A la par que se desarrolló la Edad de Hierro italiana nace la cultura etrusca, que desde la Toscana se fue expandiendo a Norte y Sur de la península. Es a partir de mediados del Siglo VI a.C. cuando asistimos al choque por la supremacía comercial en el mar Tirreno entre estos y los nuevos pueblos provenientes del Este: griegos y fenicios. La batalla de Alalia marcará el inicio del periodo de mayor preponderancia etrusca en el mar que, sin embargo, será efímero, pues apenas unos 66 años más tarde, los griegos de Siracusa destruirán su flota en las costas de Cumas.
Desde los orígenes de la cultura
Villanoviana, la fértil llanura toscana se convirtió en un gran centro
productor de bienes agrícolas, sobre todo cereales, pero también aceite y vino,
que con el paso del tiempo se convirtió en uno de los más apreciados de la Antigüedad.
Aunque los excesos de producción agraria ya se intercambiaban con sus vecinos itálicos, fue con el inicio de la Edad del Hierro cuando empezó a florecer el comercio etrusco. Aprovechando las rutas de cretenses y micénicos, los griegos empezaron a llegar a las costas etruscas, donde ya se levantaban importantes ciudades como Populonia (realmente la única gran ciudad marítima, pues las demás se encontraban unos Kilómetros hacia el interior), Tarquinia (con su puerto franco de Graviscae) o Caere (cuyo puerto era Pyrgi). Se inicia así una relación comercial en la que los griegos se hacen con productos agrícolas pero sobre todo hierro y venden productos manufacturados. Estos constantes intercambios llevaban consigo un intercambio cultural, lo que se conoce en Etruria como época orientalizante.
Ya hacia mediados del Siglo VIII
a.C., los etruscos se convirtieron en los intermediarios de los productos
griegos con el interior de Europa Occidental, lo que a su vez influiría más
tarde en el desarrollo de la cultura de La Tene. Las copas eubeas llegaban al
Norte de Italia a través de sus colonias en la Magna Grecia y, desde allí, los
etruscos comerciaban con ellas con los pueblos del litoral francés y español. Los
etruscos buscaron, en un principio, potenciar aquella ruta, creando colonias
como Capua, Suessula o Nuceria, en plena Campania, muy cerca de la importante
colonia griega de Cumas.
Evidentemente no podemos pensar
en los etruscos como un estado unificado, sino que cada ciudad luchaba por sus
propios intereses (La Liga Etrusca era ante todo una unión de carácter religioso).
Mientras que las ciudades de la costa Occidental, como Caere, tenían un claro
interés por mantener las rutas marítimas Etruria-Magna Grecia-Grecia; las del
interior usaban, obviamente, rutas terrestres. Siguiendo la orilla izquierda
del río Tiber, los montes Apeninos se van acercando gradualmente al litoral,
quedando tan solo un estrecho valle que conecta Etruria con Campania y de ahí a
la Magna Grecia. En el centro de dicho valle está Roma, de ahí su importancia
estratégica para los intereses de muchas ciudades etruscas, como veremos más
tarde. Paralelamente, durante el Siglo VI a.C. las miradas de los tirrenos
fueron volcándose hacia el Norte, para aprovechar las fértiles tierras padanas,
y el Este, para, a través del Adriático, llegar a Grecia saltándose los
intermediarios italiotas[1],
fundando una serie de asentamientos comerciales, como Felsina (Bolonia), Spina
o Adria.
Hacia finales del S. VI había
florecido el comercio etrusco del vino, que se extendía desde las Columnas de
Hércules hasta las costas de Siria y el Mar Negro. Pero el comercio tirreno no
se basó tan solo en eso, muy apreciados eran los trabajos en bronce y de
joyería, además de trigo y carne procesada, productos alfareros y de cuero, así
como materiales de construcción como madera de distintos tipos, tejas, tuberías
de arcilla, además de armas.
Especialmente intensa fue la
relación con Cartago. Numerosos restos arqueológicos así lo atestiguan,
habiéndose hallado vasos etruscos, tanto en la propia metrópoli africana como
en Cerdeña, siguiendo la ruta Eubea-Córcega-Cerdeña-Cartago.
Maqueta de una pentecontera. |
Talasocracia Focea
Muy a
finales del Siglo VII a.C. y durante la primera mitad del VI a.C. asistimos a
la tercera etapa de la colonización griega, en la que los focenses fueron
especialmente activos. Tomando el testigo en la explotación de las rutas
abiertas por los samios, que a su vez habían seguido los pasos de los fenicios,
llegaron al Occidente Mediterráneo, tomando con especial interés las rutas a
Tartesos.
Fruto
del prolífico comercio con las lejanas tierras de las actuales costas de
Francia y España, establecieron su primer asentamiento en Masalia (Marsella)
alrededor del año 600 a.C., Emporion en 575 a.C. y luego Alalia en 565 a.C.[2]. Los asentamientos focios
eran singulares dentro del mundo griego pues, a diferencia de otras colonias,
estas eran emporiones o simples
factorías (no verdaderas polis) sin independencia política y fuertemente
vinculadas al mundo indígena.
Por
otro lado, siendo sus colonias los únicos puntos comerciales griegos en la
zona, los focenses consiguieron establecerse a la cabeza del comercio en la misma,
compitiendo y a la vez reforzando el comercio etrusco.
Al mismo tiempo Cartago, antigua
colonia tiria, tras haber consolidado su poder en el valle bajo del Bagradas
(actual Medjerda), tanteaba con consolidar su poder en la costa africana
inmediata, donde otras grandes ciudades fenicias florecían (Útica, Hipo Acra,
Thapsus, etc.), a la vez que ponía sus miras en las islas del Mediterráneo
Occidental.
La fundación de Ebusus[3]
responde a una política de expansión comercial hacia las costas de Hispania,
donde ya existía contacto a través de numerosas colonias fenicias. Pero es en
Cerdeña y Sicilia donde Cartago pone más esfuerzos. En Sicilia los cartagineses
chocan contra los griegos que se habían instalado allí pero, con éxitos y
derrotas, logra afianzar su poder en las ciudades fenicias de la isla, al oeste
de la misma: Motya, Panormus y Solus.
En algún momento del Siglo VI
a.C. comenzó la expansión cartaginesa en Cerdeña. Justino y Orosio nos relatan
como el general Malco desembarcó en la isla con un gran ejército para someterla
por completo a mediados de aquel Siglo[4].
Sin embargo fue completamente derrotado por las poblaciones locales y
posteriormente exiliado por los suyos. Y de vuelta a Cartago se hizo con el
poder, castigando a aquellos que habían obrado en su contra; sin embargo,
después, habiendo perdido el poder fue acusado de haber aspirado a la monarquía
y fue ejecutado.
Tanto la derrota de Malco en
Cerdeña como su posterior “golpe de Estado” fue motivo de una profunda
renovación política y militar, llevada a cabo por Magón.
Nos encontramos en fechas muy
próximas a la batalla de Alalia y vemos como Cartago está lejos de tener un
control absoluto sobre la isla de Cerdeña, aunque si contaría con un profundo
control sobre las antiguas colonias fenicias, en el Sur y Oeste, e importantes
centros como Caralis, Nora, Sulcis o Tharros ya estarían al servicio de la urbe
africana.
Surge ahora una curiosa
incógnita. Se trata de la ciudad de Olbia, tan solo su nombre ya suscita cierto
desconcierto, pues es de origen griego (“feliz”),
en contraste con los de las demás ciudades de la isla, de origen semita. La
arqueología ha sacado a la luz un origen fenicio de la ciudad, aunque se han
encontrado numerosos restos de origen griego fechados en la segunda mitad del
S. VII a.C. Una hipótesis es que sobre un emporio fenicio se establecieran
griegos. Es atractivo suponer que estos nuevos colonos fueran focenses ya que
esto supondría un motivo más para Cartago por el que entrar en guerra con
aquellos. Esta idea no es nada descabellada pues, eran los de Focea, como hemos
visto, los únicos de entre los griegos que tenían colonias en la zona (la más
cercana era la calcidia Cumas, en la costa continental italiana, a más de 350
Km. de distancia). Es posible que los intereses cartagineses en Cerdeña
chocaran con los focenses establecidos en Olbia, lo que propiciara una
enemistad que, como veremos, se iría acrecentando.
En
Persia, Ciro sucedía en el trono a su padre Cambises I en el año 559 a.C. y,
tras realizar una serie de reformas militares, pronto comenzó una serie de
campañas contra sus poderosos vecinos. Entre los años 553 y 550 a.C. derrotó a
los medos de Astiages, gracias a la traición de uno de sus generales, Harpago. Después
de esto, Ciro se vio tan fortalecido que pudo emprender sendas guerras al mismo
tiempo contra dos grandes potencias: Lidia y el Imperio Neobabilónico.
Aquel
mismo Harpago, antiguo general del rey medo Astiages, fue puesto al frente de
un ejército persa para tomar todas y cada una de las ciudades de Jonia. En el
texto de Heródoto se puede observar como las técnicas de asedio persas eran muy
superiores al del resto de naciones, algo para lo que los griegos no estaban
preparados.
Los
focenses fueron obligados a someterse o luchar… Sin embargo, ellos decidieron
huir. Embarcando familias y bienes, emprendieron viaje a la cercana isla de
Quios. No todos los focenses dejaron la ciudad, el mismo Heródoto relata poco
después (1, 165) que la mitad de ellos volvieron de regreso cuando los
ciudadanos de Quios les negaron poder asentarse en parte de su territorio.
Siendo o no cierta esta historia, lo que si queda claro es que la ciudad no
quedó deshabitada, aunque sí claramente mermada demográficamente.
Tal y como nos informa Heródoto, la mayoría de los foceos huyeron al Mediterráneo Occidental. Es probable que, aunque el mayor número se asentara en Alalia, tal y como dice el historiador griego, algunos también viajaran a la otra colonia focea de renombre de la zona: Masalia. Como dijimos antes, Alalia (cuya etimología es una incógnita) fue fundada en el año 565 a.C., aunque en un principio no fue más que un pequeño emporio de paso en la ruta de los metales, hacia Tartessos o más tarde remontando el Ródano. Sin embargo, no carecía de importancia pues, por su situación, entraba en competencia directa con los puertos etruscos. Con la llegada de los nuevos pobladores es cuando se produce la verdadera fundación de la ciudad, cuando trasladan los cultos desde Asia Menor hasta Córcega y construyen nuevos templos.
El refuerzo de Alalia
incrementaría la competencia comercial con etruscos y cartagineses, pero fue la
piratería lo que terminó por abrir las hostilidades. Como nos explica Justino o
el propio Heródoto los focenses eran unos dedicados piratas ya desde sus inicios,
pero ahora, dada la situación crítica en la que se encontraban se consagraron
aún más a esta práctica. Simplemente el territorio de Alalia no estaba
preparado para acoger de golpe a tal influjo de personas. Durante cinco años se
dedicaron al pillaje de navíos cartagineses y etruscos, hasta que por fin,
ambos se decidieron a poner fin a las correrías focenses.
Ilustración que muestra la embestida de una nave focea a una etrusca en la batalla de Alalia |
Batalla de Alalia
En el 540 a.C. toda la ciudad de Alalia se puso
en pie de guerra ante la noticia de que la flota etrusco-cartaginesa, compuesta
por 120 navíos, se acercaba. Los focenses mandaron a sus 60 naves al encuentro,
con lo que, suponiendo que eran penteconteras, supondría más de 3.000 hombres
(cada pentecontera contaba con 50 remeros, 1 timonel y quizás otros marineros),
número nada desdeñable. Lo cierto es que ya en esa época estaba más que
establecido el birreme, que contaba con más o menos el doble de hombres, y
también el trirreme, que embarcaba a unas 200 personas[5].
Si tomamos por ciertas las cifras de naves enfrentadas en Alalia y dando por hecho
que fueran trirremes, nos daría como resultado que los focenses embarcaron
12.000 hombres, un número imposible por completo. Sin embargo, si estudiamos a
fondo el texto de Estrabón (6, 1’ 1), cabe la posibilidad de que Masalia
también estuviera implicada en la batalla. Una unión entre las ciudades foceas
no es nada descabellado, máxime cuando, como hemos dicho antes, estos mantenían
un control más cercano sobre sus colonias. El hecho de que Masalia sea
mencionada en este texto tan genérico no es prueba suficiente para afirmar que
estuviera implicada en Alalia, pero esto ayudaría a solucionar el problema de
la gran tripulación griega en la batalla y el poco tamaño demográfico de la
ciudad Alalia.
Por otro lado, el dato del número de navíos de Cartago y etruscos (la mayoría, como decimos, de Caere) dado por Heródoto es bastante creíble, ya que se asemeja al número de naves que podían hacer a la mar algunas de las polis griegas de tamaño medio-grande.
Al menos la mayoría de las naves
etruscas pertenecían a la ciudad de Caere, tal y como veremos más adelante
cuando desembarcan allí tras la batalla, y por las láminas de Pyrgi (puerto de
Caere) halladas en 1968 y datadas en torno al año 500 a.C., en las que se
describe una alianza entre Cartago y esta ciudad-estado etrusca, consagrando un
templo en honor a la fenicia Astarté y la etrusca Uni.
Ambas flotas se encontraron en
algún lugar entre la costa corsa y sarda. El enfrentamiento fue, en principio,
favorable a los focenses, pues hicieron huir al enemigo. Sin embargo, según nos
cuenta Heródoto, perdieron 40 de sus navíos y los 20 restantes salieron tan
dañados que no podrían acometer un nuevo enfrentamiento.
La lucha fue realmente reñida como
se deduce de que los vencidos consiguieran hacerse con un buen número de
cautivos, cuya suerte fue la de morir apedreados en la costa de Caere. Que la
flota etrusco-cartaginesa tocara tierra por primera vez en aquel lugar después
de la derrota nos indica que Caere había tenido una gran involucración en la
empresa, siendo, quizás, suyas la mayoría de esas 60 naves aportadas por los
etruscos.
Es posible que la narración de
los hechos haya sido exagerada por los antiguos historiadores, buscando la
mayor gloria de los griegos frente a los etruscos y sobre todo sobre los
cartagineses, pero hay que destacar que los focenses luchaban por su ciudad y
por su propia supervivencia y los etruscos y cartagineses solo para restablecer
el equilibrio de poderes en la zona y permitir que sus mercantes navegaran con
seguridad. Posiblemente, viendo que los griegos luchaban con fiereza y determinación inquebrantable y que la
batalla se torcía, la coalición italo-púnica decidiera retirarse antes de
sufrir mayores bajas, cediendo la victoria al retirarse de las aguas, pero
consiguiendo un triunfo estratégico de mucho más valor. O cabe también la
posibilidad de que la gran mayoría de naves supervivientes fueran masaliotas,
quedando las aguas de Alalia sin protección al deberse retirar estas de nuevo a
su ciudad.
Siguiendo las fuentes, tras la batalla los focenses volvieron a embarcar para trasladarse a un nuevo lugar. Heródoto nos indica que en un principio viajaron a Regio, ciudad de origen calcídico, pero que más tarde decidieron fundar un nuevo asentamiento. Estrabón ratifica estas palabras aunque no menciona el establecimiento en Regio. Esta nueva fundación, sobre un emporio preexistente, era Elea, que posteriormente sería conocida como Velia por los romanos, situada en Lucania, entre Pixos y Posidonia. Es curioso como los posidonios permitieron la fundación, y esto quizás responda no solo al interés mutuo anti-etrusco y anti-púnico, sino también que Posidonia, siendo una colonia de Sibaris, podía esperar un fortalecimiento de las relaciones comerciales que ya existían entre Sibaris y Mileto, también Jonia como Focea, y en contra de su rival Tarento, que luchaba por establecerse como líder de los griegos de Italia.
Si atendemos los datos antes
expuetos, vemos como por dos veces parte de los focenses en su huída se
desplazan a Masalia. Esto explicaría la expansión colonialista que tuvo la
ciudad en fechas algo posteriores, con las fundaciones de Agathé (525 a.C.), Antípolis
(S. V a.C.), Nicea (alrededor del 350 a.C.), Olbia (S. IV a.C.), Hemeroskopeion
(¿S. V a.C.?), Alonis (¿S. V a.C.?).
Vaso de figuras negras ático, datado en 520-510 a.C. donde se muestra un navío de la época. Encontrado en la ciudad etrusca de Vulci. |
Reestructuración
geopolítica y mercantil
Pese al resultado desfavorable de
la batalla, tanto etruscos como cartagineses salieron muy reforzados de esta.
Caere estableció su hegemonía en la isla de Córcega, al menos en sus costas
orientales, recibiendo tributos de sus ciudadanos e incluso realizando
fundaciones de colonias, como la de Nicea (al Noreste de la isla, frente a
Elba, donde Siglos después Mario fundaría la colonia Mariana), con el claro
objetivo de fortalecer las rutas comerciales hacia la Galia. El norte del mar Tirreno
quedaba así libre para el comercio etrusco, que ahora monopolizaba el
intercambio de productos griegos en el interior de Europa Occidental toda vez
que fortaleció, como así atestigua la arqueología, la venta de sus propias manufacturas,
llegando estas tan lejos como a Emporion[6].
Es reseñable que no se han encontrado productos etruscos en Ibiza, España
púnica o en África más al Oeste de Útica, quedando, claramente, todo ese
espacio para el monopolio cartaginés. En Italia los etruscos habían confinado a
los griegos al sur del cabo Miseno, en Campania, siendo Cumas su ciudad más
septentrional.
Del texto del tratado entre Roma
y Cartago en 509 a.C. que nos deja Polibio vemos como no se hace mención alguna
a Córcega, por lo que la isla quedaría en una clara esfera de influencia
etrusca. No pasa igual con Cerdeña y la parte cartaginesa de Sicilia, a la cual
colocan en el mismo nivel de derechos sobre ella que África, lo que indica su
importancia para los púnicos. La importante ciudad de Olbia caería en manos
cartaginesas poco después de la batalla, quedando ya tan solo el interior de la
isla fuera de su hegemonía, aunque sobre el papel y de cara a potencias
extranjeras toda ella quedara bajo poder de Cartago.
En definitiva, ambas partes
salieron muy beneficiadas de la batalla contra los focenses, no solo ganando
algunas ciudades sino también, y más importante, sustituyendo a los griegos en
numerosas rutas comerciales. Y como consecuencia adicional, el intercambio
comercial entre Cartago y Caere creció aún más.
La hegemonía territorial y mercantil
etrusca en el tirreno llegaba así a su máxima expansión, monopolizando desde
Campania hasta el Golfo de Génova, incluidas las islas de Elba y Córcega.
Los etruscos habían establecido
en Campania varias colonias mercantiles, siendo las más importantes Capua,
Suessula y Nuceria, todas ellas en el interior, por lo que todo indica que
tenían la función de establecer un rápido intercambio para obtener los productos
de las colonias griegas, costeras, de la zona. Y luego, desde estos centros
etruscos se redistribuían por tierra dichos productos. Es por ello que la
región del Lacio era vital para los tirrenos, donde habían establecido cierta
hegemonía, estableciendo reyes de su propio origen en sus ciudades. Sin
embargo, a finales del Siglo VI a.C., en parte por la influencia cultural que
llegaba a través de los griegos, estalló en el Lacio un sentimiento
antimonárquico y sus habitantes empezaron a demandar mayores derechos
políticos.
Ante el peligro de que las
colonias de Campania quedaran aisladas, los reyes etruscos se movilizaron. En
el 504 a.C. Lars Porsena, rey de la importante ciudad de Clusio, trató sin
éxito de restablecer el poder etrusco en Roma. Tratando de que la campaña no
fuera un fracaso total, mandó a Arus, su propio hijo, al frente de parte del
ejército contra la ciudad de Aricia. Sus habitantes pidieron ayuda a Aristodemo
de Cumas, que ya había derrotado a los etruscos, aliados con umbros y daunios,
en 524 a.C. El resultado fue una victoria total para la coalición latino-griega.
Tenemos que remarcar nuevamente
que cada ciudad etrusca actuaba por libre y tenía sus propias relaciones
políticas con el resto de ciudades. Tanto es así que Aristodemo, que se había
establecido ya como tirano, acogió a Tarquinio cuando este fracasó en su
intento de recuperar su poder en Roma.
Las fuentes no dan demasiada
información al respecto de las motivaciones, pero lo cierto es que en el año
474 a.C. los etruscos (¿nuevamente la ciudad de Caere?) prepararon una flota
que se dirigiría contra los cumanos. Es posible que, viendo imposible
restablecer la conexión Etruria-Campania por tierra, intentaran llegar a las
colonias sureñas por mar, para lo que debían llevar hasta allí su hegemonía
marítima, derrotando a la flota de la mayor ciudad griega de la zona. Es
también posible que al morir Aristodemo en 490 a.C., asesinado por los
oligarcas, las relaciones con los etruscos de la costa cambiaran hacia la
hostilidad y se llegara al punto de ser inevitable la guerra.
La ciudad de Cumas, debilitada
por las luchas internas, se vio obligada a pedir ayuda a la emergente ciudad griega
de Siracusa.
Aprovechando las luchas internas
de la importante ciudad de Gela entre los oligarcas y los descendientes del
tirano Hipócrates, Gelón, perteneciente a la guardia personal de este, se hizo
con el poder de la ciudad (491 a.C.). Tras esto, en 485 a.C., los aristócratas
exiliados de Siracusa le pidieron ayuda, y con ese pretexto consiguió también
convertirse en tirano de aquella ciudad[7].
Bajo el gobierno de Gelón (había dejado el gobierno de Gela a su hermano
Hierón), Siracusa aumentó en tamaño y prosperidad, otorgando la ciudadanía a
habitantes de las ciudades de Camarina, a la aristocracia de Megara Hyblaea y
de Eubea e incluso a la mitad de los ciudadanos de Gela[8].
La compleja situación política de
Sicilia llevó a Gelón a enfrentarse a los cartagineses por el dominio de Himera
en el año 480 a.C., derrotándolos severamente[9].
Esta batalla, aparte de establecer a Siracusa como poder hegemónico en Sicilia[10],
supuso un duro golpe para Cartago, que se vio obligada a firmar la paz.
Cuando murió Gelón, le sucedió su
hermano Hierón, que continuó la misma política agresiva de su antecesor,
guerreando con éxito en Sicilia e Italia (apoyando a Locris y Laos contra Regio
y Crotona respectivamente) y ensanchando aún más el poder y los territorios de
Siracusa (Diodoro 11, 48-49).
Batalla de Cumas
Siguiendo a Diodoro, vemos como
ahora los etruscos afrontan el reto en solitario, seguramente debido a la grave
derrota que los cartagineses sufrieron contra Gelón en Himera en 480 a.C., que
los obligó a no emprender grandes empresas militares durante bastante tiempo. El
poeta Píndaro (Pítica 1, 71-75) los sitúa en Cumas, pero parece del todo
improbable que esto fuera así. La alianza con Caere los obligaba y la
oportunidad hubiera sido propicia para los púnicos, ya que se hubieran
resarcido de su derrota anterior, pero parece claro que estaban agotados.
Las fuentes acerca de esta
batalla son tan escasas que nos es imposible hacer una mínima descripción de la
misma. Ni tan siquiera tenemos el número de naves implicadas, teniéndonos que
conformar con “un número considerable de
trirremes” por parte siracusana. En 415 a.C.,
cuando Atenas invadió Sicilia, el número de navíos siracusanos rondaba los 100
y es posible que en Cumas se concentrara un número muy similar, a los que
habría que sumar los barcos cumanos; enfrentándose a la flota etrusca, que
contaría con unos 60 navíos o algo más, si atendemos a los datos de Alalia.
Lo único seguro es que la derrota
etrusca fue total, perdiendo, seguramente, casi toda su flota.
Tras la batalla, Hierón fundó la
colonia de Pitecusa (Estrabón V, 4’ 9), en las islas que se encuentran frente
al cabo Miseno. Esta ya había estado habitada antes por colonos eubeos,
calcídicos y eretrios, pero había sido abandonada debido a la gran actividad
sísmica y volcánica. A su vez favoreció el desarrollo de la colonia de
Parténope, que tomó el nombre de Neapolis (Nápoles), y que a la postre,
paradójicamente, supondría el declive de Cumas. Esta refundaciones dejaban
claras las intenciones de Hierón, que quería colocarse como hegemón de todos
los griegos de Italia a la vez que protegía para su ciudad las rutas del mar
tirreno.
Cierre: el declive
etrusco
A penas 66 años había durado la
hegemonía etrusca en el mar Tirreno. La batalla de Alalia había supuesto la
expulsión de los molestos focenses y entonces ciudades etruscas recorrían la
costa desde Pisa, en la desembocadura del Arno al Norte, hasta Nuceria, en el
cabo Miseno al Sur; además de tener pleno control de las importantes minas de
la isla de Elba y las rutas comerciales de Córcega. Ciudades como Populonia,
Vetulonia, Vulci, Tarquinia y, sobre todo, Caere fueron artífices de este
control y se beneficiaron del mismo. El poder naval etrusco era patente y
ninguna ciudad de la Magna Grecia podía hacerle frente, menos aún con Cartago
como aliado. Sin embargo, la balanza cambió de lado drásticamente debido al
enérgico Gelón, que encumbró a la ciudad de Siracusa, llevándola al primer
orden político y militar. Teniendo como objetivo situarse como líder de los
griegos de Italia, Gelón derrotó a los púnicos en Himera, privando así a los
etruscos de su principal aliado. Más tarde, su hermano Hierón, llevó la guerra
a los propios etruscos, derrotándolos severamente en Cumas.
La sustitución del poder etrusco
por el siracusano tiene como ejemplos la fundación de Portus Siracusanus (Porto
Vechio?) en 453 a.C. en el sur de la isla de Córcega y la invasión de la misma
isla de Elba por Phayllos y Apeles, que también devastó la costa etrusca,
consiguiendo gran cantidad de botín[11].
Con la pérdida de la flota en Cumas, las ciudades costeras etruscas habían
quedado a merced de las invasiones y piratería griegas, con Siracusa como
destacado enemigo. Esto no quiere decir que Caere perdiera las comunicaciones
con Córcega, pero si que quedó privada de su monopolio.
Por otro lado, ahora también las
ciudades etruscas de Campania quedaban más aisladas que nunca: los conflictos
con Roma y las ciudades del Lacio habían cortado las comunicaciones terrestres,
que no habían podido ser retomadas debido a las derrotas sufridas, entre ellas
contra Aristodemo de Cumas en dos ocasiones; a lo que ahora se sumaba la
pérdida de la flota. A lo largo del Siglo V a.C., una a una, estas fueron
cayendo en poder samnita, la última Capua en 424 a.C. La zona de influencia
etrusca se desplazaba así más de 150 Km. al Norte, hasta el río Tiber, frontera
que no obstante era amenazada cada vez más por los romanos.
Todo esto, evidentemente,
conllevó un declive económico que afectó al poder militar etrusco, entrando en
un bucle del que no podrían salir, ya que sin poder rearmar una flota no podían
retomar el control de las rutas comerciales. Otro hecho, menos evidente, pero
de gran peso fue el comienzo de la viticultura por los galos, lo que ponía en
un serio aprieto a uno de los productos etruscos más exportados. De hecho, la
suma de factores hizo que el consumo de vino etrusco en Cerdeña decayera a lo
largo del Siglo V a.C.
Sin embargo, no parece haber un
retraimiento, al menos duradero, en la influencia cartaginesa, su hegemonía en
Cerdeña se mantuvo, mientras que en Sicilia conservó su dominio sobre la parte
Occidental. Las riquezas que obtenía de sus conquistas en África hicieron que
pudiera reponerse de las derrotas contra los griegos y los bárbaros de Cerdeña,
que se resistían a ser ocupados.
Alalia y Cumas marcaron el auge y
la caída de los etruscos en el mar Tirreno y, quizás, en todo su territorio y sin
poder rehacerse de la derrota, poco a poco fueron sucumbiendo ante, Samnitas,
Galos y, definitivamente, Romanos.
Autor: Alejandro Ronda
Autores antiguos:
-Heródoto; Historia
-Estrabón; Geografía
-Diodoro; Biblioteca histórica
-Polibio; Historias
-Justino; Epítome de Pompeyo Trogo
-Pausanias; Descripción de Grecia
-Píndaro; Pitias
Autores modernos:
-Adolfo J. Domínguez; La Polis y la expansión colonial griega. Siglos VIII-VI
-Larissa Bonfante; Etruscan life and afterlife: a handbook of Etruscan studies
-Jean MacIntosh Turfa; The Etruscan world
-Giovannangelo Camporeale; The Etruscan outside Etruria
-Edouard Will; El mundo griego y el Oriente I, Vol. 1
-Dexter Hoyos; The Cartaginians peoples of the Ancient World
-Brian Campbell & Lawrence A. Tritle; Warfare in the Classical World
[1] Griegos
de Italia.
[2] Para
establecer la fecha en la que los primeros focenses se asentaron en Alalia hay
que seguir al mismo Heródoto (1, 165) “En su negativa, los focenses, como Argantonio estaba ahora
muerto, se hicieron a la idea de navegar a Cyrnus [Córcega], donde, veinte años antes, siguiendo la
dirección de un oráculo, habían fundado una ciudad, que fue llamada Alalia.”
[3] Según
Diodoro fue fundada en el 654 a.C. por los cartagineses, siendo la primera
colonia cartaginesa. Sin embargo, esta fecha ha sido largamente discutida por
diversos autores, que aseguran que sería en origen una colonia fenicia que más
tarde, sobre el 540 a.C. caería en la esfera de influencia de Cartago (Giovanni
Garbini; Los fenicios en el Mediterráneo
Occidental hasta el Siglo V a.C.).
[4] Justino
nos cuenta que estos hechos ocurrieron dos generaciones antes de la derrota
cartaginesa en Himera (480 a.C.), mientras Orosio data a Mazeus (Malco) en el
tiempo en el que reina Ciro el Grande en
Persia (557-530 a.C.).
[5] Por
ejemplo, Polícrates de Samos envió 40 trirremes en ayuda de Cambises II en 525
a.C. Durante la Revuelta Jonia, Quios alinea 100 trirremes, Mileto 80, Lesbos
70 y Samos 60. En Salamina, según las fuentes, tanto la flota persa como la
griega está compuesta al completo por trirremes.
[6] Así lo
atestiguan restos arqueológicos datados en la última mitad del Siglo VI a.C.
[7]
Heródoto 7, 155’ 1-2
[8]
Heródoto 7, 156’ 1-3
[9]
Heródoto 7, 165-166
[10] Diodoro 11, 38’ 1
[11] Diodoro
11, 88’ 4-5.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
anabasishistorica@gmail.com