jueves, 13 de diciembre de 2018

GUERRAS PÍRRICAS, 280-275 a.C. La batalla de Ásculo.


Continuamos con la saga de eventos relacionados con las campañas de Pirro de Epiro en Italia. La victoria de Pirro en Heraclea, deja al rey epirota dueño de la iniciativa. Es el momento de pasar a la ofensiva, y una nueva batalla se vislumbra en el horizonte. Miles de infantes de los pueblos del sur de Italia se suman a las filas del ejército epirota, al tiempo que Pirro es visto como un libertador. Pero las dificultades en el primer enfrentamiento (la victoria conseguida a tan alto precio), y el manejo casi despótico de Pirro para con sus aliados, dan lugar a la suspicacia ¿Podrá el rey epirota sostener su coalición y derrotar a los romanos definitivamente? 



Ruinas de Tarento.
El año 279 a.C. iniciaba con ambos contendientes preparándose para sus próximos movimientos. Pirro finalmente recibía las tropas que se le habían prometido. La victoria en Heraclea ponía al rey epirota en el lugar de “Libertador” de los pueblos del sur de Italia. La promesa de Pirro para con estos pueblos era la de dirigir los ejércitos coaligados en la victoria frente a las armas romanas. Y una vez conseguido este objetivo, abandonar Italia para regresar a Epiro. Nada mas lejos de los verdaderos objetivos del rey epirota, quien se veía así mismo como un conquistador a la altura de Alejandro Magno, y los territorios bajos sus pies, como sus futuras posesiones.
Pero por el momento nada de esto preocupaba a Pirro. Su interés estaba en reforzar su ejército y acabar con los romanos definitivamente. La victoria en Heraclea se había conseguido a último momento, gracias a la intervención de los elefantes, y a un alto costo en vidas. Muchos oficiales epirotas habían perdido la vida en la batalla, restando un elemento importante para el ejército de Pirro.
En cuanto a los romanos, el 279 a.C. es el año de un nuevo censo. Cneo Domicio Calvino Máximo, nombrado dictador luego de la derrota de Heraclea (280 a.C.) había convocado a las elecciones de los nuevos cónsules, de la que saldrían electos P. Sulpicius Saverrio y P. Decius Mus; y luego asume como censor (el primer censor plebeyo de la historia de Roma) y celebra el lustrum [1]. Festividad que se celebraba cada 5 años, y culminaba con una ceremonia de sacrificio (conocido como suovetaurilia) durante la cual se efectúa un censo, que dio como resultado unos 287.222 ciudadanos que fueron registrados.
Los cónsules eran puestos al frente de sus respectivos ejércitos consulares, heredados de sus predecesores (lamentablemente no se informa el reclutamiento de nuevas legiones, aunque seguramente esto ocurrió). Pero esta vez, ambos cónsules se harían cargo de enfrentar a Pirro. Por lo que el teatro de operaciones en Etruria quedaba relegado. Después de todo, los romanos y etruscos habían formalizado un tratado, que cubría las espaldas de Roma.
Pero el 279 a.C. guardaba algunas sorpresas. Los galos de los Balcanes (Panonia, Norico, norte de Iliria) invadieron Peonia, Macedonia y Tracia. El ejército macedonio era completamente destruido, y Ptolomeo Ceraunos muerto en batalla. Sin saberlo, Pirro se libraba de su “deuda” con Ptolomeo y el trono de Macedonia quedaba momentáneamente  liberado. Pero las noticias de estos hechos tardarían en llegar a oídos de Pirro.

Pirro invade Yapigia, 279 a.C.
En la primavera del 279 a.C. Pirro invade Apulia, la antigua Yapigia, y se dirige al territorio de los Daunios. Muchas plazas son capturadas o se someten al rey de Epiro. Y es en los alrededores de una plaza fuerte, conocida como Asculum (Ásculo, actual Ascoli Satriano) donde el ejército romano, conducido por los cónsules Publio Sulpicio Saverrión y Publius Decius Mus, logra interceptar a Pirro y sus tropas.
Tal vez el objetivo de Pirro era la conquista de los territorios al este y norte de sus aliados Samnitas. Y luego desde allí cruzar los Apeninos e invadir el “bajo Lacio” saltándose Campania. Donde parece que los romanos habían logrado trabar el avance de Pirro. Curiosamente Yapigia es el sitio donde fue a parar parte de la flota de Pirro por causa de la tormenta. Aunque la relación entre estos dos hechos es discutible.
Ásculo parecía dominar una amplia llanura que discurría desde los Apeninos hacia el Mar Adriático, y lo hacía desde la cima de una estribación rocosa al pie de las montañas conocida actualmente como Montañas Carpinelli. Desde allí los viejos caminos (las futuras Vía Traiana y Vía Appia) podrían ser fácilmente accesibles. Las fuentes, además, describen la cercanía de un río, que identificamos con el arroyo Carapelle. Y abundantes bosques que, sumados a la difícil orografía, van a dificultar las maniobras del ejército de Pirro.
La batalla que se aproxima, conocida como Batalla de Ásculo, es la mejor descripta para las campañas de Pirro en Italia, y aun así presenta no pocos desafíos. Multitud de fuentes antiguas mencionan o hacer referencia a dicha lid [2], pero solo Dionisio y Plutarco (quien a su vez se apoya en el propio Dionisio, además de Jerónimo de Cardia) ofrecen una descripción de los hechos, aunque no faltos de contradicciones.
Al hecho de no saber con exactitud el sitio de la batalla, se le agrega la confusión en las fuentes en cuanto a la cantidad de días en que se desarrollaron los combates: Plutarco sugiere dos días consecutivos, pero en Dionisio solo se uno. El número de combatientes en ambos bandos también es contradictorio (70mil Dionisio, 40mil Frontino y Plutarco, este último citando a Jerónimo de Cardia). E incluso algunas de las acciones descritas por Dionisio representan un desafío a la lógica.
Cada una de estas cosas las iremos tratando en lo subsiguiente. Y con todo lo contradictorio, confuso, o ilógico que esta batalla pueda tener (en lo que refiere a la información, o la falta de ella, por parte de las fuentes), aún creemos que podemos llegar a buen puerto.

Mapa de situación para el año 279 y 278 a.C. En azul, Roma y sus aliados; en rojo el Pirro y sus alianzas.
Ásculo, primeros combates.
Como anticipamos, Dionisio y Plutarco no se ponen de acuerdo en la cantidad de días en que transcurre la batalla (decíamos, en Dionisio solo se interpreta un día de batalla; en Plutarco, dos).
El propio Plutarco toma nota de esta contradicción. Pero por la forma en que Dionisio aborda el relato de la batalla, parece que este autor decide, en realidad, saltarse una parte (¿o se encuentra perdida?). De cualquier manera, el relato de Dionisio de ningún modo parece obturar la versión de Plutarco. Al contrario, se complementan perfectamente. Veamos:
Según Plutarco, los romanos interceptan a Pirro en las inmediaciones de Ásculo. Y lo obligan a trabar combate en terreno desventajoso para los griegos. Al parecer, ambos ejércitos se encontraban separados por el arroyo Carapelle, y los combates parecen desarrollarse a un lado y el otro del mismo, en su sector más tormentoso. Esto es, probablemente, al pie de las montañas.
Los bosques, el arroyo, las estribaciones rocosas, el poco espacio, impiden a Pirro a plantear una batalla convencional. La falange no podía ser desplegada, y la caballería griega, que se había mostrado superior a la romana, no logra sacar ventaja en tal situación. Tampoco los elefantes parecían funcionarle a Pirro.
Plutarco dirá que los romanos realizaban “desplazamientos y contra-movimientos de lado” (Plut.Pirr.21,6) que le permitían sacar ventaja en los combates (dato que ofrece una muy buena referencia para describir la ventaja del legionario en los “combates irregulares”).
Este tipo de lucha se prolongó hasta la noche, momento en que ambos ejércitos deciden abandonar los combates y dirigirse a sus campamentos sin haberse sacado clara ventaja uno del otro. Aunque al parecer, Pirro contaba más muertos y heridos que los romanos.
Al día siguiente (siempre según Plutarco), Pirro procura ocupar rápidamente un sitio ventajoso para las maniobras, y desplaza su ejército (y campamento) a la amplia llanura entre las ciudades de Ásculo y Herdonea, y despliega sus tropas en formación de batalla. Aquí es cuando comienza el relato de Dionisio y, como veremos, no hay manera para sospechar que lo relatado por Plutarco en la jornada anterior, no pudo haber ocurrido.
Agrega Zonaras (Zonar.8,5) que son los romanos los que proponen a Pirro un nuevo combate a campo abierto. De hecho, lo invitan a cruzar el río y desplegar su ejército sin ser molestado. O de preferirlo, y si el rey se los permitía, serían los romanos los que cruzarían para combatir. Por supuesto, Pirro eligió lo segundo.
Dichas tratativas son muy probables. El cruce de un río es un trance complicado para cualquier ejército, momento adecuado para intentar hacer el mayor daño al rival, por lo que, y a la luz de lo que sabemos de la batalla, un permiso para el cruce es algo más que probable.
En definitiva, los romanos cruzaron el Carapelle sin ser molestados y desplegaron sus legiones, dos ejércitos consulares completos y con sus correspondientes “alae”. La batalla de Ásculo estaba por comenzar.

Mapa de Situación para la batalla de Ásculo. Se sugieren los posibles movimientos para ambos ejércitos, más una probable ubicación para los combates que las fuentes sugieren para ambos días de batalla. Teoría del autor de este artículo.

Pirro arengando su falange en la Batalla de Ásculo.
La batalla de Ásculo.
1. La línea de Batalla de Pirro.
Ya se dijo que el despliegue inicial correspondió al ejército de Pirro. El rey epirota eligió especialmente el terreno, mucho más apto para las cargas de los elefantes, y las evoluciones de la caballería. Elementos en los de depositaba buena parte de su esperanza de victoria.
Pirro dispuso a la falange macedonia en el ala derecha de su dispositivo, y a continuación fue disponiendo de sus contingentes armados, intercalando tropas griegas (incluidos los tarentinos) con itálicas.
En el ala derecha fue colocada la falange macedonia (con alrededor de cinco mil falangitas). Junto a esta, y hacia la izquierda, colocó el contingente de “mercenarios italiotas de Tarento” (probablemente Mesapios), y a continuación la “falange” de Ambraciotas, que no deberían superar los dos mil hombres.
Luego, seguiría la “falange de Tarento de escudos blancos”, probablemente en un número no mayor a cinco mil hombres. Se discute si esta falange tarentina pudo haber adoptado el modo macedonio (ver cuadro, “El ejército de Pirro…”), cuestión muy difícil de aseverar. Lo que está claro es que, como veremos a continuación, su performance fue más que aceptable. Por lo que su calidad no está en discusión.
A los tarentinos le siguieron (siempre hacia la izquierda del dispositivo táctico) los contingentes de Lucanos y Brutios. En una cantidad imposible de determinar, pero que estimamos no menor a tres mil hombres, y no mayor a cinco mil en conjunto. Luego de estos contingentes itálicos se colocaron las tropas epirotas propiamente dicho. Dionisio mencionará primero a Tesprotios y Caonios en su descripción de la línea de batalla, y luego agregará a los Molosos una vez comenzada la batalla. Claramente la omisión es un olvido de Dionisio, o un error del copista.
Es probable que los epirotas fueran el contingente más numeroso de entre los griegos en el ejército de Pirro. Pudiendo llegar a los seis mil hombres. Y siendo que representaban a los tres distritos administrativos del Epiro, dos mil hombres por cada uno parecen una cifra adecuada para Ásculo luego de las pérdidas sufridas en Heraclea. Probablemente iban armados al estilo macedonio, por lo que podemos describirlos como “falangitas”.
Junto a estos, Pirro ubicó a las tropas griegas de los territorios que dominaba, o eran aliadas, o de aquellas en las que pudo contratar mercenarios. Etolios, Arcananio y Atamanios, en un número no mayor a tres mil (calculamos mil hombres para cada uno) cerraban la izquierda de los epirotas.
Y cerrando la línea de batalla epirota, los aliados Samnitas. Probablemente el contingente más numeroso de entre los pueblos itálicos aliados a Pirro. Calculamos seis mil hombres en total, que pudieron haber representado a Samnitas septentrionales y meridionales encuadrados en dos “exercitus” de tres mil hombres cada uno probablemente.
En cuanto a la caballería, Pirro colocó en el “ala derecha” a los “mercenarios de Tarento” (¿Mesapios?), junto a Samintas y Brutios; más un contingente de Tesalios. Y en el “ala izquierda” a los Macedonios, los griegos de Ambracia, Arcananios y Etolios; más los jinetes Tarentinos, junto a un contingente de Lucanos.
Como puede notarse, toda la caballería epirota fue mantenida como reserva, “para ser utilizada allí donde fuera necesario” al decir de Dionisio. A esta le llama “agema” (basilkon agema), y contaba con dos mil jinetes seleccionados (epilektoi) de Epiro, que incluía su “escuadrón real” o “basilike ilé”.
A los elefantes los dividió en dos grupos y los colocó en cada flanco, junto a un nutrido grupo de arqueros y honderos para su protección. La intención era no comprometerlos al inicio de los combates, sino, utilizarlos en donde fuera necesario en el momento oportuno.
En total, la infantería de Pirro contaba con alrededor de cuarenta mil hombres, de los cuales, dieciséis mil eran los griegos (incluidos los epirotas, macedonios y aliados) que habían cruzado el mar con él. La caballería, debería rondar los cinco mil jinetes entre griegos e itálicos.
De esta manera, Pirro se disponía a derrotar una vez más a los romanos.


2. La línea de Batalla Romana
A diferencia de Heraclea, los dos cónsules del año en curso, se presentaban en conjunto para la batalla con sus respectivos ejércitos consulares. En un número que según las fuentes rondaba los 40mil hombres de infantería, y una cantidad proporcional de jinetes (no más de dos mil quinientos jinetes, más numerosos seguramente los aliados).
Como dato curioso, en lugar de hablar de “alae”, las legiones de aliados que suelen acompañas a las legiones romanas propiamente dichas, Dionisio menciona a cada pueblo aliado de Roma que tomo parte en la batalla: latinos, campanios, sabinos, umbrios, volscos, marrucinos, pelignos, ferentanos y "otros súbditos"; y comenta que fueron divididos en cuatro cuerpos e intercalados con las legiones romanas. Lo cual representa ni mas ni menos que a las cuatro legiones de “alae” que se corresponden con las legiones romanas, propiamente dichas.
A la vista del dispositivo epirota, los romanos fueron disponiendo sus legiones en los sitios más adecuados, y esto es, frente a lo que consideraban lo más fuerte del enemigo: la falange griega. Dejando a las cuatro “alae”, el enfrentamiento con los rivales itálicos.
Frente a la Falange Macedonia, entonces, colocaron la 1er Legión. Esto es, en el ala izquierda romana (la derecha de Pirro). A la 2da legión le tocó el ala opuesta, frente a los Samnitas. La 3er Legión se colocó frente a la falange tarentina, y a la 4ta Legión, le tocó oponerse a los epirotas. Y como ya se dijo, las “alae” completaron los espacios para oponerse a los aliados itálicos de Pirro. Y por el relato de Dionisio solo conocemos la ubicación de los Latinos, quienes estaban colocados junto a la 1ra Legión. Del resto se desconoce su ubicación. En cuanto a la caballería romana, esta fue dividida en dos alas, y fue colocada en los flancos.
En definitiva, el plan de Pirro lograba su cometido, lo que consideraba sus mejores tropas (las griegas) lograran tomar a lo mejor de su enemigo (las legiones romanas). Y así sus aliados itálicos, tuvieran que enfrentarse con enemigos conocidos y supuestamente equivalentes en capacidades (los aliados romanos).
Pero los romanos también habían tomado nota del ejército de Pirro, y sobre todo del arma más formidable del ejército enemigo: los elefantes. Y adoptaron medidas para intentar contrarrestarlos.
Cuenta Dionisio (Dion. 20.1,6) que los romanos habían preparado unos “trescientos carromatos” tirados por bueyes, erizados de picas, y postes como antorchas (dirigidos hacia la cara de los elefantes), y los había destinado a la retaguardia, a la espera de la aparición de los elefantes. Dentro y fuera de estos carros, se acumulaba la tropa de proyectil. Al parecer, toda la tropa ligera (leves) con la que contaban los romanos, habían sido destinada a retaguardia para operar en conjunto con los carromatos.
De esta forma, los romanos se disponían a combatir por segunda vez con Pirro.

Batalla de Ásculo, FASE INICIAL. El ejército romano cruza el arroyo Carapelle para hacer frente un enemigo ya formado.


Infante Samnita con "tureos" blanco.
3. ¡El grito de Enyalius!
 “Cuando se izaron las señales para la batalla, los soldados primero cantaron sus canciones de guerra, y luego, alzando el grito de batalla a Enyalius [3], avanzaron a la refriega, se enfrentaron y lucharon, mostrando toda su habilidad en las armas”. (Dionisio de Halicarnaso 20.2,1)
Con estas palabras, Dionisio inicia el relato de la batalla de Ásculo. Probablemente las primeras tropas en cruzar las armas fueron las caballerías de ambos ejércitos.
Según Dionisio, la táctica de ambas caballerías rivales difería notoriamente. Los griegos empleaban las tácticas más modernas: “los griegos, cuando percibían que los romanos eran sus iguales en el combate, se desviaban hacia la derecha y contramarchaban el uno frente al otro, giraban sobre sus caballos una vez más para mirar hacia el frente y, aplicando las espuelas, cargaban las filas enemigas”. Por el contrario, los romanos empleaban un combate más "estacionario": “los romanos, cuando fueron perseguidos por los griegos, harían girar a sus caballos, y al controlarlos con las riendas, pelearían una batalla de infantería” (Dionisio 20,2).
Al parecer, esta situación no dejó que ninguna de las caballerías enfrentadas lograra sacar ventaja. Por lo que la clave de la batalla, pasaba a la infantería. Dionisio informa que ambos ejércitos eran fuertes en su ala derecha. Destacando especialmente la valentía de los falangitas macedonios, en la derecha epirota (la izquierda romana) y los legionarios de la 2da Legión en la derecha romana (izquierda epirota).
El de Halicarnaso cuenta que, los macedonios hacían retroceder a la 1ra Legión, y esta arrastraba también a los aliados latinos que estaban a continuación.  En contrapartida, la 2da Legión se imponía, según nuestra teoría (ver cuadro Controversias), a los Samnitas y los hacía retroceder.
En respuesta a la ventaja romana en ese flanco, Pirro ordena a los elefantes de la izquierda cargar contra esta legión, a fin de poder equilibrar el combate. La aparición de los elefantes por el flanco de la 1ra Legión debió ser abrumador. Los romanos pararon en seco su avance.  Pero los cónsules tenían un as en la manga. O eso creían.
Fue entonces que los romanos lanzaron los carromatos tirados por bueyes, erizados de picas encendidas en fuego. Y que en su interior llevaban parte de la infantería ligera romana (leves) que procuraba dirigir las llamas a los ojos de las bestias enemigas mientras intentaban embestir a los elefantes. Demás esta decir que tan torpes artilugios no surtieron el efecto esperado. Pesados y con poca movilidad, amén de no precaver su protección con infantería, fueron presa fácil de los epirotas.
A la sorpresa inicial, sobrevino el coraje. Desde las “torres[4] de los elefantes, los infantes epirotas acribillaban a los romanos que estaban dentro de los carros. Mientras la infantería ligera rompía las pantallas de madera que rodeaba los carromatos y descuartizaba a los bueyes.
En definitiva, la acción de los carromatos dio un poco de aire a los romanos de la 2da Legión, pero su progreso ya había sido impedido, y su avance frenado. Los combates en aquel sector se habían equilibrado.






4. Descalabro y recomposición.
Por el momento el plan de Pirro surtía efecto. Las medidas tácticas adoptadas lograban su cometido. Pero nuevos problemas iban a surgir.
En el centro del dispositivo epirota, los Lucanos y Brutios fueron puesto en fuga por las legiones romanas. Probablemente por tropas aliadas a Roma (para Dionisio fue la 4ta Legión, creemos que es un error). La brecha abierta en la línea epirota exponía los flancos de los contingentes tarentinos y epirotas apostados a cada lado de Brutios y Lucanos. Y entonces, para evitar ser flanqueados, estos dos contingentes retrocedieron con todo el orden que les fue posible.
Ante este panorama, la 3ra y 4ta Legión (a las que debemos sumar las tropas aliadas inmediatas) comienzan a avanzar presionando a epirotas y tarentinos. Noticiado Pirro, este conformó un escuadrón especial de su caballería epirota, más un destacamento de la caballería apostada en la derecha, “tantos como él creyó que serían suficientes”, y los envió en apoyo de los que huían de la línea de batalla.
Esto era algo que Pirro había anticipado. Y su despliegue táctico, con su línea intercalada entre griegos e itálicos, más la reserva de caballería y elefantes, respondía a la necesidad de equilibrio y respuesta rápida ante la adversidad. Si la línea de batalla epirota se rompía, Pirro podría responder adecuadamente.
Y eso se disponía a hacer, cuando inesperados eventos desviaron la atención del rey. Cuenta Dionisio que un destacamento de Daunios (unos 4mil infantes y 400 jinetes) , aliados de Roma, y que llegaba tarde a la batalla, se toparon con la retaguardia de Pirro. Y no sabiendo donde intervenir por encontrar dificultad para reconocer un bando de otro (observaban el campo de batalla desde una elevación del terreno), deciden aprovechar la situación y atacar el campamento Epirota.
Las malas nuevas llegaron a Pirro justo cuando este intentaba recomponer su línea de batalla. Objetivo que quedó interrumpido. El rey decidió destacar la tropa que más fácilmente pudo echar mano, y a la vez, la que más velozmente podría intervenir. Y esto es, la caballería que había reunido para enviar contra la 3ra y 4ta Legión, le sumo algunos elefantes (posiblemente los apostados en la derecha, pues se encontrarían inactivos) y los remitió al campamento.
Lamentablemente las tropas destacadas en auxilio del campamento llegarían tarde. Este sería saqueado e incendiado. Los daunios, hecho todo el daño posible, logran escapar de los epirotas enviados contra ellos poniéndose a resguardo en una elevación de difícil acceso para caballos y elefantes.
Perdido el campamento, Pirro vuelve a prestar atención a la 3ra y 4ta Legión que, con total impunidad, lograban avanzar profundo en la línea epirota. Puesto que, al no recibir el apoyo planeado, epirotas y tarentinos no podían contener el empuje romano y retrocedían. Tal vez, con más éxito los epirotas que los tarentinos. Estos últimos terminaron por dar la espalda al enemigo y huir. La línea epirota, finalmente es rota.

La 3ra Legión (y su alae) avanzaban impunemente en el campo enemigo. Toda la línea de batalla epirota corría serio riesgo. Bastaba que las legiones giren, para caer por la espalda sobre las tropas que aún se mantenían en línea.
Pirro, disponiendo nuevamente de la caballería de reserva y los elefantes, los lanza contra los romanos de la 3ra Legión, quienes, tomando conciencia de su acercamiento, “corrieron a un lugar elevado y densamente arbolado y se dispusieron en orden de batalla” (Dionisio 20.3.5).
Este sitio era de difícil acceso para la caballería o los elefantes, por lo que los romanos allí apostados (probablemente solo a la 3ra Legión y un contingente aliado), se vieron bajo el ataque furioso de las tropas de proyectil de Pirro. Arqueros y honderos acribillaron impunemente a los legionarios.
Los generales de ambos ejércitos entendieron que era el momento para presionar y sacar ventaja. Los cónsules romanos querían aprovechar y profundizar la brecha abierta, y a tal fin destacaron parte de la caballería para proteger a sus legiones bajo el ataque de la tropa ligera de Pirro.
Y el rey epirota debía aprovechar la situación de tener una legión romana rodeada (y probablemente una aliada) para destruirla y convertir la ventaja aparente de los romanos, en una situación favorable para él. A tal fin, tomando parte de la infantería de línea que entendía no estaba comprometida (Dionsio informa que atamanios, arcanianos y una parte de los samnitas fueron utilizados a tal fin), la destaca en apoyo de su infantería de proyectil.

Reconstrucción del combate entre los elefantes de Pirro y los carromatos romanos.
En ese momento la batalla recrudeció en el sector y la matanza fue enorme en ambos bandos. El propio Pirro fue herido en un brazo (el hombro según otras versiones) por una jabalina [5]. Pero ya no hubo más ventajas oportunas para ninguno de los dos bandos. Con el descalabro del centro, y los flancos internos expuestos, la línea de batalla se rompió para ambos ejércitos y entonces la batalla se desdibujó en una serie de combates aislados y por sector.
Con el día avanzado, y la puesta del sol cerca, y sin que ningún ejército hubiera conseguido ventaja sobre el otro, ambos bandos deciden retirar su tropa del campo de batalla. Probablemente el ejército de Pirro fue el último en retirarse, dando la sensación de victoria para los epirotas. Sin embargo, las enormes bajas hacían reflexionar al rey sobre lo ocurrido en Ásculo. Cuenta Plutarco que cuando uno de sus hombres lo felicitaba por su victoria él respondió “Si somos victoriosos en una batalla más con los romanos, estaremos completamente arruinados” (Plut: Pirro 21,7-15).
Destruido su campamento, las tropas epirotas hicieron noche a descubierto sobre una elevación. Muchos de los heridos murieron a causa de sus heridas por no poder contar con la atención que pudieran haber recibido si se hubiese conservado el campamento.


5. El resultado en Ásculo.
Finalizada la batalla, ambos bandos se adjudican la victoria. Pero lo más probable es que el resultado de la lid fuera un empate. Con sabor a derrota para Pirro, por el profundo daño causado por el enemigo. Puesto que, a la enorme cantidad de bajas sufridas, debemos sumarles la pérdida del campamento y todos los pertrechos allí acopiados.
Las fuentes son contradictorias en este punto. Eutropio dirá que “Pirro fue herido, sus elefantes muertos, veinte mil enemigos muertos, y de los romanos solo cinco mil. Pirro se vio obligado a retirarse a Tarento”. (Eutropio 2.13,4). Pero Pirro aún contará con elefantes para su última batalla, por lo que la cita de Eutropio parece hacer agua en ese ítem.
Frontino en su Estratagema, dirá que “La mitad del ejército de Pirro estaba perdido; en el lado romano solo cinco mil” (Sextus Julius Frontinus: Stratagems 2.3.21).  Repitiendo las 5mil bajas para los romanos, y sugiriendo 20mil bajas en el ejército de Pirro. Ambos autores (Eutropio y Frontino) nos acercan la idea de un Pirro derrotado.
Zonaras recuerda las sensibles bajas en el ejército epirota. Tanto por la batalla en sí misma, como por la falta de atención tras la pérdida del campamento. Sugiriendo la posible derrota de Pirro, aunque recordando la imposibilidad de los romanos por perseguir al enemigo, a causa de las elevadas bajas propias, dando a entender entonces, la posibilidad de unas “tablas” (Zonaras 8.5).
Para Plutarco la victoria es de Pirro, y cuenta que “cayeron, en el lado de Pirro y en el de los romanos, más de quince mil hombres”. No entendiéndose si lo que se indica es el total de las bajas de ambos ejércitos sumadas, o las de cada uno en particular (tendemos a creer más lo primero que lo segundo). Y para Justino el resultado en Ásculo fue el mismo que en Heraclea, es decir, victoria para Pirro. Siendo estos dos autores los que más claramente señalan que la victoria corresponde al ejército epirota. Incluso Plutarco lo afirmará dos veces, en su texto dedicado a Pirro en “Vidas Paralelas”, y en su “Moralia” (Plutarco. Moralia 184.C).
En definitiva, la batalla parece haber sido muy dura para ambos contendientes. Tanto como para impedirles asumir acciones en lo inmediato. Al punto de, ahora sí, comenzar a plantearse la conveniencia de un acuerdo que sellara la paz. Obviamente bajo ciertas garantías.
Lo que resto del año, ambos contendientes, lo dedicarían a relamer sus heridas.


Hermosa vista de la actual Áscoli Satriano (Apulia). Al
Fondo puede verse el amplio valle elegido por Pirro para 
la segunda parte de la Batalla de Ásculo.
Cartago entra en juego.
En coincidencia con la batalla de Ásculo, o inmediatamente después de esta, una embajada de Cartago se hace presente en Roma al mando de un tal Mago.
Este general cartaginés, con ciento veinte barcos, acercó a Roma la preocupación de Cartago por el devenir de la guerra en Italia. Mago explicará que "los cartagineses estaban muy preocupados de que la guerra los afligiera (a los romanos) en Italia, por causa de un príncipe extranjero; y que por esta razón había sido enviado para ayudarlos; para que, al ser atacados por un enemigo extranjero, pudieran recibir ayuda extranjera" (Justino 18.2'1-3, '5).
La preocupación de Cartago, en realidad estaba en la posibilidad de que Pirro, decidiera cruzar a Sicilia a prestar ayuda, también, a las polis griegas de la isla. Preocupación justificada, por cierto. Tal como analizamos en el trabajo anterior, estaba en los planes originales de Pirro enseñorearse aquellos territorios. Para terminar utilizando la isla como plataforma para una futura invasión de África.
Recordemos que los cartagineses habían logrado derrotar el año anterior (280 a.C.), en el río Terias, a Hicetas, tirano de Siracusa. Cartago, entonces, disfrutaba de una contundente (aunque finalmente breve) hegemonía sobre la isla de Sicilia. Situación que evidentemente, veía amenazada tras la aparición de Pirro.
Según el texto que ofrece Polibio, el acuerdo firmado ratificaría todos los tratados anteriores entre ambas metrópolis, y además agregaba que si alguna de las dos metrópolis, Roma o Cartago, “hacían alianza con Pirro”, unos y otros incluirán esta cláusula por escrito: “Que les sea lícito ayudarse mutuamente en cualquier país que sea atacado. En el caso de que cualquiera de los dos pueblos necesite socorro, los Cartagineses pondrán los barcos, tanto para el viaje como para el combate; pero cada uno pagará el sueldo a sus tropas. Los Cartagineses socorrerán a los Romanos incluso en el mar si fuese necesario. Pero ninguno será obligado a desembarcar su tripulación contra su voluntad” (Polibio 3.25,1-6).
La propuesta de Cartago suponía ayuda mutua con Roma, a la cual, reconocía como una potencia local. Su verdadera intención era, por sobre todas las cosas, retener a Pirro en Italia todo lo posible, prestando colaboración a los romanos con su flota en la guerra que esta ciudad llevaba en Italia contra el rey epirota.
Sin embargo, en el texto del tratado, tal ayuda mutua se condiciona explícitamente a una posible “alianza” a firmar con Pirro; sea por Roma, sea por Cartago. Es decir, Roma o Cartago se veían libres de pactar con Pirro, pero debían dejarle bien claro al epirota que, si pensaba atacar a una de estas ciudades (Roma o Cartago), la otra saldría en su ayuda.
Puesto que Cartago entrará en guerra con Pirro (y por lo tanto no firma ningún tratado con este), y Roma rechaza los términos del acuerdo propuesto por Cineas (o eso parece, luego lo analizaremos), el mentado artículo de ayuda mutua no pudo ser incluido en ningún tratado con Pirro, y por supuesto, mucho menos entrar en vigencia. Por lo que el acuerdo entre Roma y Cartago quedo en una especie de limbo jurídico.
En definitiva, ninguna de estas ciudades se verá necesariamente en la obligación de ayudar a la otra. Cosa que finalmente ocurrió [6].
Por otra parte, apenas firmado el tratado con Roma, Mago se dirigió directamente a Pirro con el fin de entablar diálogo (Justino 18.2,4). Si bien el objetivo era intentar descubrir los planes de Pirro para con la isla. El juego a dos puntas de Cartago refleja la desconfianza del tratado firmado con los romanos [7].
Los intentos de Cartago por atraer a Roma a su causa en la futura guerra con Pirro, entonces, se ven claramente frustrados. Pero el acercamiento entre Roma y Cartago, aunque malogrado, tampoco es una buena noticia para Pirro.

Cayo Fabricio rechaza los regalos de Pirro.
Paz precaria, 278 a.C.
Tanto Pirro como Roma se repliegan a sus bases de operaciones a relamer sus heridas. Como ya mencionamos, los romanos quedan por el momento incapacitados de retomar la ofensiva. Siendo la realidad de Pirro tan o más grave luego de las cuantiosas bajas producidas por la batalla.
El año 278 a.C., comienza prácticamente sin operaciones en ambos bandos. Ni Pirro, ni los romanos parecen preocuparse por precipitar un nuevo choque armado. Los romanos parecen haber perdido momentáneamente el control del Samnio. Al menos en los territorios montañosos o de difícil acceso, donde los samnitas agrupaban sus fuerzas rebeldes [8]. Y Pirro parece no querer arriesgarse fuera de Tarento. Su “victoria pírrica” parece haber logrado que, al menos por el momento, los romanos no molesten a sus aliados.
La paz era algo que no se vislumbraba en el horizonte, pero la imposibilidad de continuar con las acciones aplicó como una suerte de “alto el fuego”. Una paz momentánea. Endeble y precaria. Pero Áculo comenzó a dejar ver sus consecuencias para ambos contendientes.
Probablemente durante los primeros meses del año, Cayo Fabricio Luscinus, cónsul electo [9] y famoso por su “honradez” durante su entrevista con Pirro en 280 a.C. (ver trabajo anterior), vuelve a dar la nota cuando informa a Pirro que Nicias, su médico, (o un tal Demochares según otras fuentes) se había “acercado” a los romanos ofreciendo poner fin a la vida del rey epirota con un veneno (ver cuadro “Intento de atentado contra Pirro”).
Este intento de traición y atentado contra su vida, aunque sus responsables fueron castigados, mellaba en la confianza del rey epirota. Si Pirro ya había mostrado intención de pactar con los romanos tras Heraclea, este hecho, y el casi desastre de Ásculo, agitaban la mente, ya de por si algo volátil, del rey de Epiro. Como veremos mas adelante, estos hechos tendrán sus consecuencias en las decisiones futuras.
Pero los romanos también tuvieron que sufrir algunos contratiempos, como consecuencia de la batalla de Ásculo.  Como anticipamos más arriba, el control del Samnio no era total. La presencia romana, en ese país, se adivina endeble.
Para más preocupaciones, la guarnición romana enviada a Regio (Calabria) en 280 a.C., y conformada por aliados campanos, se había revelado y había capturado la ciudad.
Estos campanos, al mando de un avaricioso “tribuno” llamado Decio (del mismo origen campano), emulando a los mamertinos, habían asesinado a la mayoría hombres (muchos fueron expulsados o pudieron escapar) al a vez que se quedaban con sus mujeres y propiedades. Acto seguido arregló con los mamertinos un pacto de mutua ayuda, por lo que ambas estratégicas ciudades, que controlaban el estrecho de Mesina, escapaban del radar de las potencias de la región.
De momento, Roma no podía hacer nada, ocupada como estaba con su guerra con Pirro. Pero si bien este hecho complica la presencia de Roma en un sector clave, lo cierto es que los campanos rebeldes terminaron de algún modo actuando a favor de La Loba. Al amparo de su alianza con los mamertinos, nunca entregaron su plaza a Pirro. Y lucharon contra éste en 270 a.C. en conjunto con los mamertinos y cartagineses.


Los galos invaden Grecia, 279 a.C.
La fortuna esquiva.
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos en Italia (batalla de Asculum) media Grecia era arrasada por los galos de Breno, que incluso llegaban a amenazar Delfos.
Ptolomeo Ceraunos, rey de Macedonia, había sido asesinado por los celtas de Bolgio, por lo que reinaba el caos en aquel reino. Su hermano Melagro lo había reemplazado, pero al poco tiempo era depuesto por su propio ejército por considerarlo inepto para gobernar el país; y luego sería expulsado por Antípatro Etesias, quien se declaró rey de Macedonia. Sin embargo, su reinado duró apenas unos meses, puesto que sería asesinado por Sóstenes, un general macedonio que, sin embargo, evito autoproclamarse rey. Al menos por el momento.
Todos estos hechos llegaron tarde a los oídos de Pirro. Recordemos que el rey epirota fue un continuo pretendiente del trono de Macedonia. Y el caos producto de la invasión de los galos, ofrecía una oportunidad sin igual para que Pirro pudiera hacerse con aquel reino. Sin embargo, Pirro permaneció ajeno a estos hechos durante prácticamente toda su campaña en Italia.
En Sicilia, el panorama también era desolador. A la derrota de Hicetas en 280 a.C. y su posterior expulsión de Siracusa en 278 a.C. (por un tal Thoenon, hijo de Mameus según, ver Diododro.22,7), se le suma la muerte de Fintias tirano de Akragas (actual Agrigento) también en 278 a.C. Para peor, en Siracusa se desata una guerra fratricida cuando a Thoenon le sale un competidor: Sostratus, y la ciudad queda dividida.
Esta situación es aprovechada por Cartago, que va cerrando el cerco y apoderándose de todos los territorios griegos de la isla. Quedando solo Siracusa por ser conquistada. Agotados Thoenon y Sostratus por la guerra entre sí, y amenazados por los cartagineses, ambos deciden dejar de lado su enemistad y correr a pedir ayuda a Pirro (Diodoro 22.7'3, '6, 8'2).
Gracias a Plutarco, sabemos que la comitiva siciliana incluía, además de Siracusa, también a enviados de Akragas y Leontini (Plutarco. Pirro 22'1-3). Las esperanzas de aceptación estaban depositadas en el matrimonio de Pirro con Lanassa, hija de Agatocles de Siracusa, la cual le había dado un hijo: Alejandro. Pero por si acaso, prometían a Pirro hacerlo rey de toda Sicilia, si este acudía en su ayuda (Justino 23.3,1).
Pero también gracias a Plutarco (Plut. Pirro 22,1), sabemos que al mismo tiempo que la embajada de los griegos de Sicilia, Pirro se anoticiaba de la muerte de Ptolomeo  Ceraunos por enviados provenientes de Grecia.
El rey epirota maldijo su fortuna porque “le habían llegado dos grandes empresas, y pensaba que la presencia de ambos significaba la pérdida de uno”. Meditó largo tiempo que hacer, y sintió que Sicilia era la mejor opción. Conquistada la isla, Libia, Cartago, estaban próximas.
Por otra parte, la guerra en Italia se había estancado. Los romanos no mostraban signos de querer continuar peleando. Pero, sobre todo, y a pesar de las pseudo victorias de Pirro, Roma se muestra como un hueso muy duro de roer. La derrota de Roma era algo que no entraba en el radar. Y una campaña en Sicilia contra los cartagineses se mostraba como un objetivo mucho más plausible.
Resuelto finalmente por esta opción, envió a Cineas a celebrar conferencias preliminares con las ciudades, mientras él mismo enviaba una guarnición.
Demás esta decir que la noticia cayo como un balde de agua helada en Tarento, quienes rápidamente demandaron a Pirro atenerse a lo que había venido a hacer: la guerra con Roma a favor de Tarento. Pero la respuesta del rey de Epiro fue tajante, pues “les ordeno se callaran, y aceptaran su conveniencia” (Plut. Pirro 22,3) y comenzó entonces a preparar su nueva expedición.
Cineas luego fue enviado a Roma, con el fin de conseguir un acuerdo que permitiera a Pirro mantener lo conseguido en Italia, con el compromiso de los romanos de no avanzar sobre sus aliados. Pero la respuesta romana fue, una vez más, la misma: no habría paz mientras Pirro no abandonara Italia.
Las fuentes que abordan el intento de acuerdo entre Pirro y Roma (Apiano de Alejandría y Zonaras), no son del todo claros en los términos. Si es que hubo acuerdo en algo.
Pirro es recibido como "Rey" por los griegos de Sicilia.
Está claro que Roma aceptaría todos los pedidos del pacto propuesto por Cineas, siempre y cuando Pirro abandone Italia, se supone, con carácter definitivo. Pero el paso de Pirro a Sicilia, si bien con todo su ejército, no puede ser considerado como un “abandono de Italia”. En la península quedarían su general Milo en Tarento (Zonaras 8,5) y su hijo Alejandro en Locri (Justino 18.2,12) , en custodia de todos los territorios subyugados con numerosa guarnición. Además, habría de asegurar a sus aliados, que luego de la conquista de la isla, regresaría a Italia a continuar con la guerra inconclusa (Apiano 12,1).
¿Por qué Pirro zarparía a Sicilia sin asegurarse la paz con Roma? No hay respuesta clara. Es cierto que, como ya mencionamos, la guerra estaba estancada ¿Pero era suficiente garantía para Pirro, la aparente (y como veremos, momentánea) “incapacidad” romana? Evidentemente lo fue.
Lo cierto que, tras la partida de Pirro, los romanos no se quedarán quietos. Aunque aún lejos de amenazar directamente a las regiones controladas por Pirro (Tarento), avanzarán sobre los aliados de Pirro en Italia, ocupando Crotona, en Calabria (277 a.C.), y atacando a los Samnitas y Lucanos luego (276 a.C.). Acciones que obligan a un nuevo pedido de socorro de sus aliados en Italia (tanto griegos como itálicos), solicitando su pronto regreso, cosa que realizará en 275 a.C.


A modo de Epílogo
La batalla de Ásculo, la victoria pírrica de los ejércitos del rey de Epiro, termina de convencer a Pirro de la imposibilidad de conseguir la victoria ante los romanos.
Los hijos de la Loba, si bien no había logrado tampoco vencer a Pirro, lo habían puesto al borde de la derrota en las dos batallas que pelearon. Solo la habilidad de Pirro en el arte de la guerra había evitado el colapso del ejército expedicionario.
Ya tras Heraclea el rey de Epiro había intentado llegar a un acuerdo con los Romanos, idea que se hizo imperiosa tras Ásculo. Pero el orgullo romano lo había impedido las dos veces.
¿Habría pensado Pirro que, llevando su ejército a Sicilia, lejos de los romanos, estos cejarían en su intento por expulsarlo de Italia? ¿La endeble paz lograda en 278 a.C. habrá sido suficiente para convencer al rey epirota de emprender su aventura siciliana?
Todo esto y mucho más, intentaremos responderlo en nuestro próximo trabajo.

FIN
Autor: marvel77

Notas:
1- El Lustrum (limpio, puro) era una especie de “depuración” o “purificación” de todo el pueblo romano que era realizada por uno de los censores en el Campus Martius, después de que terminara el censo. Como esta purificación tuvo lugar una vez cada cinco años, la palabra lustrum también se usó para designar el tiempo entre dos lustras.
2- Cicerón: De Finibus 2'61 y Tusculanas 1'89; Dionisio de Halicarnaso 20.1,1 a 3,7; Livio: Periocas 13; Frontino: Stratagemata 2.3'21; Plutarco: Pirro 21'7-15, y Moralia 184'C; Floro 1.13'9-10; Justino 18.1'11; Eutropio 2.13'4; Orosio 4.1'19-22; Zonaras 8'5.
3- Enialio, del griego Ἐνυάλιος (Enalyus/ Enalyos), es nombrado con frecuencia en la Ilíada (nunca en la Odisea) como un epíteto de Ares, o como un nombre propio en lugar de Ares. (xvii. 211, ii. 651, vii. 166, viii. 264, xiii. 519, xvii. 259, xviii. 309, xx. 69; comp. Pind. Ol. xiii. 102, Nem. ix. 37.) Sin embargo, más tarde, Enialio y Ares se distinguieron como dos dioses diferentes de la guerra, y se consideraba a Enialio como un hijo de Ares y Enyo, o de Cronos y Rea.
4-   Tal como puede leerse en Dionisio y Floro, los elefantes de Pirro parecen llevar “torre”. Ver: Dionisio 20.2.5. Floro 1.13,9-10
5- Plutarco cuenta que Pirro "fue herido en el brazo por una jabalina" (Plutarco. Pirro 21,9). En cambio, Floro cuenta que Pirro "fue llevado por sus ayudantes en su propio escudo herido en el hombro" (Floro 1.13,10). Eutropio dirá simplemente que "Pirro fue herido" en Ásculo (Eutropio 2.13,4) sin dar mas detalle. Zonaras, tampoco dirá mucho más cuando informe que "Pirro y muchos oficiales resultaron heridos" en Ásculo (Zonaras 8.13).
6- La única acción en conjunto realizada por romanos y cartagineses, y que se menciona en las fuentes antiguas (Diodoro), es en 278 a.C. con el supuesto desembarco de 500 legionarios en las cercanías de Regio para incendiar la madera reunida por Pirro (Diodoro 22.7,5). Hecho bastante curioso, siendo que Pirro zarparía hacia la isla desde Locri. Aunque probablemente, dada la cercanía entre ambas polis, el sitio del desembarco (Regio) haya sido elegido por ser territorio dominado por los romanos (al menos por el momento) en cuanto a la guarnición propia que existía en ella.
7- Mas, en 278 a.C. los cartagineses cerrarán un acuerdo con los mamertinos en contra de Pirro. Pacto que si bien no se compara con el celebrado con una Potencia como Roma, por su posición estratégica, no es desdeñable.
8- Sospecha que puede ser fácilmente verificada con las campañas contra los Samnitas en el año 276 a.C.
9- El otro cónsul que acompañaría a Luscino sería Quinto Emilio Papo. Curiosamente, ambos ya había sido cónsul en conjunto en el 282 a.C.



Dionisio de Halicarnaso. Principal fuente para este trabajo.
Fuentes.

Fuentes antiguas:
- Plutarco. Vidas Paralelas/ Moralia.
- Dionisio de Halicarnaso. Antigüedades Romanas.
- Diodoro Sículo. Biblioteca Histórica.
- Justino, Marco Juniano. Epítome de las Filípicas de Pompeyo Trogo.
- Floro, Lucio Anneo. Epitome de Tito Livio.
- Dion Casio. Historia Romana.
- Juan Zonaras. Epitomé Historion.
- Tito Livio. Historia de Roma desde su fundación/ Períocas.
- Apiano de Alejandría. Historia Roama: Guerras Samnitas (fragmentos).
- Polibio de Megalópolis. Historia Universal.
- Quinto Enio. Anales.
- Valerio Máximo. Hechos y dichos memorables.
- Flavio Eutropio. Breviarium historiae romanae
- Frontino, Sexto Julio. Strategemata..
- Cicerón, Marco Tulio. De Finibus/ Tusculanas/ De Officiis.
- Séneca, Marco Anneo. Controversiae.
- Plinio el Viejo. Naturalis Historia.
- Lucio Ampelio. Liber Memorialis.
- Quintiliano, M.Fabio. Institutio oratoria.
- Amiano Marcelino. Historias.



Fuentes Modernas:
- Revista DESPERTA FERRO N°43


4 comentarios:

  1. Nuevo artículo en AH Web! Esperamos que sea de tu agrado.
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  2. Muchas gracias por el articulo. Muy interesante.

    Una cosa, la infantería ligera romana ya se llamaba velites en esta época?

    El problema del ejercito helénico, es que esta como comentáis en evolución. No todo soldado de infantería era falangista.
    Le ocurre al ejercito romano, los aliados de Roma estarían absorbiendo las tácticas y forma de luchar de Roma.

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    1. Muchas gracias Tchazzar por tu interés!
      Es cierto que la historiografía generalmente acepta que los vélites como tal, son incorporados a las legiones tras el asedio de Capua en 211 a.C. por lo dicho por Livio en sus escritos (Livio 26,4). Textual: "Los vélites se incorporaron posteriormente en las legiones". Y se los describe actuando (por primera vez, supuestamente) junto a la caballería. Rol que la tropa liviana romana ya había asumido en algún momento, testimoniado por las fuentes. Por lo que la cita de Livio es bastante discutible.
      Las tropas livianas (infantería ligera, de proyectil, escaramuzadores, etc.) existían en el ejército romano de toda la vida. Y los nombres (y funciones) que tuvieron fueron variados: rorari, accensi, leves.. Pero el testimonio sobre el uso de estas tropas es tan pobre, que poco se puede decir de ellos.
      En cuanto a esta batalla, y la guerra con Pirro, en rigor de verdad, el término más adecuado que deberíamos haber empleado es el de "leves". Un tipo de infantería ligera que guarda un enorme parecido con los vélites. En uso y armamento. De hecho se piensa que los segundos son los sucesores de los primeros. Leves y Vélites pueden funcionar casi como sinónimo. Y la aparición y reemplazo de uno por otro es muy difusa.
      Si el sistema manipular ya se puede corroborar en la guerra con Pirro (y es lo que creemos), un tipo de tropa de las características de los vélites es innegable. Llámese "leves", llámese "vélite".
      Dicho todo esto, entendemos que el término puede ser contradictorio. Por lo que probablemente ajustemos el texto para evitar confusiones.

      Saludos!

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    2. Los ejércitos de la época helenística son complejos en estructuras. Ejércitos integrados por varios tipos de tropa con roles bien marcados, en los que la falange macedónica como cuerpo, y el "falangita" como unidad, son el núcleo de duchos ejércitos. Por lo que personalmente no veo, en si, como "un problema" lo que dices: "no todo soldado de infantería era falangita". Puesto que esa diversidad de tropas era, en si mismo, algo hasta necesario como complemento de la falange. La falange, necesita de esas tropas de complemento.
      Algo que no ocurre en el sistema romano de las legiones. Puesto que prescindían de una unidad tan fuerte como la falange, en favor de una infantería de línea más "ligera" en comparación, como era el legionario.

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