadas al Oeste de las Columnas
de Heracles, que consagró, asimismo, en el santuario de Cronos[2] y cuyos
datos son los siguientes:
1. Los
cartagineses decidieron que Hanón navegara allende las Columnas de Heracles y
que fundase ciudades de Libiofenicios. Y zarpó con sesenta penteconteras[3] y con un
contingente de hombres y de mujeres que alcanzaba las treinta mil personas, así
como con provisiones y demás pertrechos.
2. Y
cuando, tras hacernos a la mar, hubimos rebasado las Columnas y navegado, con
rumbo Oeste, una singladura de dos jornadas, fundamos la primera ciudad, a la
que denominamos Timiaterio[4], a sus
pies, por cierto, se extendía una vasta llanura.
3.
Y, acto seguido, nos hicimos a la mar rumbo a Poniente y llegamos todos a
Solunte[5], un cabo
de Libia cubierto de árboles.
4.
Tras haber erigido allí un santuario en honor de Poseidón, volvimos a
embarcarnos con rumbo Este por espacio de media jornada, hasta que arribamos a
un lago, situado no lejos del mar[6] y lleno
de abundantes y grandes juncos (en él, por cierto, también había elefantes y
otros muchísimos animales salvajes que se hallaban pastando).
5.
Tras dejar atrás, navegando casi una jornada, el lago, fundamos en la costa
unas ciudades llamadas Fuerte Cario (Karikon)[7], Gite (Gytta)[8], Acra (Akra)[9], Mélita
(Melitta)[10] y
Arambis (Arambi)[11].
6.
Y, desde allí, nos hicimos nuevamente a la mar y llegamos a un gran río, el
Lixo[12], que
procede de Libia. En sus inmediaciones apacienta sus rebaños un pueblo nómada,
los lixitas, con quienes permanecimos
cierto tiempo y entablamos amistad.
7. Y
por cierto que en el hinterland de esos nómadas, residían unos etíopes poco
hospitalarios que ocupaban un territorio plagado de fieras y surcado por
grandes montañas de las que, según dicen, procede el Lixo y en cuyos aledaños
habitan unas gentes de singular aspecto, los trogloditas, que, a la carrera,
aventajan a los caballos, según testimonio de los lixitas.
8.
Acto seguido nos procuramos unos intérpretes entre estos últimos y, en
dirección Sur, costeamos el desierto por espacio de dos días, para,
posteriormente, continuar rumbo a Levante por espacio de una jornada, durante
la que, en el fondo de una bahía, encontramos una pequeña isla (de cinco
estadios de perímetro) que colonizamos, denominándola Cerne (Kerne)[13]. Y, a
juzgar por nuestro periplo, dedujimos que se hallaba a la altura de Cartago, ya
que la duración de la travesía desde Cartago a las Columnas y de éstas a Cerne
era similar[14].
9.
Desde allí, y navegando por un gran río, el Cretes (Khretes)[15],
llegamos a un lago, que contenía tres islas mayores que Cerne. Partiendo de
ellas, empleamos una jornada de navegación para llegar al fondo del lago, que
se hallaba dominado por enormes montañas llenas de salvajes, ataviados con
pieles de animales, que nos arrojaron piedras y nos obligaron a alejarnos,
impidiéndonos desembarcar.
10.
Zarpamos de allí y arribamos a otro río[16], grande
y ancho, repleto de cocodrilos e hipopótamos. Ante esta circunstancia, pues,
volvimos a virar de bordo y regresamos a Cerne.
11.
Y, desde allí, navegamos con rumbo Sur, por espacio de doce días, costeando el
litoral, que se hallaba, en su totalidad, habitado por etíopes, quienes, ante
nuestra presencia, huían sin esperarnos (por cierto que su idioma resultaba
ininteligible hasta para los lixitas que viajaban con nosotros).
12.
Pues bien, durante el último día, fondeamos en las inmediaciones de unas
grandes y frondosas montañas (por cierto que la madera de los árboles era fragante y de
diversos colores)[17].
13.
Tras haber circunnavegado dichas montañas por espacio de dos jornadas, llegamos
a un inmenso espacio de mar abierto, a uno de cuyos lados -en la parte de la
costa- había una llanura en la que, por la noche, vimos alzarse por doquier
fuegos a intervalos, de mayor o menor intensidad[18].
14.
Y, después de aprovisionarnos de agua, zarpamos de allí, prosiguiendo nuestra
singladura, por espacio de cinco días, a lo largo de la costa, hasta que
llegamos a una gran bahía que los intérpretes manifestaron que se llamaba
«Cuerno del Oeste»[19]. En
dicha bahía había una gran isla y en ella un lago formado por el mar; a su vez,
en el lago había otra isla en la que desembarcamos, sin que de día viéramos
otra cosa que no fuera selva, pero, por la noche, advertimos que se encendían
numerosas hogueras y escuchamos sonido de flautas, así como ruido de címbalos y
timbales, y un incesante griterío, por lo que el terror se apoderó de nosotros
y los adivinos recomendaron que abandonásemos la isla[20].
15.
Zarpamos, pues, con celeridad y pasamos junto a una costa ardiente, llena de
emanaciones y de la que enormes torrentes de lava desembocaban en el mar; de
ahí que, a causa del calor, la tierra resultara inabordable.
16.
En consecuencia también zarpamos con celeridad de allí presas del pánico.
Durante cuatro días de travesía divisamos, por la noche, la costa llena de
llamas, en medio de las cuales había una especie de altísima hoguera, mayor que
las otras, que daba la impresión de que tocaba las estrellas. De día, sin
embargo, pudo verse que se trataba de una enorme montaña llamada «Soporte de
los dioses»[21].
17.
Tras dos días de navegación desde dicha zona, costeando torrentes de lava,
arribamos a una bahía que recibe el nombre de «Cuerno del Sur»[22].
18.
En su interior, por cierto, había una isla semejante a la primera: tenía un
lago y en él había otra isla, llena de salvajes. Las hembras, que tenían el
cuerpo peludo y a las que los intérpretes denominaban «gorilas», eran mucho más
numerosas. Pues bien, pese a perseguirlos, no conseguimos apresar machos: todos
huían, aprovechando su facilidad para la escalada, y se defendían con lo que
tenían a mano; en cambio, nos apoderamos de tres hembras, que se dedicaron a
morder y a arañar a sus captores, ya que se resistían a seguirlos; así que las
matamos y las desollamos, transportando sus pieles a Cartago. Lo cierto es que
ya no proseguimos nuestro periplo, dado que nos faltaron las provisiones.
Algunas cuestiones sobre el texto del
pergamino de Heidelberg y los alcances de la expedición.
Las controversias
planteadas al pergamino de Heidelberg
son variadas. Abarcan desde los que niegan absolutamente la veracidad del
mismo, alegando un origen fantástico o de ficción literaria; o los que aseguran
su total originalidad y veracidad, aun reconociendo ciertas adiciones
fantásticas que, aducen, tienen origen seguramente en las traducciones griegas
del texto original de Hannón, con el supuesto fin de “decorar” y hacer mas apetecible
el texto, pero que no llegan a desvirtuarlo. Esto es conocido también como “teoría
del viaje largo”, hasta las costas del Golfo de Guinea.
Otros planteos alegan
que solo la primer parte del texto es real (hasta el punto 8 y 9
aproximadamente), y que la segunda parte, la que refiere puramente a la
expedición exploratoria, es completamente un agregado fruto de la invención de
los traductores griegos. Situación que configuraría una “teoría del viaje
corto” solo por las costas atlánticas de Marruecos y poco más.
Lo cierto es que del pergamino
se desprenden claramente dos momentos distintos en el viaje. La primer parte
que comprende la fundación de una serie de colonias (en la costa Atlántica de
Marruecos), y que no tiene mas complejidad que intentar asemejar los nombres de
las ciudades mencionadas en la traducción griega, a una raíz fenicio-púnica
creíble (ver notas al pie). Y la segunda parte, netamente exploratoria, que
cuenta con todas las menciones controvertidas, como la navegación en el Golfo
de Guinea, las “mujeres peludas” o “gorilas”, o la identificación de la montaña
o volcán en actividad, llamada el “Soporte de los Dioses”.
Sin embargo, no parece
que estas cuestiones en discusión, sean todo lo controvertidas que se suele
aducir. Después de todo, como bien dice Adolfo Domínguez Monedero[23],
incluso los viajes exploratorios de nuestra era (como el descubrimiento de
América) también contienen, en sus relatos originales, gran cantidad de material
fantasioso que, obviamente, no invalida o refuta las distintas expediciones
exploratorias y sus descubrimientos.
La travesía de Hannón
parece trocar definitivamente en viaje exploratorio a partir de la isla de Kerne, actualmente identificada con
Herne, en Sahara Occidental (puntos 8 y 10). Este sitio ya era conocido por los
cartagineses y fue su posesión más extrema. Su propio nombre lo indica debido a
que deriva del fenicio Khernaa o “última
morada”. Sin dudas, a partir de aquí, los territorios explorados serian
totalmente desconocidos. Esta situación justifica el cambio en el contenido de
la narración, el quiebre en el relato, y por supuesto la necesidad de embarcar
interpretes. Por lo tanto, los dos momentos distintos del viaje, no serian
fruto del “ensamble” de dos textos. Ni mucho menos implicaría que uno de ellos
sea falso.
Interpretar la ubicación
de los distintos sitios visitados a partir de este punto, si bien supuso
diferentes interpretaciones a lo largo del tiempo, no parece plantear
demasiados problemas. Sobre todo si incluimos al debate un texto que debería
ser tenido en cuenta en mayor medida. Pero que lamentablemente se suele pasar
por alto.
Este texto es en
realidad una cita que hace Plinio el Viejo del viaje de exploración emprendido
por Polibio de Megalópolis[24] en el
siglo segundo anterior a nuestra era. Y si bien no parece ser una transcripción
textual del informe de Polibio, si parece que el texto de Plinio probablemente
contenga la esencia del mismo, diferenciándose de esta manera del texto púnico
del pergamino. Es por esto que resulta de gran interés, como documento
comparativo.
Seguramente al momento
en que Plinio el Viejo se dispone a escribir su “Geografía”, el texto original de Hannón ya se encontraba perdido. Y
lo reemplazaba una importante cantidad de traducciones griegas y latinas
(probablemente debemos incluir una del propio Polibio), de las que el mismo
Plinio duda de la veracidad total de su contenido, según él mismo deja entender
al inicio de su comentario. Por eso, la existencia de un informe de Polibio,
que verifique o refute el texto púnico, se vuelve una herramienta fundamental.
He aquí el texto en
cuestión:
“Antiguamente
existían algunos comentarios escritos por Hannón, un general cartaginés, que
estaba al mando, en los tiempos más florecientes del Estado púnico, para
explorar la costa del mar de África. La mayor parte de los escritores griegos y
romanos lo han seguido y han relatado, entre otras historias fabulosas, que
muchas ciudades fueron fundadas por él, de las cuales ninguna memoria, ni
siquiera el más mínimo vestigio, hoy existe.
Mientras Escipión Emiliano tenía el mando en Sicilia, el historiador
Polibio recibido una flota de él a los efectos de proceder a un viaje de
descubrimiento en esta parte del mundo. Relata, que más allá del Monte Atlas,
de proceder en dirección oeste, hay bosques llenos de bestias salvajes, propias de la tierra de África, tan alejados como el
río Anatis, una distancia de 485 millas, el Lixos alejado de estos unas 205
millas. Agripa dice que Lixos es distante desde el estrecho de Gades 112
millas. Después de se llega a un golfo que se llama el Golfo de Saguti, una
ciudad situada en el promontorio de Mulelacha, los ríos y Subur Salat, y el
puerto de Rutubis, distante unas 213 millas del Lixos. Entonces llegamos a la
altura del promontorio del Sol, el puerto de Risardir, el Gætulian Autololes,
el río Cosenus, las naciones de la Selatiti y Masati, el río Masathat, y el río
Darat, en el que se encuentra cocodrilos. Después de esto nos encontramos con
un gran golfo, de 616 millas de extensión, que está cerrado por un promontorio
del Monte Barce, que termina en dirección oeste, y se llama Surrentium. Luego
viene el río Salsus, a partir del cual se encuentran los etíopes Perorsi, en la
parte posterior de los cuales son la Pharusii, que limitan a los Gætulian Daræ,
situada en el interior. Sobre la costa de nuevo, nos encontramos con los
etíopes Daratitæ, y el río Bambotus, lleno de cocodrilos e hipopótamos. De este
río hay un rango continuo de montañas hasta que llegamos a la que se conoce por
el nombre de Theón Ochema, desde el cual el promontorio de las Hesperides
aparece tras un viaje de diez días y noches, y en el medio de este espacio se
encuentra el monte Atlas, que, por todos los otros escritores, se ha dicho que
es la parte más extrema de Mauritania.” Plinio el Viejo sobre
Polibio. PLINIO 5. 1. 9.
De la lectura de este
texto, se desprende un aspecto de lo más interesante. Y es la evidencia de que
el historiador griego evita seguir al pie de la letra el escrito de Hannón. Por
el contrario, realizando su propia exploración, y busca comprobar en realidad
que el cartaginés no estuviera fabulando. Y esto es lo que parece poder
confirmar, con la sorprendente coincidencia de distancias o tiempos de
navegación entre un texto y el otro, en la mayoría de los puntos.
En el relato de Hannón
las distancias se encuentran expresadas en términos de “días de vela”, en cambio en Polibio (la transcripción de Plinio) se
expresan en “millas”. Esta situación
ha sido utilizada para desacreditar el texto púnico, por poco exacto o falto de
rigor. Sin embargo, no es imposible traducir en magnitudes y distancias, los
días de vela[25].
Y el resultado es interesantísimo en cuanto se puede comprobar la similitud (en
ambos textos) de la ubicación de los sitios identificados. Situación que
confirma el rigor del trabajo de Hannón.
El rio “grande y amplio” que encuentra el
cartaginés en el punto 10, lleno de cocodrilos e hipopótamos, sin dudas es el
mismo que Polibio llama “Bambotus” donde
advierte la misma fauna. Este rio es el Sewa
de Sierra Leona, también llamado “Bum”,
único río de la región cuya laguna no es salada, permitiendo la fauna descripta.
Una serie de denominaciones para este río, o su laguna, se relacionan con la
raíz de la denominación de Polibio (y citado por Plinio), debido a que el término “Bombutus”
es similar a la palabra hebrea para hipopótamo: “bihemoth”. Además, el mapa emitido por la administración Inglesa de
Sierra Leona llama a su estuario como “Bamba”.
Y el mapa de Guillaume Deslisle (Amsterdam, 1792) coloca allí la desembocadura
de un río llamado “Madrebomba”.
Las “grandes y frondosas montañas” que
Hannón circunnavega (puntos 12 y 13), parece ser la misma que Polibio nombra
como “Monte Barce (Barce = Barqa “el
rayo” el nombre de la familia de Aníbal)”. Este es el llamado “Cabo Verde” de
Senegal. Y por último, la “enorme montaña
llamada «Soporte de los dioses»” que Hannón describe en el punto 16 (el
Monte Camerún, un volcán aun en actividad), coincide sin dudas con el “Theón Ochema” de Polibio, que traducido
significa: Carro de los Dioses. Coincidencia
que hecha por tierra las diferentes especulaciones que refieren a la imposibilidad
de que, con los medios con los que contaba Hannón, se hubiera podido llegar a
un sitio tan lejano.
Estas especulaciones
varían desde los que suponen que lo que vio Hannón era en realidad un volcán en
Sierra Leona, u otro volcán en la Republica de Guinea, o tal vez el incendio de
un monte boscoso, o incluso que aquellos fuegos no eran mas que hogueras
encendidas por los indígenas, y las corrientes de lava pudieron haber sido la
fosforescencia de las hojas. Pero entonces, ¿Polibio también forma parte de esa
confabulación? ¿O es que el historiador griego fue victima de las mismas
visiones que el marino púnico? ¿Y será que tal vez los “incendios” que observo
Hannón, se mantenían encendidos trescientos años después y confundieron también
a Polibio, quien creyó ver un volcán? Por ultimo, y como para terminar de confirmar
el pasaje de Hannón en referencia al Monte Camerún, hay que recordar que los
nativos lo han bautizado como Mongana-Loba,
que significa ni mas ni menos que “Montaña de los Dioses”.
Vale decir entonces que
el pasaje citado de Plinio, y que contiene lo básico del informe de Polibio, se
constituye en elemento probatorio fundamental. Aunque si bien sirve, y mucho, para confirmar los alcances reales (geográficos)
de la expedición de Hannón (navegación del Golfo de Guinea). No sirve para
comprender los motivos de la misma, problema que intentaremos resolver en los
capítulos siguientes.
La teoría de la circunnavegación de África.
La idea de que la
expedición de Hannón tenía como objetivo la circunnavegación de África, surge
fundamentalmente de una referencia específica de Plinio el Viejo. Y a esta
cita, se le puede sumar un pasaje de Flavio Arriano que, si bien no expresa
francamente esta idea, si parece sugerirlo. Veamos los párrafos mencionados:
“Y en tiempo en que el poder de Cartago prosperaba, zarpó Hannón de Cádiz hasta los límites de Arabia, y dejó
por escrito la historia de su navegación. Al mismo tiempo, Himilcón había sido
enviado para explorar el exterior de Europa”. Plinio el Viejo, Naturalis Historia, Libro
2, 169.
“(…) Por otra parte, el
libio Hannón partió de Cartago y paso las columnas de Hércules y navegó hacia
el océano exterior, con Libia sobre su
costado de babor (izquierda); y navegó hacia el Este,
de entre cinco y treinta días en total. Pero cuando por fin se volvió hacia el sur, se encontró
con toda clase de dificultades, la falta de agua, el calor abrasador, y
torrentes de fuego corriendo hacia el mar. (…)” Flavio Arriano 8, 43
(Indica).
Ambos autores,
simplemente se limitan a comentar el texto de Hannón. A diferencia de Polibio,
quien si emprendió un viaje exploratorio siguiendo los pasos del marino
cartaginés. Por esta razón, si bien ambos textos podrían ser utilizados como
confirmación de la teoría del “viaje largo”, no tienen el peso del informe de
Polibio. Plinio es el que plantea el tema de la circunnavegación en forma
directa. Arriano no es tan explicito, aunque el hecho de introducir el comentario
sobre los viajes de Hannón en los capítulos finales de su libro Indica, dedicado a los problemas de los
viajes de circunnavegación, no da lugar a otro tipo de interpretación. El
problema es que, como del texto del pergamino no se desprende que el objetivo
de la expedición sea el de circunnavegar África, es probable que los dichos de
Plinio y Arriano se deban a deducciones propias, o la repetición de errores de
interpretación anteriores aellos.
Los intentos de
circunnavegar África, bajo la sensación de que tal continente se encontraba
rodeado por el océano, vienen de mucho tiempo atrás. De hecho se conocen
gracias a Heródoto dos expediciones. El primero, y tal vez más antiguo, el
ordenado por el faraón Necao II (que gobernó
entre los años 610-595 a.C.) a marineros fenicios (Heródoto 4, 42)[26] y,
según el historiador griego, con resultado favorable. La flota, que zarpando
del mar rojo, tras años de navegación, retorno a Egipto luego rodear África y
cruzar las columnas de Hércules desde el “mar exterior”. Es decir, un trayecto
inverso al de Hannón.
El segundo y más
interesante es el periplo ordenado, por el rey persa Jerjes I (quien reino
entre 485–465 a.C.), a el también
persa Sataspes, quien, sin embargo, no pudo completar su misión. Puesto que,
agobiado por lo largo del viaje, decidió abortar su misión y volver sobre sus
pasos[27].
Se destaca este relato
por sobre el primero, por varios motivos. En primer lugar el trayecto elegido
para el periplo es idéntico al que acometiera Hannón. En segundo lugar, parece
que Sataspes sufriera similares inconvenientes que los de la expedición de
Hannón, en cuanto a las dificultas que lo llevaron a abandonar su viaje, y
porque curiosamente introduce una llamativa historia que involucra a unos
“pequeños hombres” que recuerda a los “gorilas” de Hannón. Párrafo que citamos
a continuación:
“(…) y aportado a las costas de cierta región en
que los hombres eran muy pequeños y
vestían de colorado, quienes apenas él arribara con su navío, abandonando sus
ciudades se retiraban al monte; aunque él y su comitiva no les habían hecho
otro daño al desembarcar que quitarles algunas ovejas de sus rebaños. Añadía
que el motivo de no haber dado a la Libia una entera vuelta por mar, había sido
no poder su navío seguir adelante,
quedándose allí como si hubiese varado (…)”. Heródoto 4, 43.
Si bien a todas luces, el problema de navegación que aduce Sataspes,
parece una excusa lisa y llana, la coincidencia de que se haya producido
probablemente en el mismo sitio que el abandono de Hannón (Golfo de Guinea),
permite suponer que tal vez ciertas circunstancias “marineras”, como podría ser
la corriente de Benguela, entorpecieron
y dificultaron la navegación. Esta corriente es contraria a la dirección que
llevarían tanto Hannón como Sataspes, pero favorable a los fenicios de Necao
II. Sin embargo tal situación es muy difícil de comprobar[28].
Pero lo más interesante,
tal vez, sea que la fecha probable para esta expedición, fuera muy cercana a la
efectuada por Hannón. En este punto es necesario intentar datar la expedición
del cartaginés. La inmensa mayoría de los estudios sobre el tema, proponen como
fecha posible para el periplo de Hannón una franja de tiempo que va de mediados
del siglo VI a.C. a mediados del siglo V a.C. (arriesgando fechas que van desde
el 570 a.C. a 450 a.C.). Por lo que
solo dos sufetes cartagineses entrarían en este periodo: Hannón I, que reino
entre los años 580-556 a.C. Y Hannón II (hijo de Amilcar I) quien lo hizo entre
los años 480-440 a.C. en
coincidencia con la guerra entre cartagineses y griegos, y que además tenía
como hermano a Himilcon I.
En este punto, la
mención que hace Plinio el Viejo, de que al “mismo tiempo” que Hannón partía para “circunnavegar” África, un tal
Himilcón hacia lo mismo, pero hacia el norte de Europa, sin dudas cobra otro
valor. Entonces podemos inferir que es muy probable que “Hannón el Navegante” y
“Hannón II” sean la misma persona. Sabemos que la expedición persa ocurrió en
los últimos años del reinado de Jerjes. Probablemente entre los años 478 y 465 a.C. Pero los viajes
comerciales fenicios más allá de las columnas de Hércules son conocidos y registrados
por Herodoto (484–425 a.C.) en sus
Nueve libros de Historia. Es decir, ya eran conocidos en el siglo V a. C.
“Otra historia nos refieren los cartagineses, que en la Libia, más allá
de las columnas de Hércules, hay cierto paraje
poblado de gente donde suelen ellos aportar y sacar a tierra sus géneros, y
luego dejarlos en el mismo borde del mar, embarcarse de nuevo, y desde sus
barcos dan con humo la señal de su arribo. Apenas lo ve la gente del país,
cuando llegados a la ribera dejan al lado de los géneros el oro, apartándose
otra vez tierra adentro. Luego, saltando a tierra los cartagineses hacia el
oro, si les parece que el expuesto es el precio justo de sus mercaderías,
alzándose con él se retiran y marchan; pero sí no les parece bastante, embarcados
otra vez se sientan en sus llaves, lo cual visto por los naturales vuelven a
añadir oro hasta tanto que con sus aumentos les llegan a contentar, pues sabido
es que ni los unos tocan al oro hasta llegar al precio justo de sus cargas, ni
los otros las tocan hasta que se les tome su oro.” Heródoto 4, 196.
La arqueología a podido
revelar asentamientos fenicio-púnicos en la costa atlántica de Marruecos que
datan del siglo V a.C. (e incluso del siglo VI a.C.) confirmando lo afirmado
por Heródoto. Los sitios de Korass (Tánger), Lixus (Marruecos atlántico) y
Banasa (también Marruecos atlántico) arrojan abundante cerámica púnica o de
influencia cartaginesa que abastecía asentamientos y factorías.
El mundo conocido según Heródoto. |
Es decir que, es más
sensato pensar que si los fenicio-punico ya emprendían esos viajes al océano
atlántico desde el siglo VI a.C., lo más probable entonces es que la expedición
persa fuera posterior a la de Hannón. Incluso, inspirada por el éxito de esta
(y sus descubrimientos). Tal vez, apenas unos pocos años después de Hannón. No
es posible que los persas enviaran una flota a un sitio tan alejado si no
tuvieran conocimiento previo de tales descubrimientos. Y tampoco es posible que
emprendieran semejante expedición sin que Cartago lo supiera o al menos participara,
sobre todo debido al férreo control que esta metrópolis mantenía sobre las
rutas comerciales del mediterráneo occidental.
Para Jerjes I (al igual
que para Necao II) la prioridad era conectar el Golfo de Guinea con el océano
Indico, por los beneficios comerciales que esto pudiera suponer, además de evitar
el bloqueo cartaginés a esa parte del mundo. No era una prioridad seguramente
para los cartagineses. Cartago no tenía necesidad para semejante expedición.
Entonces ¿era realmente el objetivo de Hannón hacer un viaje de
circunnavegación? ¿Puede ser que Plinio el Viejo y Arriano se hayan confundido
o malinterpretado el escrito del marino cartaginés?
Aquí debemos volver a la
cita de Arriano, y atender a unas líneas de su texto que dicen así: “(…) con Libia sobre su costado
de babor (izquierda);
y navegó hacia el Este (…)”. En el Mediterráneo, tener a áfrica a la
izquierda implica viajar hacia el oeste. Por el contrario, viajar al este
implica tener a áfrica a la derecha. Por lo que, entonces, hacer lo que dice
Arriano, implicaría para este autor, practicar un rodea de África por su cabo
más austral. Momento en que los marinos tendrían la costa africana a su
izquierda en una navegación hacia el este.
Pero lo cierto es que en
relación a África, esta no es la única forma de hacer lo que comenta Arriano.
Existe otra oportunidad de navegar hacia el este con la costa africana en la
izquierda. Y esta se da al ingresar al Golfo de Guinea. Es muy probable
entonces, que al desconocerse las reales dimensiones y geografía del continente
africano, se cometía el error que permitía suponer a los antiguos que ingresar
al Golfo de Guinea significaba que se estaba bordeando áfrica por el sur, en
una aparente navegación de circunnavegación.
Entonces, si la expedición de Hannón no tenía como objetivo la
circunnavegación de África, ¿Qué motivaba a los cartagineses emprender tan
maravilloso y arriesgado viaje? Volvamos entonces a la cita de Heródoto
referente a los viajes fenicios al mar exterior, para resaltar una situación
hasta el momento no tenida en cuenta: el
oro africano, cuestión por demás interesantísima que abordaremos en el
capítulo siguiente.
Contexto político-comercial. La ruta del
oro Africano.
La mencionada cita de
Heródoto (Heródoto 4, 196), en el capitulo anterior, introduce dos aspectos, muy
interesantes (a demás de sugerir una posible fecha), a tener en cuenta. El
primero es el que acerca al debate el
comercio del oro africano subsahariano. El otro, aunque algo contradictorio
con la evidencia arqueológica es el que refiere a la llamativa ausencia de
mención alguna de asentamiento fenicio-púnico sobre las costas atlánticas
africanas.
El pergamino de Heidelberg
es muy claro en que la misión primera de Hannón era la de fundación de ciudades
y, luego, la de exploración. Ignoramos si la omisión de ciudades o colonias
fenicias en Heródoto proviene de un error debido al desconocimiento del
Mediterráneo Occidental (y mas allá) debido al férreo control de las rutas
comerciales que mantenía Cartago, o tal vez simplemente una referencia a una
situación temprana de la exploración fenicia, limitada solo a los viajes
comerciales, que luego trocara por colonización y asentamientos fijos, ya con
Cartago como potencia.
De ser esto último, el
viaje de Hannón, de haberse dado durante el siglo V a.C., cobraría valor como
evidencia de la primera expedición con intenciones colonizadoras de Cartago en
la costa atlántica de África. Hazaña que justifica plenamente el deseo de dejar
por escrito semejante aventura.
Ahora bien, el comercio
del oro africano es un dato revelador a tener muy en cuenta. Y la cita de Herodoto
es fiel reflejo del interés fenicio-púnico para con el intercambio de productos
con este preciado metal. Se conocen desde tiempos antiguos la existencia de
rutas comerciales terrestres surcadas por caravanas que transportaban oro, y que
desde el Golfo de Guinea o el lago de Chad, cruzaban el desierto del Sahara
hacia el Mediterráneo.
Conocida es, ya en
nuestra era (a partir del siglo X d.C.), la famosa “ruta del oro” o “oro de Tívar”
que desde el río Senegal o Níger, desde el reino de Mali o el de Tumbuctú, o
desde el Imperio Mandinga (todos en la región del Golfo de Guinea), surcaba el
desierto hacia el “Argel” que hacia la vez de intermediaria con los
comerciantes europeos. Esta antigua ruta, podría haber sido explotada también
en la antigüedad, o tal vez tenia como opción y salida mas segura (evitando
cruzar el desierto) la costa atlántica, siendo explotada por los comerciantes
fenicio-púnicos desde aproximadamente el siglo V a.C. como bien informa
Herodoto.
De esta forma, ambos
objetivo de la expedición de Hannón, quedan plenamente justificados. Trasladar
población y fundar ciudades sobre la costa de “salida” del oro africano, es el primer objetivo. Y siguiendo esta idea,
la exploración del Golfo de Guinea, según los que sostienen la teoría del viaje
más extenso de Hannón, cobra sentido en razón de vislumbrar como segundo objetivo, la búsqueda del
origen de la mencionada “ruta del oro africano”. Y no ya, la idea de
circunnavegación de África por puro placer exploratorio.
Apoya también esta
conjetura el hecho de que los expedicionarios hayan embarcado “interpretes” de
entre los lixitas[29],
tal como explica el pergamino de Heidelberg en el punto ocho. Mas que
necesarios, no solo como interpretes, sino fundamentales en la tarea de
mediación diplomática, a la hora de acordar fundamentales tratados comerciales.
Si bien esta teoría
tiene bastantes puntos a su favor, existen nuevos estudios que intentan
explicar y fechar el viaje de Hannón un siglo más temprano, es decir, el siglo
IV a.C. Sin embargo, esta posibilidad, aunque interesante, encuentra menos
adeptos.
En un reciente trabajo
de Alfredo Mederos Martin[30], se
intenta relacionar la expedición de Hannón con la guerra que sostendría Cartago
con Agatocles de Siracusa, en concurso con Ofelas (gobernador de Cirene por
orden del reino del Egipto Ptolemaico).
Cito textualmente:
“El periplo atlántico de Ofelas pudo haberse efectuado a instancia de
Alejandro, ca. 331-323 a.C., para hacer una evaluación de la presencia
cartaginesa en la fachada atlántica norteafricana, antes de su proyectada
campaña contra Cartago y posteriormente poder alcanzar por la costa africana
las Columnas de Hércules. Una segunda posibilidad pudo ser durante el periodo
de Ofelas como gobernador de la Cirenaica, entre el 322 y el 312 a.C., antes de
los preparativos de su campaña contra Cartago el 308 a.C., para buscar
información sobre los puntos de destino de las caravanas terrestres que
transportaban polvo de oro hasta la fachada atlántica norteafricana. La política de Ofelas como gobernador tuvo
como prioridad el control de la ruta terrestre del oro, marfil, pieles de
animales, plumas de avestruz, esclavos, etc. que llegaba desde el lago Chad por
el Oasis de Dschofra y el desierto del Fezzan. Su objetivo fue desviar el
comercio progresivamente hacia Alejandría, en detrimento de Cartago, tras
conseguir situar la frontera entre Egipto y Cartago en la torre de Eufrantas,
actual región de la Sirte, desplazando unos 150 km. hacia el Oeste el antiguo
límite entre Cartago y la Cirenaica en los arae Philaenorum.”
Como se puede ver,
incluso va mas allá, al mencionar como posible primer instigador al mismísimo
Alejandro Magno, quien supuestamente ordenaría el conocido “Periplo Africano de
Ofelas” por la costa Africana en función de sus planes expansionistas hacia
occidente.
El principal argumento
de esta teoría se basa en la posibilidad de que al verse Cartago privada de su
monopolio sobre la ruta “terrestre” (remarco terrestre en oposición a la ruta
“marítima” desde el atlántico) del oro africano (y demás productos) desde el
lago de Chad, se vio obligada a emprender sus viajes exploratorios por África
(Hannón) y por Europa (Himilcón) para intentar suplantar tal perdida. Refuerza
esta teoría el hecho de que Diodoro[31]
mencionara durante los ataques de Agatocles a Cartago, a dos generales
cartagineses de nombres Hannón uno de ellos, Himilcón el otro. Justamente los
mismos nombres que son mencionados como los exploradores cartagineses en la
cita de Plinio el Viejo.
El primer problema del
conjunto de ideas, supone reconocer al “navegante Ofelas” (cuyo periplo es
recogido por Estrabón[32]) con el
“Ofelas, gobernador de Cirenaica” cuestión muy probable pero que algunos ponen
en dudas, aduciendo que el periplo mencionado por Estrabón en realidad hace
referencia al mítico viaje de uno de los nostoi[33]:
Okellas. Tampoco la mención de nombres como Hannón o Himilcón es suficiente
argumento, puesto que estos eran nombres bastante comunes entre los
cartagineses. Amen de que este tal Hannón de Diodoro, no era sufete.
Otro inconveniente de
esta teoría, supone explicar la expedición de exploración del áfrica atlántica
durante el siglo IV a.C. a pesar de que se tiene constancia arqueológica de que
los fenicio-púnicos ya explotaban la ruta atlántica del oro africano desde el
siglo anterior, puesto que ya estaban establecidos allí, como lo demuestra la
arqueología. Aunque, ciertamente, esto no impide suponer la existencia de
expediciones en el siglo IV a.C. tendientes a profundizar la explotación de una
ruta del oro ya conocida. Pero el problema es que el texto del pergamino de Heidelberg
incluye tanto los objetivos de fundación de ciudades como el de exploración
como parte de la misma expedición.
Para que funcionara esta
novedosa teoría, debería aducirse que el texto del pergamino implica el
“ensamble” de dos viajes diferentes, cada uno en siglos diferentes (¿y también
por dos Hannón distintos?). Ciertamente algo interesante, pero demasiado
pretensioso, y que pide mas evidencias para ser confirmado.
A fin de cuentas, en
cualquiera de sus dos opciones, la “teoría del oro africano”, la búsqueda y
exploración del origen y fuente de este metal tan preciado, parece ser, frente
a la teoría de expedición de circunnavegación, la opción más potable como
explicación o fundamento para los viajes exploratorios de Hannón el Navegante.
Final.
Si bien lo precario y
fragmentario de las evidencias dificulta una conclusión final, y siempre deja
abierta la posibilidad a nuevas teorías y planteos, creemos que por todo lo
expuesto, se está muy cerca de poder decir que el manuscrito de Heidelberg ya
no encierra misterios. Hoy día, gracias a Polibio (a través de Plinio el Viejo)
podemos prácticamente asegurar los alcances geográficos del periplo de Hannón.
Gracias a Plinio el Viejo, podemos ofrecer una fecha posible, con gran
seguridad. Y este autor junto a Heródoto y Arriano nos dan las pistas que nos
ayudan a comprender los reales objetivos de tal expedición (ya sean exploratorios
o comerciales).
Pero aun atendiendo a
los reparos y objeciones de las teorías mencionadas, el relato de los viajes de
Hannón constituye una de las pocas obras de la literatura púnica que ha llegado
a nuestros días, y por lo tanto un documento invaluable sobre los antiguos
viajes de exploración en épocas de rudimentarias tecnologías, y que hoy como
ayer no ha dejado de producir asombro y admiración en todo aquel que accede a
su lectura.
Autor: marvel77
Bibliografía Histórica:
Herodoto. Los Nueve Libros de Historia.
Plinio el Viejo. Historia Natural.
Flavio Arriano. Indica.
Estrabón. Geografía.
Bibliografía Actual. Artículos varios:
Adolfo J. Domínguez
Monedero. “El Viaje de Hanón de Cartago y los Mecanismos de Exploración
Fenicios”, publicado en “Viajeros,
Peregrinos y Aventureros en el Mundo Antiguo”. Publicaciones y Ediciones.
Universidad de Barcelona.
“La Navegación Fenicia. Tecnología Naval y Derroteros”. Centro de
Estudios Fenicios y Púnicos.
Enrique Díes Cusi. “Aspectos Técnicos de las Rutas Comerciales
Fenicias el Mediterráneo Occidental (S. IX-VII a.C.)”. Archivo de
Prehistoria Levantina. Vol. XXI (Valencia 1994).
Alfredo Mederos Martín.
“El Periplo de Ofelas”. Universidad
Complutense & Harvard University.
Fuentes para el Pergamino de Heidelberg. En inglés
o castellano:
Livius.org: http://www.livius.org/ha-hd/hanno/hanno02.html
Cervantes Virtual
Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones: http://www.cervantesvirtual.com/bib/portal/antigua/roma_cartago.shtml
[1]
Basileus en la versión griega. Sufete, probablemente en el original púnico.
[2] En
realidad debió ser en el templo de Baal, importante deidad fenicio-cananea, que
los griegos identificaron con Kronos, personaje de su mitología.
[3]
Embarcación de cincuenta remeros, característica por la cual recibe su nombre.
Ver cuadro aparte.
[4] Thymiaterion. Según Samuel Bochart
deriva del púnico Dumathiria que
significa “un claro”. En árabe dumathir
o dumthor significa “tierra llana”.
Afirmacion que se ve confirmada por el texto de pergamino cuando a continuación
dice: “a sus pies, por cierto, se
extendía una vasta llanura”.
[5]
Soloention. Hoy Cabo Cantin
(32º 37´).
[6] “Lago” o “Pantano” según la
traducción. Se lo identifica con el estuario del Tensift.
[7] El
“Fuerte Cario” es un transcripción de la traducción griega que denomina a esta
ciudad “Karikon Teikhos”, siendo “Karicon” el nombre fenicio de la ciudad
(Qart = ciudad) y “teikhos”
fortaleza en griego.
[8] Para
Bochart, Gytta se refiere al sitio
donde el ganado en recogido. Sin embargo puede ser otra forma de Gader.
[9] Akra
deriva del púnico Hakra, es decir,
“fortaleza”.
[10]
Melitta proviene del púnico “melet”,
que significa: “cemento”, “argamasa”, “concreto”.
[11] La
tierra de los Aremboi o Eremboi es mencionada por Homero en la
Odisea junto a Libia. Se pensó siempre que se trataba de Arabia, bien pudiendo
ser el Magrab que Homero describe como “lugar
de las bestias salvajes”. Ereb en
Hebreo significa lo mismo: “lugar para las bestias salvajes”. Sin embargo
Bochart entendio que Arambi deriva del hebreo (o la raíz semita del mismo) “har-anbin” que significa “monte que
produce vino de uva”. Muchos se han preguntado si Arambi no es otro nombre para
Marrakech (Marruecos).
[12] Identificado con el Río Draa (Marruecos). El Draa, es el
río más grande de la zona y marca el final de las tierras cultivables.
Situación que concuerda con la descripción que Hannón hace sobre los pueblos
adyacentes y de costumbres pastoriles.
[13] Identificada con la Isla de Herne o
“Dajla” en Sahara Occidental. Deriva del fenicio Khernaa o “última morada”.
[14] Tal vez este sea el dato más
especifico para su interpretación del que cuenta todo el texto, y sin embargo,
hasta ahora no ah sido comprendido.
[15]
Identificado con el río
Senegal. La referencia a un “gran río”
es imposible no relacionar con lo mencionado en la Meteorológica de Aristóteles
cuando se indica un río llamado Kahremetes,
señalado como “(…) uno de los mayores
ríos de Libia que desembocan en el mar exterior (…)” Meteorologica I, 13.
[16] Normalmente identificado con el río
Gambia, probablemente se trate de la desembocadura del río Siwa, también
llamado Bum (el Bambotum de Plinio el Viejo y Polibio), en Sierra Leona, y cuya
laguna costera no es salada (el estuario del Gambia es salado) y por eso
albergaba “cocodrilos e hipopótamos”.
[17] Cabo Verde. El promontorio rocoso
mas occidental de África ubicado en Senegal.
[18] El estuario de Geba, en Guinea
Bissau.
[19] El Cabo Palmas, el comienzo del
Golfo de Guinea. Punto donde el límite entre Liberia y Costa de Marfil tocan el
Océano Atlántico.
[20] Punto por punto, atendiendo a las
distancias y tiempos ofrecidos por Hannón y Polibio, la “gran isla” y “laguna”
se refiere a la Bahía de Lagos.
[21] El Monte Camerún. En el punto más
profundo del Golfo de Guinea, y elevándose a más de 4000 metros en la misma
costa, es la única zona volcánica en el Oeste de África y todavía sigue en
actividad.
[22] Probablemente el Estuario de Gabón.
[23]
Adolfo Domínguez Monedero en “Viajeros, Peregrinos y Aventureros en el Mundo
Antiguo: El Viaje de Hanón de Cartago y los mecanismos de exploración fenicios
(Pag. 77)”.
[24] Es
muy probable que tal informe, mas su propia traducción del texto púnico,
estuvieran incluidos en su obra escrita: “Historias”, en la sección de
geografía, actualmente perdida.
[25] De
acuerdo con las normas antiguas de un día de navegación por vela corresponde a
1 grados de navegación, o 30 parasangas
persas.
[26]
Heródoto 4, 42: “Y siendo esto así, mucho
me maravillo de aquellos que así dividieron el orbe, alindándolo en estas tres
partes, Libia, Asia y Europa, siendo no corta la desigualdad y diferencia entre
ellas; pues la Europa, en longitud, hace ventajas a las dos juntas, pero en
latitud no me parece que merezca ser comparada con ninguna de ellas. La Libia
se presenta a los ojos en verdad como rodeada de mar, menos por aquel trecho
por donde linda con el Asia. Este descubrimiento se debe a Neco, rey de Egipto,
que fue el primero, a lo que yo sepa, en mandar hacer la averiguación, pues
habiendo alzado mano de aquel canal que empezó a abrirse desde el Nilo hasta el
seno arábigo, despachó en unas naves a ciertos fenicios, dándoles orden que
volviesen por las columnas de Hércules al mar Boreal o Mediterráneo hasta
llegar al Egipto. Saliendo, pues, los fenicios del mar Eritreo, iban navegando
por el mar del Noto: durante el tiempo de su navegación, así que venía el otoño
salían a tierra en cualquier costa de Libia que les cogiese, y allí hacían sus
sementeras y esperaban hasta la siega. Recogida su cosecha, navegaban otra vez;
de suerte que, pasados así dos años, al tercero, doblando por las columnas de
Hércules, llegaron al Egipto, y referían lo que a mí no se me hará creíble,
aunque acaso lo sea para algún otro, a saber, que navegando alrededor de la
Libia tenían el sol a mano derecha. Este fue el modo como la primera vez se
hizo tal descubrimiento.”
[27] Heródoto
4, 43: “La segunda vez que se repitió la tentativa,
según dicen los cartagineses, fue cuando Sataspes, hijo de Teaspes, uno dc los
Aqueménidas, no acabó de dar vuelta a la Libia, habiendo sido enviado a este
efecto, sino que espantado así de lo largo del viaje como de la soledad de la
costa, volvió atrás por el mismo camino, sin llevar a cabo la empresa que su
misma madre le había impuesto y negociado para su enmienda; he aquí lo que
sucedió: Había Sataspes forzado una doncella principal, hija de Zópiro, y como
en pena del estupro hubiese de morir empalado por sentencia del rey Jerjes, su
madre, que era hermana de Darío, le libró del suplicio con su mediación,
asegurando que ella le daría un castigo mayor que el mismo Jerjes, pues le
obligaría a dar una vuelta a la Libia, hasta tanto que costeada toda ella
volviese al seno arábigo. Habiéndole Jerjes perdonado la vida bajo esta
condición, fue Sataspes al Egipto, y tomando allí una nave con sus marineros
navegó hacia las columnas de Hércules; pasadas las cuales y doblado el
promontorio de la Libia que llaman Soloente, iba navegando hacia Mediodía. Pero
como después de pasado mucho mar en muchos meses de navegación viese que
siempre le restaba más que pasar, volvió, por fin, la proa y restituyóse otra
vez al Egipto. De allí, habiendo ido a presentarse al rey Jerjes, díjole cómo
había llegado muy lejos y aportado a las costas de cierta región en que los
hombres eran muy pequeños y vestían de colorado, quienes apenas él arribara con
su navío, abandonando sus ciudades se retiraban al monte; aunque él y su
comitiva no les habían hecho otro daño al desembarcar que quitarles algunas
ovejas de sus rebaños. Añadía que el motivo de no haber dado a la Libia una
entera vuelta por mar, había sido no poder su navío seguir adelante, quedándose
allí como si hubiese varado. Jerjes, que no tuvo por verdadera aquella
relación, mandó que empalado pagase la pena a que primero le condenó, puesto
que no había dado salida a la empresa en que aquella se le había conmutado. En
efecto, un eunuco esclavo de Sataspes, apenas oyó la muerte de su amo, huyó a
Samos cargado de grandes tesoros, los cuales bien sé quién fue el samio que se
los apropió, aunque de propósito quiero olvidarme de ello.”
[28] Otro intento de circunnavegación de
África, también mencionado por Plinio el Viejo, es el intentado por Eudoxo, o Eudoxus, de Cícico. Según Plinio,
logro su objetivo, pero por el contrario, según Estrabon no lo consiguió.
[29]
Quienes ejercerían un importante rol, ya no solo de intérpretes, sino de
mediación con las poblaciones locales, según aduce con buena razón Adolfo
Domínguez Monedero.
[30] “El
periplo norteafricano de Ofelas”. De Alfredo Mederos Martin. Gerión. Revista de Historia Antigua,
Vol 24, No 1, año 2006.
[31]
Diodoro Siculo, XX, 60, 3-4: “(…) 3. Ahora Hannón,
que mandaba el ejército de la región central, tendió una emboscada a Aeschrion
y de repente cayo sobre él, matando a más de cuatro mil infantes y unos 200
soldados a caballo, entre los que se encontraba el propio general, de los otros
algunos fueron capturados y algunos escaparon sanos y salvos hasta Archagathus,
que estaba a unos 500 estadios distante. 4. En cuanto a Himilcón, quien había sido designado para llevar a cabo la campaña
en el interior, en un primer momento descansaba en una ciudad al acecho de
Eumachus , que se acarreaba su ejército, muy cargado con los despojos de las
ciudades capturadas. (…)”
[32]
Estrabón XVII, 3, 3: “Los historiadores,
comenzando con la circunnavegación de
Ofelas, han añadido numerosas otras invenciones en lo que respecta a la
costa fuera de Libia (África), y éstos ya he mencionado antes en alguna parte,
pero estoy hablando de nuevo de ellos, y pidiendo perdón por la introducción de
historias maravillosas, si tal vez me veré obligado a hacer una digresión en
una cosa de ese tipo, ya que no estoy dispuesto a pasarlas totalmente por alto
si esto implica paralizar mi historia.”
[33] “Nostoi” o “Los Regresos”. Conjunto de
poemas épicos griegos, que relataban el retorno a casa de los héroes griegos
tras el final de la Guerra de Troya.
Nuevo artículo en Anábasis Histórica!! En este caso, sobre los fantásticos viajes exploratorios del cartaginés Hannón el Navegante.
ResponderEliminarTe invitamos a leerlo y a dejarnos un comentario. Te esperamos!
Muy buen artículo, enhorabuena.
ResponderEliminarCreo que no solo demuestra que la teoría del viaje largo es posible, sino que es sin duda la más probable.
Como dice el artículo, los fenicios navegaron por las costas atlánticas africanas antes de la expedición de Hannón, yo creo que desde varios siglos antes y con regularidad. Plinio el Viejo dice que los fenicios construyeron el templo de Melkart de Lixus antes que la ciudad de Gadir. Además de Lixus, habría pequeñas colonias o factorías en las costas africanas, incluyendo a las islas Canarias, desde tiempos muy remotos. En el relato de Hanón llama la atención como los intérpretes lixitas conocían el nombre del «Cuerno del Oeste», el «Cuerno del Sur» o a los gorilas, por lo que parece claro que ellos mismos u otros lixitas previamente habían viajado allí. También llama la atención
la rapidez con la que entablaron amistad con los cartagineses.
Parece que había fenicios que ya conocían o habían conocido esa ruta. Teniendo en cuenta que entre las colonias fenicias no existía una unión política, sino que por el contrario se podían dar rivalidades entre ellas (como Cartago con Útica) o al menos una independencia de gobierno y de intereses, y también el celo y el secretismo con que guardaban sus rutas comerciales (como narra el «Ora Marítima» de Avieno), no sería rara la situación en que las rutas conocidas y frecuentadas por unos fenicios no lo fuesen por otros.
Magnífico artículo que invita a profundizar en él.
ResponderEliminarMe ha entretenido su lectura y agradezco la oportunidad que nos brinda con este trabajo de conocer un poco más a los púnicos cuya literatura es tan escasa.
Saludos cordiales.