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lunes, 8 de abril de 2013

ALEJANDRÍA: Capital del Mediterráneo



Alejandría fue la ciudad más importante del helenismo, el centro de aprendizaje más grande del mundo antiguo, la puerta que unió el Mediterráneo con Egipto y la capital del más longevo de los reinos descendientes de Alejandro Magno, el ilustre fundador de la ciudad. Monumental, opulenta y cosmopolita, en ella se construyó una de las últimas Maravillas del Mundo Antiguo y siempre será recordada por su famosa Biblioteca.





Fundación

En el año 331 a.C., tras ser coronado Faraón en Menfis, Alejandro Magno llegó a la desembocadura del río Nilo en busca de un lugar donde fundar una ciudad. La localización perfecta la encontró allí donde existía un asentamiento previo llamado Rhacotis. Alejandro, acompañado del arquitecto griego Deinocrates, marcó el lugar del ágora, el perímetro de la ciudad y la localización de los templos. Parece claro que el comercio era el principal objetivo que tenía en mente, pues el lugar contaba con profundos puertos naturales, mejores que cualquier otro en el Delta.

Tenía un clima sano y vientos frescos predominantes, una bendición durante los meses de verano en el noreste africano. Esto fue aprovechado al máximo al orientar la malla axial para recoger esta brisa marina.

Fueron construidos un dique y un malecón, conocido como Heptaestadio, una calzada de siete estadios de longitud (unos 1.250 metros), la cual protegía el golfo de las tempestades a la vez que unía la isla de Pharos a tierra firme. Allí había dos puertos. El oriental estaba subdividido y era tan profundo que permitía atracar hasta a los navíos más grandes. Al Oeste del Heptaestadio delimitaba el otro puerto, El Eunostos, que ofrecía en su interior un puerto escavado por el hombre, el Kibotos (el Cofre), donde había también canteras navales. En él desembocaba un canal navegable procedente del lago Meotis, que unía el puerto del lago con el marítimo.

Mientras Alejandro conquistaba el Este, el capaz gobernador Cleómenes alentó el comercio y engrandeció la ciudad. Y así, a la muerte del Rey macedonio, cuando Ptolomeo, hijo de Lago, fue asignado sátrapa de Egipto fue Alejandría y no Menfis su centro de operaciones.

La arqueología fragmentaria y la descripción de Estrabón ayudan a crear algo parecido al plano de la ciudad. Al encontrarse en un extenso llano la ciudad se organizó en una cuadrícula (plano hipodámico). El elemento básico era un bloque cuadrangular de 330x278 metros, con un área reservada para un barrio palaciego. Los muchos parques y jardines, y las amplias calles ayudaban a ablandar la rigidez de la cuadrícula tradicional y hacían a la ciudad más atractiva.

Dos calles principales cruzaban el centro del plano, entre los edificios notables había palacios y jardines reales; el Mouseion, un importante centro de investigación dentro del complejo palaciego que incluía la Gran Biblioteca; el Serna protegiendo las tumbas de Alejandro y los reyes Ptolemaicos; el Serapeion, un templo a Serapis acompañado de Isis y otros dioses; y los cementerios.

Reconstrucción del Faro de Alejandría.
Pero sin duda la construcción más emblemáticas de la ciudad fue el Faro, una de las Siete Maravillas del mundo . Diseñado por Sóstratos de Knidos durante el reinado de Ptolomeo II (285-246), fue construido en mármol o caliza en un extremo rocoso de la isla de Pharos[1], a la entrada del puerto Este. Contaba con tres cuerpos o etapas, estrechándose hacia la parte superior. La primera era de base cuadrada, la segunda octogonal y circular en la cima. En lo alto el fuego daba luz que era direccionada por un sistema de espejos; y coronándolo una estatua de Zeus. En total, 134 metros de altura. Tenían la función de guiar a los navíos hacia los grandes puertos durante la noche, pues la costa del Delta es muy llana y se carece de referencia alguna para navegarla.

Desgraciadamente, salvo los cementerios y algunos fragmentarios restos del Septateion y el Faro, todo lo demás ha desaparecido.


Población y Sociedad

Diodoro dijo que era la ciudad más grande del mundo[2], con 300.000 habitantes libres, por lo que parece probable que si se incluía los esclavos bien pudiera alcanzar los 400.000 o 500.000 habitantes. Comparando esta cifra con los 7 millones de habitantes que Diodoro da para el resto de Egipto[3] se aprecia la importancia de Alejandría. Tenía una composición diferente a la del resto de Egipto: además de los macedonios y los numerosos griegos que habían emigrado en busca de la prosperidad urbana en el medio siglo posterior a la fundación, había muchos egipcios y judíos (estos últimos, al parecer, antiguos prisioneros de guerra).

Visión idealizada de la ciudad de Alejandría. Abajo podemos ver
los grandes puertos con el Heptaestadio cerrándolo y el Faro en
la entrada; arriba los puertos en el lago Mareotis; y a la izquierda
el gran complejo palaciego.
La ciudadanía solo era accesible para los macedonios y griegos, que eran clasificados en «demes» siguiendo el modelo de Atenas; tenían una boulé, un prytaneos y una asamblea, aunque no hay casi indicios del funcionamiento efectivo de estas instituciones, que pueden haber sido abolidas poco después a favor de un mayor poder Real.


Extramuros, los helenos se establecieron en aldeas más que en ciudades, si excluimos Alejandría, y prefiriendo el Delta antes que el interior del país. Estos colonos, que recibían tierras a cambio de servicio militar, eran llamados clerucos (klêruchoi), en principio por tiempo de una vida, aunque posteriormente la tierra fue asignada de forma hereditaria[4]. Normalmente, los colonos no trabajaban la tierra, sino que la subarrendaban a los egipcios; y muchos vivían como terratenientes absentistas en Alejandría, principalmente, o en alguna capital de distrito. En palabras de Peter Green, la expresión latina “Alexandría ad Aegyptum” expresaba el concepto geográfico diferenciador entre la ciudad y el resto del país, además de para entender la naturaleza de la administración macedonia: “por Egipto, pero no de él”.

Los judíos, establecidos en la ciudad (politeuma), quizás, por Alejandro y por Ptolomeo Soter,  vivían en un barrio que les estaba reservado. Intentaban mantener sus leyes y costumbres y evitar el servicio militar, imposible en el día del Sabbat, pero atraídos por el esplendor de la ciudad aspiraban a conseguir la ciudadanía, lo cual era inconcebible para aquella mentalidad griega dominante.

A la cabeza de la población judía estaba el Etnarca, “que administraba la comunidad, arbitra litigios, se ocupa de los contratos y promulga ordenanzas, como si fuera el jefe de una ciudad autónoma”. (Estrabón, según Flavio Josefo, XIV, 7, 2). El Etnarca era elegido por la comunidad pero debía ser autorizado por el Rey.

No sólo los judíos establecidos en la ciudad formaban un politeuma, también los soldados establecidos en territorio Real eran no ciudadanos, aunque tuvieran la misma etnia.

Alejandría (al igual que Ptolemaida y Naucratis) poseía un derecho propio al margen del resto del reino Ptolemaico. Estaba fuertemente influenciado por el de Atenas, a través de Demetrio de Falero que elaboró una obra legislativa para Ptolomeo Soter, con elementos rodios y de otras ciudades griegas. Sin embargo, esta legislación fue poco a poco adquiriendo elementos propios según lo iban exigiendo las circunstancias, siendo estas inserciones de origen Real.
Los judíos suponían una excepción, pues exigían vivir bajo sus leyes ancestrales, al menos en materia de derecho familiar, bajo la ley religiosa.
El gobierno fue evolucionando y progresando con fluidez a lo largo del tiempo. Sin embargo, casi todas las evidencias de la administración y concepto de monarquía en Egipto después de Alejandro es con el reinado del Ptolomeo Filadelfo.

El Egipto ptolemaico estaba fuertemente burocratizado, series extensivas de regulaciones para controlar la vida económica del país han sido halladas con abundancia. La adaptación de los religiosos y la práctica legal permitieron integrarse a los nativos, mientras que algunos griegos y macedonios se adaptaron al modo de vida egipcio.

El Papiro de Leyes de Ingresos (259 a.C.) revela el trato existente con las tasas agrarias, huertos y viñedos, así como las reglas de control sobre el cultivo, prensado y venta de aceite. Otros textos revelan los tratos con los asuntos de las cleruquias, la seguridad a lo largo de las rutas marítimas y temas judiciales.

Busto representando al dios Serapis,
que mezclaba las tradiciones griega
y egipcia.
La línea entre público (funcionario) y lo privado era borrosa desde el punto de vista actual. Que la autoridad pública pudiera ser utilizada para alcanzar fines particulares, o que los recursos privados debieran contribuir a la realización de tareas públicas es algo extraño en al actualidad. Y esta mezcla era especialmente visible en el caso de los impuestos agrarios. Esto se entiende porque los griegos entendían al individuo como parte funcional del conjunto y que la prosperidad individual oscilaba a la par del conjunto. Una clara demarcación entre público y privado era inapropiada.

Los monarcas Ptolemaicos tomaron el tradicional estilo de matrimonio egipcio, respetaron su religión e incluso hicieron donaciones a sus templos. La creación del dios Serapis muestra la mezcla entre cultura egipcia y griega, en un claro intento integrador por parte de la Realeza. Este dios era la combinación entre el toro Apis y varios dioses griegos, sobre todo Hades, el dios griego del inframundo (representado por un hombre maduro con barba). Se unían así la fuerza combinada del inframundo griego y las creencias místicas egipcias. Sin embargo, los egipcios no lo tomaron, quizás porque no parecía del todo egipcio, pero griegos y luego romanos lo aceptaron con entusiasmo.

Economía y Comercio

El continuo aumento de la población propició el desarrollo industrial. Prueba de ello es la gran cantidad de productos manufacturados que la ciudad exportaba: tejidos de lino adornados con impresos o bordados; objetos de vidrio y cerámica vidriada azul; orfebrería; perfumes y medicamentos, con técnicas egipcias; etc. Tampoco podemos olvidar el cultivo de trigo y papiro, trabajados por egipcios pero explotados por griegos. Este último hecho propició que la ciudad de Alejandría, donde residían la mayoría de los griegos en Egipto, fuera rica, mientras que el Egipto rural decayera cada vez más en la pobreza.

Las importaciones eran sobre todo de miel, salazones, avellanas, conservas de carne, queso, aceite y vino, todos productos de consumo griegos, y también incienso de Oriente. De todas estas importaciones, el rey recibía entre un 20% y un 50% en concepto de derechos de aduana, lo cual es significativo del gran poder Real ptolemaico.

El cobro de impuestos era tan importante que ya en época de Ptolomeo I o II se comenzó a realizar un censo, esencial para un gobierno efectivo. A diferencia de Roma, que lo usaba principalmente para conocer la fuerza militar del Estado.

Desde Ptolomeo II pero sobre todo  a finales del S. II a.C., se preocuparon de explorar las rutas marítimas de África e India para librarse de los pueblos caravaneros de Arabia, intermediarios que exigían pago por aduana. Se abrieron rutas permanentes hacia la India y el Mar Rojo se exploró a conciencia[5]. Desde Alejandría partían navíos comerciales rumbo a Oriente haciendo escalas en las ciudades ptolemaicas de Arsione (Suez), Berenice y Myos Hormos[6]. De allí provenían perlas, perfumes y especias.


La gran actividad portuaria propició que se establecieran las primeras instituciones bancarias. El banco Real estaba en Alejandría y realizaba transferencias internacionales desde mediados del S. III a.C. y financiaba expediciones marítimas. También en él se ingresaba el producto fruto de los impuestos.

Las revueltas nativas a partir de mediados del S.III a.C. son, según Turner, debido a la tensión impuesta en la economía, que deterioró la economía rural, la inestabilidad política a la muerte de Ptolomeo III y las Guerras Sirias. Aunque también es preciso apuntar que la creciente utilización de nativos para campañas militares pudo contribuir a que estos reclamaran mayores derechos al tiempo que las victorias hacían que la superioridad greco-macedonia no era tan evidente[7]. A partir de mediados del S. II a.C., con Ptolomeo VIII, Alejandría perdió población intelectual, con un deterioro de la vida cultural (lo cual permitió la difusión de la cultura a otros puntos del Mediterráneo). Esto es una clara evidencia de los problemas económicos por los que atravesaba el reino, algo a lo que Cleopatra II y III intentaron poner freno sin un éxito duradero.

Cultura

Ptolomeo determinó que Alejandría no sólo sería un puerto comercial, también su nuevo hogar, y un lugar donde recoger y ampliar el arte, la ciencia y la educación griega.

Hasta entonces artistas y poetas habían sido mantenidos en torno a la corte, como símbolo de prestigio. Ahora surgió una nueva ambición: apoyar el aprendizaje en sí mismo. El modelo para tal empresa fue el Liceo de Aristóteles y en menor medida la Academia de Platón.

Se fundó el Museion (museo) que, como su nombre indica, era el centro dedicado al servicio de las musas y por tanto también asociado al estudio literario. Era un centro de intercambio de ideas para pensadores, filósofos, científicos y profesores.

Visión idealizada de la Biblioteca de Alejandría.
El edificiose encontraba dentro del complejo del
Museo y albergaba todo el saber griego,
 recogido en unos 490.000 libros.
Ptolomeo intentó atraer al sucesor de Aristóteles, Teofrasto, de Atenas a Alejandría, para ayudarlo en su plan de su nuevo centro de aprendizaje, pero este declinó la oferta, enviando sin embargo a un antiguo alumno suyo, ahora en el exilio, Demetrio de Falero. Tras él llegaron alumnos de toda Grecia y el mundo helenístico. Cirene, Cos y Samos proveyeron un destacado número. Y si Alejandro tuvo como tutor a Aristóteles, Ptolomeo II tuvo al físico Estrabón de Lámpsaco (que luego sucedió a Teofrasto en Atenas) y Zenodoto de Éfeso.

Este personaje, Zenodoto, fue a su vez la figura más importante en el que fue sin duda el proyecto más ambicioso en la naciente Alejandría: su Biblioteca. Este edificio pretendía ser el recipiente donde almacenar todo el saber griego, y en su momento de apogeo llegó a albergar unos 490.000 libros.

Ptolomeo I mandó hacer copias de los libros de todo el mundo conocido para la Biblioteca, sin embargo, sus sucesores incautaron los libros, a los que hacían una copia para quedarse con el original.

Fruto de este afán por la cultura fue el avance en las ciencias, la filosofía, la filología y la literatura, la medicina, la astronomía, las matemáticas, etc. No en vano, muchos de los más importantes sabios de la época vivieron y estudiaron en Alejandría.

En el mundo de las matemáticas podemos destacar a Euclides (325-265 a.C.), conocido como “el padre de la geometría”; Apolonio de Pérgamo (262-190 a.C.) que hizo extensos estudios sobre geometría recogidos en su obra Sobre las secciones cónicas[8]; Erastótenes (276-194 a.C.) que además de matemático, fue un destacado astrónomo y geógrafo al que Ptolomeo III llamó para que se hiciera cargo de la Biblioteca, y que es célebre por determinar el tamaño de la Tierra[9]; Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C.) que aunque vivió la mayor parte de su vida en su ciudad natal, según Diodoro Sículo estudió en Alejandría, es considerado uno de los científicos e inventores más grandes de la historia haciendo estudios sobre hidrostática[10], estática, los principios de la palanca y diseños de máquinas tanto de uso civil como militar[11]; y un largo etcétera.
Busto de Arquímedes. Este personaje fue
uno de los grandes genios de la Antiguedad
y probablemente de toda la historia. Aunque
nacido en Siracusa, estudió en Alejandría.

En literatura destacaron figuras tales como Calímaco, Aristarco de Samotracia, Apolonio de Rodas o Teócrito. En el periodo alejandrino volvió a renacer la comedia, llamada nueva, en detrimento de la poesía épica, cuyo único exponente destacado fue la obra Argonáuticas. La historia fue otro género cultivado, aunque sin llegar al nivel de los historiadores de la Grecia Clásica (Heródoto, Tucidides o Jenofonte), pero sus aportaciones sirvieron de apoyo para autores posteriores.

Además, fruto de toda esta erudición fue la invención de ayudas básicas de puntuación y la introducción del sistema de acentos. Y, en esta línea, el alfabeto griego, en oposición a los jeroglíficos solo accesibles a la élite, fue una fuerza democratizadora en Egipto.

Por otro lado, el campo de la medicina siempre tuvo mucha importancia en el Egipto preptolemaico, y cogiendo el testigo, en este periodo se hicieron importantes avances. Debemos destacar la figura de Herófilo de Calcedonia, que practicando con la disección de cadáveres e incluso con la vivisección de seres humanos (criminales convictos) descubrió el sistema nervioso, explicó su funcionamiento, hizo estudios sobre el ojo y puso nombres a varias partes de la anatomía.

Las artes plásticas no destacaron tanto como en Rodas o Pérgamo, pero nos dejaron esculturas de gran realismo, centrándose, como no, en la figura del Rey. Se buscaba sobre todo la expresividad y la atmósfera, especialmente evidente en los retratos. Podemos destacar la escultura “La Apoteosis de Homero” del artista Arquelao de Priene. Sin embargo, la falta de mármol hizo que la cantidad de obras escultóricas fuera escasa (y a decir verdad pocas fueron geniales). Pero este mismo hándicap hizo que el trabajo en bronce mejorara[12] y que la joyería y el trabajo en vidrio cobraran gran importancia. Para los reyes Lágidas era importante mostrar su poder y ante la falta de canteras, la joyería suponía una excelente opción a un precio poco superior. Y en arquitectura al principio se dejó sentir el estilo Jónico, pero ya a partir del silgo III a.C. evoluciona hacia uno propio con influencias egipcias.

¿El final de la Alejandría Helenística?

Finalmente, tanto lujo llevó a la extravagancia y corrupción a los últimos reyes Ptolemaicos. El oro estaba por todas partes: copas, mesas, sillas, estandartes, etc. Y se realizaban pomposos desfiles procesionales a la menor ocasión para demostrar al pueblo y a los extranjeros la grandeza divina de los reyes. Esta decadencia moral fue acompañada por la crisis económica e institucional, en la que las disputas por la corona eran frecuentes. Todo esto hizo que poco a poco el reino Ptolemaico fuera cayendo bajo la tutela de Roma, que tras haber derrotado a Cartago, Macedonia y el Imperio Seleucida se erigía ahora como potencia dominante en todo el Mediterráneo.

Finalmente Egipto se vio envuelto en la guerra civil romana, y en el año 30 a.C. Octavio Augusto incorporó el último reino helenístico como provincia romana.

Podría pensarse que con la conquista romana Alejandría perdió su preponderancia en el Mediterráneo o en Oriente Próximo. Nada más lejos de la realidad.

La corriente de erudición continuó durante la dominación romana, de donde podemos destacar a grandes inventores como Herón o a la perdurable Escuela Neoplatónica de Alejandría con figuras tan importantes como Hipatia, Sinesio de Cirene o Olimpiodoro el Joven. Hasta el Renacimiento no se volvió a conocer un periodo de tanto avance cultural como durante el Helenismo, del cual la ciudad de Alejandría fue su máximo exponente.

Visión parcial de la escultura Alegoría del Nilo,
una de las grandes esculturas del helenismo.
La economía de la ciudad experimentó un nuevo auge. Convertido Egipto en el granero de Roma, Alejandría subió en importancia como principal puerto que unía la provincia con la capital. Se mejoró la agricultura y se repararon los canales de riego, incrementándose la producción. Además, los viajes comerciales con la India y ahora incluso con China se intensificaron. Tal era la riqueza e importancia de Egipto, y especialmente Alejandría, que era gobernada por un prefecto (del ordo equestre) dependiente directamente del Emperador en lugar del tradicional gobernador senatorial de las demás provincias.

También cabe destacar que de época romana es la escultura más famosa hecha en Alejandría: la Alegoría del Nilo de la Escuela Neoplatónica.

Alejandría fue la ciudad más importante del helenismo, comparable culturalmente a la Atenas clásica, económicamente a Cartago en su apogeo y en tamaño con la Roma republicana. Cosmopolita como ninguna, fue el centro de unión entre Oriente y Occidente, entre el arcaico Egipto y el helenismo renovador y entre el paganismo y el judaismo y el naciente cristianismo.

Autor: Alejandro Ronda 

Bibliografía:

Estrabón; Geografica.
Diodoro Sículo; Biblioteca Histórica.

Claire Préaux; El Mundo Helenístico.
Peter Green; Alexander to Actium, The Historical Evolution of the Hellenistic Age.
Peter Green; Hellenistic History & Culture.
Paul Cartlendge, Peter Green y Erich Gruen; Hellenistic constructs.
Shiepley Graham; El Mundo griego después de Alejandro.
Charles Gates; Ancient Cities.
Mohammed Aman; La antigua biblioteca de Alejandría.
Varios Autores; Towards integrated 
management of 

Alexandria’s 

coastal heritage.

Miguel Ángel Elvira Barba; La escultura Alejandrína en el Siglo III a.C.




[1] De la cual coge el nombre.
[2] Diodoro Sículo (17, 52-6)
[3] Diodoro Sículo (31, 6-8)
[4] Esto era un paralelismo con el Egipto preptolemaico.
[5] Al principio en busca de elefantes para su uso militar.
[6] Posteriormente, bajo dominio romano, estas rutas se intensificaron aún más.
[7] En Rafia (217 a.C.) Ptolomeo IV venció contra pronóstico a Antíoco III Megas del Imperio Seleucida. Era la primera vez que un ejército ptolemaico estaba compuesto mayoritariamente por nativos egipcios.
[8] Fue él quien dio nombre a la elipse, la parábola y la hipérbola. Además se le atribuye la hipótesis sobre las órbitas excéntricas, que intentaba explicar el movimiento aparente de los planetas y de la velocidad variable de la Luna.
[9] Para realizar esto empleó un método trigonométrico teniendo en cuenta nociones de longitud y latitud.
[10] El célebre Principio de Arquímedes.
[11] Como el tornillo de Arquímedes o los ingenios que detuvieron a los romanos durante largo tiempo en el asedio de Siracusa.
[12] Gracias a los avances en el colado del metal.

1 comentario:

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