lunes, 18 de noviembre de 2019

MACEDONIA y los años del caos (297-275 a.C.)



La muerte de Alejandro Magno sin un sucesor claro trajo a Macedonia un largo periodo de inestabilidad política y social, alcanzando su punto álgido con la muerte de Casandro. A partir de ese momento una serie de intrigantes personajes como Lisímaco, Pirro, Demetrio Poliorcetes, Ptolomeo Ceraunos, Seleuco y Antígono Gonatas lucharon por hacerse con el poder de Macedonia en un periodo de 25 años que sumió al país en el caos.





Introducción

     Tras la muerte de Alejandro Magno, el general Pérdicas quedó como regente del hermano de aquel, Filipo III Arrideo, y de su hijo, Alejandro IV, mientras los demás generales se establecían como sátrapas de las distintas provincias. Entre los más destacados, Ptolomeo se hizo con Egipto, con capital en la recién fundada Alejandría; Lisímaco obtuvo Tracia; Seleuco, Babilonia, desde donde se iría haciendo con el control de las satrapías orientales; y Antígono Monoftalmos, probablemente el mejor general de todos, se asentó en Frigia. Sin embargo, las ambición de todos ellos pronto provocó una serie de conflictos cuyo fin era la obtención de la mayor parte posible de territorio y poder; y, quizás, lograr unificar de nuevo el imperio de Alejandro. El que más cerca estuvo de conseguirlo fue Antígono, pero todos los demás se aliaron contra él y le dieron muerte en la batalla de Ipsos (301 a.C.).

     Por su parte, Macedonia fue gobernada por Antípatro hasta su muerte en 319 a.C., habiendo designado sucesor a su amigo Poliperconte. Su hijo Casandro no se tomó esto muy bien y pronto logró expulsarlo del país al nuevo gobernante. Unos pocos años después y tras una serie de intrigas Casandro acabó con la vida de Olimpia, Roxana y el legítimo sucesor Alejandro IV (310 a.C.), así como a la noble persa Barsine y a Heracles (308 a.C.), supuesto hijo ilegítimo de Alejandro, segando así a toda la familia del Magno. 

     En el 305 a.C., ya bastante seguro de su posición, Cansadro se hizo nombrar rey de Macedonia; y tras la muerte de Antígono Monoftalmos en Ipsos ya no tuvo oposición. Durante todo este periodo, hasta su muerte en 297 a.C., Macedonia vivió un periodo de relativa paz, salvo por las campañas llevadas a Grecia contra Poliperconte y Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono. Sin embargo, desde ese momento, las intrigas, las guerras en suelo macedonio y la sucesión de reyes intercalada con periodos de ausencia de poder fueron constantes.


Matricidios, traiciones y engaños

     A la muerte de Casandro (297 a.C.) le sucedió en el trono macedonio su hijo, Filipo IV, que sin embargo tendría un reinado efímero, falleciendo tan solo un año después. Sus dos hermanos, Antípatro y Alejandro, se enzarzaron entonces en una guerra por ver quién sería nombrado nuevo rey. Tesalónica, madre de ambos e hija del mismísimo Filipo II (y medio hermana de Alejandro Magno), medió entre ambos y consiguió que partieran el reino, quedando el río Axio[1] como frontera, siendo Alejandro V rey de la parte Occidental y Antípatro II de la Oriental.



     Pero, insatisfecho y argumentando que Tesalónica había favorecido a Alejandro, Antípatro acabó con la vida de su madre (294 a.C.), acto inexpiable para la mentalidad griega. Alejandro tuvo que huir al exilio, desde donde pidió ayuda a Demetrio Poliorcetes, hijo del gran general Antígono Monoftalmos, y que aún mantenía algunas de las posesiones de su padre en Grecia, y a Pirro, rey de Epiro desde 297 a.C. Ya que Demetrio estaba enzarzado en una guerra contra Esparta, Pirro llegó primero. El epírota no desaprovechó la ocasión y, a cambio de su apoyo, exigió las regiones de Parauea y Tymphaea, fronterizas con su reino y en otros tiempos pertenecientes a los molosos[2] (uno de los tres principales pueblos epírotas), y las de Ambracia, Anfiloquia y Acarnania, al sur. El precio era muy alto pero, desesperado, Alejandro aceptó. Sin mucha dificultad, Pirro expulsó a Antípatro de sus territorios y este, a su vez, pidió ayuda a su suegro Lisímaco. El diadoco eran palabras mayores, pero andaba ocupado en una guerra contra los getas del Danubio[3]. Aún así intentó detener a Pirro mediante un engaño. Mandándole una carta haciéndose pasar por Ptolomeo I (que había sido benefactor y suegro del epírota), lo instaba a abandonar la campaña contra Antípatro a cambio de 300 talentos. Pirro advirtió el ardid, pero aún así, quizás temiendo una posterior intervención militar de Lisímaco, se plegó a firmar la paz. Él se retiraría al Epiro, pero conservando los territorios ganados (que reforzó con guarniciones) y Alejandro debería repartir nuevamente el reino con su hermano.


Busto de Demetrio Poliorcetes.
Copia romana del S. I de un original
griego del S. III a.C. Se aprecia la
similitud con las representaciones de
Alejandro Magno con la intención
de presentarse a sus súbditos como
herederos directos de aquel.
Demetrio Poliorcetes

     Entretanto, Demetrio había derrotado al rey espartano Arquidamo y había saqueado la ciudad, marchando entonces al Norte, presentándose en Díon (Tesalia) ante Alejandro, que ya no necesitaba de su ayuda y su presencia le causaba “miedo debido a su gran nombre y dignidad” (Plutarco Demetrio, 36’ 3). Ambos reyes, uno por desconfianza y el otro por ambición, empezaron a conspirar, pero Demetrio, más astuto, se adelantó y acabó con la vida de Alejandro tras un banquete. A la mañana siguiente Demetrio se presentó ante el ejército macedonio de Alejandro y con un breve discurso en el que se mostraba como vengador de la familia de Alejandro Magno y reivindicaba su derecho al trono los convenció para que lo aclamaran rey. No le faltaba razón visto el comportamiento que Casandro y sus hijos habían tenido con la familia del Magno, habiéndola exterminado por completo. Demetrio expulsó entonces a Antípatro, que huyó de nuevo a la corte de Lisímaco, y se hizo dueño de toda Macedonia y Tesalia (donde fundaría la estratégica ciudad de Demetrias[4]), uniéndolas a sus territorios de Grecia central y el Peloponeso. Lisímaco aún andaba envuelto en la incómoda guerra contra los getas y no le quedó otra que aceptar lo sucedido. Unos años después, ante las quejas de Antipatro por no recuperar su reino, el rey Lisímaco respondió asesinándolo y encarcelando a su propia hija[5].

     En los años siguientes, 293-292 a.C., Demetrio se dedicó al asedio de Tebas, a la que trató con amabilidad tras tomarla. Rápidamente emprendió una nueva campaña al enterarse que Lisímaco había sido tomado prisionero por el rey geta Dromiquetes[6]. Marchó a toda velocidad a Tracia para tratar de sacar tajada, esperando encontrar el territorio indefenso, pero a mitad de camino se enteró no sólo de que Lisímaco había sido liberado sino que también los tebanos se habían rebelado. Deshaciendo el camino llegó nuevamente a Tebas, para encontrar a su hijo, Antígono Gonatas (“llamado así porque nació y creció en Gonni en Tesalia[7]), vencedor y amo del campo.

     Dejando a Antígono al mando del asedio marchó al Norte para hacer frente a Pirro que, aprovechando la coyuntura había invadido Tesalia y avanzaba ya hacia las Termópilas, amenazando con cortar la ruta de suministros de Demetrio. La acción de Pirro pudiera parecer temeraria y poco juiciosa, dado que a primera vista tenía poco que ganar. Sin embargo, debió prever que si Demetrio se hacía dueño de toda Grecia su siguiente objetivo sería el Epiro. Por otro lado resulta “curioso” como la ambición estaba por encima de la amistad. En 306 a.C., cuando Pirro tenía 12 años, fue reinstaurado en el trono epirota por Demetrio, casándose este con Deidamia, hermana de aquel; y cuando poco después fue expulsado de nuevo por Casandro, Pirro acompañó a Demetrio a Asia Menor, donde combatirían juntos en Ipsos (301 a.C.), distinguiéndose el epírota por su gran valor. Al perder la batalla y convertirse en fugitivo, Pirro no abandonó a Demetrio y poco después viajó en calidad de rehén a Egipto para que su cuñado firmara la paz con Ptolomeo I.

     Volviendo al 291 a.C., la mera presencia del rey macedonio hizo que Pirro se retirara de inmediato y Demetrio, tras dejar una guarnición en Tesalia de 10.000 infantes y 1.000 jinetes, regresó al asedio de Tebas, que caería al año siguiente, ofreciendo mucha resistencia y no sin antes obligar a hacer gran uso de maquinas de asedio, como la famosa heliopolis que ya usara Demetrio en el infructuoso asedio de Rodas [ver el artículo Demetrio Poliorcetes y el asedio de Rodas (305-304 a.C.)].  

     Aquella traicionera acción de Pirro no podía quedar impune y al año siguiente Demetrio trató de conquistar la estratégica isla de Córcira al tiempo que organizó una expedición de castigo contra los etolios, aliados al rey epirota. Tras causar gran devastación, Demetrio dejó en Etolia al general Pantauco con “un ejército respetable” mientras él invadía el propio Epiro. Pirro salió a su encuentro, pero los ejércitos no llegaron a encontrarse y pasaron de largo. Y mientras Demetrio arrasaba Epiro, Pirro derrotó a Pantauco, al que venció en lucha personal, causándo grandes bajas a su ejército y tomando 5.000 prisioneros (Plutarco Demetrio, 41’ 3; y Plutarco Pirro, 7’ 5). La victoria en lo militar fue poco más que anecdótica, Demetrio contaba aún con gran poder, pero en lo político fue decisiva. Tal y como nos apunta Plutarco, los macedonios empezaron a admirar a Pirro por su valentía, viendo el reflejo más cercano a Alejandro Magno de entre todos los reyes. En cambio Demetrio era todo opulencia y ostentación[8] y su fama de llevar una vida lujosa y disoluta le era molesta al pueblo.

     Sin embargo, Demetrio lograría herir profundamente el orgullo de Pirro. Una de las esposas de este, Lanassa, hija de Agatocles rey de Siracusa, estaba molesta con el epirota “por ser más devoto a sus esposas bárbaras que a ella[9]. Con lo cual se retiró a la estratégica isla de Corcyra (que había sido entregada a Pirro como dote por Agatocles) e invitó a Demetrio a casarse con ella, consiguiendo, de paso, el control de la isla, en la que colocó una guarnición[10].


     Asentado firmemente en el poder, controlando casi toda Grecia, Macedonia y el Egeo, en 289 a.C. planeó una empresa titánica: recuperar todos los territorios de su padre (Antígono, que murió en la cumbre de su poder en la batalla de Ipsos, en el 301 a.C.). Para ello firmó una sorprendente paz con el rey Pirro, asegurándose así sus espaldas. Luego hizo preparativos adecuados a la grandeza del objetivo, levantando un ejército de “98.000 infantes y cerca de 12.000 jinetes  y estaba construyendo 500 naves en los puertos de El Pireo, Corinto, Calcis y Pella” (Plutarco Demetrio, 43’ 3-4). Ante tamaña amenaza Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo se aliaron contra él (al igual que hicieron contra su padre) y se pusieron en contacto con Pirro para que rompiera el tratado y atacara a Demetrio. Justo cuando pretendía ponerse en marcha, Demetrio se vio rodeado: una gran flota de Ptolomeo se presentó en el Egeo e instigaba a Grecia; Lisímaco atacó Macedonia desde sus territorios en Tracia; y Pirro se unió atacando desde el Oeste. Demetrio dejó al cargo de los asuntos de Grecia a su hijo Antígono Gonatas (que defendió con éxito El Pireo) y fue a socorrer Macedonia. Tras conseguir una gran victoria contra Lisímaco en Anfípolis[11] llegó la noticia de que Pirro había tomado la ciudad de Beroea (actual Veria), una importante ciudad en el centro de Macedonia; y al extenderse las nuevas entre sus hombres estos empezaron a desertar al bando de Lisímaco. Decide entonces volverse contra Pirro. Lisímaco era macedonio y muy conocido entre los suyos por sus hazañas junto a Alejandro Magno, pero el epirota era un extranjero al que nunca se unirían los macedonios. Pero Demetrio estaba tristemente equivocado en su conjetura. “Los macedonios siempre admiraban su distinguido valor, y en la antigüedad se habían acostumbrado a pensar que el mejor hombre del campo era el más digno de una corona” (Plutarco Demetrio, 44’ 7). Además, Pirro, muy astutamente había infiltrado a unos pocos de sus soldados en el campamento enemigo para inclinar voluntades a su favor. Al principio se marcharon del campamento unos pocos de forma individual, luego grupos enteros y finalmente estalló un motín que obligó a Demetrio a abandonar el campamento en secreto, despojándose de sus ropas reales y ocultando su identidad con un simple manto y una kausia[12], y retirarse a Casandrea. Todo su ejército quedó entonces en manos de Pirro, que fue proclamado rey. Pero Lisímaco le exigió repartir con él Macedonia, a lo que el epirota no se pudo negar, pues era consciente de que no disponía de fuerzas y apoyos suficientes para combatir con el rey de Tracia. El país quedaba nuevamente dividido[13].

     Antígono Gonatas, hijo de Demetrio, se había quedado guardando las posesiones en Grecia, pero pese a sus esfuerzos no pudo evitar la rebelión de Atenas, apoyada por Pirro, que acudió en su ayuda cuando fue atacada; aunque si mantuvo el control de El Pireo pese a los posteriores intentos atenienses de hacerse con ella.

     El poder de Demetrio parecía menguar a cada instante, pero renaciendo de sus cenizas, viajó a Grecia donde recogió a todos sus amigos y oficiales, un total de 11.000 infantes y algo de caballería, firmó la paz con Pirro y desembarcó en Asia Menor en 286 a.C., donde pretendía tomar las provincias de Caria y Lidia, pertenecientes a Lisímaco. Antígono Gonatas, una vez más, se quedó al mando de las guarniciones en Grecia. La empresa empezó con buen pie, algunas ciudades le abrieron las puertas y otras, como Sardes, las tomó por la fuerza. Algunos oficiales de Lisímaco se unieron a su causa llevando consigo dinero y tropas. Lisímaco, alterado, reclamó ayuda a Pirro, que aprovechó para arrebatarle Tesalia a Antígono.

     Todo parecía ir bien en la empresa asiática de Demetrio, pero entonces se presentó Agatocles, hijo de Lisímaco, con un gran ejército, obligando a Demetrio a iniciar una huida hacia adelante, atravesando Frigia con intención de dirigirse a Armenia y Media. Finalmente sus líneas de abastecimiento fueron cortadas y la hambruna golpeó a su ejército cuando este estaba en Cilicia tratando de regresar a Grecia. Perdidas las fuerzas y la esperanza de seguir combatiendo, cortado el camino de vuelta al haber ocupado Agatocles el paso del Monte Tauro, desesperado, escribió a Seleuco rogándole suministros (invierno de 286-285 a.C.). En un principio este accedió pero después, convencido por sus consejeros, decidió presentarse en Cilicia con su ejército. Viéndose rodeado, Demetrio trató de negociar primero que se le dejara paso para poder conquistar alguna nación de bárbaros y establecerse entre ellos como rey y poner así fin a sus andanzas. Ante la negativa se atrincheró, dispuesto a resistir; y después de algunas escaramuzas, marchas y contra marchas, deserciones, enfermedades, intentos de huida y todo tipo de cambios de suerte, Demetrio, cansado y con total consternación, se entregó a Seleuco (285 a.C.).

     Así llegaba a su fin el reinado de Demetrio Poliorcetes (285 a.C.), que no tardaría en recibir la muerte debido a la pena y la indolencia, a la bebida y la inactividad, a la edad de 54 años (283 a.C.). Antígono Gonatas heredaba los territorios de su padre en Grecia, no sin antes tratar de entregarlos a Seleuco  a cambio de la libertad del gran Demetrio.


Busto de Seleuco I Nicator.
Copia romana del original
griego.
Busto de un joven Lisímaco.
Museo de Éfeso.
El último vuelo de los generales de Alejandro 

     Una vez derrotado Demetrio, Lisímaco se sintió seguro para atacar las posesiones de Antígono Gonatas en Grecia y de romper su tratado con Pirro[14], enfrentarse a él y hacerse con el resto de Macedonia y toda Tesalia, que había sido arrebatada por Pirro a Antígono Gonatas en el 286 a.C. (salvo la ciudad de Demetrias). Cayó de pronto sobre el epírota, cortando sus trenes de suministros de su campamento en Edesa; al tiempo que mandaba cartas a los principales hombres de Macedonia, reprendiéndolos por haber elegido como rey a un extranjero y atrayéndolos a su bando. Viendo que la situación se hacía insostenible “Pirro se alarmó y partió con sus epírotas y fuerzas aliadas, perdiendo así Macedonia precisamente cuando la consiguió.” (Plutarco Pirro, 12’ 7).


     Ahora, con el control de Macedonia, Tesalia, Tracia y gran parte de Asia Menor, Lisímaco parecía imparable. La guerra no cesó, devastando Epiro, anexionándose Peonia y tomando algunas ciudades de Asia Menor, como Heraclea Póntica[15], Tius y Amastris. Si bien, tampoco las conspiraciones llegarían a su fin. En el 283 a.C. Lisímaco mató a su hijo Agatocles por las intrigas de su nueva mujer, Arsione, que temía que a la muerte de Lisímaco (superaba ya los 70 años) sus dos hijos cayeran en manos de Agatocles y este acabara con ellos. Convenció al anciano exgeneral de Alejandro Magno de que su propio hijo conspiraba contra él para hacerse con el trono, siendo tan persuasiva que Agatocles fue asesinado. Este acto tuvo devastadoras consecuencias para Lisímaco. Lisandra, la viuda de Agatocles huyó a la corte de Seleuco junto con algunos partidarios, entre los que se encontraba Filetero, el gobernador de Pérgamo, ciudad donde Lisímaco guardaba un tesoro de nada menos que de 9.000 talentos. Y ya en Babilonia Lisandra convenció a Seleuco para hacerle la guerra al nuevo rey de Macedonia.

     “Esta fue la última contienda entre los compañeros soldados de Alejandro; y los dos combatientes fueron reservados, por así decirlo, para un ejemplo de la influencia de la fortuna. Lisímaco tenía setenta y cuatro años; Seleuco setenta y siete. Pero a esta edad, ambos tenían el fuego de la juventud y un deseo insaciable de poder” (Justino 17, 1’ 9-11).

     En el invierno de 282-281 a.C. Seleuco, de 77 años, invadió las posesiones asiáticas de Lisímaco. Este acudió allí con su ejército y ambos monarcas se enfrentaron en Curupedio (en Lidia) a mediados de febrero. Desgraciadamente no poseemos ninguna descripción de la batalla más allá de la total victoria de Seleuco y de la muerte de Lisímaco, atravesado por una jabalina lanzada por un hombre de Heraclea llamado Malacon[16]. Macedonia volvía a quedar sin rey.


Stater de oro atribuido a Ptolomeo Ceraunos. Aparece
con la diadema real y deificado con los cuernos de Ammón,
al estilo alejandrino.
Ptolomeo Ceraunos

     Seleuco, alentado por su éxito contra Lisímaco, se dispuso a cruzar a Macedonia y hacerse con el poder. Regresaría así a su patria, abandonada hacía ya 50 años cuando partió con Alejandro a la conquista del Imperio Persa. Y tras entregar el gobierno de sus posesiones asiáticas a su hijo Antíoco emprendió la marcha. Le acompañaba Ptolomeo Cerauno, hijo primogénito de Ptolomeo I de Egipto (y hermano de Arsione, la que fuera esposa de Lisímaco), que había entrado en la corte de Lisímaco tras haber sido nombrado heredero su hermano menor (que acababa de ascender al trono como Ptolomeo II). Tras Curupedio “no fue despreciado como un prisionero, sino que recibió el honor y la consideración debidos a su estatus. Sus esperanzas aumentaron con las promesas que hizo Seleuco para establecerlo de vuelta en Egipto como el heredero legítimo del reino, cuando muriera su padre Ptolomeo” (Memnón, Historia de Heraclea 8’ 2). Pero, como bien apunta Memnón, estos favores no mejoraron la disposición de un hombre malvado. Ptolomeo formó un complot y mató a su benefactor, viajando luego a caballo y a toda prisa a Lisimaquia, donde, seguramente se presentara como el vengador del rey Lisímaco, tomando sus tropas y flota y poniéndose una diadema[17]. Acto seguido salió al encuentro del ejército de Seleuco, escoltado por una espléndida guardia, y se hizo proclamar rey también por estos[18].

     Moría así el último de los diadocos (281 a.C.), los generales sucesores del gran Alejandro. Como no podía de otra manera, habían tenido una vida violenta y su muerte fue igual. La excepción fue Ptolomeo, muerto el año antes de forma tranquila en su palacio de Alejandría.

   Cuando Antígono, hijo de Demetrio Poliorcetes, se enteró de lo sucedido intentó cruzar a Macedonia, marchando en primavera de 280 a.C. con su ejército y su flota para tratar de ganar algún rédito. Con la muerte de cada rey se abría una suerte de posibilidades para los demás aspirantes y el que diera el golpe más rápido y certero se haría con los despojos del caído. Sin embargo, Ptolomeo Cerauno había tomado la iniciativa y a Antígono no le quedó otra que buscar batalla para derrotarlo. A Ptolomeo no le tembló el pulso y salió a confrontarlo con la flota de Lisímaco.

     Antígono contaba con una importante flota, la cual, probablemente, incluyera algunos de los barcos de Demetrio Poliorcetes que regresarían tras su desastrosa campaña en Asia. Sin embargo, Ptolomeo Cerauno contaba con la poderosa flota que había “robado” a Lisímaco, que incluía un importante contingente aliado, como el de Heraclea, que incluía varios “seis”, quinquerremes y “barcos sin cubierta” (aphrakatoi), así como un famoso “ocho” con una enorme tripulación, con “100 remeros en cada línea, por lo que había 800 hombres a cada lado, con un total de 1.600 remeros. También había 1.200 soldados en cubierta y 2 timoneles” (Memnón, Historia de Heraclea, 8’ 5).

     La batalla naval debió tener lugar en algún punto entre Lisimaquia y la península Calcídica y fue favorable a Ptolomeo gracias, según nos cuenta Memnón, a la valentía de las naves de Heraclea[19].

     En seguida este entró en Macedonia, pero aún debía luchar para ponerla por completo bajo su control. Según Trogo (Prólogo, 24) Cerauno aún tuvo que luchar contra el ilirio Monunius y contra Ptolomeo hijo de Lisímaco, por lo que se deduce que este último aún contaba con parte de las antiguas posesiones y apoyos de su padre.

     Una vez se había deshecho de los problemas internos más apremiantes, Ptolomeo quiso protegerse del exterior. Arregló una alianza con el rey epirota Pirro, peligroso vecino dado su espíritu aventurero y su carácter ambicioso[20]. Pirro estaba ya planeando la invasión de Italia ante la petición de ayuda de la ciudad de Taras (Tarento) contra Roma, así que esta alianza le era provechosa al asegurar la paz a sus espaldas [ver el artículo Guerras Pírricas, 280-275 a.C. La batalla de Heraclea]. De hecho, tan entusiasmado estaba Ptolomeo con la partida de Pirro (quizás, si había suerte, para no regresar nunca de suelo italiano) que le prestó “5.000 infantes, 4.000 jinetes y 50 elefantes, pero no por más de dos años de servicio” (Justino 17, 2’ 14)[21]. Curiosamente, Ptolomeo también arregló una paz con Antíoco, hijo de Seleuco, al que, recordemos, acababa de asesinar[22]. Sin duda los problemas internos que el rey seleucida padecía con la rebelión de Heraclea Póntica (aliada con Bizancio y Calcedonia y ayudada por Mitrídates de Ponto) y en Seleucia; y la pérdidas de territorios en la costa suroeste de Asia Menor, desde Caria a Cilicia, y de la isla de Samos, arrebatados por el rey de Egipto, lo obligaron a ello. Aunque no olvidara el asesinato de su padre y quisiera vengarlo, de momento no tenía una posición como para tomar la ofensiva contra Cerauno.

     Pero aún le quedaba a Ptolomeo un quebradero de cabeza por resolver. Encerrada en la fortificada ciudad de Casandrea[23] aún resistía Arsione, la viuda de Lisímaco y hermanastra del propio Ptolomeo, acompañada de sus dos hijos adolescentes: Lisímaco, de 16 años, y Filipo, de 13. Y mientras estos siguieran con vida suponían una amenaza a su reinado. Además, el nuevo rey necesitaba de un matrimonio Real que lo afianzara en su posición. Ptolomeo solicitó entonces audiencia con Arsione, asegurando que sentía amor por ella y pidiéndole matrimonio. Sin embargo, ella no se fiaba.  Acordaron que Ptolomeo, en presencia de Dion, un amigo de Arsione, juraría ante los dioses que le daría el título de reina, que deseaba compartir su reino con los dos hijos de su hermanastra, que no les causaría ningún mal y que no la deshonraría tomando otra esposa o adoptando otros hijos. La situación era difícil para Arsione. Por un lado, si aceptaba el matrimonio se arriesgaba a ser traicionada, pero si lo rechazaba se arriesgaba a la ira de Ptolomeo que siempre podría atacar la ciudad. Finalmente, y pese a las advertencias de Lisímaco, Arsione salió de la ciudad para casarse con Ptolomeo, que ante todo el ejército le colocó la diadema Real. Sin embargo, de regreso a Casandrea, una vez abiertas las puertas de la ciudad al rey, este ordenó la captura de la acrópolis y la muerte de los dos jóvenes. Sin poder dar siquiera sepultura a sus hijos, la reina fue arrastrada fuera de la ciudad, desde donde emprendió un largo periplo que la llevó finalmente a Egipto, donde contraería matrimonio con su otro hermano, Ptolomeo II[24]. Este episodio fue uno más en la larga lista de traiciones perpetradas por Cerauno y solo fue el primero de los crímenes de su reinado.


     Por su parte Antígono se vio obligado a retirarse a Beocia, donde aún contaba con aliados. A su regreso se encontró con que a su marcha varias ciudades del Peloponeso, aprovechando su partida y posterior derrota, habían tratado de rebelarse, enviándose embajadores entre ellos y formando ligas. Algunas ciudades, entre ellas las importantes Argos y Megalópolis, expulsaron a las guarniciones macedonias. Y en este contexto también surgió la Liga Aquea, cuando Dyme, Patras, Farae y Tritaea, en el oeste de Acaya, se sacudieron de la tutela de Antígono.

     Esparta tomó la iniciativa y eligió al rey Areo para la ofensiva. Pero aunque Justino nos dice que todos los Estados cercanos tomaron parte es más que improbable que enemigos acérrimos de Esparta como Argos y Megalópolis se unieran a esta y Atenas tampoco tomó parte. Areo quiso evitar el choque directo contra Antígono y bajo el pretexto de la ocupación por parte de los etolios (aliados de Antígono) de la llanura Cirrea, consagrada a Apolo, invadió el territorio de estos. Pese a la superioridad numérica y un buen inicio, Areo fue puesto en fuga. Y cuando los espartanos trataron de renovar la guerra ya casi ningún estado les dio apoyo “pensando que buscaban el dominio para ellos mismos y no la libertad para Grecia” (Justino 24, 1’ 7). El conflicto fue un duro golpe para Antígono y faltó poco para que lo perdiera todo. Sumaba a la derrota contra Cerauno la pérdida de muchas plazas en el Peloponeso, pero aún conservaba el dominio sobre Corinto, Atenas, las fortalezas del Ática y el importante puerto de El Pireo, la totalidad de la isla de Eubea, Beocia, Focia y la estratégica ciudad fundada por su padre, Demetrias, en la punta del golfo de Págasas.

     Por otro lado, al mismo tiempo que Ptolomeo Cerauno recibía la petición por parte de Pirro de Epiro de hombres para su expedición a Italia y a Antíoco le solicitaba dinero para la misma, a Antígono le reclamaba barcos para cruzar el Adriático. Sin embargo, Justino (que es el autor que nos da esta información) nada nos dice sobre si el hijo de Demetrio aceptó la petición, pero dada la reciente derrota naval y, como contrapunto, el detalle con el que se nos narra el acuerdo entre Cerauno y Pirro, todo nos indica que Antígono lo rechazó (al igual, seguramente, que Antíoco).


Grupo de galos cargando. Tan solo el que va
en cabeza, presumiblemente un noble, se
protege con una cota de malla. Portan escudos
ovales, espadas tipo La Tene II, con hojas
largas y rectas y uso tajante, y lanzas. Solo
unos pocos usan yelmo. En todos destaca
 el torque, collar en forma de herradura.
Llegan los gálatas. Muerte de Ptolomeo

     Mientras todos estos acontecimientos se sucedían en el corazón de Macedonia, una amenaza se cernía desde el norte. Una enorme migración bárbara se dirigía hacía el sur en busca de botín y nuevas tierras donde asentarse. Eran los galos.

     En el 280 a.C., el líder Cambaules había incursionado hasta la frontera de Tracia, pero se retiró en cuanto se vio amenazado. Aquello no dejó de ser un leve tanteo, pero el enorme botín obtenido animó a otros jefes tribales. Percibiendo lo que se avecinaba, el rey de los dárdanos, envió una embajada a Cerauno ofreciendo el apoyo de 20.000 hombres armados, oferta que el macedonio rechazó argumentando que “los macedonios estaban en una condición triste si, después de haber sometido a todo el este sin ayuda, ahora requerían ayuda de los dárdanos para defender su país; y que tenía para soldados a los hijos de aquellos que habían servido bajo el mando de Alejandro el Grande, que había salido victorioso en todo el mundo” (Justino 24, 4’ 9-10).

     En 279 a.C. se formaron tres grandes ejércitos galos para invadir el sur de los Balcanes. Ceretrio se dirigió contra tracios y tribalos; Brenno y Acicorio invadieron Peonia; y Bolgio avanzó contra ilirios y macedonios.

     Bolgio ofreció la paz a Ptolomeo a cambio del pago de una suma de dinero, algo que el vanidoso rey rechazó a la vez que amenazaba a los galos diciendo que él solo les ofrecería la paz a los invasores si dejaban a sus jefes como rehenes y entregaban las armas. La guerra era ya inevitable.

     Los oficiales macedonios aconsejaron a Ptolomeo esperar a reunir más tropas, pero este de forma inconsciente y arrogante se negó y salió en busca de la batalla. El resultado fue una aplastante derrota de Cerauno que además fue capturado vivo “después de que el elefante en el que viajaba resultara herido y lo tirara” (Memnón 8, 8). El rey fue decapitado y su cabeza clavada en una lanza para ser expuesta a todo su ejército que, aterrorizado y sin moral, huyó, dejando toda Macedonia expuesta al saqueo.

     La reciente estabilidad que había adquirido macedonia moría con Ptolomeo tras un reinado de tan sólo un año y cinco meses[25].

     La amenaza gala requería una rápida respuesta y el ejército eligió rey a Meleagro, un pariente de Ptolomeo[26], pero debido a su incompetencia fue apartado tan solo dos meses después, al igual que su sucesor, Antípatro Etesias, sobrino de Casando. Entre tanto, Peonia se perdió y lel tirano Apolodoro se hizo con el control de la ciudad de Casandrea, haciéndola virtualmente independiente. Un tal Sóstenes, quizás un antiguo general de Lisímaco, se puso al frente del ejército (aunque se negó a ser elegido rey) y logró algunas victorias contra los galos. Sin embargo murió dos años después sin que las circunstancias estén demasiado claras.

     Mientras los campos macedonios eran saqueados a placer por lo galos de Bolgio, los griegos plantearon una férrea resistencia en las Termópilas ante el avance de Brenno y Acicorio, que, sin embargo, fue rebasada nuevamente (tal y como ocurriera en 480 a.C. durante las Guerras Médicas) gracias a la traición de los lugareños. No obstante, cuando Brenno pretendía hacerse con los tesoros de Delfos fue primero rechazado y luego aniquilado en su retirada. Grecia quedaba a salvo.


Tetradracma de Antígono II Gonatas. En un lado aparece
el rostro de Pan, semidios de pastores y rebaños; al otro
Atenea de pie, lanzando un rayo y sosteniendo un escudo
decorado con la cabeza de una gorgona y flanqueada por
la leyenda "Antígonos Basileos". 
La hora de Antígono

    Pese a la dura derrota en Delfos del contingente mandado por Brenno, los galos seguían teniendo fuerza suficiente para seguir causando estragos en la zona. En el 278 a.C. armaron un ejército de 15.000 infantes y 3.000 jinetes y derrotaron a getas y tribalos y amenazaban con invadir nuevamente Macedonia. Antígono Gonatas, que en aquel momento estaba en la zona del Quersoneso Tracio debido a la reciente guerra que había mantenido con Antíoco reclamando los antiguos territorios asiáticos de Lisímaco[27], recibió embajadores galos que le ofrecían la paz si la pagaba. Antígono, tratando de intimidarlos los invitó a un banquete donde los “entretuvo con una suntuosa exhibición de lujos” (Justino 25, 1), mostrando también a sus elefantes y su flota. Sin embargo, lejos de amedrentarse, impresionados con la cantidad de oro y plata, los embajadores galos regresaron a su campamento aún más dispuestos para la guerra.

     Los galos, envalentonados por las exageradas descripciones de riqueza de sus embajadores y por el recuerdo de su aplastante victoria sobre Ptolomeo Ceraunos, atacaron el campamento macedonio arropándose en la noche. Sin embargo, Antígono se había adelantado y había ordenado a sus soldados que se retiraran con todo su equipaje y se ocultaran sin hacer ruido en un bosque cercano. Los galos encontraron el campamento desierto, sin soldados ni centinelas, y aunque temían una estratagema decidieron tomar posesión del mismo y llevarse cuanto encontraron. Luego se dirigieron a la costa, donde se encontraban las naves varadas y listas para ser saqueadas. Pero de repente, fueron sorprendidos por el ataque conjunto de los marineros y parte del ejército que se había desplazado hasta allí. Antígono los masacró y su victoria fue tan deslumbrante que no solo consiguió la paz con los galos sino también con las naciones bárbaras vecinas.

     Esta victoria le dio un enorme prestigio ante los macedonios, que habían perdido a su líder, Sostenes hacía poco tiempo. Sin embargo, aún tuvo que derrotar a un tal Arrideo, a Ptolomeo hijo de Lisímaco y a Antípatro Etesias que, tras ser destronado, aún mantenía seguidores en alguna parte de Macedonia.


     Para derrotar a este último, Antígono contrató mercenarios galos bajo el liderato de Ciderio. Polieno (4, 6’ 17) nos cuenta los problemas que tuvo luego para pagarles debido a la pillería de los galos. Antígono les había prometido una moneda macedonia de oro a cada uno, entregando como garantía de pago a varios rehenes, hombres y niños, de familias nobles. Tras la victoria sobre Antípatro los galos exigieron el pago a todos los que asistieron al ejército, incluidos mujeres y niños, en lugar de solo a los que portaban armas, como indicaba la lógica. La suma pasaba así de 30 a 100 talentos de oro, cifra nada despreciable. En un principio Antígono se negó, pero ante el miedo a una revuelta, instó a que unos emisarios fueran a su campamento para recoger el pago. Una vez allí, Antígono los tomó prisioneros e informó a los galos de que no los entregaría hasta que los rehenes macedonios fueran liberados. Los galos, ansiosos por la seguridad de sus jefes accedieron a entregarlos, recibiendo a cambio a sus propios jefes y 30 talentos.

     Antípatro Etesias pudo escapar a Egipto, donde Ptolomeo II Filadelfo lo acogió, sin duda, con pretensiones de poder usarlo en el futuro contra Antígono.

     Pero aún quedaba un asunto por resolver. Tras el exilio de Arsione, Ptolomeo Cerauno había asignado el gobierno de la importante ciudad de Casandrea a su madre, Eurídice, pero después, quizás tras la muerte de Cerauno, había quedado bajo la tiranía de Apolodoro, que gobernaba de forma totalmente independiente de Macedonia y se había aliado a Antíoco. Antígono se propuso restablecer la soberanía macedonia sobre la ciudad. Tras 10 meses de infructuoso asedio, Antígono contrató al pirata focio Ameinias, quien forzó la entrada a la ciudad con una treta y la capturó.

     Y así, a mediados de 276 a.C. Antígono se hizo al fin con el dominio de Macedonia. La guerra civil y la invasión bárbara habían reducido su poder e influencia en comparación con los reinos rivales y ahora necesitaba un gobernante fuerte que la dotara de un periodo de paz. La mayor parte de los galos que habían sembrado el terror en Macedonia habían saltado a Asía, llamados por el rey de Bitinia para su guerra contra Antíoco y el resto se habían asentado en Tracia, fundando el reino de Tilis. Y aunque las intrigas por el poder no terminarían nunca ya no había a la vista pretendientes lo suficientemente importantes como para hacer sombra a Antígono Gonatas.

     Pero en 275 a.C. Pirro volvía de Italia. Y, como hemos visto, el rey epirota siempre había tenido puesto un ojo en Macedonia…


Conclusiones

     El debilitamiento sufrido por Macedonia en este periodo se hace patente al analizar su limitada presencia política en el ámbito del Mediterráneo Oriental en las siguientes décadas. El reino que construyeran Filipo y Alejandro había desaparecido y la incapacidad de poner en cintura a las recién creadas Ligas Etolia y Aquea o someter de nuevo a tracios, ilirios y peonios es muestra de ello.

     Evidentemente esta decadencia política vino a consecuencia de un debilitamiento del ejército. Algunos autores, como Bosworth, lo han achacado al continuo reclutamiento de jóvenes y la emigración a los reinos helenísticos de oriente. Otros, entre los que citaremos a Billows, rechazando la anterior teoría, lo atribuyen a la invasión gálata y su impacto sobre el total de la población, mujeres y niños incluidos, y a la capacidad agrícola del país. Sin embargo, aunque importante, el impacto fue relativo debido a la brevedad de la invasión y a la dificultad de los ejércitos antiguos para afectar seriamente a la agricultura en sus devastaciones.

Friso pintado sobre la llamada Tumba II en el gran túmulo de Vergina (Egas), donde descansan los restos de los
reyes de la dinastía argéada de Macedonia. 
     Echando un ojo a los números vemos como Alejandro emprendió la invasión de Asia con 32.000 infantes y 5.100 jinetes, mientras que en 222 a.C. Antígono III Dosón luchó en Selasia con 28.000 infantes y 1.200 jinetes. Unas cifras similares y elocuentes teniendo en cuenta que la empresa del segundo era infinitamente menos ambiciosa. Si es cierto que el número de caballería desciende considerablemente, achacable en parte a la emigración o la invasión gala, pero también a la ausencia de un líder realmente carismático y fuerte capaz de dominar a las élites y alinearlas en su bando para un objetivo común. Por otro lado las continuas guerras civiles e intrigas por el poder acabarían con la vida de muchos nobles y obligaría a otros tantos (los que apoyaran al bando perdedor) al exilio.

     El prestigio Real sufrió enormemente en este periodo, con un continuo trasiego de reyes y dinastías, sin que ninguno se pudiera asentar para dar estabilidad al país. El pueblo no era indolente a estas circunstancias: no se sentía protegido por los reyes y veía las luchas por el poder como algo ajeno a sus intereses y que cada guerra tan solo era la consecuencia de los egos y las ambiciones personales de cada nuevo aspirante a rey, que por otra parte, tenían que hacer malabares políticos para tratar de justificar su derecho al trono, teniendo, por otro lado, que ganárselo por la lanza, como líderes en la guerra. Y estas guerras ya no se libraban en el extranjero como en tiempos de Filipo II, sino en el propio suelo macedonio, lo que acrecentaba ese sentimiento de desapego hacia los reyes.


Por Alejandro Ronda


BIBLIOGRAFIA

Fuentes antiguas (en orden de importancia):
-Plutarco de Queronea; Vidas paralelas, Demetrio.
-Plutarco de Queronea; Vidas paralelas, Pirro.
-Memnón; Historia de Heraclea.
-Pausanias; Descripción de Grecia.
-Diodoro Sículo; Biblioteca histórica.
-Justino; Epítome de Pompeyo Trogo.
-Polieno; Estratagemas.
-Polibio de Megalópolis; Historias.
-Apiano; Las guerras sirias.
-Tito Livio; Historia de Roma.
-Cornelio Nepote; Sobre los hombres ilustres.
-Estrabón; Geografía.
-Eusebio; Crónica.
-Luciano de Samosata; Los longevos.
-Plutarco de Queronea; Moralia.
-Diógenes Laercio; Vidas de filósofos eminentes, Menedemo.
-San Jerónimo; Tablas cronológicas.
-Arato de Soli; Vidas de los poetas helenísticos.

Fuentes modernas:
-Shipley Graham; El mundo griego después de Alejandro, 323-30 a.C.
-Anna Myslowska; Tiempos convulsos, de la muerte de Alejandro a Curupedio.
-José Pascual González; La legitimación de los sucesores.
-Alberto Pérez; El agotamiento de Macedonia.
-Adolfo J. Domínguez Monedero; Pirro, rey de Macedonia.
-Federico Russo; Una juventud azarosa (318-281 a.C.)
-Francisco García Alonso; Brenno y el ataque a Delfos del 279 a.C.






[1] Actual río Vardar. Pella, la capital, y Egas, centro religioso, quedaban al Oeste del río.
[2] Fueron anexionadas a Macedonia por Filipo II. Parauea concedida como dote por el rey Aribbas por el casamiento de su sobrina Polixena (futura Olimpia) con el rey macedonio; y Tymphaea cuando Filipo invadió Epiro para deponer al propio Aribbas.
[3] Según Pausanias 1, 9’ 6 antes había estado en guerra contra los odrisios, pueblo tracio que quedaba dentro del territorio que, en teoría, le pertenecía, con lo que quizás se hubieran rebelado.
[4] Estrabón 9, 436.
[5] Justino XVI, 1’ 1-19.
[6] Diodoro 21, 12; Plutarco Demetrio, 39’ 6-7; y Pausanias 1, 9’ 6, donde podemos leer que Lisímaco tuvo que devolver el territorio conquistado más allá del Ister (Danubio) para ser liberado, hecho que apoya Diodoro, aunque sin tantos detalles.
[7] Eusebio Crónica p.235-237.
[8] Usaba “una doble diadema y una túnica púrpura entretejida con oro, sino que también tenía sus zapatos hechos de tela dorada, con suelas de color púrpura fino. Llevaba mucho tiempo tejiendo una túnica para él, de la más suntuosa magnificencia. La figura del mundo y todos los cuerpos celestes debían ser representados en él; pero quedó sin terminar debido a su cambio de fortuna. Tampoco ninguno de sus sucesores presumió usarlo, aunque Macedonia tenía muchos reyes pomposos después de él.” (Plutarco Demetrio, 41’ 6).
[9] En Plutarco, Pirro, 9’ 1 encontramos la identidad de estas esposas: una hija de Autoleon, rey de los peonios; y Bircenna, hija de Bardylis, rey de los ilirios. Anteriormente estuvo casado con Antígona, hija de Berenice I de Egipto y su primer marido, Filipo.
[10] Plutarco Pirro, 10’ 5.
[11] Esta información solo la encontramos, y de forma muy breve, en Pausanias 1, 10’ 2. En cambio en Plutarco Demetrio, 44’ 4-6 Demetrio aún estaba en marcha hacia Tracia cuando se entera de la incursión de Pirro en Macedonia.
[12] El sombrero típico macedonio.
[13] Las fuentes callan sobre donde se estableció la frontera entre ambos, pero quizás fuera nuevamente el río Axio.
[14] Pausanias 1, 10’ 2: “Cuando Demetrio se sometió a Seleuco, la amistad entre Lisímaco y Pirro se rompió, y cuando estalló la guerra, Lisimaco luchó contra Antigono, hijo de Demetrio y contra el propio Pirro.”
[15] Lisímaco eliminó la tiranía que en ella había y reinstauró la democracia, para luego regalarle la ciudad a su nueva esposa Arsione.
[16] Memnón Historia de Heraclea, 5’ 7.
[17] Este era el símbolo Real, lo cual, en la práctica, significaba que se proclamaba rey.
[18] Memnón en su Historia de Heraclea no aclara esto, pero es deducible al narrarnos más tarde que Ptolomeo cuenta con el apoyo de la flota de Lisímaco.
[19] Puesto que este dato nos llega de Historia de Heraclea de Memnón cabe la posibilidad de que solo se trate de propaganda y adulación.
[20] Según Justino (Epítome de las Filípicas de Pompeyo Trogo 17, 2’ 13-14) Ptolomeo, para sellar la alianza, dio en matrimonio a su hija a Pirro. Sin embargo, ningún otro autor nombra a ninguna otra esposa del rey epirota que no fuera Antígona, hija de Berenice I de Egipto; una de las hijas del rey de los peonios, Audoleón; Bircenna, hija del rey ilirio Bardilis I; y Lanassa, hija de Agatocles de Siracusa.
[21] Creemos que la cifra de jinetes y elefantes es exagerada y, desde luego no se corresponden con las cifras de hombres con las que Pirro opera en Italia. Quizás, 400 jinetes y 20 elefantes sea más acorde a la realidad. De todos modos, sea cual fuera la cifra de soldados prestados, lo importante es el hecho de que ambos reyes sellaran la alianza.
[22] Justino 24, 1’ 8.
[23] Fundada por Casandro en el año 316/5 a.C. en el lugar donde se había situado Potidea, hasta que fuera arrasada por Filipo II.
[24] Para ello conspiró contra la anterior esposa de Ptolomeo, también llamada Arsione.
[25] Eusebio: Crónica, 241

[26] Su hermano según Eusebio Crónicas, 235.
[27] Para Tarn (Ag. 165) fue llamado por los griegos. De la guerra entre Antígono y Antíoco poco se sabe, tan solo Memnón (Historia de Heraclea, 10) hace referencia a ella y de forma bastante ambigua: “grandes fuerzas se alinearon a ambos lados, y la guerra duró mucho tiempo.” No nos ha llegado noticia alguna de batallas o conquista de territorios, por lo que seguramente el conflicto no trascendiera más allá de pequeñas escaramuzas o el tanteo de tomar alguna plaza. O quizás, con más probabilidad, desde partes ocupadas en Tracia Antígono tan solo prestara apoyo a Nicomedes de Bitinia (que había aprovechado el momento de caos surgido con la muerte de Seleuco para entrar en guerra contra su sucesor) y reclamara derechos en los antiguos territorios de Lisímaco en Asia Menor. A pesar de las palabras de Memnón, no parece que el conflicto se alargara mucho en el tiempo. La paz entre Antíoco y Antígono llegaría en el 278 a.C., sellada mediante el matrimonio de Antígono con Fila, medio-hermana de Antíoco y sobrina del propio Antígono, renunciando Antíoco al trono de Macedonia a cambio de que Antígono hiciera lo propio con los dominios asiáticos de Lisímaco.

7 comentarios:

  1. Bueno aunque no trate a profundidad el bajon de calidad de los ejercitos macedonios,este articulo muestra claramente el caos que se vivio despues del grande una tragedia para el mundo heleno.saludos

    pdt: gran articulo

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    1. Recogemos el guante, próximamente un artículo sobre el ejército macedonio.
      Gracias por el comentario, Dantesss123.
      Saludos!

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  2. Muchas gracias, este artículo relata de gran manera la era de los epigonos, los hijos de los diadocos.pero el periodo de los diadocos es igual de interesante, ojalá algún día te animes a hacer un trabajo igual de ameno y brillante como este sobre los diadocos.

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    1. Gracias a ti por el comentario, nos alegra que te haya gustado.
      Tenemos en cuenta tu propuesta, entre los diadocos hay personajes de gran interés y en su periodo batallas realmente épicas que merecen varios artículos.
      Un saludo!

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    2. Así es, de hecho cuando me hablaron de Juego de Tronos, declarando que es una serie extraordinaria realistica (de excepto zombies y dragones), no le di importancia porque había leido la historia de alianzas, ambiciones y traiciones de las guerras de los 4 guerras de los diadocos. Solamente los romanos podían venir a ponerle más sabor con sus historias al mundo varios siglos despues

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    3. Una vez más, la realidad supera (con creces) a la ficción.

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  3. Muchas gracias por tu comentario, Tchazzar.
    La Macedonia del S. III a.C. es un claro ejemplo del daño social, político y económico que produce una "guerra entre hermanos".
    Un saludo!

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