La
historia de la juventud y educación de Filipo de Macedonia ha sido normalmente desconocida
para el público, debido a la visión negativa que ha abundado, ya desde la
antigüedad, sobre el padre del más famoso macedonio. Desde la visión
particularmente hostil de Justino, a la moralista de Plutarco o a la belicosa
retórica de Demóstenes -la única completamente razonable, dada su condición de
enemigo-, quedó una imagen de un bárbaro inmoderado en los placeres mundanos,
indigno de ser considerado griego, que triunfa debido a su inteligencia y a la
debilidad de sus enemigos. Sin embargo, las fuentes muestran que dicha
educación sí tuvo lugar y que fue decisiva no sólo para convertir Macedonia en
la potencia hegemónica de la Hélade, sino para que Filipo accediese al trono.