martes, 17 de septiembre de 2013

Agatocles y la Invasión de África


Mientras el reino de Alejandro se hacía añicos, en Occidente los griegos luchaban por mantener su libertad frente a Cartago, en un enfrentamiento que duraba ya dos Siglos. Es entonces cuando se alza la figura de Agatocles. Odiado y temido por púnicos y griegos y audaz y astuto como pocos, elaboró un plan único para ganar la guerra a Cartago: invadir África y vencerlos en su propio territorio.





Ya que tienes tiempo para contar historias griegas, ¿por qué entonces no nos cuentas más bien que Agatocles, rey de Siracusa, cuando Sicilia llevaba largo tiempo ardiendo con la guerra de los cartagineses, pasó a esta misma África y llevó la guerra al lugar de donde había partido?
Tito Livio (XXVIII, 43, 21); fragmento del discurso de Publio Cornelio Escipión “El Africano”.


SICILIA ANTES DE AGATOCLES

Ya desde finales del Siglo VI a.C. la crisis la crisis social había propiciado la aparición de la tiranía, favorecida por la presión que ejercían los indígenas y sobre todo los cartagineses sobre las ciudades griegas del Este. Con éxito cambiante, Gela, Siracusa o Agrigento asumieron una tímida hegemonía griega en la isla, que sin embargo era incapaz de formar un frente común en contra de los cartagineses. De hecho, muchas ciudades griegas se sentían cómodas en amistad con los púnicos, tal es el caso de Himera o Selinunte.

A la gran derrota sufrida por Cartago en la batalla de Himera (480 a.C.) siguió un periodo en el que las tiranías desaparecen, en parte debido a la falta de habilidad de los tiranos para perpetuarse en el poder como también por las aspiraciones de los ciudadanos, hartos de dirigentes autárquicos. Sin embargo esto provocó una serie de luchas internas que crearon un vació de poder que aprovechó Siracusa para extender su influencia  por toda la isla. Y es esta situación  la que encuentran los atenienses en 415 a.C. cuando realizan su expedición siciliana, provocada en parte por este imperialismo siracusano.

Ante la debilidad griega, los cartagineses consideraron que era el momento de rehacerse, y en un corto espacio de tiempo destruyeron Selinunte e Himera y conquistaron Agrigento, Gela y Camarina. Ante el empuje enemigo, se alzó la figura de Dionisio que en un principio intentó frenarlo sin éxito para después pactar con los cartagineses, reconociendo sus conquistas a cambio de que él tendría el dominio sobre Siracusa. Había vuelto la tiranía.

La paz proporcionó a Dionisio la tranquilidad suficiente para realizar reformas en su ciudad, confiscando de forma calculada tierras a los más ricos para regalarlas a los menos pudientes o invertirlas en la contratación de mercenarios que le ayudarían a afianzar su poder. También puso mucho cuidado de proteger la ciudad, fortificando la isla de Ortygia[1] y amurallando todo el perímetro de la ciudad. Pronto retomó la idea imperialista, tomando Catana, Naxos y Leontini; declarando la guerra a Cartago, que tras una guerra de suerte cambiante, arrinconó en el extremo Noroccidental de la isla; y extendiéndose por la Magna Grecia y el Adriático.

Sin embargo, su hijo y sucesor, Dionisio II, no tenía la misma habilidad política ni militar y pronto echó a perder las conquistas de su antecesor, así como creó gran malestar entre los ciudadanos, que terminaron por sublevarse, iniciándose un periodo de gran inestabilidad política y social. Dionisio II estaba siendo asediado en su fortaleza de Ortygia, cuando llegó a la ciudad el corintio Timoleón, propiciado por el reclamo de ayuda de los siracusanos (año 344 a.C.).

Tras derrotar a Hicetas, tirano de Leontini, que con ayuda de Cartago aspiraba a hacerse con el control de Siracusa, y pactar la rendición de Dionisio II, Timoleón se pudo dedicar a restaurar la ciudad. Estableció un gobierno popular sobre la base de las leyes democráticas de Diocles[2] y demolió la ciudadela de Ortygia, símbolo de la tiranía, erigiendo un tribunal de justicia en su lugar. Y para terminar de dar brillo a su gobierno, derrotó a los cartagineses en la batalla de Crimiso, estableciendo la frontera de los púnicos en el río Halycus y comprometiéndose estos a no dar más apoyo a los tiranos.


EL ASCENSO DE AGATOCLES

Parece ser que Agatocles tuvo un origen humilde, y el mismo Diodoro se pregunta retóricamente como llegó a convertirse en tirano. Su padre, Corcino, era un exiliado de la ciudad de Regio que habitaba en la ciudad siciliana de Thermes[3], que estaba en manos púnicas, donde se casó con una mujer del lugar. Cuando Agatocles contaba con 18 años de edad (año 343 a.C.), su familia se trasladó a Siracusa debido al llamamiento que hizo Timoleón de Corinto, de que concedería la ciudadanía siracusana a todos aquellos que lo desearan[4].

Aún en tiempos de Timoleón, comenzó su carrera militar. Los intereses políticos de Siracusa lo llevaron a combatir tanto en Sicilia como en la península itálica, donde se distinguió como soldado, ante todo por su audacia, ascendiendo con rapidez. Una vez retirado Timoleón de la esfera política (año 337 a.C.), el estratego Demas[5] se fijó en él y lo ascendió a quiliarca[6] para la guerra contra Akragas[7]. Aprovechando la muerte del general, Agatocles se casó con su viuda, heredando toda su fortuna y convirtiéndose de la noche a la mañana en uno de los hombres más ricos de la ciudad.

Moneda con el busto de
Agatocles.
La retirada de Timoleón había devuelto las luchas entre oligarcas y demócratas a Siracusa. Entre los primeros destacaban Heráclides y Sosístrato, que nombraron general a Antander, hermano de Agatocles, para ir en auxilio de Crotona que estaba siendo asediada por los brucios. Agatocles por su parte se había alineado con los demócratas, pero aún así acompañó a su hermano como quiliarca, destacando nuevamente. A su vuelta a Siracusa estalló el enfrentamiento contra los oligarcas, que le negaron el honor a su mérito, a lo que Agatocles respondió acusándolos de aspirar a la tiranía.

La situación de Agatocles se volvió insostenible y tuvo que marcharse, comenzó una carrera como líder mercenario actuando en el sur de Italia. Fracasó en un intento de instaurar por la fuerza a los demócratas en Crotona, con lo que tuvo que huir a Tarento que lo contrató como mercenario. Pero pronto lo despidieron, temerosos de su ambición y maquinaciones. Sus pasos le llevaron a Regio, ciudad natal de su padre, en donde rechaza un ataque de los propios siracusanos. Este hecho hizo que la posición de Sosístrato y Heráclides se debilitara enormemente, y la oligarquía fue finalmente derrocada, instaurándose de nuevo los demócratas y pudiendo regresar Agatocles a Siracusa (año 322 a.C.).

Diodoro (XIX, 4, 3) informa que la totalidad de los integrantes de la cámara de los seiscientos oligarcas fueron expulsados de la ciudad. Es entonces cuando estalla una guerra abierta entre los oligarcas y los demócratas. Cartago, que no quiso perder la oportunidad de ganar poder en la isla apoyó a Sosístrato y los demás exiliados, con lo que a su vez Siracusa le declara la guerra a los púnicos.
Como general, el astuto Agatocles consiguió algunos éxitos contra Cartago, pero no consiguió una posición fuerte en la política de la ciudad. Los ciudadanos, temerosos de que su ambición le llevara a aspirar a la monarquía llamaron a un general extranjero para que se hiciera cargo de la guerra. Siguiendo las doctrinas de Timoleón, las guerras extranjeras las debería liderar un corintio, y la ciudad del Peloponeso envió a Acestórides. El griego reconcilió a demócratas y exiliados, que volvieron a la ciudad, y firmó una paz con los cartagineses, con lo que Agatocles, nuevamente en una posición inestable debió exiliarse.

Ahora Agatocles se hace con un ejército mercenario pagado de su bolsillo y empieza a amenazar las posiciones tanto de siracusanos como de cartagineses. Tanto es así que incluso se atreve a asediar Siracusa, que, en un giro inesperado, pide ayuda a Amílcar, comandante púnico en la isla. Pero Agatocles pacta con Amilcar y este abandona la ciudad a su suerte, con lo que Agatocles es invitado a regresar y, prometiendo que no aspiraría a la tiranía, fue renombrado general (año 319 a.C.).

Mercenarios samnitas, apulios y campanos.
Con la excusa de reprimir un levantamiento en la ciudad de Erbita[8], Agatocles reclutó un poderoso ejército. Aún en Siracusa manda llamar a los oligarcas más influyentes y los acusa de conspirar contra su persona a lo que el ejército responde dándoles muerte[9]. Se inicia una masacre generalizada por toda la ciudad, en la que más de 4.000 nobles son asesinados y otros 6.000 deben escapar por toda Sicilia, concentrándose la mayoría en Akragas.

Una vez Agatocles se había deshecho de todos sus opositores reúne a la asamblea y anuncia que limpiará la ciudad de aspirantes a la monarquía y velará por la seguridad de la democracia al tiempo que anunciaba su retirada de la vida política. Pero el pueblo le pide que no los abandone y rogándole que siga siendo general[10], lo cual este acepta con la condición de no compartir el cargo con nadie más. Así es elegido estrategos autocrator, reuniendo en su persona los mismos poderes de un monarca (año 317 a.C.).

Ahora en el poder tomó medidas populares como la supresión de las deudas y un reparto equitativo de las tierras entre los pobres. Constitucionalmente no se trataba de una tiranía, ya que había sido electo, siendo sus poderes extraordinarios legitimados por una decisión democrática. De hecho, Agatocles era bastante accesible al pueblo, ni siquiera contaba con guardia personal, en contraste con otros tiranos. Revisó los ingresos públicos y empezó a proveerse de armas y navíos para fortalecer la flota en vista de la expansión que tenía en mente.


EL INICIO DE LA TERCERA GUERRA SICILIANA

Su ambición expansionista lo llevó a tomar la acrópolis de Messene (año 315 a.C.), pidiendo un rescate de 30 talentos de plata para devolverla. Sin embargo, no sólo no la devolvió sino que atacó, sin éxito, la propia ciudad. Su fracaso se debió en parte a la acción de los exiliados y finalmente por la intervención de Cartago, que como intermediaria logró la paz.

Infantería Púnica. Como resultado de las constantes guerras contra
los griegos en Sicilia, los cartagineses habían adoptado desde hacía
tiempo el estilo de lucha hoplita.
Sin embargo la paz sería efímera. Los exiliados, en Akragas, exhortaron a los más poderosos de la ciudad para que atacaran a Agatocles de inmediato, ahora que no era demasiado poderoso. Se fraguó una alianza entre Akragas, Gela y Messene, que mandaron emisarios a Lacedemonia para que les enviaran un general. Existía el miedo de concentrar demasiado poder en un solo ciudadano por si este decidía aspirar a la tiranía. Acrotato, hijo de Cleómenes aceptó la propuesta y marchó sin el permiso de los éforos[11]. Tras un tortuoso viaje llegó por fin a Akragas, pero pronto se vio que no estaba a la altura de las circunstancias y su mando fue puesto en entredicho. En un intento de deshacerse de sus opositores asesinó a Sosístrato, pero conocido el homicidio todos los exiliados reunieron las tropas contra él, siendo depuesto y teniendo que huir en secreto de vuelta a Esparta.

Así, nuevamente sin un líder, Messene, Gela y Akragas se vieron obligadas a firmar la paz con Agatocles, otra vez con Cartago como mediadora. Sin embargo, el siracusano atacó a las tres ciudades, aumentando su poder enormemente. Y en vista de que Cartago atacaría con prontitud[12] se armó y contrató nuevos mercenarios, aumentando su número a 10.000 infantes y 3.500 caballos[13].

Sin un poderoso ejército cartaginés en la isla, Agatocles pudo actuar con libertad durante un tiempo. Es entonces cuando se hace con Messene y Tauromenium, donde se refugiaban algunos de los oligarcas exiliados, matando a 600 de ellos.

Su siguiente objetivo era Akragas, pero ante la llegada de los cartagineses con 60 navíos desistió, atacando en cambio el territorio púnico de Sicilia. Dinocrates, general de los exiliados en Akragas, consiguió un pequeño éxito al tomar Galeria, pero pronto es frenado por los generales enviados por el tirano, Pasifilo y Demófilo, y retoman la ciudad. Por su parte, los cartagineses habían avanzado posiciones, llegando su flota a entrar en el puerto de Sirausa, pero sin mayores éxitos, y estacionando su ejército en la colina de Ecnomos, en el territorio de Gela, pero al negarse a combatir aceptaban la superioridad de Agatocles, que para el año siguiente (311 a.C.) ya había conquistado casi todas las ciudades de la isla, incluida Gela[14].

Cartago, decidida a continuar la guerra con más vigor, envía una flota de 130 naves al mando de Amílcar, hijo de Giscón, (no confundir con el anterior general, que ya estaba muerto). Comandaba un ejército considerable, con 2.000 ciudadanos, 10.000 africanos, 1.000 mercenarios etruscos y otras tantos baleares y 200 carros. Pero una tormenta dañó la flota y diezmó al ejército, teniendo Amilcar que contratar mercenarios que suplieran las pérdidas al llegar. Cuando estuvo listo se unió al ejército que acampaba cerca de Gela, sumando un total de 40.000 infantes y 5.000 caballos según Diodoro.

Agatocles sabía que con la presencia de un ejército tan poderoso, muchas ciudades se pasarían al enemigo. En especial sospechaba de Gela, con lo que introduciendo a su ejército, masacró a 4.000 de sus ciudadanos, confiscando sus propiedades y estableciendo una fuerte guarnición.

Mapa de Siracusa a finales del Siglo IV a.C.
(Clic para ampliar)
Agatocles por fin le salió al paso al ejército de Amílcar en las inmediaciones del río Himera. Durante varios días ambos contendientes se estuvieron analizando, sin que ninguno se decidiera a atacar, en parte porque el río le servía a ambos de defensa contra el otro. Pero en una ocasión, Agatocles emboscó a un grupo de púnicos que previamente había atacado a sus forrajeadores, haciéndolos huir y decidiéndose este a sacar todo su ejército y asaltar el campamento enemigo. En un principio los hombres de Agatocles tuvieron éxito, cegando el foso y atravesando la empalizada, entraron a la fuerza, viéndose los púnicos superados totalmente. Pero es entonces cuando Amílcar  destaca a los baleares, que logran expulsar a los griegos del campamento. Agatocles no desistía y mandó un nuevo ataque, pero justo en ese momento desembarcaban tropas que Amílcar había escondido, rodeando a los griegos, que a duras penas podían huir, cayendo en la batalla no menos de 7.000 hombres, mientras que Amílcar sólo había perdido 500.

Agatocles se vio obligado a regresar a Gela. Amílcar vio que sería imposible tomarla y decidió hacerse con las fortificaciones y ciudades  que el tirano dominaba. Camarina, Leontinos, Catana y Tauromenio enviaron embajadores y se unieron a los cartagineses, ejemplo que siguieron pocos días después Messene y Abacaenum entre otras. Por su parte, ante tal pérdida de influencia, Agatocles se vio obligado a regresar a Siracusa y prepararla para el asedio.


LA INVASIÓN DE ÁFRICA

Con la derrota en Himera, Agatocles había perdido la mayor parte de su ejército y se veía imposibilitado de realizar un contraataque contra Amílcar, que ahora dominaba casi toda la isla y tenía superioridad en tierra y mar.

Es entonces cuando el tirano decide llevar a cabo una empresa arriesgada y del todo imprevista: atacar la propia ciudad de Cartago. Dejando una fuerte guarnición en Siracusa al mando de su hermano Antander, viajaría a África acompañado de sus hijos adultos Heráclides y Archagatus y unos 14.000 hombres, tratando de que el enemigo desviara parte de sus fuerzas hacia allá y derrotarlos gracias al apoyo de los aliados africanos que se le revelaran.

Para financiar la expedición pidió préstamos a los mercaderes, tomó ofrendas de los templos y confiscó joyas a las mujeres y, ante la queja de algunos, los mandó asesinar y confiscó sus bienes. Para asegurarse que en su ausencia la ciudad le seguiría siendo fiel, separó parientes, dejando a unos y llevándose a otros. Y para aumentar el número de soldados liberó a los esclavos aptos para el servicio militar.
Imagen de Cartago.
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Agatocles había preparado una potente flota de 60 naves para la empresa, pero los cartagineses le bloqueaban el puerto con aún más barcos. Aprovechando que los púnicos salieron a interceptar unos barcos mercantes que traían grano, los siracusanos salieron del puerto a toda velocidad. Los cartagineses, pensando que Agatocles salía para prestar ayuda, formaron para la batalla, pero viendo que la flota pasaba de largo emprendieron la persecución, que hubiera tenido éxito de no ser por la llegada de la noche. Lo cierto es que Agatocles no había contado su plan a nadie salvo a su hermano, y todos pensaban que se dirigiría a Cerdeña o Italia en misión de saqueo. Se puede fechar exactamente este suceso ya que al día siguiente Diodoro nos narra que hubo un eclipse solar (15 de Agosto de 310 a.C.), que los hombres de Agatocles lo interpretaron como un mal presagio.

Tras seis días de viaje, al amanecer vieron a la flota cartaginesa que les estaba dando alcance, pero gracias a que tenían más hombres embarcados lograron repeler el ataque y llegar a tierra en Latomiae (“Las Canteras”), cerca del Cabo Bon, antiguamente llamado Promontorium Mercurii.

Una vez a salvo construyó una empalizada defensiva, realizó sacrificios a Démeter y Corê y convocó asamblea. Allí declaró que los dioses los habían llevado a salvo a África y en pago daría sus barcos al fuego. La realidad era que así se aseguraba que sus hombres tendrían que luchar para salvarse, al tiempo que se ahorraba tener que dividir su pequeño ejército para proteger las naves.

Para superar el abatimiento que había nacido en la expedición tras ver los barcos arder, Agatocles condujo a su ejército a la rica ciudad de Megalepolis[15], que saqueo sin piedad aumentando así la moral de sus hombres. Los cartagineses, que nunca habían sido atacados en su propio territorio estaban sorprendidos y no tenían una fuerza suficiente para contrarrestar el ataque. Aprovechando esto, Agatocles se movió con rapidez, atacando la ciudad de Tunis Blanca, a tan sólo 12 Km. de la propia Cartago[16]. Dueños de las dos ciudades tomadas, los soldados querían guarnecerlas y depositar allí el botín, pero Agatocles mandó destruirlas y acampar en campo abierto.

Mientras esto sucedía, los hombres de la flota cartaginesa que habían perseguido a Agatocles, tomaron los espolones de las naves calcinadas y los llevaron a Cartago para informar de lo sucedido. Una vez en la ciudad, calmaron el desanimo reinante, surgido al pensar que las fuerzas de tierra y mar de Sicilia habían sido derrotadas, pues les parecía impensable que Agatocles se aventurara fuera de su ciudad dejándola mal defendida.

Una vez pasado el pánico, Cartago pasó a la acción. En primer lugar reprendió a los comandantes de la flota por permitir la invasión cuando tenían todo a su favor; después se nombró generales a Hannon y Bomilcar, que comandarían un numeroso ejército[17]. Aunque muy superiores en número a los griegos, estas tropas, reclutadas a toda prisa, no tenían ni la experiencia ni la disciplina de aquellos, lo que los llevó a una derrota sin paliativos.


Derrotados y con el enemigo acampando frente a su ciudad, los cartagineses pidieron ayuda a Amílcar, que envió 5.000 hombres de refuerzo y ordenó que se empezara a hablar sobre la derrota siracusana tanto de su flota como de su ejército al tiempo que exigía la rendición de Siracusa enseñando los espolones de bronce de la flota calcinada como argumento. En la ciudad se dio dispareja credibilidad a esto y 8.000 descontentos fueron expulsados, los cuales fueron acogidos por Amílcar que ya se dirigía a Siracusa para asediarla. Ahora ambas capitales se veían cercadas por ejércitos enemigos sin que existiera algún tipo de apoyo cercano.

Agatocles fortificó el campamento cerca de Tunis y dejó una guarnición, para moverse luego a lo largo de la costa para ir tomando ciudad por ciudad. Rápidamente cayó Neapolis y luego Hadrumeto[18] que se rindió mientras los cartagineses hacían un infructuoso intento de recuperar Tunis. Posteriormente cayó Thapsus[19] por la fuerza, haciéndose Agatocles con el control de toda la costa del levante cartaginés. Según informa Diodoro, los siracusanos se hicieron con el control de más de 200 ciudades, bien por la fuerza o por la persuasión. Seguramente en este punto comenzó a recibir el apoyo de los libios, hartos del yugo que les imponían los cartagineses, uniéndose muchos a su ejército.

Mientras Agatocles marchaba ahora al interior, los cartagineses pudieron realizar un contraataque gracias a los refuerzos enviados desde Sicilia, retomando algunas de las ciudades perdidas. Parece que tuvieron bastante éxito ya que un caudillo Libio, de nombre Aelymas, decidió abandonar la alianza con Agatocles para volver con sus antiguos amigos. Sin embargo, este pequeño cambio en los acontecimientos duró poco, ya que Agatocles realizó un ataque nocturno contra el campamento púnico matando a unos 2.000 enemigos y tomando otros tantos prisioneros; y poco después derrotaba y daba muerte a Aelymas. Toda fuerza cartaginesa había quedado desmantelada y tan sólo la llegada del invierno pudo detener al tirano de Siracusa.


SITUACIÓN DESESPERADA PARA CARTAGO

El año siguiente (309 a.C.) siguió siendo favorable a los intereses de Agatocles, ya que Amílcar fue capturado y muerto tras ser torturado humillantemente. Había realizado un impetuoso ataque contra las propias murallas de la ciudad tras destruir campos y capturar Olympieum[20]. Quizás las noticias que llegaban desde África o las órdenes por parte del senado cartaginés lo apremiaron más de lo razonable cometiendo un error. Fue vencido en un ataque nocturno acometido contra Euryelus[21], cuando los siracusanos, que habían advertido sus intenciones, cayeron sobre los desprevenidos cartagineses. Caía así el mejor general cartaginés, cuya cabeza fue enviada a Agatocles.

Mapa de Cartago a finales del Siglo IV a.C. Se puede
apreciar como desde la vecina Tunis se puede controlar
la salida terrestre desde la urbe a la vez que permite
vigilar el tráfico marítimo.
(Clic para ampliar)
La victoria parecía ya decidida para Siracusa. Pero es ahora cuando Akragas, vencidos los cartagineses y con Siracusa al borde de la hambruna debido al bloqueo de su puerto por la flota púnica[22], se ve en disposición de conseguir la supremacía en Sicilia. Eligen como general a Xenodicus, que rápidamente toma Gela por traición y se hace con la ciudad propúnica de Herbessus, derrotando a la guarnición que la defendía. Luego se dirige al Sureste, tomando Echetla, Leontini y Camarina[23], que habían sido reconquistadas por los siracusanos al marcharse el ejército cartaginés.

África era un hervidero. Agatocles tuvo que sofocar un conato de rebelión de sus hombres después de que su hijo Archagathus matara a un alto oficial, pero obtuvo dos pequeñas victorias sobre los cartagineses, que habían marchado contra los númidas que habían desertado. Sin embargo, el campamento siracusano fue atacado por los propios númidas durante la segunda batalla y se perdió parte del botín.

Amo de todo el campo, Agatocles se veía sin embargo incapaz de someter a la propia Cartago. Dueña del mar y bien defendida por sus murallas, podía ser abastecida sin problemas por los navíos llegados desde las fértiles tierras de Cerdeña y Sicilia. Convencido de que necesitaba un ejército mayor para dar el golpe definitivo, decidió enviar a Orthon de Siracusa a Cirene para solicitar la alianza con Ophellas, general de Ptolomeo, que había restaurado la oligarquía en la ciudad, donde había quedado como gobernador[24]. Los términos del tratado dictaminaban que Ophellas gobernaría toda Libia y Agatocles Sicilia, ya que a este no le interesaba una tierra tan lejana y peligrosa de alcanzar debido a las constantes tormentas, pero que no podría conquistar Sicilia hasta que el poder de Cartago hubiera desaparecido. El ambicioso Ophellas acepta y rápidamente se puso en movimiento haciendo un llamamiento en Grecia[25] para que se unieran a la expedición. Finalmente parte con más de 10.000 infantes, 600 caballos, 100 carros y más de 300 aurigas; más otros 10.000 no combatientes, algunos con mujeres e hijos para colonizar las tierras conquistadas.

Mientras su nuevo aliado llegaba, parece que Agatocles no se mantuvo ocioso y fundó la ciudad de Aspis (la Clupea romana y actual Kelibia) como base naval[26] (año 308 a.C.).

Caballería griega y carro de guerra. 
Tras un duro viaje por el desierto de más de dos meses, la expedición llega al campamento de Agatocles y se instala a corta distancia. El tirano de Siracusa trata a Ophellas con amabilidad (incluso, según Justino 22, 7, 5 le ofrece a su hijo Heráclides en adopción), pero cuando la mayoría de sus hombres están forrajeando atacó su campamento, le dio muerte e hizo deponer las armas al resto, ofreciéndoles que se unieran a su ejército; algo que dadas las circunstancias tuvieron que aceptar.

Este aumento de tropas enemigas tuvo que sentar bastante mal en Cartago, que ya no sólo veía peligrar seriamente su hegemonía en el Mediterráneo Central, sino también su propia supervivencia. Tanto es así que Bomilcar, aquel general que huyera del campo de batalla en Tunis, intentó hacerse con la tiranía de la ciudad con el apoyo de un grupo de mercenarios. Sin embargo, la propia ciudadanía le hizo frente, derrotándolo y dándole muerte.


CAMBIO DE RUMBO EN LA GUERRA

Al año siguiente (307 a.C.) Agatocles se dirigió al Norte y toma Útica[27] e Hippo Acra (Hippo Diarrhytus)[28]. Siendo por fin amo de todo el litoral y el interior, podría atacar a Cartago sin oposición. Sin embargo, las noticias llegadas desde Sicilia sobre los avances de sus enemigos políticos lo alarmaron y se decidió a volver de inmediato. Dejando a su hijo Archagathus al mando, viajó a Siracusa con 2.000 soldados[29].

No en vano, Xenodicus había liberado muchas ciudades, pero justo cuando Agatocles arribaba en Selinunte y tomaba Heraclea Minoa, era derrotado por Leptines y Demófilo, generales que el tirano había dejado en la isla. Tras esto, Agatocles se dirige al Norte, tomando Cephaloedium y Apollonia, pero fracasando en Centuripae. Deinocrates, nuevamente nombrado líder de los exiliados oligarcas, se hace cargo de la política de Akragas y desafía al tirano en campo abierto con 20.000 infantes y 1.500 caballos, obligándolo a retirarse.

Por otro lado, Archagathus comienza una serie de campañas hacia el interior. Su general Eumachus logra tomar Tocae (Thugga?), Asphodelodes (desconocida), Meschela (Maktar?), una segunda Hippo Acras y Acris (ambas desconocidas); mientras él decide quedarse en Tunis vigilando los movimientos del enemigo. El senado cartaginés decide entonces formar tres ejércitos de los cuales uno iría por la costa y otros dos por el interior. Pensaban que así el enemigo debería dividir sus fuerzas y retirarse del asedio de Cartago, que aunque abastecida por mar empezaba a pasar hambre debido a que muchos de otras ciudades se habían refugiado entre sus muros. Diodoro informa que se ponen en movimiento un total de 30.000 hombres, mientras que por el lado siracusano debería haber por aquel entonces un número similar, repartido a partes iguales entre los que iniciaron la expedición con Agatocles, los antiguos hombres de Ophellas y los aliados libios, que son divididos a su vez en otros tres ejércitos que operarían allí donde se movieron los cartagineses. La estrategia púnica funcionó a la perfección y los dos ejércitos siracusanos que se movían por el interior fueron derrotados, muriendo unos 12.000 infantes y 1.000 caballos entre ambos contingentes. 

Archagathus volvió de inmediato a Tunis donde reunió a los supervivientes y mandó mensajeros a Sicilia para informar a su padre de lo sucedido e instarlo a que volviera cuanto antes. La situación se tornó desesperada cuando ahora eran los cartagineses los que asediaban Tunis, donde los griegos se preparaban para la hambruna.

Agatocles preparó 17 buques de guerra para ir en ayuda de su ejército en África aunque la situación en Sicilia estaba lejos de ser controlada ya que la influencia de los exiliados no dejaba de aumentar y los cartagineses cerraban el puerto de Siracusa con 30 navíos. Es entonces cuando llega ayuda desde Etruria en forma de 18 naves de refuerzo y entre ambas flotas consiguen derrotar a los cartagineses que fueron rodeados, perdiendo 5 naves. No se sabe cuando Agatocles formó la alianza con los etruscos, tal vez había sido recientemente, pero lo que es cierto es que estos estaban en guerra contra Roma, una aliada de Cartago. Ahora además, roto el bloqueo, Siracusa podía volver a abastecerse.

Llegado de nuevo a África, Agatocles se encuentra al ejército totalmente desanimado, pero insta a sus hombres a presentar batalla. Contaba con unos 6.000 griegos, 3.000 mercenarios samnitas, etruscos y celtas, unos 10.000 libios de lealtad dudosa, 1.500 jinetes y gran cantidad de carros de guerra[30]. Sin embargo, los cartagineses, protegidos por la seguridad de los terrenos altos, le niegan la batalla. Decidido a salvar la situación, Agatocles intenta un ataque al campamento enemigo, pero debe retirarse sin resultados tras haber perdido 3.000 hombres, a los que se sumarían otros 4.000 en el tumulto que se formó durante la noche cuando 5.000 libios decidieron desertar y pasarse a los cartagineses.


EL FINAL DEL CONFLICTO

Habiendo perdido más de la mitad de su ejército, Agatocles se veía incapaz de presentar batalla y decide abandonar Libia. Carecía de transportes para todos y los cartagineses dominaban el mar, por lo que sería más seguro marchar con un grupo selecto en el menor número de embarcaciones posible. Entre los que iba a dejar atrás se encontraba su propio hijo Archagathus, que sin embargo sospechaba de los planes de su padre y, para evitarlos, decide contarlo al resto de oficiales, que prenden al tirano y lo ponen bajo custodia.

Pero el destino se iba a poner del lado del tirano. Los cartagineses avanzaron dispuestos a poner fin a la molesta presencia griega, se dio la voz de alarma y cundió el pánico en el campamento. Por clamor de los soldados rasos Agatocles fue liberado para que los liderara, pero en cambio este sale del campamento en secreto y zarpa hacia Sicilia (alrededor del 1 de Noviembre del 307 a.C.). Había abandonado a sus dos hijos, Archagathus y Heráclides, que fueron asesinados por sus propios hombres en cuanto se enteraron de la marcha de su líder[31].


Los oficiales que quedaban decidieron pedir la paz a los cartagineses, que la firmaron en términos bastante favorables: los griegos devolverían todas las ciudades a cambio de obtener 300 talentos; y los que lo desearan podrían servir como mercenarios a los cartagineses, siendo los demás llevados a Sicilia y establecidos en Solunto[32]. Pese a la generosidad púnica y la traición de Agatocles, algunos oficiales que estaban al frente de unas cuantas ciudades tomadas se negaron a entregarlas, aferrados a la esperanza de que Agatocles regresara, siendo atacados y muertos todos ellos.

Al año siguiente (306 a.C.) Agatocles aún pretendía continuar la lucha pero carecía de recursos. Con el reducido ejército que le restaba invadió territorio púnico, tomó la ciudad de Segesta y la saqueó. Es allí donde se entera de la muerte de sus dos hijos e iracundo mandó una carta a su hermano Antander para que diera muerte a todos los familiares de quienes habían participado en la campaña africana, aconteciendo una nueva masacre en la ciudad. Viendo pocas salidas favorables al conflicto, decidió pedir la paz a Deinocrates: él renunciaría a ser tirano de Siracusa y los exiliados podrían volver a cambio de que recibiera las fortalezas de Thermes y Cephaloedium junto con sus territorios. Pero Deinocrates rechazó el trato. Como líder de los exiliados oligarcas contaba con mucho poder y si la democracia volvía a Siracusa tendría que contentarse con ser uno más entre tantos ciudadanos. Cansado de que aquel alargara las negociaciones inútilmente, Agatocles lo denuncia a los exiliados y firma la paz con los cartagineses. Cartago recobraría las ciudades que controlaba con anterioridad al inicio de la guerra pero a cambio entregaría 200 talentos de plata y 200.000 raciones de trigo.


SUCESOS POSTERIORES Y LEGADO

Ahora sin tener que preocuparse por los cartagineses, Agatocles se pudo ocupar de los oligarcas exiliados, a los que venció en Torgium[33]. Tras la derrota de su ejército, Deinocrates traicionó la causa de sus iguales y pactó con el tirano, que lo nombró general. La esperanza de que la democracia volviera a Siracusa quedaba así lapidada.

En el 305 o 304 a.C. Agatocles se nombró rey, siguiendo su modelo los sucesores helenísticos. Sin embargo, el título no lo asoció a un país o un pueblo, sino que fue puramente personal, abarcando todo el territorio que pudiera conquistar. Siracusa parece que fue la excepción, teniendo un estatus especial quedando al margen del reinado; allí tan sólo tenía el título de general y de hecho no contaba con ningún símbolo de la realeza, como la tiara.

En los sucesivos años, Agatocles se hizo con el control de toda Sicilia a excepción de Akragas y el territorio cartaginés, para luego volcar su atención a Italia meridional. Allí vence a brucios y lucanos en guerra contra Crotona y Tarento y posteriormente consigue una cabeza de puente en el Adriático al ocupar la isla de Corcira (298 a.C.) la cual ofrecería como dote de su hija Lanassa en su boda con Pirro de Epiro, para poco después romper la alianza y entregar hija e isla a Demetrio Poliorcetes, sumergiéndose en los juegos de poder que azotaban a los reinos Helenísticos.

Su última empresa iba a ser una nueva invasión al África cartaginesa. Consciente de que no podía vencer a Cartago sin tener el dominio del mar, preparó una flota de 200 naves; y contrató numerosos mercenarios, entre los que se encontraban los mamertinos, protagonistas del inicio de las hostilidades entre Roma y Cartago. Sin embargo la muerte lo sorprendió antes de ponerla en marcha (año 289 a.C.).

Esposas y descendencia de Agatocles.

Los detalles de su muerte son muy dudosos y están envueltos en la guerra de sucesión que estalló entre su hijo Agatocles y su nieto Archagathus, hijo de Archagathus. El designado para la sucesión había sido su hijo de su segundo matrimonio Agatocles, pero su nieto, disgustado con la decisión mandó asesinarlo. Tras esto, preocupado, el rey mandó de vuelta a Egipto a su tercera esposa, Theoxena, junto a sus dos hijos pequeños para protegerlos, y restaura la democracia en Siracusa, muriendo poco después por causas naturales según algunos (Justino 23, 2, 3) o envenenado por orden de Archagathus según otros (Diodoro 21, 16, 4). Había vivido 72 años y gobernado durante 28 en los que había demostrado ser astuto, audaz y ambicioso, un excelente general de mercenarios, un hábil demagogo y un enemigo implacable y sin escrúpulos.

Tras su muerte, los ciudadanos de Siracusa intentaron borrar todo rastro del tirano en la ciudad, confiscando sus bienes y derribando sus estatuas; y quedando libres las ciudades subyugadas.

Más allá de su legado como ejemplo de tirano, en especial por Maquiavelo en su tratado de política El Príncipe; la expedición africana de Agatocles sirvió como modelo a los enemigos de Cartago, en especial Roma, enseñándoles que para vencerla había que atacarla en su propio territorio.



Autor: Alejandro Ronda



BIBLIOGRAFÍA ANTIGUA:
Diodoro Sículo: Biblioteca Histórica.
Marco Juniano Justino: Epitome.
Tito Livio (1990 - 1997): Historia de Roma desde su fundación, 8 vol., Ed. Gredos.
Polibio de Megalópolis (1990): Historia Universal bajo la República Romana, Gredos.
Apiano de Alejandría: La Guerra de Aníbal.
Estrabón: Geografía.
Paulo Orosio: Historiae Adversus Paganos.
Polieno: Estratagemas.
Dión Casio: Historia Romana.
Plutarco: Vida de Timoleón.
Cornelio Nepote: Timoleón.

BIGLIOGRAFIA MODERNA:
Duncan Head (1982): Armies of the Macedonian and Punic wars (359 BC to 146), Wargames Research Group.
H. J. W. Tillyard: Agathocles.
Pierre Grimal: El Mundo Mediterráneo en la Edad Antigua: El Helenismo y el Auge de Roma.
María José Hidalgo de la Vega: Historia de la Grecia Antigua.




[1] Era una pequeña isla donde se asentaron los primeros colonos que fundaron Siracusa en 734 a.C.
[2] Legislador, político, orador y militar siracusano del Siglo V a.C.
[3] Moderna Termini, fundada como colonia cartaginesa en 407, pero con gran cantidad de habitantes de origen griego, sobre todo de la cercana Himera, destruida dos años antes.
[4] Debido a la guerra contra Cartago y las luchas intestinas, Siracusa había quedado despoblada.
[5] Justino (22, 1, 12) lo llama Damascón.
[6] Literalmente “mando de mil hombres”, designaba una función militar y administrativa en el reino macedonio y las posteriores monarquías helenísticas. Por tanto no era un mando establecido en las ciudades griegas de Occidente, siendo esto un fallo terminológico de las fuentes, que sin embargo no debe distraernos de la cuestión de que Agatocles fue ascendido a alto oficial.
[7] La Agrigento romana, nombre que conserva en la actualidad. La segunda ciudad más grande de Sicilia en aquella época.
[8] Puede que se trate de la actual Nicosia, en la provincia de Enna.
[9] Como si de una broma se tratara dado el final, los había reunido en el Timoleontium, un gimnasio cerca de la tumba de Timoleón.
[10] Según Diodoro (XIX, 9, 3), Agatocles había distribuido a sus seguidores entre la multitud para que lo aclamaran.
[11] Allí en Esparta era odiado pues se había opuesto a la resolución que exulpaba del desastre de la batalla de Megalópolis en 331 contra Antípatro a los que habían huido.
[12] De hecho los aliados de los cartagineses acusaron a Amilcar de traición y este fue condenado, muriendo antes de que la sentencia se llevara a cabo. Diodoro (XIX, 72, 2) y Justino (22. 3, 2-7)
[13] Diodoro XIX, 72, 2.
[14] Aunque las fuentes no expresan el hecho de que Gela cayera en manos de Agatocles, esto queda implícito teniendo en cuenta que al año siguiente hay una guarnición siracusana en la ciudad.
[15] Situación desconocida, pero con toda probabilidad en algún lugar de la Península de Cabo Bon.
[16] ¿Actual Túnez? Diodoro sitúa la ciudad a 2.000 estadios de Cartago, unos 370 Km., con lo que parece imposible que se trate de Túnez. Además, poco después narra como Agatocles se traslada a un lugar donde era visible desde Hadrumetum y Túnez al mismo tiempo, con lo que todo hace pensar que se trata de otra ciudad distinta a la actual Túnez. Sin embargo, Hadrumetum está a 150 Km., con lo que tampoco se correspondería con las distancias descritas por el historiador. No podemos pensar otra cosa sino que es un error de Diodoro o una corrupción en el texto. Ya que Diodoro no narra la toma de cualquier otra ciudad de nombre Tunis, el calificativo de “Blanca” puede hacer referencia a los acantilados blancos que hay allí y que tanto Régulo en 254 a.C. como en la Guerra de los Mercenarios en 239 a.C. se utilizó como base de operaciones contra Cartago, lo más razonable es pensar que se trata de la actual Túnez. No por ello hay voces discordantes como la de Holm o Schubert.
[17] Según Diodoro estaba compuesto por 40.000 infantes, 1.000 caballos y 2.000 carros de guerra; para Justino (22. 6. 5) y Orosio (4. 6. 25) eran un total de 30.000 hombres mandados tan sólo por Hannón.
[18] Actual Susa, situada a unos 150 Km. de Cartago, bañada por el golfo de Hammamet.
[19] Cerca de la actual Bekalta, a 200 Km. al Sureste de Cartago. Era junto con Hadrumeto y Útica una de las principales ciudades aliadas a Cartago.
[20] Una pequeña ciudad al Sur de Siracusa, en la orilla del Gran Puerto, cerca de la desembocadura del río Anapus.
[21] Era la entrada estrecha en el extremo oeste de la meseta de Epipolas, que se encuentra por encima de la ciudad por el Oeste.
[22] En un desesperado intento por romper el bloqueo, los siracusanos atacaron a la flota púnica con 20 trirremes, pero fueron expulsados a tierra y les capturaron 10 de ellas.
[23] La primera de las ciudades no se ha identificado, Leontini corresponde a la actual Lentini y Camarina desapareció aproximadamente en el siglo II de nuestra era.
[24] Según Justino (22, 7, 4) es el propio Ophellas el que solicita la alianza.
[25] Ophellas estaba casado con Eurydice, hija de Milcíades, natural de Atenas. Cuando aquel murió se casó con Demetrio Poliorcetes (Plutarco, Demetrio 14, 1).
[26] Estrabón 17, 834, b.
[27] Diodoro (20, 54, 2-4) nos narra una curiosa y cruel táctica que usó Agatocles para tomar la ciudad de Útica: habiendo capturado a algunos de sus ciudadanos en un primer ataque en los campos, los ató vivos a una torre de asedio; los habitantes de Útica, temerosos de matar a sus conciudadanos, no dispararon sus arcos hasta que tuvieron la torre encima. Posteriormente, la ciudad cayó en un ataque a una sección débil de la muralla.
[28] Según Diodoro (20, 54, 2), estas dos ciudades habían abandonado su alianza con el tirano, sin embargo según Polibio (1, 18, 8) estas dos eran las únicas ciudades que habían permanecido fieles a Cartago.
[29] Según Apiano, Guerras de África, 110, en naves construidas en la recién tomada Hippo Acra.
[30] Diodoro (20, 64, 2) nos dice que eran un total de 6.000 etruscos, samnitas y celtas, pero ya que al iniciar la campaña no eran más de 3.000 y no se informa de ningún refuerzo adicional, es imposible que alcanzaran aquella cifra. Por otro lado, también informa de la presencia de 6.000 carros de guerra, número a todas luces exagerado.
[31] Polibio (7, 2, 4).
[32] Actual Solanto. Ciudad cartaginesa al norte de Sicilia, a unos 12 Km. al Este de Panormus.
[33] Lugar desconocido.

3 comentarios:

  1. Nuevo artículo en AH Web!
    Interesante trabajo sobre las campañas en Africa de Agatocles, el tirano de Siracusa, contra la potencia del Mediterráneo Occidental: Cartago.

    No olvides dejarnos un comentario.
    Saludos.

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  2. Temática griega! Gracias por mostrarnos otro capítulo de la historia, esta vez de las menos conocidas Guerras Greco-púnicas.

    Un saludo!!

    PD: no habéis pensado en hacer una versión pdf de los artículos? sería genia para descargarlos y leerlos en las tablets o ebooks.

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  3. Me encantan estos textos. Muchas gracias.

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