Muy a menudo en nuestros trabajos hemos utilizado como fuente, la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, cuyo carácter inquieto y curioso por naturaleza, le llevó a elaborar esta imprescindible obra científica en formato literario, la cual fue, por siglos, inspiración para viajeros y exploradores de todas las épocas.
Hoy Plinio deja su rol de fuente histórica para convertirse en protagonista de una singular aventura. Su última aventura. La que pondrá fin a la vida de este gran hombre.
Buena parte de la impresionante obra de Plinio el Viejo (Gaius Plinius Secundus, 23 a 79 d.C.), justamente, se basa en su propia experiencia a partir de su larga carrera militar y pública, que se inició en Germania (del 46 al 57 d.C.), y que se prolongó por Galia (Narbonense en el año 70 d.C., Bélgica en el 74 d.C.) y España (Tarraconense en el 73 a.C.). También visitó África (probablemente como procurator, alrededor del 70 al 72 a.C.), y luego se instalaría en Italia ya definitivamente (probablemente entre el 75 y el 76 d.C.). Y no tanto por voluntad propia en acabar con sus viajes y conocimientos. Sino más bien, porque su muerte así lo quiso.
Sabemos que en el 77 d.C. publicaría su primera edición de Naturalis Historia, y en el 79 a.C., el emperador Vespasiano (que además era su amigo), lo nombraría prefecto classis (comandante de la flota romana) en Misenum (Miseno, Campania). Donde finalmente, lo encontraría su trágica muerte.
Y es este episodio, el de su muerte, el que nos proponemos abordar con este trabajo. Dejaremos otros hechos de su vida para otra ocasión y aprovecharemos su desaparición como excusa para abordar la trágica erupción del Vesubio en el año 79 a.C [1].
Dicho cataclismo, fue registrado por Plinio el Joven, el sobrino de Plinio el Viejo, en dos cartas dirigidas a Tácito. Testigo presencial de los hechos, nos regala una muy detallada descripción de lo ocurrido aquel fatídico día del 24 de agosto del año 79 d.C , y que nos permite una reconstrucción muy precisa de los hechos. Relato en el que ponemos manos a la obra sin más preámbulos.
Erupción del Vesubio del año 79 a. C., grabado de 1822. |
La Nube.
“Mi tío estaba estacionado en Misenum (Miseno), donde estaba en el mando activo de la flota, con plenos poderes. El 24 de agosto, alrededor de la séptima hora, mi madre llamó su atención sobre el hecho de que una nube de tamaño y forma inusual había hecho su aparición” (Plinio el Joven. Epístolas. Libro 6, 16.). Así comienza el joven Plinio (de 17 años al momento de la erupción) el relato de la trágica muerte de su tío en una carta escrita mucho tiempo después de los eventos, y dirigida al historiador romano Tácito.
La misteriosa nube no era natural para los habitantes en los alrededores del Vesubio, es cierto. Pero lejos estaba de ser el primer aviso del cataclismo por venir. Bien informa el joven Plinio sobre cómo habían ocurrido ligeros temblores durante “muchos días” anteriores al evento de la nube. También informa que no fueron particularmente alarmantes, “porque son bastante comunes en Campania”. Y esto también es cierto. Los habitantes de la región estaban acostumbrados a los temblores ocasionales. Sin embargo, al parecer, no fueron capaces de notar que venían siendo mucho más seguidos en el tiempo, unos temblores con otros.
Los romanos no fueron testigos de la anterior erupción del volcán Vesubio (alrededor del 1.700 a.C.). Si bien lo reconocían como un volcán en actividad. Pero venían presenciando diversos eventos que, puestos en contexto todos juntos, parecen configurar un cuadro que hacía prever un cataclismo próximo (ver cuadro “Eventos anteriores”). La costumbre, la confianza y el desconocimiento entre los habitantes de la Camapania, impidió anticipar el desastre.
La misteriosa nube no era natural para los habitantes en los alrededores del Vesubio, es cierto. Pero lejos estaba de ser el primer aviso del cataclismo por venir. Bien informa el joven Plinio sobre cómo habían ocurrido ligeros temblores durante “muchos días” anteriores al evento de la nube. También informa que no fueron particularmente alarmantes, “porque son bastante comunes en Campania”. Y esto también es cierto. Los habitantes de la región estaban acostumbrados a los temblores ocasionales. Sin embargo, al parecer, no fueron capaces de notar que venían siendo mucho más seguidos en el tiempo, unos temblores con otros.
Los romanos no fueron testigos de la anterior erupción del volcán Vesubio (alrededor del 1.700 a.C.). Si bien lo reconocían como un volcán en actividad. Pero venían presenciando diversos eventos que, puestos en contexto todos juntos, parecen configurar un cuadro que hacía prever un cataclismo próximo (ver cuadro “Eventos anteriores”). La costumbre, la confianza y el desconocimiento entre los habitantes de la Camapania, impidió anticipar el desastre.
Mapa de los alcances de los daños producidos por la erupción del volcán Vesubio. Reconstrucción del autor. |
Ese día, más temprano, Plinio el Viejo había tomado sol, seguido de un baño frío, y después de una comida ligera eligió recostarse a leer mientras caía la tarde cuando su hermana ingresó a su habitación con la noticia de los extraños sucesos. A la distancia, no se distinguía de que montaña provenía el curioso fenómeno, pero para Plinio estaba claro, era el Vesubio.
No podemos más que coincidir con el joven Plinio en que, tal situación, para su tío, era la oportunidad de ver de cerca un fenómeno único de la naturaleza, que merecía ser estudiado detalladamente. Y fue así como el viejo Plinio, ordenó se preparasen unas galeras liburnas [2] y ofreció a su sobrino llevarlo con él. El joven Plinio respondió que prefería continuar con sus estudios, con lo que su tío le ordenó algunas lecturas para hacer en su ausencia.
Ya se preparaba la flotilla de Plinio para zarpar cuando llegan noticias de la aterrorizada Rectina, la esposa de Tasci (Tascius, o tal vez Tascus) [3], solicitando auxilio. Pues su finca se encontraba al pie de la montaña. Plinio decidió cambiar sus planes. Le expedición de estudio trocó a de salvamento. Esto es importante de hacer notar. Puesto que la primera idea, si bien con cierto riesgo, podía realizarse a prudente distancia. La misión de auxilio obligaba a las embarcaciones a adentrase en el desastre.
Zarparon las naves hacia su riesgosa misión, y entonces el joven Plinio se dedicó a sus estudios. Luego tomaría un baño, cenaría, para finalmente retirarse a dormir caída la noche. Mientras esto hacía, Plinio el Viejo navegaba directo al Vesubio a rescatar a todo aquel que pudiera.
No podemos más que coincidir con el joven Plinio en que, tal situación, para su tío, era la oportunidad de ver de cerca un fenómeno único de la naturaleza, que merecía ser estudiado detalladamente. Y fue así como el viejo Plinio, ordenó se preparasen unas galeras liburnas [2] y ofreció a su sobrino llevarlo con él. El joven Plinio respondió que prefería continuar con sus estudios, con lo que su tío le ordenó algunas lecturas para hacer en su ausencia.
Ya se preparaba la flotilla de Plinio para zarpar cuando llegan noticias de la aterrorizada Rectina, la esposa de Tasci (Tascius, o tal vez Tascus) [3], solicitando auxilio. Pues su finca se encontraba al pie de la montaña. Plinio decidió cambiar sus planes. Le expedición de estudio trocó a de salvamento. Esto es importante de hacer notar. Puesto que la primera idea, si bien con cierto riesgo, podía realizarse a prudente distancia. La misión de auxilio obligaba a las embarcaciones a adentrase en el desastre.
Zarparon las naves hacia su riesgosa misión, y entonces el joven Plinio se dedicó a sus estudios. Luego tomaría un baño, cenaría, para finalmente retirarse a dormir caída la noche. Mientras esto hacía, Plinio el Viejo navegaba directo al Vesubio a rescatar a todo aquel que pudiera.
La flotilla de Plinio el Viejo rumbo al volcán Vesubio. |
Lluvia de Cenizas.
A medida que las naves [4] se aproximaban al volcán, el peligro aumentaba. La misión de Plinio hacia la inversa que el resto de las personas. Ellos se aproximaban hacia el sitio de dónde todos huían.
Pronto las cenizas comenzaron a caer sobre las galeras. Más calientes y más espesas a medida que se aproximaban. Piedra pómez (pumicem) encendidas. Negruzcas. Quemadas y agrietadas por la furia del Vesubio, se precipitaban sin fin sobre los temerarios hombres y naves de Plinio. Al mismo tiempo, el trayecto se vio obstruido por el súbito fondo del mar que parecía querer emerger. Probablemente por la cantidad de cenizas y escombros lanzados por el volcán.
El viejo vaciló un momento. Pensó en volver. El timonel le advirtió del peligro de quedar encallados. “La fortuna favorece a los audaces, trata de llegar a Pomponiano” dijo. Viraron entonces a Estabia (Stabiae) donde encontró a su amigo con una nave cargada, pero impedida de zarpar por los vientos en contra. Los mismos vientos que traían a Plinio y sus hombres, eran los que impedía a Pompiano alejarse del horror.
A medida que las naves [4] se aproximaban al volcán, el peligro aumentaba. La misión de Plinio hacia la inversa que el resto de las personas. Ellos se aproximaban hacia el sitio de dónde todos huían.
Pronto las cenizas comenzaron a caer sobre las galeras. Más calientes y más espesas a medida que se aproximaban. Piedra pómez (pumicem) encendidas. Negruzcas. Quemadas y agrietadas por la furia del Vesubio, se precipitaban sin fin sobre los temerarios hombres y naves de Plinio. Al mismo tiempo, el trayecto se vio obstruido por el súbito fondo del mar que parecía querer emerger. Probablemente por la cantidad de cenizas y escombros lanzados por el volcán.
El viejo vaciló un momento. Pensó en volver. El timonel le advirtió del peligro de quedar encallados. “La fortuna favorece a los audaces, trata de llegar a Pomponiano” dijo. Viraron entonces a Estabia (Stabiae) donde encontró a su amigo con una nave cargada, pero impedida de zarpar por los vientos en contra. Los mismos vientos que traían a Plinio y sus hombres, eran los que impedía a Pompiano alejarse del horror.
Los habitantes que decidieron no evacuar las ciudades fueron trágicas víctimas del flujo piroplástico del Vesubio. |
Plinio trató de calmar a su amigo. Él y sus hombres descendieron de sus naves dispuestos a pasar la noche en la casa de Pompiano. Pero en ese momento el monte Vesubio estalla en una nueva erupción. “Hojas de fuego” se alzaban en el aire, según el relato de los sobrevivientes. El viejo Plinio intentó llevar calma a sus hombres, y se acomodó a descansar.
La calma de Plinio se contrastaba con el nerviosismo de sus compañeros. Ciertamente Estabia sería afectada por la erupción del Vesubio. Pero no tanto como lo fue, Herculano o Pompeya. Evidentemente Plinio entendía que la situación no era tan grave en aquel sitio.
Pero la lluvia de cenizas era cada vez más intensa. Amagando con cubrir hasta el tope todo el patio que servía de acceso a las habitaciones. Por lo que los hombres despertaron a Plinio y le advirtieron del riesgo de quedar atrapado allí mismo. El viejo se unió a Pompiano y cavilaron si permanecer o vagar al aire libre. Porque los edificios comenzaban a temblar con repetidos e intensos choques de terremoto. Pero las cenizas y piedras pómez que caían constituían también un serio riesgo si estas alcanzaban a golpear. Evaluaron que peor era permanecer en los inestables edificios, y colocándose protecciones en sus cabezas y cuerpos, decidieron salir al exterior.
La calma de Plinio se contrastaba con el nerviosismo de sus compañeros. Ciertamente Estabia sería afectada por la erupción del Vesubio. Pero no tanto como lo fue, Herculano o Pompeya. Evidentemente Plinio entendía que la situación no era tan grave en aquel sitio.
Pero la lluvia de cenizas era cada vez más intensa. Amagando con cubrir hasta el tope todo el patio que servía de acceso a las habitaciones. Por lo que los hombres despertaron a Plinio y le advirtieron del riesgo de quedar atrapado allí mismo. El viejo se unió a Pompiano y cavilaron si permanecer o vagar al aire libre. Porque los edificios comenzaban a temblar con repetidos e intensos choques de terremoto. Pero las cenizas y piedras pómez que caían constituían también un serio riesgo si estas alcanzaban a golpear. Evaluaron que peor era permanecer en los inestables edificios, y colocándose protecciones en sus cabezas y cuerpos, decidieron salir al exterior.
Terremoto y muerte.
Los mismos terremotos despertaron también a Plinio el Joven, su madre, Plinia Marcella, y las personas que estaban con ellos. Al principio no hicieron caso de los riesgos, y el muchacho y su madre se sentaron en el patio que daba al mar. Incluso el joven Plinio se dispuso a revisar un volumen de Tito Livio.
El nuevo día comenzaba a amanecer. Aunque esto no pudo ser advertido por el Viejo y sus compañeros, quienes tuvieron que hacerse de antorchas para iluminar su trayecto. La idea era abrirse camino hacia el mar. Pero por algún motivo (no lo explica Plinio el Joven) hicieron el trayecto inverso. Hacia arriba de la colina y de espaldas al mar.
Los sismos se fueron haciendo cada vez más intensos. Y el patio en cuestión donde se encontraba el joven Plinio, no era muy grande, por lo que el muchacho y su madre advirtieron que, de caer los muros a causa de los temblores, los escombros podrían sepultarlos. Así que decidieron salir a la ciudad, y encontraron a una enorme muchedumbre que hacía lo mismo que ellos. Pronto se vieron atrapados por el gentío y empujados a seguir.
Los mismos terremotos despertaron también a Plinio el Joven, su madre, Plinia Marcella, y las personas que estaban con ellos. Al principio no hicieron caso de los riesgos, y el muchacho y su madre se sentaron en el patio que daba al mar. Incluso el joven Plinio se dispuso a revisar un volumen de Tito Livio.
El nuevo día comenzaba a amanecer. Aunque esto no pudo ser advertido por el Viejo y sus compañeros, quienes tuvieron que hacerse de antorchas para iluminar su trayecto. La idea era abrirse camino hacia el mar. Pero por algún motivo (no lo explica Plinio el Joven) hicieron el trayecto inverso. Hacia arriba de la colina y de espaldas al mar.
Los sismos se fueron haciendo cada vez más intensos. Y el patio en cuestión donde se encontraba el joven Plinio, no era muy grande, por lo que el muchacho y su madre advirtieron que, de caer los muros a causa de los temblores, los escombros podrían sepultarlos. Así que decidieron salir a la ciudad, y encontraron a una enorme muchedumbre que hacía lo mismo que ellos. Pronto se vieron atrapados por el gentío y empujados a seguir.
Plinio el Viejo abandonado a su suerte. Estampa del s.XIX |
Plinio el Viejo, ayudado por dos esclavos, se puso de pie como pudo e intentó caminar. Pero de inmediato cayó al suelo, probablemente a causa de ataque al corazón, y fue abandonado. Sería encontrado al otro día, su cuerpo intacto, sin lesiones, vestido como estaba en vida. Según el joven Plinio, “el cadáver sugirió que se trataba de una persona que dormía más que de un hombre muerto”.
Tsunami.
Plinio el Joven, su madre, y el amigo “hispano” [5] de su tío, aún en Miseno, llegaron a un lugar abierto. Y aunque el sitio era perfectamente llano, los carros que los acompañaban se movían de un sitio a otro a causa de los fuertes temblores. Aun estando bien sujetados.
Desde aquel sitio se veía perfectamente la bahía. Y lo que vio el joven Plinio le causó pavor. Pues el mar se había retraído tanto sobre sí mismo, que dejaba al descubierto un amplio sector del fondo marino donde se retorcían “muchas criaturas marinas” varadas en la arena. Se producía un Tsunami. Pero los efectos de este no pudieron ser vistos por el joven Plinio, porque del otro lado de la bahía, una inmensa nube negra lo cubría todo (el flujo piroplástico) y parecía querer caer sobre ellos en cualquier momento. Furiosos relámpagos cruzaban la nube. Y una explosión del volcán (seguramente la misma que hizo huir a los hombres del viejo Plinio) estalló en largas y tortuosas llamas.
Plinio el Joven, su madre, y el amigo “hispano” [5] de su tío, aún en Miseno, llegaron a un lugar abierto. Y aunque el sitio era perfectamente llano, los carros que los acompañaban se movían de un sitio a otro a causa de los fuertes temblores. Aun estando bien sujetados.
Desde aquel sitio se veía perfectamente la bahía. Y lo que vio el joven Plinio le causó pavor. Pues el mar se había retraído tanto sobre sí mismo, que dejaba al descubierto un amplio sector del fondo marino donde se retorcían “muchas criaturas marinas” varadas en la arena. Se producía un Tsunami. Pero los efectos de este no pudieron ser vistos por el joven Plinio, porque del otro lado de la bahía, una inmensa nube negra lo cubría todo (el flujo piroplástico) y parecía querer caer sobre ellos en cualquier momento. Furiosos relámpagos cruzaban la nube. Y una explosión del volcán (seguramente la misma que hizo huir a los hombres del viejo Plinio) estalló en largas y tortuosas llamas.
Mapa con la reconstrucción de la probable ruta de los protagonistas de esta historia. Reconstrucción del autor. |
Entonces el amigo “hispano” de su tío le dijo: “Si tu hermano y tu tío están todavía vivos, estarán ansiosos por que te salves, si están muertos, yo estoy seguro que él querría que le sobrevivieras ¡Ven!, ¿por qué dudas en dejar este lugar?”. Pero la preocupación por el paradero del viejo Plinio era mayo que las ganas de huir de aquel sitio, en el que no parecían correr peligro. Fue entonces que el español decidió alejarse lo más rápido que pudo, abandonando a su suerte al muchacho y su madre.
No era mala idea. Puesto que la negra nube ahora descendía sobre ellos a toda velocidad. Primero cubrió toda la bahía, y luego se extendió sobre ellos dejando caer su carga de cenizas. Plinia Marcella rogó a su hijo que huya sin ella, porque a su edad era un más un estorbo que una ayuda. Por supuesto que el joven se negó a abandonarla, y tomándola de un brazo, la arrastro con él hacia el exterior de la ciudad.
Corrían como podían entre la muchedumbre aterrorizada. Y mirando hacia atrás, el joven Plinio pudo ver como la densa nube, ya les caía encima como un furioso torrente [6]. Decidió con buen tino apartarse del camino para no ser atropellados por el alocado gentío. Y finalmente las cenizas comenzaron a caer sobre ellos y pronto se vieron rodeados de una espesa negrura que ocultaba el sol. Una noche sin luna. “Una negrura típica de esos lugares que nunca vieron la luz del sol”, cuenta el Joven Plinio.
Corrían como podían entre la muchedumbre aterrorizada. Y mirando hacia atrás, el joven Plinio pudo ver como la densa nube, ya les caía encima como un furioso torrente [6]. Decidió con buen tino apartarse del camino para no ser atropellados por el alocado gentío. Y finalmente las cenizas comenzaron a caer sobre ellos y pronto se vieron rodeados de una espesa negrura que ocultaba el sol. Una noche sin luna. “Una negrura típica de esos lugares que nunca vieron la luz del sol”, cuenta el Joven Plinio.
Y agrega que “(…) se oía el llanto de las mujeres, los gritos de los niños y los gritos de los hombres; Algunos trataban de encontrar a sus padres, otros a sus hijos, otros a sus esposas, llamándolos y reconociéndolos sólo por sus voces. Algunos estaban compadeciendo su propia vida, otros la de sus parientes, mientras que otros rezaban por su muerte en puro terror de morir. Muchos estaban levantando sus manos a los dioses, pero más estaban declarando que ahora no había más dioses, y que esta noche duraría para siempre, y el fin de todo el mundo llegaba”.
Una nueva explosión de Vesubio los iluminó un momento. Pero la oscuridad los ganó una vez más. Y las cenizas continuaban cayendo. En tanta cantidad que les obligaba a detenerse y sacudírsela a riesgo de quedar enterrados y aplastados por su peso. Al cabo la nube comenzó a disiparse. Entonces vino la verdadera luz del día. El sol brillaba rojo. Como ensangrentado. Plinio y su madre pudieron ver como todo lo que los rodeaba era cenizas que cubrían el paisaje como un manto de tétrica nieve.
Fue entonces cuando decidieron emprender el regreso a Miseno. Habiendo pasado tales peligros, y aun esperando más por venir, no se cruzaba por su cabeza abandonar la ciudad hasta tener noticias del viejo Plinio. Pasaron una noche ansiosa. Preocupados. Flotando entre el miedo y la esperanza.
Al otro día se encontraron con los sobrevivientes de la expedición del viejo Plinio, y se enteraron de todo lo ocurrido. Fueron en su búsqueda, y encontraron su cuerpo sin vida en el estado que relatamos en el capítulo anterior. El joven Plinio consideró que tal muerte no estaba a la altura de la dignidad de la historia de su tío.
Una nueva explosión de Vesubio los iluminó un momento. Pero la oscuridad los ganó una vez más. Y las cenizas continuaban cayendo. En tanta cantidad que les obligaba a detenerse y sacudírsela a riesgo de quedar enterrados y aplastados por su peso. Al cabo la nube comenzó a disiparse. Entonces vino la verdadera luz del día. El sol brillaba rojo. Como ensangrentado. Plinio y su madre pudieron ver como todo lo que los rodeaba era cenizas que cubrían el paisaje como un manto de tétrica nieve.
Fue entonces cuando decidieron emprender el regreso a Miseno. Habiendo pasado tales peligros, y aun esperando más por venir, no se cruzaba por su cabeza abandonar la ciudad hasta tener noticias del viejo Plinio. Pasaron una noche ansiosa. Preocupados. Flotando entre el miedo y la esperanza.
Al otro día se encontraron con los sobrevivientes de la expedición del viejo Plinio, y se enteraron de todo lo ocurrido. Fueron en su búsqueda, y encontraron su cuerpo sin vida en el estado que relatamos en el capítulo anterior. El joven Plinio consideró que tal muerte no estaba a la altura de la dignidad de la historia de su tío.
Impresión en yeso (escayola) de cuerpos de una de las víctimas. |
Final.
La tradición judeo-cristiana ha querido ver en el lamentable hecho, una especie de castigo divino relacionado con la vida licenciosa de los romanos en general. Pero particularmente, en relación a la destrucción del templo de Jerusalén durante el sitio al que dicha ciudad fue sometida por los romanos en el año 70 d.C. Creando un aurea mitológica alrededor del cataclismo.
Teoría a la que, por supuesto, no damos ningún crédito. Pero vale aclarar que, como muestran los estudios arqueológicos, en la ciudad de Pompeya presumiblemente vivieran muchos cristianos. Por lo que entre las víctimas del Vesubio, no solo debemos contar a los licenciosos romanos (Plinio el Viejo incluido), sino también, muchos cristianos. Pero también murieron a causa de la erupción la princesa judía Drusilla y su hijo Marco Antonio Agripa, fruto de su matrimonio con Marco Antonio Félix (procurador de Judea y liberto griego). Según informa (algo vagamente) el famoso historiador de origen judío, Flavio Josefo (Antigüedades Judías, 20.7.2). Romanos paganos, cristianos y judíos; el volcán no hizo distinción de credos, nacionalidades, edad o sexo.
Hasta el momento, en Pompeya se encontraron 1.044 impresiones de yeso de cuerpos víctimas de la erupción. En Herculano 332 cuerpos fueron encontrado en bóvedas arqueadas. Y se cree que una enorme cantidad de cuerpos aún pueden ser encontrados. Posteriormente a la erupción, completamente sepultadas por las cenizas, las ciudades de Pompeya y Herculano serían abandonadas, olvidadas, y nunca más habitadas.
Dejando de lado la fatalidad del cataclismo, ambas ciudades se han convertido en un espectacular museo al aire libre sobre la vida de los romanos de la época. Sus ruinas han quedado congeladas en el tiempo, en el exacto instante de la erupción. No solo la arquitectura de la época (los frescos, y las esculturas), se ha preservado. También alimentos, vestimentas, y todo tipo de utensilios se han recuperado y han servido para reconstruir la vida de los desdichados habitantes de la ciudad.
Pompeya fue encontrada en 1599 cuando se excavaba un canal subterráneo para desviar el río Sarno, pero sus restos fueron tapados nuevamente hasta ser redescubierta en 1748 por el ingeniero militar español Roque Joaquín de Alcubierre. Herculano sería encontrada diez años antes (1738) cuando obreros excavaban los cimientos para el palacio de verano de Carlos de Borbón, rey de Nápoles. Quien, al convertirse en rey de España, mostró gran interés en los descubrimientos, y exhibiría una colección de antigüedades rescatadas. Desde entonces, ambas ciudades se han seguido excavando casi ininterrumpidamente. Convirtiéndose, además, en un gran atractivo turístico.
La tradición judeo-cristiana ha querido ver en el lamentable hecho, una especie de castigo divino relacionado con la vida licenciosa de los romanos en general. Pero particularmente, en relación a la destrucción del templo de Jerusalén durante el sitio al que dicha ciudad fue sometida por los romanos en el año 70 d.C. Creando un aurea mitológica alrededor del cataclismo.
Teoría a la que, por supuesto, no damos ningún crédito. Pero vale aclarar que, como muestran los estudios arqueológicos, en la ciudad de Pompeya presumiblemente vivieran muchos cristianos. Por lo que entre las víctimas del Vesubio, no solo debemos contar a los licenciosos romanos (Plinio el Viejo incluido), sino también, muchos cristianos. Pero también murieron a causa de la erupción la princesa judía Drusilla y su hijo Marco Antonio Agripa, fruto de su matrimonio con Marco Antonio Félix (procurador de Judea y liberto griego). Según informa (algo vagamente) el famoso historiador de origen judío, Flavio Josefo (Antigüedades Judías, 20.7.2). Romanos paganos, cristianos y judíos; el volcán no hizo distinción de credos, nacionalidades, edad o sexo.
Hasta el momento, en Pompeya se encontraron 1.044 impresiones de yeso de cuerpos víctimas de la erupción. En Herculano 332 cuerpos fueron encontrado en bóvedas arqueadas. Y se cree que una enorme cantidad de cuerpos aún pueden ser encontrados. Posteriormente a la erupción, completamente sepultadas por las cenizas, las ciudades de Pompeya y Herculano serían abandonadas, olvidadas, y nunca más habitadas.
Dejando de lado la fatalidad del cataclismo, ambas ciudades se han convertido en un espectacular museo al aire libre sobre la vida de los romanos de la época. Sus ruinas han quedado congeladas en el tiempo, en el exacto instante de la erupción. No solo la arquitectura de la época (los frescos, y las esculturas), se ha preservado. También alimentos, vestimentas, y todo tipo de utensilios se han recuperado y han servido para reconstruir la vida de los desdichados habitantes de la ciudad.
Pompeya fue encontrada en 1599 cuando se excavaba un canal subterráneo para desviar el río Sarno, pero sus restos fueron tapados nuevamente hasta ser redescubierta en 1748 por el ingeniero militar español Roque Joaquín de Alcubierre. Herculano sería encontrada diez años antes (1738) cuando obreros excavaban los cimientos para el palacio de verano de Carlos de Borbón, rey de Nápoles. Quien, al convertirse en rey de España, mostró gran interés en los descubrimientos, y exhibiría una colección de antigüedades rescatadas. Desde entonces, ambas ciudades se han seguido excavando casi ininterrumpidamente. Convirtiéndose, además, en un gran atractivo turístico.
Ruinas de Pompeya con la vista del Vesubio como fondo. |
1- Mucho se ha debatido sobre la fecha indicada en esta primera carta de Plinio el Joven a Tácito, como inconsistente. La tendencia es a aceptar tal fecha. Pero no falta quien considera posible una corrupción posterior. Y la fecha en la carta se debería a algún error de copistas medievales. Los estudios arqueológicos parecen indicar que la erupción debió ocurrir unos dos o tres meses más tarde. Las frutas y verduras encontradas en Pompeya, la ropa más abrigada que se encontró en los cuerpos, parecen más adecuados para un mes como octubre. Por otra parte, la gran dispersión de cenizas refiera a fuertes vientos, y su dirección, parecen anómalos para un mes como agosto. La pregunta queda abierta.
2- Embarcaciones tipo galeras de remos, originarias del país de Liburnia, nación de la costa del Adriático, en Iliria. Muy ligeras y veloces, famosas por sus cualidades marineras, son parecidas a las penteconteras (aunque de construcción diferente), es probable que los romanos la conocieran y las adoptaran a partir de la conquista de este pueblo. Incluso antes, con la guerra contra Macedonia.
3- Se ha debatido sobre la identificación de Rectina. Un nombre no muy común para una mujer romana. Se ha sugerido que Pomponiano era en realidad su esposo, con lo cual, el nombre completo de este sería Tascius Pomponianus. Pero por la carta de Plinio se desprende que la ubicación de la finca de Rectina era distinta a la de este hombre. Más cercana al Vesubio (¿Herculano?). Se desconoce si sobrevivió o no al cataclismo.
4- La versión en latín del joven Plinio, utiliza aquí la palabra cuadrirremes (quadriremes), en lugar de “naves” que prefieren algunas traducciones. Es el segundo tipo de galera que menciona el autor romano. Creemos que se trata de un tipo distinto de liburna (una de cuatro órdenes de remos) y no un “cuatrirreme” como los utilizados durante la Segunda Guerra Púnica. Tampoco sabemos si Plinio utilizó varios de ellos, o la indicación en la cantidad de órdenes de remos distinguía a la nave capitana, la de Plinio el Viejo.
5- Con “amigo hispano” a un ciudadano romano-hispano, conocido por Plinio el Viejo durante su magistratura en Hispania Tarraconense (Procurator).
6- Esto demuestra que el Flujo Piroplástico pudo llegar a impactar incluso hasta Miseno o sus inmediaciones. Probablemente no con las altas temperaturas con que lo hizo contra Pompeya y Herculano, sino mas bien, como sugiere Plinio el Joven, como densa nube de cenizas y escombros.
marvel77
Fuente Principal
- Plinio el Joven. Espistulas. Libro 6.
- Plinio el Joven. Espistulas. Libro 6.
Fuentes Secundarias
- Tácito. Anales. Nerón.
- Séneca. Cartas. Naturales Quaestiones.
- Cayo Suetonio. Los Doce Césares. Nerón.
- Diodoro Sículo. Biblioteca Histórica.
- Estrabón. Geografía.
- Plutarco. Vidas Paralelas. Craso.
- Flavio Josefo. Antigüedades Judías.
Esperamos que sea de su agrado. No olvide dejarnos un comentario!!
ResponderEliminarHabia leido en alguna parte que Plinio el viejo murio por querer subir a la montaña a ver la explosion del volcan... aqui no lo deja tan explicito...fue un suicidio en nombre de la ciencia o de verdad se extravio en la montaña??
ResponderEliminarQue tal? gracias por tu comentario.
EliminarTodo lo que se sabe sobre la muerte de Plinio el Viejo proviene de las dos cartas de su sobrino. En ninguna de ellas se sugiere que el viejo Plinio pretendía subir por el volcán. Cosa completamente descabellada.
Si indican que su primera intención era el registro y estudio de un hecho único de la naturaleza. Plan que luego trocó en expedición de salvamento de toda persona afectada por el fenómeno. Por lo visto, ni una ni otra pudo ser llevada a cabo correctamente.
La muerte de Plinio por nada fue un suicidio. Ni en nombre de la ciencia ni de ningún otro. Tomó sus riesgos, es cierto. Y en todo caso fue en pos de socorrer a las personas afectadas por la erupción.
Tampoco podemos decir que se extravió en la montaña. Más bien fue abandonado cuando su cuerpo colapsó.
Su muerte se corresponde con la de una persona de edad avanzada, (que ya mostraba algunos achaques de la edad) expuesta a una situación de gran riesgo, por la cual tuvo que exigir su físico al máximo. Especulando, las evidencias sugieren que el corazón de Plinio no resistió los esfuerzos de la huida.
Esperamos que disfrute de este y los demás temas que abordamos en AH. Ojalá podamos seguir viéndolo por aquí.
Saludos!