La Guerra de las Galias, violenta lid de ocho años
consecutivos por el control de los pueblos celtas de Europa, fue el evento que catapultó
a César a los primeros planos de la política romana. La misma tuvo como primer episodio, el
enfrentamiento entre las legiones romanas comandadas por Cayo Julio César y el
pueblo celta de los Helvecios. Proponemos entonces, tratar aquí esta lid
inaugural, analizar lo que entendemos por sus causas y consecuencias mas notorias;
dar cuenta de sus aspectos mas relevantes y controvertidos; y poner la piedra
inaugural sobre el tratamiento de otro de los grandes eventos de la historia
antigua.
El
relato de Cayo Julio César sobre los hechos ocurridos durante su proconsulado
en la Galia Trasalpina, en el año 58 a.C., no dan cuenta de algunos eventos (probablemente
estrategicamente omitidos por César) que ayudan a comprender todo el entramado
político y social de Roma por aquel entonces, y mucho mejor, las reales motivaciones
de César detrás de sus acciones en la Provincia. La construcción de los hechos
que hace César en su relato, parece buscar por sobre todas las cosas, construir
un casus belli que justifique sus
acciones y engrandezca su figura. César no da puntada sin hilo, y nada parece
dejar a la imaginación del lector ocasional. Sin embargo, una lectura detenida
puede arrojar algunas fisuras. Sobre todo si esta es acompañada de la lectura
de fuentes adicionales.
Si
seguimos el relato de César en su obra De Bello Gallico, todas las
motivaciones para emprender la guerra contra el pueblo celta de los Helvecios,
se encuentran en el noble deber de protección de los territorios romanos en la
provincia de Galia Narbonense[1],
y los pueblos aliados de la región. Según César, los Helvecios no conformes con
las “doscientas cuarenta millas de largo,
con ciento ochenta de ancho” que tenían por territorio, porque a todas
luces tan pequeño país no podía contenerlos,
tanto “por ser muchos sus habitantes como
por su valor y la reputación de sus hazañas militares” (Caes. Bgall 2)
deciden pues lanzarse, no ya en búsqueda de nuevos y mejores territorios, sino más
bien, a la conquista y dominación de toda la Galia, puesto que no menos le cabía
a tan glorioso pueblo. Ponían a la cabeza de este objetivo, según César, a un
noble helvecio, de gran fama aparentemente, llamado Orgetórix[2].
Para César, peligraba la integridad del territorio romano, y el de sus aliados.
Y por lo tanto, no tenía más remedio que asumir su defensa. Este era su casus belli.
Según
César, en el punto tres del Libro I, este noble y famoso galo, había persuadido
al secuano Cástico (hijo de Catamantáledes, rey secuano y amigo de Roma), y el
eduo Dumnórix (hermano de Dividiaco y casado con una hija de Orgetórix,
“primera” persona de su patria, y cercano a Roma también), de que aliados sus
pueblos con los Helvecios, nada impediría el dominio de la Galia. Vemos como la
confabulación, según César, involucra ahora a otros dos pueblos galos además de
los Helvecios. Y para colmo, aliados de Roma. Algo que, como veremos luego, sin
dudas era muy conveniente para sus ambiciones.
Jefe galo. Idílica imagen para Orgetórix. |
Ahora
bien, si César esta en lo cierto, toda motivación de los Helvecios por migrar y
conquistar la Galia se desvanecería con la muerte de Orgetórix. Sin embargo, el
propio César nos cuenta que esta pérdida “no
fue obstáculo para que decidiesen llevar a cabo la resolución concertada de
salir de su comarca” (Caes. Bgall. I, 5). Y algunos puntos más adelante,
nos señala el sitio donde habían depositado la vista los Helvecios: “los Helvecios estaban resueltos a marchar (…)
hacia el país de los Sántonos, poco distante de los tolosanos” (Caes.Bgall
I, 10). ¿Cómo se explica esta contradicción? ¿Qué ocurrió realmente con
Orgetórix? No es fácil explicarlo, pero intentaremos dar una respuesta más
adelante.
Para
colmo, una vez en movimiento, y ya sobre la frontera en el río Ródano (límite del
país de los Helvecios con la Galia Narbonense) lo primero que hicieron los
Helvecios fue solicitar el paso, pacíficamente, por los territorios romanos
(Caes. Bgall. 1,7) ya que muy pocas opciones de ruta segura tenían. Puesto que
teniendo en cuenta semejante migración y su destino, les era mucho mas fácil
atravesar el país de los Alogobres (Galia Narbonense) solo un pequeño tramo,
que cruzar con sus bagajes el monte Jura, hacia los secuanos. Esto,
evidentemente, no los convierte en una nación agresora, que busca la conquista
y dominación de territorios. Los invasores no suelen pedir permiso.
Pero,
atento a la oportunidad, César les niega el paso. Entonces, resueltos a migrar,
pues ya no podían regresar a sus tierras, terminan eligiendo los galos el
camino más complicado (a través del monte Jura) por el territorio de los
secuanos. Y aun así, sin invadir la provincia romana, César los persigue y los
fuerza a la batalla.
Entonces,
si la sola lectura de De Bello Gallico
arroja estas dudas y contradicciones, éstas se acrecientan aún mas sobre todo
cuando incluimos el repaso de todas las fuentes disponibles que tratan el
asunto.
El país de los Helvecios en la actual Suiza. |
Cuadro de Charles Gleyre, artista Suizo (1806-1874). Los Helvecios (Tigurinos) fuerzan a los romanos a pasar bajo el yugo. |
Contradicciones.
Solo
es secundado César, en su casus belli,
por Paulo Orosio (que sabemos es una
fuente tardía), cuando en su “Historiae
Adversus Paganos” dice que los helvecios “tenían esperanza de hacerse
maestros de toda Galia en brazos de un príncipe, Orgetórix” (Oros.7, 3). Pero
el resto de las fuentes parecen ir en otra dirección.
Para
Plutarco solo se trata de otra
migración de pueblos bárbaros en busca de nuevos territorios donde asentarse,
sin el ánimo de conquista o dominación de toda la Galia que enuncia César. El
historiador griego, en su “Vidas Paralelas”, pone que “los Helvecios y Tigurinos (notar la diferenciacion de la
parcialidad de los Tigurinos como si fuera otro pueblo) que habían prendido fuego a sus doce ciudades y cuatrocientos pueblos
y fueron avanzando a través de esa parte de la Galia que ya era sojuzgada por
los romanos, como antes Cimbrios y Teutones lo habían hecho. A
éstos se pensaba que no eran inferiores en valor y en número igual, siendo
trescientos mil en total, de los cuales ciento noventa mil eran hombres de
armas” (Plu.Caes.XVIII). Al compararlos con Cimbrios y Teutones, Plutarco
define al hecho, entonces, solo como una migración. Aunque sin informar los
motivos de tal mudanza, pudiendo deberse a la presión de los germanos, o que su
territorio les quedaba chico. Tampoco indica su destino. Todo esto lo
abordaremos más adelante.
Apiano habla simplemente
de incursión (Apian.Gall.15,3), la cual justificaría la reacción de Cesar. Pero
informa de doscientos mil Helvecios y Tigurinos en movimiento, lo que para una
simple incursión parece demasiado (luego analizaremos mejor estos números). Por
lo tanto, no parece estar en lo cierto, entonces, el de Alejandría.
Divicón, el gran líder Helvecio. |
¡Hay
César! Ahora vamos conociendo un poco mejor tus motivaciones. Continúa Dion Casio diciendo que “Los helvecios, que eran fuertes en número y
no tenían tierra suficiente para su gran población, no estaban dispuestos a
enviar una parte para formar una colonia por temor a que si se separaban
podrían estar más expuestos a las ataques por parte de las tribus con quienes
tenían conflictos; en cambio, decidieron migrar todos juntos, con la intención
de establecerse en un país más grande y mejor, y quemaron todos sus pueblos y
ciudades, para que ninguno deba lamentar la migración” (Dio 37,4,31-2).
La
teoría de la migración, entonces, gana terreno. Pero lo que ahora queda en
evidencia, es la propia ambición de César, en pos de la gloria personal. Y no
ya la de un supuesto príncipe galo, Orgetórix, con ambiciones desmedidas.
Probablemente era la intención de César plantear el asunto de esa manera,
ocultando su obsesión por lograr el triunfo y riquezas personales. Porque para Dion Casio, no es otro que César el
responsable de la primer guerra (la que nos toca, contra los Helvecios). Y para
colmo asegurando que esto era su mayor deseo. Pues la busca y la provoca.
Es necesario
en este punto, retroceder algunos años en el tiempo, y analizar algunos hechos
(aunque velozmente) de la carrera pública de César y sus avatares que explique
un poco más sus propias ambiciones.
Consideraciones
sobre el consulado de César, año 59 a.C .
Debemos recordar que para lograr su consulado del año 59 a.C., César
se vio obligado a maniobras desesperadas. Cumplido su cargo de propretor en
Hispania Ulterior (61 a.C.) tuvo que correr hacia Roma aun antes de la llegada
de su reemplazo, abandonando así a la provincia, para poder presentar su
candidatura en los comicios del año 60 a.C. para el cargo de Cónsul a
efectivizarse en el año siguiente (59 a.C.). A punto estuvo de no poder hacerlo, puesto que
aún ostentaba un “imperium”, por lo
cual no podía ingresar a Roma. Finalmente lo logra, y a pesar de la oposición
de algunos optimates, como el caso de
Catón (recordemos que César abrevaba en el bando popular), y es elegido por el voto (y la aparente ayuda de Pompeyo)
para ejercer la magistratura de Cónsul junto al optimate Bíbulo (Marcus Calpurnius Bibulus)[3].
Ya
con su consulado consagra la ley agraria que tanto necesitaba Pompeyo para sus
hombres. La ley había sido trabada en el Senado Romano, para aprobarla se
necesitaba un apoyo de entidad. No sorprendió entonces que el propio Pompeyo
(Cneo Pompeyo Magno) hablara a favor de dicha ley, si tomo a todos por sorpresa
que también lo hiciera el aristócrata Craso (Marco Licinio Craso). Delataba
este hecho el pacto hasta ahora secreto entre estas tres importantes figuras:
el Primer Triunvirato ¿Qué pretendía cada uno?
Legionario romano. Reconstrucción según las reformas de Mario. |
La
elección de las provincias donde llevaría a cabo su mandato proconsular recayó
en Galia Transalpina (Galia Narbonense) e Iliira. Sería un mandato de cinco
años, algo de por si bastante irregular[4],
y mandaría cuatro legiones (números VII, VIII, IX y X). Se añadiría Galia
Cisalpina, tras la inesperada muerte de su gobernador, Cecilio Metelo (Quintus Caecilius Metelius Celer) quien
había sido cónsul en el año 60 a.C.
Interesantes palabras acerca Lucio Floro (Epitome de la historia de Tito Livio) para entender mejor este momento cuando dice que “(…) Asia después de haber sido sometida por el poder de Pompeyo, la fortuna vino a entregar a Cesar lo único que quedaba por ser conquistado en Europa. Los que aún quedaban fuera, el más formidable de todas las razas, los galos y los germanos, y también los británicos (…)”. Suetonio cuenta que “de entre todas las numerosas provincias que había, hizo (César) la de los galos su elección, como el más probable para enriquecerse y aportar material adecuado para los triunfos” (Sue.Caec.22.1). A lo que agrega más adelante “Después de esto, él (César) no dejó escapar ningún pretexto para la guerra, por más injusta y peligrosa que esta sea, busco la pelea, así como con los aliados, como con naciones hostiles y bárbaras” (Sue.Cae.24.3).
Interesantes palabras acerca Lucio Floro (Epitome de la historia de Tito Livio) para entender mejor este momento cuando dice que “(…) Asia después de haber sido sometida por el poder de Pompeyo, la fortuna vino a entregar a Cesar lo único que quedaba por ser conquistado en Europa. Los que aún quedaban fuera, el más formidable de todas las razas, los galos y los germanos, y también los británicos (…)”. Suetonio cuenta que “de entre todas las numerosas provincias que había, hizo (César) la de los galos su elección, como el más probable para enriquecerse y aportar material adecuado para los triunfos” (Sue.Caec.22.1). A lo que agrega más adelante “Después de esto, él (César) no dejó escapar ningún pretexto para la guerra, por más injusta y peligrosa que esta sea, busco la pelea, así como con los aliados, como con naciones hostiles y bárbaras” (Sue.Cae.24.3).
Queda mas que claro que la guerra con los Helvecios respondió más a la ambición personal
de César, que a cualquier otro tipo de especulación. Como se desprende de todas
las citas analizadas, incluidas las del propio César, no solo los Helvecios
migraron nada más que en búsqueda de nuevas y mejores tierras donde asentarse,
sino que, incluso, intentaron evitar a toda costa el enfrentamiento contra
Roma. Y que es César, en su afán de gloria, el que provoca desesperadamente la
confrontación en una provincia pacífica, pero que le abrirá las puertas de su
mayor ambición, la Conquista de las Galias, aún si esto implicaba hacer la
guerra incluso a los aliados de Roma. Guerra que será el vehículo que lo
depositará en los primeros planos de la política romana.
Los planes Helvecios.
El
pueblo celta de los Helvecios (una confederación de tribus), habitaba para la época
que nos toca un cantón que se comprendía entre la rivera sur del alto Rin, que
los hacía vecinos de los germanos; el lago de Ginebra (y el naciente del
Rodano) y los Alpes, que los separaba de los dominios romanos; y el monte Jura,
que limitaba con el cantón de los galos Secuanos. Lo conformaban diversas parcialidades
o tribus, siendo las más conocidas o poderosas la de los Vervigenos y la de los
Tigurinos[5].
Como citamos al inicio del artículo, su territorio constaba de “doscientas cuarenta millas de largo, con
ciento ochenta de ancho” (Caes. Bgall 2).
Al
parecer, al frente de los Helvecios, aún se encontraba su gran líder Divicón
(de origen en la parcialidad de los Tigurinos). El mismo que algunos años atrás
dirigió a sus compatriotas en la migración que compartieron con Cimbrios y
Teutones (recordemos que antes vivían en Germania, ver cuadro anexo) y llevó a
derrotar a las armas romanas en varias oportunidades[6].
Recordemos que esta primer migración, desde la Germania (al norte de Recia), lo
habían hecho previo quemar todas sus posesiones para hacer más fácil la
partida. Y evidentemente esa migración la habían ejecutado con gran éxito, puesto
que solo habían cosechado victorias.
Pasados
menos de 50 años de asentados en el cantón de la actual Suiza. Resuelven
nuevamente migrar, poniendo sus ojos en el país de los galos Sántonos, al norte
de Aquitania, a orillas del Atlántico. El fin de la presente migración, con
todo lo analizado parece no tener dudas. Una migración en busca de mejores
tierras. Y el motivo de porque lo hacen, y con el completo de sus gentes,
debemos balancearlo entre las distintas opciones manejadas.
Es
muy probable que no estuvieran del todo contento con sus territorios de la
actual Suiza, evidentemente más pequeño que el anterior en Germania y rodeado
de enemigos. Dion Casio sugiere que
manejaron la idea de dividirse y migrar solo una parte. Opción descartada ante
el supuesto de que esto los debilitaría y haría mas accesibles a los ataques
enemigos. Agregamos nosotros que el país
de los Sántonos ya lo conocían de su anterior raid junto a los Cimbrios y
Teutones. Por otra parte, solo llevaban viviendo en su cantón en la actual
Suiza, menos de cincuenta años. Podríamos aducir que la actual migración, no es
otra cosa que la continuidad de la anterior desde Germania.
Entonces,
descartada la teoría de la movilización por conquista de la Galia, resueltos a
migrar nuevamente su población al completo, resuelven, según César, poner “fuego a todas las ciudades, que eran doce, y
a cuatrocientas aldeas, con los demás caseríos; queman todo el grano, excepto
lo que podían llevar consigo, para que, perdida la esperanza de volver a su
patria, estuviesen más dispuestos a las contingencias. Mandan que todos se
provean de harina para tres meses. Inducen a sus vecinos los rauracos, tulingos
y latobrigos a que sigan su ejemplo, y quemando las poblaciones se pongan en
marcha con ellos” (Caes.Bgal.1,5)[7]. Ademas, reciben por compañeros a los
Boyos “establecidos al otro lado del Rin”
(que evidentemente aún continuaban viviendo en la actual Bohemia, a pesar de
sus distintas migraciones), y que en ese momento invadían el país de los galos
Nóricos (al norte de los Alpes y el este de Recia) y sitiaban su capital.
Unas
memorias, escritas en caracteres griegos, encontrada en el campamento de los
galos tras la victoria romana, informaba que el total de la movilización
incluía doscientos sesenta y tres mil helvecios, treinta y seis mil tulingos,
catorce mil latobrigos, veintidós mil rauracos, treinta y dos mil boyos (ver
cuadro). En total César habla de trescientas sesenta y siete mil personas
movilizándose. Siendo los de armas portar, noventa mil guerreros. Ciertamente
aquí las fuentes no ayudan a esclarecer el asunto de estos números. Ofreciendo
una variedad de cifras que hacen pensar en las de César como las más lógicas,
aunque muy controvertidas igualmente.
En
definitiva, reunidas esta cantidad de gentes, se convocaron para el 28 de marzo
del 58 a.C. frente a la orilla del Ródano, con la intención de cruzar al país
de los Alóbroges, con quienes habían hecho las pases recientemente, y donde
había un puente junto a la ciudad de Geneva (actual Ginebra) capital de estos
galos de la Galia Narbonense. Camino más sencillo y cómodo para sus bagajes por
sobre la otra opción que tenían, cruzar el monte Jura hacia el país de los
secuanos.
Primeros
contactos. El cruce del Ródano.
Al
enterarse César de la movilización de los Helvecios y sus aliados, parte
aceleradamente de Roma, puesto que al parecer aún se encontraba allí[8],
y a marchas forzadas pasa a la Galia Ulterior y se presenta en Ginebra. Da
orden a toda la provincia de aprestarles el mayor número posible de milicias (creemos
que llegó a reunir veinte mil auxiliares galos, entre ellos cuatro mil de
caballería), ya que no había en la Galia Ulterior mas que una sola Legión (probablemente
la número IX), pues las otras tres estaban en Véneto[9].
No debemos pensar que esto desacredita los planes de César que hemos comentado
anteriormente. Su decisión de encomendarse a la conquista de las Galias era
firme. Pero la migración de los Helvecios lo tomaba por sorpresa, y aun no
preparado. Por el contrario, César supo ver rápidamente la oportunidad que se
le presentaba con este suceso fortuito.
César y Divicón en el puente del Ródano. |
La
primer orden de César es mandar a cortar el puente por la parte de Ginebra.
Enterados los Helvecios, mandan al punto, dos embajadores “de la gente mas distinguida de su nación, dirigidos por Numeyo y
Verodocio, para indicarle que su propósito era pasar por la provincia sin
agravio de nadie, por no haber otro camino; que le rogaban no lo tomase a mal”
(Caes.Bgall. 1,7). A César no le pareció prudente negarse, sobre todo cuando le
vino a la mente el destino de Lucio Casio Longino[10]
en manos de los mismos bárbaros. Tampoco creyó mucho (o tal vez “decidió” no
creerles) que al dejarles pasar, se contuviesen los galos de “hacer mal y daño”. Entonces para dar
tiempo a la reunión de las milicias solicitadas, respondió que se tomaría
tiempo para pensarlo. Y los cito nuevamente para el 13 de abril.
Los
galos Helvecios deben ser los invasores mas educados del mundo. Primero
pidiendo permiso para dar rienda suelta a sus correrías. Luego, aceptando el
plazo de César, posponen el cruce del Ródano hasta la fecha solicitada.
Mientras tanto César dedica a cada hombre de su legión y milicia, para tirar un
vallado y su foso correspondiente, a manera de muro, de diecinueve millas de
largo (por casi tres kilómetros) y dieciséis pies de alto (apróx 5mts). Desde
el lago Leman (donde nace el Ródano) hasta el monte Jura (ver esquema). La
apresurada fortificación fue ejecutada a conciencia, algo en lo que César
destacará a lo largo de toda su carrera (con el cerco de Alesia como máximo ejemplo).
Constaba de varios reductos fortificados y la tropa se repartía de trecho en
trecho.
Cumplido
el plazo (y acabados los cercos, obviamente) César responde a los embajadores
helvecios que, “según costumbre y
práctica del pueblo romano, él a nadie puede permitir el paso por la provincia,
y que si ellos presumen abrírselo por sí, habrá de oponerse” (Caes.Bgall.1,8).
Qué conveniente por parte de César recordar esta “costumbre y práctica del pueblo romano” en esta segunda entrevista
y no en la primera.
Como
Divicón no tenía un pelo de tonto, entendió el engaño y burla a su buena fé. Y
por medio de barcas y balzas, lanzó a sus hombres sobre las defensas romanas en
la margen del río. Lo hicieron por donde el río corría manso, y lo intentaron
de día y de noche; pero siempre fueron repelidos gracias a la bién dispuesta
defensa y fortificación romana. Quedábales a los galos, el difícil camino a
través del monte Jura hacia el país de los secuanos.
Manda
Divicón un enviado al eduo Dumnórix (recordemos, el mismo eduo con el que
Orgetórix supuestamente planeo apoderarse de toda la Galia) para recabar por su
intermediación el beneplácito de los secuanos, sobre quienes tenía influencia,
tal vez por alguna relación con el ya mencionado Cástico (el otro confabulado
con Orgetórix según César). El objetivo es logrado, y previo intercambio de
rehenes, se aseguran el paso los helvecios con la promesa de que no serían
acosados por los secuanos durante su paso; y prometiendo a la vez que su
tránsito por ese país no sería aprovechado para cometer alguna tropelía.
Enterado
César de lo resuelto entre helvecios y secuanos, y avisado de que las miras
estaban puestas en el país de los Santones, y aduciendo que esto era poco
distantes de los tolosanos que caen en la jurisdicción romana, resuelve no dar
por terminado el asunto en los eventos del río Ródano y, dejando a Tito Labieno
al mando de las fortificaciones, marcha a Italia (Galia Cisalpina) “donde alista dos nuevas legiones (XI y
XII); saca de los cuarteles otras tres,
que invernaban en los contornos de Aquileia (en Véneto), y con todas cinco, atravesando los Alpes por el camino más corto,
marcha hacia la Galia Ulterior” (Caes. Bgal. 1,10). Las tres legiones que
invernaban en Aquilea (probablemente las número VII, VIII y X), sumada a la que
estaba en la Narbonense (probablemente la número IX), suman las cuatro legiones
con las que contaba César para su proconsulado[11].
Eran sus cuatro legiones veteranas, que habían actuado con él en España, y por
lo tanto en las que mas confiaba.
Elige
volver a la Galia Narbonense por el camino mas corto. Esto es, cruzando los
Alpes por el camino de Ocelos a los galos voconcios (ver mapa). Encuentra
cierta resistencia entre los galos montañeses de los centrones, grayocelos y
caturigos, y a todos los derrota. En siete días de marcha, ingresa a la Galia
Ulterior, por el país de los voconcios; desde allí conduce su ejército a los
alóbroges, y de estos a los segusiavos, que son el primer pueblo tras la
frontera del Ródano con la Galia libre.
Los
Helvecios habían pasado del país de los Secuanos al de los Eduos y, según
César, lo sojuzgaban. Al parecer, y siempre según César, los eduos no podían
hacer frente a los invasores y solicitan la ayuda de César. En realidad todavía
no habían llegado al país de los Eduos, sino que transitaban el de los galos
ambarros, facción de los eduos cercana a los Allóbroges (ver mapa como Ambairi), y aparentemente lo arrasaban. Se
suman a estas solicitudes de socorro, noticias que le llegan de los alóbroges
que tenían haciendas del otro lado del Ródano. Estos pueblos al parecer,
defedían dramáticamente sus heredades del furor enemigo.
Atento
a todas las deducciones anteriores, esto suena más a excusa y justificativo
para emprender la persecución de los helvecios fuera de los territorios
romanos, que a cosa comprobable, teniendo en cuenta además la relación del eduo
Dumnórix con los helvecios y sus mediaciones con los secuanos. Esta claro que no
quería César dejar salir con las suyas a los helvecios, y que arriben al país
de los Santones sin tener su merecido, por lo que decide atacarlos lo antes
posible.
Iban
pasando los Helvecios en balsas y barcones el río Arar, un afluente del Ródano,
tarea que les demando alrededor de 20 días, cuando son sorprendidos en pleno
cruce por tres legiones romanas. Ya habían logrado pasar tres cuartas parte de
sus gentes, puesto que todavía restaba cruzar la facción de los Tigurinos,
oportunidad que no dejan pasar las tropas romanas que, acometiendo furiosa y
sorpresivamente sobre este cantón, lo deshace completamente, logrando solo unos
pocos huir y esconderse en los bosques cercanos. Ya habíamos informado que este
era uno de las principales facciones de los helvecios (uno de los cuatro en los
que estaba dividió Helvecia). Responsable en el pasado de la humillante derrota
de Lucio Casio Longino, el cual queda vengado.
La
velocidad del ataque, y lo sorpresivo de la aparición de las legiones, dejó
estupefacto a los galos. Los Tigurinos hicieron lo que pudieron y fueron aplastados,
siendo el resto de sus camaradas tristes testigos de la masacre, no pudiendo
hacer mucho en su ayuda.
Antes
de continuar, debemos señalar que el responsable de esta acción parece no ser
César, quien habría despachado estas tres legiones, con la tarea encomendada,
bajo el mando de su legado Tito Acio Labieno. Principal lugarteniente de César
en la guerra de las Galias. Pero César, en su relato, asume como propio el
mérito de la victoria.
Aunque Dion Casio y Polieno también adjudican la victoria a César; Plutarco y Apiano son muy claros al señalar a Labieno como responsable de la derrota de los Tigurinos.
Aunque Dion Casio y Polieno también adjudican la victoria a César; Plutarco y Apiano son muy claros al señalar a Labieno como responsable de la derrota de los Tigurinos.
Con
todas sus defectos a cuestas, César no es de “robar” victorias a sus
subalternos. El relato de las Galias de hecho es ejemplo de cómo César no tiene
problemas en contar como delega tareas y felicita las victorias de sus
oficiales. Lo que ocurre con Labieno, debemos encuadrarlo, tal vez, en la
conocida traición que en un futuro próximo ejecutará al pasarse al bando
Pompeyano. En este caso, César decide no festejar los triunfos del traidor
Labieno. Al menos en esta parte de su obra.Volviendo
al relato de los acontecimientos, inmediatamente después de la victoria contra
la parcialidad de los Tigurinos, parece que César se hace presente y sin perder
tiempo, manda construir un puente sobre el Arar, y conduce a su ejército a la
otra orilla.
Espantados
aún por la reciente derrota, al ver la velocidad con la que los romanos cruzan
el río, los helvecios y sus aliados acuerdan enviar una embajada a César, con
Divicón a la cabeza quién habló a César en estos términos: “Que si el pueblo romano hacía paz con los
helvecios, estaban ellos prontos a ir y morar done César les mandase y
tuviese por conveniente; más si persistía en hacerles la guerra, se acordase de
la destrucción del ejército romano de Casio, y del valor de los helvecios (…)”
(Caes. Bgal. 1.13).
César
responde que aceptaba la paz si los helvecios le aseguraban con rehenes cumplir
con lo dicho, y reparar los daños hechos a Eduos y sus aliados, además de a los
Alóbroges. Divicón cerraría la entrevista diciendo “Que de sus mayores los helvecios habían aprendido la costumbre de
recibir rehenes, no darlos; de lo que los romanos eran testigos”
(Caes.Bgal.1,14). Dicho esto se despidió, y al día siguiente alzan los reales y
se ponen en marcha. La batalla definitiva pronto tendría lugar.
Puestos
en marcha los Helvecios, César despacha a su caballería compuesta por cuatro
mil galos reclutados en la provincia y entre los Eduos y sus aliados, para que
observasen hacia dónde marchaban los enemigos. Tanto ardor habían puesto en
esta tarea que no pudieron evitar toparse con quinientos jinetes de la
caballería helvecia que los ponen en fuga. Semejante victoria, provoca gran
entusiasmo en los helvecios y provocan a César a una batalla ahí mismo. César
rehusa por el momento, y se contenta con estorbar al enemigo en sus acciones de
forraje, pillajes, etc. Manteniendo una prudente distancia de cinco millas con
la retaguardia enemiga.
Mientras
tanto solicitaba César todos los días a los Eduos el trigo que por acuerdo con
la República le tenían ofrecido y que comenzaba a escasear. Tampoco quería
entretenerse en talar los campos enemigos, puesto que en primer lugar no era
época de “granar” en los campos. Amen de que esta tarea le impediría seguir de
cerca de los enemigos. Mientras, los eduos lo entretenían con evasivas, y ya
comenzaba a sospechar César de la lealtad de los eduos.
Manda
llamar los principales de esa nación, Diviciaco y Lisco, y les canta las
cuarenta. En fin, Lisco suelta la lengua, y delata el pensamiento de sus
compatriotas: “Ya que no podemos hacernos
señores de la Galia, más nos vale ser vasallos de los galos que de los romanos”
(Caes.Bgal.1,17). Intuyo César que Lisco acusaba sin mencionarlo a Dumnórix,
hermano de Diviciaco, y solicitando entrevistarlo en privado, hace retirar a
Diviciaco, y compele a Lisco a contar todo.
Se
entera así César que Dumnórix (Dumnorige), de gran crédito y popularidad entre
los suyos, y que mandaba a su sueldo una guardia de caballería de quinientos
jinetes, tenía acuerdos los helvecios, e incluso estaba casada con una princesa
de esa nación (hija de Orgetórix). Sabía Cesar que este eduo comandaba el
contingente de caballería que los eduos habían enviado en apoyo de los romanos.
Y que su escuadrón había sido el primero en retirarse en el último choque.
Descubre también que este noble eduo fue el responsable del acuerdo entre
helvecios y secuanos para el tránsito de los primeros por el territorio de los
segundos. Y que por lo tanto, también estaba detrás de los atrasos con las
entregas de trigo.
Pensó por un momento César en mandar a ejecutar a Dumnórix. Pero temía que esto
pusiera a los eduos en su contra. Entonces, despidiendo a Lisco, manda llamar
César a Diviciaco y luego de unos fuertes reproches le ordena que elija él que
castigo merecía su hermano.
Deshecho
en disculpas, y suplicando por la vida de su hermano, resuelven ambos convocar
a Dumnórix, y luego de echarle en cara todo lo que había descubierto, le
perdona aduciendo la intervención de su hermano, y le pone espías para observar
todos sus movimientos y tratos. Por el momento este galo rebelde evitaría
seguir confabulando contra las intenciones de César.
Llega
en ese momento el informe de que los Helvecios habían hecho alto en la falda de
un monte, distante ocho millas del campamento romano. Por lo que César planea
atacarlos allí mismo. El plan consistía
en que a medianoche, Tito Labieno, con dos legiones y prácticos de la senda
tomaría la cumbre de aquella elevación. Unas horas después, César se
aproximaría todo lo que pudiera sin ser detectado por los enemigos para
atacarlos entre ambas fuerzas al amanecer. Labieno tenia instrucciones de César
de no atacar hasta vera caer las tropas de éste sobre el campamento enemigo.
Al
amanecer, y cuando César desplegaba sus tropas para el ataque, recibe el reporte
de Considio (que conducía la vanguardia de exploradores y caballería). Éste le
informaba que la cumbre que debía de tomar Labieno, estaba cubierta de tropas
enemigas. Así lo podía informar por haber cerciorado sus armas e insignias.
César aborta el ataque, y ordena sus tropas en una elevación del terreno, a
milla y media de distancia del enemigo, esperando por noticias de Labieno.
Muy avanzado el día, y perdida la oportunidad de ataque, recibe un nuevo informe de sus exploradores, que por poco lo hacen caer de espaldas. Ahora resulta que las tropas que ocupaban la cumbre, eran las de Labieno que esperaba inmóvil la aparición de César ¿Será que acompañaban a Labieno también los auxiliares galos, y esto produjo la confusión de los exploradores romanos? No esta claro, para César el temor le jugo una mala pasada a Concidio. Y lo que quedó del día lo dedicó a seguir a los Helvecios a distancia.
Muy avanzado el día, y perdida la oportunidad de ataque, recibe un nuevo informe de sus exploradores, que por poco lo hacen caer de espaldas. Ahora resulta que las tropas que ocupaban la cumbre, eran las de Labieno que esperaba inmóvil la aparición de César ¿Será que acompañaban a Labieno también los auxiliares galos, y esto produjo la confusión de los exploradores romanos? No esta claro, para César el temor le jugo una mala pasada a Concidio. Y lo que quedó del día lo dedicó a seguir a los Helvecios a distancia.
A
esa altura de la campaña, y con la escasez de provisiones, César buscaba una
rápida batalla que terminara el asunto. No produciéndose esta, decide retirar
sus tropas a Bibracte, la capital de los Eduos. Ciudad populosa y que juzgó
bien provista. Cuando los helvecios detectaron a los romanos, y a la vista de
que estos habían rechazado un combate que se les había presentado favorable (a
los romanos), creyendo que esto era por temor a las armas helvéticas, y que
además, atentos a la escasez de alimentos en los romanos, podrían intentar
evitar su aprovisionamiento. Se lanzan pues en persecución de César y
comienzan a picar su retaguardia con gran osadía.
Viendo
la oportunidad de batalla, y aunque se daba en una situación no planificada, César
decide enfrentar a los helvecios. Reúne a sus tropas en un collado vecino, y
hace avanzar la caballería contra la vanguardia de los helvecios, para lograr
ganar tiempo y así ordenar a su infantería lo mejor posible. Iniciaba de esta
forma, la batalla de Bibracte[12].
Batalla de Bibracte.
Batalla de Bibracte.
Según
su relato de la batalla (poco aportan las demás fuentes), César coloca a sus
cuatro legiones veteranas a mitad de la colina con su característico acies triplex; detrás, prácticamente en
la cima, y a modo de retaguardia, coloca las dos legiones recientemente
reclutadas en el norte de Italia (y por lo tanto inexpertas), y los auxiliares
galos que probablemente cerraban los flancos de estas. De este modo, todo el
cerro quedaba cubierto de hombres. Los bagajes, quedan a cargo de la
retaguardia que, por otra parte, apura la construcción de unos atrincheramientos.
En
tanto, los Helvecios fueron acercando sus batallones, reúnen sus carros en un
solo lugar, y cuando consideraron que tenían suficientes guerreros, se
dispusieron para el combate. En la batalla del Arar los Helvecios habían
perdido una buena parte de sus tropas, recordemos que la facción de los
Tigurinos había sido completamente destruida por Labieno. Pudiendo haber
perdido poco menos de diez mil guerreros.
Así
que, lo que quedaba de ellos (Vervigenos y otras facciones de los helvecios)
mas los Latobrigos y Rauracos (en un número cercano a treinta mil guerreros), cerraron
filas para recibir la caballería romana (los galos aliados a Roma), la
rechazaron sin dificultad y se lanzaron a la carrera en una densa formación colina
arriba. Boyos y Tulingos, venían por detrás a cierta distancia (César los
magnifica en quince mil guerreros, nosotros creemos significativamente menor).
La caballería romana pasa a la retaguardia, y César ordena (creemos que solo a los equites romanos) que todos los jinetes dejen sus monturas, incluso el mismo rechaza un caballo, pues se combatiría a pie. En ese momento cargaban cuesta arriba los galos, que fueron recibidos por una lluvia de pilum que los deshizo por completo, antes incluso de llegar a las manos. Acto seguido, los legionarios blandiendo sus espadas, cargaron cuesta abajo y trabaron lucha con los helvecios.
César
nos cuenta una curiosa anécdota que complicaba aún mas las cosas a los galos.
Al parecer ocurría que “varios de sus
escudos sería traspasado y atados por un solo pilum; y como el hierro se doblaba
y retorcía, no podían desprenderlas, ni luchar cómodamente con el brazo
izquierdo así bloqueado. Por lo tanto, muchos de ellos, después de inútiles
esfuerzos, se reducían a soltar el broquel y así luchar a cuerpo descubierto”
(Caes.Bgal.1,25). En estas condiciones, la infantería romana no tendría
dificultad en hacer gran carnicería entre los galos. Finalmente, desfallecidos
de las heridas, comenzaron a ceder, y se retiraron a un monte a una milla de
distancia.
De esta manera, los romanos se vieron obligados a luchar en dos frentes. Las dos primeras líneas tomando a los helvecios, latobrigos y rauracos; mientras que la tercer línea hacia lo propio con boyos y tulingos. Así estuvieron peleando buen rato, en una lucha feroz y prolongada. Hasta que los galos no resistieron mas las armas romanas y se retiraron, unos nuevamente a la altura, los otros a sus bagajes donde continuaría la batalla.
César
informa que no habría desbandada, y que la batalla que había comenzado a las
siete de la mañana, se prolongaba aún al caer la noche, volviéndose
particularmente violenta en el campamento galo (que habían fortificado con sus
carromatos) el cual, dispuesto en una elevación, permitía a los galos lanzar
con precisión una lluvia de dardos que hería a los romanos. Allí, también se
comprometía en la lucha el resto de la población, cuenta Plutarco que incluso
las mujeres e hijos de los galos ofrecieron una feroz resistencia. Con gran
dificultad, los romanos lograron finalmente tomar el campamento pasando a
cuchillo a buena parte de los no combatientes. Capturando incluso de una hija y
un hijo de Orgetórix.
Ocultos
por la noche, unos ciento treinta mil galos, según César, logran escapar (ver
cuadro 1 para los sobrevivientes según las distintas fuentes). Y sin detenerse,
al cuarto día llegan a la frontera de los galos Lingones. Estos fugitivos no
pudieron ser perseguidos por los romanos. César había decidido esperar por tres
días para recuperar a los heridos y enterrar a sus muertos (estableciendo campamento
en lo que luego se conocerá como Telonnum). Decisión que demuestra hasta que
punto estuvieron comprometidos los romanos en la batalla.
César
enviara unos correos a los Lingones, intimándolos a que “no los socorriesen con bastimentos ni cosa alguna, so pena de ser
tratados como los helvecios” (Caes.Bgal.1,26), y pasados tres días, marchó
él mismo con todo su ejército en su persecución.
Los
helvecios sobrevivientes, que sufrían necesidades debido a la falta de todo
tipo de provisiones, envían emisarios a César para pactar una rendición. Este
les exigió la entrega de rehenes y todas sus armas, y también les pidió la
restitución de los esclavos fugitivos.
Al
parecer, unos seis mil hombres[13]
de la facción helvecia de los Vervigenos (la más poderosa tras los Tigurinos),
lo que quedaba de ellos o los mas orgullosos, no estaban de acuerdo con este
pacto y se negaban a entregar las armas. Se escabullen entonces del campamento
galo, y se retiran en dirección al Rhin, pensando que no sería notada su falta
entre la multitud de prisioneros. No fue así. Enterado, César ordenó a todos
aquellos por cuyas tierras estos huían, que fueran tras ellos y los hicieran
volver. Y una vez traídos ante César, este comenta que “se los trató como a enemigos”. Lo que entendemos nosotros es que
fueron hechos esclavos[14].
Sin embargo, el resto fue puesto bajo su protección.
A
continuación, a “helvecios, tulingos y
latóbrigos mandó que volviesen a poblar sus tierras abandonadas” obligándolos
a reconstruir sus ciudades. Y atento a que habían perdido todo abasto “ordenó a los alóbroges que los proveyesen de
granos”. El objetivo de esto era impedir que aquel país de tan buenas
tierras cultivables, así desamparado y baldío, tiente a los germanos del otro
lado del Rhin y vengan a ocuparlas con sus gentes. Y que con esto, entonces,
hiciesen mala vecindad con los romanos. Acto seguido, ordenó a los Eduos que
recibiesen por iguales a los Boyos, y le dieran cabida en sus tierras,
asentándose éstos en el oppida de Gergóbina.
Finalizada
la guerra una multitud de representantes de toda la Galia vinieron a congratularse
con César. Suplicándole además, que “les
concediese grata licencia para convocar en un día señalado Cortes Generales de
todos los estados de la Galia, pues tenían que tratar ciertas cosas que, de
común acuerdo, querían pedirle”. Bien sabemos de lo que se trata: un pedido de ayuda ante la intervención en
los asuntos de la Galia por parte del germano Ariovisto (ver artículo).
En
cuanto a los helvecios sobrevivientes, las fuentes registran algunas de sus
acciones luego de su guerra con Roma. Por César sabemos que en el 52 a.C., en
razón del asedio de Alesia, estos galos envían ocho mil guerreros en apoyo de
Versingetórix. Aún les quedaba ganas de seguir peleando después de haber
recibido semejante paliza. Eutropio[15],
en su
Breviarium Historiae Romanae,
nos cuenta que Céasr “sometió a los
helvecios, que ahora se llama Sequani” (Eut.Brev.Libro 6). Lo que nos permite deducir que, tras semejante merma
poblacional, y atento a la vecindad de su país con el de los secuanos, algún
tipo de relación profunda con estos pudo haberse dado, al tiempo que ambas
poblaciones terminaron por confundirse, prevaleciendo la de los secuanos.
Para
Cesar, la victoria significó el despegue tan soñado para su carrera. La conquista
de las Galias se la abría a sus pies. Su mayor anhelo se hacía realidad, no
solo por los acontecimientos que se le presentaban en suerte y sabía aprovechar,
sino también por los que él mismo provocaba. Solo César conocía los límites de
sus ambiciones, pero sí sabemos que no dejará nada por hacer en pos de cumplir
sus objetivos en mente.
Más
adelante (año 56 a.C.), una nueva reunión entre César, Pompeyo y Craso en la
ciudad de Lucca (Etruria), definiría el panorama político de Roma para los
siguientes años. Allí se establece que César renovaría su mandato proconsular
por cinco años más, lo que le permitiría completar la conquista de las Galias.
También se pactó que Pompeyo y Craso se presentarían a las elecciones para el
consulado del año siguiente. Todo eso bajo la atenta mirada de Marco Tulio
Cicerón (ver Suetonia, César 24.1).
De
esta forma César lograba una continuidad inusitada en sus empresas personales,
extendiéndose durante más tiempo que cualquier otro romano antes de su tiempo
(ver Suetonio, César 24,1). A la vez
que lo alejaba de sus enemigos en Roma.
Autor: marvel77
-
Cesar, Commentarii de bello Gallico.
-
Plutarco, Vidas Paralelas: Cesar.
-
Suetonio (Gaius Suetonius Tranquillus),
Vidas de los doce césares.
-
Apiano, Historia de Roma. Guerra de las Galias.
-
Dion Casio, Historia de Roma.
-
Paulo Orosio, Historiae Adversus Paganos.
-
Lucano, Marco Anneo (M. Annaeus Lucanus), Pharsalia.
-
Livio. Períocas
-
Eutropio, Breviarium historiae Romanae.
-
Amiano Marcelino, Historia Romana.
-
Polieno. Estratagema.
-
Cicerón, De Provinciis Consularibus.
-
Estrabón, Geografía.
-
Juliano. Los Cesares.
-
Floro, Lucio Anneo. Epítome de la historia de Tito Livio.
-
Veleyo Patérculo. Compendio de la Historia romana.
[1] Galia Narbonense,
llamada así por ser su capital la ciudad de Narbona (Colonia Narbo Martius), colonia romana fundada en el año 118 a.C.
Llamada también por César, Galia Ulterior.
[2] Orgeto-rix
o Orcheto-rix, del gálico orge,
“matar”, y a su vez, del indoeuropeo “per-g” (golpear).
[3] Aunque
miembro de la aristocracia romana, este político y militar de la tardía
república romana, era de origen plebeyo. Fue un gran opositor a las políticas
de César durante el consulado que compartieron, aunque termino siendo
completamente anulado y opacado por este, al punto que el año de su consulado
fue recordado como el año de “Julio y César”. Tras la muerte de Craso en
Carras, apoyaría a Pompeyo en el conflicto de este con César.
[4] Recordemos que un
mando proconsular, solía durar solo un año. Los cinco años otrogados a César
son otra muestra de los beneficios del pacto con Pompeyo y Craso.
[5] Posidonio
(político, astrónomo, geógrafo, historiador y filósofo griego del siglo II y I
a.C.) menciona a los Tigurini y los Tougeni como parcialidad de los Helvecios,
que asociados a los Cimbrios, emprendieron la famosa invasión de las Galias y
los territorios romanos. Sobre los mencionados en segundo lugar, los Tougeni, se debate si identificarlos con
los germanos Teutones, siendo en este caso, un error de Posidonio incluirlos
dentro de los Helvecios. Ver menciones de los escritos de Posidonio, a través
de Estrabón 7.2.2.
[6] Una
de ellas, se fijará en la memoria de los romanos. La victoria en la batalla de
Burdigala en 107 a.C. donde serán aplastadas las legiones del cónsul Ravila
(Lucio Casio Longino) por los propios Helvecios (precisamente la parcialidad de
los Tigurinos), y obligadas las tropas sobrevivientes a pasar bajo el yugo. Configurando
una humillante derrota que Roma no olvidara fácilmente.
[7] Dion
Casio y Orosio también se hacen eco de esta costumbre de los Helvecios de
quemar sus posesiones antes de migrar (Dio 37.4.31.2 y Oros. 6.7.3) aunque no
la magnifiquen. Plutarco coincide con César al mencionar doce ciudades y
cuatrocientos pueblos incendiados (Plut.Caes.18).
[8] Durante
su proconsulado, los enemigos de César en Roma desplegaron una intensa política
en su contra. Apenas concluido el consulado de César, Cayo Memmio y Lucio
Domicio Enobarbo movieron un procesamiento en su contra que no prosperó. Y mas
tarde lo mismo intentaría Lucio Antistio, también sin éxito. A partir de allí
César procuraría que se nombre a sus mas “cercanos” partidarios en diversas
magistraturas para evitar mas oposiciones. Interesantísimo tema que preferimos
omitir tratar en esta ocasión, pero que vale la pena al menos mencionar. Ver
Suetonio, César: 23,1.
[9] Las
legiones VII, VIII y X apostadas en Aquileia (Véneto) respondían probablemente
a lo que por aquel entonces se entendía como el mayor peligro en la zona para
los dominios romanos. Y esto no es otra cosa que el poderoso reino Dacio de
Burebista. Luego de que este rey bárbaro apoyara a Pompeyo durante la Guerra
Civil, Julio César planeará atacarlo. Guerra que no se llevará a cabo debido a
la muerte de César ¿Será que César tenía esto planeado desde mucho antes? Su
elección de la Galia Narbonense e Iliria como provincia, implica que esta
podría ser una posibilidad.
[10] Sabemos que César
tiene un motivo cuasi “personal” con los Helvecios, que alimenta un poco mas su
encono que estos galos. En la batalla de Burdigala en el año 107 a.C. moriría
el legado Lucio Pisón (Lucio Calpurnio
Pisón Cesonino) abuelo del suegro de César y que portaba el mismo nombre.
[11] Las legiones VII, VIII y IX (junto a la VI) fueron creadas en
España por Pompeyo. La X fue creada por Julio César en el año 61 a.C. cuando
era gobernador de Espania Ulterior. Fueron llamadas con el tiempo de diversa
manera. La VII fue primero bautizada Macedónica
y luego Claudia, la VIII fue llamada Augusta, la IX fue conocida como Hispana, y X fue llamada equestris luego del episodio con
Ariovisto.
[12] Esta
batalla ocurre, no en las cercanías de Bibracte, como su nombre sugiere, sino
de camino a este oppidum de los galos Eduos. Se especula su localización en
Montmort, en las inmediaciones de Telonnum (Tolón o “Toulon Sur Arroux”).
[13] Vale
decir que el número de sobrevivientes que menciona Estrabón (Estrab.7,3) tras
Bibracte, se parece mucho a esta cifra de César. Pensamos que el geógrafo
confunde el total de sobrevivientes con la cifra de galos que persiste en huir.
[14] Dion
Casio cuenta que “fueron fácilmente
aniquilados por los aliados de los romanos por cuyo territorio pasaron”
(Dio. 37, 4, 33).
[15] Funcionario romano
en la corte del Imperio Romano de Oriente en
tiempos de los emperadores Teodosio y Arcadio.
Nuevo artículo en Anábasis Histórica Web! Esperamos que sea de tu agrado.
ResponderEliminarNo olvides comentar!
Un estudio muy interesante, esta vez sobre los helvecios. Reconozco sólo haber leído a Polieno y los Comentarios de la guerra de las Galias, y nada más. De todas formas, siempre me han parecido dichos Comentarios un poco exagerados en cuanto al número y a veces un tanto críptico, como si quisiese ocultar parte de su genio militar. Casi tan fanfarrón como la frase -digna de un celta- "Tenemos por costumbre recibir rehenes, no darlos".
ResponderEliminarGracias Mario por tu comentario!
ResponderEliminarDe Bello Gallico es una obra estupenda, invalorable como documento, pero César es muy hábil en el arte de ocultar alguna cosa, o sobrevalorar situaciones a veces nimias. Es obligado contrastarlo con otras fuentes, pero teniendo en cuenta que la mayoría de estas tampoco es la panacea. Plutarco, Suetonio, y Floro vienen a traernos datos muy interesantes, pero siempre para ayudarnos a entender situaciones puntuales. Para lo global sobre el conflicto sigue siendo indispensable la obra de César.
Saludos y gracias por tu interés.