La 2da Guerra Púnica fue, por lejos, el mayor conflicto bélico del
Mediterráneo Occidental durante la antigüedad. Pero así como sus orígenes
debemos rastrearlos en hechos anteriores a su fecha “oficial” de inicio (218
a.C.), es imposible creer que tamaño conflicto no tuviera repercusiones más
allá de la batalla de Zama y el consecuente tratado de paz decretados como
rotundo “final” (201 a.C.). Pues no. En el norte de Italia, más precisamente la
Galia Padana, territorio de uno de los eternos enemigos de Roma por aquel
entonces (los galos padanos), se dejaban oír aun los ecos del reciente
finalizado conflicto. Allí, un misterioso general cartaginés al mando de una
horda de guerreros galos conseguirá, tras unos éxitos militares, devolver la
preocupación en Roma al volver una página que “la Loba” ya había dejado atrás y
no tenía intención de transitar nuevamente.
La 2da Guerra
Púnica, estuvo marcada de principio a fin por un aspecto imposible de omitir o
minimizar. Y este “aspecto” no es otra cosa, que la activa participación de los
galos padanos (los pueblos celtas de
la llanura padana o del Río Po) a lo largo y ancho del mencionado conflicto. Si
Apiano decidió llamar a su trabajo “La
Guerra de Aníbal”, lo hizo porque indudablemente dicha guerra se meció a
placer del héroe púnico. Pero bien pudo haberle llamado “La Guerra contra Cartago y los Galos” que difícilmente nos
atreveríamos a contradecirle.
Ya el inicio de
dicha lid estuvo marcada por una guerra de Roma contra Boyos, Insubros y
Taurinos (para algunos un pueblo Ligur), más una colaboración de galos tras
alpinos, los Gesatos. Durante la cual
tuvo lugar la famosa batalla de Telamón (225 a. C.), victoria que permitió a
los romanos desatar sendas campañas de conquista sobre el territorio galo
(hasta el año 222 a.C.) Y durante la cual se fundaron las primeras colonias
romanas en el territorio: Placentia y Cremona (protagonistas del presente
trabajo). La guerra de Aníbal (218 a.C.) no solo puso pausa en las campañas de
conquista y pacificación de la Galia, sino que alejaron ese objetivo haciéndolo
aparecer casi inalcanzable. Más, durante todo el conflicto, la región fue
fuente de guerreros y mercenarios gustosos de sumarse a las filas cartaginesas
para medir sus armas contra las de los romanos. Sirvieron tanto en el ejército
de Aníbal como los de sus hermanos Asdrúbal (207 a.C.) y Magón (205-203 a.C.).
Estuvieron, entonces, presentes en prácticamente todas las batallas en suelo
italiano (EJ: Cannas o Metauro), e incluso participaron en Zama (202 a.C.).
Fueron responsables también de poner sal en la herida abierta en Roma tras la
desastrosa derrota en Cannas (216 a.C.) cuando todo un ejército romano (al
mando del cónsul Lucio Postumio Albino) es emboscado y destruido por los Boyos
en la “selva de Litana” (Galia Cisalpina). Y apenas habrá pasado un año de
finalizada la guerra con Cartago (en 201 a.C. se firma el tratado) que los
galos dan la nota nuevamente (para colmo de males, en plena guerra con
Macedonia) atacando y destruyendo Placentia (200 a.C.) ¡y a instancias de un
cartaginés llamado Amílcar!
Es decir, y para
cerrar esta introducción, que de principio a fin de la 2da Guerra Púnica “el
asunto” o “la cuestión” de los galos padanos es indudablemente un factor a
tener muy en cuenta. Antes, durante y después de dicho conflicto, los galos dan
el presente. Prácticamente abren y cierran la guerra. Confirmando la estrecha
relación que parece existir entre los diferentes líderes púnicos y los galos levantiscos
en cuanto a las diferentes acciones enumeradas en el párrafo anterior.
Debemos decir que,
no deja de llamarnos la atención, la aparición de este misterioso personaje
llamado Amílcar, en la última de las anécdotas mencionadas. Quien, a pesar de
ya haberse rendido su patria, decide continuar por cuenta propia la guerra
obligando a los romanos a redoblar los esfuerzos en medio de un nuevo conflicto
con otra potencia de la antigüedad: El reino de Macedonia. Dedicamos entonces,
el presente trabajo a la mencionada historia con el fin de recuperar un hecho
algo olvidado o, mejor dicho, ausente en la historiografía especializada, pero
que consideramos fundamental a la hora de comprender la compleja relación entre
los pueblos celtas de la Galia Padana, sus odiados enemigos romanos, y los
diferentes líderes púnicos que los utilizaron masivamente en combate.
Antecedentes. El fin de la 2da Guerra Púnica.
Concluida la
batalla de Zama (202 a.C.) con la total victoria romana sobre el ejército
púnico, y temiendo que pudiera llegar pronto su reemplazo (reclamando este la
gloria de terminar con la guerra), desistió Escipión de someter a Cartago a un
(seguramente prolongado) asedio, y se apresuró a reunir a los embajadores
cartagineses con el fin de acordar la paz. La cual se dio en los siguientes
términos:
“(…) vivirían (los cartagineses) en libertad bajo sus propias leyes;
seguirían poseyendo todas las ciudades y todos los territorios que habían
poseído antes de la guerra, y los romanos cesarían desde aquel mismo día en sus
saqueos. Debían devolver a los romanos todos los desertores, refugiados y
prisioneros, entregarían todos sus buques de guerra, conservando solo diez
trirremes; entregarían todos sus elefantes adiestrados, comprometiéndose al
mismo tiempo a no entrenar más. No habrían de hacer la guerra, ni dentro ni
fuera de las fronteras de África, sin el permiso del pueblo romano. Deberían
devolver todas sus posesiones a Masinisa y hacer un tratado con él. En espera
del regreso de los enviados de Roma, debían abastecer de grano y pagar a los
auxiliares del ejército romano. También debían pagar una indemnización de
guerra de diez mil talentos de plata (270.000 kg.), efectuándose el pago en
cuotas anuales iguales durante cincuenta años. Debían entregar un centenar de
rehenes, que serían elegidos por Escipión, con edades de entre catorce y treinta
años. Finalmente, él se comprometía a concederles un armisticio si se devolvían
los transportes capturados durante la tregua anterior, con todo lo que
contenían. De lo contrario no habría tregua ni esperanzas de paz.”. Livio
30,37.
Declarada la paz
en las condiciones mencionadas, Cartago entrego sus buques de guerra, sus
elefantes, los desertores y refugiados, y cuatro mil prisioneros (incluyendo a
Quinto Terencio Culeón, un senador). Escipión ordenó que los barcos se llevasen
a alta mar y se incendiasen. En un número que Livio (citando a algunos autores)
afirma que fueron quinientas las embarcaciones, comprendiendo todas las clases
impulsadas por remos. Finalmente, los desertores romanos fueron tratados con
mucha más severidad que a los fugitivos; los que pertenecían a los contingentes
latinos fueron decapitados, los romanos fueron crucificados.
Livio informa que
“(…) establecida la paz por tierra y mar,
Escipión embarcó su ejército y navegó hasta Marsala. Desde allí envió la mayor
parte de su ejército en los buques, mientras que él viajaba atravesando Italia.
El país se regocijaba tanto por la restauración de la paz como por la victoria
que había obtenido, y él se dirigió a Roma a través de multitudes que se
derramaban desde las ciudades para honrarlo, con masas de campesinos que
bloqueaban las carreteras de los territorios rurales. La procesión triunfal con
la que entró en la Ciudad fue la más brillante que jamás se hubiera visto.” (Livio
30,45). Escipión se erigía entonces en
el héroe máximo de Roma, siendo el primer romano en adoptar de sobrenombre el
nombre del pueblo que conquisto: “El
Africano”.
Concluía de esta
forma el largo conflicto con la potencia rival. El fin de la 2da Guerra Púnica.
El mayor conflicto del que fuera testigo el Mediterráneo Occidental. Aunque con
tamaña guerra, que involucro a tantos pueblos, hombres y recursos de
prácticamente todo aquella parte del mundo, y que se prolongó por tantos años,
era de esperar que se produjeran algunos episodios de interés, aun luego de
finalizada. Algunos cartagineses se negaban a claudicar, y estaban dispuestos a
continuar con la guerra. Sumemos esto al ya legendario odio engendrado por los galos padanos hacia los romanos, y conformaremos
un combo ideal para generar algunas acciones de cierta gravedad, sobre las
cuales nos abocaremos sin más rodeos.
Mapa del norte de Italia. En azul los dominios de Roma. En rojo los pueblos galos. Completan Ligures y Venetos. |
Un “tal Amílcar”. Últimos cartagineses en la Galia.
El año 200 a.C.
encontraba a Roma abocada a su nueva aventura bélica: La 2da Guerra Macedonia, cuando llegan noticias de un nuevo levantamiento
galo en el norte de Italia. Informa Livio que “(…) Los ínsubros, los cenomanos y los boyos, habían inducido a los
celinos y los ilvates, así como a otras tribus ligures, a que se les unieran;
habían tomado las armas bajo el mando de Amílcar,
un general cartaginés, que había tenido un mando en el ejército de Asdrúbal y
que se había quedado en el país. Habían asaltado y saqueado Plasencia, habiendo
destruido con su ciega ira la mayor parte de la ciudad mediante el fuego,
quedaron apenas dos mil hombres en medio de las ruinas humeantes. (…)” (Livio 31,10).
¿Quién era este “tal
Amílcar”? Difícil saberlo, los pocos datos aportados por las fuentes antiguas,
apenas nos dejan su nombre (por otra parte, bastante común entre los
cartagineses) y la pista de que pudo haber formado parte de las expediciones de
Asdrúbal Barca en 207 a.C. (Livio 31,10 y 31,11) o Magón Barca en 205 a.C. (Livio
31,11; Dion Cassio fr.58,5; Zonaras 9,15), los hermanos de Aníbal Barca.
A lo largo del prolongado
conflicto (2da Guerra Púnica) conoceremos a varios lugartenientes de los tres
hermanos Barca cumpliendo diferentes objetivos con gran celo (reclutamiento de
tropas, acciones bélicas menores, etc.) situación que demuestra el inquebrantable
compromiso con la causa de la “familia Barca” que estos personajes tenían. En
definitiva, este “tal Amílcar” es uno de esos fieles lugartenientes, que en
esta oportunidad, aun con su metrópolis desentendida totalmente de cualquier
tipo de acción bélica después de su derrota,
aun dedica sus días a continuar la guerra contra Roma[1].
Es así como se
configura la toma, saqueo y destrucción de Plasencia por los galos coligados
bajo el mando de este líder cartaginés. Situación que obliga a Roma a volver su
mirada al norte de Italia. Una vez más.
Ahora bien, alentados
por el éxito de la salvaje acción, cruzando el Po, el ejército rebelde avanzo
con la intención de saquear Cremona, la otra colonia romana en la Galia Padana.
Al enterarse de la catástrofe que se había apoderado de sus vecinos, los
habitantes de esta ciudad tuvieron tiempo de cerrar sus puertas y guarnecer sus
murallas para que pudieran, en todo caso, soportar un asedio y enviar un
mensaje al pretor romano antes del asalto final. La acción entonces no tuvo
sorpresa, por lo que la ciudad no pudo ser tomada. Sin embargo, los galos
decidieron someterla a un asedio.
Gobernaba aquella
provincia el pretor Lucio Furio Purpúreo quien se encontraba acampando con su
reducido ejército en las inmediaciones de Rímini. Frente a los cuarenta mil que
desplegaba el enemigo, Lucio Furio solo contaba con cinco mil hombres de entre
los latino y otros aliados, puesto que, conforme a lo ordenado por el Senado
tiempo atrás (Livio 31.8), debía entregar el resto de
sus tropas y conservar las mencionadas como única fuerza en una provincia donde
los romanos no esperaban tener que volver a pelear (al menos no en ese momento,
claro está). Por lo tanto, nada podía hacer por su cuenta. De su puño y letra
surge la carta que informa al Senado de lo ocurrido, solicitando además, apoyo
y órdenes.
La sorpresa en
Roma fue mayúscula. Puesto que, para colmo de males, tras los recientes
comicios los nuevos cónsules y demás magistrados aún no habían tomado el mando
de sus respectivas tropas. El ejército consular de Etruria aun esperaba por su
nuevo comandante, el cónsul electo Cayo Aurelio Cota, por lo que las órdenes
del Senado fueron que este se dirigiera directamente a Rímini para tomar el
mando de sus tropas allí en lugar de Etruria, tal como se había establecido en
principio, y que si “(…) el estado de los
asuntos públicos lo permitía, debía ir personalmente a suprimir los disturbios;
de lo contrario, debería ordenar a Lucio Furio que, en cuanto le llegasen las
legiones, enviase su fuerza de cinco mil aliados y latinos a sustituirlas en
Etruria, y levantar después el sitio de Cremona (…)” (Livio 31,11). Al mismo tiempo, una embajada era enviada a Cartago para
tratar el tema y reclamar por este ciudadano cartaginés que desafiaba la paz
levantando en armas a galos y ligures contra Roma.
Los embajadores
enviados a África para informar de la acción de Amílcar al asumir el liderazgo
de los galos, fueron informados por el gobierno cartaginés de que no podían
hacer nada más que “condenarlo al
destierro y confiscar sus bienes” por otra parte, estaban cumpliendo con
todos los puntos del tratado (entrega de refugiados y desertores) además de
abastecer a Roma y al ejército romano de Macedonia con trigo (alrededor de mil
cuatrocientos kilos cada uno). Es así como Cartago se desentendía completamente
del asunto alegando que Amílcar actuaba por cuenta propia.
Por su parte,
Lucio Furio, habiendo recibido al ejército consular y luego de despachar a sus
tropas hacia Etruria, decide no esperar al cónsul Cayo Aurelio y parte con
estas tropas a marchas forzadas hacia Cremona. Al llegar al sitio, su excesiva
prudencia, según Livio, lo obliga a descansar sus tropas en lugar de atacar en
seguida a los galos. Es cierto que sus hombres estaban agotadas por las marchas
forzadas, pero no le falta razón a Livio cuando dice que el pretor se privó de
“la oportunidad de obtener una brillante
victoria” (Livio 31,21) puesto que gracias a la sorpresa lograda tras su
veloz marcha hubiera tomado a los galos desprevenidos y su campamento
desprotegido, totalmente desperdigados por los campos como estaban. En
definitiva, advertida su presencia, a viva voz fueron llamadas y reunidas todas
las tropas galas y ligures a su campamento. Al día siguiente, ofrecieron
batalla a los romanos.
Batalla de Cremona, 200 a.C.
Lucio Furio decide
aceptar el lance, y acompañado por los legados Cayo Letorio y Publio Titinio,
para que le ayudaran en la supervisión del campo de batalla y se enfrentasen a
cualquier acción repentina del enemigo, saca sus tropas del campamento y
comienza a desplegarlas en el campo de batalla. Al parecer, y tal vez
nuevamente a causa de su “excesiva prudencia”, solo había logrado desplegar su
ala derecha (en la cual había dispuesto a las legiones de aliados) bajo el
mando del legatus Marco Furio cuando
toda la masa de guerreros galos y ligures se deja caer sobre estas tropas
chocando furiosamente, a la vez que, en razón de su mayor numero, comienza a
desbordar las por ambos flancos.
Rápidamente, Lucio
Furio ordena al legatus Marco Cecilio, quien mandaba sobre las dos legiones
romanas que formarían el flanco izquierdo, para que cada una tome posición a
cada lado de las tropas que estaban siendo atacadas y flanqueadas; a la vez que
rezaba unas plegarias a Júpiter (de hecho ofreció en ese instante construir un
templo en honor a ese dios si le daba la victoria)[2] rogando por sus tropas para
que estas aguanten la embestida en tanto las legiones romanas tomaran posición.
Puesto que si las legiones aliadas se desbandaban, la derrota hubiera sido
completa.
Fases finales de la batalla y victoria romana. |
Por suerte para
Lucio Furio, o gracias a Júpiter, las
legiones aliadas aguantaron, y ahora con el frente extendido, la batalla tomaba
forma. El ímpetu de la carga de los barbaros no cesaba.
Inmediatamente intentaron un nuevo flanqueo de la línea romana, confiando en su
mayor número. Sin embargo para tal cometido tuvieron que ser extraídas tropas
del centro de su formación. Este nuevo intento de flanqueo fue desbaratado por
Lucio Furio al despachar la caballería romana, al mando del legatus Lucio
Valerio Flaco. Anulado el nuevo movimiento envolvente, y al ver el debilitamiento del centro
del dispositivo galo, Lucio Furio ordena a sus tropas del centro (las legiones
de aliados) cargar con fuerza y quebrar a los enemigos. Según Livio esto
resulto decisivo “las alas fueron
rechazadas por la caballería y el centro por la infantería” (Livio 30,21).
Como estaban siendo destrozados en todos los sectores del campo de batalla, los
galos se dieron la vuelta y en medio de una salvaje huida buscaron refugio en
su campamento. La caballería les perseguía, llegando de inmediato la infantería
que atacó el campamento. De esta forma el pretor Lucio Furio Purpúreo se hacía
con una rotunda victoria.
Furiosa carga de galos. Resistir el ímpetu inicial que estos guerreros le imponían a su ataque era fundamental si los romanos pretendían imponerse en combate. |
No llegaron a seis
mil los hombres que consiguieron escapar; más de treinta y cinco mil fueron
muertos o hechos prisioneros; según Livio se capturaron setenta estandartes,
junto a doscientos carros galos cargados de botín. Dos mil hombres que los
galos habían capturado en Plasencia, fueron puestos en libertad y devueltos a
sus hogares. Livio informa que el general cartaginés Amílcar cayó en esa
batalla, así como tres nobles generales galos. Sin embargo este personaje
cartaginés volverá a ser mencionado por el autor romano un par de años más
tarde.
Esta reaparición,
tras su anunciada muerte, agrega aún más misterio sobre esta figura.
Evidentemente el anuncio de su muerte es un error de Livio, puesto que
difícilmente se trate de otro cartaginés llamado de la misma forma. Salvo que
para los romanos, o para Livio, todo levantamiento galo estuviera indefectiblemente
conducido por un cartaginés, y para colmo, siempre llamado Amílcar.
En fin, tras la
victoria, arriba el cónsul Cayo Aurelio Cota a la Galia y se hace cargo del
ejército. Se encontró con que la guerra había terminado, y no oculto su
disgusto ¡Lucio Furio había robado su victoria! Furioso, decide remitir al
pretor a Etruria, para luego llevar sus legiones a territorio enemigo para
saquearlo. “(…) Expedición de la que
regreso con más botín que gloria (…)”
según Livio (31,47). Ni lerdo ni perezoso, Lucio Furio entrego el mando, los
prisioneros, y mientras el cónsul se desquitaba con los galos, y sin nada que
hacer en Etruria, marcho a Roma para solicitar “se le permita entrar en la Ciudad en Triunfo” en honor a su
victoria. Tras un ida y vuelta entre quienes lo felicitaban por la rapidez y éxito
en las acciones, y quienes le recriminaban por no haber esperado al Cónsul, “por una abrumadora mayoría, se decretó el
Triunfo para Lucio Furio”. El mismo fue celebrado inmediatamente, aunque
sin la natural presencia del ejército vencedor, ni de prisioneros. Solo llevo el
victorioso pretor “trescientos veinte mil
ases y ciento setenta y una mil monedas de plata” (Livio 31,49) que fueron
llevados al tesoro.
Al regreso de su
campaña de expoliación en la Galia, el resignado Cónsul apenas emitió alguna pobre
queja.
Guerrero galo con armadura completa. Yelmo de hierro tipo montefortino y cota de malla que servirán de modelo para la panoplia romana. |
El año 199 a.C.
trajo un grave revés para los asuntos romanos en la Galia Padana. El ejército
que acababa de derrotar rotundamente a los galos en Cremona, bajo el mando del
pretor Lucio Furio Purpúreo (y luego saqueo el territorio bajo el mando del
Cónsul Cayo Aurelio Cota), es gravemente derrotado por los galos Insubros, al
ser sorprendido y rodeado cuando invadía el país de este pueblo, bajo el mando
del pretor Cneo Bebio Tánfilo, quien había asumido el mando de estas tropas de
las manos de Cayo Aurelio, para comandarlas en esta provincia. A punto estuvo
de perder todo el ejército, sufriendo seis mil bajas.
Livio cuenta que “(…) este incidente hizo salir al (recientemente
electo) cónsul Lucio Léntulo de la
Ciudad. En cuanto llegó a la provincia, que estaba llena de disturbios, se hizo
cargo del mando del desmoralizado ejército y, después de censurar severamente
al pretor, le ordenó dejar la provincia y regresar a Roma. El propio cónsul,
sin embargo, no hizo nada de alguna importancia, ya que fue llamado de vuelta a
Roma para llevar a cabo las elecciones (…)”.
Poco que contar al
respecto de la Galia Padana tiene el año 198 a.C. El cónsul electo Sexto Elio
Peto llevó con él a la Galia al pretor Helvio, entregándole el ejército que
había recibido de Lucio Léntulo para ser licenciado (hablamos del ejército
derrotado el año anterior), mientras él mismo se disponía a continuar la guerra
con las legiones que había llevado consigo. No obstante, no hizo nada digno de
mención.
Campaña del año 197 a.C.
Ahora bien, el año
197 a.C. vera renacer la guerra en el norte de Italia. Pero también será el año en que se produce el
blanqueo de una situación que ya se venía dando durante la concluida 2da Guerra
Púnica. Se discute abiertamente en el Senado, por primera vez con registro en
la fuentes antiguas (al menos que este cronista tenga recuerdo) la prolongación
de mandos militares en teatro de operaciones lejanos, más allá del tiempo
normal de una campaña (un año), tal como era la costumbre entre los romanos [3]. Informa
Livio que “(…) cuando los cónsules se
disponían a sortear entre sí Italia y Macedonia, dos de los tribunos de la
plebe, Lucio Opio y Quinto Fulvio, se opusieron a ello. Macedonia, objetaron,
era una provincia lejana y, hasta aquel momento, nada se había opuesto más a una
victoria en la guerra que el hecho de que apenas hubieran comenzado las
operaciones ya se estaba llamando al anterior cónsul, justo cuando estaba la
campaña en pleno desarrollo (…) “ (Livio
32,28). No le faltaba verdad a los tribunos. Ya transcurría el cuarto año de la
guerra contra Macedonia y los avances eran bastante pobres.
Mediante estos
argumentos, consiguieron que los cónsules electos, Cayo Cornelio Cetego y Quinto
Minucio Rufo, se comprometieran a aceptar la decisión del Senado, el cual emitió
un decreto para que Italia fuera administrada por ambos cónsules y que Tito
Quincio Flaminio (quien a la postre será vencedor en Cinocéfalos este mismo
año) viera confirmado su mando en Macedonia hasta el momento en que el Senado
designara a su sucesor con el cargo de Procónsul. A cada uno de los cónsules se
les asignarían dos legiones; con
ellas deberían dirigir la guerra contra los galos cisalpinos, que se habían
rebelado contra Roma. También se votaron refuerzos para que Quincio los
empleara contra Macedonia, totalizando seis mil infantes y trescientos jinetes,
además de tres mil marinos aliados.
El plan
consensuado por ambos cónsules suponía el accionar independiente de ambos
ejércitos, convergiendo ambos sobre el centro de la Galia Padana luego de
invadir Liguria el cónsul Quinto Minucio, y el país de los Insubros (que
estaban en armas junto a los Cenomanos) por Cornelio Cetego. Apenas arribado a Génova, comenzó
Quincio Minucio sus operaciones contra los ligures. Se rindieron dos ciudades
fortificadas, Clastidio (Casteggio) [4] y Litubio, ambas pertenecientes a los
ligures, y dos comunidades de ese mismo pueblo, los celeyates y los
cerdiciates. Todas las tribus del este lado del Po habían quedado ya reducidas,
a excepción de los boyos, en la Galia, y los ilvates, en la Liguria. Informa
Livio que “se se habían rendido quince
ciudades fortificadas y veinte mil hombres”. Desde aquí, llevó sus legiones
al país de los boyos, cuyo ejército, no mucho antes, había cruzado el Po para
reunirse con ínsubros y cenomanos.
Legionario romano de los "triarios". La tropa mas veterana dentro de la Legión Romana republicana. Cerraban la formación del característico "acies triplex". |
Al recibir
noticias de la invasión de su territorio, los boyos exigían que todos debieran
apoyar a quienes sufrían la mayor presión, mientras que los ínsubros declararon
que no dejarían indefenso su propio país. Así pues, dividieron sus fuerzas; los
boyos marcharon a proteger su país y los ínsubros y cenomanos tomaron
posiciones a orillas del río Mincio. En el mismo río, dos millas más abajo,
fijó Cornelio (el otro cónsul) su campamento. Desde allí, se enviaron emisarios
a diferentes aldeas de los cenomanos y a Brixia, su capital. Según Livio, los
cenomanos alegaron que se trata de “(…)
su juventud la que estaba en armas sin la sanción de sus mayores y que su
consejo nacional tampoco había autorizado que se prestase ayuda alguna a la
revuelta de los ínsubros (…)” (Livio 32,20) [5]. Al conocer esto, los romanos indujeron a los cenomanos
a convencer a “su juventud” de romper con los ínsubros, regresando a sus
hogares o pasarse a los romanos. Estos no fueron capaces de obtener su
consentimiento a la última propuesta, pero le dieron garantías de que no
tomarían parte en los combates, a menos que surgiera la ocasión, en cuyo caso
sería para ayudar a los romanos.
Ignorantes de este
pacto, los ínsubros ofrecieron batalla a los romanos. Sin embargo, algo
sospecharon sobre a las intenciones de sus aliados, porque al formar sus líneas
cuenta Livio que no se arriesgaron a confiarles una posición a los cenomanos en
ningún ala, “no fuera a ser que
abandonasen su posición traicioneramente y llevaran a todo el ejército a un
desastre”. Por lo tanto, fueron situados en la retaguardia, como reserva.
A pesar de la
ventaja del pacto secreto, al comienzo de la batalla, y por si acaso, el cónsul
prometió un templo a Juno Sospita en
caso de que el enemigo fuera derrotado ese día y los soldados, con sus gritos,
aseguraron a su jefe que ellos harían que pudiera cumplir su promesa. A continuación,
cargaron. Livio informa que los ínsubros “no
resistieron el primer choque” y fueron derrotados, incapaz este autor
romano de darle el crédito de la victoria a los cenomanos con su traición. Mas,
para dejar tranquila a su conciencia agrega que “algunos autores dicen que los cenomanos los atacaron desde atrás cuando
la batalla estaba en marcha y que el doble ataque los arrojó en un completo
desorden”. Como para dejar claro que
la historia la escriben los vencedores.
También informa
que “murieron treinta y cinco mil hombres
y se hizo prisioneros a cinco mil doscientos, incluyendo al general cartaginés
Amílcar (sic), el principal
instigador de la guerra”; también se capturaron ciento treinta estandartes
y numerosas carretas. Aquellos de entre los galos que habían seguido a los
ínsubros en su rebelión se rindieron a los romanos. Los poquísimos datos que se
tienen de tal batalla, no ayudan a interpretar si las cifras de Livio son
reales o ficticias. Aunque a todas luces parecen exageradas si tomamos en
cuenta que, tras la partida de los boyos y con los cenomanos en reserva, los
galos alinearon solo a guerreros ínsubros mas algunos de otros pueblos menores,
por lo que su línea de batalla no superaría los veinte mil hombres. Parece que
para los historiadores romanos, los ejércitos galos son siempre de cuarenta mil
guerreros.
Por otra parte,
Livio no menciona a las legiones aliadas cuando se refiere a las tropas de los
cónsules. Por lo cual es difícil
establecer las tropas alineadas por los romanos en esta batalla. De todas
formas, solo dos legiones romanas (sumando alrededor de diez mil hombres)
parecen poco para una batalla en territorio enemigo.
En fin, Quinto
Minucio, el otro cónsul, solo pudo contentarse con saquear la tierra de los
Boyos puesto que estos, al enterarse de la derrota de los ínsubros, desistieron
de todo intento de lucha. Los guerreros abandonaron a sus líderes en su
campamento y retornaron a sus hogares para defender sus propiedades y familias
de la codicia romana. A su regreso a Roma, ambos cónsules celebraron un triunfo
cada uno. Cornelio Cetego por su victoria sobre los insubros. Y Quinto Minucio
por sus éxitos en Liguria, no pudiendo obtener el permiso por su actividad en Galia.
Como ya
anunciábamos en capítulos anteriores, lo más curioso es la reaparición del
cartaginés Amílcar en este nuevo enfrentamiento entre galos y romanos. Como
para reafirmar nuestra premisa enunciada al inicio del trabajo, sobre la
estrecha relación entre púnicos y galos. En esta ocasión el cartaginés aparece
conduciendo una vez más una hueste de galos pero, a diferencia de la ocasión
anterior, esta vez es hecho prisionero, y expuesto como trofeo por Cornelio
Cetego durante la celebración de su Triunfo, tal y como lo menciona Livio: “(…)
Se llevaron en la procesión muchos
estandartes militares, también llevó ante su carro muchos nobles galos y muchas
carretas con despojos galos. Algunos
autores aseguran que el general cartaginés Amílcar fue uno de ellos. Pero
los ojos de todos se concentraron principalmente en una multitud de colonos de
Cremona y Placentia que seguían la carroza del cónsul llevando el píleo (…)”
(Livio 33,23).
Yelmo de tipo Montefortino encontrado en las tierras de los galos Boyos. |
Epilogo.
Estas acciones
relatadas, vuelven a poner a la Galia Padana una vez más en el horizonte de la
codicia romana, desde el impase que significo la invasión de Aníbal Barca. Sin
embargo se necesitaran prácticamente diez años más de campañas y furiosas batallas
para dar por conquistada y pacificada la región. Y más tiempo aun para subyugar
los pueblos de Liguria. Serán los Insubros y los Boyos las naciones más
levantiscas y por ende más afectados por la interminable guerra. Presentes en
cada batalla, sufrirán una sangría poblacional notable.
En el 189 a.C.
Roma fundara la colonia latina de Bononia, por medio de los triunviros Lucio
Valerio Flaco, Marco Atilio Serrano y Lucio Valerio Tapón, en cumplimiento de
un senadoconsulto, y con tres mil colonos. Tal como informa Livio “(…) la tierra se tomó de aquella de la que
los galos boyos habían expulsado antiguamente a los etruscos (…)” (Livio
37,57). Y esto es así, puesto que Bononia, la capital de los boyos, no era otra
que Felsina (Velzna), antigua ciudad
etrusca en el valle del Po. Durísimo golpe para este pueblo galo que, según
Estrabón, una parte terminará emigrando hacia las tierras del Danubio, en Panonia (Estrab. V.1) [6].
Distinto el
destino de los Cenomanos, cuya acostumbrada lealtad a Roma o, mejor dicho, su
conveniente “neutralidad” (aun a pesar de que “su juventud” solía unirse a las
revueltas organizadas por sus vecinos) les permitirá en el futuro disfrutar de
algunos privilegios.
En definitiva, como
lo demostrará la gran preocupación romana en cuanto al peligro de la amenaza
gala en el norte de Italia; perfectamente graficado al momento del famoso pacto
entre “La Loba” y Asdrúbal el Bello (Tratado
del Ebro, 226 a.C.) con el fin de evitar (o posponer) un conflicto abierto
con Cartago, hasta tanto no se resuelva el “problema” de los galos; la alianza Galia-Cartago fue algo que los romanos
temieron primero, y padecieron después. Asociación que, como ya se mencionó,
pudimos ver no solo con Aníbal, sino también con su hermano Asdrúbal, su otro
hermano Magón, y ahora con el misterioso Amílcar.
Por lo tanto, la
conquista y pacificación de la región, que no pudo completarse antes de la 2da
Guerra Púnica, ahora sí, tras la finalización de esta, y con las campañas que
acabamos de relatar como inicio (o reinicio), vuelve a ser un objetivo para
Roma. Ciudad que volcará todo su poder bélico para abocarse a la conclusión de
una tarea que demandara, como ya mencionamos, años de nuevas campañas, ingentes
recursos y furiosas batallas. Aventuras por demás interesantes, que evitamos
relatar ahora, pero que intentaremos abordar en futuros trabajos.
FIN
Autor: marvel77
Biografía:
Fuentes antiguas (en orden de importancia):
• Tito Livio: La Historia de Roma.
• Polibio de Megalópolis: Historia Universal Bajo la República Romana.
• Apiano de Alejandría: Historia de Roma, Guerra de Aníbal.
• Dion Cassio: Historia de Roma.
• Tito Livio: La Historia de Roma.
• Polibio de Megalópolis: Historia Universal Bajo la República Romana.
• Apiano de Alejandría: Historia de Roma, Guerra de Aníbal.
• Dion Cassio: Historia de Roma.
• Estrabón: Geografía.
Fuentes modernas:
• Osprey: Campaign 036 - Cannae 216 a.C. / Warrior 150 - CARTHAGINIAN WARRIOR / New Vanguard 150 - War Elephants / Battle Orders 027 - The Roman Army of the Punic Wars /
• Concord - 6005 - Ancient Armies
• DUNCAN HEAD - Armies of the Macedonian and Punic Wars 359-146BC.
• J. E. LENDON. Soldiers and Ghosts.
Fuentes modernas:
• Osprey: Campaign 036 - Cannae 216 a.C. / Warrior 150 - CARTHAGINIAN WARRIOR / New Vanguard 150 - War Elephants / Battle Orders 027 - The Roman Army of the Punic Wars /
• Concord - 6005 - Ancient Armies
• DUNCAN HEAD - Armies of the Macedonian and Punic Wars 359-146BC.
• J. E. LENDON. Soldiers and Ghosts.
Notas:
[1] Recordemos algunos. A los famosos Maharbal o Hannón que militaron bajo el mando de Aníbal en Italia, podemos agregar el conocido con el nombre de Magón que actuó como instigador del levantamiento en Cerdeña, y que incluso formaba parte de la familia Barca (aunque obviamente no era el hermano de Aníbal). Mas tarde, Magón Barca contara con dos fieles lugartenientes que lo seguirán a su aventura itálica, estos son Aderbal (con la flota) y un tal Hannón.
[2] Lucio Furio volverá a prometer la construcción de dicho templo siendo cónsul en el año 196 a.C. y tambien en campaña contra los galos. Esta vez, sin embargo, dejara un contrato firmado. El mismo sera finalmente construido por Cayo Servilio en el 194 a.C. dando cumpliendo a la promesa que seis años antes se había dado durante la campaña en la Galia Padana (Livio 34.53).
[3] Sobre toda tras el desastre de Cannas (216 a.C.) y con la apertura de diversos frentes en la guerra (España, Sicilia, Cerdeña, norte de Italia, etc.) veremos como las magistraturas serán prolongadas en el tiempo con el fin de darle continuidad a los mandos romanos en las diferentes regiones donde se actuaba. Ejemplo de esto podemos verlo en los trabajos dedicados a Metauro y a la campaña de Magón. Sin embargo, para esta ocasión leemos por primera vez en Livio que el tema es debatido como problemática en el Senado Romano. Cuestión que merece la pena ser destacada.
[4] Previo a la 2da Guerra Púnica Clastidio aparece como una ciudad aliada a los romanos. Incluso es atacada por los galos en busca de aliviar la presión que significaban los ejércitos romanos que invadían el territorio Insubro. Esta es liberada tras una valerosa acción de Marcelo. En algún punto de la 2da Guerra Púnica tras la invasión de Aníbal, esta debió abandonar la alianza con Roma.
[5] La mencionada guerra con los galos padanos previa a la 2da Guerra Púnica, tenia como característica la alianza de Insubros y Boios (mas los famosos galos gesatos) contra Roma, y la fidelidad de Cenomanos y Venetos para con la Loba. Cuestión por demás conveniente para el plan romano. Sin embargo, al igual que ahora, los jóvenes cenomanos contrariando a sus mayores, se desentiende de alianzas con Roma y se unen repetidas veces con las fuerzas rebeldes. Cuestion que obligaba continuamente a los lideres cenomanos a deshacerse en disculpas y ruegos de perdón para con los romanos. Efectivas a fin de cuentes, pues sus territorios fueron sistemáticamente respetados por las tropas romanas.
[6] Según la historiografía sobre el tema, los Boyos ya habitaban la región del Danubio (Panonia) desde años atrás, desprendimiento de este pueblo ocurrido seguramente del grupo que ingreso en Italia en otros tiempos (s. IV a.C.) y que juntos habrían migrado desde la actual Bohemia (tierra de los Boyos) en Germania. Si tal migración relatada por Estrabón se produjo, solo causó la reunión de este pueblo con sus viejos camaradas.
[5] La mencionada guerra con los galos padanos previa a la 2da Guerra Púnica, tenia como característica la alianza de Insubros y Boios (mas los famosos galos gesatos) contra Roma, y la fidelidad de Cenomanos y Venetos para con la Loba. Cuestión por demás conveniente para el plan romano. Sin embargo, al igual que ahora, los jóvenes cenomanos contrariando a sus mayores, se desentiende de alianzas con Roma y se unen repetidas veces con las fuerzas rebeldes. Cuestion que obligaba continuamente a los lideres cenomanos a deshacerse en disculpas y ruegos de perdón para con los romanos. Efectivas a fin de cuentes, pues sus territorios fueron sistemáticamente respetados por las tropas romanas.
[6] Según la historiografía sobre el tema, los Boyos ya habitaban la región del Danubio (Panonia) desde años atrás, desprendimiento de este pueblo ocurrido seguramente del grupo que ingreso en Italia en otros tiempos (s. IV a.C.) y que juntos habrían migrado desde la actual Bohemia (tierra de los Boyos) en Germania. Si tal migración relatada por Estrabón se produjo, solo causó la reunión de este pueblo con sus viejos camaradas.
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ResponderEliminarNo seria imposible que quedaran restos de los ejercitos de Asdrubal y Magon tras sus debacles entre las poblaciones ligures y galas, pero me parece harto improbable que gente tan indisciplinada como los galos se sometiesen a la autoridad de un simple oficial de un ejercito derrotado.
ResponderEliminarMe parece mas bien parte de la vision romantica de ciertos autores clasicos, como cuando se dice que una falange macedonia al mando de Sopatro combatio en Zama.
Aunque dicho sea de paso, la idea de un patriota cartagines haciendo una guerra Sine Missione por su cuenta e incluso poniendolesuna vez mas en serios apuros, me fascina.
Un saludo. Hector.
Hola Hector. Bienvenido!
EliminarNo seria particularmente extraño que un oficial de Aníbal (o de alguno de sus hermanos) haya quedado en la región como bien se explica en el trabajo. Hay referencias a muchos cartagineses relacionados con los Barca haciendo trabajos similares en diversos sitios. Por ejemplo un tal Magón que fue importante en la revuelta de Cerdeña (te invito a leer el articulo al respecto), o los lugartenientes de los tres hermanos Barca que, o bien cumplían con diversas operaciones bélicas (Maharbal y Hannón con Aníbal Barca), o bien de reclutamiento de mercenarios (otro también llamado Hannón pero al mando de Magón Barca). Así que, repito, no seria particularmente extraña la aparición de este personaje oficiando seguramente como "embajador" o intermediario entre estos pueblos (Galos y Ligures) a fin de mantener fluida la relación con Cartago y asegurar la "fidelidad" y el compromiso a suministrar diversos recursos (sea guerreros, armas o suministros).
Lo que si es algo extraño es su repetida aparición en las dos ocasiones mencionadas en el trabajo. No siendo posible determinar si esto realmente fue así, o si corresponde a un error de las fuentes antiguas (en este caso Tito Livio).
Nos alegra que te guste el sitio, gracias por comentar, y esperamos verte seguido por aquí. Un saludo!!