El Siglo III a.C. fue un periodo convulso para la política en Grecia. Los diadocos guerreaban por los restos del Imperio de Alejandro, mientras las ciudades-estado griegas intentaban recuperar su libertad, perdida ante Macedonia. Con este pretexto surge la Liga Aquea agrupando a varias ciudades en el Norte del Peloponeso. Mientras tanto, Esparta, otrora importante poleis, se ha visto superada por los acontecimientos y se encuentra aislada, empobrecida y acosada por sus enemigos. Pero los espartanos nunca se rinden.
En el presente trabajo no sólo se
pretende analizar la llamada Guerra de Cleómenes y su fatídico final en la
batalla de Selasia, sino también toda la política y juego de alianzas que
llevaron a Esparta a tener que luchar por su supervivencia en una última carga
heroica; y a la Liga Aquea a ser subyugada pese a ganar el conflicto.
Macedonia durante la primera mitad del S. III a.C.
Como es bien conocido, tras la muerte de Alejandro Magno (323), sus generales conspiraron y lucharon para hacerse con el control del reino, o al menos para retener los territorios que les habían sido asignados. Poliperconte había quedado como comandante supremo y regente, pero pronto fue expulsado de Macedonia y Grecia por el joven Casandro (hijo de Antípatro). Sin embargo, ambos se aliaron poco después para detener a Antígono I Monoftalmos, que ganaba territorio en Grecia, lográndolo vencer y dar muerte en Ipso (301). Tras esto Casandro asesinó a todo aspirante al trono de Macedonia y se hizo con el control absoluto del reino.
La muerte de Casandro (297)
permitió a Demetrio I Poliorcetes (hijo de Antígono) recuperar el trono de
Macedonia (294), controlar grandes zonas del Peloponeso y ejercer influencia en
Beocia y el Ática.
Con la invasión gálata y la
derrota macedonia en Curupedio[1]
(281) hubo un alzamiento griego dirigido por el rey Areo I de Esparta, que
buscaba restablecer la hegemonía de su ciudad en el Peloponeso, pero fue
vencido por Antígono II Gónatas, hijo de Demetrio I.
Una vez resuelto a favor de
Antígono II Gónatas (277-239) la cuestión de quien gobernaría en Macedonia tras
los agitados años que siguieron a la muerte de Alejandro Magno[2],
era necesario restablecer el control sobre la Grecia meridional. La tarea no
era sencilla, pues no solo las poleis
reclamaban su libertad, sino que reinos como el seleucida y, en mayor medida,
el ptolemaico apoyaban estas demandas de sedición e incluso se atrevían a
reivindicar territorios por todo el Egeo.
Con la muerte de Pirro de Epiro,
Gónatas se hizo con el control de Argos, Megara y zonas de Eubea, colocando
guarniciones y tiranos afines en numerosas poleis
de la zona. Y con la victoria en la guerra Cremonidea (267-261) contra Esparta
y Atenas, se hizo con el control de esta última (que no cesaría desde entonces
en recobrar su autonomía, algo que conseguiría a la muerte de Demetrio II en 229),
pese a la intervención de Ptolomeo II Filadelfo, asegurando de camino el puerto
de El Pireo, que formaba uno de los cuatro eslabones de la cadena de
fortificaciones costeras, junto con Acrocorinto, Calcis de Eubea y Demetria en
Tesalia[3],
que unían sus posesiones en el Norte con las del Sur de Grecia.
Antígono II Gónatas venció a la flota ptolemaica en Cos (250?) y en Andros (246?), ganando el dominio de las Cicladas, pero el control del Sur de Grecia seguía inseguro y disputado. No en vano, el gobernador macedonio de Corinto, Alejandro, se reveló y expulsó también a las guarniciones macedonias de Eubea (250). Además, años antes Alejandro II de Molosia (hijo de Pirro) le arrebató temporalmente su reino natal. Sin embargo, la guerra entre aqueos y etolios dio la oportunidad de recuperar Corinto poco después (245).
Las Ligas griegas
Las élites políticas griegas, para deshacerse de los macedonios, promovieron lo que los modernos historiadores denominan “federalismos”; siendo más acertado hablar de alianza o liga, para la cual los griegos utilizaban el término koinon (“algo en común”). De cierto modo el precedente fue la Liga de Corinto, promovida por Filipo II (338) para combatir a Persia; que a su vez seguía el modelo de la llamada Segunda Confederación Ateniense de inicios del S. IV.
Por otro lado, los etolios[4]
ya habían formado una liga en 367; y ya hacia el S. III, sino antes, realizaban
asambleas bianuales de los hombres adultos, y tenían un strategos anual y un gran consejo permanente (boulé) formado por delegados de las ciudades miembros, en
proporción a la población de cada una. Dentro del consejo, una comisión
especial de apoklêtoi (“hombres
escogidos”) administraba los asuntos diarios. Si bien cada hombre adulto seguía
siendo ciudadano de su poleis.
A inicios del S. III la Liga se
hizo con Delfos, a cuyo santuario defendió con éxito de la invasión gálata en
278. Esto les hizo ganar prestigio en toda Grecia, y usaron la anfictiona[5]
como arma política. Pronto se unieron a la liga lugares remotos; Lisimaquia
(Tracia), Quios (Mar Egeo) o Calcedonia (Asia Menor) disfrutaron de derechos de
isopoliteia (“ciudadanía
equivalente”) o de sympoliteia
(“ciudadanía conjunta”). La Liga ganaba en poder, haciéndose finalmente con el
control de las ciudades de Dolopia y Malis, que daban el control del paso de
las Termópilas, colocándose a ambos lados de la ruta terrestre de los
macedonios a Grecia meridional; lo que se tradujo en una serie de conflictos
con su poderoso vecino (en Acarnania y Beocia principalmente).
Al otro lado del golfo de
Corinto, al Norte del Peloponeso, se formó la otra gran liga griega, la aquea.
Durante el S. IV había sido una asociación de doce ciudades de Acaya, muy
pequeñas, que sin embargo se desunieron tras la muerte de Alejandro Magno y la
instalación de guarniciones macedonias en algunas ciudades miembro.
Su resurgimiento se dio en 280[6],
cuando las ciudades de Patras, Dime, Feras y Tritea expulsaron a las
guarniciones y a los tiranos pro-macedonios. No tardaron en unírseles las otras
ciudades que antiguamente también habían formado la Liga y que aún existían[7],
formando un total de diez.
Al parecer tanto la asamblea como
la boulé se reunían cuatro veces al año. Y al igual que los etolios tenían
magistrados colectivos, incluidos un strategos
y diez damiourgoi (“trabajadores del
pueblo”). A pesar de esta constitución colectiva, cada ciudad estaba gobernada
por las élites propietarias, que a su vez dominaban la política de la Liga.
Aunque en palabras de Polibio[8],
la máxima de la Liga era “convidar a los pueblos con igualdad y libertad de su
república, y hacer la guerra y resistir de continuo a cuantos intentasen
reducir a servidumbre sus ciudades”.
El momento clave de la liga fue
la inclusión de la primera ciudad no aquea, la doria Sición. Los sicionios, con
el joven Arato[9] a la
cabeza, expulsaron al tirano Nicocles en 251, y unieron la ciudad a la Liga.
Ptolomeo, viendo en los aqueos un poder capaz de crear problemas a los
macedonios, no dudó en enviar ayuda económica. Con esto la Liga Aquea se veía
capacitada para emprender nuevas ambiciones, y Arato se propuso expulsar a los
macedonios de todo el Peloponeso.
Arato fue nombrado strategos en 245 y pronto atacó a los etolios, que a su vez se adueñaron del territorio beocio, aliado de los aqueos. Antígono Gonatas por su parte recuperaba Corinto y aplastaba a la Liga Eubea, como mencionamos anteriormente, colocando después guarniciones en sus ciudades. Sin embargo, Arato toma Corinto por sorpresa en 243 y de inmediato se adhieren también a la Liga Epidauro, Megara y Trezen. Todo el Noreste del Peloponeso era ya aqueo, asegurado tras la victoria sobre los etolios, aliados ahora a los macedonios, en Pellene (241).
Poco después Arato, intentando forzar a Atenas a unirse a la Liga hizo una alianza con Esparta, sin embargo Atenas siguió independiente. Graham Shipley se pregunta si “Arato y sus aliados intentaban crear el imperio más grande posible para sus propios fines u ofrecer a las ciudades la opción de un desarrollo autónomo y sacudirse el miedo de la dominación macedónica”. En cualquier caso, que una ciudad ingresara en la Liga implicaba poco más que el remplazo de un grupo dominante por otro.
A la muerte de Antígono II Gónatas
en 239 Arato había hecho de la Liga Aquea una fuerza a tener en cuenta en
Grecia. Con el ascenso del nuevo rey macedonio Demetrio II y su política
agresiva en el Epiro (donde los etolios tenían grandes intereses), aqueos y etolios firmaron la paz, lo que ayudó a la
Liga Aquea a poder centrarse en sus asuntos del Peloponeso; y a las ciudades
anteriormente adheridas se unieron, principalmente, Megalópolis en 235 y Argos,
Egina y Fliunte en 229. Sólo Elis y Esparta se resistían a ingresar en la Liga.
Tampoco pudieron hacerse con el control de Atenas ni El Pireo, que resistieron
los ataques aqueos durante los diez años del reinado de Demetrio II de
Macedonia (239-229).
Sición dominó la Liga Aquea, pero
era una alianza que la mayoría de las veces las ciudades deseaban contraer.
Pero hay que tener en cuenta que Sición fue demasiado poderosa y sus jefes
podían dictar la política de los demás miembros, y era improbable que una
ciudad pudiera retirarse de la alianza.
El renacer de Esparta: Agis y Cleómenes
La realidad espartana de mediados del S. III distaba mucho de sus días de gloria. La mayoría de las tierras pertenecían a unos pocos propietarios, mientras que la masa de ciudadanos había perdido sus tierras y estaban cada vez más endeudados[10].
Ante esta situación, el rey Agis
IV propuso el reparto de tierras, incluidas las suyas propias, en lotes iguales
para los periecos y la abolición de las deudas; pero el otro diarca, Leónidas[11],
logró que se rechazara. Irritado, Agis logró obligar a Leónidas a exiliarse y
consiguió que las deudas fueran abolidas. Tras esto, en 241, fue enviado a
ayudar a los aqueos para rechazar una invasión etolia y a su regreso fue
ejecutado, junto con su madre y su abuela, por los grandes latifundistas que se
oponían al reparto de tierras.
Leónidas había sido restituido en
la ausencia de Agis y ávido de riquezas casó a su hijo Cleómenes con la viuda
del ejecutado rey, Agiatis. Según Plutarco, Agiatis estaba igualmente
comprometida con la reforma de su difunto esposo y pronto empezó a influir en
Cleómenes. También hay que tener en cuenta que Cleómenes tenía como tutor al
estoico Esfero de Boristenes (o de Olbia) que ayudaría a poner en práctica las
reformas.
Cuando seis años después
Cleómenes sucedió a su padre como rey, los aqueos empezaron a presionar a
Esparta, viendo una oportunidad inmejorable para incorporarla a la Liga. Sin
embargo Cleómenes tenía las ideas claras de lo que sería su reinado y no se
dejó amedrentar. Los etolios le entregaron Tegea, Mantinea y Orcomeno (en
Arcadia) y poco después él mismo se hizo con el control de Atenaión, un fuerte
fronterizo con Megalópolis y la Liga Aquea, ante tal acto de hostilidad, no
tuvo más remedio que declararle la guerra (229).
En 227, probablemente a la muerte del otro correy, el hijo menor de Agis IV, invitó a volver del exilio al hermano de este, Arquidamo V, para que ascendiera al trono; pero no hizo más que pisar la ciudad y fue asesinado. Para Polibio ambas muertes fueron obra del mismo Cleómenes, no en vano, Cleómenes nombró correy a su hermano Euclidas, rompiendo así con las tradiciones y leyes espartanas que dictaban que los diarcas tenían que ser de dos dinastías distintas (la agiada y la europóntida).
Ese mismo año, tras una sucesión
de hechos favorables a Esparta, Ptolomeo III, rey de Egipto, que hasta ese
entonces había apoyado financieramente a los aqueos, cambia su apoyo hacia
Cleómenes. El rey lágida calculó que Esparta sería un aliado más efectivo
contra Macedonia, y los etolios, en efecto, siguieron su ejemplo. Este fue un duro
golpe para la Liga, que se vio privada de su mayor socio.
Cleómenes tenía en mente realizar
las reformas ideadas por Agis, pero sabedor que los éforos se opondrían,
decidió deshacerse de ellos. Mientras realizaba una campaña contra los aqueos
cerca de Megalópolis, dejó acampado a su ejército de espartanos mientras el
volvía a Esparta junto a un grupo de mercenarios. Cuatro éforos fueron
asesinados y sus cargos abolidos y 80 ciudadanos latifundistas fueron
exiliados. El rey tenía vía libre para sus reformas.
Cleómenes instauró leyes
similares a las propuestas por Agis, los periecos fueron inscritos como
ciudadanos y entrenados en la lucha espartana.
Los éxitos militares se sucedían
uno tras otro, venciendo a los aqueos en Monte Liceo, Laodices[12]
y de forma aplastante en Dime (226), cuando Arato fue en ayuda de la ciudad
aquea de Feras. Muchas ciudades del Peloponeso en poder aqueo empezaron a
rebelarse pidiendo reformas similares a las espartanas, volviéndose la
situación inestable para Arato y sus aliados de la élite dirigente aquea. Así
pues, tras un infructuoso intento de paz[13]
y en un giro radical de los acontecimientos, Arato no tuvo más remedio que
pedir ayuda al rey macedonio Antígono III Dosón, regente del joven Filipo V[14].
Sin embargo, la intención de
Cleómenes no parece que fuera extender sus reformas a las demás ciudades[15]
(más parece que se había visto obligado a ello para mejorar el poder militar
espartano) y Argos se subleva de su control mientras él se hallaba fortificado
en el Itsmo conteniendo a Antígono, que había acudido con un gran ejército en
ayuda de los aqueos (224). Cleómenes se vio obligado a retroceder de su
posición, por miedo a quedar rodeado por sus enemigos, dejando el camino libre
para la entrada del rey macedonio y su ejército.
Antígono veía la oportunidad de renovar el dominio macedonio en el Peloponeso, no en vano exigió la entrega de Corinto a los aqueos a cambio de su ayuda. También aprovechó para renovar la Liga Helénica de Filipo II y Demetrio I Poliorcetes bajo el nombre de “Liga de Ligas” (otoño 224), en la cual se incluían las federaciones macedonia, aquea, beocia, tesalia, fócida, lócrida, eubea, acarnania y epirota; nombrándose él mismo como hegemón.
Durante los dos siguientes años
Antígono consiguió numerosas victorias menores y se hizo con las ciudades de
Arcadia, arrebatándoselas a los espartanos, que sólo podían contestar con
rápidas campañas de saqueo. Megalópolis quedó devastada en 223, y al año
siguiente, mientras el grueso de tropas macedonias invernaba en su patria,
Cleómenes arrasó los campos de Argos. Sin embargo, al tener noticias de la llegada
del enemigo se replegó con rapidez a Laconia.
La batalla de Selasia
Ante la llegada de Antígono, Cleómenes fortificó todas las vías y pasos de montaña, mientras él acampaba cerrando el valle del río Oinos algo más al norte de la ciudad de Selasia, suponiendo que por allí pasaría el enemigo. Dos montañas formaban un desfiladero sobre el valle, Evas y Olimpo, pasando entre ellas, bordeando el río, el camino que llevaba a Esparta.
Inteligentemente Cleómenes había
extendido una línea con foso y trincheras por delante de estas montañas. Apostó
sobre el Evas a su hermano Euclidas al mando de los aliados y la falange de
periecos, mientras él mismo junto con los 6.000 lacedemonios[16]
y los extranjeros ocuparía el Olimpo. Por su parte, la caballería (unos 650
jinetes), con una parte de extranjeros la mantuvo acampada en la llanura a
orillas del río, guardando el camino. En total unos 20.000 hombres.
Cuando Antígono llegó y vio las defensas que habían preparado los espartanos desistió de atacar inmediatamente y acampó a una distancia prudencial, guarneciéndose tras el río Gorgilo. Contaba con unos 28.000 hombres de infantería y 1.200 de caballería[17]: el cuerpo principal lo formaban los macedonios[18], unos 10.000 falangitas[19], 3.000 peltastas y 300 jinetes; iban acompañados por 1.000 agrianos, 1.600 ilirios, 1.000 galos y 3.000 mercenarios y 300 jinetes mercenarios de nacionalidad desconocida; de entre los aliados, Antígono contaba con 3.000 infantes y 300 jinetes de la Liga Aquea, siendo estos los más implicados en la campaña, 2.000 infantes y 200 jinetes beocios, 1.000 infantes y 50 jinetes acarnanios y 1.000 infantes y 50 jinetes epirotas.
Cuando Antígono llegó y vio las defensas que habían preparado los espartanos desistió de atacar inmediatamente y acampó a una distancia prudencial, guarneciéndose tras el río Gorgilo. Contaba con unos 28.000 hombres de infantería y 1.200 de caballería[17]: el cuerpo principal lo formaban los macedonios[18], unos 10.000 falangitas[19], 3.000 peltastas y 300 jinetes; iban acompañados por 1.000 agrianos, 1.600 ilirios, 1.000 galos y 3.000 mercenarios y 300 jinetes mercenarios de nacionalidad desconocida; de entre los aliados, Antígono contaba con 3.000 infantes y 300 jinetes de la Liga Aquea, siendo estos los más implicados en la campaña, 2.000 infantes y 200 jinetes beocios, 1.000 infantes y 50 jinetes acarnanios y 1.000 infantes y 50 jinetes epirotas.
Tras unos días en los que
Antígono se dedicó a explorar el terreno y tantear al enemigo para atraerlo
fuera de su fuerte posición, ambos contingentes se prepararon para la batalla.
El macedonio opuso a los del Evas
un gran contingente con tres filas, al mando de Alejandro, hijo de Acmetes, y
Demetrio de Faros. La primera de ellas formada por 5.000 falangitas escudos de
bronce. Pero demostrando ser un general experimentado e inteligente intercaló
unidades de ilirios para hacer la formación más flexible, previendo que una
formación demasiado rígida se desharía en la subida a la montaña[20].
Detrás de estos iban los acarnanios y cretenses; y por último los aqueos.
Del mismo modo que Cleómenes,
Antígono colocó a su caballería en el centro, flanqueada por aqueos y
megalopolitanos. Mientras él con los extranjeros en primera línea y los
macedonios divididos en dos grupos uno tras otro, debido a la estrechez del
terreno, se dirigía contra las tropas situadas en el Olimpo.
Antígono lo tenía todo dispuesto:
la señal para que atacara el ala derecha era un lienzo levantado, mientras que
para el centro era una cota de color púrpura.
El ataque comenzó sobre el Evas, con
los arqueros cretenses disparando por encima de los escudos de bronce e ilirios
mientras estos avanzaban al asalto. Con este avance, se dejó expuesto el flanco
izquierdo, y los mercenarios ligeros de Cleómenes cayeron sobre los ilirios
desde el valle. Esta acción ponía en serio peligro el resultado de la lucha.
Pero fue aquí cuando Filopemen decidió actuar, pese a no tener la orden de
atacar, y se lanzó con la caballería aquea en un devastador contraataque que
expulsó a las tropas enemigas (esta acción le valió luego la admiración de
Antígono[21]). Se
sucedió entonces una lucha entre las caballerías de ambos ejércitos en la que
los macedonios fueron ganando terreno poco a poco.
Aliviados de la presión, los ilirios y escudos de bronce atacaron Evas frontalmente al tiempo que los acarnanios flanqueaban la posición. Torpemente, Euclidas no les salió al paso, recibiéndolos en lo alto y perdiendo así la ventaja de la altura. Los aliados de Esparta fueron entonces empujados hacia atrás y pronto la formación se colapsó.
Mientras tanto en Olimpo, los dos
reyes entraban en un primer contacto de escaramuza entre los mercenarios, pero
cuando Cleómenes vio a su ala izquierda huir y a su caballería perdiendo terreno,
intentó salvar la batalla de forma desesperada con una carga frontal de falange
colina abajo. En un primer momento, el empuje forzó a retroceder a los
macedonios, hasta que estos atacaron en formación cerrada al tiempo que tropas
de su exitosa ala derecha y del centro tomaban el flanco espartano y rompían la
formación. La batalla había finalizado.
Las pérdidas de Cleómenes
debieron ser muy grandes aunque no tenemos cifras en casi ninguna fuente; según
Plutarco, de los 6.000 espartanos presentes en la batalla solo se salvaron 200.
Consecuencias
Tras la batalla, Cleómenes se retiró a Esparta, y llegada la noche bajó a Githio, en donde esperaban unas naves preparadas de antemano para llevarlo a él y sus amigos a Alejandría.
Antígono se adueñó de Esparta,
siendo el primer invasor en lograrlo, abolió las reformas y la doble realeza,
reinstauró el poder de los éforos y obligó a la ciudad a entrar en su alianza. Tras
esto aseguró el territorio para sus aliados aqueos y sus nuevas ganancias en el
Peloponeso, Orcómeno y sobre todo Corinto[22],
que le daba un control efectivo sobre toda la península. El poder de la antaño grandiosa
Esparta había quedado minado para siempre, pese a los esfuerzos de reyes
posteriores como Nabis.
Cleómenes logró llegar a Egipto
sin más dificultades, pero Ptolomeo III murió siendo sucedido por Ptolomeo IV
Filopator que decidió no ayudarlo a recuperar sus territorios. En 219 Cleómenes
y sus seguidores lanzaron un ataque contra Alejandría, logrando tan sólo
encontrar la muerte. Las fuentes hablan de él como un gran rey, incluso el pro-aqueo
Polibio lo describió como “un hombre hábil, un varón con dotes de mando y de
índole verdaderamente real”. Curiosamente, Antígono moría poco después de
Selasia, cuando acudió a defender Macedonia de un ataque ilirio (221). ¿Qué
hubiera ocurrido si Cleómenes hubiera podido aguantar un año más defendiendo
Laconia?
En cualquier caso, Selasia no
trajo la paz al Peloponeso. Los aqueos no pudieron detener las
incursiones
etolias de los años 220-218, siendo derrotados. Y cuando pidieron de
nuevo
ayuda a Macedonia el rey Filipo V convirtió a la Liga en tributaria y su
política quedó supeditada a él. Sólo la llegada al poder de Filopemen
los hizo
renacer durante un tiempo, reorganizando el ejército logró vencer a los
etolios en 210 y a los
espartanos en 207 y 201. Tras la neutralidad de la Liga Aquea en la
guerra
entre Macedonia y Roma, el general T. Quinicio Flaminio restauró todas
sus
posesiones y sancionó la incorporación de Esparta y Mesenia (191),
quedando los espartanos destruidos para siempre y todo el Peloponeso en
poder aqueo, aunque estos quedaron cada vez más bajo control romano.
La división griega y sus choques
de intereses no resueltos facilitaron que Macedonia retomara el control sobre
ellos. Sólo rodios y etolios permanecieron continuamente independientes hasta
la conquista romana.
Autor: Epaminondas II
Autor: Epaminondas II
BIBLIOGRAFIA
-Polibio de Megalópolis: Historia Universal bajo la República Romana.
-Plutarco: Vidas
paralelas.
- HEAD, Duncan: Armies of the Macedonian and Punic wars (359 BC
to 146).
-SCHOTEN, Joseph B.: The
politics of plunder, a companion to the Hellenistic world.
-SAGE, Michael M.: Warfare
in ancient Greece.
-SHIPLEY,
Graham: El mundo griego después de Alejandro 323-30 a.C.
GREEN, Peter: Alexander to Actium, the historical evolution of the helenistic age.
-GRAINGER, John D.: The league of the aitolians.
[1] El rey
de Macedonia, Lisímaco, murió en la misma enfrentándose a Seleuco I.
[2] Desde su
muerte (323) reinaron: Filipo III Arrideo (323-317), Alejandro IV (323-309),
Casandro (305-297), Filipo IV (297), Alejandro V (297-294), Antípatro II
(297-294), Demetrio I Poliorcetes (294-288), Lisímaco (288-281), Pirro de Epiro
(288-285), Ptolomeo Cerauno (281-279), Meleagro (279), Antípatro Etesias (279),
Sóstenes (279-277), Antígono II Gonatas (277-274) y nuevamente Pirro de Epiro
(274-272).
[3] Fundada
por Demetrio I en 294.
[4] Vivían
en una región muy montañosa, se agrupaban en ciudades muy pequeñas y eran
conocidos en toda Grecia por formar grandes contingentes mercenarios de
infantería ligera.
[5] Liga
religiosa que agrupaba a doce pueblos, casi todos de la Grecia central.
[6]
Macedonia sufría una época de graves convulsiones resumidas en luchas
intestinas y la debacle que supuso la invasión gálata.
[7] Hélice
había sido destruida y Óleno quedó deshabitada por aquella época.
[8] No
podemos olvidar el punto de vista totalmente pro-aqueo del historiador, ya que nació
en Megalópolis, poleis miembro de la Liga, y fue embajador e hiparca de los
aqueos durante su juventud.
[9] Con
apenas 20 años.
[10] Los
espartiatas habían bajado de ocho o nueve mil a 700 en tres siglos.
[11] No
confundir con el famoso rey espartano protagonista de la segunda guerra médica
en la batalla de las Termópilas.
[12] Batalla
en la que muere el strategos de ese año, Lidíadas de Megalópolis.
[13] Cuando
Cleómenes se dirigía a Lerna para hablar con los delegados aqueos, cayó enfermo
y debió regresar a Esparta, lo que aprovechó Arato para entablar conversaciones
con Antígono.
[14] Para
Peter Green este hecho significa borrar cualquier rasgo de idealismo, quedando
todo reducido a una mera lucha de clases.
[15] Agis y
Cleómenes no fueron revolucionarios sociales, como muchos historiadores han
insistido en afirmar. No concedieron el sufragio a los pobres, sino a los
miembros de la comunidad –espartiatas periecos- y a los extranjeros de élite.
Sólo en la desesperada situación de 223/222 vendió Cleómenes la ciudadanía a
6.000 ilotas para reforzar el ejército y recaudar dinero.
[16] De los
cuales, según Plutarco, 2.000 iban armados al modo macedonio. Plutarco, Vidas
paralelas, Cleómenes XXIII.
[17] Como
apunta Michael M. Sage, el papel de la infantería era creciente. Al perder
importancia el número de los demás tipos de tropa, el choque frontal de falange
cobró importancia, a expensas de perder flexibilidad. Se apretaron las
formaciones y se hicieron más profundas (16 infantes de profundidad era lo
normal, pero no era extraño ver formaciones de 32 o incluso más) y se alargó la
sarissa (21 pies a finales del S. III a.C.). La caballería pasa de ser 1/5 del
ejército en época de Alejandro Magno a ser 1/8 a finales del S. III a.C. y su
papel cambia de decidir la batalla a simplemente ocuparse de eliminar a la
caballería contraria para que la falange avance sin problemas. La infantería
ligera se mantuvo sin fuertes cambios, siendo eficaz en reconocimiento y
patrullaje.
[18]
Macedonia tenía poca población debido a los 50 años ininterrumpidos de guerra y
emigración. El núcleo nacional era de un máximo de 25.000 hombres, para
completar ejércitos mayores debía recurrirse a mercenarios.
[19]
Suponemos que a partes iguales entre leucáspidas (“escudos blancos”) y
chalcáspidas (“escudos de bronce”).
[20] Una
solución similar había usado Pirro de Epiro medio siglo antes cuando debió
enfrentarse a las mucho más flexibles tropas romanas.
[21] Venció por fin Antígono, y queriendo probar
a los Macedonios, les preguntó por qué se había movido la caballería sin su
orden; y como para excusarse respondiesen que habían venido a las manos con los
enemigos precisados por un mozuelo megalopolitano, que acometió primero, les
dijo sonriéndose: “Pues ese mozuelo ha tomado una disposición propia de un gran
general”. Plutarco, Vidas paralelas, Filopemen 6.
[22] Donde
se volvieron a instalar guarniciones macedonias.
Muy buen texto, y con mapas bastante explicativos, cosa no fácil, pues los cambios territoriales son una constante por estas fechas. En la historia de estos dos reyes espartanos, Agis y Cleómenes, siempre me ha sorprendido o atraído el papel de las mujeres de las familias. Tuvieron un papel nada desdeñable aunque claro, desde las sombras.
ResponderEliminarPor cierto en el foro soy Rafael, para que sepáis que soy la misma persona jeejee.
ResponderEliminarMuy cierto Figu, las mujeres espartanas tuvieron un papel importante en esta época. Uno de los motivos, quizás el más importante, fue que ante la progresiva disminución de espartiatas, sus mujeres habían ido acumulando más y más tierras. Y como sabemos, en la antigüedad la cantidad de tierras era directamente proporcional al poder político que se podía alcanzar. La otra cara de la moneda (o la espada de Damocles que pende de un hilo sobre la cabeza del que ostenta el poder) era que estaban más expuestas al peligro, como sucedió en este caso con la madre y abuela de Agis IV, que fueron ejecutadas por sus rivales políticos.
ResponderEliminarBuscando información sobre la batalla d Selasia he venido a parar en este blog y me gusta mucho de la manera en que esta conformado y las explicaciones que se dan.
ResponderEliminarMe ha servido para recrear la batalla en un reconocido juego de estrategia , muchas gracias.
Por la red no circula mucha información sobre esta batalla, ni sobre los acontecimientos generales en Grecia en esta época. Y esta fue una de las motivaciones para elaborar el artículo.
ResponderEliminarSi no es mucho preguntar ¿Qué juego de estrategia?
Un saludo.
osea que despues de esta guerra de esparta no quedo nada
ResponderEliminarSelasia supuso el fin del último gran intento de resucitar el antiguo poder de Esparta. Algunos años más tarde, el rey Nabis fortaleció el poder (con revolución social incluida) y entró en guerra, nuevamente, con la Liga Aquea que, con Filopemen como estratego, le infligió alguna derrota. La llegada de Roma hizo el resto. Este despertar fue tan efímero (apenas un lustro), de tan poco calado (a fin de cuentas solo lograron expandirse a costa de un pueblo menor como los mesenios) y tan predestinado al fracaso (la Liga Aquea había salido muy fortalecida de la guerra anterior) que se puede considerar Selasia como el punto final a Esparta como potencia griega.
ResponderEliminarUn saludo!