Llanuras de Túnez, 255 a C. Cerca de las aguas del Bagradas, más de 35.000 hombres y un centenar de elefantes se batirán en lo que debería ser el jaque mate romano al enemigo cartaginés. Tras esta batalla lo único que se interpondría entre la sumisión de Cartago y el cónsul romano sería a lo sumo una muralla. No había más ejércitos en Cartago, los pocos hombres que quedaban estaban listos para resistir un penoso asedio o sufrir la humillación de la derrota. Era el todo o nada.
ANTECEDENTES:
Nos encontramos en lo que se atisbaba como el fin de la 1ª Guerra Púnica, la primera de un total de tres que enfrentaron a las dos mayores potencias del Mediterráneo occidental. En este año, Cartago viene de sufrir una serie de derrotas navales que le han llevado a perder su hegemonía naval. La última de estas derrotas fue en Ecnomo (256 a.C.), donde el cónsul Atilio Régulo venció a una flota de 350 navíos y más de 150.000 hombres (Polibio 1.25.9/ 26.8) en lo que fue la mayor batalla naval del mundo antiguo. Tras este descalabro, las puertas al África quedaron abiertas para los romanos, algo que temían los cartagineses, ya que creían que sus dominios se rendirían sin apenas oponer resistencia, perdiendo así todo su imperio (Pol. 1.26.2).
Tras la victoria en Ecnomo, los romanos repararon las embarcaciones y aseguraron la logística (Pol. 1.29.1), arribando posteriormente la flota de Atilio y L. Manlio a las costas africanas en varias tandas. Tuvo que esperar parte de la flotilla al resto en el promontorio de Hermaia (Pol. 1.29.2), desde donde partieron hacia la ciudad de Aspis . Cuando desembarcaron tuvieron que tomar algunas fortificaciones antes de poder alcanzar el enclave púnico, el cual rodearon con un foso e iniciaron las operaciones para tomarla.
Es curioso el hecho que esta ciudad actuó como su propio nombre indica, como un escudo, dando tiempo a los cartagineses a terminar los preparativos de la defensa de la ciudad, en los cuales debieron de participar también los marineros de la flota derrotada en Ecnomo .
No sabemos si Aspis cayó por asalto o por rendición, pero el alto número de esclavos obtenidos en las posteriores razias (20.000 según Polibio 29.5-7), más los prisioneros de guerra romanos e italianos (Zonarás 8.12), puede que incluyan a los obtenidos en Aspis, así se entenderían mejor dichas cifras. Se hace mención de tren de asedio, en concreto catapultas, dentro de las fuerzas de Atilio, aunque está dentro de un curioso pasaje (Zonaras 8.13; Livio Per. 18; Orosio 4.8.10) en el cual una serpiente gigante de unos 120 pies ataca a los soldados romanos a orillas del río Bagradas. Tras la caída de Aspis, y ante la llegada del invierno (Lazenby 1996:98), los cónsules enviaron emisarios para saber como proceder. Mientras esperaban la respuesta se dedicaron a devastar y saquear las haciendas de los nobles cartagineses, obteniendo como beneficios los datos aportados a principio de este párrafo.
Tras un breve periodo de tiempo, llegaron de Roma unos legados con la respuesta del senado al mensaje enviado por los dos cónsules. En él se ordenaba a L. Manlio volver a Roma con parte de la flota y los cautivos, dejando a su colega con 15.000 soldados, 500 de caballería y 40 buques (Pol. 29, 8-10). Con estas fuerzas Régulo tendría que someter a Cartago, lo cual no era una empresa muy difícil ya a estas alturas.
BATALLA DE ADIS:
Al igual que los sátrapas persas no querían ver quemadas sus posesiones según los planes de Memnon de Rodas antes de la Batalla del Gránico, los nobles cartagineses no tolerarían más ver sus campiñas saqueadas y quemadas impunemente, así que tomaron una fuerte resolución: acabar con las razzias de Régulo. Para ello eligieron dos comandantes para dirigir esta operación: a Bostar y a Asdrúbal, hijo de Hanno. También se hizo regresar de Sicilia a Amílcar con sus 5.000 mercenarios y 500 de caballería. Una vez reunidas las fuerzas mercenarias de Sicilia y las dispuestas en Cartago, pudo partir un ejército de suficientes proporciones como para intentar vencer a las fuerzas de Régulo.
Unos pocos días después de estos nombramientos, Régulo comenzó de nuevo a tomar enclaves púnicos, muchos de ellos de escasa importancia, sin murallas siquiera, pero otros de cierta relevancia. Esta campaña le llevó hasta la importante ciudad de Adis, donde su tropa comenzó las labores de asedio. Fue allí donde se encontrarían los dos ejércitos.
Acamparon las fuerzas púnicas en una colina cercana a la ciudad sitiada, esperando así obtener una posición ventajosa. Probablemente, y a pesar de la crítica de Polibio (1.30.8) y Diódoro (23.11) a la táctica cartaginesa, tal vez la toma de esta decisión haya sido debido a la falta de confianza en su tropa de infantería, posiblemente como resultado del desastroso desarrollo de la guerra y de una mentalidad derrotista. Tomando una posición dominante como una colina, con la pendiente a favor, obtendrían una cierta ventaja sobre el romano. Atilio, como general de cierta experiencia y capaz que era, no desaprovechó esta oportunidad, ya que si tenía cierto déficit en caballería, la posición abrupta tomada por el enemigo lo equilibraría. Al rayar el alba lanzó un ataque por dos direcciones con la primera legión y su alae. Los legionarios romanos se enfrentaron a los mercenarios, siendo derrotados por estos tras un breve combate, pero en el otro lado la infantería aliada desalojo a los elefantes y caballería, que poco pudieron hacer en dicho terreno. Tras perseguirlos brevemente, volvieron sobre sus pasos y atacaron la retaguardia mercenaria, uniéndose a su vez los de la primera legión que dejaron de huir y volvieron a la carga.
Moneda cartaginesa de la época de Aníbal Barca. Muestra un elefante de Bosque. |
La cantidad de bajas que nos reportan los clásicos son demasiado exageradas, 17.000 según Orosio (4.8.16) y 18.000 Eutropio (2.21.3), además de 5.000 soldados y 18 elefantes capturados. Pueden indicar estas cifras, un alto número de bajas en el bando cartaginés, lo que podría haber afectado en los acontecimientos posteriores, tanto a nivel diplomático, como en el escaso número de tropas en Bagradas, pero en todo caso son demasiado grandes como para tomarlas literalmente.
Las consecuencias de esta derrota fueron desastrosas, no solo por ser uno de los pocos ejércitos disponibles por Cartago, sino porque sus aliados y súbditos se sublevaron. Parte del pueblo númida, ante la debilidad púnica, se sublevó e invadió tierras cartaginesas, lo que nos hace pensar que también los enclaves libios podrían haber hecho lo mismo y haberse aliado con el que parecía a todas luces el vencedor de esta guerra, Régulo.
CONVERSACIONES DE PAZ:
Tras la batalla de Adis, los dos bandos inician contactos diplomáticos para declarar los términos de la rendición de Cartago. Sobre este hecho existen dos versiones. La primera es la que mantienen Orosio (4.9.1), Diódoro de Sicilia (23.12), Livio (Per. 18) y Eutropio (2.21.4), según los cuales, el senado cartaginés envió a tres diplomáticos para discutir los términos de la rendición. Presidía dicha embajada Hanno, hijo de Amílcar. La otra es la de Polibio, que aunque suele ser más fiable, en este caso tenemos ciertas dudas sobre la validez de su relato. Según este autor (31.1), fue Régulo quien inició las conversaciones de paz y no Cartago, ya que el cónsul romano temía que ante una prolongación de la campaña, no fuera a quitarle su sucesor la gloria de concluir una de las mayores guerras de Roma. Pero disponemos de un texto de Dión Casio (11, fr. 43. 22-23) que registra las condiciones de Régulo:
1. Retirarse de Sicilia y Sardinia.
2. Liberar a los prisioneros de guerra romanos sin coste alguno y pagar por los suyos propios.
3. Pagar los gastos de guerra ocasionados a los romanos y además un tributo anual.
4. No podían ni hacer la guerra ni la paz sin el consentimiento romano.
5. Solo podrían disponer de un buque de guerra, pero en caso de que los romanos lo requirieran, entregarles 50 trirremes (posiblemente se refiera a los quinquerremes, mucho más utilizados en aquella época).
6. Estar en condición de inferioridad en otros aspectos.
Como vemos, unas condiciones durísimas, aunque Lazenby (1996:102) duda de una de ellas, la entrega de Sardinia, pues la misma no fue ni requerida en el tratado del final de la guerra. Si Régulo hubiera deseado la paz debido a los motivos que expone Polibio, sin lugar a dudas no hubiera sido tan duro. De hecho, y a pesar de las lamentables condiciones en que estaba, Cartago rechazó dicha paz. Aunque también podríamos considerar todas estas conversaciones de paz como una simple treta cartaginesa para ganar tiempo (Dión Casio 11, fr. 43. 21), porque tiempo era lo que necesitaba Cartago para lo que se avecinaba.
LA ÚLTIMA ESPERANZA, EL ESPARTANO XANTIPPOS:
En 255 a.C. llegan a Cartago los famosos mercenarios de Grecia, la última esperanza púnica. Si las conversaciones de paz hubieran sido una treta para ganar tiempo, la verdad es que cumplieron perfectamente con su objetivo. Entre los estipendiarios se encontraba un oficial espartano llamado Xanthippos (Ξάνθιππος o Jántipo). No sabemos apenas sobre la figura de este militar, y lo poco que podemos deducir de Polibio (32.1) “Xanthippos, lacedemonio, educado a la manera de su país y bastante conocedor del arte de la guerra” es que puede que fuera lo que los espartanos conocían como mothax, un hombre de familia pobre sin el estatus de ciudadano, que había sido patrocinado por algún miembro rico espartano y criado junto a sus hijos, obteniendo así la ciudadanía (Lazenby 1996:102-103, 2004:217). También se ha especulado con la posibilidad de que hubiera estado en la defensa de Esparta frente a Pirro de Épiro (272 a.C.), y fuera allí donde aprendiera sobre el uso táctico de los elefantes (Nossov 2008:27; Lazenby 1996:103; Kistler 2007:99). Sobre la cantidad de mercenarios que llegaron desde Grecia, la verdad es que no disponemos de cifras exactas. Sin embargo, respecto a los hombres de Jántipo si que podemos llegar a deducir la cantidad de tropa a su cargo. A su regreso a Esparta, tras cumplir su contrato con los cartagineses, volvió con un grupo de hombres, su guardia personal, unos 100 hombres según Diódoro (23.16), aunque también asegura que otras fuentes indicaban que volvió solo o con 15 hombres, pero suponemos que le ha dado más credibilidad a la fuente que ha considerado más fiable, la de los 100 soldados.
Llegados a este punto, hay que aclarar un aspecto. El que liderara un ejército en Bagradas no implica que fuera contratado como condottiero. Entonces, habría que diferenciarlo de personajes como Arquidamo III de Esparta, Cleónimo de Esparta u Onomarco . Lo que podemos concluir de Diódoro y Polibio es que era un líder mercenario con una potente guardia personal que se emplearía al servicio de quien pudiera costeársela. Junto a él vendrían otros contingentes de tamaño variable.
No tardó demasiado Jántipo en destacar entre los suyos. En cuanto conoció los pormenores de la última derrota en Adis, supo los motivos que les llevaron a tan desastroso resultado. Si habían sido derrotados no fue por la mala calidad de la tropa (algo que seguramente tendrían asumido), sino por la incompetencia del mando cartaginés, que en vez de marchar y pelear en llanuras, aprovechando su arma más potente, la caballería y los elefantes, los inutilizó batallando en terrenos poco propicios para estas tropas. Dicho análisis fue divulgado convenientemente por sus hombres en lo que parece una maniobra planeada por el propio Jántipo para promocionarse y digámoslo así, “mejorar su contrato”. La plebe empezó a aclamarle y fue llevado rápidamente ante los magistrados cartagineses, donde el mercenario expuso de nuevo brillantemente las causas de la derrota en Adis y la solución. Su discurso caló tanto entre los magistrados, que le otorgaron el mando de las tropas púnicas, aunque sólo para entrenarlos, no un mando absoluto como indican Polibio (32.5) y Zonarás (8.13). De hecho, hasta momentos antes de la batalla, Jántipo no ejerce mando alguno sobre la tropa (Pol. 33.5).
Ilustración sobre la falange hoplítica en batalla. |
Mucho se ha debatido sobre si Jántipo introdujo o no la falange macedonia en el sistema militar cartaginés, prevaleciendo más bien la opción negativa. Lo que si está claro es que si la introdujo, no cuajó y que solo fue utilizada bajo su mando en Bagradas. Lo más probable es que no fuera introducida, y que solo adiestrara a las tropas cartaginesas en las marchas, algo fundamental para la efectividad de la falange clásica. La cita en concreto de Polibio sobre el entrenamiento dado por Jántipo a la infantería púnica dice así:
“Pero cuando sacó el ejército fuera de la ciudad, le puso en formación, y comenzó, dividido en trozos, a hacer evoluciones y a mandar según las reglas del arte, se reconoció en él tanta superioridad respecto de la impericia de los precedentes comandantes, que todos manifestaron a voces la impaciencia de batirse sin tardanza con los contrarios, en la firme seguridad de que no podía ocurrir cosa adversa bajo la conducta” (32.7).
Los motivos para descartar dicha reforma en la infantería cartaginesa son varios: no disponía de un mando absoluto sobre la tropa como para llevar a cabo una completa modificación en el equipamiento (el armamento básico como eran la lanza y el escudo debían ser sustituidos), con el coste económico que ello supondría. Cartago se hubiera convertido en una factoría de armas al estilo de Siracusa, o como sucedió durante la campaña de Agesilao en oriente, de lo cual no nos ha quedado constancia; la baja capacidad de marcha de la infantería cartaginesa desaconsejaba la adaptación de una formación tan exigente en dicho aspecto como lo era la falange macedonia , y encima el tiempo que estuvo entrenándolos fue demasiado corto como para reformar nada. Tenemos que tener en cuenta que no toda Grecia utilizaba el orden macedonio, es más, la mayoría de los mercenarios no formaban en falange, y si encima tenemos en cuenta que él se había adiestrado en Esparta, y que esta no llegó a utilizar ese tipo de formación hasta las reformas de Cleómenes III en el 228 a.C. (Plutarco, Cleom. 11.2), esto nos aleja todavía más de dicha posibilidad. Aunque se pueda esgrimir en contra de lo dicho, el que Jántipo se cuidó mucho de marchar en terreno liso debido al nuevo orden adoptado, las fuentes son bien claras al decirnos que se hizo debido a que se quería explotar al máximo la potencia de la caballería y elefantes.
Tras un breve tiempo en el cual la tropa cartaginesa se entrenó duramente, los cartagineses volvieron a recobrar la moral perdida en las últimas batallas. Jántipo les había devuelto la fe, pues su profesionalidad había sido manifiesta y ante la seguridad que da servir bajo el mando de alguien que conoce el oficio de la guerra, poco temían ya a los romanos. Por tanto, los magistrados púnicos resolvieron salir al encuentro de las fuerzas de Régulo y expulsarle del África de una vez por todas. Para ello reunieron un ejército de 12.000 soldados de infantería, 4000 de caballería y cerca de 100 elefantes. Pero antes de seguir con el relato, veamos las características de cada sistema militar, algo fundamental para entender la batalla que iba a tener lugar.
EJERCITOS ENFRENTADOS:
Sistema militar cartaginés:
A diferencia del romano, sobre el púnico apenas nos ha llegado información. El registro arqueológico es limitado, y los autores antiguos no nos dan demasiados detalles sobre él, siendo siempre fuentes foráneas a Cartago y casi siempre hostiles (Quesada, De Guerreros a soldados:132).
Ejemplar moderno de elefante de bosque (Loxodonta Africana cyclotis) con su cría. |
A grandes rasgos los ejércitos cartagineses podrían ser considerados de tipo helenístico, no por influencia directa, sino por un propio desarrollo. El elefante si que fue adoptado probablemente tras el contacto con un ejército helenístico como el de Pirro en Sicilia (278-276 a.C.), pero el resto de componentes fue desarrollado a lo largo de sus guerras en Sicilia, en donde adoptaron la falange hoplítica. El ejército para las Guerras Púnicas era un ejército con variedad y especialización de tropas, tendencia a la profesionalización y empleo de mercenarios, importancia de la caballería y en especial de la caballería pesada, uso de infantería de uso mixto junto a la pesada y la ligera especialista mercenaria, empleo de armas exóticas, complejidad étnica de los ejércitos, profesionalización en los mandos, liderazgo carismático en el campo de batalla, logística compleja, complejidad de pagos, guarniciones permanentes con mercenarios, etc (Quesada, De Guerreros a Soldados:135).
Los ejércitos cartagineses estaban dirigidos, y en esto eran únicos o casi únicos en el mundo antiguo, por generales en el sentido estricto de la palabra, no ejerciendo ninguna función política. Estos podían ser elegidos o por la Asamblea Popular o por el Senado Cartaginés y su mandato no tenía caducidad (Head 1982:33), lo que les permitía ir acumulando a lo largo de su carrera militar una experiencia, que salvo en contados casos, como el de Publio Cornelio Escisión “El Africano”, un cónsul romano nunca iba a poseer. También esta experiencia se puede extender a su estado mayor y oficiales, que eran por norma general cartagineses o libios punicizados (Quesada, De Guerreros a Soldados:134), incluidos los que dirigían a la tropa mercenaria . Así es que se puede comprender como Aníbal fue capaz de lograr esas joyas militares (Trebia, Trasimeno, Cannas, etc.), las cuales no hubieran sido posibles sin un cuadro de oficiales competentes y experimentados que pudieran cumplir las terribles exigencias que se requirieron. Tras años sirviendo juntos, la compenetración sería absoluta.
Pero el sistema cartaginés también tenía sus inconvenientes. Los generales designados junto con sus ejércitos eran tomados como empleados con un objetivo a cumplir, dejándoles bajo su propia iniciativa y no recibiendo apenas apoyos (Lazenby 1996:21). En esta 1ª Guerra Púnica encontramos un buen ejemplo en Amílcar Barca, el cual desde el 247 a.C. hasta el final de la contienda, no recibió apoyo alguno en Sicilia, a pesar de lo importante de su papel en la isla. Esta forma de entender la guerra suponía una clara desventaja frente al sistema romano, ya que en ciertas ocasiones, un apoyo de Cartago hubiera significado probablemente un cambio en el curso de la guerra.
Jinete númida y su montura. Se puede apreciar la ausencia de bocado y el cordel que rodea el cuello del animal y que servía para manejarlo. |
Efectivos cartagineses en Bagradas:
4.000 de caballería: si tenemos en cuenta que tan solo disponían de 12.000 infantes, esto nos da una relación caballería/infantería de 1/3, mucho mayor a la de cualquier ejército de tipo helenístico e incluso al del propio Aníbal en Cannas. Por tanto, era un ejército potentísimo en caballería, difícil de igualar por cualquier fuerza romana, siempre escasa en caballería, con una relación media de 1/7. Por desgracia no tenemos datos suficientes para poder desglosar esta cifra, pero si que podríamos estimar que fácilmente la mitad podría estar compuesta por númidas, otros 500 serían de la caballería mercenaria que peleó en Adis y el resto lo podemos repartir equitativamente entre jinetes cartagineses y libios.
La caballería númida está considerada como una de las mejores caballerías ligeras de la antigüedad, estando presente en numerosos ejércitos y teniendo un papel brillante como hostigadores en numerosas batallas, Zama o Ruspina son buenos ejemplos. De hecho, el propio Livio la consideraba la mejor caballería de todo el África. A pesar de lo que podamos llegar a pensar, el tamaño de los caballos númidas era bastante pequeño, similar al de uno poni grande y de aspecto lanudo. Una de las cosas más peculiares de este pueblo norteafricano es que no empleaba tipo alguno de bocado, algo totalmente anormal. El control del animal se confiaba a un simple cordel circular dispuesto alrededor del cuello.
Sobre su organización, lo poco que sabemos lo podemos deducir de Livio (25.17.3/ 27.26.8), según el cual, esta caballería operaba en turmae. Posiblemente se refiera a que operaban en pequeños escuadrones tribales de tamaño similar la turmae romana (Dale 2002:92). Respecto a su equipamiento (en la columna de trajano están bien detallados), no disponían de armadura alguna, solamente se protegían con un escudo circular convexo recubierto de piel. Como armamento principal portaban un haz de jabalinas y tal vez algún tipo de daga o cuchillo, pero solo en los miembros más rico . Como se puede suponer, era una caballería perfectamente adaptada al combate a distancia, donde se había demostrado siempre terriblemente eficaz. Su táctica era acercarse al enemigo a una distancia prudencial, lanzar unas andanadas de jabalinas y retirarse velozmente para evitar el combate cuerpo a cuerpo, donde estaban en una clara inferioridad.
Portaestandarte de la caballería cartaginesa según Terence Wise (1993:plate E2). En este caso el caballo lleva un peto de protección al más puro estilo oriental. |
La caballería cartaginesa: Guiándonos por la única representación que se ha hallado, podemos decir que la caballería cartaginesa estaba pesadamente armada. Al fin y al cabo estaba formada por los miembros de la aristocracia de la opulenta ciudad, por lo que se podían permitir no solo un amplio equipamiento, sino también muy ornamentado. Este se componía de casco semiesférico con carrilleras, una coraza anatómica musculada, escudo convexo de unos 60 cm. de diámetro, una lanza de carga, espada y una capa. Una potente caballería tanto en las cargas, como después en el combate cuerpo a cuerpo.
La caballería libia: Al igual que en el caso de la caballería cartaginesa, es la arqueología la que nos ha desvelado su equipamiento . Aunque apareciera en la única representación disponible sin casco, puede que no fuera la norma general, pues suele ser el elemento más común en todo tipo de caballería pesada. Disponía de una coraza anatómica musculada y un escudo circular de tamaño similar al númida y al cartaginés. Iba armado con un par de jabalinas pesadas y con toda probabilidad una espada para el combate cuerpo a cuerpo, al que estaba perfectamente adaptado con su soberbia protección.
Elefante helenístico equipado con torre. Los cartagineses no diferían demasiado de estos. |
Unos 100 elefantes: El elefante utilizado era una raza autóctona de la zona (Loxodonta africana cyclotis) de los bosques no muy lejanos de la ciudad, las laderas del Atlas y de las costas del actual Marruecos (Penrose 2004:67), siendo de un menor tamaño que el indio. Con un peso que rondaba los 2-4.5 t, una alzada de 2-2.5 m. y una velocidad de hasta 16 km/h (Nossov 2008:5), la carga de estas moles era imparable. Por tanto el propio animal era el arma, que además de sus impresionantes cualidades físicas, causaba terror en la tropa, y no solo en la infantería, sino también en la propia caballería, donde el olor de estas bestias resultaba insoportable para los equinos que no estuvieran acostumbrados, la caballería númida por ejemplo no tenía ese problema. La efectividad de estas bestias sobre tropa no acostumbrada a ella era tal, que el propio Julio César en su campaña africana, antes de la batalla de Tapsos (46 a.C.), trajo elefantes procedentes del circo para quitarles a sus tropas el temor hacia estos animales y saber como combatirlos.
El motivo de la fuerte inversión que hacía Cartago en los elefantes puede tener su origen en la guerra en Sicilia contra Pirro (278-276 a.C.), donde el rey epirota utilizó veinte ejemplares. La impresión que les causó debió de ser enorme, ya que Apiano nos cuenta que la ciudad púnica se dotó de unos establos con capacidad para 300 elefantes. Probablemente sea una exageración, pero las altas cifras , que solían disponer los cartagineses dan algo de credibilidad a este dato. Teniendo en cuenta que el entrenamiento de un elefante de guerra podía demorarse durante varios años, no hay cabida para la improvisación, por tanto, las grandes cantidades desplegadas por los púnicos debían de estar disponibles con muchísima antelación, de ahí que tuvieran obligatoriamente unas reservas de consideración.
Los elefantes eran conducidos por los mahouts, que aunque suelen ser representados vistiendo solo una capa y un gorro, el sentido común nos indica que esto no podía ser así. Si el mahout resultaba muerto, pues seguramente la mayoría de los proyectiles debían dirigirse hacia él, el elefante se volvería incontrolable, arremetiendo no solo contra el ejército enemigo, sino contra el suyo propio. Es por ello que su protección debió de ser muy esmerada, tal vez similar a la que tenía el rey Poros en la batalla del río Hidaspes, que como pudieron comprobar los macedonios de Alejandro Magno, se adaptaba perfectamente al cuerpo sin llegar a molestar. Aparte del mahout, se debate desde hace tiempo si llevaban alguien más de tripulación, ya que no se sabe si los cartagineses fueron capaces de adaptarles torres de combate o no. Tenemos constancia de que el rey númida Juba, hijo de Hiempsal, poseía en el 46 a.C. elefantes de guerra con torres (Bellum Alexandrinum, 30). Lucrecio y Juvenal también mencionan torres en los elefantes cartagineses (Nossov 2008:30-31), aunque la fiabilidad de estos dos autores es más bien escasa en este aspecto. Si los cartagineses siguieron el ejemplo de Pirro, entonces es probable que adaptaran torres a sus animales, pues se sabe que el epirota las utilizaba.
Falange cartaginesa ciudadana: probablemente participaran en esta batalla unos 10.000. Le añadimos el apelativo de ciudadana para dejar bien claro que no era la infantería libia o libiofenicia, que en esta batalla no participó, tal vez debido que serían de una lealtad dudosa, sino la formada exclusivamente por los ciudadanos de Cartago. Aunque menos que los miembros de la caballería, estos infantes tenían una holgada situación económica que les permitiría equiparse con una panoplia completa de gran calidad. Sin embargo, eso no implicaba necesariamente un mejor comportamiento en batalla, de hecho nunca se destacaron en combate, pudiéndolos calificar más bien de mediocres (Diodoro 5.38.3; Goldsworthy 2000b:31), y como dejó en evidencia Jántipo, con una escasa preparación militar. Desde el desastre del Crimiso (339 a.C.) los ciudadanos cartagineses solo actuaban como oficiales en las expediciones que tenían lugar fuera del continente africano (Diodoro 16, 81, 4; Lazenby 1996:26; Peter Connoly 1998:148).
Volviendo al equipamiento, este se correspondía al del hoplita, pues formaban en falange clásica. Hasta no hace mucho esto era lo único que se sabía, ya que las fuentes clásicas solo nos informaban de cómo combatían, no de su equipamiento, pero se descubrió no hace demasiado en Chemptou, Túnez, un friso con unos escudos y armaduras representados. En el se apreciaban una armadura de estilo helenístico, tal vez de cota de malla, y un escudo parecido al argivo, medía en torno a un metro de diámetro, cóncavo y con el borde reforzado, aunque en su parte central en vez de ser cóncava como el resto del escudo, es convexa (Head 1982:141; Connolly 1998:148). Del resto del equipamiento hemos de suponer que similar al del hoplita, es decir, lanza de acometida de unos 2.5 metros de largo, casco de bronce, y tal vez grebas, aunque por esta época el equipamiento era más ligero que el del período clásico. La falange clásica era un tipo de formación cerrada, en la cual sus miembros presentaban un muro de escudos continuo, solapándose casi como las escamas de un pez, protegiendo con la parte izquierda del aspis la derecha de su compañero de filas, y así sucesivamente. Los soldados de la primera fila y de la segunda tenían un papel activo durante la batalla, limitándose el resto a empujar con el escudo a sus compañeros de adelante, para que no cedieran terreno. Este era el funcionamiento básico de la falange clásica u hoplítica.
Armadura y escudo cartaginés del friso de Chemptou, Túnez. |
Mercenarios griegos: entre 1.500 y 2.000 habrían luchado en el flanco derecho del ejército y otra cantidad similar o mayor junto a la caballería. Se emplearon dos tipos, unos pesados y otros ligeros. Los pesados habrían sido seguramente thureophoroi, un nuevo tipo de tropa intermedia entre la falange y los peltastas. Fue un tipo de unidad muy popular entre los ejércitos griegos más pequeños, como los contingentes mercenarios, pues se adaptaba mejor a sus requerimientos y tenían en ella a un tipo de tropa capaz de moverse más rápidamente y en mayor variedad de terrenos que la rígida falange macedonia (Sekunda 2007:341). Utilizaban el escudo oval (thureos) que habían adoptado de los galos cuando estos invadieron Grecia (281 a.C.), el cual les otorgaba mucha mayor protección que el anterior escudo, la pelta, pudiendo combatir como infantería de línea o como hostigadores. Su armamento consistiría en una lanza, un par de jabalinas y una espada, pudiendo ir protegidos con un casco de bronce, tal vez alguna greba y la mayoría vestiría a lo sumo un simple quitón o el exomis , siendo la linothorax (armadura de lino formada por varias capas pegadas entre si) o la armadura metálica un elemento reservado a los oficiales y a los pocos soldados que pudieran costearse tan cara protección.
Los mercenarios más ligeros que acompañaron a la caballería en Bagradas debieron de ser peltastas ligeros, no pesados como los anteriores. Eran reclutados entre los estados más pobres de la Grecia montañosa, como Etolia y Acarnania (Head 1982:98). Solo disponían de un pequeño escudo y un haz de jabalinas como armamento y su función era hostigar y marcharse aprovechando su ligereza a un sitio seguro, como podía ser tras la línea de su ejército o protegidos por la caballería como en Bagradas.
Sistema militar romano:
El ejército romano se distinguía claramente del cartaginés, ya que no seguía el esquema helenístico, sino uno endémico basado en levas ciudadanas. Aunque se tenga a los ejércitos milicianos como poco capaces, el romano no podía ser metido dentro de este grupo, ya que aunque sus mandos eran simples aristócratas, como en Cartago, en distintas fases de su cursus honorum político (aquí ya se diferencia de los cartagineses), su tropa era tenaz y con cierta experiencia, que en algunos casos, como en la de los oficiales de bajo rango, no tenía que envidiar a la de otros ejércitos más profesionales (Quesada, De guerreros a soldados:131).
Disposición de los manípulos según J. E. Lendon. |
La unidad básica era la legión. Esta se dividía en tres líneas (triplex acies), siendo la primera la correspondiente a los hastati, seguidos los principes y atrás del todo los triari. Cada acies contaba con diez manípulos, compuesto cada uno de 120 soldados, menos los manípulos de los triari, de tan solo 60 soldados. Había también una cuarta línea, la de los velites, que estaban colocados delante de los hastati para iniciar las hostilidades. Aunque no formaban en manípulos, si que estaban divididos en grupos de 40 hombres, estando cada uno adscrito a cada manípulo de cada una de las clases antes mencionadas (Southern 2006:92). Además de infantería de línea y ligera, cada legión poseía un cuerpo de caballería de 300 efectivos, los equites. Se dividían estos a su vez en diez turmae de treinta jinetes, entre los cuales habían tres decuriones, cada uno al mando de su escuadrón de diez jinetes (Southern 2006:93). Es decir, que una legión en condiciones normales poseería unos 4.200 infantes y 300 de caballería.
A cada legión se le unía una alae sociorum, es decir, otro contingente de tropas tan numerosa como una legión, pero con tres veces más de caballería. El armamento y organización podrían ser muy similares.
Una de las particularidades de la legión era su sistema de relevos entre los diferentes manípulos de cada línea. No entraremos en profundidad en este controvertido tema, pero citaré a Livio (8.8.9-14), que nos detalla dicho sistema:
“Los hastati comenzaban el combate los primeros. Si éstos no eran capaces de desorganizar al enemigo, retrocedían paso a paso y los recibían los príncipes en los espacios libres de sus filas. Entonces la lucha correspondía a los príncipes; los hastati iban detrás; los triarios mantenían su posición bajo las enseñas, la pierna izquierda extendida, sosteniendo el escudo sobre el hombro, las lanzas con la punta hacia arriba apoyadas en tierra, ofreciendo el aspecto de un ejército erizado de puntas rodeado de una empalizada. Si tampoco los príncipes obtenían en su lucha unos resultados suficientemente satisfactorios, iban retrocediendo poco a poco desde la primera fila hasta los triarios; de ahí que se haya hecho proverbial la expresión:” la cosa llegó hasta los triarios” cuando se está en dificultades. Los triarios se incorporaban y, después de recibir a príncipes y hastati por los espacios libres de sus filas, inmediatamente, cerradas éstas, cortaban, por así decir, los pasos y en una sola formación compacta, sin dejar ya tras de sin ninguna esperanza caían sobre el contrario; esto era de lo más temible para el enemigo, porque, al perseguir a quienes parecían vencidos, veía de repente surgir una nueva línea, con mayores efectivos”
Quedan todavía muchos aspectos por limar y cosas que no encajan en dicha descripción, pero creo que aporta los suficiente como para entender el desarrollo de la batalla y el potencial del efectivo sistema manipular.
Ejercito de Régulo:
Las dimensiones del ejército romano no están para nada claras. Como ya indicamos antes, según Polibio (29.8-10), Regulo permaneció en África con 15.000 infantes y 500 de caballería, lo que se correspondería con dos legiones romanas más sus dos alae, pero algo debilitadas, sobre todo en caballería y tal vez por la dificultad de transportar los equinos en barco. Pero tenemos a otras tres fuentes, Orosio (4.9.3), Apiano y Eutropio (2.21.4) que nos dan un balance de fuerzas romanas en Bagradas de 30.000 ¿Cómo compaginar estas cifras? La primera posibilidad es que Polibio solo citara a las legiones romanas y no a las aliadas, algo poco probable. La segunda la podemos deducir de los datos que nos aportan Eutropio y Orosio. Tras la primera batalla campal en suelo africano, Atilio Régulo hace 5.000 prisioneros entre los estipendiarios cartagineses, los cuales, ante la visión de que su ciudad contratante estaba ya prácticamente sentenciada, podrían haber desertado al bando romano . La tercera posibilidad es compatible con la segunda, y es que tras Adis, 74 ciudades se pasaron al bando romano ante la perspectiva de la rendición de Cartago (Eutropio 2.21). Estos enclaves libios podrían haber aportado contingentes de infantería a Régulo, y en mucha menor medida, de caballería. Aunque Philip Sabin (2009:175) se inclina por un contingente de 500 de caballería númida, descarto esta posibilidad, ya que las aportaciones de este pueblo eran siempre muy numerosas y una alianza le habría reportado un gran número. También la lejanía entre las fuerzas romanas y las tierras númidas era un obstáculo para cualquier alianza. Sin embargo, una alianza con ciertas ciudades libias, solo le habrían reportado un escaso número de jinetes que concuerda más con su gran déficit en caballería, aunque dispuso de la suficiente como para guarnecer los dos flancos.
A continuación vamos a ver con mayor detenimiento cada tipo de unidad que hemos mencionado antes:
Equites: estaba formada por los miembros más ricos, aquellos que se podían permitir el lujo de mantener un caballo. El único dato algo fiable que tenemos sobre esta caballería es el que nos aporta Polibio (también se podrían añadir las conclusiones sacadas por su comportamiento en batalla) para la Segunda Guerra Púnica. Iban armados como la caballería griega según el de Megalópolis, por lo tanto irían equipados de manera similar a la caballería cartaginesa, es decir, con un casco, una coraza, un escudo circular, lanza de acometida y espada.
Velites: eran los soldados más jóvenes y pobres de la legión, y los peor equipados. Eran básicamente hostigadores con cierta capacidad de lucha cuerpo a cuerpo, pero no eran en ningún caso infantería de línea. Iniciaban el combate lanzando una andanada de jabalinas y se retiraban entre los espacios libres de los manípulos. Aparte del haz de jabalinas (hasta velitaris), algunos disponían de espada, pero la mayoría llevaría una simple daga (Goldsworthy 2003:29). Como elementos de protección llevaban un escudo circular de unos 60 cm. de diámetro (parmae) y algunos un casco de bronce, probablemente el sencillo montefortino sin carrilleras de protección facial. También llevaban una piel de lobo u otros animales en la cabeza para que los oficiales los distinguieran cuando realizaran algún hecho heroico.
Hastati: formaban el primer acies, por tanto eran los primeros en entrar en combate cuerpo a cuerpo. Su armamento ofensivo era muy considerable, disponiendo de dos pila y una espada (gladius), pero no la hispana, que todavía no se había adoptado. Se protegían con un casco de bronce tipo montefortino, el scutum (un escudo oval, curvo, muy pesado y de unos 120 cm x 60 cm, de madera con los bordes reforzados con bronce), una greba en la pierna más expuesta, la izquierda, y como coraza lo más usual era una pequeña placa de bronce, ya fuera rectangular o circular, ya que la cota de malla era muy cara. Eran hastati los soldados que tenían unos veinte años de edad.
Princeps: eran mayores en edad que los hastati, siendo su equipamiento prácticamente igual al de los anteriores, pero tal vez dispusieran de más elementos de protección, obtenidos en otras campañas tras despojar a los enemigos de sus armas.
Triaii: eran los soldados más veteranos y experimentados, por lo tanto había un número limitado de ellos. Su forma de combatir y equipamiento eran un residuo del ejército hoplítico romano. Como protección disponían del scutum, un casco de bronce, siendo muy común en ellos el etrusco-corintio, dos grebas y la cota de malla entre aquellos que disponían de más de 10.000 dracmas. Iban armados con una espada y una lanza hoplítica de unos 2 metros y medio. Su cometido a diferencia de las otras tropas era presentar un muro de escudos para proteger la retirada ordenada del resto del ejército, sirviendo como último recurso.
Infantería libia: como ya hemos indicado antes, probablemente participaron en esta batalla varios miles, tal vez algo menos de 10.000.
DISPOSICIÓN DE LOS EJÉRCITOS:
Polibio es la principal fuente es el desarrollo de la batalla, ya que el relato de Apiano es poco fiable. Según el de Megalópolis, ambos ejércitos se estuvieron observando de cerca durante algunos días, llamándole la atención a Régulo el que los púnicos osaran marchar y acampar en llanura, y no en colinas, es decir, no buscando una posición claramente ventajosa. Algo había cambiado y ya no se mostraban tan inseguros de sus posibilidades, es más parecían buscar el enfrentamiento directo… y así fue.
Jántipo fue el primero en sacar el ejército fuera del campamento y formarlo para la batalla. Situó en primera línea, y como si fuera un ariete para destrozar la línea romana, a los elefantes. Seguían a las bestias la infantería de línea cartaginesa, guarnecida totalmente por los elefantes. En el ala de honor, el del lado derecho, colocó a los mercenarios griegos, la tropa más capaz con que contaban los púnicos, y protegiendo de paso la parte más vulnerable de la falange cartaginesa, la descubierta por el escudo.
Siguiendo con la disposición de las tropas, al frente de cada ala distribuyó a la caballería junto con la infantería ligera mercenaria. Así quedaron fijadas las fuerzas cartaginesas, a la espera de otra derrota o tal vez con la suerte de su lado, una inesperada victoria.
Recreación de una formación de thureophoroi. El thureos rectangular que está en primera fila representa al que aparece en una estela de un oficial bitinio de comienzos del s. III a.C. |
Tras observar la disposición del enemigo, Régulo formó su tropa teniendo en cuenta el enorme peligro que representaban los elefantes. Para ello dispuso a los legionarios en lo que Polibio describe como “manípulos profundos”, ¿pero que significa esto? Lazenby (1996:104) sugiere que formaron con seis manípulos en profundidad en lugar de los tres habituales y sin huecos entre los manípulos. Goldsworthy (2000a:177) descarta una formación demasiado profunda, ya que ocupaban el mismo ancho de línea que los cartagineses. Pero solo sería de este modo si obviamos la posibilidad de tropas africanas aliadas en el bando romano. No hay motivos para dudar del relato de Polibio, así que podemos aceptar perfectamente el que las legiones formaran en manípulos profundos, seguramente como sugiere Lazenby, con seis manípulos de profundidad.
Respecto a la infantería libia, no sabemos como formaron, pero tal vez siguiera Régulo el despliegue que realizara Decio en la batalla de Ásculum (¿pudiera ser una norma romana hasta que las alae romanizaron su equipamiento y modo de pelear?) e intercalara a los libios entre cada legión y alae. La caballería libia fue repartida la mitad a cada flanco apoyando a los equites romanos.
BATALLA:
La iniciativa del combate la tuvo Jántipo, que ordenó a los mahouts cargar contra la línea romana, que esperaba la arremetida de las bestias entrechocando sus armas contra los escudos, como era costumbre en ellos antes del combate. Una formación de casi 100 elefantes cargando con toda su furia, el ruido del barritar de las bestias y sus pisadas enmudecería a la de las armas y gritos romanos. El choque fue terrible, y a pesar de la formación abierta de los velites, estos no pudieron hacer nada por espantarlos, siendo atropellados y lanzados por los aires como muñecos, otros fueron aplastados y los que tuvieron más suerte pudieron huir entre los huecos de los manípulos. Fue una carnicería total, amontonándose las víctimas y embarrando el suelo con la sangre, volviéndose a su vez resbaloso para bestias y soldados.
A su vez, en los flancos, la caballería cartaginesa derrotó con suma facilidad a la romana y libia, pues se encontraba esta en clara inferioridad numérica. Pero para evitar que tras la huída se reagruparan y volvieran al ataque, los persiguieron durante cierto tiempo, llevando en esto la delantera la caballería númida, muy ligera y veloz, alcanzándolos a casi todos. Mientras tanto, la caballería pesada apoyaba a la númida por si había un revés, explicándose así el que no apareciera en la batalla, lo que nos indica una vez más la profesionalidad de Jántipo.
Los legionarios del ala izquierda romana fueron mucho más afortunados. Ya fueran los propios velites, o posiblemente la táctica de Régulo de formar de manera profunda, el hecho es que fueron capaces de repeler a los elefantes, huyendo una buena parte de ellos de manera descontrolada contra el ala derecha cartaginesa, donde estaban posicionados los mercenarios.
Aprovechando el desorden que causó, y la posible matanza entre las filas estipendiarias por parte de las bestias, los romanos cargaron directamente contra los mercenarios, a los cuales, despreciaban profundamente . La enorme profundidad de la formación romana superaba completamente a la mercenaria, lo cual no solo beneficiaba a estos porque podían aportar más tropas frescas y asumir más bajas, sino porque el empuje era mayor y la línea enemiga tarde o temprano retrocedería resquebrajándose.
Mientras los legionarios luchaban con superioridad en el ala izquierda, en el centro los hastati recibieron con estupor a los elefantes, que ya habían echo huir a los velites entre los huecos de los manípulos. No les fue mejor a los del primer acies con los elefantes, pero cuando parecía que se habían librado ya de ellos, pasando los elefantes al segundo acies, al de los princeps, apareció la falange cartaginesa en perfecto orden. La lucha sería desigual, los hastati estaban en estado de shock tras el paso de las bestias, su formación carecía del orden necesario para combatir, y encima habían sufrio bastantes bajas… sería un paseo para la milicia púnica.
Pero no todo eran amarguras para el bando romano. El ala mercenaria griega había sufrido lo indecible y peleado bravamente, dando tiempo a la caballería y a los elefantes a desempeñar su importantísimo papel (Griffith 1933:213), pero la mayor profundidad de los legionarios se impuso, rompiendo la formación enemiga. El alto índice de bajas en la tropa mercenaria atestigua la dureza e intensidad de la lucha, así como el efecto de los elefantes enloquecidos, ya que por norma general, las persecuciones de infantería contra infantería no suelen causar muchas bajas, de ahí los bajos índices de perdidas en el bando derrotado en las antiguas batallas de tipo hoplítico.
Llegados a este punto, la situación estaba indecisa. Con los mercenarios derrotados, Jántipo había perdido la protección de la parte derecha de su ejército, recordemos que es la que no posee la protección del escudo. El centro romano había aguantado la carga de los elefantes y no había huido, sino que aguantó estoicamente, gracias a la formación profunda que había adoptado Régulo. La caballería cartaginesa no parecía volver y era un elemento clave en su táctica, por lo que si fallaba, todo podía irse al garete ¿sería esta la enésima derrota cartaginesa y la sumisión de Cartago? No quedaría mucho para averiguarse.
De pie un hastati o princeps sujetando a lo que podría ser un hoplita cartaginés. Se puede ver claramente la diferencia entre los dos sistemas de agarre, el del scutum y el del aspis. |
Lejos ya de campo de batalla se encontraban los legionarios persiguiendo a los mercenarios, por lo que no supusieron peligro alguno para Jántipo. Mientras tanto, la infantería cartaginesa hacía retroceder a los hastati, que en condiciones normales se hubiesen replegado tras los princeps. Pero estos estaban totalmente desorganizados por culpa de la carga de los elefantes, por lo que ni les podían ni relevar, ni apoyar casi con los pila, gastados probablemente con las bestias. Los triari eran los únicos que estaban en condiciones de apoyar a sus compañeros, pero cuando menos se lo esperaban, recibieron la carga de los 2.000 jinetes de Cartago que habían regresado por fin. De esta manera tan magistral, Jántipo había desarticulado el sistema de relevos romano, eso que marcaba la diferencia entre la legión y cualquier tropa del mundo conocido, y que tantos triunfos les daría. Ese día del 255 a.C. un general espartano evitó que los romanos se anotaran otra victoria más en su exitosa historia.
Con la infantería pesada cartaginesa en frente, los peltastas y númidas en los flancos hostigándoles continuamente, los elefantes, algunos todavía entre los manípulos romanos haciendo de las suyas y la caballería pesada en la retaguardia destrozando cualquier resistencia a base de cargas, los romanos se encontraron totalmente rodeados, siendo reducidos a un espacio cada vez más pequeño a costa de ceder terreno al enemigo que avanzaba inexorablemente, no pudiendo hacer uso de sus armas apenas. Fue una auténtica sangría, siendo masacrados casi todos los legionarios y aliados libios, sobreviviendo tan solo 500 soldados que permanecieron en torno a Régulo.
BAJAS:
El índice de muertos considerando las cifras más bajas del ejército romano, fue de un 84%. Dicho así, tal vez no diga demasiado a los menos versados, pero para ver la verdadera dimensión de esta carnicería, comparémosla con la magistral batalla de Cannas, una de las más sangrientas de Roma. Los peores datos, los que nos aporta Polibio (70.000 bajas), nos da un porcentaje de muertos del 81%, mientras que los de Livio se alejan hasta un 58%.
De las fuerzas de Régulo solo sobrevivieron los 2.000 del ala izquierda que consiguieron llegar al cuartel general de Adis y los 500 que se quedaron en torno a Régulo, que fueron hechos prisioneros. Un desastre total. De las fuerzas de Jántipo solo perecieron 800 mercenarios del ala derecha, del resto del ejército no se nos han reportado bajas, y probablemente así haya sido, o por lo menos habrían sido despreciables.
CONSECUENCIAS:
No es muy difícil deducir que fueron nefastas para la campaña romana en África y para el curso de la guerra. Destruída la fuerza expedicionaria de Régulo, los romanos se limitaron a salvar los papeles intentando rescatar a los supervivientes de Bagradas.
Los 2.000 legionarios que derrotaron a los mercenarios llegaron a Adis, donde se refugiaron y aguantaron un asedio cartaginés infructuoso. Posteriormente una potentísima flota romana los rescata para llevarlos de vuelta a Roma, pero en el camino de vuelta sufre un temporal a la altura de Camarina que la barre casi por completo. De los 364 navíos, tan solo 80 llegan a su destino (Polibio 37.2). Este trágico suceso unido a la derrota en Bagradas llevaron a Cartago no solo a recuperar su soberanía en el norte de África, sino que arma un potente ejército de al mando de Asdrúbal marcha a Sicilia, sino a armar un potente ejército, que al mando de Asdrúbal, devuelve la situación de la guerra muy favorable.
No concluiremos la batalla sin hablar sobre el final de los dos generales. Régulo fue desdichado hasta a la hora de poder saber que le ocurrió. Solo sabemos claramente que fue apresado, a partir de aquí se entra en la leyenda. Según esta, se le permitió volver a Roma para conseguir la paz, haciendo la promesa de volver cuando cumpliera con su labor. A la vuelta fue asesinado cruelmente.
El final de Jántipo no hace justicia con su papel en Bagradas. Tuvo problemas con la aristocracia cartaginesa, ya que despertó tremendas envidias. Como hemos visto anteriormente, numerosos aristócratas hacían carrera militar como generales, por lo que es fácil de entender que vieran un peligro en Jántipo. Aunque habían expulsado al romano del África, la tropa cartaginesa no olvidaría que todo había sido gracias al espartano. Ya les demostró lo incompetentes que eran los generales púnicos durante los entrenamientos y en la batalla, de hecho se le otorgó el mando por petición expresa de la infantería ciudadana cartaginesa, y es que ya no se fiaban de sus compatriotas, que salvo cosechar derrotas, otra cosa no habían sido capaces de hacer. Con un rival así, ¿quien iba a llevarse la gloria en Cartago? Nadie. Así que en contra de los intereses de la ciudad y a favor de los suyos, expulsaron con sus envidias a Jántipo. Se nos relata un intento de asesinato en Zonaras (8.13), lo cual podría haber sido posible teniendo en cuenta la situación de incomodidad que había creado entre la clase dirigente púnica. Pero el destino no se portó tan mal con el en otras tierras bastante lejanas. En Hieron. In Daniel. 11,7-9 aparece un Jántipo como gobernador de una provincia recién ganada por Ptolomeo III de Egipto en el 245 a.C. Tal vez sea el Jántipo de nuestra historia y acabara sus días en tierras ptolemaicas, donde supieron aprovechar su talento, pero eso es algo que seguramente nunca sabremos.
CONSIDERACIONES SOBRE RÉGULO:
Mucho se ha criticado la táctica de Régulo en Bagradas, especialmente en como intentó disponer sus fuerzas para derrotar a los elefantes. En este artículo creo que ha quedado claro que no estuvo desacertado del todo, que fue capaz de derrotar a los elefantes del ala derecha, aunque no surtió efecto en el resto del ala. En una batalla de muy similares características, Zama, Apiano nos comenta lo difícil que fue para la tropa romana enfrentarse con los elefantes, de la matanza inicial que causaron, cosa que se omite en Polibio. Y es que si bien al final su táctica fracasó, si que no puede ser denostada con tanta facilidad, ya que al peligro que se enfrentó, no era de ninguna manera fácil de afrontar.
Marco Atilio Régulo ha recibido un tratamiento bastante inmerecido, el que obtienen todos los perdedores sin importar lo que haya hecho antes. Si echamos una ojeada a su carrera militar, vemos que está llena de triunfos. Derrotó a los salentinos, capturando posteriormente Brundisium y obteniendo un triunfo durante su primer consulado del 267 a.C. Luego lo tenemos en la considerada no ya la mayor batalla naval de la antigüedad, sino de la historia, venciendo a la temible flota cartaginesa a pesar de ser ligeramente inferior en fuerzas. Tras esto, y con un arrojo similar al de Agatocles o Escipión, se encarga de la dirección de la guerra en territorio enemigo, en el propio África, donde tras tomar varios asentamientos, toma al asalto el importante enclave de Adis. En sus cercanías se enfrenta a un ejército cartaginés, que es aplastado por el buen hacer del general romano.
Como hemos visto hasta ahora, su carrera esta llena de grandes triunfos, tal y como lo hizo Escipión antes de Zama. Sin embargo, tanto en Bagradas como en Zama, la victoria no se decidió hasta el final, estando indecisa en parte de su transcurso. Creo que no es descabellado pensar que una derrota del "Africano" le hubiera deparado el mismo fin que a Régulo, una profunda crítica a su táctica en batalla, y un ensombrecimiento de sus logros anteriores. Y recordemos que su infantería no estuvo lejos de la derrota y que solo la llegada a tiempo de la caballería númida hubiera cambiado el curso de la historia.
Autor: Francisco Matias Bueno
BIBLIOGRAFÍA:
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Adrian Goldsworthy, 2003, The Complete Roman Army, Thames & Hudson.
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Autores clásicos:
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Polibio de Megalópolis, Historias.
Eutropio, Breviarium ab urbe condita.
Apiano, Historia de Roma, Libro III.
Dión Casio, Historia romana.
Orosio, Historiae Adversus Paganos.
Zonaras, Epitomé historion.
Diodoro Siculo, Biblioteca histórica.
Tito Livio, Ab urbe condita.
Plutarco de Queronea, Vidas Paralelas.
Exelente trabajo, un deleite leerlo. Gracias por cederlo al sitio.
ResponderEliminarTal vez el autor pueda comentarnos como fue el proceso de trabajo para este artículo. Como desentraño algunas cuestiones contradictorias de las fuentes antiguas, sobre todo en lo referente a la batalla.
ResponderEliminarComo muchos hechos del pasado, esta batalla no se libra de situaciones poco claras, y tal vez pueda ser muy interesante los aficionados, leer de el propio autor nos cuenta que dificultades encontró a medida que desarrollaba el escrito, y como las fue resolviendo.
Hola, soy Pedro Santamaría, autor de la novela "El Águila y la Lambda", una novela basada en los relatos de Polibio sobre la expedición de Régulo a África. Quería pedir permiso para enlazar este excelente artículo a la página en Facebook de la novela. Un saludo.
ResponderEliminarHola Pedro, el autor es amigo nuestro, dejame enviarle un mail para comentarle tu propuesta. Yo creo que no habrá problema, pero corresponde que decida él. Gracias por tu interés.
EliminarHola Pedro, el autor del articulo me comenta que no hay ningún problema en que ligues el articulo a tu facebook. En nuestro face ya esta publicado. Lo sacas de ahí o utilizas los iconos sociales de esta pagina. Lo que prefieras.
EliminarUn saludo!!
Genial :).
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