martes, 23 de diciembre de 2014

LUCIO CORNELIO SILA y La Primera Guerra Mitridática (87-85 a.C.)

Lucio Cornelio Sila fue sin duda una de las figuras más importantes del final de la República Romana. Fue de hecho quien dio el paso para que esta llegara a su final con un hecho que no había tenido precedentes, entrar en Roma al mando de un ejército para instaurarse en el poder. Las constantes luchas entre optimates y populares debilitaron Roma, lo que aprovechó Mitrídates, monarca del Ponto, para arrasar con el poder romano en Asia y Grecia. La guerra había estallado y la Loba no estaba preparada.




Busto de Mitrídates VI  Eupator
Dionysius, también conocido como
"El Grande". Rey del Ponto desde
120 a.C. hasta 63 a.C.
ANTECEDENTES: INESTABILIDAD POLÍTICA EN ROMA Y CONFLICTOS EN ASIA

Hacia finales del Siglo II a.C. la República Romana vivía una situación desigual. Por un lado, habiendo vencido a Cartago, y anexionado su territorio, y habiéndose hecho con el control de Grecia y Macedonia, junto al avance lento pero imparable en Hispania, Roma se había convertido en poco tiempo en la potencia indiscutible del Mediterráneo, algo que se acrecentó aún más cuando el rey de Pérgamo, Atalo III, legó en testamento su reino al pueblo romano[1]. Roma se hacía así, por primera vez, con territorios en Asia.

Sin embargo, la clase media romana, principal sustento del ejército, se iba sumiendo en una creciente crisis económica. Los grandes propietarios  cada vez tenían más poder y usaban su posición en el Senado para acrecentar sus privilegios. Los hermanos Graco quisieron acabar con esta situación y, desde sus cargos como Tribunos de la Plebe, intentaron que se aprobaran unas leyes en contra de los latifundistas y a favor de la clase media agrícola. Pese a que eran leyes justas y beneficiosas para el Estado, el Senado se opuso con fuerza y ambos fueron asesinados mientras ocurrían graves disturbios[2].

Se abría la guerra entre los optimates (que en latín significa “hombres excelentes”), la clase aristocrática que deseaba más poder para el Senado, y los populares (“del pueblo”), que buscaban otorgar más poder a las asambleas populares.

Uniendo tan dispares situaciones, el escenario solo podía terminar con malestar entre la población romana y los disturbios fueron cada vez más frecuentes, a la par que las revueltas de esclavos, que cada vez eran más numerosos en los latifundios. La situación tocó fondo cuando en el año 91 a.C. los aliados italianos (socii) de Roma se levantaron en armas contra la loba, reclamando que, pese a contribuir con idéntico esfuerzo a las guerras, no se beneficiaban de las conquistas.

La guerra se prolongó hasta el 88 a.C., sufriendo Roma varios reveses[3] y, pese a vencer finalmente en el campo de batalla, tuvo que ceder a las pretensiones de los sublevados[4].

Aprovechando esta inestabilidad y la distracción de la guerra, el rey del Ponto, Mitrídates VI, tomó el control de Bitinia y Capadocia, que eran reinos aliados de Roma. Manio Aquilio, legado consular de la provincia romana de Asia, salió al encuentro de Mitrídates y este accedió a retirarse. Sin embargo, cuando el romano solicitó al póntico que entregara parte de su ejército este se negó en rotundo. Fue entonces cuando Manio espoleó a Nicómedes, rey de Bitinia, para que invadiera el Ponto. No obstante, Arquelao, general de Mitrídates lo derrotó en la batalla del río Amnias, para luego hacer lo propio con Manio en el Monte Escorobas (año 88 a.C.). Tras esto, tan solo quedaba la flota romana para hacer frente al enemigo, y esta no tardó en rendirse.

Bitinia, Capadocia y Asia fueron arrasadas por Arquelao y muchas ciudades griegas en Anatolia y el Egeo (especialmente las Cicladas y Eubea) abrieron sus puertas al póntico, aclamándolo como libertador. En este momento, el rey del Ponto ordenó por carta a sus sátrapas el asesinato de todo romano e itálico, incluyendo mujeres, niños y esclavos, que hubiera en Asia. Con esto se aseguraba la lealtad de los griegos, sabiendo estos que la venganza romana sería terrible, quedando como único camino la victoria. Este hecho es conocido como las “Vísperas asiáticas”, y las fuentes narran que hasta 80.000 romanos e itálicos fueron ejecutados[5].

Algunos de los supervivientes de la masacre, incluido Lucio Casio, el procónsul de la provincia, escaparon a Rodas, el otro gran aliado romano en la zona. Mitrídates envió una gran flota hasta allí con el objetivo de tomar la ciudad, que fue férreamente asediada (una vez más).


Tras esto, Arquelao fue enviado a Grecia para tratar de levantarla también contra Roma. En Atenas logró colocar a Aristión como tirano títere y tanto el Peloponeso como Beocia y Macedonia hicieron tratos de amistad con Mitrídates. Tan sólo el buen hacer de Bruto Sura, general romano en Macedonia, logró frenar momentáneamente el ímpetu de los pónticos y evitar que todo el territorio se pasara al enemigo.


Imagen que representa una sesión en el Senado romano.
Desde hacía más de medio Siglo la política romana iba
en decadencia y los conflictos entre clases en ocasiones
se tornaban en guerras abiertas.
EL CURSUS HONORUM DE SILA

Lucio Cornelio Sila nació en Roma en 138 a.C.[6] en el seno de una familia aristocrática venida a menos, aunque no parece que pasaran tanta escasez como se lee en Plutarco. Si bien es cierto que la renta de 9.000 sestercios anuales que recibía Sila no era nada comparada con las grandes fortunas romanas, no se puede decir que viviera en la pobreza. Sí parece cierto que atravesó una mala época tras la muerte de su padre. Sin embargo, su situación cambió a mejor al heredar tanto de una “mujer pública” llamada Nicópolis, que se había enamorado perdidamente de él, como de su madrasta. Se convirtió así en un hombre medianamente acomodado y a la edad de 30 años se vio en condiciones de empezar la carrera política.

Sila nos es descrito por Plutarco como un hombre de buen semblante, piel blanquísima y ojos azules de mirada fiera. Jovial y bromista, siendo mozo, le gustaba la compañía de histriones y gente baladí; de carácter afable y muy dado a amores y disoluto en los placeres[7].

Nombrado Cuestor (107 a.C.) marchó con el Cónsul Cayo Mario a África para combatir al rey númida Jugurta. La guerra se estaba alargando demasiado, empezando a ser impopular entre los romanos, que veían como pese a las derrotas, el Jugurta seguía combatiendo en una guerra de guerrillas interminable. Fue entonces cuando Sila fue enviado como embajador al yerno del rey númida, el rey mauritano Boco I. Ambos entablaron una fuerte amistad, y el africano, que ya de antes temía la ambición de Jugurta, decidió traicionar a su suegro. Sila logró así capturar al númida y terminar de una vez por todas con la guerra (105 a.C.), ganando de paso un enorme prestigio entre la tropa y la simpatía de Mario[8].

Al poco de regresar a Roma Sila se embarcó en una nueva empresa. Un gran ejército de cimbrios y teutones llevaba años amenazando el Norte del territorio romano, derrotando en numerosas ocasiones a las legiones. Tal era el miedo que las leyes fueron saltadas por completo y Mario fue elegido Cónsul por un periodo de 5 años consecutivos, además de ser nombrado general supremo de los ejércitos. Mario aprovechó para hacer una reforma profunda en el ejército. Sin entrar en demasiados detalles de esta guerra, Mario marchó con una parte del ejército para vencer en Aquae Sextae a teutones y ambros (102 a.C.) mientras Sila, como tribuno militar, era enviado junto al procónsul Quinto Lutacio Cátulo César a retener a los cimbrios. Al año siguiente la amenaza sería destruida en Vercellae, en cuya batalla Sila formó en el centro junto a Cátulo, siendo esta la parte de la línea romana que fue atacada con mayor ímpetu, muy en contra de los deseos de Mario, que quería toda la gloria para él y había formado sus soldados en las alas[9].

Apoyándose en sus honores militares, Sila quiso optar a la pretura en 99 a.C., pero fracasó. Haciendo gala de su ego, en palabras de Plutarco, él mismo afirmó que perdió las elecciones debido a la muchedumbre que “creyendo que si en lugar de pretor se le hacía edil daría magníficos juegos y combates de fieras africanas, nombró otros pretores, precisándole a servir el cargo de edil.[10] No tardó en hacer un nuevo intento y en el 97 a.C. consiguió por fin la Pretura Urbana. Al año siguiente fue nombrado Procónsul de la provincia de Cilicia (en Anatolia). Durante su cargo, fue el primer romano en hacer tratos con los partos, cuando el embajador Ortobazo se reunió con él junto con otro embajador del Ponto; y también tuvo ocasión de expulsar de Capadocia a Tigranes II El Grande de Armenia.

Tras expirar su magistratura volvió a Roma, donde se alineó con los optimates, oponiéndose así a su viejo amigo, Cayo Mario, que estaba del lado de los populares.

Durante la Guerra Social, el Senado estaba tan temeroso de la ambición de Mario, que ya había sido Cónsul seis veces, que optó por no darle el mando general de las operaciones. Esté cayó en manos de Sila y de Cneo Pompeyo Estrabón[11]. Entre sus hazañas más destacadas estuvo la toma de Aeclanum (89 a.C.), capital de los hirpinos, y, sobre todo, el recibir la Corona Gramínea, el más alto honor militar romano, por su demostración de valor como comandante al salvar a una legión en Nola.


Busto de Cayo Mario, máximo rival
político de Sila.
LA MARCHA SOBRE ROMA

Estas hazañas le valieron el consulado en 88 a.C., siendo elegido para dirigir la guerra en Oriente contra Mitrídates al mando de seis legiones, que esperaban en Capua.

Sin embargo, los populares habían planeado la vuelta de Mario a la política. Sin que estén claros los motivos, el Tribuno de la Plebe Publio Sulpicio Rufo se pasó al bando de Mario y elaboró una ley por la que se reorganizarían a los aliados italianos como ciudadanos, obligando a los Cónsules a permanecer en Italia. Al enterarse, Sila fue a Roma desde Nola para reunirse con su colega Quinto Pompeyo Rufo y decretar el cese de toda actividad legislativa.  Pero los seguidores de Sulpicio, que pedía la reanudación de la actividad legal, en una vorágine de disturbios, atacaron a ambos cuando celebraban una asamblea, matando al hijo de Quinto Pompeyo (que también era yerno de Sila) y obligando al propio Sila a refugiarse en la cercana casa de Mario. Allí se discutió sobre la situación y finalmente Sila aceptó la ley de Sulpicio.

La situación parecía volver a la normalidad, aunque con una tensión palpable. Sila decidió volver a Nola para reunirse con su ejército y viajar a Oriente. Pero antes de llegar a la ciudad, Sulpicio decidió entregar el mando a Mario y expulsar a los senadores del Senado usando las asambleas populares. La violencia estalló de nuevo en el Foro y algunos nobles trataron de linchar a Sulpicio, pero su escolta de gladiadores lo evitó.

La reacción de Sila fue enérgica, polémica y no falta de astucia. Habló ante todos su hombres, contándoles la situación, añadiendo que seguramente Mario llevaría sus propias tropas a Oriente, privándolos a ellos de la gloria y las riquezas que los aguardaban. En seguida el ejército exigió ser conducido contra la propia Roma. Salvo Lucio Licinio Lúculo[12], que era pariente político de Sila, ninguno de los oficiales secundó la decisión, pero sí el otro Cónsul, Quinto Pompeyo, que se había reunido con Sila.

Este hecho supone un hecho trascendental en la historia romana, el cual analizaremos más tarde.

Los enviados por la asamblea para anunciar al ejército que Mario dirigiría la guerra contra Mitrídates fueron lapidados. Mejor suerte, pero el mismo éxito consiguieron los pretores que se presentaron para disuadir a Sila.

Mario trató de organizar la defensa de la ciudad, pero viendo que el desastre era inevitable huyó junto con sus aliados a África, donde se reorganizaron. Sulpicio sufrió peor suerte y fue asesinado poco después de su huida[13]. Sila entró en la ciudad por tres puntos distintos y sin recibir mucha oposición. Tan solo algunos ciudadanos del Esquilino arrojaron a sus soldados tejas y piedras.

Una vez con el control de Roma, Sila y Pompeyo reorganizaron la política de la ciudad: otorgaron más poder al Senado[14], declaron que las votaciones debían hacerse en los comicios centuriados en lugar de por tribus (como en tiempos de Servio Tulio), propusieron que ninguna cuestión sería preguntada al pueblo sin haber pasado antes por el Senado y restaron poder a los Tribunos de la Plebe, argumentando que la magistratura se había vuelto muy tiránica[15]; y declararon a Mario y sus seguidores[16] como enemigos del Estado. Una excepción fue Lucio Cornelio Cinna que, aunque de la facción de los populares, juró ante el Capitolio que mantendría su buena voluntad hacia Sila[17] y permaneció en Roma. Seguidamente, Sila regresó a su campamento de Nola para acometer la guerra contra Mitrídates según su plan.


Vista de la Acrópolis ateniense.
DESEMBARCO EN GRECIA Y ASEDIO DE ATENAS

En la primavera del 87 a.C. Sila desembarcó en Dirraquio[18] con cinco legiones y algunas cohortes de infantería y caballería[19]. Su primer objetivo era hacerse con Atenas, gobernada por Aristión, un tirano, títere de Mitrídates. Sin perder tiempo marchó con sus tropas atravesando Grecia, mandando por delante a Lúculo, que se entrevistó con Bruto Sura, el comandante romano de la zona, que le cedió el mando de sus tropas. Tras esto se entrevistó con embajadores de ciudades de Beocia, que inmediatamente se aliaron con él dejando de lado los leves lazos de amistad que habían firmado con Mitrídates. Otra de las tareas que hizo Sila antes de llegar a Atenas fue la de recaudar dinero, ya que había partido con gran escasez de provisiones. 

Llegado al Ática, Sila puso él mismo sitio a El Pireo, defendida por el propio Arquelao, mientras destinaba otra parte de su ejército a cercar Atenas. Un primer ataque con escalas fue rechazado, así que los romanos empezaron a construir grandes máquinas de asedio. Para llevar esto a cabo, Sila mandó talar todos los bosques en 100 Km. a la redonda, incluidos los de la Academia.

Sucedió que mientras Sila iba cerrando su cerco sobre Atenas, los populares retomaron el poder en Roma. En 87 a.C. Cina fue elegido cónsul junto al optimate Cneo Octavio, dedicando sus primeros actos a destruir todas las leyes que había implantado Sila, incluido dar amnistía a los populares exiliados, entre ellos Mario. Octavio, con ayuda de la mayoría del Senado, expulsó a Cina y a seis Tribunos de la Plebe de sus magistraturas. Este acto ilegal dio la excusa perfecta para empezar una nueva lucha armada. Cina y Mario reclutaron gran cantidad de tropas y entraron en una agotada Roma, nombrándose Cónsules a si mismos y persiguiendo a todos los seguidores de Sila, que a su vez fue declarado enemigo público. Así pues, gran cantidad de refugiados optimates, junto con sus familias, empezaron a llegar al campamento de Sila, comprometiendo aún más su situación económica.

Varios ataques y contraataques se sucedieron los siguientes meses, sufriendo graves pérdidas ambos bandos. Arquelao empezaba a verse en peligro y pidió refuerzos, llegando el general Dromiquetes con un nuevo ejército; a su vez mandó armar a los remeros. Lanzó después un duro ataque contra los romanos, que se hubieran visto desbordados de no ser por la intervención de Lucio Licinio Murena.

Llegando el invierno, Sila estableció el campamento en Eleusis, extendiendo sus muros desde las tierras altas hasta el mar y siendo precedido por un foso, protegiéndose así de los ataques de la caballería enemiga. Puesto que Arquelao tenía el dominio del mar, por lo que podía abastecer sin problemas a la ciudad, Sila pidió a Rodas que lo apoyaran con su flota. Sin embargo los rodios se vieron imposibilitados de hacerlo puesto que Mitrídates los atacaba sin descanso. Entonces Sila mandó a Lúculo a Siria y Egipto para formar una flota entre los aliados que aún le quedaban a Roma.

Los ataques se sucedían día tras día y poco a poco Sila logró ir ganando terreno, derribando pequeñas secciones de la muralla con trabajos de zapa, proyectiles y arietes, a lo que Arquelao respondía con la construcción de nuevas torres defensivas, y con la aniquilación de enemigos mediante sus catapultas. La situación de El Pireo se veía cada vez más comprometida, mientras que en Atenas empezaba a cundir el hambre. La situación en el campamento romano no era mucho mejor. Dada la escasez de recursos económicos (puesto que había perdido el apoyo de la metrópolis), Sila se vio obligado a despojar de sus riquezas a los templos de Delfos, Epidauro y Olimpia con la promesa de devolver su valor en cuanto pudiera[20]. Tal era la situación que incluso Sila contrajo la sarna, enfermedad que produce gran picor, por lo que el blanco rostro del romano quedó desfigurado por ronchas que lo acompañarían el resto de su vida. Plutarco (Sila, 2’ 1) nos cuenta como esto fue motivo de burla por parte de los atenienses, que le dedicaron unos jocosos versos: “Si una mora amasares con harina, tendrías de Sila entonces el retrato”.


Entretanto, Arcathias, hijo de Mitrídates, desembarcó en Macedonia al mando de otro ejército. Subyugó toda resistencia romana en la zona y estableció sátrapas que gobernaran la provincia. Luego avanzó contra Sila, pero en mitad del camino lo sorprendió una grave enfermedad y murió cerca de Tisaeus. La suerte se puso del lado romano.

Por fin, el 1 de marzo de 86 a.C.[21] parte de un lienzo de la muralla entre las puertas Piraica y Sagrada fue derribado y Sila entró en la ciudad, entregándola al saqueo de sus soldados. No hubo misericordia para sus habitantes y muchos fueron asesinados. Aristión se refugió en la Acrópolis, donde resistió bastante tiempo, hasta que la sed se hizo insoportable. Así mismo, El Pireo fue tomada al asalto poco tiempo después.

Sila reinstauró las leyes que tenía la ciudad antes de pasarse al bando de Mitrídates, vendió a los esclavos en subasta, incautó 40 libras de oro y 600 de plata de la Acrópolis, derribó  los Muros Largos y el gran arsenal de El Pireo y ejecutó a Aristión. Sin embargo, Arquelao logró escapar por mar sin oposición con una parte considerable de su ejército.


Soldados romanos "post-Mario" dispuestos para la carga.
LA BATALLA DE QUERONEA

Arquelao desembarcó en Beocia y rápidamente se dirigió a Tesalia, donde esperaba el ejército del Ponto que había traído Arcathias, ahora bajo el mando de Taxiles. Los pónticos se reagruparon cerca de las Termópilas, juntando un enorme número de tropas, nada menos que 120.000 hombres entre pónticos, tracios, escitas, capadocios, bitinios, gálatas y frigios[22], además de 90 carros de guerra, y avanzaron de nuevo hacia el Sur. Sila no dejó pasar el tiempo y, también a través de Beocia, se apresuró a enfrentarse al enemigo al frente de sus 40.000 soldados, la mayoría itálicos, pero también griegos y macedonios que se había unido a él.

Una vez que ambos ejércitos estuvieron cerca, Sila rechazó el combate en varias ocasiones observando la desventaja numérica que tenía, hasta que, avanzando Arquelao hacia Calcis, estableció su campamento en una región rocosa cerca de Queronea, donde no había posibilidad de escape para los vencidos. Sila estableció su campamento en la colina de Filoboeto, que se alzaba en las cercanías del Monte Parnaso. Desde allí tenía posesión de la amplia llanura y podía obligar a Arquelao a luchar, quisiera este o no. Además, la estrechez del terreno impedía a los pónticos desplegarse en todo su número, haciendo que su superioridad careciera de importancia.

Ordenó Sila excavar numerosas trincheras y levantar empalizadas para que ningún enemigo pudiera superar su posición y, según cuenta Plutarco, para que sus hombres estuvieran tan hartos del trabajo que estuvieran animosos para el combate. Luego avanzó para tomar las ruinas de la ciudad de Parapótamos, que se alzaba junto al valle del río Cefisos, muy cerca de la confluencia con el Asos; para luego seguir avanzando hasta el monte Hedilio, frente al campamento de Arquelao, donde descansó durante el día siguiente.


Sila hizo unos movimientos previos para hacerse con la posición del Monte Turio, que el enemigo había ocupado, y luego avanzó hasta Queronea, donde formó a sus hombres para el combate. Él comandaría el ala derecha romana y Murena la izquierda, mientras que Galba y Hortensio quedarían en retaguardia con órdenes de reforzar la persecución cuando el enemigo fuera derrotado.

1. infantería romana enviada por Sila para tomar el Monte Turio.
2. línea romana, con la infantería en el centro y la caballería en las alas.
3. retaguardia romana formada por 5 cohortes.

4. caballería póntica.
5. carros falcados.
6. tropas ligeras.
7.infantería de línea póntica.
8. charkáspides ("escudos de bronce")

Arquelao ordenó un primer ataque de su caballería, pero fue rechazado sin problemas. Entonces, los carros de guerra pónticos se lanzaron a la carga con gran ímpetu. Los romanos abrieron filas y los carros, sin espacio para maniobrar, fueron fácilmente rodeados por  la retaguardia y masacrados con jabalinas. Tras esto, las infanterías ligeras llegaron a las manos, comenzando un combate que se presumía igualado.

Arquelao hizo una hábil maniobra sobre el flanco izquierdo romano, haciendo que las tropas de los legados Hortensio y Galba acudieran al lugar. Pero actuando imprudentemente pronto quedaron separadas del resto y fueron rodeados. Viendo la oportunidad de romper el frente romano, el general póntico trasladó a 2.000 jinetes hasta aquel punto. Sin embargo, enterado de esta maniobra, Sila se trasladó en persona hasta allí con la caballería del ala derecha, que aún no había entrado en acción. Viendo la polvareda y los estandartes romanos, Arquelao supo que se acercaba Sila y abortó el movimiento, dejando en paz el ala izquierda romana y trasladándose a la contraria, ahora huérfana de líder. Mientras tanto, Taxiles cargó contra Murena con sus mejores tropas, los chalcáspides (“escudos de bronce”, la falange de élite póntica), haciendo que Sila dudara hacia donde acudir. El romano tomó la decisión de volver a su puesto original y enfrentarse a Arquelao, al tiempo que ordenaba a Hortensio ir en ayuda de Murena con cuatro cohortes.

El ala derecha romana había resistido dignamente la acometida de Arquelao y, con la llegada de los refuerzos, los enemigos fueron totalmente rechazados. Parte de las tropas de aquella ala romana persiguieron al enemigo en fuga hasta el Monte Aconcio, cerca de Orcómenos, mientras que el resto rodearon el centro del dispositivo póntico. Así mismo Murena también logró vencer en su ala, y el ejército enemigo al completo emprendió la huída, pero sin espacio a donde ir, tal y como había previsto Sila.

La victoria fue contundente. Según las fuentes tan sólo 10.000 hombres del ejército de Arquelao sobrevivieron, llegando hasta Calcis[23]. Mientras que por parte romana tan solo cayeron 12 hombres, según Plutarco, y 13, según Apiano, cifras que, por otra parte, son difíciles de creer.


Imagen que representa varios tipos de
tropas del ejército póntico.
LA BATALLA DE ORCÓMENO

Mientras todo esto sucedía, Cina[24] había enviado a Lucio Valerio Flaco al mando de dos legiones para que combatiera por su cuenta a Mitrídates. Desembarcando en Epiro, marchó hacia Tesalia, ignorando al ejército de Sila, que a su vez se había desplazado hasta esa región. Sin embargo este alentó a los soldados para que desertaran de Flaco y cientos se unieran a su ejército. Y Flaco, para evitar más deserciones decidió combatir a Mitrídates en el Helesponto.

Tras una breve y fallida incursión en la isla de Zacintos, Arquelao volvió a Calcis, donde se le unió el general Dorilao con 80.000 hombres de refuerzo y la intención de combatir a Sila. Arquelao era partidario de una estrategia menos agresiva, pero finalmente se impuso la decisión de aquel.

Volviendo sobre sus pasos, Sila entró de nuevo en Beocia y eligió el lugar para la batalla, sorprendentemente una extensa llanura en las cercanías de la ciudad de Orcómeno, donde la caballería póntica tendría gran ventaja frente a los romanos.


Situados ambos campamentos uno frente al otro, Sila ordenó cavar una serie de zanjas de tres metros de ancho con reductos fortificados en sus extremos[25] con el objetivo de atrapar al enemigo en la estrechez, anulando la ventaja de la caballería y empujándolos hacia las lagunas que tenían a retaguardia. Arquelao, percatándose de esto, trató de parar las obras con un ataque, pero finalmente fue rechazado de nuevo al campamento[26].

Al segundo día Arquelao formó a todo su ejército para la batalla, dispuesto a dar el todo por el todo para tratar de salir de la trampa que había preparado Sila. Las principales fuentes del conflicto no dan detalle sobre la batalla, sin embargo, Frontino nos da una detallada narración.

Arquelao colocó a sus carros al frente, con el propósito de sumir a los romanos en la confusión; la segunda línea la ocupaba la falange, tras la cual se situaban los auxiliares armados al modo romano junto con fugitivos italianos, en cuya tenacidad había puesto su mayor confianza. En última línea situó a las tropas ligeras, mientras que en los flancos, para tratar de envolver al enemigo, colocó a la caballería, de la que tenía un gran número. En total unos 90.000 hombres[27], de los cuales 65.000 eran infantería[28] y 25.000 caballería.

Sila, por su parte, habiéndose prevenido con las obras de un eventual flanqueo enemigo, se organizó en una triple línea de infantería, dejando intervalos a través de los cuales la caballería y la infantería ligera pudieran avanzar desde la parte trasera allí donde hicieran falta. Entre la primera y la segunda fila de tropas ordenó clavar un gran número de estacas que cumplieron su función cuando los carros de Arquelao cargaron y la infantería romana retrocedió. Entonces los carros quedaron atrapados y los hostigadores romanos pudieron dar cuenta de ellos con facilidad. Los pocos que se salvaron huyeron despavoridos, sumiendo a la falange póntica en la confusión. Las líneas de infantería chocaron, cobrando los romanos ventaja con rapidez. Entonces Arquelao se lanzó con la caballería, pero Sila, apareciendo de forma repentina con sus jinetes hizo retroceder al enemigo y logró la victoria.

Batalla de Orcómeno Sila ordenó a su infantería en tres líneas sucesivas, con grandes huecos entre ellas para poder
avanzar desde la retaguardia con la caballería y la infantería ligera. Además, entre la primera y segunda línea colocó
un gran número de estacas que frenó la carga de los carros de Arquelao, situados en la primera línea enemiga. Estos
eran seguidos por la falange, tras los cuales se situaba la infantería auxiliar armada al modo romano y a los fugitivos
itálicos. Por último, en retaguardia, la infantería ligera, y en los flancos la caballería que se veía impedida en su movimiento
por las obras de zanja y fortificación romanas. La carga de carros fue rechazada y sumió en la confusión a la falange póntica,
que rápidamente fue vencida por las legiones romanas. La carga de caballería de Arquelao fue a su vez vencida por la
caballería romana a las órdenes del propio Sila.
El ejército de Arquelao tuvo 15.000 bajas, destacando los 10.000 jinetes caídos[29], huyendo el resto de hombres de vuelta al campamento.

Temiendo que Arquelao se le escapara de nuevo gracias a su flota, Sila mandó continuar las zanjas para rodear por completo el campamento enemigo, que fue asaltado al día siguiente. El ejército del Ponto fue totalmente aniquilado o capturado[30], pero una vez más Arquelao logró escapar escondiéndose en un pantano en el que encontró un bote con el que huir a Calcis, donde convocó a los restos de las fuerzas de Mitrídates.


Nicómedes IV, rey de Bitinia entre
94 a.C. y 74 a.C. Con posterioridad
a los hechos aquí narrados, se le
relacionó con Julio César.
LA  PAZ DE DÁRDANO

Mientras tanto, en el campamento de Sila, los refugiados optimates y la propia mujer de este, Metela, presionaban para realizar una nueva marcha sobre Roma y recuperar sus bienes y el poder. Pero Sila no podía no podía luchar en dos frentes ni abandonar Grecia, o Mitrídates volvería a invadirla y todo su trabajo se habría perdido, además, al carecer de flota se veía en una desventaja estratégica importante[31].

Fue entonces cuando Mitrídates, enterado de la nueva y aplastante derrota en Orcómeno y hastiado de haber perdido tantos hombres, envió un mensaje a Arquelao para que este negociara una paz en las mejores condiciones posibles.

A pesar de la necesidad, Sila se mostró inquebrantable en la entrevista que mantuvo con Arquelao, exigiendo para llegar a la paz que Mitrídates entregara toda la flota, la entrega sin pago de todos los generales, soldados, embajadores, desertores y fugitivos capturados, enviar de vuelta a casa a los habitantes de Quios (aliados de Roma y cuyo territorio había sido invadido) y los demás a los que el Ponto a arrastrado, eliminar todas las guarniciones de los lugares ocupados tras estallar las hostilidades y contentarse con sus antiguos dominios y pagar el coste de la guerra[32]

Mientras Arquelao volvía con su rey para informarle de las condiciones, Sila marchó al Norte a combatir a los dárdanos y otras tribus que continuamente amenazaban las frontera de Macedonia. Así, al tiempo que mantenía ocupados y ejercitados a sus soldados conseguía botín para pagarles.

La respuesta de Mitrídates no se hizo esperar, llegando los embajadores pónticos más o menos al mismo tiempo que reaparecía Lúculo con una pequeña flota compuesta de barcos traídos de Chipre, Fenicia, Rodas y Panfilia. El rey aceptaba todos los términos excepto el referente a abandonar Paflagonia. Además, tuvo la osadía de argumentar que quizás obtuviera mejores términos si negociaba la paz con otro general romano, como el Cónsul Flaco.

Sila, indignado, respondió que no solo iba a castigar a Flaco sino que además iba a invadir Asia y así se vería si Mitrídates quería la guerra o la paz.

Como comentábamos antes, el Cónsul Flaco guerreaba contra Mitrídates en el territorio de los Estrechos. Como no tenía experiencia en el arte de la guerra, Cayo Flavio Fimbria, hombre de rango senatorial, lo acompañó de forma voluntaria. Conforme avanzaba la campaña, quedó patente para el ejército que Flaco era un bribón avaricioso y sin honor con lo que el malestar empezó a crecer en la tropa. Sin entrar en los detalles[33], Fimbria se rebeló contra él y acabó con su vida en la ciudad de Nicomedia, autonombrándose general del ejército. Tras esto luchó en varias batallas de forma exitosa contra el hijo de Mitrídates, e incluso estuvo a punto de capturar al propio rey, arrasó todas las ciudades de Asia que se negaron a abrirle las puertas, hasta que finalmente llegó a Ilión (la antigua Troya). Argumentando amistad con el pueblo romano, convenció a los ilianos para que le abrieran las puertas, tras lo cual Fimbria ordenó una masacre indiscriminada y quemó la ciudad.

Ya en el 85 a.C., Sila atravesó Tracia, al tiempo que Mitrídates avanzaba desde Pérgamo. Ambos personajes se reunieron en la ciudad de Dárdano (en la Tróade) para negociar a la vista de sus ejércitos y en presencia de los reyes Ariobarzanes de Capadocia y Nicómedes de Bitinia. Hubo acusaciones y reproches en ambas direcciones, pero finalmente el póntico aceptó los términos de Sila. Ciertamente, la situación de Mitrídates había empeorado mucho en poco tiempo, Fimbria batallaba con un éxito incesante en Asia, Sila había barrido a los pónticos de Grecia y su lugarteniente, Lúculo, del Egeo[34]; y las exigencias romanas no eran especialmente duras (sobre todo teniendo en cuenta como se las gastaban los romanos). Así pues, Mitrídates devolvió la provincia de Asia a Roma, así como los tronos de Capadocia y Bitina a sus reyes nativos, entregó 3.000 talentos de oro y 80 trirremes a Sila, para que a cambio este le confirmara en el trono del Ponto, así como se comprometía a no tomar represalias contra las ciudades que lo apoyaron (aunque esta última cláusula no se atendió en muchos casos)[35].

Sila ya tenía las manos libres para hacer frente a sus enemigos en Roma, y, evidentemente, su primer objetivo era Fimbria, que esperaba en Tiatira[36]. Estableció su campamento a 400 metros del enemigo y ordenó a Fimbria que le entregara su ejército, este al principio se mostró burlón y orgulloso, pero cuando muchos de sus hombres cambiaron de bando y el resto se negó a combatir a sus conciudadanos, entró en cólera y, tras intentar asesinar a Sila por mano de un esclavo, él mismo se quitó la vida.

Sila se dedicó entonces a reorganizar los recuperados territorios romanos en Asia. Entre otros asuntos tuvo que reprimir algunas rebeliones de esclavos liberados por Mitrídates, cuando él ordenó que debían volver con sus antiguos amos. Y finalmente, impuso un enorme tributo a las ciudades que habían prestado apoyo al rey del Ponto, aunque la cifra que da Plutarco (Sila, 25’ 2), de 100.000 talentos parece a todas luces exagerada y partidista.

Liberado ya de toda distracción y con las arcas llenas, Sila puso su mirada en Italia buscando el mejor momento para regresar.


CONCLUSIONES

Sila quizás sea el personaje que mejor ejemplifique el final de la República Romana, un Estado militarmente imparable pero sumido en una creciente crisis política.

Se estaba perdiendo aquel equilibrio de poder que alabara Polibio[37] de la “constitución” romana, en el que monarquía (representada en los Cónsules), aristocracia (Senado) y democracia (asambleas populares) tenían un peso equivalente. Ahora los distintos poderes de la República luchaban entre sí para hacerse con el control. La plebe, cada vez más empobrecida, estaba indignada y furiosa con la aristocracia y se apoyaba en los populares para que defendieran sus derechos y tratar de conseguir mayor igualdad. Estos a su vez usaban a la plebe en pos de alcanzar las más altas magistraturas en contra de los optimates, que pretendían mantener y aumentar su posición económico-política dominante.

Sila apareció para convertirse en un personaje controvertido. Sus acciones políticas aunaron venganza contra sus enemigos y el llevar a cabo una necesaria regularización de las instituciones romanas. Sin embargo, al irrumpir con el ejército en la propia Roma estableció un nuevo factor en la política de la urbe. Ahora, cualquier general que tuviera el apoyo de su ejército podría dictaminar la forma en que se gobernaría Roma, convirtiendo la “constitución” en una farsa.

Su carrera militar está llena de grandes hazañas, pero es en la guerra contra Mitrídates, en la que tiene todo el peso de las operaciones como Cónsul, cuando demuestra un mayor grado de arrojo, decisión, determinación y astucia. A pesar de estar en clara inferioridad numérica, no poseer una flota de apoyo, ni recursos económicos suficientes o apoyo exterior que lo pudiera subsanar siempre estuvo un paso por delante de su principal rival, Arquelao (y ni que decir tiene de otros como Taxiles). Su carisma venció a Fimbria sin necesidad de luchar, característica esta no menos importantes que las demás. Sin embargo, de nuevo los problemas políticos en Roma lo alejaron de obtener una victoria total sobre el Ponto y quién sabe si añadir alguna provincia más al “imperio”. Así pues, el problema mitridático no quedó del todo resuelto, siendo la Paz de Dárdano un inestable parche que no tardaría en desaparecer ante la tensión existente entre el reino del Ponto, que quería erigirse como salvador de los griegos, y la República Romana, que sin demasiada sutileza ampliaba sus fronteras por todo el Mediterráneo. Los conflictos no habían hecho más que empezar.



Autor: Alejandro Ronda


Imagen de Plutarco, principal fuente, junto con Apiano,
de los hechos narrados en este artículo.
Bibliografia:
-Plutarco; Vidas Paralelas.
-Apiano de Alejandría; Guerras Mitridáticas.
-Apiano de Alejandría; Primera Guerra Civil de la República Romana.
-Salustio Crispo; Historias.
-Estrabón; Geografía.
-Diodoro Sículo; Biblioteca Histórica.
-Memnón; Historia de Heraclea.
-Pausanias; Descripción de Grecia.
-Dion Casio; Historia Romana.
-Justino; Epítome de Pompeyo Trogo.
-Aurelio Victor; De Viris Illustribus Urbis Romae.
-Eutropio; Resumen de Historia Romana.
-Paulo Orosio; Historiae Adversum Paganos.
-Lucio Aneo Floro; Epítome de Tito Livio.
-Cornelio Nepote; Sobre los Hombres Ilustres.
-Veleyo Patérculo; Historia Romana.
-Tácito; Historias.
-Tácito; Anales.
-Valerio Máximo; Factorum et Dictorum Memorabilium.
-Granio Liciniano; Historia de Roma.
-Polieno; Estratagemas.
-Amiano Marcelino; Historias.
-M. Tulio Cicerón; Discursos Judiciales de Defensa.
-Polibio de Megalópolis; Historia General.





[1] Año 133 a.C. Hubo un personaje, Eumenes III Aristónico, que aseguraba ser hermano de Atalo y luchó por hacerse con el control del reino, apoyándose en las clases bajas. Pero finalmente fue derrotado por el cónsul Marco Perpena en 129 aC.
[2] Tiberio Sempronio Graco, el mayor, fue muerto en 133 a.C., el día en que se presentaba a su nuevo mandato. Cayo Sempronio Graco, murió en 121 a.C. por mano de su esclavo a petición suya cuando escapaban de los cónsules, a los que se le había otorgado poderes especiales para acabar con los disturbios en Roma.
[3] Como en 90 a.C., cuando Publio Rutilio Lupo fue derrotado y muerto en el Valle de Toleno o en 89 a.C., cuando Lucio Porcio Catón es derrotado y muerto en la batalla del Lago Fucino.
[4] Bajo el decreto de tres leyes: Ley Julia (año 90 a. C.), en la que Roma otorgaba la ciudadanía romana a las ciudades itálicas que habían permanecido fieles y lo solicitasen, autorizando a los generales a concederla a los soldados no romanos que lo mereciesen; la ley Plautia-Papiria (89 a. C.), en la que Roma concedía la ciudadanía a cualquier itálico, incluso sublevado, que se hiciese inscribir en los registros del pretorio en un plazo de dos meses; y la ley Pompeya (año 89 a. C.), que otorgaba el derecho latino a las ciudades de la Galia Cisalpina que aún no lo poseían.
[5] Ciceron Man, 7; Livio Per, 78; Veleyo 2, 18’ 1-2; Valerio 9, 2e’ 3; Memnon 22’ 9; Plutarco Sila, 24’ 7 (que eleva la cifra de muertos a 150.000); Tácito Ann, 4’ 14; Plutarco Pompeyo, 37’ 4; Floro 1, 40’ 7-8; Apiano Mit, 22’b-23’b;  Dion Casio 101’ 1 y 109’ 8; Orosio 6, 2’ 2-3.
[6] Veleyo 2, 17’ 3; Plutarco Sila, 6’ 18.
[7] Plutarco Sila, 1’ 2.
[8] Dados los hechos posteriores, debemos contradecir las palabras de Plutarco (Sila 4’ 1), quien afirma que este hecho fue el origen de la fricción entre ambos personajes.
[9] Plutarco Mario, 25’ 4 – 27’ 8.
[10] Plutarco Sila 5’ 1.
[11] El padre del famoso Pompeyo El Grande.
[12] Lúculo (118 – 56 a.C.), con posterioridad, tendría una importante trayectoria política y militar.
[13] Plutarco (Sila, 10’ 1) nos cuenta que lo mató su propio esclavo. Pero existen otras versiones menos amarillas, como la de Apiano (Guerras Civiles, 60’ c) que nos narra que fueron unos agentes enviados a tal propósito o la de Velio (2, 19’ 1) afirma que fue alcanzado por unos jinetes y muerto cerca de los pantanos Laurentinos, entre otras versiones menos específicas dadas por otros autores.
[14] De 300 Senadores, el número ascendió hasta los 600.
[15] Las reformas en Apiano Guerras Civiles, 59’ a-c.
[16] Entre los que destacaban Mario el Joven (hijo de Mario), Publio Catego, Junio Bruto, Cneo y Quinto Granio, Publio Albinovano, Marco Letorio. Apiano Guerras Civiles, 60’ a-c.
[17] Plutarco Sila, 10’ 3-4;
[18] La antigua ciudad griega de Epidamnos, en Iliria. Actual Dürres, en Albania.
[19] Apiano Guerra Mitridática, 30’ a.
[20] Diodoro 38, 7’ 1; Plutarco Sila, 12’ 5-14; Pausanias 9, 33’ 6 y 10, 21’ 6.
[21] Plutarco Sila, 14’ 6.
[22] Apiano Guerra Mitridática, 41’ c.
[23] Plutarco Sila, 19’ 4; Apiano Guerra Mitridática, 45’ a.
[24] Cayo Mario había muerto poco más de un mes después de entrar en Roma y Flaco lo sustituyó como Cónsul.
[25] Frontino Estratagemas, 2, 3’ 17.
[26] Tanto Plutarco (Sila, 21) como Apiano (Guerra Mitridática, 49) narran que los pónticos a punto estuvieron de vencer a los romanos y fue la heroica acción de Sila, saltando de su caballo, recogiendo un estandarte y alentando a viva voz a sus tropas lo que salvó la situación. Sin embargo, Apiano da esta acción como el origen de la batalla, a diferencia de Plutarco, que la sitúa un día después.
[27] Apiano Guerra Mitridática, 49’ a.
[28] Granio Liciniano 24.
[29] Apiano Guerra Mitridática, 49’ c.
[30] 25.000 capturados, según Granio Liciniano 24.
[31] Lúculo había sido recibido calurosamente por Ptolomeo, pero este no le prestó gran ayuda. Tras esto viajó por todo el levante mediterráneo tratando de conseguir una flota entre fenicios, chipriotas, cilicios y rodanos.
[32] Apiano Guerra Mitridática, 55’ b.
[33] Por ejemplo en Apiano Guerra Mitridática, 52’ a-c.
[34] Lúculo acababa de derrotar a Neoptolemo, almirante de Mitrídates, en la batalla de Tenedós.
[35] Aunque Apiano y Plutarco dan una extensa explicación sobre los pormenores del tratado, no dan datos sobre la cantidad de oro entregada, pare ello seguimos a Memnon (25’ 2), así como para el número de navíos dados, que según Plutarco (Sila, 24’ 6) fueron 70.
[36] Actual Akhisar, en los límites de Lidia y Misia.
[37] Polibio 6. 11’ 11: “En cuanto a la constitución romana, tenía los tres elementos, cada uno de ellos posee poderes soberanos: y su respectiva cuota de poder en todo el Estado había sido regulado con un sentido tan escrupuloso con la igualdad y equilibrio, que nadie podía decir con certeza, incluso un nativo, si la Constitución en su conjunto era una aristocracia o democracia o despotismo. Y no es maravilla, porque si limitamos nuestra observación al poder de los cónsules debemos estar dispuestos a considerarlo como despótico [monarquía]; si en la del Senado, como aristocracia; y si finalmente se observa el poder que poseen las personas, parece un caso claro de una democracia. Lo que los poderes exactos de estas varias partes eran, y siguen, con ligeras modificaciones, son las siguientes.”

6 comentarios:

  1. Siempre me llamó la atención que el infame traidor Sila entrase con sus tropas en Roma, contra toda ley y tradición. Desagradecida mora harinada, así recompensó mi generosidad para con él...

    Fuera bromas, es curiosa la forma que tuvo Mitrídates de presentarse ante los griegos como un salvador en contra de los romanos, y el eco que obtuvo, pese a ser un monarca tan orientalizado. Demasiado odio había sembrado el imperialismo romano.

    Excelente trabajo. Sólo eché de menos una pequeña reseña del ejército póntico. En otro artículo seguro que remediarás eso, oh bárquida.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Mario!
    Como bien dices los griegos nunca vieron con buenos ojos estar bajo el yugo de esos bárbaros venidos de Italia... al menos Mitrídates, aunque oriental, tenía gran influjo helenístico. De todos modos no creo que los griegos se fueran a someter por las buenas al Ponto, solo esperarían su momento para actuar, una vez la amenaza romana estuviera lejos. Esta forma de pensar se ve, por ejemplo, en como actúan los beocios cuando llega Sila, todos les abren las puertas, seguro que no por afinidad con el romano sino para salvar sus tierras de saqueos.

    Me apunto lo de la reseña sobre el ejército póntico, la cual añadiré a este mismo artículo en el menor tiempo posible.

    ResponderEliminar
  3. Excelentísimo trabajo sobre un tema del que espero un día hacer algo. Enhorabuena Alejandro Ronda.
    Lo cierto es que los romanos se habían granjeado un odio enorme en muchas zonas del Mediterráneo. En un artículo que escribí hace ya sobre Pompeyo y su campaña contra los piratas esto queda bien patente.

    Hay una cosa que me chirría y es sobre las cifras en el ejército póntico. Son a todas luces exageradísimos. En mi opinión los ejércitos de Mitrídates no superarían apenas, si es que lo hacían, al romano. Las medidas que se tomaron en Queronea y Orcómeno fueron para contrarrestar la caballería enemiga y no esa supuesta enorme superioridad numérica.

    Si nos vamos a las cifras seleúcidas en Rafia, Termópilas, Magnesia, Dafne y las comparamos con los 200.000 soldados que supuestamente reúne Mitrídates contra Sila (al que habría que sumar el resto de tropa en guarniciones, etc.) son del todo disparatadas. De hecho, Antíoco Sidetes en su campaña contra los partos en el 130 a.C. reúne a 80.000 hombres según Justino, y eso que el autor es a veces exagerado y poco fiable por tanto. Si la tomamos como cierta, deja patente que Mitrídates, 40 años después, no pudo haber reunido a 200.000 hombres.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, ya sabemos que las exageraciones sobre las tropas "bárbaras" ya eran comunes a los griegos: los millones de persas que nos dicen Heródoto, Jenofonte, Arriano...

      Encontramos visiones modernas que tratan de reducirlas, explicarlas incluyendo no combatientes, cálculos mal hechos que habría que diezmar, o directamente exageraciones para aumentar el prestigio ante la victoria: en este caso es insostenible que en esta batalla de Queronea haya sólo 12 muertos romanos por 110.000 enemigos.

      Eliminar
  4. Gracias por los comentarios, Francisco.
    Muy cierto, por eso siempre que doy una cifra lo hago diciendo "según tal autor". Desde luego los 120.000 hombres en Queronea es una cifra del todo exagerada. Por hacer una comparación (aunque con todo el cuidado que hay que tener en esto) en Zela, Farnaces reúne para el Ponto unos 20.000 hombres contra César.
    Sí creo que Arquelao contaba con algo más de hombres que los que tenía Sila, pues se muestra más agresivo, sobre todo en Queronea. Pero no creo que superara los 50.000 hombres en ningún caso. Ojo! esto es un número totalmente especulativo. Cuando haga el Anexo del ejército póntico trataré de dar algo de luz también sobre estas cifras.

    ResponderEliminar
  5. Interesantísmo trabajo Alejandro!! muy bueno en serio.. excelentes los mapas y gráficos. Un lujo..

    Cuantas aristas para abordar en un posible debate. No solo el de las cifras que están mencionando, muy interesante por cierto, en cuanto a la valoración de la victoria romana (importantísima victoria, sin dudas). También esta el tema de la política interior romana, los conflictos de poder, o los conflictos sociales desatados. O las implicancias de las decisiones en el devenir histórico de la metrópolis, como esto de avanzar con el ejército sobre Roma. La política exterior romana..
    En fin.. un muy buen trabajo sobre otro momento cumbre de la historia romana protagonizado por un personaje de lo mas interesante.

    Felicitaciones y a la espera de ese "estudio" sobre el ejército póntico. Y atento a sus comentarios, a ver como se desenvuelve el debate..

    Saludos!!

    ResponderEliminar

anabasishistorica@gmail.com