La caballería romana a menudo ha sido considerada poco eficaz y de
escasa disciplina pese a que estuvo formada por la aristocracia de la ciudad.
Normalmente descrita como subordinada a las tácticas de infantería, tenía en
realidad un papel notable en el campo de batalla. En este trabajo intentaremos
dar luz a las incógnitas que ensombrecen el papel de los jinetes romanos y
veremos como, al igual que la infantería, la caballería estuvo en continua
evolución a lo largo del periodo republicano.
Organización y
reclutamiento
Ya desde la fundación de Roma
existen referencias a la caballería, especialmente en Tito Livio[1].
Según el mismo historiador, Rómulo
estableció a 300 jinetes como su escolta personal (100 por cada tribu),
llamados Celeres (literalmente “los
rápidos”), y posteriormente, Tarquinio Prisco lo duplicó (Livio 1, 36). Sevio
Tulio, en sus reformas, reorganizó la caballería, alistando 12 centurias de
entre los más ricos a las que sumó otras 6. Los caballos para estas nuevas
centurias los pagaba el Estado, destinando 10.000 libras del tesoro público
para ello y otras 2.000 al año para su mantenimiento[2].
Hay que tomar estos datos con recelo, pues de ser así hubiera dado un número
increíblemente alto en comparación con el número de infantes.
Lo más probable es que el número
de jinetes (equites) para finales del
periodo monárquico y principios de la República, que es lo que a nosotros nos interesa, fuera de 300, número que se
mantuvo durante todo el S. V a.C., y que estos más bien se trataran de infantes
montados que de caballería propiamente dicha. Puesto que 300 era el número de
jinetes que se reclutaba para cada legión en el periodo que mejor se conoce y
que para aquella época Roma solo podía asumir una legión por campaña, nos
parece bastante acertada esta deducción.
El Siglo IV a.C. no se nos
presenta más claro para obtener datos fiables acerca de gran cantidad de temas
militares romanos. ¿Adopción del manípulo? ¿Utilización del scutum y el pilum? Si cabe, el tema de la caballería es aún más desconocido a
causa de la escasez de citas a este respecto. De hecho, en la descripción general
de Livio (8, 8)[3] para el
ejército romano de 341 a.C. no hace mención alguna a la caballería, salvo la de
dar la cantidad de jinetes asignados a cada legión.
Parece ser que alrededor del año
400 a.C. se rompió el monopolio que establecía a los patricios como únicos
caballeros en el ejército romano. Livio (5, 7) menciona como en el año 403
a.C., durante el asedio de Veyes, ante la necesidad de contar con más
caballería, “[…] cierta cantidad de hombres a los que, aunque habían sido considerados
como caballeros, no se les había provisto de caballos, tras acordar un plan
común de acción se dirigieron a la Curia y declararon que servirían como
jinetes a sus expensas y en sus propios caballos.”
Es posible que la ampliación de
Servio Tulio mencionada anteriormente sea un anacronismo referido a este
incidente. En cualquier caso, está bastante aceptado que a partir de este
momento los équites dejan de ser exclusivamente patricios y que las nuevas 12
centurias de caballería estaban abiertas a cualquiera que tuviera la renta
suficiente.
Es bastante probable que a partir
de 338 a.C., con la victoria romana sobre sus vecinos y antiguos aliados de la
Liga Latina, estos empezaran a integrar de forma fija la alae que acompañaba a la legión. Y para el 311 a.C., según Livio
(9, 30, 3) se dobló el número de legiones reclutadas cada año, de dos a cuatro.
Por lo que en un escaso lapso de tiempo el número de tropas romanas se
cuadriplicó, y por ende el número de jinetes en el ejército, siendo ahora 1.200,
quedando, eso sí, una duda: ¿desde cuándo los aliados debían aportar tres veces
más caballería? ¿Quizás desde ese mismo periodo al poder contar ahora con los
afamados jinetes campanos?
Sí sabemos con seguridad
(principalmente gracias a Polibio 6, 20, 9[4];
pero también por otros pasajes de Livio y otros autores) que en un ejército
consular típico de finales del S. III y a lo largo del S. II a.C. el número de
équites romanos ascendía a 600 (300 por legión), apoyados por los teóricos 1.800
jinetes aliados itálicos. Esto haría una fuerza de caballería de unos 2.400
hombres, lo cual supone algo más de un 12% del total del ejército (19.500
hombres). Aunque jinetes romanos tan solo fueran un 25% del número total de
caballería, la fuerza conjunta componía un más que aceptable para la época[5],
mucho mayor a la de cualquier otra fuerza en Italia, a excepción de los galos,
y similar a la de los ejércitos griegos.
Cada legión del ejército romano
contaba con 300 jinetes, que a su vez se dividían en 10 turmae de 30 jinetes cada una. Los tribunos militares nombraban 3 decuriones para cada turmae, y de ellos el senior la comandaba con el rango de praefectus. A su vez, cada decurio elegía un optio como su segundo al mando[6].
Esto sugiere que la turma se
organizaba en 3 filas, que eran subunidades no independientes destinadas a
operar como una sola entidad, como indica la mayor jerarquía del praefectus sobre los otros decuriones.
A su vez, la caballería aliada
itálica, que acompañaba a las alae de
infantería, estaba comandada por un praefecti
equitum romano; y presumiblemente con decuriones y optios locales. Estos
équites aliados también formaban parte de la alta sociedad, como puede leerse
en Livio (23, 7’ 2 y 24, 13’ 1).
Los équites eran reclutados entre
los ciudadanos más ricos, es decir, entre las 18 centurias de mayor poder
adquisitivo[7]. No en
vano poseer un caballo era muy caro y a diferencia de otros animales como el
burro o el asno, este no era adecuado para realizar labores agrarias. Así pues,
para animar el uso de esta arma, el Estado romano remuneraba si el caballo moría en combate[8].
Del mismo modo, los équites eran los que mayor paga recibían por su servicio en
el ejército: 6 obolos diarios en época de Polibio, mientras que la infantería
recibía 2 y los centuriones 4. Además, un équite recibía 100 litros de trigo y
350 de cebada al mes (que la mayoría servía para alimentar al caballo; y
también al caballerizo), por los tan sólo 35 litros de grano que obtenía un
infante[9].
La caballería romana la
conformaban aristócratas que veían en la vida militar un escaparate para
hacerse un nombre para su futura carrera política. No en vano, antes de poder
ser elegidos para un cargo político debían haber servido por 10 años de campaña
en el ejército[10]. Así
pues, no es de extrañar que fueran muy reacios a realizar tareas de patrulla o
exploración, pero que fueran animosos en el combate.
Avanzando ya hasta finales del
periodo republicano, vemos como el número de jinetes romanos desciende
considerablemente hasta desaparecer. La Guerra de Yugurta es el último
conflicto donde se atestigua un papel importante de la caballería. Las reformas
de Mario (107 a.C.) suponen un antes y un después, empezando a ser sustituida
por contingentes auxiliares de jinetes nativos del lugar donde se desarrollara
cada campaña.
Para la época de la Guerra Social
(91-88 a.C.) la caballería legionaria pasa a 120 jinetes, agravándose este
descenso cuando se le concede la ciudadanía a todos los itálicos, con lo que
dejan de suministrar tres veces más caballería en la correspondiente alae.
Además, los equites hacía tiempo que se venían convirtiendo en una clase de
oficiales; sumado a que los plebeyos ricos de la primera clase (ordo equestre) tenían poco tiempo e
interés en servir en el ejército dados sus intereses comerciales, que se habían
ampliado enormemente gracias a las conquistas. Aunque, por supuesto, clases más
bajas podrían haber sido armadas para actuar como caballería, al igual que se
hacía con la infantería, esto hubiera supuesto un elevadísimo coste para el
Estado, siendo innecesario al poder contar con buenos jinetes procedentes de
Hispania, Numidia, Galia o Tracia.
Ya en época de Julio César,
parece que la caballería romana ha desaparecido por completo, ya que el general
depende por completo de los contingentes aliados galos. Esto queda totalmente
ejemplificado cuando en el año 58 a.C., para acudir a una entrevista con
Ariovisto, César, no fiándose aún de los galos y necesitando una escolta de
caballería, insta a estos a que presten sus caballos a miembros de la X Legión
(de ahí que adquirieran el apodo de equestris)[11].
Evolución del
armamento
“La caballería ahora está armada como la de Grecia, pero en los tiempos
antiguos no tenían corazas y luchaban tan solo con túnicas, compostura que para
montar y desmontar les daba gran destreza y facilidad, pero que los dejaba
expuestos a un gran peligro en combate cuerpo a cuerpo, ya que peleaban casi
desnudos. Sus lanzas también eran
inútiles en dos aspectos. En
primer lugar las hicieron tan delgadas y flexible que era imposible acertar a
un objetivo, y antes de que pudieran fijar la punta, la agitación por el mero
movimiento del caballo causaba su rotura la mayoría de las veces. La segunda, porque no las construían
con punta en la parte posterior, y así si tras el primer golpe se rompían se
volvían inútiles. Su escudo
estaba hecho de piel de buey, un tanto similar en forma a las tortas redondas
utilizados en los sacrificios. No
eran de alguna utilidad para parar los golpes, ya que no eran lo
suficientemente firmes; y cuando la cubierta de cuero pelado se podría debido a
la lluvia, y lo que antes era de poca utilidad, ahora venía a ser de ningún
provecho. Así que sus armas no resistieron la prueba de la experiencia,
pronto salieron a hacerlas a la manera griega, que asegura que el primer golpe
de la lanza es recto y eficaz, ya que la lanza es construida de manera estable
y fuerte, y también para que pueda seguir utilizándose con eficacia mediante la
inversión y golpeando con el pico en el extremo trasero. Y lo mismo se aplica a los escudos
griegos, que son duros y sólidos, tanto en defensa como en ataque. Los romanos, cuando se dieron cuenta
de esto, pronto aprendieron a copiar a los griegos; ya que esto también es una de sus
virtudes, porque es un pueblo dispuesto a adoptar nuevas modas e imita lo que
ven que es mejor en otros.” Polibio 6, 25’ 3-11.
Imagen de un jinete en el Monumento de Emilio Paulo |
Esta es la única descripción que
las fuentes antiguas nos dejaron sobre la panoplia de los jinetes romanos
durante la República. En ella vemos como la caballería romana temprana, Siglos
V y IV a.C., estaba ligeramente equipada. Aunque tan solo cita un escudo
liviano (parma equestris) como
defensa, es más que probable que también portaran un yelmo de bronce, ya que
Polibio tan solo enfatiza las diferencias existentes entre la caballería de un
periodo y otro. Además, sin duda, el equipo se completaría con una espada corta
llevada en el lado derecho del cinturón, arma a la que le tendrían que dar rápido
uso dadas las débiles características de la lanza.
Posteriormente, ya en el siglo II
a.C. (época de Polibio), los romanos han mejorado mucho el equipo, adoptando
una lanza más firme y con contera y un escudo más sólido. Además, se deduce que
en ese momento ya portaban corazas de algún tipo. Esto último queda confirmado
por el relieve de Metio Curcio (del que se conserva una copia de época
imperial) y el monumento de Paulo Emilio, ambos del Siglo II a.C. En ambos se
muestra a los jinetes con una coraza helenística y una cota de malla (loriga hamata) respectivamente[12].
Relieve de Mecio Curcio |
Volviendo al escudo, el relieve
de M. Curcio no da pistas sobre un tipo griego, pero muestra uno bien distinto
a uno de piel de buey, ligeramente más grande y con umbo metálico central[13].
Conjuntamente, un escudo con espina central también sería usado. Por su parte,
la lanza “estable y fuerte” y con contera, está claramente modelada al xyston macedonio, pero las
representaciones muestran la romana algo más corta (1,8 m.?). Para rematar el
equipo, la espada, la cual queda constancia de su uso en el monumento de Emilio
Paulo, habría sido mejorada con la adopción del modelo hispano (gladius hispaniensis).
Pero ¿cuándo se adoptaron estas
nuevas armas? En cuanto al escudo y la lanza se siguen principalmente dos
teorías. La primera de ellas dicta que fue a partir de la guerra contra Pirro,
basándose en el origen griego de estos avances, algo que Polibio describe
claramente. La otra opción afirma que fue durante el transcurso de la Segunda
Guerra Púnica, con las reformas de Escipión[14],
argumentando que si bien al principio del conflicto la caballería romana era
normalmente derrotada, al final del mismo casi siempre se mostraba más efectiva
que su rival. Ciertamente la primera parece más sólida, no solo por la
afirmación de Polibio, que da un origen griego y no cartaginés, además porque
el destino de la caballería romana durante el conflicto con Cartago dependió en
gran medida de la ventaja numérica con la que contara uno u otro contendiente
en cada enfrentamiento. El gladius hispaniensis si sería introducido en la
panoplia romana en algún momento entre la Primera (264-241 a.C.) y la Segunda
Guerra Púnica (218-201 a.C.), conflictos en los que los romanos comprobaron el
devastador poder del acero hispano. Por último, la coraza empezaría a ser usada
entre finales del S. III a.C. y principios del S. II a.C., quizás como
resultado de un tipo de lucha mucho más dura y encarnizada para los jinetes
romanos de lo que había sido con anterioridad. En cualquier caso cada modificación
de la panoplia se haría de forma gradual y armas antiguas y nuevas convivirían
en una misma turmae.
Relieve del Altar de Domicio Ahenobarbus. En él se puede apreciar a un jinete romano protegido con cota de malla y yelmo y armado con espada corta. |
El caballo itálico
Desgraciadamente apenas contamos
con datos literarios sobre las características del caballo itálico y las
pictografías y relieves y la arqueología tan solo nos pueden ayudar
parcialmente. Pese a todo podemos elaborar un esquema básico de cómo eran las
monturas que usaban los romanos, así como el tipo de bridas y sillas que
usaban.
Representación de un jinete y su caballo en una tumba de Paestum. Este sería el típico caballo itálico. |
El poeta romano Lucilio, en el S.
II a.C., comentaba sobre los caballos campanos que eran ardientes y fogosos,
pero que carecían de la resistencia de los caballos de Hispania. A su vez,
describe a los caballos lucanos y campanos como orgullosos y de paso alto.
Escritores posteriores se refieren a los corceles lucanos como pequeños de
cuerpo y feos de apariencia y color, aunque duros trabajadores. Según Plutarco
(Pirro, 16’ 8) menciona un oficial de caballería frentano que atacó a Pirro en
Heraclea montado sobre un caballo negro con pies blancos. Siguiendo con la
coloración, las pinturas muestran, en su mayoría, caballos de color castaña,
con la melena y la cola de tonos claros y en menor medida negros, pero en
cualquiera de los casos con patas y caras blancas.
Haciendo un compendio de las
escasas revelaciones que nos dan las fuentes podemos deducir que el caballo
itálico era algo más lento y menos resistente que el hispano, el númida y el
tesalio, pero tenía una fuerza similar a la de cualquier otro, e incluso
superaba en potencia al númida y al galo.
Los estudios realizados sobre los
restos de caballos en Italia nos revelan que para la Edad de Bronce, las
monturas tenían una altura media de 128 cm. hasta la cruz, llegando a los 130
cm. al Sur de Etruria para la Edad de Hierro. A lo largo de la época romana, la
alzada no dejó de crecer, sobre todo por la importación de caballos orientales,
llegando incluso a los 137 cm. de altura. Todos estos datos nos dicen que los
caballos italianos tenían un tamaño muy parecido al del resto de regiones
occidentales (en las estepas rusas y oriente la altura era significativamente
mayor). De hecho, los caballos galos del S. III y II a.C. tenían una media de
casi 10 cm. menos y ni que decir tiene de los ponis númidas.
Lastra pintada en una tumba de Paestum. Aparece un caballo de tonos oscuros, con frente y patas de color claro, también típico de Italia. |
Todas estas características de
las monturas (fuerza, tamaño, velocidad, resistencia, etc.) eran de capital
importancia para determinar la función que pudiera tener la caballería en el
campo de batalla. Así por ejemplo, un caballo dedicado a la exploración y el
hostigamiento debía ser rápida y resistente, mientras que una caballería de
choque debía contar necesariamente con animales fuertes y cuanto más grandes
mejor.
El equipamiento del caballo
romano era igual que el griego. En el relieve de Metio Curcio la “silla”
consiste en un simple manto cuadrangular (llamado gualdrapa) sujeto a través de
una correa ancha en el pecho y una más estrecha alrededor de la grupa. A
diferencia de los pueblos oscos y los italiotas, los caballos romanos parece
que nunca portaron testera ni pechera. El bocado era de tipo filete, el más
común en el mundo mediterráneo, y se mantendría sin cambios importantes a lo
largo de todo el periodo, hasta que hacia el S. II a.C. fue introducido, por
influencia celta, el bocado de freno.
Tácticas. ¿Caballería
o infantería montada?
“[…] después se produjo el choque entre el ala izquierda de los jinetes
galos e hispanos y el ala derecha romana, sin atenderse en absoluto al estilo
de lucha de la caballería, pues tenían que chocar de frente porque no había
quedado alrededor ningún espacio para evolucionar y por un lado los cerraba el
río y por el otro las líneas de infantería. Todos sus esfuerzos se dirigían al
frente, sin dar un paso y apelotonados por último los caballos en tropel, y
agarrándose hombre a hombre trataban de derribarse de los caballos. El combate se había vuelto ya en gran
medida una lucha a pie; fue, sin embargo, una pelea más denodada que
prolongada, y los jinetes romanos, rechazados, volvieron grupas.” Tito
Livio 22, 47’ 1-3.
Esta famosa cita de Livio,
describiendo la batalla de Cannas (216 a.C.) ha traído muchas confusiones
acerca del modo de lucha de la caballería romana. Más aún cuando poco después
(23, 49’ 1-3) Livio nos narra lo siguiente:
“[…] Paulo, a pesar de que nada más comenzar la batalla había sido
herido de gravedad por una honda, acudió sin embargo en repetidas ocasiones a
hacerle frente a Aníbal con un nutrido contingente de soldados y restableció el
combate en varios puntos protegido por la caballería romana, que al fin prescindió
de los caballos porque al cónsul le faltaban fuerzas para dominar al suyo.
Dicen que entonces, cuando alguien
informó a Aníbal de que el cónsul había ordenado a sus jinetes poner pie a
tierra, aquél comentó «¡Cuánto más valdría que me los entregara atados!»”
Una lectura ligera puede hacer
pensar que efectivamente los jinetes romanos tenían por costumbre desmontar
para combatir y que además esto suponía una gran ventaja para un enemigo que
estaba preparado para combatir sobre una montura.
A lo que realmente se refería
Aníbal, en palabras de Livio, es que desmontados no tendrían oportunidad alguna
de escapar de su trampa, como más tarde se demostró, no que de ese modo fueran
un enemigo más fácil de abatir.
Tan errónea esta visión, que
pocos años más tarde (199 a.C.) un ejército romano, al mando de Publio Sulpicio
Galba derrotó a la prestigiosa (aunque en declive) caballería macedonia,
dirigida por Atenágoras, un general de Filipo V, usando la táctica de desmontar
para hacer una lucha estática.
“Pero esta táctica de combate quedó completamente desbaratada por el
método de ataque romano, que resultó tan sostenido como feroz. Estos lucharon
con tanta constancia como si participara todo el ejército; los vélites, tras
descargar sus jabalinas, cerraron cuerpo a cuerpo con sus espadas; la
caballería, una vez hubo llegado hasta el enemigo, detuvo sus caballos y luchó, unos montados y otros desmontados,
ocupando sus lugares entre la infantería. En estas condiciones, la caballería de Filipo, no habituada a un combate
estático, no resultó enemiga para la caballería romana, y su infantería,
entrenada para escaramucear en orden abierto y sin la protección de la
armadura, estaba a merced de los vélites, que con sus espadas y escudos estaban
igualmente preparados para la defensa como para el ataque. Incapaces de
sostener el combate, se retiraron a la carrera a su campamento, confiados solo
en su velocidad.” Livio 31, 35.
Representación de la batalla de Ilipa (206 a.C.) |
La misión de la caballería romana
(al igual que la gran mayoría en esta época) era la de hostigar al enemigo
mientras se desplegaba la infantería de línea, para luego situarse en los
flancos o en reserva. En Italia, sin grandes estepas o llanuras, el combate
cerrado era prácticamente inevitable y por tanto la táctica (y, por tanto, el
armamento) iba enfocada a ello.
Una vez iniciado el combate, sí
que es cierto que era frecuente que los jinetes desmontaran, bien porque se
veían inferiores a la caballería enemiga, como en Ausculum (279 a.C.), bien por
falta de espacio, como en Cannas (216 a.C.), o también debido a que la línea de
infantería enemiga resistía todos los choques, como contra los hérnicos (362
a.C.). Incluso, como una táctica plenamente preestablecida, podía desmontar tan
solo una parte de la caballería, combinando el combate montado y a pie, como en
Tesino (218 a.C.) o, como ya hemos visto, contra Filipo V cerca de Ateo (199
a.C.). Sin embargo, el hecho de que se mencione cuando desmontaban es síntoma
de que no era lo más habitual. Si bien es cierto, la carencia de armadura
durante los primeros siglos facilitaba montar y desmontar de los caballos, y a
la vez es síntoma de un modo de lucha más enfocado a la escaramuza que a un
combate cerrado y, quizás, un origen (Ss. VII-VI a.C.) como infantería
aristócrata montada, siendo el caballo un símbolo de prestigio y no un arma.
Combinar caballería con
infantería ligera parece que empezó a usarse en algún momento del S. III a.C.,
antes de la Segunda Guerra Púnica, ¿quizás por influencia de Pirro? Al
principio, estudiando las fuentes, parece ser que se usaba más para las
escaramuzas, sirviendo la infantería ligera como “refugio” a la caballería
entre carga y carga, a la vez que permitía un avance rápido que hubiera sido
imposible usando infantería de línea. Posteriormente, a partir de finales del
S. III a.C., los textos empiezan a mostrar cada vez más a la caballería y la infantería
ligera actuando conjuntamente en batallas campales. Así vemos como esto se da
con excelentes resultados en Ilipa (206 a.C.) y Ateo (199 a.C.). Una variante,
muy curiosa, consistió en montar dos hombres en un mismo caballo, de modo que,
una vez estuviera cercano el combate, uno de ellos desmontara para formar una
línea de infantería. Esto se realizó en el asedio de Capua (211 a.C.) creando
gran confusión entre los campanos[15]
y logrando la victoria sobre una caballería que hasta entonces se había mostrado
muy superior.
Pese a todos estos ejemplos, la
táctica principal, durante todo el periodo republicano, era la de cargar
frontalmente contra el enemigo para luego girar y volver sobre sus pasos y
repetir una nueva carga. Existen numerosos relatos en las fuentes en la que los
jinetes romanos cargan frontalmente contra la caballería e incluso la
infantería enemigas, como en 357 a.C. en una batalla contra los galos; en Monte
Gaurus (342 a.C.) de forma fallida contra los samnitas; en Sentium (295 a.C.)
cuando, tras dos cargas fallidas, penetraron demasiado en una tercera y fueron
derrotados por los carros galos; en Aquilonia (293 a.C.) o en la sublevación de
Indíbil (205 a.C.) cuando cargan desde la retaguardia pasando entre las filas
de infantería que se habían abierto a tal fin… Probablemente, para la Segunda
Guerra Púnica, las tácticas de carga de caballería romana se habían mejorado
enormemente. Como hemos apuntado antes, el armamento había evolucionado y las
fuentes, aunque parcas en descripciones precisas, parecen apuntar a ello.
Éxitos destacables de la caballería durante el último periodo republicano son
la batalla de los Grandes Llanos (203 a.C.), Zama (202 a.C.) y Magnesia (190
a.C.)
Una particular técnica romana era
una impetuosa carga sin bridas, para borrar toda restricción, y estimulando con
ardor a las monturas, para que nada resistiera el choque. En 325 a.C. rompen
así una línea de infantería samnita, tras haber fracasado muchas cargas
convencionales. En 180 a.C. se usa de nuevo en Hispania, pero las fuentes
recuerdan que ya para entonces era inusual y desfasado.
Conclusiones. La verdadera
eficacia en el campo de batalla
Con frecuencia se ha acusado a la
caballería romana de poco eficaz, contando con una capacidad combativa muy
inferior a la de sus rivales y muy inferior a la de su propia infantería. A
primera vista esto puede resultar algo extraño, pues se trataba de nada más y
nada menos que de la élite de la sociedad romana, una clase social cuyas
ocupaciones principales eran la política y la guerra.
Siguiendo los relatos que nos han
dejado las fuentes, en muchas ocasiones vemos como es la infantería la que
lleva el peso principal de la batalla y que, sobre todo al principio del periodo
republicano, la caballería solo actúa en ocasiones puntuales. Como dijimos
anteriormente, Livio, en su retrato del ejército romano de 341 a.C., apenas
hace referencia a la caballería y sin embargo hace una descripción bastante
pormenorizada de las fuerzas de a pie. Además, con las reformas de Mario, ya a
finales del periodo republicano (107 a.C.) la caballería romana se fue
eliminando totalmente del ejército romano, reclutándose ahora caballería
auxiliar de aquellas regiones donde actuaran las legiones. Todo esto, sumado a
los reveses sufridos durante la Guerra de Aníbal, quizás el evento más conocido
y vistoso de la historia republicana de Roma, crea un ambiente desfavorable
para la caballería romana en cuanto a su importancia y eficacia en el campo de
batalla.
Pero dejando a un lado estas
impresiones subjetivas, vamos a intentar analizar las actuaciones de los equites de la forma más imparcial
posible.
En la siguiente tabla se muestra
una lista detallada (aunque no exhaustiva) de las acciones más destacables de
la caballería romana durante toda la República. En esta se ha intentado
distinguir las operaciones realizadas tan solo por la caballería romana o, al
menos cuando esta ha actuado en conjunción con la caballería aliada itálica. De
igual modo, en los enfrentamientos citados solo se enumera a los enemigos que
hicieron frente a aquella caballería, no el total de efectivos (montados o a
pie) del ejército al completo. Por otro lado, el resultado expuesto se refiere
al de las operaciones de caballería, no al resultado final y total de la
batalla o escaramuza en cuestión. Por último, también es necesario aclarar que
no se han tenido en cuenta aquellos enfrentamientos en la que una emboscada
supusiera una clara ventaja para uno de los contendientes.
Batalla
|
Romanos
|
Enemigo
|
Táctica
|
Resultado
|
Contra los
hérnicos (362 a.C.)
|
¿300 jinetes romanos?
|
¿? Hérnicos (¿sólo
infantería?)
|
Carga de caballería,
al fracasar, combate desmontado
|
Indeciso
|
Contra los galos
(357 a.C.)
|
¿200 jinetes romanos?[16]
|
¿? galos
|
Carga
|
Victoria
|
Monte Gaurus (342
a.C.)
|
¿300 jinetes romanos?
|
¿? samnitas
|
Carga
|
Indeciso
|
Inbrinio (325 a.C.)
|
¿? Jinetes romanos e itálicos
|
¿? samnitas
|
Cargas repetidas sin resultado, luego
carga sin frenos
|
Victoria
|
Sutrio (310 a.C.)
|
¿? Jinetes romanos e itálicos
|
¿? Infantería etrusca
|
Persecución de
enemigo en huída
|
Victoria
|
Sentium (295 a.C.)
|
¿1.200? Jinetes romanos
|
¿? Jinetes galos y carros de guerra
|
Carga
|
Derrota
|
Ausculum (279
a.C.)
|
8.000 jinetes romanos
e itálicos
|
7.000 jinetes
epirotas, griegos, tarentinos y samnitas
|
Combate desmontado[17]
|
Indeciso
|
Mesina (264 a.C.)
|
¿? Jinetes romanos e itálicos
|
¿? Jinetes siracusanos
|
¿?
|
Derrota
|
Enfrentamiento
previo a la batalla de Agrigento (261 a.C.)
|
¿600 jinetes romanos
+ 1.800 jinetes itálicos?
|
¿3.000 jinetes númidas?
|
Persecución[18]
|
Derrota
|
Río Bagradas (255
a.C.)
|
500 jinetes romanos e itálicos
|
2.000 jinetes númidas + 2.000 jinetes
cartagineses y libiofenicios
|
¿?[19]
|
Derrota
|
Telamón (225 a.C.)
|
1.200 jinetes romanos
+ 2.000 jinetes itálicos
|
¿3.000 jinetes galos?
|
Carga ¿posterior
combate a pie?[20]
|
Victoria
|
Cruce del Ródano
(218 a.C.)
|
300 ¿+ auxiliares galos?
|
500 jinetes númidas
|
Avanzadilla de exploración
|
Victoria
|
Tesino (218 a.C.)
|
900 jinetes romanos +
2.700 itálicos + 2.000 jinetes galos + 7.200 infantería ligera
|
2.000 jinetes
hispanos + 4.000 jinetes númidas
|
Combinación de
combate montado y desmontado[21]
|
Derrota
|
Trebia (218 a.C.)
|
1.000 jinetes romanos + 3.000 jinetes
itálicos aproximadamente
|
2.000 jinetes hispanos + 4.000 jinetes
galos + 3.500 jinetes númidas + 450 jinetes libiofenicios + 8.000 infantería
ligera
|
¿Carga?
|
Derrota
|
Cannas (216 a.C.)
|
1.500 jinetes romanos
|
2.000 jinetes
hispanos + 4.000 jinetes galos + 450 jinetes libiofenicios
|
Choque frontal,
posteriormente combate desmontado[22]
|
Derrota
|
Dertosa (215 a.C.)
|
600 jinetes romanos + 400 jinetes
hispanos
|
450 jinetes libiofenicios + 300
jinetes ilergetes + 10 elefantes
|
¿?
|
Indeciso
|
Ilipa (206 a.C.)
|
3.000 jinetes romanos
e itálicos + 4.000 vélites
|
2.000 jinetes
hispanos + 2.000 jinetes númidas + 32 elefantes
|
Combinación de carga
de caballería e infantería ligera
|
Victoria
|
Sublevación de
Indibil (205 a.C.)
|
3.000 jinetes romanos e itálicos
|
4.000 jinetes hispanos + infantería de
línea
|
Carga[23]
|
Victoria
|
Galia Padana (203
a.C.)
|
¿1.000? jinetes
romanos
|
1.800 jinetes númidas
+ 7 elefantes (en reserva)
|
Carga[24]
|
Victoria (gracias al
apoyo de la reserva de infantería)
|
Grandes Llanos (203
a.C.)
|
600 Jinetes romanos y 1.800 itálicos
|
¿? Númidas (probablemente número
similar o superior)
|
Carga[25]
|
Victoria
|
Escaramuza de Ateo
(199 a.C.)
|
700 jinetes romanos e
itálicos + 700 vélites
|
700 jinetes
macedonios+ 700 infantes ligeros
|
Combinación de
combate montado y desmontado
|
Victoria
|
Magnesia (190 a.C.)
|
570 jinetes romanos + 1.710 jinetes
itálicos + 800 jinetes de Pérgamo + 4.000 infantes ligeros
|
3.000 catafractos + 1.000 jinetes ligeros sirios, frigios y
lidios + cuadrigas + arqueros montados en dromedarios + 2.500 jinetes
galogriegos + caballería tarentina + 1.000 jinetes neocretes + 1.500 jinetes
carios y cilicios + 8.000 infantes ligeros + 16 elefantes
|
Carga tras un ataque de infantería
ligera
|
Victoria
|
Calicino (171
a.C.)
|
2.000 jinetes romanos
e itálicos + 1.000 jinetes de Pérgamo + 500 jinetes etolios + 300 jinetes
ilirios
|
4.000 jinetes
macedonios
|
¿?
|
Derrota
|
Corinto (146 a.C.)
|
3.500 jinetes romanos e itálicos
|
600 jinetes aqueos
|
Carga[26]
|
Victoria
|
La caballería romana siempre se
mostró superior a la de sus vecinos cercanos. En una región donde el relieve
agreste es lo habitual, escaseando las llanuras donde se pueda desarrollar una
caballería numerosa y bien entrenada. Esto no impedía que se desarrollaran
jinetes armados, pero si que su coste convirtiera al caballo en un animal de extremo
privilegio, siendo además su pérdida una grave tragedia que dificultaba el
arriesgarlo en el campo de batalla. Así pues, ni sabinos, ni volscos, ni ecuos
o hérnicos eran rivales para una Roma que dominaba la estrecha llanura Pontina.
Muestra de la calidad de la caballería romana, pese a su inicial liviano
armamento, es que incluso salía bien parada de cargas frontales contra la
infantería. Es cierto que el modo de lucha de estos primeros rivales, más
inclinados a la escaramuza que a la batalla campal, los hacía débiles en estas
lides. Aún así, es destacable que, según las fuentes, la victoria en muchas
batallas la inclinaban los jinetes romanos.
Muchas más dificultades tuvo
contra galos y campanos, los primeros por estar en inferioridad numérica y los
segundos por la gran calidad de su caballería, considerada por las fuentes
antiguas como la mejor de la península itálica. De las referencias a la
caballería samnita y etrusca pocas conclusiones se pueden sacar, pero parece
ser que la caballería romana se mostraba igualmente superior por las mismas
razones que con los demás pueblos osco-umbros.
Llegados a este punto, finales
del Siglo IV a.C., con toda la escasez de datos y su fiabilidad que nos han
dejado las fuentes, podemos afirmar que, en general, la caballería romana se
mostró considerablemente a la de casi todos los demás pueblos italianos.
Es aquí cuando hacen aparición
una gran cantidad de enemigos extranjeros, con sus propias tácticas y
armamentos de caballería. El primer choque se da contra Pirro de Epiro, que
traía consigo la prestigiosa caballería macedónica y molosa. Las fuentes nos
muestran como los romanos tuvieron gran respeto y prudencia para enfrentarse a
ellos, pero, en contra de los prejuicios, los combates nunca se inclinaron de
forma decisiva ni para unos ni para otros. Los jinetes romanos, con tácticas
muy distintas a las de sus rivales helenos, demostraron estar a la altura.
Capitulo a parte son las Guerras
Púnicas. Cartago siempre pudo nutrirse con abundante caballería númida y libia,
además con elefantes, un animal que producía un enorme pánico a los caballos
que no estaban acostumbrados a su olor y a su barrito. Nada más iniciado el
primer enfrentamiento contra los púnicos, la caballería romana es derrotada por
la prestigiosa caballería siracusana, algo que fue sintomático de todo el
conflicto, habida cuenta de lo dificultoso que era transportar monturas en las
estrechas embarcaciones de la época. Las fuentes siempre dieron cuenta de la
prudencia que mostraron los romanos en combatir en extensas llanuras, donde la
más numerosa caballería enemiga podría maniobrar con facilidad y superar a los
escasos jinetes romanos. Claro ejemplo de esto es la Batalla del Río Bagradas,
en la que la caballería de Atilio Regulo fue totalmente barrida por númidas y
cartagineses, que tenían una ventaja numérica de 8 a 1.
Sin embargo, siempre que la
caballería romana se enfrentaba en igualdad de condiciones a sus enemigos de
los ejércitos púnicos (galos, hispanos o africanos), corría una mejor suerte.
Ejemplos de este hecho son el enfrentamiento en las bocas del Ródano (218 a.C.)
o la batalla de Dertosa (215 a.C.). El vuelco definitivo se produce mediada la
Guerra contra Aníbal, cuando el general cartaginés empieza a perder la ventaja
táctica que le había dado al inicio del conflicto el mayor tamaño de su
caballería: en Tebia (218 a.C.) 2,5 a 1, en Cannas (216 a.C.) 1,6 a 1. A partir
de entonces los enfrentamientos se decantan normalmente del lado romano, siendo
prueba de que las derrotas se daban, sobre todo, por una cuestión de cantidad y
no de calidad, aunque el factor moral también tuviera una gran repercusión,
además de la evolución de las tácticas de caballería que realizó, sobre todo y
según las fuentes, Escipión el Africano.
Me parece necesario hacer aquí un
pequeño inciso para ver la proporción normal de caballería en los ejércitos de
la época. El de Alejandro Magno, teniendo en cuenta que la caballería era un
arma decisiva en sus tácticas, suponía un 14-15% del total de sus hombres. El
ejército de Aníbal contaba en Cannas con una proporción mucho mayor, nada más y
nada menos que un 20% del total eran jinetes. En la batalla de Rafia (217 a.C.)
la caballería de los ejércitos helenísticos enfrentados rondaban el 8%.
Una vez derrotados los púnicos y
con los reinos helenísticos en claro declive, la caballería romana no tuvo
rival en todo el Mediterráneo. De todas las grandes batallas del Siglo II a.C.,
Cinoscéfalos (197 a.C.), Pidna (168 a.C.) y Pidna (148 a.C.), tan solo en
Magnesia (190 a.C.) el enfrentamiento de caballerías es destacable y
determinante. En este panorama de pequeños enfrentamientos y escaramuzas, que
se prolonga a las guerras de Hispania y la Guerra de Yugurta, la caballería romana
combina victorias y derrotas, pero llegando estas más por encontrarse en
situaciones muy desfavorables ante una emboscada que por cualquier otra
cuestión.
Representación de jinetes romanos acompañados por un vélite durante la Segunda Guerra Macedonica. |
Como vemos, a lo largo de toda la
República, la caballería romana se muestra en unas condiciones de igualdad e
incluso superioridad con respecto con sus rivales. Tan solo caballerías de
renombrado prestigio como la siracusana y la campana fueron claramente
superiores, y solo hasta que los romanos, siempre en constante evolución
militar, aprendieron a sobreponerse. La Guerra de Aníbal ha supuesto un duro
golpe para la apreciación de las capacidades de la caballería romana,
deformando la realidad, sobre todo teniendo en cuenta que estas derrotas se
dieron debido a la inferioridad numérica ante un ejército con una proporción
extraordinariamente alta de jinetes para aquella época.
Autor: Alejandro Ronda
Estatua de Polibio, una de las fuentes principales para este trabajo. |
Bibliografía antigua:
-Polibio de Megalópolis; Historia
General.
-Tito Livio; Historia de Roma.
-Plutarco; Vidas Paralelas.
-Apiano de Alejandría; Anibálicas.
-Apiano de Alejandría; Hispánicas.
-Apiano de Alejandría; Púnicas.
-Apiano de Alejandría; Sirias.
-Julio César; La Guerra de las
Galias.
-Dionisio de Halicarnaso; Antigüedades
romanas.
-Zonaras; Epítome.
-Frontino; Estratagemas.
-Lucilio; Sátiras.
-Pausanias; Descripción de
Grecia.
-Dion Casio; Historia Romana.
-Diodoro Sículo; Biblioteca
Histórica.
-Jenofonte; Sobre la caballería.
-Jenofonte; Hipárquico.
Bibliografía moderna:
-Duncan Head; Armies of the
Macedonian and Punic Wars.
-Fernando Quesada; La alzada del
caballo antiguo.
-Fernando Quesada; Aristócratas
a caballo y la existencia de una verdadera caballería en la cultura ibérica:
dos ámbitos conceptuales diferentes.
-Fernando Quesada; Armas de
Grecia y Roma.
-Varios Autores; Técnicas
Bélicas del Mundo Antiguo.
-L. Keppie; The making of the
roman army.
-E. Gabba; Republican Rome: the
army and allies.
-J. B. McCall; The cavalry of
the Roman Republic.
-Karen R. Dixon y Pat Southern; The
roman cavalry.
-Philip Sidnell; Warhorse,
Cavalry in Ancient Warfare.
-Nic Fields; The Roman Army of
the Punic Wars 264-146 BC.
-S. Northwood; Early Roman Army.
-Nick Secunda; Republican Roman
Army 200-104 BC.
-Adrian
Goldsworthy; La caída de Cartago: Las
Guerras Púnicas, 265-146 a.C.
-J. F. Francis Lazenby; The First Punic War.
-J. F. Lazenby; Hannibal’s War, A military history of the Second Punic War.
-Peter Connolly; Greece and Rome at war.
-Peter Connolly; Aníbal y los enemigos de Roma.
[1] Por
ejemplo para el año 616 a.C. (1, 37): “En
esa batalla, la caballería se distinguió especialmente. Fueron situados en cada
ala, y cuando la infantería en el centro estaba siendo obligada a retroceder,
se dice que hicieron tan desesperada carga por ambos lados que no sólo
detuvieron a las legiones sabinas que estaban presionando a los romanos en
retirada, sino que las pusieron inmediatamente en fuga.”
[2]
Dionisio de Halicarnaso (6, 18’ 1) y Livio (1, 43).
[3]
“Al principio, los romanos utilizaban el
escudo redondo grande llamado clípeo; más tarde, cuando los soldados recibieron
un salario, fue adoptado el escudo oblongo, más pequeño, llamado scutum. La formación en falange, similar a la
macedonia de los primeros días, fue abandonada en favor de la formación en
manípulos; la parte posterior se dividió en unidades más pequeñas y cada una
tenía sesenta hombres, con dos centuriones y un portaestandarte. La línea más
importante estaba compuesta por los asteros, dispuestos en quince manípulos y
formados a corta distancia unos de otros. Uno de estos estaba formado por
veinte soldados armados a la ligera y los demás portando el scutum; los
llamados ligeros llevaban una lanza larga (asta) y varias jabalinas cortas de
hierro. Esta línea de vanguardia la formaban los jóvenes en la flor de la
juventud, justo al cumplir la edad suficiente para el servicio. Tras ellos
forma un número igual de manípulos, llamados príncipes, compuestos por hombres
en su pleno vigor vital, todos portando scutum y equipados con panoplia
completa. Esta formación de treinta manípulos era llamada los antepilanos.
Detrás de ellos estaban los estandartes bajo los que formaban quince manípulos,
divididos en tres filas, cada una con su vexillum; a las primeras se las
llamaba pilum; cada vexillum estaba dividido en tres unidades con sesenta hombres, dos centuriones y
un portaestandarte con su vexillum, en total ciento ochenta y seis hombres. El
primer estandarte era seguido por los triarios, veteranos de probado valor; el
segundo por los rorarios, hombres de menor habilidad por su edad y disposición;
al tercero lo seguían los accensi, de los que menos se esperaba
y que, por tanto, se situaban en la línea más retrasada.
Cuando
quedaba dispuesta la formación de batalla del ejército, los asteros eran los
primeros en combatir. Si no lograban rechazar al enemigo, se iban retirando
lentamente a través de los intervalos entre las unidades de los príncipes, que
se hacían cargo entonces del combate con los asteros siguiéndoles por detrás.
Los triarios, entre tanto, descansaban con una rodilla en tierra, bajo sus
estandartes, con sus scuta sobre sus hombres y sus lanzas clavadas en el suelo
con las puntas hacia arriba, haciéndoles parecer una valla erizada. Si los
príncipes tampoco tenían éxito, se retiraban lentamente hasta donde los
triarios, lo que ha dado lugar al dicho proverbial, cuando la gente está en
grandes dificultades, de "han llegado las cosas hasta los triarios".
Una vez que los triarios habían dejado pasar por los intervalos que separaban
sus unidades a los asteros y príncipes, se alzaban de su postura de rodilla en
tierra y cerraban inmediatamente la formación, bloqueando el paso a través de
ellos y, formando una masa compacta, caían sobre el enemigo como última
esperanza del ejército. El enemigo, que había seguido a los otros como si los
hubieran derrotado, veía con espanto un nuevo y mayor ejército que parecía que
se alzara de la tierra. Se alistaban, por lo general, cuatro legiones, cada una
de cinco mil hombres, asignándose a cada
legión trescientos de caballería. Una fuerza de igual tamaño solía ser
suministrada por los latinos que ahora, sin embargo, eran hostiles a Roma.”
[4] […] el sistema
antiguo era elegir la caballería después de los cuatro mil doscientos infantes,
pero ahora optan por ellos en primer lugar, el Censor los selecciona en función
de su riqueza; y trescientos son
asignados a cada legión.
[5] Estos
números se adecúan a la legión “ideal” explicada en las fuentes antiguas, sin
embargo, estos podrían variar conforme a las necesidades, sobre todo los
contingentes de infantería y caballería aliados. Por ejemplo, en la Segunda
Guerra Púnica se incrementó el número de la caballería para poder enfrentarse a
Aníbal en igualdad de condiciones.
[6] Polibio
6, 25’ 1-2.
[7] Polibio
6, 20’ 9.
[8] De
hecho, es en el 403 a.C. cuando tenemos la primera referencia a un uso de la
caballería como tal, siendo Livio (5, 7’ 13) el que nos informa que en ese año
se empezó a dar una paga para la caballería.
[9] Por su
parte, los jinetes aliados itálicos recibían 70 litros de trigo y 250 de
cebada; y los infantes 35 litros de grano.
[10] Polibio
6, 19’ 2.
[11] César
1, 42.
[12] Existe
también el altar de Domicio Ahenobarbo, en el que se muestra claramente a un
jinete con cota de malla, aunque este monumento es de muy finales del S. II
a.C. Pese a que escapa del periodo que estudiamos, no debemos despreciar su
utilidad, ya que nos hace ver que en algún momento la coraza se hizo habitual
entre los équites.
[13] Este tipo de escudo aún se mostraba en las monedas de
época de Augusto.
[14] Livio
26, 51 y Polibio 10, 20.
[15] Esta es
la primera vez en la que Livio (26, 4’ 4-8) nombra a los vélites, siendo estos
los infantes que desmontan de los caballos justo antes de iniciar el combate.
[16] Si
aceptamos que para la época el ejército romano contaba con 300 jinetes en total
y que el dictador Cayo Sulpicio había escondido a 100 jinetes junto a un millar
de acemileros armados (Livio 7, 14’ 6-8), este bien podría haber sido el
número, quizás repartido en dos alas de 100 jinetes.
[17]
Dionisio 20, 2’ 1-2: “La caballería estacionada en ambas alas, sabiendo de antemano en qué
tácticas tenía ventaja sobre el enemigo, recurrió a esas tácticas, los romanos
a una mano a cuerpo, combate estacionario, y la caballería griega al que
flanquean y desplegar maniobras. Los
romanos, cuando fueron perseguidos por los griegos, se giraron sobre sus
caballos, y controlando las riendas, lucharía una batalla de infantería; los griegos, cuando percibieron que
los romanos eran sus iguales en combate, se desviaban a la derecha y
contramarchaban una vez tras otra, y giraban sobre sus caballos, para, una vez
más, mirar hacia adelante, y aplicaban las espuelas, cargaban contra las filas
enemigas.”
[18]
Polibio 1, 19’ 3-4: “Los númidas, que actuaron
conforme a estas órdenes, avanzaron hasta a uno de los campamentos y la
caballería romana a su vez les salió al paso y audazmente los atacó. Los
libios se retiraron como le habían ordenado hasta que se unieron al ejército de
Hannón y luego, girando alrededor y rodeando al enemigo, los atacaron, matando
a muchos y persiguiendo al resto hasta el campamento.”
[19] Polibio
1, 34’ 3: “Como la caballería romana en
ambas alas se puso rápidamente a la fuga debido a la superioridad numérica de los
cartagineses.”
[20]
Polibio 2, 28’ 10: “Al principio de la
batalla fue confinado a la colina, todos los ejércitos que miran en él, tan
grande era el número de la caballería de cada bando luchó allí
atropelladamente. En esta acción Gayo, el cónsul, cayó en la refriega luchando
con valor desesperado, y su cabeza fue llevado a los reyes celtas; pero la
caballería romana, después de una lucha tenaz, largamente dominaron al enemigo
y ganó la posesión de la colina.”
[21]
Polibio 3, 65’ 11: “La caballería se
reunió frente a frente y durante algún tiempo mantuvieron una competencia
equilibrada, el compromiso de ser tanto una caballería e infantería uno,
debido al número de hombres que desmontables durante su progreso. Sin embargo, cuando los númidas
flanquearon a los romanos y se los llevaron en la parte trasera, los
jabalineros a pie que tenían en un principio escaparon de la carga de la
caballería ya fueron montados por el número y la fuerza de la númidas, mientras que la caballería, que desde
el principio se había enfrentando a los cartagineses, después de sufrir grandes
pérdidas y causando aún mayor sobre el enemigo, siendo ahora atacada por los
númidas también en la parte trasera, irrumpieron en el vuelo, la mayoría de
ellos la dispersión en cada dirección, pero
algunos se reunieron alrededor del Cónsul”.
[22]
Tito Livio 22, 47’ 1-3: “[…] después se produjo el choque entre el ala izquierda de los
jinetes galos e hispanos y el ala derecha romana, sin atenderse en absoluto al
estilo de lucha de la caballería, pues tenían que chocar de frente porque no
había quedado alrededor ningún espacio para evolucionar y por un lado los
cerraba el río y por el otro las líneas de infantería. Todos sus esfuerzos se
dirigían al frente, sin dar un paso y apelotonados por último los caballos en
tropel, y agarrándose hombre a hombre trataban de derribarse de los caballos.
El combate se había vuelto ya en gran medida una lucha a pie; fue, sin embargo,
una pelea más denodada que prolongada, y los jinetes romanos, rechazados,
volvieron grupas.”
[23]
Livio 29, 2’ 12-13: “Apenas había dicho esto cuando la caballería romana, cargando por en
medio del enemigo, puso en desorden a su infantería y, al mismo tiempo, impidió
el paso de los jinetes hispanos. Estos, al verse incapacitados para actuar como
caballería, desmontaron y combatieron a pie.”
[24] Livio
30, 18’ 5-6: “Como el procónsul aceptaba
el cometido que el pretor quisiese, el pretor Quintilio con su hijo, un joven
animoso que se llamaba Marco, se dirigió hacia los jinetes, les ordenó montar
sobre sus caballos y los lanzó de improviso sobre el enemigo. La infantería
sumó su grito de guerra potenciando el fragor de la caballería, y el frente
enemigo no habría resistido si Magón, al primer avance de la caballería, no
hubiera puesto en acción a los elefantes que tenía preparados.”
[25]
Livio 30, 8’ 6-7: “Sífax y Asdrúbal colocaron
la caballería númida frente a la italiana, y la caballería cartaginesa se
enfrentó a Masinisa mientras los celtíberos formaban en el centro para
enfrentarse a la carga de las legiones. Con esta formación se aproximaron. Los
númidas y cartagineses de ambas alas fueron derrotadas al primer choque; los
primeros, que eran en su mayoría campesinos, no pudieron resistir a la
caballería romana, como tampoco pudo la cartaginesa, compuesta también por
reclutas.”
[26]
Pausanias 7, 16’ 3: “Pero cuando Mummio avanzó a su encuentro, el caballo aqueo
a la vez dieron a la fuga, sin esperar siquiera la primera carga de la
caballería romana.”
nuevamente me presente en este ilustre biblioteca de historia para aportar gustoso mis impresiones, y siempre en calidad de observador, pero tambien de contribuyente. La caballeria romana republicana, ese cuerpo del ejercito tan olvidado y sin embargo bastante mencionado como el elemento decisivo es las batallas mas tempranas de los romanos asi como sus mas famosas derrotas, pero ante todo y dentro de lo que se puede decir una formacion con un gran espiritu marcial como el romano y compuesto nada mas y nada menos que por la crema y nata de aristocratica elite patricia de esta gran sociedad y sus aliados, civilizacion que florecio a traves del mediterraneo. Es interesante y al mismo tiempo triste ver el declive (opinion personal) del uso de la caballeria pesada romana que tantos exitos habia dado en el campo de batalla. Por otro lado, si bien es cierto que la gran urbe podia disponer de los recursos equinos de otras regiones, no es menos cierto que pudo continuar, en ese linea, alientando a los aristocratas de las otras ciudades a mantenerse en servicio es decir que como requisito para que los jovenes nobles tuvieran relevancia entre la ciudadania se les solicitara servicio obligatorio de 5 años( tiempo mas que razonable para adquirir experiencia militar, asi como para el cursus honorum) en las legiones y despues dejar como remplazo a algun sirviente o esclavo liberado de confianza que haya sido elegido por su amo y entrenado para la tarea, asi las legiones hubiesen mantenido tal vez no la calidad pero por lo menos una cantidad aceptable de caballeria puramente romana y de indiscutible lealtad a la urbe encudradas en el ejercito( lo que disminuiria la dependencia en otros pueblos y reduciria la posibilidad de los generales tipo mario o sila, pues los aristocratas al cumplir servicio podrian tambien actuar indirectamente como informantes de las actividades de este, reducir el riesgo de que alguno se pase de listo...), ademas piensese como una ventaja, en un sistema de incremento clientelar para el que aporta el caballerizo, pues al servir la persona de confianza, el aristocrata tendria su gratitud y esta probablemente tendria esa deuda y de paso su lealtad en cuestiones politicas,por ejemplo... es solo una opinion, pero en fin que lo que pudo ser y no fue. Nuevamente felicidades y gracias por este gran articulo acerco de uno de los cuerpos militares mas importantes y menos conocidos que aportaron en la grandeza de la Ciudad Eterna.
ResponderEliminarSaludos¡¡¡ y Ave atque vale
Saludos, Carlos. Es cierto que la caballería romana sufrió un continuo declive hacia el final del periodo republicano. La puntilla definitiva fueron las reformas de Mario, aunque estas solo fueron el culmen de algo que ya se venía dando desde hacía medio Siglo al menos. El ejército romano (simplificando) pasó de ser aristocrático y de clases medias a proletario. La causa fue la constante pérdida de clase media en Roma y en Italia en general (la guerra de Aníbal tuvo algo que ver en esto, con la destrucción de tierras que se produjo; el aumento del poder de los latifundistas hizo el resto); así como la necesidad de contar con cada vez más tropas. Necesidad dada por esa supuesta guerra preventiva que promocionaba el Senado, pero sobre todo por las ambiciones de los aristócratas (Julio César es un buen ejemplo). Ante este panorama la caballería aristocrática tiene cada vez menos cabida, dedicándose estos a "tan sólo" los puestos de altos oficiales en su carrera del Cursus Honorum.
ResponderEliminarSaluduos y gracias por tus comentarios!!
Gran sección
ResponderEliminarIndispensable dentro de la historia ecuestre romana.
Una pregunta:¿era relevante la caballería en la península itálica antes de la llegada de Aníbal?