lunes, 28 de diciembre de 2020

LA BATALLA DE QUÍOS, 201 a.C.


La Primera Guerra Macedónica demostró a Filipo V, el joven y enérgico rey macedonio, que para mantener a los romanos alejados de Grecia necesitaba dos cosas: una poderosa flota y acabar con los aliados de estos en el Egeo. Esta ambición le llevó en 201 a.C. a la isla de Quíos, donde fue sorprendido por las fuerzas navales de Rodas y Pérgamo. Iba a dar comienzo una de las mayores batallas navales del Mundo Antiguo.

   


             

Moneda con el busto de Filipo V
Preludio. La Paz de Fénice

                A finales del Siglo III a.C. las tres mayores potencias del Mediterráneo Central se encontraban en guerra. El cartaginés Aníbal había tomado Sagunto y cruzado los Alpes con su ejército dando comienzo a la Segunda Guerra Púnica. Por su parte, Filipo V de Macedonia quería ganar influencia en el Adriático y conquistar Iliria, bajo la esfera de Roma. Tras la aplastante victoria de Aníbal en Cannas (216 a.C.) Filipo V envió una embajada al cartaginés y concluyeron una alianza. La República romana reaccionó aliándose a la Liga Etolia, tradicionales enemigos de Macedonia, y a Átalo I de Pérgamo, obligando a Filipo a mantener a sus tropas en su propio territorio.

                Mientras el foco principal se centraba en la Italia invadida por Aníbal, en primavera de 205 a.C. acudía el procónsul Publio Sempronio Tuditano al escenario griego con 10.000 infantes, 1.000 jinetes y 35 naves en apoyo de su aliada la Liga Etolia contra Filipo V. Sin embargo, el general romano se encontró con que los etolios habían firmado la paz con el rey macedonio a finales del año anterior. Así las cosas, ninguna de las partes tenía demasiadas ganas de continuar el conflicto y Sempronio y Filipo acordaron la paz en la ciudad de Fénice (en Epiro), dando por finalizada la llamada Primera Guerra Macedónica. El tratado reconocía formalmente la posición de Macedonia, otorgándole los territorios conquistados en Iliria[1]; por su parte, Roma mantendría el control de las ciudades de Parthini, Dimallum, Bargulum y Eugenium.

                La paz, a todas luces efímera, dejaba las manos libres en Roma para invadir África y poner fin a la Segunda Guerra Púnica y, por otro lado, daba tiempo a Filipo V para rearmarse, construir una nueva flota de guerra y expandirse por el Egeo con miras a un segundo choque con los romanos. No en vano, durante el conflicto, Filipo no pudo contrarrestar en ningún momento el poderío naval de los romanos que, aliados a Átalo I de Pérgamo y a los etolios, habían dominado el mar Egeo sin discusión, capturándole varios importantes enclaves, entre ellos la isla de Egina, que permanecería en poder de Átalo incluso tras el tratado de paz[2]. Si en un futuro conflicto la flota romana conseguía el control sobre las aguas del Egeo podría dar apoyo a una invasión por tierra de Beocia y Tesalia y, lo que sería aún más grave, cortar la ruta de grano desde el Mar Negro hasta Macedonia. Era, por tanto, primordial para Filipo anticiparse al peligro y eliminar cualquier potencial aliado romano en el Egeo.

 

Arquero cretense. Este
tipo de tropa ligera fue
muy cotizada entre los
ejércitos helenísticos
Piratería en el Egeo

                Aunque su prioridad era el mar Egeo, el enérgico y carismático rey Filipo V se dirigió primero hacia el Norte, invadiendo el territorio de los dárdanos, a los que derrotó en batalla campal causándoles más de 10.000 muertes (Diodoro 28, 2’ 1).

                Después, merced a la autoridad que había ganado Filipo sobre Creta tras la guerra Lytia (220-216 a.C.), el rey macedonio espoleó a Hierápitna, Olunte y otras ciudades del Este cretense para que practicaran la piratería contra los mercantes de la ciudad de Rodas. Esta era la mayor potencia naval de la zona y aunque había permanecido neutral en la guerra romano-macedonia, suponía un obstáculo para la pretendida hegemonía de Filipo. Evidentemente, el gobierno rodio les declaró la guerra, dando comienzo la Guerra Cretense. Entonces el rey macedonio envió al aventurero Dicearco de Etolia con 20 barcos para que impusiera tributos a las islas del Egeo y apoyara a los cretenses en su guerra contra los rodios. Paralelamente, Heráclides de Tarento, que había llegado a Rodas como amigo, siendo en realidad un agente de Filipo, lograba quemar trece muelles con todos sus barcos, mermando considerablemente la fuerza naval rodia. Ante todos estos atropellos, Rodas envió una embajada a Roma exigiendo que interviniera contra Filipo (año 203 a.C.). Pero el pueblo romano estaba cansado del conflicto contra Cartago y el Senado no vio apropiado intervenir, ni siquiera cuando Pérgamo, Cícico y Bizancio se unieron a la causa rodia.

                A su vez, en el 202 a.C. Filipo V firmó un pacto con Antíoco III, rey helenístico de Siria, para repartirse las posesiones del jovencísimo Ptolomeo V de Egipto (nacido en 210 a.C.), cuyo padre había muerto poco antes.  Mientras Antíoco invadía con éxito Celesiria, Fenicia y Palestina, Filipo tenía planeado hacerse con las posesiones ptolemaicas en el Egeo y, atendiendo a Apiano (Macedonicas, 4’ 1), también estaba en sus planes invadir la Cirenaica.

 

Trihemiolia rodia. Este navío fue probablemente
desarrollado en Rodas y era muy usado por
esta polis como fuerza rápida contra piratas.
Expansión de Filipo

                Aún más confiado, ahora Filipo atacó y arrasó a traición la ciudad de Cius (en la costa del mar de Mármara), pese a los intentos de mediación de Rodas, y a la vecina Myrleia, las cuales entregó a su cuñado Prusias, rey de Bitinia, a cambio de que este presionara la frontera con Pérgamo[3]. Ambos monarcas ya habían tenido con anterioridad una serie de enfrentamientos, el último de ellos finalizado en el 205 a.C. En la misma campaña, más tarde, Filipo, obligó a Lisimaquia y Calcedonia a abandonar la Liga Etolia, seguramente bajo la amenaza de atacarlas; y se alió a Perinto, alejándola de la esfera de Bizancio. Y finalmente, de regreso a Macedonia, se detuvo en la ciudad de Tasos, enclavada en la isla del mismo nombre, saqueándola y vendiendo a sus ciudadanos como esclavos pese a que habían accedido a entregar la ciudad.

                Esta serie de acciones desleales, aunque le sirvieron para confirmar aliados y conseguir un muy necesario botín, supusieron un duro golpe a la buena reputación que Filipo tenía entre los griegos y empujaron definitivamente a los etolios a solicitar ayuda a Roma, que, por el contrario, había dejado un muy mal recuerdo entre los helenos con sus rapiñas y acciones desmesuradas en el conflicto anterior. Sin embargo, los romanos aún estaban enojados con los etolios por la paz que estos habían firmado unos años antes con Filipo sin haberlos consultado y rehusaron intervenir.

                Filipo dirigió ahora su flota contra las posesiones de Ptolomeo V en el Egeo. Tomó las islas Cicladas y luego la isla de Samos, capturando la flota egipcia anclada allí. Gracias a estas acciones la marina macedonia se consolidaba como una fuerza temible y el rey conseguía varios puertos con los que acosar a Rodas de forma más directa. Sin embargo, aún quedaban algunos enclaves importantes y así Filipo se dirigió al Norte para hacerse con la isla de Quíos (muy próxima a la península de Karaburun). Si lograba hacerse con ella, estaría bien colocado para confinar a Pérgamo y aislar a la flota rodia de su hogar, pues Filipo tenía conocimiento de que estaba operando hacia el Norte. Desgraciadamente para sus intereses el asedio a la ciudad principal, también llamada Quíos, se estancó, desesperando al monarca. Pero la situación se iba a volver realmente preocupante cuando aparecieron las flotas de Rodas y Pérgamo con sus nuevos aliados: Kos, Cícico y Bizancio, y tomaron tierra al otro lado del estrecho.

 


La batalla de Quíos

                La flota de Filipo era más numerosa, contaba con 53 naves con cubierta, un número no conocido de naves sin cubierta (esa parte del texto de Polibio se ha perdido, pero quizás fueran alrededor de una decena) y 150 galeras ligeras llamabas pristês (“pez espada” seguramente por su parecido con el animal debido al espolón). La flota de la coalición, al mando del rey de Pérgamo Atalo I y de Teofilisco, almirante rodio, contaba, sin embargo, con mayor número de naves pesadas, 65, además de 9 trihemiolias y 3 trirremes.

                Filipo decidió hacerse a la mar para evitar ser bloqueado, pese a que, según Polibio (16, 2’ 1) sus enemigos esperaban que continuara con las labores de asedio. El plan de Filipo era salir al mar rápidamente para evitar el bloqueo y luego navegar con seguridad a lo largo de la costa hasta Samos, donde aguardaba parte de la flota recién capturada a Ptolomeo y que aún no había podido armar. Pero sus cálculos resultaron fallidos. En cuanto el rey Átalo y Teofilisco lo vieron embarcar hicieron lo mismo.



                Por lo que se deduce de las fuentes los barcos de Átalo estarían fondeados en la zona más suroccidental de la Península frente a Quíos, en algún punto alrededor del promontorio de Mesate, guardando el sur del estrecho. Por su parte, la flota de Rodas guardaría la salida Norte, quizás en la zona continental frente a las islas Inuses.

                La flota de Filipo avanzó en paralelo a la costa de Quíos, dirigiéndose hacia el Sur, pero fue interceptada por las naves de Átalo. Según nos cuenta Polibio, la flota de Pérgamo navegaba sin formación y despreocupadamente, pensando que Filipo reusaría continuar con la acción, pero se emplearon a fondo cuando vieron que el enemigo no cedía. El rey de Pérgamo mostró más confianza, encabezando él mismo el ataque, mientras que Filipo se retiraba en un barco ligero a unos islotes desde donde observaría la batalla. Probablemente se trataban de las pequeñas islas que hay delante del cabo Argenno.

                 En su relato, Polibio nos deja interesantes detalles para comprender el desarrollo de una batalla naval en la época: “Átalo, que había arremetido contra un navío de ocho hileras de remeros y le había asestado por debajo del agua un golpe muy preciso, acabó hundiendo la nave, por más que los hombres de cubierta se batieron con denuedo” (16, 3’ 2).

                Por su parte, la nave capitana de Filipo, un diez, cayó a manos del enemigo cuando chocó contra una trihemiolia, golpeándola con el espolón por encima de la línea de flotación, quedándose encajada en ella sin que el timonel pudiera hacerse con el control. En ese momento, dos penteras se sumaron al combate y arremetieron a babor y estribor, destruyendo la nave de Filipo y matando a los hombres de su dotación, entre ellos al propio Demócrates, el almirante macedonio.

                Pese a este logro, la batalla se desarrollaba igualada en ese sector, de hecho los hermanos, y almirantes, de Átalo estaban en problemas: Dinócrates embistió a un ocho y consiguió abrirle brecha, pero no desprenderse de él. Los macedonios asaltaron la nave, que solo se salvó gracias a la intervención del rey Átalo, que acudió en su ayuda, matando a todos los macedonios y capturando la nave. Por otro lado, Dionisodoro, el otro hermano de Átalo, atacó una heptera, pero erró el objetivo y perdió los remos de estribor y las torretas de ese lado al navegar arrimado al flanco enemigo. Sin poder maniobrar, el enemigo lo rodeó por todas partes y lo hundió, muriendo toda la tripulación excepto el propio Dionisiodoro y dos hombres más, que lograron ganar a nado una trihemiolia que acudía en su ayuda. Así pues, la lucha se mantenía igualada en este flanco, “pues la ventaja de Filipo por sus barcos sin cubierta se veía compensada por la superioridad de que gozaba Átalo con sus naves con cubierta” (Polibio 16, 4’ 2).

                Mientras tanto, la flota rodia había perseguido el ala izquierda macedonia. Las naves más ligeras consiguieron alcanzar la retaguardia de Filipo, acosando la popa de sus barcos y astillando las hileras de los remos. Al mismo tiempo que se sumaban el resto de naves de Teofilisco el resto de la izquierda macedónica daba la vuelta para encararlos. Había en realidad, por así decirlo, dos batallas separadas entre sí, pues el ala derecha de Filipo, de acuerdo con el plan inicial se había acercado a la costa del continente, pero la izquierda, habiendo virado sobre sí misma para hacer frente a los rodios quedó junto a la isla de Quíos. Los rodios, “tras haber desordenado su alineación en su acometida inicial, ahora estaban todos revueltos entre sí y no lograban atravesar con facilidad la formación enemiga ni hacer girar sus naves” (Polibio 16, 4’ 9), no pudiendo echar mano de su superioridad, pues los macedonios, inteligentemente, habían alternado sus barcos ponteados con los ligeros, los cuales les atacaban los flancos inutilizándoles los remos. Pero los rodios demostraron mucha mayor pericia marinera: “usaban una táctica contra los ataques directos de proa contra proa: hacían bajar sus naves precisamente por ellas, con lo que estas recibían los golpes por encima del nivel del mar, ellos, en cambio, asestaban los suyos por debajo del agua, con lo que las averías causadas por sus embates no podían ser reparadas” (Polibio 16, 4’ 11)[4]. Sin embargo, intentaban evitar este tipo de choques, y en general trataban de mantenerse alejados del enemigo, pues los soldados macedonios ofrecían gran resistencia en el combate cerrado en cubierta[5]. Preferían atravesar la línea enemiga para inutilizarles los remos, “luego navegaban en círculo y arremetían contra las proas de unas naves o atacaban a otras por el flanco cuando viraban: en el primer caso, abrían brechas y, en el segundo, despojaban a los buques rivales de algún aparejo preciso para la contienda” (Polibio 16, 4’ 14).

                Fueron tres quinquerremes rodias las que más se distinguieron en la brega: el buque insignia de Teofilisco, el de Filostrato y el de Autólico. Pero, finalmente, este último perdió su espolón al embestir a un enemigo y empezó a hundirse al hacer aguas por la proa. Autólico y sus hombres fueron rodeados por los enemigos y lucharon hasta la muerte evitando que capturaran su nave. Justo en ese momento llegaba Teofilisco con tres quinquerremes; y aunque no logró remolcar la nave de Autólico, se llevó por delante a dos unidades enemigas, obligando a sus tripulaciones a arrojarse al mar. Sin embargo, fue rodeado por un gran número de barcos ligeros y naves con cubierta, que lo asaltaron. Perdió a la mayoría de sus hombres en la lucha y él mismo fue herido tres veces, pero salvó su nave, casi de milagro, gracias a su arrojo y a Filostrato, que acudió en su ayuda asumiendo un gran riesgo.

                En el ala derecha, Átalo había conseguido una gran victoria y se aproximaba al islote en el que Filipo había fondeado. El mismo Átalo observó que un quinquerreme de los suyos había quedado fuera de combate, averiado e inundado por el golpe de una nave enemiga y se lanzó a recuperarlo con dos cuatrirremes más. Cuando la nave enemiga se retiró, él la persiguió enérgicamente con intención de capturarla. Pero Filipo, hasta ese momento inactivo, vio que Átalo se alejaba mucho del resto de su flota, tomó cinco quinquerremes y 3 hemiolias y las naves ligeras que estaban cerca de él y se lanzó al ataque. Átalo fue aislado del resto de su escuadra y forzado a echar su nave a tierra y solo pudo salvarse gracias a su ingenio, aunque por muy poco: los macedonios que lo asaltaban se detuvieron a tomar como botín el ajuar regio que Átalo había esparcido adrede sobre la cubierta. Así el rey pudo llegar junto a su dotación a la ciudad de Eritras.

                Esta torpe acción de Átalo privó a su flota de vencer, revirtiendo el resultado de la batalla en ese ala. Creyendo que su rey había muerto, al ver su nave en poder de Filipo, los de Pérgamo se retiraron a los fondeaderos de Asia. Mientras, los macedonios que habían combatido contra los rodios se unieron a los de su ala derecha, permitiendo a la flota de Teofilisco navegar hasta Quíos con algunas de las naves que habían capturado.

                Polibio, seguramente bebiendo de fuentes antimacedonias[6], da la victoria a la coalición de Rodas y Pérgamo, aunque los hechos posteriores nos hacen dudar del resultado final. Asegura que en conjunto Filipo sufrió una gran derrota, perdiendo contra Átalo 1 “diez”, 1 “nueve”, 1 “siete”, 1 “seis” y 10 del resto de naves con cubierta (al menos 2 “ochos”, “cuatros” y “cincos”); 3 trihemiolias y 25 naves ligeras con sus tripulaciones. Contra los rodios le zozobraron 10 navíos con cubierta, 40 naves ligeras y le apresaron 2 “cuatros” y 7 naves ligeras con sus correspondientes dotaciones. En total Filipo había perdido el 49% de sus naves pesadas y un 48% de naves ligeras. Desgraciadamente no podemos valorar la pérdida de naves sin cubierta (hemiolias y trihemiolias) pues desconocemos su número inicial. En cuanto a hombres, murieron 3.000 soldados macedonios y 6.000 marineros, siendo capturados unos 2.000.

                En cambio, a Átalo le fueron hundidas 1 trihemiolia y 2 quinquerremes y le apresaron 2 “cuatros” y la propia nave Real. Y los rodios perdieron 2 quinquerremes y 1 trirreme y no le capturaron ninguna nave. Polibio nos da unos números ridículos en cuanto a fallecidos, cifrándolos en 70 y 60 respectivamente, siendo 700 los prisioneros. Por la cruenta descripción de la lucha sobre las cubiertas que nos da el propio Polibio no podemos más que pensar que su fuente redujera el número de bajas deliberadamente. En total la coalición perdió un 11% de sus naves pesadas y un 17% de sus trihemiolias y trirremes. Teofilisco sobrevivió un solo día más, tiempo que invirtió en escribir un informe sobre el desarrollo de la batalla y nombrar a Cleoneo como sucesor en el mando. Polibio dedica grandes palabras a su memoria y recuerda que los rodios le rindieron honras que despertaron el interés por el ideal de la patria entre contemporáneos y aún en la posteridad.

                En palabras de Polibio, Filipo se atribuía la victoria por haber empujado a tierra la nave Real de Átalo y haberla capturado luego; aunque al día siguiente se negó a presentar batalla cuando los rodios y Dionisiodoro navegaron contra él. La matanza fue enorme, las costas se llenaron de despojos y restos humanos y Filipo, que nunca había perdido a tantos hombres en un solo lance, cayó en un gran desaliento junto al resto de macedonios.

 

Representación de un "ocho"
Consecuencias: ¿Derrota de Filipo?         
 

                Sin embargo, pocos meses después, cuando la flota rodia regresaba a casa fue atacada por Filipo en el estrecho entre Lade y Mileto, capturando 2 quinquerremes rodias con sus dotaciones y haciendo huir al resto. Los milesios, impresionados con la victoria, enviaron guirnaldas a Filipo y al nuevo almirante macedonio, Heráclides. Tras esto, Filipo V invadió la Perea rodia (la parte continental de Asia Menor, Caria y Lidia, dominadas por Rodas), tomando la ciudad de Prínaso; y llegó casi a las puertas de la misma Pérgamo. ¿Cómo es posible este avance tras el trágico desenlace de la batalla de Quíos? Dado que, supuestamente, estaban barriendo a los macedonios ¿por qué no continuaron la lucha rodios y pergamenses en Quíos? ¿Son las cifras de bajas aliadas dadas por Polibio erróneas?

                En cualquier caso, debemos suponer que tras el susto de casi ser capturado, Átalo I tuvo suficiente guerra por el momento y se retiró a Pérgamo con el resto de sus hombres. Las fuentes no nos dicen con cuantas naves contaba la flota rodia, pero hemos de deducir que aproximadamente la mitad del total de la flota en Quíos: unas 30 o 35 naves pesadas y alrededor de 5 entre trihemiolias y trirremes. De aceptar las pérdidas dadas por Polibio en la flota macedonia, a Filipo le restarían 27 naves con cubierta, un número indeterminado de naves sin cubierta (quizás entre 5 y 10) y 78 naves ligeras, pristês. Fuerza más que suficiente para hacer frente a los rodios. Por otro lado, el almirante Teofilisco había muerto, suponiendo un duro golpe en la moral de los rodios que, además, veían como su aliado Átalo se retiraba. Asimismo, no podemos olvidar que Filipo tenía más naves en Samos, donde con casi total seguridad se retiró tras Quíos, allí podría haberse rehecho y haber tendido una trampa a los rodios en Lade, algo más al Sur. Desgraciadamente las fuentes poco nos dicen sobre esta otra batalla, aunque Polibio si nos dice que Filipo capturó el campamento rodio tras esta y que la mayoría de navíos rodios se retiraron tras haber perdido tan solo 2 quinquerremes y otra haber sido dañada, dejando prácticamente solo al almirante, que finalmente se vio obligado a retirarse también, lo que nos hace pensar en un ataque inesperado; y que Cleoneo carecía del liderazgo suficiente.

                Dadas todas estas circunstancias, podemos asegurar que el resultado de la batalla de Quíos fue indeciso, teniendo ambos bandos razones para reclamar la victoria. Filipo había perdido muchas más naves y hombres, pero tenía fuerza suficiente para luchar, y vencer, a sus enemigos. En cualquier caso la contienda siguió durante un año más, con invasión de Pérgamo incluida, sumándose a la misma Atenas, que fue atacada por Filipo, sin que ningún bando consiguiera una clara superioridad. Pese a todo Filipo pudo aislar en Abdios a una guarnición combinada de Rodas y Pérgamo cuando invadió las posesiones de Ptolomeo V en Tracia, dejando claro que en este intercambio de golpes estaba logrando una ligera ventaja.

                Pero Filipo se había granjeado tantos enemigos que los romanos vieron la oportunidad de intervenir tras recibir delegaciones de Pérgamo, Rodas, Ptolomeo V, Atenas y cretenses anti-macedonios. Filipo rechazó el ultimátum romano que le obligaba a respetar la paz de Fénice objetando (con razón) que no violaba ningún punto de la misma y continuó atacando Estados griegos, por lo que Roma le declaró la guerra (Segunda Guerra Macedónica, 200-197 a.C.). La guerra contra Cartago había finalizado el año anterior y el Senado romano se veía en disposición de comenzar un nuevo conflicto, pero aún así hubo de convencer a la Comitia Centuriata para votar a favor de la guerra. Esto dio un vuelco a la situación del conflicto y Cnosos, la mayor ciudad de Creta, se alió a Rodas. Las ciudades de Hierápitna y Olunte se vieron totalmente superadas y se apresuraron a firmar una paz muy favorable a Rodas, quedando sus puertos a su disposición, dando así por finalizada la Guerra de Creta (200 a.C.). Más tarde, durante el conflicto contra Roma, la mermada flota de Filipo no pudo hacer nada contra la del enemigo que, apoyada por las escuadras de Pérgamo y Rodas, fue arrebatando bases navales a los macedonios una tras otra, tal y como Filipo había temido. Si bien la batalla de Quíos no había tenido consecuencias graves a corto plazo para Filipo, a la larga supuso la pérdida de la supremacía naval en el Egeo y la nueva potencia mediterránea, Roma, fue imparable para él.

 

Por Alejandro Ronda

 

BIBLIOGRAFÍA:

Fuentes Antiguas:

-Polibio de Megalópolis; Historias.

-Diodoro Sículo; Biblioteca Histórica.

-Tito Livio; Historia de Roma desde su fundación.

-Apiano de Alejandría; Macedónicas.

-Marco Juniano Justino; Epítome de Pompeyo Trogo.

-Polieno; Estratagemas.

-Frontino; Estratagemas.

 

Fuentes Modernas:

-Varios Autores; The Age of the Galley.

-Varios Autores; Técnicas Bélicas del Mundo Antiguo.

-Peter Green; Alexander to Actium, the historical evolution of hellenistic age.

-N.G.L. Hammond y F.W. Walbank; A History of Macedonia, 336 – 167 BC.

- Shipley Graham; El mundo griego después de Alejandro 323-30 AC.

 

               



[1] La ciudad de Lisos se rindió en 213 a.C. después de que Filipo V tomara su Acrópolis.

[2] Egina fue capturada en 210 a.C. por el procónsul Publio Sulpicio Galba, que la saqueo y vendió a sus habitantes como esclavos. Tras lo cual la isla fue entregada a los etolios, que a su vez la vendieron a Átalo por 30 talentos (Polibio 22, 8’ 10).

[3] Las ciudades fueron rebautizadas como Prusas y Apamea, en su propio honor y en el de su esposa, respectivamente.

[4] No se sabe con exactitud como lograban bajar la proa del navío, quizás acumulando todos los soldados en ese lado.

[5] A decir verdad, lo que Polibio expresa como un gran ímpetu combativo por parte de los macedonios era en realidad una cuestión de números. Los navíos más grandes de Rodas eran quinquerremes (atendiendo a que el buque insignia era de este tipo), capaces de llevar unos 70-120 soldados; mientras que Filipo V contaba con grandes polirremes de hasta diez filas de remeros con capacidad para muchos más hombres. Un hexarreme podía llevar unos 140 soldados y Memnón de Heraclea (Historia de Heraclae 8’ 5) menciona un octeres propiedad de Lisímaco y luego Ptolomeo Cerauno de notable tamaño y belleza con 1.600 remeros y capacidad para 1.200 soldados. Aunque este octeres, llamado Leontophoros (“portador de leones”), era tan excepcionalmente grande que mereció un comentario a parte del resto de la flota, nos sirve para ilustrar la capacidad que podían alcanzar estos polirremes.

[6] Seguramente Zenón y Antístenes de Rodas.

4 comentarios:

  1. ¡Nuevo artículo en AH Web! Esperamos sea de tu agrado y no olvides dejar un comentario.

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  2. Gracias por el articulo.

    Se agradece sobre campañas navales.

    Para mi gusto Polibio hay que cogerlo con pinzas, es de lo poco que hay pero es totalmente partidista y puede "cambiar" las campañas... no entiende de naves.

    Siempre me ha dado a pensar que los púnicos usaban mucho los cuatro por eso la ventaja romana en sus campañas con los abordajes al usar cincos. Más altura y más infantes.

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  3. Una vez más, gracias Tchazzar por tus comentarios!

    Polibio es uno de los historiadores antiguos más fiables en temas militares. Dicho esto es cierto que es muy partidista (lo vemos con Amílcar Barca, con los aqueos, o allá donde haya un Escipión), pero no más que cualquier otro. Concretamente en Quíos el número de bajas parece exageradamente alto para Filipo y exageradamente bajo para Rodas y Atalo, pero desgraciadamente no tenemos con quién compararlo. Podemos poner un interrogante a lo que nos cuenta pero si lo desechamos todo no tenemos nada que contar. En líneas generales la narración de Polibio para la guerra de Creta es más que aceptable (con alguna pequeña laguna, alguna parte desordenada y un halo de partidismo) y nos deja interesantes detalles tácticos de batallas navales.

    Yo también pensé lo mismo sobre la flota cartaginesa. Eso explicaría la gran diferencia de características entre los "quinquerremes" púnicos y los romanos... O los romanos eran más lentos porque montaban muchos más soldados? O era porque tenían peor diseño? Una vez más nos tenemos que fiar de las fuentes. Por otro lado me parece sospechoso la enorme homogeneidad de barcos en Roma y Cartago (todo quinquerremes y algún trirreme) en contraste con las flotas helenísticas donde encontramos hrmiolias, trihemiolias, trirreme, cuatros, cincos, seis, etc...

    Un saludo!!

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  4. Polibio es de los más fiables pero duplica mucho las historia en la II guerra punica cuando se aleja de sus fuentes cercanas. Es como tener solo la historia de España con especialistas franquistas. Es un unica visión de los actos.

    Es que la homogeneidad de las flotas es como la de los socci, como no saben bien igualan todo. Polibio no sabe de flotas, no entiende bien la diferencia.
    Todos llevan cincos, pero leyendo los punicos salen con cuatros en varias batallas tanto de la Primera como Segunda.

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