La muerte de Alejandro Magno sin un sucesor claro trajo a Macedonia un largo periodo de inestabilidad política y social, alcanzando su punto álgido con la muerte de Casandro. A partir de ese momento una serie de intrigantes personajes como Lisímaco, Pirro, Demetrio Poliorcetes, Ptolomeo Ceraunos, Seleuco y Antígono Gonatas lucharon por hacerse con el poder de Macedonia en un periodo de 25 años que sumió al país en el caos.
Introducción
Tras la muerte de Alejandro Magno, el general Pérdicas quedó
como regente del hermano de aquel, Filipo III Arrideo, y de su hijo, Alejandro
IV, mientras los demás generales se establecían como sátrapas de las distintas
provincias. Entre los más destacados, Ptolomeo se hizo con Egipto, con capital
en la recién fundada Alejandría; Lisímaco obtuvo Tracia; Seleuco, Babilonia,
desde donde se iría haciendo con el control de las satrapías orientales; y
Antígono Monoftalmos, probablemente el mejor general de todos, se asentó en
Frigia. Sin embargo, las ambición de todos ellos pronto provocó una serie de
conflictos cuyo fin era la obtención de la mayor parte posible de territorio y
poder; y, quizás, lograr unificar de nuevo el imperio de Alejandro. El que más
cerca estuvo de conseguirlo fue Antígono, pero todos los demás se aliaron
contra él y le dieron muerte en la batalla de Ipsos (301 a.C.).
Por su parte, Macedonia fue gobernada por Antípatro hasta su
muerte en 319 a.C., habiendo designado sucesor a su amigo Poliperconte. Su hijo
Casandro no se tomó esto muy bien y pronto logró expulsarlo del país al nuevo
gobernante. Unos pocos años después y tras una serie de intrigas Casandro acabó
con la vida de Olimpia, Roxana y el legítimo sucesor Alejandro IV (310 a.C.),
así como a la noble persa Barsine y a Heracles (308 a.C.), supuesto hijo
ilegítimo de Alejandro, segando así a toda la familia del Magno.
En el 305 a.C., ya bastante seguro de su posición, Cansadro
se hizo nombrar rey de Macedonia; y tras la muerte de Antígono Monoftalmos en
Ipsos ya no tuvo oposición. Durante todo este periodo, hasta su muerte en 297
a.C., Macedonia vivió un periodo de relativa paz, salvo por las campañas
llevadas a Grecia contra Poliperconte y Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono.
Sin embargo, desde ese momento, las intrigas, las guerras en suelo macedonio y
la sucesión de reyes intercalada con periodos de ausencia de poder fueron
constantes.
Matricidios, traiciones y engaños
A la muerte de Casandro (297 a.C.) le sucedió en el trono
macedonio su hijo, Filipo IV, que sin embargo tendría un reinado efímero,
falleciendo tan solo un año después. Sus dos hermanos, Antípatro y Alejandro,
se enzarzaron entonces en una guerra por ver quién sería nombrado nuevo rey.
Tesalónica, madre de ambos e hija del mismísimo Filipo II (y medio hermana de
Alejandro Magno), medió entre ambos y consiguió que partieran el reino,
quedando el río Axio[1] como
frontera, siendo Alejandro V rey de la parte Occidental y Antípatro II de la
Oriental.
Pero, insatisfecho y argumentando que Tesalónica había
favorecido a Alejandro, Antípatro acabó con la vida de su madre (294 a.C.),
acto inexpiable para la mentalidad griega. Alejandro tuvo que huir al exilio,
desde donde pidió ayuda a Demetrio Poliorcetes, hijo del gran general Antígono
Monoftalmos, y que aún mantenía algunas de las posesiones de su padre en
Grecia, y a Pirro, rey de Epiro desde 297 a.C. Ya que Demetrio estaba enzarzado
en una guerra contra Esparta, Pirro llegó primero. El epírota no desaprovechó
la ocasión y, a cambio de su apoyo, exigió las regiones de Parauea y Tymphaea,
fronterizas con su reino y en otros tiempos pertenecientes a los molosos[2] (uno de
los tres principales pueblos epírotas), y las de Ambracia, Anfiloquia y
Acarnania, al sur. El precio era muy alto pero, desesperado, Alejandro aceptó. Sin
mucha dificultad, Pirro expulsó a Antípatro de sus territorios y este, a su
vez, pidió ayuda a su suegro Lisímaco. El diadoco eran palabras mayores, pero
andaba ocupado en una guerra contra los getas del Danubio[3]. Aún así
intentó detener a Pirro mediante un engaño. Mandándole una carta haciéndose
pasar por Ptolomeo I (que había sido benefactor y suegro del epírota), lo
instaba a abandonar la campaña contra Antípatro a cambio de 300 talentos. Pirro
advirtió el ardid, pero aún así, quizás temiendo una posterior intervención
militar de Lisímaco, se plegó a firmar la paz. Él se retiraría al Epiro, pero
conservando los territorios ganados (que reforzó con guarniciones) y Alejandro
debería repartir nuevamente el reino con su hermano.
Demetrio Poliorcetes
Entretanto, Demetrio había derrotado al rey espartano
Arquidamo y había saqueado la ciudad, marchando entonces al Norte,
presentándose en Díon (Tesalia) ante Alejandro, que ya no necesitaba de su
ayuda y su presencia le causaba “miedo
debido a su gran nombre y dignidad” (Plutarco Demetrio, 36’ 3). Ambos
reyes, uno por desconfianza y el otro por ambición, empezaron a conspirar, pero
Demetrio, más astuto, se adelantó y acabó con la vida de Alejandro tras un
banquete. A la mañana siguiente Demetrio se presentó ante el ejército macedonio
de Alejandro y con un breve discurso en el que se mostraba como vengador de la
familia de Alejandro Magno y reivindicaba su derecho al trono los convenció
para que lo aclamaran rey. No le faltaba razón visto el comportamiento que
Casandro y sus hijos habían tenido con la familia del Magno, habiéndola exterminado
por completo. Demetrio expulsó entonces a Antípatro, que huyó de nuevo a la
corte de Lisímaco, y se hizo dueño de toda Macedonia y Tesalia (donde fundaría
la estratégica ciudad de Demetrias[4]),
uniéndolas a sus territorios de Grecia central y el Peloponeso. Lisímaco aún
andaba envuelto en la incómoda guerra contra los getas y no le quedó otra que
aceptar lo sucedido. Unos años después, ante las quejas de Antipatro por no
recuperar su reino, el rey Lisímaco respondió asesinándolo y encarcelando a su
propia hija[5].
En los años siguientes, 293-292 a.C., Demetrio se dedicó al
asedio de Tebas, a la que trató con amabilidad tras tomarla. Rápidamente
emprendió una nueva campaña al enterarse que Lisímaco había sido tomado
prisionero por el rey geta Dromiquetes[6]. Marchó
a toda velocidad a Tracia para tratar de sacar tajada, esperando encontrar el
territorio indefenso, pero a mitad de camino se enteró no sólo de que Lisímaco
había sido liberado sino que también los tebanos se habían rebelado. Deshaciendo
el camino llegó nuevamente a Tebas, para encontrar a su hijo, Antígono Gonatas
(“llamado así porque nació y creció en
Gonni en Tesalia”[7]),
vencedor y amo del campo.
Dejando a Antígono al mando del asedio marchó al Norte para
hacer frente a Pirro que, aprovechando la coyuntura había invadido Tesalia y
avanzaba ya hacia las Termópilas, amenazando con cortar la ruta de suministros
de Demetrio. La acción de Pirro pudiera parecer temeraria y poco juiciosa, dado
que a primera vista tenía poco que ganar. Sin embargo, debió prever que si
Demetrio se hacía dueño de toda Grecia su siguiente objetivo sería el Epiro. Por
otro lado resulta “curioso” como la ambición estaba por encima de la amistad.
En 306 a.C., cuando Pirro tenía 12 años, fue reinstaurado en el trono epirota
por Demetrio, casándose este con Deidamia, hermana de aquel; y cuando poco
después fue expulsado de nuevo por Casandro, Pirro acompañó a Demetrio a Asia
Menor, donde combatirían juntos en Ipsos (301 a.C.), distinguiéndose el epírota
por su gran valor. Al perder la batalla y convertirse en fugitivo, Pirro no
abandonó a Demetrio y poco después viajó en calidad de rehén a Egipto para que
su cuñado firmara la paz con Ptolomeo I.
Volviendo al 291 a.C., la mera presencia del rey macedonio
hizo que Pirro se retirara de inmediato y Demetrio, tras dejar una guarnición
en Tesalia de 10.000 infantes y 1.000 jinetes, regresó al asedio de Tebas, que
caería al año siguiente, ofreciendo mucha resistencia y no sin antes obligar a
hacer gran uso de maquinas de asedio, como la famosa heliopolis que ya usara Demetrio en el infructuoso asedio de Rodas
[ver el artículo Demetrio Poliorcetes y el asedio de Rodas (305-304 a.C.)].
Aquella traicionera acción de Pirro no podía quedar impune y
al año siguiente Demetrio trató de conquistar la estratégica isla de Córcira al
tiempo que organizó una expedición de castigo contra los etolios, aliados al
rey epirota. Tras causar gran devastación, Demetrio dejó en Etolia al general
Pantauco con “un ejército respetable”
mientras él invadía el propio Epiro. Pirro salió a su encuentro, pero los
ejércitos no llegaron a encontrarse y pasaron de largo. Y mientras Demetrio
arrasaba Epiro, Pirro derrotó a Pantauco, al que venció en lucha personal,
causándo grandes bajas a su ejército y tomando 5.000 prisioneros (Plutarco
Demetrio, 41’ 3; y Plutarco Pirro, 7’ 5). La victoria en lo militar fue poco
más que anecdótica, Demetrio contaba aún con gran poder, pero en lo político
fue decisiva. Tal y como nos apunta Plutarco, los macedonios empezaron a
admirar a Pirro por su valentía, viendo el reflejo más cercano a Alejandro
Magno de entre todos los reyes. En cambio Demetrio era todo opulencia y
ostentación[8] y su
fama de llevar una vida lujosa y disoluta le era molesta al pueblo.
Sin embargo, Demetrio lograría herir profundamente el
orgullo de Pirro. Una de las esposas de este, Lanassa, hija de Agatocles rey de
Siracusa, estaba molesta con el epirota “por
ser más devoto a sus esposas bárbaras que a ella”[9]. Con lo
cual se retiró a la estratégica isla de Corcyra (que había sido entregada a
Pirro como dote por Agatocles) e invitó a Demetrio a casarse con ella,
consiguiendo, de paso, el control de la isla, en la que colocó una guarnición[10].
Asentado firmemente en el poder, controlando casi toda
Grecia, Macedonia y el Egeo, en 289 a.C. planeó una empresa titánica: recuperar
todos los territorios de su padre (Antígono, que murió en la cumbre de su poder
en la batalla de Ipsos, en el 301 a.C.). Para ello firmó una sorprendente paz
con el rey Pirro, asegurándose así sus espaldas. Luego hizo preparativos
adecuados a la grandeza del objetivo, levantando un ejército de “98.000 infantes y cerca de 12.000
jinetes y estaba construyendo 500 naves
en los puertos de El Pireo, Corinto, Calcis y Pella” (Plutarco Demetrio,
43’ 3-4). Ante tamaña amenaza Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo se aliaron contra él
(al igual que hicieron contra su padre) y se pusieron en contacto con Pirro
para que rompiera el tratado y atacara a Demetrio. Justo cuando pretendía
ponerse en marcha, Demetrio se vio rodeado: una gran flota de Ptolomeo se
presentó en el Egeo e instigaba a Grecia; Lisímaco atacó Macedonia desde sus
territorios en Tracia; y Pirro se unió atacando desde el Oeste. Demetrio dejó
al cargo de los asuntos de Grecia a su hijo Antígono Gonatas (que defendió con
éxito El Pireo) y fue a socorrer Macedonia. Tras conseguir una gran victoria
contra Lisímaco en Anfípolis[11] llegó
la noticia de que Pirro había tomado la ciudad de Beroea (actual Veria), una
importante ciudad en el centro de Macedonia; y al extenderse las nuevas entre sus
hombres estos empezaron a desertar al bando de Lisímaco. Decide entonces
volverse contra Pirro. Lisímaco era macedonio y muy conocido entre los suyos
por sus hazañas junto a Alejandro Magno, pero el epirota era un extranjero al
que nunca se unirían los macedonios. Pero Demetrio estaba tristemente
equivocado en su conjetura. “Los
macedonios siempre admiraban su distinguido valor, y en la antigüedad se habían
acostumbrado a pensar que el mejor hombre del campo era el más digno de una
corona” (Plutarco Demetrio, 44’ 7). Además, Pirro, muy astutamente había
infiltrado a unos pocos de sus soldados en el campamento enemigo para inclinar
voluntades a su favor. Al principio se marcharon del campamento unos pocos de
forma individual, luego grupos enteros y finalmente estalló un motín que obligó
a Demetrio a abandonar el campamento en secreto, despojándose de sus ropas
reales y ocultando su identidad con un simple manto y una kausia[12],
y retirarse a Casandrea. Todo su ejército quedó entonces en manos de Pirro, que
fue proclamado rey. Pero Lisímaco le exigió repartir con él Macedonia, a lo que
el epirota no se pudo negar, pues era consciente de que no disponía de fuerzas
y apoyos suficientes para combatir con el rey de Tracia. El país quedaba
nuevamente dividido[13].
Antígono Gonatas, hijo de Demetrio, se había quedado
guardando las posesiones en Grecia, pero pese a sus esfuerzos no pudo evitar la
rebelión de Atenas, apoyada por Pirro, que acudió en su ayuda cuando fue
atacada; aunque si mantuvo el control de El Pireo pese a los posteriores
intentos atenienses de hacerse con ella.
El poder de Demetrio parecía menguar a cada instante, pero
renaciendo de sus cenizas, viajó a Grecia donde recogió a todos sus amigos y
oficiales, un total de 11.000 infantes y algo de caballería, firmó la paz con
Pirro y desembarcó en Asia Menor en 286 a.C., donde pretendía tomar las
provincias de Caria y Lidia, pertenecientes a Lisímaco. Antígono Gonatas, una
vez más, se quedó al mando de las guarniciones en Grecia. La empresa empezó con
buen pie, algunas ciudades le abrieron las puertas y otras, como Sardes, las
tomó por la fuerza. Algunos oficiales de Lisímaco se unieron a su causa
llevando consigo dinero y tropas. Lisímaco, alterado, reclamó ayuda a Pirro,
que aprovechó para arrebatarle Tesalia a Antígono.
Todo parecía ir bien en la empresa asiática de Demetrio,
pero entonces se presentó Agatocles, hijo de Lisímaco, con un gran ejército,
obligando a Demetrio a iniciar una huida hacia adelante, atravesando Frigia con
intención de dirigirse a Armenia y Media. Finalmente sus líneas de
abastecimiento fueron cortadas y la hambruna golpeó a su ejército cuando este
estaba en Cilicia tratando de regresar a Grecia. Perdidas las fuerzas y la
esperanza de seguir combatiendo, cortado el camino de vuelta al haber ocupado
Agatocles el paso del Monte Tauro, desesperado, escribió a Seleuco rogándole
suministros (invierno de 286-285 a.C.). En un principio este accedió pero después,
convencido por sus consejeros, decidió presentarse en Cilicia con su ejército.
Viéndose rodeado, Demetrio trató de negociar primero que se le dejara paso para
poder conquistar alguna nación de bárbaros y establecerse entre ellos como rey
y poner así fin a sus andanzas. Ante la negativa se atrincheró, dispuesto a
resistir; y después de algunas escaramuzas, marchas y contra marchas,
deserciones, enfermedades, intentos de huida y todo tipo de cambios de suerte,
Demetrio, cansado y con total consternación, se entregó a Seleuco (285 a.C.).
Así llegaba a su fin el reinado de Demetrio Poliorcetes (285
a.C.), que no tardaría en recibir la muerte debido a la pena y la indolencia, a
la bebida y la inactividad, a la edad de 54 años (283 a.C.). Antígono Gonatas
heredaba los territorios de su padre en Grecia, no sin antes tratar de
entregarlos a Seleuco a cambio de la
libertad del gran Demetrio.
Busto de Seleuco I Nicator. Copia romana del original griego. |
Busto de un joven Lisímaco. Museo de Éfeso. |
El último vuelo de los generales de Alejandro
Una vez derrotado Demetrio, Lisímaco se sintió seguro para atacar
las posesiones de Antígono Gonatas en Grecia y de romper su tratado con Pirro[14],
enfrentarse a él y hacerse con el resto de Macedonia y toda Tesalia, que había
sido arrebatada por Pirro a Antígono Gonatas en el 286 a.C. (salvo la ciudad de
Demetrias). Cayó de pronto sobre el epírota, cortando sus trenes de suministros
de su campamento en Edesa; al tiempo que mandaba cartas a los principales
hombres de Macedonia, reprendiéndolos por haber elegido como rey a un
extranjero y atrayéndolos a su bando. Viendo que la situación se hacía
insostenible “Pirro se alarmó y partió
con sus epírotas y fuerzas aliadas, perdiendo así Macedonia precisamente cuando
la consiguió.” (Plutarco Pirro, 12’ 7).
Ahora, con el control de Macedonia, Tesalia, Tracia y gran
parte de Asia Menor, Lisímaco parecía imparable. La guerra no cesó, devastando
Epiro, anexionándose Peonia y tomando algunas ciudades de Asia Menor, como
Heraclea Póntica[15], Tius y
Amastris. Si bien, tampoco las conspiraciones llegarían a su fin. En el 283
a.C. Lisímaco mató a su hijo Agatocles por las intrigas de su nueva mujer,
Arsione, que temía que a la muerte de Lisímaco (superaba ya los 70 años) sus
dos hijos cayeran en manos de Agatocles y este acabara con ellos. Convenció al
anciano exgeneral de Alejandro Magno de que su propio hijo conspiraba contra él
para hacerse con el trono, siendo tan persuasiva que Agatocles fue asesinado.
Este acto tuvo devastadoras consecuencias para Lisímaco. Lisandra, la viuda de
Agatocles huyó a la corte de Seleuco junto con algunos partidarios, entre los
que se encontraba Filetero, el gobernador de Pérgamo, ciudad donde Lisímaco
guardaba un tesoro de nada menos que de 9.000 talentos. Y ya en Babilonia
Lisandra convenció a Seleuco para hacerle la guerra al nuevo rey de Macedonia.
“Esta fue la última
contienda entre los compañeros soldados de Alejandro; y los dos
combatientes fueron reservados, por así decirlo, para un ejemplo de la
influencia de la fortuna. Lisímaco tenía setenta y cuatro
años; Seleuco setenta y siete. Pero a esta edad, ambos tenían el
fuego de la juventud y un deseo insaciable de poder” (Justino 17, 1’ 9-11).
En el invierno de 282-281 a.C. Seleuco, de 77 años, invadió
las posesiones asiáticas de Lisímaco. Este acudió allí con su ejército y ambos
monarcas se enfrentaron en Curupedio (en Lidia) a mediados de febrero.
Desgraciadamente no poseemos ninguna descripción de la batalla más allá de la
total victoria de Seleuco y de la muerte de Lisímaco, atravesado por una
jabalina lanzada por un hombre de Heraclea llamado Malacon[16]. Macedonia
volvía a quedar sin rey.
Stater de oro atribuido a Ptolomeo Ceraunos. Aparece con la diadema real y deificado con los cuernos de Ammón, al estilo alejandrino. |
Ptolomeo Ceraunos
Seleuco, alentado por su éxito contra Lisímaco, se dispuso a
cruzar a Macedonia y hacerse con el poder. Regresaría así a su patria,
abandonada hacía ya 50 años cuando partió con Alejandro a la conquista del
Imperio Persa. Y tras entregar el gobierno de sus posesiones asiáticas a su
hijo Antíoco emprendió la marcha. Le acompañaba Ptolomeo Cerauno, hijo
primogénito de Ptolomeo I de Egipto (y hermano de Arsione, la que fuera esposa
de Lisímaco), que había entrado en la corte de Lisímaco tras haber sido
nombrado heredero su hermano menor (que acababa de ascender al trono como
Ptolomeo II). Tras Curupedio “no fue
despreciado como un prisionero, sino que recibió el honor y la consideración
debidos a su estatus. Sus esperanzas aumentaron con las promesas que hizo
Seleuco para establecerlo de vuelta en Egipto como el heredero legítimo del
reino, cuando muriera su padre Ptolomeo” (Memnón, Historia de Heraclea 8’
2). Pero, como bien apunta Memnón, estos favores no mejoraron la disposición de
un hombre malvado. Ptolomeo formó un complot y mató a su benefactor, viajando
luego a caballo y a toda prisa a Lisimaquia, donde, seguramente se presentara
como el vengador del rey Lisímaco, tomando sus tropas y flota y poniéndose una
diadema[17]. Acto
seguido salió al encuentro del ejército de Seleuco, escoltado por una
espléndida guardia, y se hizo proclamar rey también por estos[18].
Moría así el último de los diadocos (281 a.C.), los
generales sucesores del gran Alejandro. Como no podía de otra manera, habían
tenido una vida violenta y su muerte fue igual. La excepción fue Ptolomeo,
muerto el año antes de forma tranquila en su palacio de Alejandría.
Cuando Antígono, hijo de Demetrio Poliorcetes, se enteró de
lo sucedido intentó cruzar a Macedonia, marchando en primavera de 280 a.C. con
su ejército y su flota para tratar de ganar algún rédito. Con la muerte de cada
rey se abría una suerte de posibilidades para los demás aspirantes y el que
diera el golpe más rápido y certero se haría con los despojos del caído. Sin embargo,
Ptolomeo Cerauno había tomado la iniciativa y a Antígono no le quedó otra que
buscar batalla para derrotarlo. A Ptolomeo no le tembló el pulso y salió a
confrontarlo con la flota de Lisímaco.
Antígono contaba con una importante flota, la cual, probablemente,
incluyera algunos de los barcos de Demetrio Poliorcetes que regresarían tras su
desastrosa campaña en Asia. Sin embargo, Ptolomeo Cerauno contaba con la
poderosa flota que había “robado” a Lisímaco, que incluía un importante
contingente aliado, como el de Heraclea, que incluía varios “seis”,
quinquerremes y “barcos sin cubierta” (aphrakatoi),
así como un famoso “ocho” con una enorme tripulación, con “100 remeros en cada línea, por lo que había 800 hombres a cada lado,
con un total de 1.600 remeros. También había 1.200 soldados en cubierta y 2
timoneles” (Memnón, Historia de Heraclea, 8’ 5).
La batalla naval debió tener lugar en algún punto entre
Lisimaquia y la península Calcídica y fue favorable a Ptolomeo gracias, según
nos cuenta Memnón, a la valentía de las naves de Heraclea[19].
En seguida este entró en Macedonia, pero aún debía luchar
para ponerla por completo bajo su control. Según Trogo (Prólogo, 24) Cerauno
aún tuvo que luchar contra el ilirio Monunius y contra Ptolomeo hijo de Lisímaco,
por lo que se deduce que este último aún contaba con parte de las antiguas
posesiones y apoyos de su padre.
Una vez se había deshecho de los problemas internos más
apremiantes, Ptolomeo quiso protegerse del exterior. Arregló una alianza con el
rey epirota Pirro, peligroso vecino dado su espíritu aventurero y su carácter ambicioso[20]. Pirro
estaba ya planeando la invasión de Italia ante la petición de ayuda de la
ciudad de Taras (Tarento) contra Roma, así que esta alianza le era provechosa
al asegurar la paz a sus espaldas [ver el artículo Guerras Pírricas, 280-275 a.C. La batalla de Heraclea]. De hecho, tan entusiasmado estaba Ptolomeo
con la partida de Pirro (quizás, si había suerte, para no regresar nunca de
suelo italiano) que le prestó “5.000
infantes, 4.000 jinetes y 50 elefantes, pero no por más de dos años de servicio”
(Justino 17, 2’ 14)[21]. Curiosamente,
Ptolomeo también arregló una paz con Antíoco, hijo de Seleuco, al que,
recordemos, acababa de asesinar[22]. Sin
duda los problemas internos que el rey seleucida padecía con la rebelión de
Heraclea Póntica (aliada con Bizancio y Calcedonia y ayudada por Mitrídates de
Ponto) y en Seleucia; y la pérdidas de territorios en la costa suroeste de Asia
Menor, desde Caria a Cilicia, y de la isla de Samos, arrebatados por el rey de
Egipto, lo obligaron a ello. Aunque no olvidara el asesinato de su padre y
quisiera vengarlo, de momento no tenía una posición como para tomar la ofensiva
contra Cerauno.
Pero aún le quedaba a Ptolomeo un quebradero de cabeza por
resolver. Encerrada en la fortificada ciudad de Casandrea[23] aún
resistía Arsione, la viuda de Lisímaco y hermanastra del propio Ptolomeo,
acompañada de sus dos hijos adolescentes: Lisímaco, de 16 años, y Filipo, de 13.
Y mientras estos siguieran con vida suponían una amenaza a su reinado. Además,
el nuevo rey necesitaba de un matrimonio Real que lo afianzara en su posición. Ptolomeo
solicitó entonces audiencia con Arsione, asegurando que sentía amor por ella y
pidiéndole matrimonio. Sin embargo, ella no se fiaba. Acordaron que Ptolomeo, en presencia de Dion,
un amigo de Arsione, juraría ante los dioses que le daría el título de reina,
que deseaba compartir su reino con los dos hijos de su hermanastra, que no les
causaría ningún mal y que no la deshonraría tomando otra esposa o adoptando
otros hijos. La situación era difícil para Arsione. Por un lado, si aceptaba el
matrimonio se arriesgaba a ser traicionada, pero si lo rechazaba se arriesgaba
a la ira de Ptolomeo que siempre podría atacar la ciudad. Finalmente, y pese a
las advertencias de Lisímaco, Arsione salió de la ciudad para casarse con
Ptolomeo, que ante todo el ejército le colocó la diadema Real. Sin embargo, de
regreso a Casandrea, una vez abiertas las puertas de la ciudad al rey, este
ordenó la captura de la acrópolis y la muerte de los dos jóvenes. Sin poder dar
siquiera sepultura a sus hijos, la reina fue arrastrada fuera de la ciudad,
desde donde emprendió un largo periplo que la llevó finalmente a Egipto, donde
contraería matrimonio con su otro hermano, Ptolomeo II[24]. Este
episodio fue uno más en la larga lista de traiciones perpetradas por Cerauno y
solo fue el primero de los crímenes de su reinado.
Por su parte Antígono se vio obligado a retirarse a Beocia,
donde aún contaba con aliados. A su regreso se encontró con que a su marcha varias
ciudades del Peloponeso, aprovechando su partida y posterior derrota, habían
tratado de rebelarse, enviándose embajadores entre ellos y formando ligas. Algunas
ciudades, entre ellas las importantes Argos y Megalópolis, expulsaron a las
guarniciones macedonias. Y en este contexto también surgió la Liga Aquea,
cuando Dyme, Patras, Farae y Tritaea, en el oeste de Acaya, se sacudieron de la
tutela de Antígono.
Esparta tomó la iniciativa y eligió al rey Areo para la
ofensiva. Pero aunque Justino nos dice que todos los Estados cercanos tomaron
parte es más que improbable que enemigos acérrimos de Esparta como Argos y
Megalópolis se unieran a esta y Atenas tampoco tomó parte. Areo quiso evitar el
choque directo contra Antígono y bajo el pretexto de la ocupación por parte de
los etolios (aliados de Antígono) de la llanura Cirrea, consagrada a Apolo,
invadió el territorio de estos. Pese a la superioridad numérica y un buen
inicio, Areo fue puesto en fuga. Y cuando los espartanos trataron de renovar la
guerra ya casi ningún estado les dio apoyo “pensando
que buscaban el dominio para ellos mismos y no la libertad para Grecia”
(Justino 24, 1’ 7). El conflicto fue un duro golpe para Antígono y faltó poco
para que lo perdiera todo. Sumaba a la derrota contra Cerauno la pérdida de
muchas plazas en el Peloponeso, pero aún conservaba el dominio sobre Corinto,
Atenas, las fortalezas del Ática y el importante puerto de El Pireo, la
totalidad de la isla de Eubea, Beocia, Focia y la estratégica ciudad fundada
por su padre, Demetrias, en la punta del golfo de Págasas.
Por otro lado, al mismo tiempo que Ptolomeo Cerauno recibía
la petición por parte de Pirro de Epiro de hombres para su expedición a Italia
y a Antíoco le solicitaba dinero para la misma, a Antígono le reclamaba barcos
para cruzar el Adriático. Sin embargo, Justino (que es el autor que nos da esta
información) nada nos dice sobre si el hijo de Demetrio aceptó la petición,
pero dada la reciente derrota naval y, como contrapunto, el detalle con el que
se nos narra el acuerdo entre Cerauno y Pirro, todo nos indica que Antígono lo
rechazó (al igual, seguramente, que Antíoco).
Llegan los gálatas. Muerte de Ptolomeo
Mientras todos estos acontecimientos se sucedían en el
corazón de Macedonia, una amenaza se cernía desde el norte. Una enorme
migración bárbara se dirigía hacía el sur en busca de botín y nuevas tierras
donde asentarse. Eran los galos.
En el 280 a.C., el líder Cambaules había incursionado hasta
la frontera de Tracia, pero se retiró en cuanto se vio amenazado. Aquello no
dejó de ser un leve tanteo, pero el enorme botín obtenido animó a otros jefes
tribales. Percibiendo lo que se avecinaba, el rey de los dárdanos, envió una
embajada a Cerauno ofreciendo el apoyo de 20.000 hombres armados, oferta que el
macedonio rechazó argumentando que “los macedonios estaban
en una condición triste si, después de haber sometido a todo el este sin ayuda,
ahora requerían ayuda de los dárdanos para defender su país; y que tenía
para soldados a los hijos de aquellos que habían servido bajo el mando
de Alejandro el Grande, que había salido victorioso en todo el mundo”
(Justino 24, 4’ 9-10).
En 279 a.C. se formaron tres grandes ejércitos galos para
invadir el sur de los Balcanes. Ceretrio se dirigió contra tracios y tribalos;
Brenno y Acicorio invadieron Peonia; y Bolgio avanzó contra ilirios y
macedonios.
Bolgio ofreció la paz a Ptolomeo a cambio del pago de una
suma de dinero, algo que el vanidoso rey rechazó a la vez que amenazaba a los
galos diciendo que él solo les ofrecería la paz a los invasores si dejaban a
sus jefes como rehenes y entregaban las armas. La guerra era ya inevitable.
Los oficiales macedonios aconsejaron a Ptolomeo esperar a
reunir más tropas, pero este de forma inconsciente y arrogante se negó y salió
en busca de la batalla. El resultado fue una aplastante derrota de Cerauno que
además fue capturado vivo “después de que
el elefante en el que viajaba resultara herido y lo tirara” (Memnón 8, 8).
El rey fue decapitado y su cabeza clavada en una lanza para ser expuesta a todo
su ejército que, aterrorizado y sin moral, huyó, dejando toda Macedonia
expuesta al saqueo.
La reciente estabilidad que había adquirido macedonia moría
con Ptolomeo tras un reinado de tan sólo un año y cinco meses[25].
La amenaza gala requería una rápida respuesta y el ejército
eligió rey a Meleagro, un pariente de Ptolomeo[26], pero
debido a su incompetencia fue apartado tan solo dos meses después, al igual que
su sucesor, Antípatro Etesias, sobrino de Casando. Entre tanto, Peonia se
perdió y lel tirano Apolodoro se hizo con el control de la ciudad de Casandrea,
haciéndola virtualmente independiente. Un tal Sóstenes, quizás un antiguo
general de Lisímaco, se puso al frente del ejército (aunque se negó a ser
elegido rey) y logró algunas victorias contra los galos. Sin embargo murió dos
años después sin que las circunstancias estén demasiado claras.
Mientras los campos macedonios eran saqueados a placer por
lo galos de Bolgio, los griegos plantearon una férrea resistencia en las
Termópilas ante el avance de Brenno y Acicorio, que, sin embargo, fue rebasada
nuevamente (tal y como ocurriera en 480 a.C. durante las Guerras Médicas)
gracias a la traición de los lugareños. No obstante, cuando Brenno pretendía
hacerse con los tesoros de Delfos fue primero rechazado y luego aniquilado en
su retirada. Grecia quedaba a salvo.
La hora de Antígono
Pese a la dura derrota en Delfos del contingente mandado por
Brenno, los galos seguían teniendo fuerza suficiente para seguir causando
estragos en la zona. En el 278 a.C. armaron un ejército de 15.000 infantes y
3.000 jinetes y derrotaron a getas y tribalos y amenazaban con invadir
nuevamente Macedonia. Antígono Gonatas, que en aquel momento estaba en la zona
del Quersoneso Tracio debido a la reciente guerra que había mantenido con
Antíoco reclamando los antiguos territorios asiáticos de Lisímaco[27],
recibió embajadores galos que le ofrecían la paz si la pagaba. Antígono,
tratando de intimidarlos los invitó a un banquete donde los “entretuvo con una suntuosa exhibición de
lujos” (Justino 25, 1), mostrando también a sus elefantes y su flota. Sin
embargo, lejos de amedrentarse, impresionados con la cantidad de oro y plata,
los embajadores galos regresaron a su campamento aún más dispuestos para la
guerra.
Los galos, envalentonados por las exageradas descripciones
de riqueza de sus embajadores y por el recuerdo de su aplastante victoria sobre
Ptolomeo Ceraunos, atacaron el campamento macedonio arropándose en la noche.
Sin embargo, Antígono se había adelantado y había ordenado a sus soldados que
se retiraran con todo su equipaje y se ocultaran sin hacer ruido en un bosque
cercano. Los galos encontraron el campamento desierto, sin soldados ni centinelas,
y aunque temían una estratagema decidieron tomar posesión del mismo y llevarse
cuanto encontraron. Luego se dirigieron a la costa, donde se encontraban las
naves varadas y listas para ser saqueadas. Pero de repente, fueron sorprendidos
por el ataque conjunto de los marineros y parte del ejército que se había
desplazado hasta allí. Antígono los masacró y su victoria fue tan deslumbrante
que no solo consiguió la paz con los galos sino también con las naciones
bárbaras vecinas.
Esta victoria le dio un enorme prestigio ante los
macedonios, que habían perdido a su líder, Sostenes hacía poco tiempo. Sin
embargo, aún tuvo que derrotar a un tal Arrideo, a Ptolomeo hijo de Lisímaco y
a Antípatro Etesias que, tras ser destronado, aún mantenía seguidores en alguna
parte de Macedonia.
Para derrotar a este último, Antígono contrató mercenarios
galos bajo el liderato de Ciderio. Polieno (4, 6’ 17) nos cuenta los problemas
que tuvo luego para pagarles debido a la pillería de los galos. Antígono les
había prometido una moneda macedonia de oro a cada uno, entregando como
garantía de pago a varios rehenes, hombres y niños, de familias nobles. Tras la
victoria sobre Antípatro los galos exigieron el pago a todos los que asistieron
al ejército, incluidos mujeres y niños, en lugar de solo a los que portaban
armas, como indicaba la lógica. La suma pasaba así de 30 a 100 talentos de oro,
cifra nada despreciable. En un principio Antígono se negó, pero ante el miedo a
una revuelta, instó a que unos emisarios fueran a su campamento para recoger el
pago. Una vez allí, Antígono los tomó prisioneros e informó a los galos de que
no los entregaría hasta que los rehenes macedonios fueran liberados. Los galos,
ansiosos por la seguridad de sus jefes accedieron a entregarlos, recibiendo a cambio
a sus propios jefes y 30 talentos.
Antípatro Etesias pudo escapar a Egipto, donde Ptolomeo II
Filadelfo lo acogió, sin duda, con pretensiones de poder usarlo en el futuro
contra Antígono.
Pero aún quedaba un asunto por resolver. Tras el exilio de
Arsione, Ptolomeo Cerauno había asignado el gobierno de la importante ciudad de
Casandrea a su madre, Eurídice, pero después, quizás tras la muerte de Cerauno,
había quedado bajo la tiranía de Apolodoro, que gobernaba de forma totalmente
independiente de Macedonia y se había aliado a Antíoco. Antígono se propuso
restablecer la soberanía macedonia sobre la ciudad. Tras 10 meses de
infructuoso asedio, Antígono contrató al pirata focio Ameinias, quien forzó la
entrada a la ciudad con una treta y la capturó.
Y así, a mediados de 276 a.C. Antígono se hizo al fin con el
dominio de Macedonia. La guerra civil y la invasión bárbara habían reducido su
poder e influencia en comparación con los reinos rivales y ahora necesitaba un
gobernante fuerte que la dotara de un periodo de paz. La mayor parte de los
galos que habían sembrado el terror en Macedonia habían saltado a Asía,
llamados por el rey de Bitinia para su guerra contra Antíoco y el resto se
habían asentado en Tracia, fundando el reino de Tilis. Y aunque las intrigas
por el poder no terminarían nunca ya no había a la vista pretendientes lo
suficientemente importantes como para hacer sombra a Antígono Gonatas.
Pero en 275 a.C. Pirro volvía de Italia. Y, como hemos
visto, el rey epirota siempre había tenido puesto un ojo en Macedonia…
Conclusiones
El debilitamiento sufrido por Macedonia en este periodo se
hace patente al analizar su limitada presencia política en el ámbito del
Mediterráneo Oriental en las siguientes décadas. El reino que construyeran
Filipo y Alejandro había desaparecido y la incapacidad de poner en cintura a
las recién creadas Ligas Etolia y Aquea o someter de nuevo a tracios, ilirios y
peonios es muestra de ello.
Evidentemente esta decadencia política vino a consecuencia de
un debilitamiento del ejército. Algunos autores, como Bosworth, lo han achacado
al continuo reclutamiento de jóvenes y la emigración a los reinos helenísticos
de oriente. Otros, entre los que citaremos a Billows, rechazando la anterior
teoría, lo atribuyen a la invasión gálata y su impacto sobre el total de la
población, mujeres y niños incluidos, y a la capacidad agrícola del país. Sin
embargo, aunque importante, el impacto fue relativo debido a la brevedad de la
invasión y a la dificultad de los ejércitos antiguos para afectar seriamente a
la agricultura en sus devastaciones.
Friso pintado sobre la llamada Tumba II en el gran túmulo de Vergina (Egas), donde descansan los restos de los reyes de la dinastía argéada de Macedonia. |
Echando un ojo a los números vemos como Alejandro emprendió
la invasión de Asia con 32.000 infantes y 5.100 jinetes, mientras que en 222
a.C. Antígono III Dosón luchó en Selasia con 28.000 infantes y 1.200 jinetes.
Unas cifras similares y elocuentes teniendo en cuenta que la empresa del
segundo era infinitamente menos ambiciosa. Si es cierto que el número de
caballería desciende considerablemente, achacable en parte a la emigración o la
invasión gala, pero también a la ausencia de un líder realmente carismático y
fuerte capaz de dominar a las élites y alinearlas en su bando para un objetivo
común. Por otro lado las continuas guerras civiles e intrigas por el poder acabarían
con la vida de muchos nobles y obligaría a otros tantos (los que apoyaran al
bando perdedor) al exilio.
El prestigio Real sufrió enormemente en este periodo, con un
continuo trasiego de reyes y dinastías, sin que ninguno se pudiera asentar para
dar estabilidad al país. El pueblo no era indolente a estas circunstancias: no
se sentía protegido por los reyes y veía las luchas por el poder como algo
ajeno a sus intereses y que cada guerra tan solo era la consecuencia de los
egos y las ambiciones personales de cada nuevo aspirante a rey, que por otra
parte, tenían que hacer malabares políticos para tratar de justificar su
derecho al trono, teniendo, por otro lado, que ganárselo por la lanza, como
líderes en la guerra. Y estas guerras ya no se libraban en el extranjero como
en tiempos de Filipo II, sino en el propio suelo macedonio, lo que acrecentaba
ese sentimiento de desapego hacia los reyes.
Por Alejandro Ronda
BIBLIOGRAFIA
Fuentes antiguas (en
orden de importancia):
-Plutarco de Queronea; Vidas paralelas, Demetrio.
-Plutarco de Queronea; Vidas paralelas, Pirro.
-Memnón; Historia de Heraclea.
-Pausanias; Descripción de Grecia.
-Diodoro Sículo; Biblioteca histórica.
-Justino; Epítome de Pompeyo Trogo.
-Polieno; Estratagemas.
-Polibio de Megalópolis; Historias.
-Apiano; Las guerras sirias.
-Tito Livio; Historia de Roma.
-Cornelio Nepote; Sobre los hombres ilustres.
-Estrabón; Geografía.
-Eusebio; Crónica.
-Luciano de Samosata; Los longevos.
-Plutarco de Queronea; Moralia.
-Diógenes Laercio; Vidas de filósofos eminentes, Menedemo.
-San Jerónimo; Tablas cronológicas.
-Arato de Soli; Vidas de los poetas helenísticos.
Fuentes modernas:
-Shipley Graham; El mundo griego después de Alejandro,
323-30 a.C.
-Anna Myslowska; Tiempos convulsos, de la muerte de
Alejandro a Curupedio.
-José Pascual González; La legitimación de los sucesores.
-Alberto Pérez; El agotamiento de Macedonia.
-Adolfo J. Domínguez Monedero; Pirro, rey de Macedonia.
-Federico Russo; Una juventud azarosa (318-281 a.C.)
-Francisco García Alonso; Brenno y el ataque a Delfos del
279 a.C.
[1] Actual
río Vardar. Pella, la capital, y Egas, centro religioso, quedaban al Oeste del
río.
[2] Fueron
anexionadas a Macedonia por Filipo II. Parauea concedida como dote por el rey
Aribbas por el casamiento de su sobrina Polixena (futura Olimpia) con el rey
macedonio; y Tymphaea cuando Filipo invadió Epiro para deponer al propio
Aribbas.
[3] Según
Pausanias 1, 9’ 6 antes había estado en guerra contra los odrisios, pueblo
tracio que quedaba dentro del territorio que, en teoría, le pertenecía, con lo
que quizás se hubieran rebelado.
[4] Estrabón
9, 436.
[5] Justino
XVI, 1’ 1-19.
[6] Diodoro
21, 12; Plutarco Demetrio, 39’ 6-7; y Pausanias 1, 9’ 6, donde podemos leer que
Lisímaco tuvo que devolver el territorio conquistado más allá del Ister
(Danubio) para ser liberado, hecho que apoya Diodoro, aunque sin tantos
detalles.
[7] Eusebio
Crónica p.235-237.
[8] Usaba “una
doble diadema y una túnica púrpura entretejida con oro, sino que también tenía
sus zapatos hechos de tela dorada, con suelas de color púrpura
fino. Llevaba mucho tiempo tejiendo una túnica para él, de la más suntuosa
magnificencia. La figura del mundo y todos los cuerpos celestes debían ser
representados en él; pero quedó sin terminar debido a su cambio de
fortuna. Tampoco ninguno de sus sucesores presumió usarlo, aunque
Macedonia tenía muchos reyes pomposos después de él.” (Plutarco Demetrio, 41’
6).
[9] En
Plutarco, Pirro, 9’ 1 encontramos la identidad de estas esposas: una hija de
Autoleon, rey de los peonios; y Bircenna, hija de Bardylis, rey de los ilirios.
Anteriormente estuvo casado con Antígona, hija de Berenice I de Egipto y su
primer marido, Filipo.
[10]
Plutarco Pirro, 10’ 5.
[11] Esta
información solo la encontramos, y de forma muy breve, en Pausanias 1, 10’ 2.
En cambio en Plutarco Demetrio, 44’ 4-6 Demetrio aún estaba en marcha hacia
Tracia cuando se entera de la incursión de Pirro en Macedonia.
[12] El
sombrero típico macedonio.
[13] Las
fuentes callan sobre donde se estableció la frontera entre ambos, pero quizás
fuera nuevamente el río Axio.
[14]
Pausanias 1, 10’ 2: “Cuando Demetrio se
sometió a Seleuco, la amistad entre Lisímaco y Pirro se rompió, y cuando
estalló la guerra, Lisimaco luchó contra Antigono, hijo de Demetrio y contra el
propio Pirro.”
[15]
Lisímaco eliminó la tiranía que en ella había y reinstauró la democracia, para
luego regalarle la ciudad a su nueva esposa Arsione.
[16] Memnón
Historia de Heraclea, 5’ 7.
[17] Este
era el símbolo Real, lo cual, en la práctica, significaba que se proclamaba
rey.
[18] Memnón
en su Historia de Heraclea no aclara esto, pero es deducible al narrarnos más
tarde que Ptolomeo cuenta con el apoyo de la flota de Lisímaco.
[19] Puesto
que este dato nos llega de Historia de Heraclea de Memnón cabe la posibilidad
de que solo se trate de propaganda y adulación.
[20] Según
Justino (Epítome de las Filípicas de Pompeyo Trogo 17, 2’ 13-14) Ptolomeo, para
sellar la alianza, dio en matrimonio a su hija a Pirro. Sin embargo, ningún
otro autor nombra a ninguna otra esposa del rey epirota que no fuera Antígona,
hija de Berenice I de Egipto; una de las hijas del rey de los peonios,
Audoleón; Bircenna, hija del rey ilirio Bardilis I; y Lanassa, hija de
Agatocles de Siracusa.
[21] Creemos
que la cifra de jinetes y elefantes es exagerada y, desde luego no se
corresponden con las cifras de hombres con las que Pirro opera en Italia.
Quizás, 400 jinetes y 20 elefantes sea más acorde a la realidad. De todos
modos, sea cual fuera la cifra de soldados prestados, lo importante es el hecho
de que ambos reyes sellaran la alianza.
[22] Justino
24, 1’ 8.
[23] Fundada
por Casandro en el año 316/5 a.C. en el lugar donde se había situado Potidea,
hasta que fuera arrasada por Filipo II.
[24] Para
ello conspiró contra la anterior esposa de Ptolomeo, también llamada Arsione.
[25] Eusebio: Crónica, 241
[26] Su
hermano según Eusebio Crónicas, 235.
[27] Para Tarn (Ag. 165) fue llamado por los griegos. De la
guerra entre Antígono y Antíoco poco se sabe, tan solo Memnón (Historia de
Heraclea, 10) hace referencia a ella y de forma bastante ambigua: “grandes fuerzas se alinearon a ambos lados,
y la guerra duró mucho tiempo.” No nos ha llegado noticia alguna de batallas
o conquista de territorios, por lo que seguramente el conflicto no trascendiera
más allá de pequeñas escaramuzas o el tanteo de tomar alguna plaza. O quizás,
con más probabilidad, desde partes ocupadas en Tracia Antígono tan solo
prestara apoyo a Nicomedes de Bitinia (que había aprovechado el momento de caos
surgido con la muerte de Seleuco para entrar en guerra contra su sucesor) y
reclamara derechos en los antiguos territorios de Lisímaco en Asia Menor. A
pesar de las palabras de Memnón, no parece que el conflicto se alargara mucho
en el tiempo. La paz entre Antíoco y Antígono llegaría en el 278 a.C., sellada
mediante el matrimonio de Antígono con Fila, medio-hermana de Antíoco y sobrina
del propio Antígono, renunciando Antíoco al trono de Macedonia a cambio de que
Antígono hiciera lo propio con los dominios asiáticos de Lisímaco.
Bueno aunque no trate a profundidad el bajon de calidad de los ejercitos macedonios,este articulo muestra claramente el caos que se vivio despues del grande una tragedia para el mundo heleno.saludos
ResponderEliminarpdt: gran articulo
Recogemos el guante, próximamente un artículo sobre el ejército macedonio.
EliminarGracias por el comentario, Dantesss123.
Saludos!
Muchas gracias, este artículo relata de gran manera la era de los epigonos, los hijos de los diadocos.pero el periodo de los diadocos es igual de interesante, ojalá algún día te animes a hacer un trabajo igual de ameno y brillante como este sobre los diadocos.
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario, nos alegra que te haya gustado.
EliminarTenemos en cuenta tu propuesta, entre los diadocos hay personajes de gran interés y en su periodo batallas realmente épicas que merecen varios artículos.
Un saludo!
Así es, de hecho cuando me hablaron de Juego de Tronos, declarando que es una serie extraordinaria realistica (de excepto zombies y dragones), no le di importancia porque había leido la historia de alianzas, ambiciones y traiciones de las guerras de los 4 guerras de los diadocos. Solamente los romanos podían venir a ponerle más sabor con sus historias al mundo varios siglos despues
EliminarUna vez más, la realidad supera (con creces) a la ficción.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Tchazzar.
ResponderEliminarLa Macedonia del S. III a.C. es un claro ejemplo del daño social, político y económico que produce una "guerra entre hermanos".
Un saludo!