Ofrecemos la tercera y última parte de la aventura bélica de Pirro de Epiro en Italia. En esta ocasión, en un llamativo giro de 180 grados, Pirro se embarcará en una curiosa (por lo inesperada) guerra contra Cartago por el dominio de la isla de Sicilia, al tiempo que deja a sus aliados continentales (griegos e itálicos) a merced de Roma. Ciudad que no desaprovecha la oportunidad para retomar la ofensiva, y obligar a Pirro a un nuevo y rotundo cambio de dirección. Este es el cierre de dicha historia, mas no de las aventuras del inquieto rey epirota.
Busto de Pirro de Epiro. |
Introducción.
Como se dijo en el artículo anterior, Pirro lamenta la aparición al mismo tiempo de dos empresas tan importantes. Esto es, la muerte del rey de Macedonia en manos de los galos (y el consecuente caos en el reino) que prácticamente le entregaba el reino de Macedonia; y el desesperado pedido de ayuda de los griegos de Sicilia, a punto de ser engullidos por los cartagineses.
¿Qué llevo al rey del Epiro a decantarse por una de ellas? O mejor, ¿Qué motivó a Pirro a dejar la difícil guerra que llevaba con Roma para emprender otra no menor contra Cartago, a la vez que abandonaba a su suerte a sus aliados? La decisión de Pirro de cruzar a la isla de Sicilia, cuando aún no había derrotado a Roma, es probablemente uno de los temas más interesantes, a la vez que complejos de entender, de toda la historia de la antigüedad.
Habíamos aducido que una probable razón estaba en la aparente inactividad que tanto Roma como Pirro habían demostrado buena parte del año 278 a.C. luego de la batalla de Aúsculum. Aunque precaria, una “paz de hecho”. Un alto el fuego no pactado entre ambos contendientes, que pudo haber instado a Pirro a emprender esta nueva campaña bajo la idea de que Roma se mantendría en sus reales todo el tiempo que dure esta nueva aventura. Pero como pronto veremos, nada más lejos de la realidad.
Debemos barajar otras hipótesis. Porque es probable que el asedio al que estaba siendo sometida Siracusa, revestía con carácter de urgente toda idea de intervención en ayuda de los griegos de Sicilia. Isla que mas pronto que tarde caería en manos de los cartagineses, si no se hacía algo al respecto.
Evidentemente Pirro entendía que esa era “la oportunidad”. Que dejarla pasar era más riesgoso que intentar la hazaña aún con la guerra contra Roma en un estado indefinido. Suponemos que, con la caída de Siracusa en manos de los cartagineses, los “sueños de conquista”, que incluían África (Libye) de Pirro se verían en serio riesgo.
Por otra parte, los epirotas aún se mantendrían en la “zona de guerra”. Y con adecuadas guarniciones, se podría controlar los territorios próximos a Tarento. Y una vez concluida (seguramente con victoria) la guerra con los cartagineses, Pirro volvería a Italia para concluir la guerra con los romanos. Al menos este era el plan.
El fallo es que los aliados itálicos de Pirro prácticamente quedaban a su suerte. Las fuerzas que dejó Pirro en el continente, apenas alcanzaban para proteger a Tarento, Locri y poco más [1].
Poco importó al rey epirota. La decisión estaba tomada. Y enviando como adelantado a Cineas, reunió su ejército para la expedición. Partió entonces de Tarento, y embarcó en Locri sus fuerzas (infantes, jinetes y elefantes) y zarpó con aproximadamente 60 buques hacia Sicilia con un ejército que, estimamos, rondaría entre los 10-12mil infantes y alrededor de mil doscientos jinetes (probablemente menos), que incluía un número de elefantes, no mayor a 19 (ver cuadro: El ejército de Pirro en Sicilia).
Por supuesto que los tarentinos mantuvieron sus tropas en su país, Pirro las contuvo dejándolas bajo el mando de Milo. Su hijo Alejandro quedaría protegiendo Locri con alguna fuerza no magnificada, pero importante. Por último, sus aliados itálicos, se mantendrían en sus países con sus respectivos ejércitos.
Iniciaba Pirro su “experiencia Siciliana”.
Como se dijo en el artículo anterior, Pirro lamenta la aparición al mismo tiempo de dos empresas tan importantes. Esto es, la muerte del rey de Macedonia en manos de los galos (y el consecuente caos en el reino) que prácticamente le entregaba el reino de Macedonia; y el desesperado pedido de ayuda de los griegos de Sicilia, a punto de ser engullidos por los cartagineses.
¿Qué llevo al rey del Epiro a decantarse por una de ellas? O mejor, ¿Qué motivó a Pirro a dejar la difícil guerra que llevaba con Roma para emprender otra no menor contra Cartago, a la vez que abandonaba a su suerte a sus aliados? La decisión de Pirro de cruzar a la isla de Sicilia, cuando aún no había derrotado a Roma, es probablemente uno de los temas más interesantes, a la vez que complejos de entender, de toda la historia de la antigüedad.
Habíamos aducido que una probable razón estaba en la aparente inactividad que tanto Roma como Pirro habían demostrado buena parte del año 278 a.C. luego de la batalla de Aúsculum. Aunque precaria, una “paz de hecho”. Un alto el fuego no pactado entre ambos contendientes, que pudo haber instado a Pirro a emprender esta nueva campaña bajo la idea de que Roma se mantendría en sus reales todo el tiempo que dure esta nueva aventura. Pero como pronto veremos, nada más lejos de la realidad.
Debemos barajar otras hipótesis. Porque es probable que el asedio al que estaba siendo sometida Siracusa, revestía con carácter de urgente toda idea de intervención en ayuda de los griegos de Sicilia. Isla que mas pronto que tarde caería en manos de los cartagineses, si no se hacía algo al respecto.
Evidentemente Pirro entendía que esa era “la oportunidad”. Que dejarla pasar era más riesgoso que intentar la hazaña aún con la guerra contra Roma en un estado indefinido. Suponemos que, con la caída de Siracusa en manos de los cartagineses, los “sueños de conquista”, que incluían África (Libye) de Pirro se verían en serio riesgo.
Por otra parte, los epirotas aún se mantendrían en la “zona de guerra”. Y con adecuadas guarniciones, se podría controlar los territorios próximos a Tarento. Y una vez concluida (seguramente con victoria) la guerra con los cartagineses, Pirro volvería a Italia para concluir la guerra con los romanos. Al menos este era el plan.
El fallo es que los aliados itálicos de Pirro prácticamente quedaban a su suerte. Las fuerzas que dejó Pirro en el continente, apenas alcanzaban para proteger a Tarento, Locri y poco más [1].
Poco importó al rey epirota. La decisión estaba tomada. Y enviando como adelantado a Cineas, reunió su ejército para la expedición. Partió entonces de Tarento, y embarcó en Locri sus fuerzas (infantes, jinetes y elefantes) y zarpó con aproximadamente 60 buques hacia Sicilia con un ejército que, estimamos, rondaría entre los 10-12mil infantes y alrededor de mil doscientos jinetes (probablemente menos), que incluía un número de elefantes, no mayor a 19 (ver cuadro: El ejército de Pirro en Sicilia).
Por supuesto que los tarentinos mantuvieron sus tropas en su país, Pirro las contuvo dejándolas bajo el mando de Milo. Su hijo Alejandro quedaría protegiendo Locri con alguna fuerza no magnificada, pero importante. Por último, sus aliados itálicos, se mantendrían en sus países con sus respectivos ejércitos.
Iniciaba Pirro su “experiencia Siciliana”.
Mapa de situación para los años 278 a 275 a.C. Para las campañas en Sicilia, ver mapa correspondiente. |
La “paz” del año 278 a.C.
La partida de Pirro hacia Sicilia se da, entonces, bajo condiciones un tanto particulares. Cuando no, bastante controvertidas. La batalla de Ásculo no se había definido incontrastablemente para ninguno de los dos contendientes (Pirro y los romanos), y aunque ambos tenían derecho a reclamar la victoria, si algo quedó claro tras la batalla, esto era la enorme capacidad romana para sobreponerse a los golpes, y devolverlos más fuerte. Lo cierto es que durante el año 278 a.C. el rey epirota no parece querer arriesgarse a otro enfrentamiento contra Roma. Y Loba tampoco muestra intensiones de retomar la ofensiva contra Pirro. O al menos eso es lo que parece, veamos:
En Roma asumían sus cargos los dos nuevos cónsules: Cayo Fabricio Luscino y Quinto Emilio Papo, quienes casualmente habían sido los cónsules del año 282 a.C. Aquel año (282 a.C.) Emilio Papo se había encargado de aplastar a Etruscos y Boyos, mientras que a Fabricio Luscino se ocupaba (y derrotaba) a Lucanos y Brucios (ver trabajo Roma Potencia).
No se menciona donde fueron remitidos los cónsules, pero el “triunfo” celebrado por Fabricio contra “Lucanos, Brutios, y Tarentinos” que aparece en los Fasti Triunphalis [2] para el año 278 a.C., revela que, como era de esperar, el teatro de operaciones para al menos un cónsul (Fabricio) volvió a ser el sur de Italia. Específicamente: Lucania.
¿Qué fue del otro cónsul? Los Fasti nos obligan a descartar una operación en conjunto entre ambos cónsules, pero no creemos equivocarnos si colocamos a Papo también en el sur de Italia. Probablemente en el Samnio (¿Maleventum?). Sitios, ambos (Lucania y Samnio), completamente lógicos teniendo en cuento los importantísimos sucesos del año anterior: casi todos los pueblos del sur de Italia, incluidos los Samnitas, levantados en armas contra Roma. Así es, entonces, como Lucania y Samnio se convierten en los dos teatros de operaciones para los próximos años.
Decíamos que las fuentes no registran ninguna acción o enfrentamiento con Pirro. Al menos no de envergadura [3] ¿Cómo se interpreta entonces la celebración de un triunfo por parte de uno de los cónsules? Dicho evento podría contradecir nuestra idea de “paz precaria o de hecho” entre Pirro y Roma. Sin embargo, creemos que de haber ocurrido algún hecho significativo entre Pirro y los romanos, este sería con seguridad registrado por las fuentes antiguas.
Descartamos de plano un error de los Fasti. Las acciones sugeridas para el 278 a.C. aparecen confirmadas por los textos conmemorativos del Foro de Augusto (conocidos como Elogia) [4]. Donde se menciona a Fabricio triunfante y “por segunda vez” contra Lucanos y Brutios (en este caso se omite a los tarentinos). No hay dudas, entonces, que nos enfrentamos a un hecho nuevo. Entonces, no fue más que poner un pie en la isla de Sicilia (Pirro), para que los romanos retomen la ofensiva.
Por otra parte, la omisión de los tarentinos en los Elogia, y la total falta de mención de Pirro en ambos registros (los Fasti y los Elogia), ayuda a sostener esta idea de supuesta inacción tanto de Roma como de Pirro (y Tarento), durante la primera parte del año.
Al menos hasta que Pirro deja Italia para iniciar su aventura siciliana, los romanos se mantuvieron en sus reales. Por lo que las acciones de Fabricio, en ausencia de Pirro, solo estuvieron dirigidas contra sus aliados itálicos. Y la impunidad con la que fueron llevadas a cabo, solo se explica con Pirro fuera de Italia. De lo contrario, creemos que este hubiera intervenido.
Dichas acciones, podríamos encuadrarlas como de “raid de saqueo (se obtuvo gran botín), destrucción y castigo”; más que de ofensiva con objetivos militares concretos. Tal como el registro de los Elogia parece indicar, cuando se informa del botín obtenido por Fabricio y que fue depositado en el erario público en una cantidad desconocida de sestercios, a la vez que no se puede deducir ningún logro estratégico en dichas acciones.
Además, mientras se desarrollaba estas acciones, Fabricio recibía una embajada de los Samnitas [5] y otra de Heraclea [6]. Se dice que de los primeros rechaza un soborno, mientras que con los segundos firma un tratado. Si bien no es posible confirmar a ciencia cierta en cuál de los dos consulados de Fabricio se llevan a cabo tales hechos, la tendencia es a creer que durante el segundo. En definitiva, para Roma la guerra continuaba y actuaba en consecuencia.
La partida de Pirro hacia Sicilia se da, entonces, bajo condiciones un tanto particulares. Cuando no, bastante controvertidas. La batalla de Ásculo no se había definido incontrastablemente para ninguno de los dos contendientes (Pirro y los romanos), y aunque ambos tenían derecho a reclamar la victoria, si algo quedó claro tras la batalla, esto era la enorme capacidad romana para sobreponerse a los golpes, y devolverlos más fuerte. Lo cierto es que durante el año 278 a.C. el rey epirota no parece querer arriesgarse a otro enfrentamiento contra Roma. Y Loba tampoco muestra intensiones de retomar la ofensiva contra Pirro. O al menos eso es lo que parece, veamos:
En Roma asumían sus cargos los dos nuevos cónsules: Cayo Fabricio Luscino y Quinto Emilio Papo, quienes casualmente habían sido los cónsules del año 282 a.C. Aquel año (282 a.C.) Emilio Papo se había encargado de aplastar a Etruscos y Boyos, mientras que a Fabricio Luscino se ocupaba (y derrotaba) a Lucanos y Brucios (ver trabajo Roma Potencia).
No se menciona donde fueron remitidos los cónsules, pero el “triunfo” celebrado por Fabricio contra “Lucanos, Brutios, y Tarentinos” que aparece en los Fasti Triunphalis [2] para el año 278 a.C., revela que, como era de esperar, el teatro de operaciones para al menos un cónsul (Fabricio) volvió a ser el sur de Italia. Específicamente: Lucania.
¿Qué fue del otro cónsul? Los Fasti nos obligan a descartar una operación en conjunto entre ambos cónsules, pero no creemos equivocarnos si colocamos a Papo también en el sur de Italia. Probablemente en el Samnio (¿Maleventum?). Sitios, ambos (Lucania y Samnio), completamente lógicos teniendo en cuento los importantísimos sucesos del año anterior: casi todos los pueblos del sur de Italia, incluidos los Samnitas, levantados en armas contra Roma. Así es, entonces, como Lucania y Samnio se convierten en los dos teatros de operaciones para los próximos años.
Decíamos que las fuentes no registran ninguna acción o enfrentamiento con Pirro. Al menos no de envergadura [3] ¿Cómo se interpreta entonces la celebración de un triunfo por parte de uno de los cónsules? Dicho evento podría contradecir nuestra idea de “paz precaria o de hecho” entre Pirro y Roma. Sin embargo, creemos que de haber ocurrido algún hecho significativo entre Pirro y los romanos, este sería con seguridad registrado por las fuentes antiguas.
Descartamos de plano un error de los Fasti. Las acciones sugeridas para el 278 a.C. aparecen confirmadas por los textos conmemorativos del Foro de Augusto (conocidos como Elogia) [4]. Donde se menciona a Fabricio triunfante y “por segunda vez” contra Lucanos y Brutios (en este caso se omite a los tarentinos). No hay dudas, entonces, que nos enfrentamos a un hecho nuevo. Entonces, no fue más que poner un pie en la isla de Sicilia (Pirro), para que los romanos retomen la ofensiva.
Por otra parte, la omisión de los tarentinos en los Elogia, y la total falta de mención de Pirro en ambos registros (los Fasti y los Elogia), ayuda a sostener esta idea de supuesta inacción tanto de Roma como de Pirro (y Tarento), durante la primera parte del año.
Al menos hasta que Pirro deja Italia para iniciar su aventura siciliana, los romanos se mantuvieron en sus reales. Por lo que las acciones de Fabricio, en ausencia de Pirro, solo estuvieron dirigidas contra sus aliados itálicos. Y la impunidad con la que fueron llevadas a cabo, solo se explica con Pirro fuera de Italia. De lo contrario, creemos que este hubiera intervenido.
Dichas acciones, podríamos encuadrarlas como de “raid de saqueo (se obtuvo gran botín), destrucción y castigo”; más que de ofensiva con objetivos militares concretos. Tal como el registro de los Elogia parece indicar, cuando se informa del botín obtenido por Fabricio y que fue depositado en el erario público en una cantidad desconocida de sestercios, a la vez que no se puede deducir ningún logro estratégico en dichas acciones.
Además, mientras se desarrollaba estas acciones, Fabricio recibía una embajada de los Samnitas [5] y otra de Heraclea [6]. Se dice que de los primeros rechaza un soborno, mientras que con los segundos firma un tratado. Si bien no es posible confirmar a ciencia cierta en cuál de los dos consulados de Fabricio se llevan a cabo tales hechos, la tendencia es a creer que durante el segundo. En definitiva, para Roma la guerra continuaba y actuaba en consecuencia.
La campaña de Sicilia.
Los eventos ocurridos en Italia, en ausencia de Pirro, dejan en evidencia al rey epirota. En tanto que hace incompresible su decisión de pasar a Sicilia sin haber al menos anulado la capacidad ofensiva de Roma, al tiempo que deja a sus necesarios aliados a la merced de los ejércitos romanos. La aventura siciliana, comenzaba a costarle caro a Pirro. Sin embargo, esto no parece preocuparle demasiado. Al menos por el momento.
Como informamos, Pirro partiría de Tarento [7] hacia Locri seguramente al finalizar la “campaña de verano” del año 278 a.C. Allí embarcaría a su ejército con dirección a Sicilia. La primera escala sería en Tauroménion (actual Taormina). Donde sería bien recibido por Tyndarion, tirano de la ciudad, quien se ofrece en alianza entregando la ciudad y su ejército (no magnificado). De allí navegaría a Katane (actual Catania), para “saltar” hacia Siracusa luego de comprobar que los Cartagineses había enviado la mayor parte de su armada en algunas misiones de guerra, cuestión que los dejaba con apenas 30 buques para hacer frente a los 60 de Pirro (si es que no había sumado alguno más de Tauromenion y Katane).
En esas condiciones, los cartagineses se apartaron y Pirro pudo desembargar en Siracusa sin oposición y, según Diodoro Sículo, “aceptó la entrega de la isla (la fortaleza de Ortigia) de parte de Thoenon (Toinón), y el resto de la ciudad de los ciudadanos y de Sosistratus”.
Mientras esperaba el comienzo de la nueva campaña de verano (año 277 a.C.), Pirro era declarado “Rey” (Basileus) de Sicilia [8], sumaba el ejército de Siracusa a sus fuerzas expedicionarias (10mil infantes), y además recibía los enviados de Leontinos (con 4mil infantes y 500 jinete) y otras ciudades griegas (que suponemos hicieron su aporte a la campaña).
Probablemente antes de comenzar el verano, Pirro ya pudo hacerse de Acragas y de las tropas que Sosístrato tenía allí acantonadas (8mil infantes y 800 jinetes). Se informa que, de camino a dicha ciudad, los griegos de Enna (de los Sículos) le salieron al paso diciendo que “habían expulsado a la guarnición cartaginesa, que habían acogido para evitar que Fintias se convirtiera en su gobernante, y prometieron entregar su ciudad a Pirro y convertirse en sus aliados” (Diodoro Sículo 22.10,1).
Gran cantidad de ciudades de Sicilia cayeron a sus pies (muchas de las cuales, habían estado bajo el gobierno de Sosístrato). Y con la campaña de verano iniciada (junio/ julio 277 a.C.), invadió el territorio controlado por Cartago al frente de un ejército que ascendía a los treinta mil infantes, dos mil quinientos jinetes y no menos de 19 elefantes. Marchaba, además, bien surtido de proyectiles, y con un poderoso tren de máquinas de asalto.
En su marcha hacia el oeste, partiendo de Acragas, la primera ciudad en caer en poder de Pirro fue Heraclea Minoa (colonia de Selinunte), que tenía una guarnición cartaginesa. Luego se apoderó de Azones. Y allí recibe a gentes de Selinunte (Σελινοῦς “Selinus” en griego origina), Halicias (Ἁλικύαι “Halicyae”), y Segesta (Σέγεστα, o Egesta Ἔγεστα), siendo estas últimas dos ciudades principales de los Élimos (Segesta era su centro político).
El apoyo de Segesta (y Halicias) allanaba el camino a Érice (Erix o Eryx Ἔρυξ), otra ciudad de los Élimos pero que contaba con una muy fuerte guarnición cartaginesa y que Pirro decidió tomar. El virtual apoyo de los Élimos era una muy buena noticia para Pirro, que ya contaba con la simpatía incluso de los Sículos de Enna.
Debemos comentar que nos llama la atención la ausencia de batallas entre Pirro y los cartagineses desde el comienzo de la marcha hacia Erice. Como sugiere Plutarco, los cartagineses solo parecen retroceder, evitando todo enfrentamiento: “Y por entonces ninguna oposición experimentó de las que exigen contienda y violencia, sino que, recorriendo la isla con treinta mil infantes, dos mil y quinientos caballos y doscientas naves, expelió a los Cartagineses y trastornó su dominación” (Plutarco Pirro 22,4).
Increíblemente, los cartagineses pasaron de estar sitiando Siracusa con 50mil hombres, a encerrarse tras los muros de sus dos principales fortalezas (Erice y Lilibeo) para defenderse desesperadamente. Erice era una ciudad naturalmente bien defendida. Pirro decidió ponerle sitio y tomarla por asalto. La maquinaria bélica del epirota desató un violento ataque sobre la ciudad. Una tormenta de proyectiles de todo tipo cayó sobre los defensores en las murallas. A continuación, y luego de prometer a Heracles (Hércules) [9] celebrar sacrificios y juegos en su honor si le concedía la victoria, el propio Pirro encabezo el asalto a las murallas.
El combate en los muros de Erice parece haber sido muy duro. El propio Pirro se destacó en el combate, acabando con muchos enemigos, sea porque los arrojaba de las murallas al suelo, o porque caían bajo los golpes de su espada. No estaba solo, Diodoro Sículo nos informa que iba acompañado en su hazaña por los “amigos del Rey” (solo “amigos” en la versión original de Diodoro) [10]. Erice no tardaría en caer en poder de Pirro.
Siguiendo a Diodoro, una vez capturada la ciudad, Pirro dejó una guarnición allí y se dirigió a la ciudad de Ietas [11]. Cuenta Diodoro que era “(…) un lugar de excepcional fortaleza, situado favorablemente para un ataque a Pánormos [12]”. Y continúa el sículo diciendo que “La gente de Ietas se rindió por su propia cuenta, con lo cual avanzó de inmediato a la ciudad de Panormos, que tiene el mejor puerto de toda Sicilia, de donde, de hecho, la ciudad recibió este nombre. Este lugar también lo tomó por asalto, y cuando tomó el control de la fortaleza de Herctae, ya había vencido todo el imperio de Cartago y se había convertido en su amo, a excepción de Lilibeo [13]" (Diodoro Sículo, 22.10.4).
Lilibeo era el último objetivo de Pirro. Con su caída, los cartagineses eran definitivamente expulsados, y el rey epirota se hacía con el completo control de la isla de Sicilia. Pero el cierre de la campaña de verano del año 277 a.C., obligó a Pirro a dejar el lance para el año siguiente.
Tuvo tiempo, sin embargo, de derrotar a los mamertinos. Aunque no está claro el devenir de estos eventos, si se dieron luego de dominar las ciudades mencionadas, o al mismo tiempo. No hay dudas de que Pirro se ocupó también de ellos.
Plutarco y Pompeyo Trogo hacen referencia a los hechos, aunque este último en forma muy escueta puesto que solo tenemos el anuncio que hace Justino en su “Epítome de Pompeyo Trogo”. En cambio, Plutarco le dedica algunos renglones al asunto, aunque tampoco destaca por la abundancia de datos: “Pirro cogió, pues, a los recaudadores y les dio muerte, y venciéndolos a ellos en batalla, asoló muchas de sus fortalezas” Plutarco 23,1.
En definitiva, Pirro también acabó con la presión que los mamertinos habían sometido a muchas ciudades, traducido en pesados tributos. A la vez que pudo derrotarlos en el campo de batalla, e incluso someter o destruir sus guarniciones.
Con todo esto, no creemos equivocarnos en suponer que, para el cierre de la campaña de verano del año 277 a.C., toda la isla de Sicilia, con la salvedad de Mesana y Lilibeo, se sometía a Pirro.
Los eventos ocurridos en Italia, en ausencia de Pirro, dejan en evidencia al rey epirota. En tanto que hace incompresible su decisión de pasar a Sicilia sin haber al menos anulado la capacidad ofensiva de Roma, al tiempo que deja a sus necesarios aliados a la merced de los ejércitos romanos. La aventura siciliana, comenzaba a costarle caro a Pirro. Sin embargo, esto no parece preocuparle demasiado. Al menos por el momento.
Como informamos, Pirro partiría de Tarento [7] hacia Locri seguramente al finalizar la “campaña de verano” del año 278 a.C. Allí embarcaría a su ejército con dirección a Sicilia. La primera escala sería en Tauroménion (actual Taormina). Donde sería bien recibido por Tyndarion, tirano de la ciudad, quien se ofrece en alianza entregando la ciudad y su ejército (no magnificado). De allí navegaría a Katane (actual Catania), para “saltar” hacia Siracusa luego de comprobar que los Cartagineses había enviado la mayor parte de su armada en algunas misiones de guerra, cuestión que los dejaba con apenas 30 buques para hacer frente a los 60 de Pirro (si es que no había sumado alguno más de Tauromenion y Katane).
En esas condiciones, los cartagineses se apartaron y Pirro pudo desembargar en Siracusa sin oposición y, según Diodoro Sículo, “aceptó la entrega de la isla (la fortaleza de Ortigia) de parte de Thoenon (Toinón), y el resto de la ciudad de los ciudadanos y de Sosistratus”.
Mientras esperaba el comienzo de la nueva campaña de verano (año 277 a.C.), Pirro era declarado “Rey” (Basileus) de Sicilia [8], sumaba el ejército de Siracusa a sus fuerzas expedicionarias (10mil infantes), y además recibía los enviados de Leontinos (con 4mil infantes y 500 jinete) y otras ciudades griegas (que suponemos hicieron su aporte a la campaña).
Probablemente antes de comenzar el verano, Pirro ya pudo hacerse de Acragas y de las tropas que Sosístrato tenía allí acantonadas (8mil infantes y 800 jinetes). Se informa que, de camino a dicha ciudad, los griegos de Enna (de los Sículos) le salieron al paso diciendo que “habían expulsado a la guarnición cartaginesa, que habían acogido para evitar que Fintias se convirtiera en su gobernante, y prometieron entregar su ciudad a Pirro y convertirse en sus aliados” (Diodoro Sículo 22.10,1).
Gran cantidad de ciudades de Sicilia cayeron a sus pies (muchas de las cuales, habían estado bajo el gobierno de Sosístrato). Y con la campaña de verano iniciada (junio/ julio 277 a.C.), invadió el territorio controlado por Cartago al frente de un ejército que ascendía a los treinta mil infantes, dos mil quinientos jinetes y no menos de 19 elefantes. Marchaba, además, bien surtido de proyectiles, y con un poderoso tren de máquinas de asalto.
En su marcha hacia el oeste, partiendo de Acragas, la primera ciudad en caer en poder de Pirro fue Heraclea Minoa (colonia de Selinunte), que tenía una guarnición cartaginesa. Luego se apoderó de Azones. Y allí recibe a gentes de Selinunte (Σελινοῦς “Selinus” en griego origina), Halicias (Ἁλικύαι “Halicyae”), y Segesta (Σέγεστα, o Egesta Ἔγεστα), siendo estas últimas dos ciudades principales de los Élimos (Segesta era su centro político).
Campañas de Pirro en Sicilia desde su llegada a Siracusa en 278 a.C. hasta su partida (276/275 a.C.) |
El apoyo de Segesta (y Halicias) allanaba el camino a Érice (Erix o Eryx Ἔρυξ), otra ciudad de los Élimos pero que contaba con una muy fuerte guarnición cartaginesa y que Pirro decidió tomar. El virtual apoyo de los Élimos era una muy buena noticia para Pirro, que ya contaba con la simpatía incluso de los Sículos de Enna.
Debemos comentar que nos llama la atención la ausencia de batallas entre Pirro y los cartagineses desde el comienzo de la marcha hacia Erice. Como sugiere Plutarco, los cartagineses solo parecen retroceder, evitando todo enfrentamiento: “Y por entonces ninguna oposición experimentó de las que exigen contienda y violencia, sino que, recorriendo la isla con treinta mil infantes, dos mil y quinientos caballos y doscientas naves, expelió a los Cartagineses y trastornó su dominación” (Plutarco Pirro 22,4).
Increíblemente, los cartagineses pasaron de estar sitiando Siracusa con 50mil hombres, a encerrarse tras los muros de sus dos principales fortalezas (Erice y Lilibeo) para defenderse desesperadamente. Erice era una ciudad naturalmente bien defendida. Pirro decidió ponerle sitio y tomarla por asalto. La maquinaria bélica del epirota desató un violento ataque sobre la ciudad. Una tormenta de proyectiles de todo tipo cayó sobre los defensores en las murallas. A continuación, y luego de prometer a Heracles (Hércules) [9] celebrar sacrificios y juegos en su honor si le concedía la victoria, el propio Pirro encabezo el asalto a las murallas.
El combate en los muros de Erice parece haber sido muy duro. El propio Pirro se destacó en el combate, acabando con muchos enemigos, sea porque los arrojaba de las murallas al suelo, o porque caían bajo los golpes de su espada. No estaba solo, Diodoro Sículo nos informa que iba acompañado en su hazaña por los “amigos del Rey” (solo “amigos” en la versión original de Diodoro) [10]. Erice no tardaría en caer en poder de Pirro.
Siguiendo a Diodoro, una vez capturada la ciudad, Pirro dejó una guarnición allí y se dirigió a la ciudad de Ietas [11]. Cuenta Diodoro que era “(…) un lugar de excepcional fortaleza, situado favorablemente para un ataque a Pánormos [12]”. Y continúa el sículo diciendo que “La gente de Ietas se rindió por su propia cuenta, con lo cual avanzó de inmediato a la ciudad de Panormos, que tiene el mejor puerto de toda Sicilia, de donde, de hecho, la ciudad recibió este nombre. Este lugar también lo tomó por asalto, y cuando tomó el control de la fortaleza de Herctae, ya había vencido todo el imperio de Cartago y se había convertido en su amo, a excepción de Lilibeo [13]" (Diodoro Sículo, 22.10.4).
Pirro de Epiro, es aclamado "Rey de Sicilia". |
Tuvo tiempo, sin embargo, de derrotar a los mamertinos. Aunque no está claro el devenir de estos eventos, si se dieron luego de dominar las ciudades mencionadas, o al mismo tiempo. No hay dudas de que Pirro se ocupó también de ellos.
Plutarco y Pompeyo Trogo hacen referencia a los hechos, aunque este último en forma muy escueta puesto que solo tenemos el anuncio que hace Justino en su “Epítome de Pompeyo Trogo”. En cambio, Plutarco le dedica algunos renglones al asunto, aunque tampoco destaca por la abundancia de datos: “Pirro cogió, pues, a los recaudadores y les dio muerte, y venciéndolos a ellos en batalla, asoló muchas de sus fortalezas” Plutarco 23,1.
En definitiva, Pirro también acabó con la presión que los mamertinos habían sometido a muchas ciudades, traducido en pesados tributos. A la vez que pudo derrotarlos en el campo de batalla, e incluso someter o destruir sus guarniciones.
Con todo esto, no creemos equivocarnos en suponer que, para el cierre de la campaña de verano del año 277 a.C., toda la isla de Sicilia, con la salvedad de Mesana y Lilibeo, se sometía a Pirro.
Mientras tanto Roma.
Al tiempo que Pirro iniciaba la marcha hacia territorio cartaginés (277 a.C.), los romanos comenzaban a avanzar posiciones en Italia.
Publio Cornelio Rufino y Cayo Junio Bubulco Bruto, los cónsules electos para el año 277 a.C. unieron sus ejércitos y asolaron el país de los Samnitas. En claro castigo a este pueblo, en cuanto a su alianza con Pirro.
Por los acontecimientos futuros, es muy probable que la ciudad de Maleventum, en Samnio, fuera el punto de partida para los raides romanos en estos territorios. Pero los samnitas habían retirado sus fuerzas a las colinas “Cranitas” (por los densos bosques de “krania” [14] o cornejo que los cubrían), probablemente en el territorio de los Hirpinos. Y con ellas, buena parte de la población, y sus más preciados tesoros.
Todo lo que pudieron hacer los romanos, fue tomar algunas fortalezas desiertas, y despojadas de las cosas de valor (Zonaras 8,6). Por lo que los cónsules decidieron asaltar las colinas con el fin de dar con las fuerzas enemigas y sus tesoros. Pero la aspereza del terreno, lo accidentado de su geografía, dio ventaja a los samnitas que, aprovechando la ocasión, rechazaron a los romanos provocándoles graves pérdidas.
La “derrota” provocó una disputa entre ambos cónsules, por lo que decidieron no continuar la campaña juntos. La decisión fue que mientras uno seguiría con el raid en Samnio, el otro conduciría sus legiones contra Burtios y Lucanos.
Pero aquí las fuentes no se ponen de acuerdo. Porque, mientras Zonaras cuenta que Junio continúa en Samnio, y Rufino actúa en Lucania y Brucio (Zonaras 8,6), los Fasti dirán exactamente lo contrario, cuando informan del “triunfo” de C. Junio Bulbuco Bruto contra Lucanos y Brucios para el año corriente (Fast.Tr.pag.98).
Frontino, en su Estratagema, colabora con la confusión cuando informa de la captura de Crotona [15] por un tal “Cornelio Rufo”, que para nosotros no es otro que Cornelio Rufino (Frontino. Estratagema 3.6,4).
De cualquier manera, la caída de Crotona era un notable éxito para los romanos, aunque, si hacemos caso a las fuentes, no fue sencillo su captura. Al parecer, la guarnición en esta ciudad dependía directamente de Milon de Tarento, y estaba al mando de un tal Nicómaco (Zonaras 8,6). Frontino dirá, además, que un contingente de Lucanos formaba parte de los defensores de la ciudad (Frontino. Estratagema 3.6,4).
Naturalmente bien defendida, por estar rodeada en gran parte por el mar, y presentando fuertes pendientes hacia el “campo” que, sumado a las imponentes murallas, hacían de la ciudad una fortaleza. Estas condiciones “naturales” más la fuerte guarnición, impidieron a los romanos su rápida captura. Coinciden las fuentes en que ubo que echar mano al engaño para distraer a la guarnición a fin de poder finalmente capturarla.
Al parecer, la táctica fue amagar con atacar Locri, cuestión que al parecer obligo a los defensores de Crotona salir en ayuda de esta estratégica ciudad. Situación que fue aprovechada por el cónsul para, dando la vuelta sin ser detectado, entrar en la indefensa Crotona casi sin oposición.
Cuando Nicómano cayó en cuenta de su error, ya era muy tarde. Y tomando el camino hacia Tarento, fue para colmo, sorprendido por los romanos y derrotado con graves pérdidas.
Cerraba el año 277 a.C., entonces, con este gran éxito para Roma.
Asedio de Lilibeo, 276 a.C.
La tregua invernal permitió a los cartagineses sumar defensores a su última posesión en la isla: la ciudad de Lilibeo. Al mismo tiempo intentaban llegar a un acuerdo con el nuevo Rey de Sicilia: Pirro de Epiro.
Cuenta Plutarco que los cartagineses “estaban dispuestos a contribuir con dinero y despachar la escuadra, si se ajustaba a una alianza”, pero Pirro respondió que “no habría amistad y alianza para ellos si no dejaban toda la Sicilia y ponían el Mar Líbico como frontera entre ellos y los griegos” (Plutarco 23,2).
Decíamos que el número de tropas en Lilibeo había aumentado. Agregamos que las defensas de la ciudad eran mejoradas. La gran flota de Cartago permitió que la ciudad acopiara alimentos en abundancia, máquinas de guerra, y proyectiles en “cantidades increíbles”. Y como la mayor parte del perímetro de la ciudad esta rodeada por el mar, fortalecieron las murallas en los accesos terrestres, y “construyeron torres a intervalos cortos y cavaron una gran zanja” (Dionisio de Halicarnaso 20.10,5). Todo esto al mismo tiempo en que enviaban la mencionada embajada. Podemos asegurar que la verdadera intención de los púnicos era, principalmente, ganar un poco de tiempo.
Diodoro Sículo llega a sugerir que la primera intención de Pirro fue dejar Lilibeo en manos de los cartagineses, pero que esta idea encontró gran oposición entre “los amigos del rey” y los delegados de las ciudades griegas de Sicilia (Diodoro Sículo 28,10.6). Y a continuación repite la “idea” de edificar al mar de Libia como frontera entre griegos sicilianos y fenicios (de África).
Coincidimos con Diodoro en que hubiera sido un error estratégico dejar un “trampolín” para la recuperación de la isla. Pero a la luz de las evidencias, no hubiera sido la primera vez que Pirro deje algo inconcluso para saltar a la siguiente aventura. También es cierto que el asalto a Lilibeo a todas luces se figuraba como una empresa muy complicada.
En definitiva, Pirro acampó frente a la ciudad y la sometió a un asedio de dos meses de constantes, pero infructuosos, ataques. Oleada tras oleada de atacantes fueron rechazados por la lluvia de proyectiles púnicos. Pirro lo intentó todo. Mejorar sus máquinas de asalto, minar los muros, pero todo intento sería infructuosos. Los preparativos cartagineses habían resultado determinantes.
Frustrado, Pirro caía en cuenta que la toma de Lilibeo era una tarea imposible.
Comienzan los problemas.
Paralizado frente a Lilibeo, la situación de Pirro en la isla comienza a virar. Es cierto que, si bien cartagineses y mamertinos lograban mantener sus principales plazas, el epirota era dueño de prácticamente toda la isla. Pero la imposibilidad de tomar dichas plazas fuertes, y la negativa de sus enemigos a enfrentarlo en campo abierto, lo ponían en una disyuntiva ¿cómo continuar la guerra contra un enemigo que no quería enfrentarlo? Para colmo, las cosas en Italia comenzaban a ponerse feas.
El estancamiento frente a Lilibelo, alejaba a Pirro de lo que más disfrutaba, las grandes hazañas y acciones en batalla, y lo obligaba a mostrar su lado despótico como gobernante [16].
Con la excusa de la guerra que se desarrollaba contra los cartagineses, muchas magistraturas en las ciudades griegas de la isla fueron ocupadas directamente por oficiales epirotas. Y, según Dionisio, “demandas y controversias, y todos los demás asuntos de la administración civil, en algunos casos se decidían por sí mismo (Pirro) y en otros casos los remitiría para su revocación o para su determinación a aquellos que andaban por la corte, hombres que no tenían ningún ojo” (Dionisio de Halicarnaso 20.8,1-4).
Estas actitudes, entre displicentes y arbitrarias, comenzaron a granjearle enemigos entre los griegos de Sicilia. Por lo que se vio obligado a destacar fuertes guarniciones en dichas ciudades para mantener el orden. Muchas personalidades notables fueron arrestadas, acusadas de traición y ejecutadas. Entre ellas el propio Toinón, uno de los más fervientes instigadores a favor del pedido de socorro hacia Pirro. En tanto, Sosístrato, huiría para salvarse por un pelo.
Aprovechando estos problemas, Cartago enviaría un nuevo ejército a la isla y retomaba la ofensiva (Zonaras 8,5). Y, según Plutarco, muchas ciudades de Sicilia, hasta entonces aliadas a Pirro, lo abandonaron ya sea a favor de Cartago o de los Mamertinos (Plut.Pirr.23,5).
Para colmo, las malas noticias no se limitaban a Sicilia. Pues de Italia llegaban renovados pedidos de socorro por parte de Samnitas y Tarentinos.
Esta situación hacía insostenible continuar con el sitio de Lilibeo, que fue abandonado tras dos meses de asedio. Casi al mismo tiempo, los romanos atacaban nuevamente a Lucanos y Brutios (Zonaras 8,6) [17].
La situación de Pirro en Sicilia se volvió insostenible. Abandonado por sus aliados, presionado por los cartagineses, reclamado por los tarentinos, el rey de Epiro vuelve a dar un giro de 180 grados en los acontecimientos cuando decide abandonar Sicilia para retornar a Italia.
La campaña de Pirro en Sicilia, es el reflejo desconcertante de esta particular figura del mundo antiguo. Probablemente la muestra más cabal del espíritu de este inquieto e inconformista rey epirota. En dos años de campaña, paso de someter Sicilia y estar a un paso de la victoria final contra los cartagineses, a perderlo todo para abandonar la isla casi como derrotado.
Incapaz de mantener un palmo de lo logrado, Pirro parece boicotear y destruir sus propios logros casi con el mismo afán y genio con el que logra sus brillantes victorias en el campo de batalla. En definitiva, Pirro dejará atrás Sicilia, y retornará a Tarento para continuar la guerra con Roma.
Cuenta Plutarco que, habiendo zarpado con su buque y “volviéndose a mirar la isla, dijo a los que tenía cerca de sí: “¡Qué palestra dejamos ¡oh amigos! a los Cartagineses y Romanos!”” (Plutarco. Pirro 23,6).
Pirro vuelve a Italia.
Se acerca el final del año 276 a.C. y Pirro prepara su vuelta a Tarento. Con su ejército embarcado, unos 20mil hombres y 3mil jinetes, se hicieron a la mar en dirección a Locri. Es fácil advertir que Pirro partía con el doble de tropas con las que había llegado a Sicilia [18]. Claramente los diez mil infantes mercenarios de Siracusa ahora formaban parte de su ejército estable (y es probable que también los 800 jinetes siracusanos).
Pero la flota epirota es interceptada por los cartagineses, que destruyen o capturan un buen número de buques de guerra de Pirro, quien sin embargo logra salvar su ejército. Esta derrota fue un duro golpe al rey epirota. Su flota de guerra quedaba muy mermada. Prácticamente inoperativa [19].
A todos los contratiempos de la campaña en Sicilia, ahora Pirro le sumaba una derrota. Pero en Roma, el horizonte también mostraba algunos nubarrones. Una feroz epidemia azotaba la ciudad [20]. Pero estos contratiempos no apaciguaron los ánimos de guerra ni suspendieron las hostilidades. De hecho, Manio Curio Dentato, uno de los dos cónsules electos para el año 275 a.C. [21], se pone en la tarea de levantar un ejército con el que enfrentar a Pirro [22].
Una vez en Locri (275 a.C.), Pirro conduce su ejército hacia Regio, en ese momento en poder de los mercenarios campanos que se había revelado a los romanos y habían capturado la ciudad. Pero en el camino es interceptado y emboscado por un ejército de Mamertinos que habían cruzado casi al mismo tiempo que Pirro.
La batalla de tipo irregular fue favorable a los itálicos, que hicieron gran matanza en la retaguardia del ejército epirota y lograron, incluso, matar dos elefantes. El asalto a Regio tuvo que ser suspendido, dar la vuelta y regresar a Locri.
Los problemas parecen no tener fin, ahora la escasez de dinero para pagar sus tropas sumaba un nuevo dolor de cabeza a Pirro. Este problema, puede ser evidencia de la nueva composición de su ejército, integrado ahora por un buen número de mercenarios (los de Siracusa).
En respuesta a esta necesidad, Pirro no duda en saquear las riquezas del templo de Perséfone [23] en Locri. Hacía tiempo que la diplomacia, y los buenos modos, habían abandonado a Pirro. Y embarcando estos abundantes tesoros, los puso destino a Tarento [24]. Pero una inoportuna tormenta, cual castigo divino, mandó a pique buena parte de sus buques cargados de estas riquezas.
Ignoramos como resolvió este problema Pirro. Pues prosigue con sus planes, y dirigiéndose a Tarento, se pone manos a la obra en el diseño de su nuevo plan de acción contra los romanos.
Batalla de Benevento, 275 a.C.
Los ejércitos enfrentados. Estrategias.
Para los romanos, el 275 a.C. se presenta muy similar a los años anteriores desde que Pirro partió a Sicilia. Ambos ejércitos consulares, se repartían el teatro de operaciones, y Lucania y Samnio volvían a estar en el centro de la atención.
Manio Curio Dentato, llevaba su ejército contra los Samnitas, y tomaba como base de operaciones la ciudad de Maleventum [25]. Mientras que el otro cónsul, L. Cornelio Lentulo, traslada sus tropas a Lucania. Todo esto al tiempo que Pirro arriba con su ejército desde Sicilia. No conocemos la posición de las tropas de Lentulo, pero creemos no se encontraba demasiado alejado de Manio. Puesto que la idea era poder acudir en apoyo uno del otro en caso de producirse el ataque de Pirro.
A falta de información en los registros históricos, asumimos un número aproximado de entre 16 a 20mil hombres para cada ejército consular, incluyendo la caballería. Sabemos que Manio había llevado a delante una leva de tropas que bien pudo superar las estimaciones promedio para la legión romana de la época.
En cuanto a Pirro, una vez enterado de la situación, se dispone a diseñar una jugada arriesgada. Dividiendo sus fuerzas en dos ejércitos (probablemente, uno menor y otro mayor) podría entonces bloquear a un ejército consular, mientras destruía el otro. La jugada era temeraria, pero empleándose a fondo sus mejores recursos, con la estrategia adecuada, e impidiendo a los romanos hacer uso de todas sus fuerzas en conjunto, los epirotas podrían dar el golpe que necesitaban para inclinar la guerra a su favor.
Como deducimos en el cuadro “El ejército de Pirro en Italia (275 a.C.)”, a las tropas traídas de Sicilia (las propias epirotas y griegas, más los mercenarios de Siracusa), Pirro sumaba sus guarniciones y a sus aliados en Italia: los Tarentinos, Samnitas y Lucanos. En una cantidad imposible de magnificar.
Si seguimos a Dionisio de Halicarnaso (20.10,1-2), Pirro superaba a los romanos 3 a 1. Aunque no queda claro si sumados ambos ejércitos consulares, o solo al ejército de Manio. Más probable lo segundo que lo primero. Si bien creemos improbable semejante diferencia, es claro que la ofensiva planeada, supondría que el ejército que asumiera el rol ofensivo debía contar con los números a su favor. Amén de incorporar las mejores tropas.
No podemos conocer el tamaño del ejército de Pirro. Y es difícil saber de qué modo el rey dividió a su ejército. Aunque tenemos claro que una fuerza más numerosa asumiría la ofensiva, mientras la otra parte se dedicaría a impedir que los ejércitos consulares se dieran apoyo mutuo.
Los Fasti nos acercan una idea de cómo pudo ser esta división cuando informan del doble triunfo celebrado en 274 a.C. por las victorias del año anterior: Manio contra “Samnitas y Pirro”, y por Lentulo contra “Samnitas y Lucanos”. Podemos deducir entonces, que Pirro y su ejército principal (las tropas traídas desde Epiro, más los mercenarios de Siracusa), reforzado por algunos samnitas, atacará al ejército romano en Samnio. Y el segundo ejército (probablemente al mando de Milón de Tarento), estaría conformado por los Lucanos y otra parte de Samnitas, y se ocuparía de controlar a Lentulo.
Curiosamente los Fasti no mencionan a los tarentinos, cuando descontamos su participación ¿Qué rol jugarían, o que lugar en la estrategia de Pirro ocuparían los milicianos tarentinos? ¿en cuál de los dos ejércitos debemos colocarlos? Es raro que los Fasti los omitan. De hecho, en 278 a.C. son mencionados junto a lucanos, samnitas y brutios. Su omisión nos hace pensar en la posibilidad de que cuando se menciona a Pirro, se los incluye también. Pero es algo que no podemos corroborar.
Las tropas epirotas y griegas que le quedaban a Pirro de las traídas desde su reino (alrededor de 10mil infantes y dos mil doscientos jinetes) más los infantes y jinetes de Siracusa (10mil y 800 respectivamente), sumaban alrededor de 20mil infantes y tres mil jinetes probablemente. Por lo que entendemos que para superar 3 a 1 a los romanos (siempre y cuando Dionisio esté en los cierto) haría falta mucho más que los samnitas. Definitivamente los tarentinos marcharon con la parte del ejército de Pirro. Aún así, estamos lejos de alcanzar esos números.
Los lucanos y samnitas del segundo ejército, entendemos que debían ser reforzados con algún contingente de griegos que elevara sus números, y fueron puestos bajo el mando de algún oficial epirota (¿Milón? ¿Nicómano?) para garantizar su eficiencia. Su ubicándose en algún punto clave del camino o ruta de vinculación entre ambos ejércitos consulares, sería clave para intentar impedir el paso a las tropas romanas.
Con estas estimaciones, podemos arriesgar un número no menor a 25mil y no mayor a 30mil hombres para el ejército principal. Y alrededor de 10mil para el secundario. Como ya afirmamos, todos los elefantes fueron con Pirro (número desconocido, pero no mayor a los 19 de Ásculo), e intuimos que llevó consigo toda la caballería posible. Dejando un número marginal de jinetes para el ejército secundario.
Así las cosas, el rey de Epiro se puso en marcha en busca de las legiones de Manio Curio Dentato.
Primeros combates.
El plan de Pirro suponía una veloz marcha hacia el campamento romano. La misma debería ser nocturna (“Mientras tanto, el cielo da vueltas con sus vastas constelaciones” Quinto Enio, 205), a finde sorprender a los romanos, y poder atacar por sorpresa el campamento, evitando toto lo posible la batalla campal. Lo repentino del asalto nocturno, la sorpresa, debía ser su mejor baza.
Entendemos que Pirro se aproximó lo suficiente, intentando no ser detectado, como para poner “una noche” de distancia entre sus tropas y el campamento romano. Logrado esto, inició la aproximación nocturna.
El difícil sendero elegido para la marcha, camino de cabras según Dionisio, boscoso agrega Plutarco; sumado a la oscuridad, les impidió mantener el orden de marcha. Muchos hombres se extraviaron en el camino, y los obligo a detenerse para reagruparse. El tiempo perdido provocó que no pudieran alcanzar el objetivo antes del amanecer. Y al despuntar el alba, “cuando la oscuridad fue desechada y el día se blanqueó por primera vez” (Quinto Enio:206), aún distantes del campamento romano, todo el ejército de Pirro quedó a la vista de los romanos.
Manio Curio Dentato no lo dudó un segundo, y sacando una parte de sus tropas, atacó la vanguardia de Pirro provocando gran matanza gracias a la ventaja que pudieron lograr los romanos en un sitio donde la falange no podía ser formada. Mientras tanto, el ejército romano salía del campamento para formar sus líneas.
Un grupo de elefantes que actuaba en la vanguardia fue separado del resto por lo que fueron capturados. Tras dejar un tendal de muertos, el ejército de Pirro se retiró lo más rápido que pudo de sitio tan desventajoso, e intentando ganar la llanura próxima, se dispuso para la batalla.
Perdida la sorpresa, anulado el ataque al campamento. Pirro y los romanos encaraban la tercer y definitiva batalla de las Guerras Pírricas.
¡Batalla Campal en Malevento!
Una vez conformadas las líneas, ambos ejércitos se fueron a las manos. Pero al no disponer de un relato detallado de la batalla, su reconstrucción es muy compleja.
Sin embargo, algunas pistas ofrecidas por las fuentes antiguas, nos ayudan a nuestro intento por darle forma a la batalla.
Según Plutarco (Pirro 25.4), los romanos sacaron ventaja de algunos puntos del campo de batalla. Pero fueron abrumados, una vez más, por los elefantes en otro sector. Ventaja para Pirro que parece apoyar Dionisio con su relato (“Cuando Pirro y los que estaban con él ascendían junto con los elefantes” DionHal.20.12,3).
Esta situación relatada, en tanto la conformación del ejército de Pirro, y el antecedente de las anteriores batallas, permite suponer que los romanos probablemente se imponían a las tropas aliadas o mercenarias de Pirro (los samnitas y los mercenarios de Siracusa) en un sector del campo de batalla (¿flanco izquierdo? ¿algún sector del centro del dispositivo?).
En tanto, en otro sector del campo (¿la derecha?), ocupado por la falange, y apoyada por los elefantes que aún tenía Pirro, la ventaja era para el ejército epirota.
Por lo que se interpreta de Plutarco, esta situación favorable para Pirro era más que una simple victoria puntual o ventaja táctica. Al parecer, toda un “ala” romana es abrumada y obligada a retroceder al campamento. Lo que estaba ocurriendo era que Pirro arrollaba a los romanos y ponía la victoria al alcance de su mano.
Pero Manio era un viejo zorro, curtido en grandes batallas, y abundante en victorias. Lejos de sucumbir al empuje epirota, hecho mano de su reserva y la lanzó a la batalla. Esta reserva no era otra cosa que la guardia del campamento. Pero, ¿cómo hicieron estos legionarios para lograr lo que sus compañeros no habían podido?
Al parecer, este vigoroso contraataque de tropas frescas se dirigió, en primer lugar, contra los elefantes. Y haciendo uso de sus jabalinas, lograron herir a estos animales al punto de provocar una estampida que fue a dar contra la línea de la falange epirota que venía detrás. Y que, por lo tanto, no pudo evitar ser rota por estos animales.
Era el momento que esperaba Manio. Por primera vez desde que Pirro piso Italia, los romanos lograban una verdadera ventaja. Los elefantes, que tanto daño habían causado, ahora parecían darles la victoria a los romanos.
Si nos dejamos llevar por Dionisio, Manio ordenó en ese momento el relevo de líneas. Y los hastati fueron relevados en el frente del combate por los prínceps (armados con hasta) [26], y con la carga de la flor y nata de Roma, el ejército epirota es roto y obligado a huir.
Lo que siguió fue una feroz matanza. Varios elefantes fueron acorralados y capturados con sus “mahouts” [27] indios (ocho animales según Zonaras [28]).
La persecución llegó incluso al campamento epirota, que no pudo ser sostenido. Pirro, con su ejército completamente destruido, acompañado de unos pocos jinetes, huiría a Tarento. La victoria romana era completa e indiscutible.
Victoria romana en Lucania.
Mientras esto ocurría en las inmediaciones de Maleventum (actual Benevento), el otro cónsul romano, sea porque fue advertido, o intuyendo los acontecimientos, enfrentó y derrotó al segundo ejército epirota. Aquel enviado a impedir que ambos ejércitos consulares se unieran contra Pirro. Y que, intuimos, no tenía la obligación de entablar batalla con los romanos.
Por el motivo que fuere, este segundo ejército epirota no pudo evitar un enfrentamiento que a todas luces tenía perdido de antemano. Su objetivo no era el de batallar con un ejército consular que, según nuestra estimación, lo superaba. Si no, y mediante acciones de guerrilla o acoso de retaguardia, por ejemplo, impedir una marcha rápida y segura de este ejército en apoyo de su equivalente. La derrota de los ejércitos de Pirro era total. En todos los frentes de batalla.
La estrategia diseñada por Pirro, interesante a nuestro punto de vista, por diversas causas no logro alcanzar el objetivo previsto. Y terminaba por provocar su derrota definitiva.
Las dificultades de Pirro para lograr tomar por sorpresa el campamento de Manio, sumada a la inoportuna estampida de los elefantes, le impidió a Pirro asestar un durísimo golpe a los romanos. Por el contrario, terminó con su ejército prácticamente destruido.
Pirro deja Italia.
Según Eutropio (2,14.4) las bajas del ejército epirota en Benevento ascendieron a veintitrés mil hombres. Como es la única fuente que ofrece tal información, es imposible de contrastarla como para poder reafirmar su veracidad. Ciertamente se nos antoja muy elevada (ver cuadro ejército de Pirro en Italia, 275 a.C.). Pero lo cierto es que las pérdidas de Pirro tienen que haber sido muy elevadas. Y su ejército, prácticamente destruido. Es evidente que Pirro había perdido toda posibilidad de iniciativa. Ya no registramos acciones ofensivas. Y su actitud tras la batalla (acuartelamiento en Tarento, paralización de la ofensiva, pedido de tropas de refuerzo y dinero, vuelta a Epiro, etc.) solo es posible tras cuantiosas bajas.
Sin embargo, Pirro no desistirá de intentar mantener sus posesiones en Italia (y también en Sicilia). Aunque apenas logre mantener cierta cohesión en sus aliados. Y si a duras penas lo consigue, creemos, solo se debe a la mentada “promesa de refuerzos” que ya fue referida en el cuadro “Pirro solicita refuerzos”. Con la cual, logro, al menos por un tiempo, mantener cierta cohesión en sus aliados. ¿Cuánto tiempo duraría la mentira? Es evidente que Pirro debía resolver este problema lo antes posible. Si la mentira había servido para mantener a sus aliados antes de Benevento, tras la derrota, urgía una solución.
Para colmo, en Tarento, el derrotismo comenzó a mellar la confianza de un sector de la sociedad. Al parecer, algunos tarentinos (jóvenes ellos, se informa) hicieron algunas declaraciones un tanto polémicas frente al Rey y fueron castigados por ello. Incluso fueron acusados de traición, aunque luego fueron perdonados. Esto era evidencia que las cosas en Tarento, comenzaban a ponerse feas para Pirro.
Y es así como las ideas más extravagantes comienzan a aparecer [29]. Pera la urgencia no aceptaba demora. Pirro debía tomar alguna decisión. Y esta fue, regresar a Epiro con la intención de reconstruir su ejército, y volver con renovadas fuerzas.
Creemos que no debe ser interpretado esto (el dejar Italia), como un abandono. No al menos en primera instancia. Creemos que Pirro realmente albergaba la idea de volver. No por nada deja a Tarento en manos de su hijo Heleno y de Milo, su hombre de más confianza en lo militar. Incluso Sicilia se mantiene en el radar de Pirro. El matrimonio de su hija con Hierón lo seguían ligando con Siracusa.
Pirro regresar a Epiro (275 a.C.), entonces, con apenas ocho mil hombres y quinientos jinetes, y se dispuso para su siguiente aventura: la conquista del trono de Macedonia. Sumando seguramente tropas propias allí acantonadas, algunos galos mercenarios, más dos mil macedonios que se le ofrecieron, atacó al rey Antígono [30] y lo derrotó (274 a.C.) accediendo de esta forma al trono de Macedonia, una vez más. Reino que mantuvo hasta su muerte (272 a.C.).
Y aquí vuelve a sorprendernos el rey epirota con un nuevo y rotundo giro de los acontecimientos. Si esta victoria, la conquista de Macedonia, el apoderarse de todos los recursos de aquel reino (sus ejércitos), suponía para cualquier mortal la posibilidad de retomar en Italia sus planes de conquista, pues tal como creemos, este era su plan. No lo fue para Pirro.
Y deberíamos estar advertidos, pues su personalidad “volátil”, nos debería impedir el análisis lineal, acostumbrados como nos tienen a los cambios de “ciento ochenta grados” en sus planes. Al parecer, la conquista de Macedonia abría el espacio a una nueva idea en la mente de Pirro: la subyugación de la Grecia toda ¡Y porque no! También del Asia [31].
Y puesto manos a la obra en esta nueva tarea, ya en 273 a.C. manda a llamar a su hijo Heleno y a Milo para que regresen a Epiro. Configurando tal cosa, ahora sí, el ya definitivo abandono por cualquier idea que involucre a Tarento, Italia o Sicilia. Ya nunca más regresaría a Italia.
Final.
Con Pirro en Epiro, llevando adelante su guerra con Macedonia, los pueblos de Italia comienzan a caer en cuenta de su presente. Seis años de guerras, muerte y destrucción no habían cambiado un palmo de su realidad frente a la cada vez más poderosa Roma.
En 274 a.C. los samnitas, en vano, intentan sobornar a Manio Curio Dentato, gran protagonista de la victoria romana sobre Pirro. Buscaban congraciarse con Roma, por intermedio el gran héroe, pero fueron rechazados. Un grupo de Tarentinos ataca, aunque sin resultados favorables, a Milo con la idea de expulsarlo de Tarento. Si Pirro no iba a ayudarlos, nada tenían que hacer los epirotas en la ciudad. Mientras tanto, en Sicilia, Hierón derrota a los Mamertinos, por lo que Italia y Sicilia, comenzaban a tomar un camino que, definitivamente, ya no incluía a Pirro.
En cambio, Roma, estaba de parabienes. Ya en 273 a.C., los nuevos cónsules (C. Fabius Licinus y C. Claudius Canina) se avocan la exclusiva tarea de concluir la guerra en el sur de Italia. Guerra que es llevada con éxito, pues al año siguiente, los Fasti nos informan de un triunfo celebrado por Canina gracias a su victoria frente a Samnitas, Lucanos y Brutios. Al tiempo que se fundan colonias en Posidonia (Paestum, Lucania) y Cosa (Etruria). Lo que afirmaba la consolidación del dominio de Roma en esos territorios.
También en 273 a.C. se recibe la primera embajada del Egipto de los Ptolomeos, asombrados por la victoria de Roma sobre Pirro. Hecho que pone a la metrópolis de Lacio, por primera vez en la historia, en los primeros planos del mundo del Mediterráneo.
Finalmente, Tarento caerá en 272 a.C. en poder de Roma, los Samnitas serán finalmente subyugados junto a buena parte de Brucio y Lucania. Mismo año en que Pirro encuentra la muerte en Argos, en una forma que escaso honor hace a semejante figura. Eventos que prometemos abordar en futuros trabajos.
Comentarios finales.
Comenzamos el presente escrito avisando que, si bien los eventos relatados configuran el final de las campañas de Pirro en Italia y Sicilia, no eran el final de las aventuras de Pirro. El inquieto rey de Epiro, continuará algunos años más sus correrías bélicas, pero esta vez por toda Grecia. Casi como si lo ocurrido con Roma y Cartago en Italia y Sicilia, jamás hubiera ocurrido.
Vale recordar aquello que escribimos en nuestro primer trabajo sobre Pirro, cuando decíamos aquello de los grandilocuentes sueños de conquistas del rey epirota ("la romántica visión helenística"), inspirada en las campañas de Alejandro Magno; en contraposición con la más "pragmática" Roma. La aplanadora del Lacio, que todo engulle al ritmo de sus implacables legiones.
Las campañas de Pirro se inscriben en ese período, dinámico, cambiante, turbulento, en el que estaba sumido la Hélade, tras la atomización del imperio alejandrino. Pero con la memoria fresca de las conquistas de Alejandro, que se configuraba como un faro imposible de ignorar. Imposible de no intentar imitar. Todo esto al tiempo que emergía un nuevo poder en los márgenes de la civilización helénica: La República Romana.
Encerrado en su pequeño reino, Pirro no podía ceder a la tentación de convertirse en el nuevo Alejandro Magno. Listo con su ejército para salir en ayuda de aquella “polis” griega en apuros que le abriera, a su vez, las puertas a nuevas aventuras. A nuevos sueños de conquista. Campañas en las que Pirro supo demostrar sus cualidades como estratego. Pero también sus graves falencias como gobernante.
Está claro que Pirro disfrutaba más de la adrenalina de las batallas, que del arte de gobernar. Fiel a su particular “estilo”, su cambiante personalidad, no rehuyó jamás de una batalla, de un asedio. Y aunque su muerte se encuadra en un hecho bastante absurdo, murió en campaña. Murió haciendo lo que más disfrutaba: combatiendo al enemigo allí donde este estuviese.
Autor: Marvel 77
Fuentes.
- Diodoro Sículo
- Apiano. Samnitas
- Zonaras. Epitomé Historion.
- Dion Casio. Historia Romana.
- Plutarco. Vidas Paralelas.
- Plutarco. Moralia.
- Polibio. Historias.
- Tito Livio. Periocas.
- Tito Livio. Ab Urbe condita.
- Pausanias. Descripción de Grecia.
- Justino. Filípicas.
- Pompeyo Trogo. Epítome.
- Paulo Orosio. Historia contra los Paganos.
- Dionisio de Halicarnaso. Antigüedades Romanas.
- Valerio Máximo. Hechos y dichos memorables.
- Aulo Gelio. Noches Áticas.
- St. Jerome. Chronicon.
- M. Tulio Cicerón. Carta a Balbo.
- Fasti Triumphales.
- Polieno. Estratagemas.
Notas:
1- Por los hechos del año 276 a.C. sabemos que Pirro mantuvo una guarnición en Crotona al mando de un tal Nicómano, que incluía tropas lucanas.
2- Fasti Triumphalis página 98: “278/7 C. Fabricius C.f. C.n. Luscinus {II}, cónsul {II}, sobre el Lucani, Bruttii, Tarentines y Samnites, id.Dec. {13 de diciembre}”.
3- Tenemos la referencia que aparece en Eutropio (2.14'3), cuando este dice que Fabricio y Pirro tenían sus respectivos campamentos cercanos uno del otro. Situación que permitió la anécdota relatada en el trabajo anterior, sobre la supuesta “magnanimidad” de Fabricio al entregar a Pirro los traidores que ofrecían asesinar al rey de Epiro. Nada de batallas o escaramuzas.
4- C. Fabricius Luscinus “…[conquistó a los lucanianos y Bruttii y celebró] un segundo [ triunfo sobre ellos]. El depositó. . sestertii en el tesoro como botín de ellos. [Cuando fue enviado al rey] Pirro para redimir [a los prisioneros de guerra], logró su liberación [al pueblo romano de forma gratuita]”. Del Corpus Inscriptionum Latinarum: CIL 6.37048 ( InscrIt_13.3.63 ).
5- Valerio Máximo 4.3'6, y Lucio Gellio 1.14,1-2
6- “¿Qué? ¿No concedió igual honor el eminente P. Craso a dos cohortes de Camertinos y a una legión de Heraclea, única ciudad que, según se dice, hizo un tratado con nosotros en tiempo de Pirro y bajo el consulado de Fabricio?” M. Tulio Cicerón, Para Cornelio Balbo, 50.
7- Diodoro 22.8'2-3; Livio. Periocas 14; Plutarco Pirro 22,4-5, 25,1; Apiano: Guerra Samnita 11,6;(28) y 12'1;(29). Pausanias 1.12'5; Justino 18.2,12; Pompeyo Trogo: Prologo 18; Orosio 4.1,23; Zonaras 8'5 (p357)
8- “…recibió el título de rey de Sicilia, así como de Epiro. Eufórico por este éxito, destinó a su hijo Heleno el reino de Sicilia, como herencia de su abuelo (porque era hijo de la hija de Agatocles) y de Alejandro, la de Italia.” Justino 23.3,2-3
9- Éryx, mitológico rey de los Élimos, famoso por ser hábil en la lucha libre, llegó a desafiar incluso a Hércules a un singular combate mano a mano y a muerte. Hércules mata Éryx luego de tres golpes (según Apolodoro), y es probablemente en recuerdo de este hecho mitológico, que Pirro consagra a Heracles su victoria en Erice. Ver: Apolodoro, Biblioteca Mitológica 2.5.10. Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica 4.23.2. Pausanias, Descripción de Grecia 4.36.4.
10- El término “amigos del Rey” (φίλοι τοῦ βασιλέως - fíloi toú basiléos), aparece en algunos documentos ptolemaicos. Se interpreta que Diodoro hace referencia a ellos en el pasaje mencionado.
11- Iaitias o Ietas (Ἰεταί), imponente fortaleza en el interior de Sicilia. Para algunos, una ciudad de los sicanos, pero probablemente sea de los Elimos. En Diodoro aparece como Ἰαιτῖνος. Y en Tucídides como Ἰεταῖος.
12- Palermo. Del griego Πάνορμος (Pan= todo/ ormos= bahía) “todo bahía” “todo puerto”.
13- Lilibeo, ciudad fortaleza cartaginesa. En Diodoro aparece como Lilybaeum. En griego es Lilybaion Λιλύβαιον).
14- El árbol de Cornejo, o “Cornus” en latín. Llamado “krania” por los samnitas. Muy abundante en la zona central y sur de Europa.
15- Ver también San Jerónimo (Hieronymus): Tablas Cronológicas 1734
16- Existe en Justino (Just. 23.3,8-9.) una única y no muy clara referencia a una posible batalla campal entre las tropas epirotas y cartaginesas, que aparentemente se saldaría con una victoria para Pirro. La referencia es muy vaga y no nos permite arriesgar demasiado en cuanto a la magnitud de dicha victoria y las consecuencias favorables (si es que las tuvo) para Pirro.
17- Los cónsules romanos para 276 a.C. fueron Cayo Genucio Clepsina y Quinto Fabio Máximo Gurges. Este último figura en los Fasti Triunphalis obteniendo un triunfo sobre Samnitas, Lucanos y Brutios.
18- Creemos que Pirro sumó a su ejército parte de las tropas que los griegos sicilianos le aportaron. Muy probablemente, mercenarios a sueldo de alguna de estas polis. En este orden de ideas, el ejército de Siracusa, de 10mil hombres, tiene todas las chances de formar parte de las tropas embarcadas hacia Italia. Dado que la relación con los griegos de Sicilia se rompió definitivamente, es claro que las tropas de ese origen, se mantuvieran en sus respectivas polis.
19- Cuenta Polibio, en su relato de la 1ra Guerra Púnica, que Aníbal Giscón, comandante púnico, dirigía la flota cartaginesa durante la batalla naval de Milas (260 a.C.) desde una “galera de siete órdenes” que antes era de Pirro.
20- August:DeCiv_3'17; Oros_4.2'1-2.L
21- El otro cónsul fue Lucio Cornelius Lentulus Caudinus.
22- Livio. Períocas 14: “Cuando el cónsul Curio Dentato estaba reclutando un ejército, vendió las propiedades de un ciudadano que no se había presentado…”. Para este hecho, ver también Valero Máximo, Factorum et Dictorum Memorabilium: 6.3.4
23- La Proserpina romana.
24- Según Apiano, el saqueo de los tesoros de Locri era en casitgo a la traición de esta ciudad que, al parecer, había condenado a muerte a la guarnición epirota que allí se encontraba.
25- La actual Benevento, cambia su nombre original en latín (Maleventum: “lugar de mal viento”) por el actual (Beneventum) tras la batalla con Pirro. En Osco, probablemente se conocía como Maloeis, o Malieis (Μαλιείς en griego antiguo). Durante la Segunda Guerra Púnica, volverá a ser sitio para una batalla con otro de los grandes enemigos de Roma, el cartaginés Aníbal Barca (Batalla de Benevento 214 a.C.).
26- “Aquellos que luchan en combate cercano con lanzas de caballería agarradas por el medio con ambas manos y que generalmente salvan el día en batallas son llamados principes por los romanos” (Dionisio de Halicarnaso 20.11,2).
27- Del indio mahaut (महौत) o mahavat (महावत), el “jinete” o entrenador de elefantes, originarios del subcontinente Indio.
28- Zonaras 8,6
29- Como, por ejemplo, la de construir un puente en el Jónico, que uniera la ciudad de Apolonia (Iliria) con Otranto (antigua Hydruntum) en Italia (ver Plinio el Viejo HN 3.101). Con tal de traer tropas, cualquier cosa comienza a ser válida para Pirro.
30- Quien, por su parte, también contaba con mercenarios celtas, además de tropas propias (Pausanias 1,3.2).
31- Justino 25.3'4-5
Al tiempo que Pirro iniciaba la marcha hacia territorio cartaginés (277 a.C.), los romanos comenzaban a avanzar posiciones en Italia.
Publio Cornelio Rufino y Cayo Junio Bubulco Bruto, los cónsules electos para el año 277 a.C. unieron sus ejércitos y asolaron el país de los Samnitas. En claro castigo a este pueblo, en cuanto a su alianza con Pirro.
Por los acontecimientos futuros, es muy probable que la ciudad de Maleventum, en Samnio, fuera el punto de partida para los raides romanos en estos territorios. Pero los samnitas habían retirado sus fuerzas a las colinas “Cranitas” (por los densos bosques de “krania” [14] o cornejo que los cubrían), probablemente en el territorio de los Hirpinos. Y con ellas, buena parte de la población, y sus más preciados tesoros.
Todo lo que pudieron hacer los romanos, fue tomar algunas fortalezas desiertas, y despojadas de las cosas de valor (Zonaras 8,6). Por lo que los cónsules decidieron asaltar las colinas con el fin de dar con las fuerzas enemigas y sus tesoros. Pero la aspereza del terreno, lo accidentado de su geografía, dio ventaja a los samnitas que, aprovechando la ocasión, rechazaron a los romanos provocándoles graves pérdidas.
La “derrota” provocó una disputa entre ambos cónsules, por lo que decidieron no continuar la campaña juntos. La decisión fue que mientras uno seguiría con el raid en Samnio, el otro conduciría sus legiones contra Burtios y Lucanos.
Pero aquí las fuentes no se ponen de acuerdo. Porque, mientras Zonaras cuenta que Junio continúa en Samnio, y Rufino actúa en Lucania y Brucio (Zonaras 8,6), los Fasti dirán exactamente lo contrario, cuando informan del “triunfo” de C. Junio Bulbuco Bruto contra Lucanos y Brucios para el año corriente (Fast.Tr.pag.98).
Frontino, en su Estratagema, colabora con la confusión cuando informa de la captura de Crotona [15] por un tal “Cornelio Rufo”, que para nosotros no es otro que Cornelio Rufino (Frontino. Estratagema 3.6,4).
De cualquier manera, la caída de Crotona era un notable éxito para los romanos, aunque, si hacemos caso a las fuentes, no fue sencillo su captura. Al parecer, la guarnición en esta ciudad dependía directamente de Milon de Tarento, y estaba al mando de un tal Nicómaco (Zonaras 8,6). Frontino dirá, además, que un contingente de Lucanos formaba parte de los defensores de la ciudad (Frontino. Estratagema 3.6,4).
Naturalmente bien defendida, por estar rodeada en gran parte por el mar, y presentando fuertes pendientes hacia el “campo” que, sumado a las imponentes murallas, hacían de la ciudad una fortaleza. Estas condiciones “naturales” más la fuerte guarnición, impidieron a los romanos su rápida captura. Coinciden las fuentes en que ubo que echar mano al engaño para distraer a la guarnición a fin de poder finalmente capturarla.
Al parecer, la táctica fue amagar con atacar Locri, cuestión que al parecer obligo a los defensores de Crotona salir en ayuda de esta estratégica ciudad. Situación que fue aprovechada por el cónsul para, dando la vuelta sin ser detectado, entrar en la indefensa Crotona casi sin oposición.
Cuando Nicómano cayó en cuenta de su error, ya era muy tarde. Y tomando el camino hacia Tarento, fue para colmo, sorprendido por los romanos y derrotado con graves pérdidas.
Cerraba el año 277 a.C., entonces, con este gran éxito para Roma.
Asalto a los muros de Lilibeo. |
La tregua invernal permitió a los cartagineses sumar defensores a su última posesión en la isla: la ciudad de Lilibeo. Al mismo tiempo intentaban llegar a un acuerdo con el nuevo Rey de Sicilia: Pirro de Epiro.
Cuenta Plutarco que los cartagineses “estaban dispuestos a contribuir con dinero y despachar la escuadra, si se ajustaba a una alianza”, pero Pirro respondió que “no habría amistad y alianza para ellos si no dejaban toda la Sicilia y ponían el Mar Líbico como frontera entre ellos y los griegos” (Plutarco 23,2).
Decíamos que el número de tropas en Lilibeo había aumentado. Agregamos que las defensas de la ciudad eran mejoradas. La gran flota de Cartago permitió que la ciudad acopiara alimentos en abundancia, máquinas de guerra, y proyectiles en “cantidades increíbles”. Y como la mayor parte del perímetro de la ciudad esta rodeada por el mar, fortalecieron las murallas en los accesos terrestres, y “construyeron torres a intervalos cortos y cavaron una gran zanja” (Dionisio de Halicarnaso 20.10,5). Todo esto al mismo tiempo en que enviaban la mencionada embajada. Podemos asegurar que la verdadera intención de los púnicos era, principalmente, ganar un poco de tiempo.
Diodoro Sículo llega a sugerir que la primera intención de Pirro fue dejar Lilibeo en manos de los cartagineses, pero que esta idea encontró gran oposición entre “los amigos del rey” y los delegados de las ciudades griegas de Sicilia (Diodoro Sículo 28,10.6). Y a continuación repite la “idea” de edificar al mar de Libia como frontera entre griegos sicilianos y fenicios (de África).
Coincidimos con Diodoro en que hubiera sido un error estratégico dejar un “trampolín” para la recuperación de la isla. Pero a la luz de las evidencias, no hubiera sido la primera vez que Pirro deje algo inconcluso para saltar a la siguiente aventura. También es cierto que el asalto a Lilibeo a todas luces se figuraba como una empresa muy complicada.
En definitiva, Pirro acampó frente a la ciudad y la sometió a un asedio de dos meses de constantes, pero infructuosos, ataques. Oleada tras oleada de atacantes fueron rechazados por la lluvia de proyectiles púnicos. Pirro lo intentó todo. Mejorar sus máquinas de asalto, minar los muros, pero todo intento sería infructuosos. Los preparativos cartagineses habían resultado determinantes.
Frustrado, Pirro caía en cuenta que la toma de Lilibeo era una tarea imposible.
Guerreros samnitas. |
Paralizado frente a Lilibeo, la situación de Pirro en la isla comienza a virar. Es cierto que, si bien cartagineses y mamertinos lograban mantener sus principales plazas, el epirota era dueño de prácticamente toda la isla. Pero la imposibilidad de tomar dichas plazas fuertes, y la negativa de sus enemigos a enfrentarlo en campo abierto, lo ponían en una disyuntiva ¿cómo continuar la guerra contra un enemigo que no quería enfrentarlo? Para colmo, las cosas en Italia comenzaban a ponerse feas.
El estancamiento frente a Lilibelo, alejaba a Pirro de lo que más disfrutaba, las grandes hazañas y acciones en batalla, y lo obligaba a mostrar su lado despótico como gobernante [16].
Con la excusa de la guerra que se desarrollaba contra los cartagineses, muchas magistraturas en las ciudades griegas de la isla fueron ocupadas directamente por oficiales epirotas. Y, según Dionisio, “demandas y controversias, y todos los demás asuntos de la administración civil, en algunos casos se decidían por sí mismo (Pirro) y en otros casos los remitiría para su revocación o para su determinación a aquellos que andaban por la corte, hombres que no tenían ningún ojo” (Dionisio de Halicarnaso 20.8,1-4).
Estas actitudes, entre displicentes y arbitrarias, comenzaron a granjearle enemigos entre los griegos de Sicilia. Por lo que se vio obligado a destacar fuertes guarniciones en dichas ciudades para mantener el orden. Muchas personalidades notables fueron arrestadas, acusadas de traición y ejecutadas. Entre ellas el propio Toinón, uno de los más fervientes instigadores a favor del pedido de socorro hacia Pirro. En tanto, Sosístrato, huiría para salvarse por un pelo.
Aprovechando estos problemas, Cartago enviaría un nuevo ejército a la isla y retomaba la ofensiva (Zonaras 8,5). Y, según Plutarco, muchas ciudades de Sicilia, hasta entonces aliadas a Pirro, lo abandonaron ya sea a favor de Cartago o de los Mamertinos (Plut.Pirr.23,5).
Para colmo, las malas noticias no se limitaban a Sicilia. Pues de Italia llegaban renovados pedidos de socorro por parte de Samnitas y Tarentinos.
Esta situación hacía insostenible continuar con el sitio de Lilibeo, que fue abandonado tras dos meses de asedio. Casi al mismo tiempo, los romanos atacaban nuevamente a Lucanos y Brutios (Zonaras 8,6) [17].
La situación de Pirro en Sicilia se volvió insostenible. Abandonado por sus aliados, presionado por los cartagineses, reclamado por los tarentinos, el rey de Epiro vuelve a dar un giro de 180 grados en los acontecimientos cuando decide abandonar Sicilia para retornar a Italia.
La campaña de Pirro en Sicilia, es el reflejo desconcertante de esta particular figura del mundo antiguo. Probablemente la muestra más cabal del espíritu de este inquieto e inconformista rey epirota. En dos años de campaña, paso de someter Sicilia y estar a un paso de la victoria final contra los cartagineses, a perderlo todo para abandonar la isla casi como derrotado.
Incapaz de mantener un palmo de lo logrado, Pirro parece boicotear y destruir sus propios logros casi con el mismo afán y genio con el que logra sus brillantes victorias en el campo de batalla. En definitiva, Pirro dejará atrás Sicilia, y retornará a Tarento para continuar la guerra con Roma.
Cuenta Plutarco que, habiendo zarpado con su buque y “volviéndose a mirar la isla, dijo a los que tenía cerca de sí: “¡Qué palestra dejamos ¡oh amigos! a los Cartagineses y Romanos!”” (Plutarco. Pirro 23,6).
Pirro vuelve a Italia.
Se acerca el final del año 276 a.C. y Pirro prepara su vuelta a Tarento. Con su ejército embarcado, unos 20mil hombres y 3mil jinetes, se hicieron a la mar en dirección a Locri. Es fácil advertir que Pirro partía con el doble de tropas con las que había llegado a Sicilia [18]. Claramente los diez mil infantes mercenarios de Siracusa ahora formaban parte de su ejército estable (y es probable que también los 800 jinetes siracusanos).
Pero la flota epirota es interceptada por los cartagineses, que destruyen o capturan un buen número de buques de guerra de Pirro, quien sin embargo logra salvar su ejército. Esta derrota fue un duro golpe al rey epirota. Su flota de guerra quedaba muy mermada. Prácticamente inoperativa [19].
A todos los contratiempos de la campaña en Sicilia, ahora Pirro le sumaba una derrota. Pero en Roma, el horizonte también mostraba algunos nubarrones. Una feroz epidemia azotaba la ciudad [20]. Pero estos contratiempos no apaciguaron los ánimos de guerra ni suspendieron las hostilidades. De hecho, Manio Curio Dentato, uno de los dos cónsules electos para el año 275 a.C. [21], se pone en la tarea de levantar un ejército con el que enfrentar a Pirro [22].
Una vez en Locri (275 a.C.), Pirro conduce su ejército hacia Regio, en ese momento en poder de los mercenarios campanos que se había revelado a los romanos y habían capturado la ciudad. Pero en el camino es interceptado y emboscado por un ejército de Mamertinos que habían cruzado casi al mismo tiempo que Pirro.
La batalla de tipo irregular fue favorable a los itálicos, que hicieron gran matanza en la retaguardia del ejército epirota y lograron, incluso, matar dos elefantes. El asalto a Regio tuvo que ser suspendido, dar la vuelta y regresar a Locri.
Los problemas parecen no tener fin, ahora la escasez de dinero para pagar sus tropas sumaba un nuevo dolor de cabeza a Pirro. Este problema, puede ser evidencia de la nueva composición de su ejército, integrado ahora por un buen número de mercenarios (los de Siracusa).
En respuesta a esta necesidad, Pirro no duda en saquear las riquezas del templo de Perséfone [23] en Locri. Hacía tiempo que la diplomacia, y los buenos modos, habían abandonado a Pirro. Y embarcando estos abundantes tesoros, los puso destino a Tarento [24]. Pero una inoportuna tormenta, cual castigo divino, mandó a pique buena parte de sus buques cargados de estas riquezas.
Ignoramos como resolvió este problema Pirro. Pues prosigue con sus planes, y dirigiéndose a Tarento, se pone manos a la obra en el diseño de su nuevo plan de acción contra los romanos.
Batalla de Benevento, 275 a.C.
Los ejércitos enfrentados. Estrategias.
Para los romanos, el 275 a.C. se presenta muy similar a los años anteriores desde que Pirro partió a Sicilia. Ambos ejércitos consulares, se repartían el teatro de operaciones, y Lucania y Samnio volvían a estar en el centro de la atención.
Manio Curio Dentato, llevaba su ejército contra los Samnitas, y tomaba como base de operaciones la ciudad de Maleventum [25]. Mientras que el otro cónsul, L. Cornelio Lentulo, traslada sus tropas a Lucania. Todo esto al tiempo que Pirro arriba con su ejército desde Sicilia. No conocemos la posición de las tropas de Lentulo, pero creemos no se encontraba demasiado alejado de Manio. Puesto que la idea era poder acudir en apoyo uno del otro en caso de producirse el ataque de Pirro.
A falta de información en los registros históricos, asumimos un número aproximado de entre 16 a 20mil hombres para cada ejército consular, incluyendo la caballería. Sabemos que Manio había llevado a delante una leva de tropas que bien pudo superar las estimaciones promedio para la legión romana de la época.
En cuanto a Pirro, una vez enterado de la situación, se dispone a diseñar una jugada arriesgada. Dividiendo sus fuerzas en dos ejércitos (probablemente, uno menor y otro mayor) podría entonces bloquear a un ejército consular, mientras destruía el otro. La jugada era temeraria, pero empleándose a fondo sus mejores recursos, con la estrategia adecuada, e impidiendo a los romanos hacer uso de todas sus fuerzas en conjunto, los epirotas podrían dar el golpe que necesitaban para inclinar la guerra a su favor.
Como deducimos en el cuadro “El ejército de Pirro en Italia (275 a.C.)”, a las tropas traídas de Sicilia (las propias epirotas y griegas, más los mercenarios de Siracusa), Pirro sumaba sus guarniciones y a sus aliados en Italia: los Tarentinos, Samnitas y Lucanos. En una cantidad imposible de magnificar.
Si seguimos a Dionisio de Halicarnaso (20.10,1-2), Pirro superaba a los romanos 3 a 1. Aunque no queda claro si sumados ambos ejércitos consulares, o solo al ejército de Manio. Más probable lo segundo que lo primero. Si bien creemos improbable semejante diferencia, es claro que la ofensiva planeada, supondría que el ejército que asumiera el rol ofensivo debía contar con los números a su favor. Amén de incorporar las mejores tropas.
Reconstrucción de la batalla por el autor del artículo siguiendo los escasos indicios en las fuentes antiguas. |
No podemos conocer el tamaño del ejército de Pirro. Y es difícil saber de qué modo el rey dividió a su ejército. Aunque tenemos claro que una fuerza más numerosa asumiría la ofensiva, mientras la otra parte se dedicaría a impedir que los ejércitos consulares se dieran apoyo mutuo.
Los Fasti nos acercan una idea de cómo pudo ser esta división cuando informan del doble triunfo celebrado en 274 a.C. por las victorias del año anterior: Manio contra “Samnitas y Pirro”, y por Lentulo contra “Samnitas y Lucanos”. Podemos deducir entonces, que Pirro y su ejército principal (las tropas traídas desde Epiro, más los mercenarios de Siracusa), reforzado por algunos samnitas, atacará al ejército romano en Samnio. Y el segundo ejército (probablemente al mando de Milón de Tarento), estaría conformado por los Lucanos y otra parte de Samnitas, y se ocuparía de controlar a Lentulo.
Curiosamente los Fasti no mencionan a los tarentinos, cuando descontamos su participación ¿Qué rol jugarían, o que lugar en la estrategia de Pirro ocuparían los milicianos tarentinos? ¿en cuál de los dos ejércitos debemos colocarlos? Es raro que los Fasti los omitan. De hecho, en 278 a.C. son mencionados junto a lucanos, samnitas y brutios. Su omisión nos hace pensar en la posibilidad de que cuando se menciona a Pirro, se los incluye también. Pero es algo que no podemos corroborar.
Las tropas epirotas y griegas que le quedaban a Pirro de las traídas desde su reino (alrededor de 10mil infantes y dos mil doscientos jinetes) más los infantes y jinetes de Siracusa (10mil y 800 respectivamente), sumaban alrededor de 20mil infantes y tres mil jinetes probablemente. Por lo que entendemos que para superar 3 a 1 a los romanos (siempre y cuando Dionisio esté en los cierto) haría falta mucho más que los samnitas. Definitivamente los tarentinos marcharon con la parte del ejército de Pirro. Aún así, estamos lejos de alcanzar esos números.
Los lucanos y samnitas del segundo ejército, entendemos que debían ser reforzados con algún contingente de griegos que elevara sus números, y fueron puestos bajo el mando de algún oficial epirota (¿Milón? ¿Nicómano?) para garantizar su eficiencia. Su ubicándose en algún punto clave del camino o ruta de vinculación entre ambos ejércitos consulares, sería clave para intentar impedir el paso a las tropas romanas.
Con estas estimaciones, podemos arriesgar un número no menor a 25mil y no mayor a 30mil hombres para el ejército principal. Y alrededor de 10mil para el secundario. Como ya afirmamos, todos los elefantes fueron con Pirro (número desconocido, pero no mayor a los 19 de Ásculo), e intuimos que llevó consigo toda la caballería posible. Dejando un número marginal de jinetes para el ejército secundario.
Así las cosas, el rey de Epiro se puso en marcha en busca de las legiones de Manio Curio Dentato.
Batalla de Benevento. Fase 1. |
Primeros combates.
El plan de Pirro suponía una veloz marcha hacia el campamento romano. La misma debería ser nocturna (“Mientras tanto, el cielo da vueltas con sus vastas constelaciones” Quinto Enio, 205), a finde sorprender a los romanos, y poder atacar por sorpresa el campamento, evitando toto lo posible la batalla campal. Lo repentino del asalto nocturno, la sorpresa, debía ser su mejor baza.
Entendemos que Pirro se aproximó lo suficiente, intentando no ser detectado, como para poner “una noche” de distancia entre sus tropas y el campamento romano. Logrado esto, inició la aproximación nocturna.
El difícil sendero elegido para la marcha, camino de cabras según Dionisio, boscoso agrega Plutarco; sumado a la oscuridad, les impidió mantener el orden de marcha. Muchos hombres se extraviaron en el camino, y los obligo a detenerse para reagruparse. El tiempo perdido provocó que no pudieran alcanzar el objetivo antes del amanecer. Y al despuntar el alba, “cuando la oscuridad fue desechada y el día se blanqueó por primera vez” (Quinto Enio:206), aún distantes del campamento romano, todo el ejército de Pirro quedó a la vista de los romanos.
Manio Curio Dentato no lo dudó un segundo, y sacando una parte de sus tropas, atacó la vanguardia de Pirro provocando gran matanza gracias a la ventaja que pudieron lograr los romanos en un sitio donde la falange no podía ser formada. Mientras tanto, el ejército romano salía del campamento para formar sus líneas.
Un grupo de elefantes que actuaba en la vanguardia fue separado del resto por lo que fueron capturados. Tras dejar un tendal de muertos, el ejército de Pirro se retiró lo más rápido que pudo de sitio tan desventajoso, e intentando ganar la llanura próxima, se dispuso para la batalla.
Perdida la sorpresa, anulado el ataque al campamento. Pirro y los romanos encaraban la tercer y definitiva batalla de las Guerras Pírricas.
Batalla de Benevento. Fase 2. |
¡Batalla Campal en Malevento!
Una vez conformadas las líneas, ambos ejércitos se fueron a las manos. Pero al no disponer de un relato detallado de la batalla, su reconstrucción es muy compleja.
Sin embargo, algunas pistas ofrecidas por las fuentes antiguas, nos ayudan a nuestro intento por darle forma a la batalla.
Según Plutarco (Pirro 25.4), los romanos sacaron ventaja de algunos puntos del campo de batalla. Pero fueron abrumados, una vez más, por los elefantes en otro sector. Ventaja para Pirro que parece apoyar Dionisio con su relato (“Cuando Pirro y los que estaban con él ascendían junto con los elefantes” DionHal.20.12,3).
Esta situación relatada, en tanto la conformación del ejército de Pirro, y el antecedente de las anteriores batallas, permite suponer que los romanos probablemente se imponían a las tropas aliadas o mercenarias de Pirro (los samnitas y los mercenarios de Siracusa) en un sector del campo de batalla (¿flanco izquierdo? ¿algún sector del centro del dispositivo?).
En tanto, en otro sector del campo (¿la derecha?), ocupado por la falange, y apoyada por los elefantes que aún tenía Pirro, la ventaja era para el ejército epirota.
Por lo que se interpreta de Plutarco, esta situación favorable para Pirro era más que una simple victoria puntual o ventaja táctica. Al parecer, toda un “ala” romana es abrumada y obligada a retroceder al campamento. Lo que estaba ocurriendo era que Pirro arrollaba a los romanos y ponía la victoria al alcance de su mano.
Pero Manio era un viejo zorro, curtido en grandes batallas, y abundante en victorias. Lejos de sucumbir al empuje epirota, hecho mano de su reserva y la lanzó a la batalla. Esta reserva no era otra cosa que la guardia del campamento. Pero, ¿cómo hicieron estos legionarios para lograr lo que sus compañeros no habían podido?
Al parecer, este vigoroso contraataque de tropas frescas se dirigió, en primer lugar, contra los elefantes. Y haciendo uso de sus jabalinas, lograron herir a estos animales al punto de provocar una estampida que fue a dar contra la línea de la falange epirota que venía detrás. Y que, por lo tanto, no pudo evitar ser rota por estos animales.
Era el momento que esperaba Manio. Por primera vez desde que Pirro piso Italia, los romanos lograban una verdadera ventaja. Los elefantes, que tanto daño habían causado, ahora parecían darles la victoria a los romanos.
Si nos dejamos llevar por Dionisio, Manio ordenó en ese momento el relevo de líneas. Y los hastati fueron relevados en el frente del combate por los prínceps (armados con hasta) [26], y con la carga de la flor y nata de Roma, el ejército epirota es roto y obligado a huir.
Lo que siguió fue una feroz matanza. Varios elefantes fueron acorralados y capturados con sus “mahouts” [27] indios (ocho animales según Zonaras [28]).
La persecución llegó incluso al campamento epirota, que no pudo ser sostenido. Pirro, con su ejército completamente destruido, acompañado de unos pocos jinetes, huiría a Tarento. La victoria romana era completa e indiscutible.
Batalla de Benevento. Fase 3. |
Victoria romana en Lucania.
Mientras esto ocurría en las inmediaciones de Maleventum (actual Benevento), el otro cónsul romano, sea porque fue advertido, o intuyendo los acontecimientos, enfrentó y derrotó al segundo ejército epirota. Aquel enviado a impedir que ambos ejércitos consulares se unieran contra Pirro. Y que, intuimos, no tenía la obligación de entablar batalla con los romanos.
Por el motivo que fuere, este segundo ejército epirota no pudo evitar un enfrentamiento que a todas luces tenía perdido de antemano. Su objetivo no era el de batallar con un ejército consular que, según nuestra estimación, lo superaba. Si no, y mediante acciones de guerrilla o acoso de retaguardia, por ejemplo, impedir una marcha rápida y segura de este ejército en apoyo de su equivalente. La derrota de los ejércitos de Pirro era total. En todos los frentes de batalla.
La estrategia diseñada por Pirro, interesante a nuestro punto de vista, por diversas causas no logro alcanzar el objetivo previsto. Y terminaba por provocar su derrota definitiva.
Las dificultades de Pirro para lograr tomar por sorpresa el campamento de Manio, sumada a la inoportuna estampida de los elefantes, le impidió a Pirro asestar un durísimo golpe a los romanos. Por el contrario, terminó con su ejército prácticamente destruido.
Victoria que es un símbolo: Legión vs Falange en Benevento. |
Según Eutropio (2,14.4) las bajas del ejército epirota en Benevento ascendieron a veintitrés mil hombres. Como es la única fuente que ofrece tal información, es imposible de contrastarla como para poder reafirmar su veracidad. Ciertamente se nos antoja muy elevada (ver cuadro ejército de Pirro en Italia, 275 a.C.). Pero lo cierto es que las pérdidas de Pirro tienen que haber sido muy elevadas. Y su ejército, prácticamente destruido. Es evidente que Pirro había perdido toda posibilidad de iniciativa. Ya no registramos acciones ofensivas. Y su actitud tras la batalla (acuartelamiento en Tarento, paralización de la ofensiva, pedido de tropas de refuerzo y dinero, vuelta a Epiro, etc.) solo es posible tras cuantiosas bajas.
Sin embargo, Pirro no desistirá de intentar mantener sus posesiones en Italia (y también en Sicilia). Aunque apenas logre mantener cierta cohesión en sus aliados. Y si a duras penas lo consigue, creemos, solo se debe a la mentada “promesa de refuerzos” que ya fue referida en el cuadro “Pirro solicita refuerzos”. Con la cual, logro, al menos por un tiempo, mantener cierta cohesión en sus aliados. ¿Cuánto tiempo duraría la mentira? Es evidente que Pirro debía resolver este problema lo antes posible. Si la mentira había servido para mantener a sus aliados antes de Benevento, tras la derrota, urgía una solución.
Para colmo, en Tarento, el derrotismo comenzó a mellar la confianza de un sector de la sociedad. Al parecer, algunos tarentinos (jóvenes ellos, se informa) hicieron algunas declaraciones un tanto polémicas frente al Rey y fueron castigados por ello. Incluso fueron acusados de traición, aunque luego fueron perdonados. Esto era evidencia que las cosas en Tarento, comenzaban a ponerse feas para Pirro.
Y es así como las ideas más extravagantes comienzan a aparecer [29]. Pera la urgencia no aceptaba demora. Pirro debía tomar alguna decisión. Y esta fue, regresar a Epiro con la intención de reconstruir su ejército, y volver con renovadas fuerzas.
Creemos que no debe ser interpretado esto (el dejar Italia), como un abandono. No al menos en primera instancia. Creemos que Pirro realmente albergaba la idea de volver. No por nada deja a Tarento en manos de su hijo Heleno y de Milo, su hombre de más confianza en lo militar. Incluso Sicilia se mantiene en el radar de Pirro. El matrimonio de su hija con Hierón lo seguían ligando con Siracusa.
Pirro regresar a Epiro (275 a.C.), entonces, con apenas ocho mil hombres y quinientos jinetes, y se dispuso para su siguiente aventura: la conquista del trono de Macedonia. Sumando seguramente tropas propias allí acantonadas, algunos galos mercenarios, más dos mil macedonios que se le ofrecieron, atacó al rey Antígono [30] y lo derrotó (274 a.C.) accediendo de esta forma al trono de Macedonia, una vez más. Reino que mantuvo hasta su muerte (272 a.C.).
Y aquí vuelve a sorprendernos el rey epirota con un nuevo y rotundo giro de los acontecimientos. Si esta victoria, la conquista de Macedonia, el apoderarse de todos los recursos de aquel reino (sus ejércitos), suponía para cualquier mortal la posibilidad de retomar en Italia sus planes de conquista, pues tal como creemos, este era su plan. No lo fue para Pirro.
Y deberíamos estar advertidos, pues su personalidad “volátil”, nos debería impedir el análisis lineal, acostumbrados como nos tienen a los cambios de “ciento ochenta grados” en sus planes. Al parecer, la conquista de Macedonia abría el espacio a una nueva idea en la mente de Pirro: la subyugación de la Grecia toda ¡Y porque no! También del Asia [31].
Y puesto manos a la obra en esta nueva tarea, ya en 273 a.C. manda a llamar a su hijo Heleno y a Milo para que regresen a Epiro. Configurando tal cosa, ahora sí, el ya definitivo abandono por cualquier idea que involucre a Tarento, Italia o Sicilia. Ya nunca más regresaría a Italia.
Final.
Con Pirro en Epiro, llevando adelante su guerra con Macedonia, los pueblos de Italia comienzan a caer en cuenta de su presente. Seis años de guerras, muerte y destrucción no habían cambiado un palmo de su realidad frente a la cada vez más poderosa Roma.
En 274 a.C. los samnitas, en vano, intentan sobornar a Manio Curio Dentato, gran protagonista de la victoria romana sobre Pirro. Buscaban congraciarse con Roma, por intermedio el gran héroe, pero fueron rechazados. Un grupo de Tarentinos ataca, aunque sin resultados favorables, a Milo con la idea de expulsarlo de Tarento. Si Pirro no iba a ayudarlos, nada tenían que hacer los epirotas en la ciudad. Mientras tanto, en Sicilia, Hierón derrota a los Mamertinos, por lo que Italia y Sicilia, comenzaban a tomar un camino que, definitivamente, ya no incluía a Pirro.
En cambio, Roma, estaba de parabienes. Ya en 273 a.C., los nuevos cónsules (C. Fabius Licinus y C. Claudius Canina) se avocan la exclusiva tarea de concluir la guerra en el sur de Italia. Guerra que es llevada con éxito, pues al año siguiente, los Fasti nos informan de un triunfo celebrado por Canina gracias a su victoria frente a Samnitas, Lucanos y Brutios. Al tiempo que se fundan colonias en Posidonia (Paestum, Lucania) y Cosa (Etruria). Lo que afirmaba la consolidación del dominio de Roma en esos territorios.
También en 273 a.C. se recibe la primera embajada del Egipto de los Ptolomeos, asombrados por la victoria de Roma sobre Pirro. Hecho que pone a la metrópolis de Lacio, por primera vez en la historia, en los primeros planos del mundo del Mediterráneo.
Finalmente, Tarento caerá en 272 a.C. en poder de Roma, los Samnitas serán finalmente subyugados junto a buena parte de Brucio y Lucania. Mismo año en que Pirro encuentra la muerte en Argos, en una forma que escaso honor hace a semejante figura. Eventos que prometemos abordar en futuros trabajos.
Comentarios finales.
Comenzamos el presente escrito avisando que, si bien los eventos relatados configuran el final de las campañas de Pirro en Italia y Sicilia, no eran el final de las aventuras de Pirro. El inquieto rey de Epiro, continuará algunos años más sus correrías bélicas, pero esta vez por toda Grecia. Casi como si lo ocurrido con Roma y Cartago en Italia y Sicilia, jamás hubiera ocurrido.
Vale recordar aquello que escribimos en nuestro primer trabajo sobre Pirro, cuando decíamos aquello de los grandilocuentes sueños de conquistas del rey epirota ("la romántica visión helenística"), inspirada en las campañas de Alejandro Magno; en contraposición con la más "pragmática" Roma. La aplanadora del Lacio, que todo engulle al ritmo de sus implacables legiones.
Las campañas de Pirro se inscriben en ese período, dinámico, cambiante, turbulento, en el que estaba sumido la Hélade, tras la atomización del imperio alejandrino. Pero con la memoria fresca de las conquistas de Alejandro, que se configuraba como un faro imposible de ignorar. Imposible de no intentar imitar. Todo esto al tiempo que emergía un nuevo poder en los márgenes de la civilización helénica: La República Romana.
Encerrado en su pequeño reino, Pirro no podía ceder a la tentación de convertirse en el nuevo Alejandro Magno. Listo con su ejército para salir en ayuda de aquella “polis” griega en apuros que le abriera, a su vez, las puertas a nuevas aventuras. A nuevos sueños de conquista. Campañas en las que Pirro supo demostrar sus cualidades como estratego. Pero también sus graves falencias como gobernante.
Está claro que Pirro disfrutaba más de la adrenalina de las batallas, que del arte de gobernar. Fiel a su particular “estilo”, su cambiante personalidad, no rehuyó jamás de una batalla, de un asedio. Y aunque su muerte se encuadra en un hecho bastante absurdo, murió en campaña. Murió haciendo lo que más disfrutaba: combatiendo al enemigo allí donde este estuviese.
Plutarco |
Fuentes.
- Diodoro Sículo
- Apiano. Samnitas
- Zonaras. Epitomé Historion.
- Dion Casio. Historia Romana.
- Plutarco. Vidas Paralelas.
- Plutarco. Moralia.
- Polibio. Historias.
- Tito Livio. Periocas.
- Tito Livio. Ab Urbe condita.
- Pausanias. Descripción de Grecia.
- Justino. Filípicas.
- Pompeyo Trogo. Epítome.
- Paulo Orosio. Historia contra los Paganos.
- Dionisio de Halicarnaso. Antigüedades Romanas.
- Valerio Máximo. Hechos y dichos memorables.
- Aulo Gelio. Noches Áticas.
- St. Jerome. Chronicon.
- M. Tulio Cicerón. Carta a Balbo.
- Fasti Triumphales.
- Polieno. Estratagemas.
Notas:
1- Por los hechos del año 276 a.C. sabemos que Pirro mantuvo una guarnición en Crotona al mando de un tal Nicómano, que incluía tropas lucanas.
2- Fasti Triumphalis página 98: “278/7 C. Fabricius C.f. C.n. Luscinus {II}, cónsul {II}, sobre el Lucani, Bruttii, Tarentines y Samnites, id.Dec. {13 de diciembre}”.
3- Tenemos la referencia que aparece en Eutropio (2.14'3), cuando este dice que Fabricio y Pirro tenían sus respectivos campamentos cercanos uno del otro. Situación que permitió la anécdota relatada en el trabajo anterior, sobre la supuesta “magnanimidad” de Fabricio al entregar a Pirro los traidores que ofrecían asesinar al rey de Epiro. Nada de batallas o escaramuzas.
4- C. Fabricius Luscinus “…[conquistó a los lucanianos y Bruttii y celebró] un segundo [ triunfo sobre ellos]. El depositó. . sestertii en el tesoro como botín de ellos. [Cuando fue enviado al rey] Pirro para redimir [a los prisioneros de guerra], logró su liberación [al pueblo romano de forma gratuita]”. Del Corpus Inscriptionum Latinarum: CIL 6.37048 ( InscrIt_13.3.63 ).
5- Valerio Máximo 4.3'6, y Lucio Gellio 1.14,1-2
6- “¿Qué? ¿No concedió igual honor el eminente P. Craso a dos cohortes de Camertinos y a una legión de Heraclea, única ciudad que, según se dice, hizo un tratado con nosotros en tiempo de Pirro y bajo el consulado de Fabricio?” M. Tulio Cicerón, Para Cornelio Balbo, 50.
7- Diodoro 22.8'2-3; Livio. Periocas 14; Plutarco Pirro 22,4-5, 25,1; Apiano: Guerra Samnita 11,6;(28) y 12'1;(29). Pausanias 1.12'5; Justino 18.2,12; Pompeyo Trogo: Prologo 18; Orosio 4.1,23; Zonaras 8'5 (p357)
8- “…recibió el título de rey de Sicilia, así como de Epiro. Eufórico por este éxito, destinó a su hijo Heleno el reino de Sicilia, como herencia de su abuelo (porque era hijo de la hija de Agatocles) y de Alejandro, la de Italia.” Justino 23.3,2-3
9- Éryx, mitológico rey de los Élimos, famoso por ser hábil en la lucha libre, llegó a desafiar incluso a Hércules a un singular combate mano a mano y a muerte. Hércules mata Éryx luego de tres golpes (según Apolodoro), y es probablemente en recuerdo de este hecho mitológico, que Pirro consagra a Heracles su victoria en Erice. Ver: Apolodoro, Biblioteca Mitológica 2.5.10. Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica 4.23.2. Pausanias, Descripción de Grecia 4.36.4.
10- El término “amigos del Rey” (φίλοι τοῦ βασιλέως - fíloi toú basiléos), aparece en algunos documentos ptolemaicos. Se interpreta que Diodoro hace referencia a ellos en el pasaje mencionado.
11- Iaitias o Ietas (Ἰεταί), imponente fortaleza en el interior de Sicilia. Para algunos, una ciudad de los sicanos, pero probablemente sea de los Elimos. En Diodoro aparece como Ἰαιτῖνος. Y en Tucídides como Ἰεταῖος.
12- Palermo. Del griego Πάνορμος (Pan= todo/ ormos= bahía) “todo bahía” “todo puerto”.
13- Lilibeo, ciudad fortaleza cartaginesa. En Diodoro aparece como Lilybaeum. En griego es Lilybaion Λιλύβαιον).
14- El árbol de Cornejo, o “Cornus” en latín. Llamado “krania” por los samnitas. Muy abundante en la zona central y sur de Europa.
15- Ver también San Jerónimo (Hieronymus): Tablas Cronológicas 1734
16- Existe en Justino (Just. 23.3,8-9.) una única y no muy clara referencia a una posible batalla campal entre las tropas epirotas y cartaginesas, que aparentemente se saldaría con una victoria para Pirro. La referencia es muy vaga y no nos permite arriesgar demasiado en cuanto a la magnitud de dicha victoria y las consecuencias favorables (si es que las tuvo) para Pirro.
17- Los cónsules romanos para 276 a.C. fueron Cayo Genucio Clepsina y Quinto Fabio Máximo Gurges. Este último figura en los Fasti Triunphalis obteniendo un triunfo sobre Samnitas, Lucanos y Brutios.
18- Creemos que Pirro sumó a su ejército parte de las tropas que los griegos sicilianos le aportaron. Muy probablemente, mercenarios a sueldo de alguna de estas polis. En este orden de ideas, el ejército de Siracusa, de 10mil hombres, tiene todas las chances de formar parte de las tropas embarcadas hacia Italia. Dado que la relación con los griegos de Sicilia se rompió definitivamente, es claro que las tropas de ese origen, se mantuvieran en sus respectivas polis.
19- Cuenta Polibio, en su relato de la 1ra Guerra Púnica, que Aníbal Giscón, comandante púnico, dirigía la flota cartaginesa durante la batalla naval de Milas (260 a.C.) desde una “galera de siete órdenes” que antes era de Pirro.
20- August:DeCiv_3'17; Oros_4.2'1-2.L
21- El otro cónsul fue Lucio Cornelius Lentulus Caudinus.
22- Livio. Períocas 14: “Cuando el cónsul Curio Dentato estaba reclutando un ejército, vendió las propiedades de un ciudadano que no se había presentado…”. Para este hecho, ver también Valero Máximo, Factorum et Dictorum Memorabilium: 6.3.4
23- La Proserpina romana.
24- Según Apiano, el saqueo de los tesoros de Locri era en casitgo a la traición de esta ciudad que, al parecer, había condenado a muerte a la guarnición epirota que allí se encontraba.
25- La actual Benevento, cambia su nombre original en latín (Maleventum: “lugar de mal viento”) por el actual (Beneventum) tras la batalla con Pirro. En Osco, probablemente se conocía como Maloeis, o Malieis (Μαλιείς en griego antiguo). Durante la Segunda Guerra Púnica, volverá a ser sitio para una batalla con otro de los grandes enemigos de Roma, el cartaginés Aníbal Barca (Batalla de Benevento 214 a.C.).
26- “Aquellos que luchan en combate cercano con lanzas de caballería agarradas por el medio con ambas manos y que generalmente salvan el día en batallas son llamados principes por los romanos” (Dionisio de Halicarnaso 20.11,2).
27- Del indio mahaut (महौत) o mahavat (महावत), el “jinete” o entrenador de elefantes, originarios del subcontinente Indio.
28- Zonaras 8,6
29- Como, por ejemplo, la de construir un puente en el Jónico, que uniera la ciudad de Apolonia (Iliria) con Otranto (antigua Hydruntum) en Italia (ver Plinio el Viejo HN 3.101). Con tal de traer tropas, cualquier cosa comienza a ser válida para Pirro.
30- Quien, por su parte, también contaba con mercenarios celtas, además de tropas propias (Pausanias 1,3.2).
31- Justino 25.3'4-5
¡Nuevo artículo en AH Web! Traemos el último capítulo de las Guerras Pírricas. Esperamos sea de tu agrado y no olvides dejar un comentario.
ResponderEliminarPues muy agradecido por semejante trabajo que han publicado, de verdad un placer para degustar con calma.😊
ResponderEliminarPirro, un personaje muy interesante, muy hijo de su entorno, época y tradiciones. Creo o más bien especulo, que su historia hubiese sido más trascendente, si hubiese estado a las ordenes de alguien con mejores habilidades estratégicas, por que es claro que Pirro era más bien un táctico hábil, pero un mediocre estratega. La pasión no es buena para el largo plazo, pero si la paciencia. Y nadie más paciente que los hijos de la loba.
Gracias, de verdad un gusto leerles!
Gracias Heitai por tus palabras. Nos alegra que sigas nuestros trabajos.
EliminarEn cuanto a lo que comentas, veo difícil que una personalidad del calibre de Pirro se permitiera estar a la sombra de alguien más. Por otra parte, el epirota supo rodearse de algunas personalidades que podían suplir sus falencias y complementar sus habilidades. Un ejemplo de ello es el tesalio Cineas, que en lo político era un ayuda importante.
Bien dices que Pirro era un "hijo de su entorno, época y tradiciones", el recuerdo de Alejandro y sus hazañas estaban frescos, y una personalidad como la de Pirro, tan volátil y cambiante, bien pudo imponerse a la probable "mayor prudencia" de sus allegados. El fue su peor enemigo en algún punto.
También hay que decir que muy probablemente la campaña le "quedo grande", o el mismo subestimó las capacidades del enemigo (Roma). Tras la campaña de Sicilia, la falta de tropas y dinero, y la dificultad para obtenerlos resultó preocupante. Las sensibles bajas frente a los romanos se fueron haciendo muy difíciles de cubrir. Cuestión que evidencia un grave error de cálculo, no tanto por impericia, sino por desconocimiento del enemigo. O mejor dicho, la sorpresa que supuso la capacidad romana de reponerse a las derrotas y pérdidas.
Gracias Tchazzar por los elogios. Es cierto, es poca la información. O mejor dicho, no muy detallada. Conocemos bastante bien el devenir de los hechos, pero añoramos las descripciones detalladas de otros hechos, como Ásculo, por ejemplo, y su detallada descripción de la batalla. Aún así, se puede llegar a buen puerto sin grandes contradicciones.
ResponderEliminarSaludos!
Gran artículo, mejor general.
ResponderEliminar