domingo, 15 de julio de 2018

MAMERTINOS, 288-264 a.C. Auge y caída del Estado mercenario




Tras la traicionera conquista de Mesana, aquellos mercenarios de origen campano contratados por Agatocles se hicieron llamar Mamertinos, hijos de Marte, declarando que, a partir de ese momento, solo serían súbditos del dios de la guerra. Generalmente conocidos como los causantes de la primera guerra entre Roma y Cartago, ¿Quiénes fueron en realidad los mamertinos y cómo fue el Estado que articularon?





Imagen con distintos guerreros de origen osco: caraceno,
hirpino, pentro y caudino. En sus panoplias se puede observar
las influencias latina y griega. Los estados griegos de la
Magna Grecia y Sicilia contrataron a muchos de estos
guerreros como mercenarios.
Mercenarios y propietarios. Los mamertinos en Siracusa

Debido a los constantes enfrentamientos entre Cartago y griegos por el control de Sicilia y la constante irrupción de tiranos en las ciudades de estos últimos, fue más que habitual la llegada de mercenarios a la isla. Italia se había convertido en una fuente inagotable de mercenarios ya fueran etruscos, brutios, lucanos, samnitas o campanos. En algún momento de su reinado (304-289 a.C.) Agatocles de Siracusa se hizo con los servicios de un numeroso grupo de estos últimos, descendientes de las tribus de las colinas de habla osca, y los instaló en la ciudad, otorgándoles tierras. Establecer mercenarios en tierras propias no debe ser visto como algo excepcional, mucho menos en Siracusa, pues ya Gelón (485-478 a.C.) “había inscrito en las listas de ciudadanos a más de 10.000 mercenarios extranjeros” (Diodoro XI, 72’ 3); y más tarde Dionisio el Viejo (405-367 a.C.) realizó esta política a gran escala, repoblando o colonizando ciudades enteras, como por ejemplo Tauromenio, cuyos habitantes fueron expulsados para establecer mercenarios elegidos personalmente (Diodoro XIV, 96’ 4). Y más común fue la agregación de grupos mercenarios al territorio de una ciudad, como en el caso de Leontinos (Diodoro XIV, 78’ 1-3). Las ventajas de esta práctica eran claras: reforzar la estabilidad del régimen y asegurar con tropas fieles los puntos estratégicos del imperio siracusano, además del evidente ahorro en sueldos.

Agatocles muere en 289 a.C. y se desata en Siracusa una cruenta lucha por el poder entre Hicetas y Menón y la consiguiente inestabilidad social. En este contexto los mercenarios campanos reclamaron poder participar en la elección de magistrados, lo que equivalía a reclamar la ciudadanía plena, a lo que los siracusanos se negaron. Pese a esas condiciones favorables (eran propietarios de tierras, algo que cualquier mercenario del mundo antiguo deseaba), los campanos ansiaban la integración política plena y viéndose con poder en este contexto de guerras intestinas intentaron sacar provecho. La disputa se recrudeció, llegando a las armas, y solo tras largas y duras negociaciones se llegó al acuerdo “de que dentro de un tiempo determinado los mercenarios deberían vender sus posesiones y salir de Sicilia” (Diodoro XXI, 18’ 1).


Traición: Toma de Mesana

En 288 a.C. los mercenarios campanos abandonaron Siracusa de conformidad con el acuerdo y se dirigieron al Norte para cruzar el angosto estrecho que separa Sicilia de la Península italiana. Llegaron así a la ciudad de Mesana. Esta se encuentra situada en la costa nororiental de Sicilia, dominando uno de los lados del estrecho, un lugar, en definitiva sumamente estratégico, tanto comercial como militarmente.

Según las fuentes[1] la ciudad los recibió como amigos y aliados, aunque es posible que esto tan sólo fuera escrito para enfatizar la traición que se estaba cocinando. La ciudad de Mesana, por su situación era la vía natural por la que pasar de Sicilia a Italia y viceversa y sus habitantes estaban más que acostumbrados a acoger grupos de mercenarios que volvían a sus hogares después de que sus contratos hubieran terminado. Tanto o más importante era que las polis griegas de Sicilia y la Magna Grecia se habían visto superadas a partir del S. IV a.C. y salvo Tarento, Agrigento y Siracusa (y no siempre) eran incapaces de defenderse por si mismas. Debían sobrevivir cambiando de bando en un panorama político cada vez más turbio o, directamente, recurrir a protectores, como podían ser Cartago, Siracusa o generales griegos como Alejandro el Moloso [ver el artículo Alejandro I el Moloso] o Pirro y, más tarde, Roma [ver el artículo Roma Potencia]. En este contexto, quizás los campanos fueran contratados como defensores de Mesana, de ahí las palabras “amigos y aliados” que nos dice Diodoro. De hecho, Mesana había estado bajo la esfera de influencia de Agatocles y es posible que los ancianos de Siracusa gestionaran con aquella ciudad para que acogieran a los mercenarios.

Sin embargo, el destino iba a ser cruel con los mesenos. Los mercenarios campanos asesinaron o expulsaron a los hombres de la ciudad, se casaron con sus esposas y se repartieron las tierras, tomando el control absoluto de Mesana. Se hacían así, con suma facilidad, con una de las más ricas y estratégicas ciudades de Sicilia, y a partir de entonces se hicieron llamar Mamertinos, hijos de Mamers, el equivalente osco del dios romano Marte, para mostrar que solo se declaraban súbditos de la divinidad a la que se consagraban.

Imagen actual de Mesina, donde puede observarse su puerto en "forma de hoz" que le dio su primer nombre: Zancle.
Al fondo se pueden observar las costas de Calabria, con Regio a la derecha. 

A lo largo de la historia, Mesana sufrió varias destrucciones, despoblaciones, reconstrucciones y repoblaciones. Había sido fundada por piratas cumanos a finales del S. VIII a.C. (seguramente sobre un asentamiento sículo previo) con el nombre de Zancle (“hoz” en lengua sícula, haciendo referencia a la forma de la lengua de tierra que forma su puerto). A principios del S. V a.C. un tirano de origen mesenio expulsó a los descendientes de los piratas y refundó la ciudad, repoblándola con dorios mesenios y le cambió el nombre a Mesana, en recuerdo de su patria. Los mamertinos ahora quisieron hacer lo mismo y llamarla Mamertina, pero no llegó a cuajar.



Moneda mamertina. Se inspira en producciones siracusanas,
puesto que fue Siracusa el Estado que los empleó como
mercenarios, de modo que reproducían así los modelos a los
que estaban acostumbrados. El anverso muestra la cabeza de
Ares laureado y un águila con las alas semiextendidas sobre
un haz de rayos en el reverso. Los motivos y la lengua
empleada remiten a modelos griegos, pero las señas de
identidad de los mamertinos se dejan notar.
El Estado mamertino

Usando Mesana como base de operaciones, rápidamente los mamertinos expandieron su influencia sobre las poblaciones cercanas. A lo largo de la década de 280’, saquearon numerosas ciudades sicilianas, algunas tan lejanas como Gela y Camarina; y “también hostigaban, y no poco, a los cartagineses y los siracusanos” (Polibio I, 8’ 1).

En 280 a.C. la mala situación en el Estrecho se agravó aún más. Mientras Roma estaba ocupada con Tarento y Pirro y tomando el ejemplo de los mamertinos, y quizás con su apoyo, la guarnición romana, también de origen campano, destinada a proteger la ciudad Rhegio se reveló contra la población y la tomó a traición. Rhegio se levantaba justo al otro lado del estrecho y era un enclave casi tan importante como la propia Mesana. En seguida, Decio, el comandante de la guarnición, y los mamertinos firmaron un tratado de amistad “pensando que la naturaleza similar de sus atropellos los convertiría en los aliados más confiables” (Dión Casio 40’ 11)[2]. Contando con Mesana y Rhegio se controlaba el paso por el estrecho y entre Italia y Sicilia. Con la flota adecuada, el estrecho podía ser vigilado desde otros lugares, como el Cabo Peloras, pero no así el paso entre la península y la isla, como se vio en 264 a.C. al inicio de la Primera Guerra Púnica.


Pero todo esto no debe hacernos pensar que los mamertinos fueron un grupo bárbaro, salvaje y desorganizado que se limitó a ejercer la piratería en el estrecho y a atemorizar a las comunidades vecinas a las que exigían tributo para salvaguardar su seguridad. No podemos olvidar que por su servicio a Agatocles habían recibido tierras y que ansiaban participar en la elección de magistrados en Siracusa, lo que deja clara su vocación política y su deseo de prosperar e integrarse en la sociedad griega. Un análisis de sus acuñaciones de monedas deja claras estas aspiraciones. El mero hecho de emitir moneda nos hace ver un cierto nivel de organización Estatal y un deseo de ser reconocidos por las demás poleis y pueblos. Y que estas monedas estuvieran inspiradas en modelos siciliotas con la leyenda Mamertinôn, escrita en griego, nos muestra tanto su nivel de integración como su afán de encajar en la cultura dominante. Pero por otro lado, la enfatización del dios de la guerra y de los elementos itálicos, como armas, demuestran el orgullo a su identidad étnica y guerrera ante sus enemigos griegos y cartagineses.

Las fuentes no nos han hecho llegar cifras acerca de cuantos eran estos exmercenarios cuando se establecieron en la ciudad. Tan sólo podemos imaginárnoslo a partir de la cifra de 8.000 infantes y 1.000 jinetes que nos da Diodoro para la batalla de Longano. Sin embargo, ¿eran todos ellos los campanos originales? ¿Se habría convertido Mesana en un foco que atrajera a otros campanos o a gentes de otros pueblos? Analizando el epílogo de su historia podemos deducir que así fue. En el contexto de su última derrota, llama la atención la frase de Diodoro (XXII, 13’ 6) en la que los mamertinos, al saber que “su general, y todos sus soldados también habían perecido, decidieron presentarse ante el rey como suplicantes”. Se deducen aquí gentes con oficios diferentes al militar: agricultores, artesanos, comerciantes… Amén de la clase política, que velarían por sus intereses y, sin soldados para protegerlos, reclamarían la paz. Probablemente, pues, grupos más o menos numerosos de campanos, hombres, mujeres y niños, gente en busca de fortuna y familiares de los exmercenarios, fueran llegando a Mesana para establecerse; a los que podrían sumarse, en menor medida, otras gentes de pueblos oscos, sículos, o incluso mercenarios que desertaran de ejércitos cartagineses y siracusanos buscando alcanzar la ciudadanía en aquella ciudad que brindaba nuevas oportunidades.


Estatua de Pirro de Epiro
¿Pirro contra los mamertinos?

En 278 a.C. llegó a la isla el rey Pirro de Epiro, tras la llamada, meses antes, de Tenón y Sosístrato, que se disputaban el control de Siracusa una vez el primero había expulsado a Hicetas en 279 a.C, y que ahora se hallaban totalmente angustiados ante el asedio que los cartagineses ejercían sobre la ciudad. El audaz rey se entusiasmó con la posibilidad de nuevas aventuras y tierras por conquistar y estando la guerra contra Roma enquistada se apresuró a firmar una tregua con estos para marchar a Sicilia.

Diodoro nos hace una pequeñísima referencia sobre la actitud de los mamertinos ante este hecho y es que, según el sículo: “habiendo hecho una alianza con los cartagineses, decidieron unirse a ellos para tratar de impedir que Pirro cruzara a Sicilia” (Diodoro XXII, 7’ 4). Sin embargo nada más menciona: ni que acciones llevaron a cabo junto a los púnicos, ni tampoco si se libró alguna batalla contra el epirota o si este les arrebató alguna plaza. Por otro lado ¿qué  motivos tendrían los mamertinos para querer aliarse con su antiguo enemigo contra Pirro? En este asunto las fuentes también callan por lo que tan sólo podemos conjeturar. Los campanos debían conocer sobradamente la fama del rey y sus victorias sobre la república romana y sabrían de su carácter ambicioso. Quizás los mamertinos, con más o menos atino, vieran amenazada su posición y sus posibilidades de saqueo; y puesto que ejercían un férreo control sobre algunas ciudades griegas, temerían que estas se aliaran con Pirro nada más este pusiera pie en la isla.

Las fuentes si son más claras, sin embargo, al tratado firmado en 279 a.C. entre Roma y Cartago, por el cual debían prestarse ayuda mutua contra Pirro[3]. Pero la narración que Diodoro hace sobre una supuesta acción en la que la flota cartaginesa desembarcó a 500 romanos en Rhegio para prender fuego a la madera que se había reunido para construir barcos con los que Pirro cruzaría a Sicilia es puesta en duda por muchos historiadores, entre los que destacaremos a Hoyos y Mitchell.

En cualquier caso, Pirro logró cruzar sin demasiadas dificultades, gracias, según Diodoro, a la intervención de Tyndarion, tirano de Tauromenio, que “se inclinó a favor de Pirro y estaba listo para recibir sus fuerzas en la ciudad” (Diodoro XXII, 7’ 4).

Pirro logró arrinconar a los cartagineses en Lilibeo, en el extremo Occidental de Sicilia; pero las fuentes se muestran extremadamente parcas a la hora de describir la guerra entre Pirro y los mamertinos, teniendo únicamente a Plutarco (Pirro, 23’ 1) como narrador. Según nos cuenta, el rey “se apoderó de sus recaudadores de tributos y los mató, luego conquistó a la gente en la batalla y destruyó muchas de sus fortalezas”. Sin embargo, no parece que el poder mamertino ni tan siquiera se tambaleara y no existe referencia alguna sobre algún avance sobre Mesana.

Tras dos años en Sicilia, y tras un infructuoso asedio de solo dos meses a la ciudad de Lilibeo y viendo que perdía aliados debido a su política despótica, el inquieto Pirro decidió abandonar esta empresa en 276 a.C. y regresar a Italia[4].

Nos cuenta Plutarco (Pirro, 24) que mamertinos y cartagineses actuaron conjuntamente para dificultar su vuelta a Italia. Los campanos pasaron al continente, quizás con ayuda de la flota púnica y una vez allí ocupando posiciones favorables, pero evitando la batalla, pusieron en dificultades a Pirro,mataron dos elefantes y murieron muchos de la retaguardia”. La acción es verosímil, pues no sólo contaban con el apoyo de Cartago, sino también con el de Rhegio; pero el número de 10.000 mamertinos que nos da Plutarco es, a nuestro entender, del todo exagerado. Por un lado, como él mismo dice, no pretendían presentar batalla y por otro esa cifra estaría por encima de las posibilidades de los exmercenarios, como podremos observar más adelante en la batalla de Longano. Ni tan siquiera con la asistencia armada de sus aliados de Rhegio podrían alcanzar esas cifras. Eran 4.000 según Polibio (I, 7’ 7), pero tan sólo 1.200 según Dionisio (XX, 4’ 2), que en este caso nos parece más fiable al dar más detalles sobre la acción y al desglosar la guarnición: 800 campanos y 400 sidicinos.


Representación de infante y jinete campanos. 
Vacío de poder y auge mamertino

A la marcha de Pirro, Sicilia se hallaba sumergida en el caos y el desorden político. Las dos grandes potencias, Cartago y, especialmente, Siracusa, habían visto limitadas enormemente sus áreas de influencia y, además, esta última atravesaba una grave crisis política. Los mamertinos se lanzaron rápidamente a rellenar ese vacío de poder, actuando como protectores y defensores de aquellas poblaciones griegas que eran incapaces de defenderse por ellas mismas. Evidentemente esta protección no era altruista, y las ciudades debían pagar fuertes tributos.

En tan sólo cinco años tras la marcha del rey epirota (270 a.C.) los mamertinos extendieron su control hasta Halesa, en la costa Norte de la isla, a unos 100 Km. de Mesana, y hacia el Sur hasta la ciudad de Adrano, en las faldas Suroccidentales del Etna. Entre las ciudades que quedaron bajo control mamertino se encontraban la estratégica Myla, Tindaris y Abaceno. El territorio era eficazmente controlado a través de fortalezas estratégicamente situadas[5], de las que contamos con algunos ejemplos, como Ameselum e Italium, cerca de Longane[6], en territorio de Mesana.


En su avance hacia el sur se toparon de frente con los intereses siracusanos, que a duras penas lograba recuperar el orden. En Polibio[7] se intuyen varias salidas del ejército de Siracusa contra los mamertinos, pero sin que se haya registrado ninguna batalla.  Este hecho evidencia que los exmercenarios trataban de sustituir a Siracusa como potencia hegemónica en el Este de Sicilia, algo que, obviamente, estos no iban a permitir, aunque no contaban con la fuerza para evitarlo.


Moneda de Hierón II de Siracusa.
Hierón entra en escena. El declive

En 270 a.C. la ciudad de Rhegio fue tomada por el cónsul Cayo Genucio. Perdían así los mamertinos a sus más fieles e importantes aliados y la amenaza romana asomaba al otro lado del Estrecho.

Pero tal y como nos cuenta Polibio (I, 8), poco antes de este acontecimiento, el ejército siracusano estaba estacionado en Morgantina[8], posiblemente vigilando los movimientos de los mamertinos en la zona. Por alguna razón el ejército se había amotinado contra la propia Siracusa y había elegido a dos generales que defendieran sus intereses, un tal Artemidoro y un “joven pero bien dotado para ejercer” llamado Hierón[9]. La ciudad había prohibido la entrada de los generales a la ciudad, pero Hierón, gracias a algunos partidarios, se las arregló para introducirse y gracias al apoyo del ejército logró ser nombrado magistrado. Y “los siracusanos, aunque nunca conformes con las promociones salidas de los soldados” su política benevolente y el matrimonio que contrajo con la hija de Leptines, uno de los hombres más prominentes y ricos de la ciudad, lo afianzó en el poder[10]. Vemos aquí un primer paso en el giro político de Hierón hacia las clases altas de la ciudad.

Zonaras (VIII, 6) nos sitúa a Hierón inmediatamente accionando contra los intereses mamertinos, asistiendo a los romanos a los que envió “grano y soldados de Sicilia” para ayudar en la captura de Rhegio, aliados de aquellos. Algunos historiadores, como Walbank, piensan que este pasaje tiene una base real; aunque es poco probable que Siracusa, enzarzada en una intensa guerra contra los mamertinos y con los problemas internos aún coleando, pudiera dar ayuda a los romanos más allá de algún tipo de asistencia logística.

Volviendo de nuevo a Siracusa y Hierón, aquel mismo ejército, en gran parte mercenario, que lo había aupado seguía siendo un problema para la ciudad debido a “la mala disposición y turbulencia”. La toma de Rhegio le otorgó una oportunidad de actuar, y en el año 269 a.C. (o el 268 a.C.) planificó los pasos a tomar.

Los mamertinos habían avanzado contra la ciudad de Centuripa (actual Centúripe), aliada de Siracusa, situada en un estrecho valle a los pies del monte Pulicara, en un paisaje de orografía difícil, dominado por la gran mole del Etna. Está situada a 60 Km. en línea recta de Siracusa y 100 Km. de Mesana, lo que nos da una idea de lo que se había extendido el poder mamertino, sobre todo a costa de sus antiguos contratantes.

Ambos ejércitos se encontraron a las orillas del Ciamosoro (actual Salso), un pequeño río en un estrecho valle, con apenas caudal en verano. Hierón colocó a los mercenarios en primera línea mientras él, al frente de la caballería e infantería ciudadanas aguardaba a una distancia prudente “como si tuviera la intención de atacar por otro lado”. Sin embargo, avanzando los mercenarios permitió que estos fueran masacrados por los mamertinos mientras él se retiraba a Siracusa de forma segura.

Hierón sacrificaba así a sus aliados de Centuripa y seguramente también a la ciudad de Agiro que, aunque no fueron saqueadas, fueron obligadas a pagar tributo. Pero se deshacía en complicidad con la milicia ciudadana de un problema que le era más acuciante: los sediciosos mercenarios y, sobre todo, sus jefes. Artemidoro, aquel que fuera nombrado general del ejército junto con Hierón, no vuelve a ser nombrado por las fuentes por lo que se le puede deducir un fatídico final. Hierón, pese a la derrota, regresaba fortalecido a Siracusa y sería nombrado strategos autocrator.

Por su parte, los mamertinos, ajenos a las intrigas de Hierón, afianzaron su posición construyendo o reforzando la fortaleza de Amaselum, destinada a ejercer el control sobre la zona. Es en este momento cuando los mamertinos están en la cumbre de su poder en Sicilia, aunque, habiendo caído Rhegio, el futuro se les presentaba incierto.

Siguiendo a Polibio (I, 9’ 6) da la impresión de que la siguiente campaña de Hierón contra los mamertinos la inicia de inmediato, pero podemos estar seguros de que esta tuvo que esperar un tiempo, pues como el mismo autor nos indica, primero tuvo que afianzarse en el poder, alistar a nuevos mercenarios y, por último, armar y entrenar a las tropas ciudadanas. Al menos hasta el año siguiente no estuvo preparado para reemprender la acción.

Polibio da un enorme salto en el tiempo, pues, para su obra, no está interesado en toda esta serie de detalles, sino el fin último que desemboca en la guerra entre Roma y Cartago, que veremos más adelante. Así que debemos seguir a Diodoro, que, sin embargo, presenta una serie de incoherencias en su relato, pues difícilmente podría Hierón atacar Myla de inmediato [ver cuadro anexo].


En cambio, el objetivo fue Ameselum, la fortaleza situada entre Centuripa y Agiria. Esta estaba defendida por una fuerte guarnición, pero los mamertinos no pudieron hacer nada y Hierón la tomó y la destruyó por completo. La guarnición fue perdonada e incorporada al ejército siracusano, lo que da cuenta de la mentalidad, aún mercenaria, de los mamertinos. Por su parte, el territorio de la misma fue otorgado a los centoripanos y agirios, sin duda como compensación al haber sido abandonados el año anterior. Reforzaba así Hierón su sistema de alianzas a la vez que se abría una vía para acceder al corazón del poder mamertino.

Llegados a este punto se produce un hiato en la narración de nuestras fuentes, lo cual, aunque no es seguro, puede significar que Hierón volvió a Siracusa para preparar la campaña del siguiente año. Si bien también es posible que las acciones que describimos a continuación sucedieran aquel mismo año.

Habiendo así asegurado su posición y fortalecido su ejército Hierón avanzó hacia el Norte, y en una rápida campaña rindió Halesa, la ciudad más occidental en poder mamertino. Históricamente Halesa había sido favorable a Siracusa, por lo que habría caído en poder mamertino muy a su pesar y no opondrían demasiada resistencia a Hierón. Seguidamente marchó al Este y otras ciudades le abrieron las puertas con entusiasmo; Diodoro menciona dos, Abaceno y Tindaris, pero suponemos que fueron muchas más. Los dominios enemigos quedaban así estrechados a poco más del territorio de la propia Mesana, pues esta quedaba rodeada ya que, además, “en el lado del mar de Sicilia, Hierón poseía Tauromenio[11]”. Hierón podía ahora avanzar contra Mesana sin impedimento. Es posible que, ahora sí, Hierón tomara Myla al asalto, pero al parecer sin demasiada dificultad, capturando a 1.500 prisioneros, gracias, quizás, a un plan de distracción, mandando saquear las tierras de Mesana[12]. Si fue así, luego debió retroceder hasta el río Longano, donde esperaría al ejército mamertino; y si estos avanzaban para recuperar Myla, Hierón podría atraparlos entre la ciudad y su ejército.

 
En cualquier caso, la campaña antimamertina de Hierón por la costa Noreste de Sicilia fue poco más que una marcha militar, lo que da cuenta de que los griegos estaban cansados del poder mamertino y su imposición de fuertes tributos. Las esperanzas de convertirse en el tercer poder en la isla tras la epikrateia cartaginesa y Siracusa se iban desvaneciendo. Pero aún quedaba poder en Mesana y mientras los mamertinos fueran capaces de armar un ejército seguirían siendo una amenaza.


Fresco de Paestum (Campania). Muestra a dos guerreros
ataviados con yelmo, grebas, cinturón y, uno de ellos, coraza
trilobular. Destaca el escudo circular, embrazado y convexo
 como el hoplita, que, sin embargo, permite llevar en la misma
mano dos jabalinas. En la derecha cargan con sendas lanzas.
Entre los campanos, al igual que en el resto de pueblos itálicos,
sería común el uso del escudo oval.
Batalla de Longano

Hierón acampó en la orilla izquierda del río Longano (Loitanus según Diodoro). Este río no ha podido ser identificado con seguridad, especulándose que pudiera ser el Fiume di Castroreale, el Fantina o el Mela (las hipótesis más clásicas), el torrente Patri o incluso cauces al Este de Myla. En cualquier caso de poco caudal lo que no suponía un obstáculo táctico de relevancia. Diodoro nos describe concisamente y sin demasiados detalles el campo de batalla, con lo que puede coincidir con infinidad de lugares. En cualquier caso, este debía estar lo suficientemente alejado de Mesana y Myla como para que la batalla no tomara el nombre de alguna de las ciudades.

Ciôs, el general mamertino, le salió al paso con “8.000 soldados de infantería y 1.000 Caballería” (Diodoro XXII, 13’ 2). Timeo o Filino, fuentes de Diodoro, sitúan al general campano realizando sacrificios a la romana, dejando constancia de la constancia en sus costumbres pese al tiempo pasado en el mundo griego. Bien por la interpretación favorable de los sacrificios o por la confianza en la victoria, los mamertinos cruzaron de inmediato el río[13].

En la medida en que se pudiera determinar cual de los numerosos arroyos que atraviesan la llanura de Myla se
corresponde con el río Longano de las fuentes se podrá fijar el lugar de la batalla. No debe llevar a error el nombre
del "Torrente Longano" que ha sido nombrado así con posterioridad.

Hierón había desplegado a sus 10.000 infantes en una elevación que se extendía a lo largo del río, seguramente una terraza fluvial, mientras sus 1.500 jinetes esperaban en el llano. El número de la caballería es bastante elevado y además su calidad contaba con buena fama entre las ciudades helenísticas. ¿Pero cómo se desplegaba exactamente esta, concentrada en un solo flanco, repartida entre ambos? Es imposible saberlo con total seguridad, pero se podría conjeturar que toda se agrupaba en el ala izquierda, al Norte del campo de batalla, donde se extendería la llanura costera. Diodoro nos informa también de la existencia en un extremo, quizás al Sur, de una colina de un tamaño considerable, llamada Thorax, donde Hierón apostó a 200 exiliados de Mesana, todos ellos “valerosos y determinados”, y 400 hombres escogidos. Hacía algo más de 20 años que los mamertinos les habían arrebatado su ciudad, así que debían ser hombres de avanzada edad o más probablemente hijos de aquellos hombres, que ahora estarían en su plenitud física, coincidiendo con lo que debe ser una unidad de élite. Su determinación vendría dada por el deseo de venganza hacía aquellos que los traicionaron.

La lucha la abrió la superior caballería de Hierón que cargó contra la rival; mientras, la infantería mamertina, en inferioridad numérica chocó contra la siracusana, en mejor posición táctica al dominar una altura. No hay que extrañarse de la actitud agresiva de los mamertinos, pues hasta ese momento se habían mostrado invencibles y el recuerdo de la victoria en Ciamosoro aún estaría fresco; o en palabras de Polibio (I, 9’ 7) “debido a su éxito, se comportaban de manera temeraria e imprudente”. El combate estaba igualado, sin que ninguna de las líneas cediera, hasta que, de forma súbita fueron atacados por la retaguardia por la fuerza que Hierón había mantenido oculta tras la colina de Thorax. Su aparición hizo que toda la línea mamertina colapsara y emprendiera la huída, no sin antes haber caído muchos de ellos. Ciôs fue capturado y llevado al campamento de Hierón donde murió poco después[14].

Esquema de la batalla de Longano sobre la hipótesis de que se produjera en el torrente Patri-Termini.

Los mamertinos habían creído poder derrotar a los siracusanos de igual manera que lo hicieron en el Ciamasoro. Las disposiciones tácticas eran parecidas. Sin embargo, en aquel enfrentamiento Hierón se había dejado vencer. En esta ocasión había articulado a su infantería de línea como eje sobre el que mover sus otras piezas, con la caballería tratando de ganar el flanco, al modo de Alejandro Magno; pero es la aparición sorpresiva de un segundo cuerpo de infantería el que decanta la victoria.


Batalla naval en la Primera Guerra Púnica. Un
quinquerreme púnico hunde a uno romano.
Los mamertinos piden ayuda: preludio de la primera guerra púnica

Al conocerse en la ciudad la noticia de la derrota y la muerte de su general, entre los mamertinos cundió el pánico y muchos se decantaban por rendirse a Hierón. A partir de aquí las fuentes muestran versiones sensiblemente distintas, que, no obstante, intentaremos casar.

Según Diodoro[15] son los cartagineses los que toman la iniciativa de prestar asistencia a los mamertinos. Uno de sus generales, Aníbal, que fondeaba su flota en la cercana isla de Lipara acude de inmediato a Hierón, supuestamente para felicitarlo por la victoria. En cambio, el púnico aprovechó la situación para introducir una guarnición en Mesana y así levantar la moral mamertina y obligar a Hierón a regresar a Siracusa.

Polibio[16] nos da otra versión. Según él son algunos de los mamertinos los que piden ayuda a los cartagineses, mientras que otros mandaron una embajada a Roma. Zonaras[17] complementa a Polibio, aduciendo que la ayuda a Cartago solo se pidió por la tardanza de los romanos; y da el nombre de Hanón como líder de la guardia, dato que, a priori, va en contra de Diodoro.

Aunque ambas versiones parecen contradictorias, podemos encajarlas para que ambas se complementen. Como en cualquier otra ciudad las distintas facciones políticas tenían visiones diferentes para afrontar un problema. Ante la determinante derrota y la amenaza de asedio de Mesana, los mamertinos necesitaban de la asistencia de alguna potencia para frenar a los siracusanos. Las opciones obvias eran Cartago y Roma. Cada una tenía sus propias ventajas: por un lado Cartago era la enemiga ancestral de Siracusa y la cercanía de una flota en Lipara aseguraba una rápida intervención. Aníbal y su flota probablemente estarían vigilando los avances de Hierón y desearían la más mínima escusa para poder intervenir y frenar al siracusano. Sin embargo, Cartago tenía sus propios intereses en la isla y exigiría que cesaran las incursiones de pillaje en la Sicilia púnica y en el territorio aliado y en muchas ocasiones había chocado con las ambiciones mamertinas. En cambio Roma nunca había tenido ambiciones más allá de la península italiana y el parentesco entre ambos pueblos ofrecía más oportunidades; pero la lejanía y, sobre todo, el trato que habían dado los romanos a la traicionera guarnición de Rhegio en un caso casi idéntico al de los mamertinos harían temer a muchos de estos por su seguridad.

Quizás, como se exigía una ayuda rápida, los mamertinos mandaron enviados a Lipara para convencer a Aníbal. No debió haber mucho debate, pues los púnicos tenían un gran interés en evitar que Hierón se hiciera con Mesana, un enclave de vital importancia estratégica y que además era el último escalón que le faltaba para hacerse con el control absoluto de la Sicilia Oriental. Y no solo eso, ahora podrían ser ellos los que se hicieran con el control de Mesana. Probablemente introdujeron la flota en el puerto sin dificultad (no como nos cuenta Polieno 6, 16’ 4 según el cual hizo falta una estratagema para despistar a los barcos de guardia de los siracusanos) y establecieron una guarnición en la acrópolis, quizás al mando de ese tal Hanón (¿segundo de Aníbal?). El texto de Diodoro nos dice que la guarnición púnica constaba de 40 hombres, lo que, a todas luces, debe ser erróneo. Dexter Hoyos especula que en realidad eran 900, por la similitud entre ambos números en griego. Sea o no acertado, está claro que la guarnición debía tener un tamaño importante, aunque más que eso, lo que hizo retirarse a Hierón fue el no estar preparado aún para enfrentarse a Cartago. No obstante, Hierón había conseguido un gran éxito y “a continuación se presentó en Siracusa y fue proclamado rey por todos, tanto ciudadanos como aliados.” (Polibio I, 9’ 8)


Los mamertinos estaban a salvo ¿por qué entonces mandaron una embajada a Roma? Como hemos dicho antes los inconvenientes de una alianza con Cartago eran evidentes. De hecho esta no llega a producirse, pues ninguna de nuestras fuentes nos deja constancia de esta al estallar la Primera Guerra Púnica. Este hecho nos hace pensar que quizás los púnicos se vieran tan superiores que pretendieran establecer a los mamertinos como súbditos y no como aliados y su política despótica irritara a estos. O, con más probabilidad, que los mamertinos, una vez superada la crisis, dieran largas a las negociaciones mientras una embajada era enviada a Roma que, como hemos dicho, no tenía (supuestamente) intereses en Sicilia y permitiría a los mamertinos seguir con sus actividades.

La embajada mamertina llegaría a Roma a mediados de primavera de 264 a.C., estando elegidos ya los dos cónsules. Como nos cuenta Polibio ofrecieron “rendir la ciudad”, esto es una deditio: rendición formal de su comunidad y todos sus bienes al poder del pueblo romano. Esta era una fórmula legal más fuerte que el foedus y mucho más que el tratado entre Roma y Cartago. Algo similar había ocurrido en 343 a.C. cuando Capua ofreció una deditio a Roma cuando fue derrotada por los samnitas, a su vez aliados a los romanos, lo que dio origen a la Primera Guerra Samnita. El Senado debatió largo y tendido sobre qué decisión tomar: era evidente que incurrirían en una grave contradicción si ayudaban a los mamertinos, cuando pocos años antes habían castigado a sus propios hombres por haber tomado a traición la ciudad de Rhegio y los pondría en contra no sólo de los exiliados mesanos, sino con todo el mundo griego, incluidas las recién adquiridas poleis de la Magna Grecia. Pero, por otro lado, según Polibio, si Cartago conseguía el control de Mesana se convertiría en una gran amenaza. Parece que aquí Polibio dramatiza en exceso, lo cual queda reflejado si seguimos leyendo, pues “los cónsules realzaban las grandes ventajas que de ella [la guerra] extraería cada uno en particular, su voto se decantó así por la ayuda.” (Polibio I, 11’ 2). Por tanto parece que más que el temor a Cartago fue la ambición de los cónsules, en concreto Apio Claudio Caudex, pues Marco Fulvio Flaco estaba en Etruria aplastando la rebelión de Volsinia.

No debemos pensar que el Senado, ni el pueblo romano (que a la postre fue quien ratificó la decisión), ni el propio Apio Claudio buscaban una guerra de la envergadura que finalmente fue. Más bien parece que el conflicto se les fue de las manos y aunque se intentó salvar la situación con diplomacia, la arrogancia de todos los implicados y la facilidad con la que Roma venció en los primeros compases animaron a esta a redoblar el esfuerzo de guerra.

Sea como fuere, en cuanto llegaron de vuelta los embajadores con buenas noticias, “los mamertinos, con recurso bien a la amenaza, bien al engaño, expulsaron al general cartaginés que ya ocupaba su ciudad.” (Polibio I, 11’ 4). En este punto nuestras fuentes vuelven a dar narraciones opuestas, pues según Polibio (I, 11’ 4) Apio cruzó el estrecho y entró en la ciudad; mientras que Diodoro (XXIII, 1’ 4) afirma que una vez llegado a Rhegio, para librar a los mamertinos de la guerra el cónsul entabló negociaciones con siracusanos y cartagineses, que se habían aliado para poner bajo asedio de forma conjunta a Mesana.

No entraremos en demasiados detalles de lo que aconteció después, pues se escapa al marco de este trabajo, pero entrando ahora Roma en el escenario siciliano, contra todo pronóstico, Hierón se había aliado a Cartago y juntos habían puesto bajo asedio a Mesana. Apio Claudio, ya en la ciudad con un ejército consular, calculando que un asedio no le convenía, pues el bloqueo por mar lo dejaría sin provisiones más pronto que tarde, salió al campo y venció a los siracusanos tras una dura batalla y luego puso en fuga a los cartagineses en un enfrentamiento consecutivo. Daba comienzo así la Primera Guerra Púnica.

De los mamertinos poco quedó después de someterse a Roma, tan sólo un recuerdo y la referencia en el Siglo I a.C. de Estrabón (6’ 268) al famoso vino “mamertino” capaz de competir con los mejores de Italia. Cuesta creer que un pueblo que se había mostrado tan celoso de su libertad y que con tanto ímpetu había defendido sus derechos se entregara de forma incondicional, quedando sus habitantes en el último escalón en cuanto a derechos jurídicos romanos se refiere. Pero así fue. Quizás el núcleo mamertino, el alma y entidad del Estado mercenario, pereciera al completo a orillas del Longano.



Autor: Alejandro Ronda



Diodoro Sículo, principal fuente de los hechos narrados.
BIBLIOGRAFÍA

Antigua:
Diodoro Sículo; Biblioteca histórica.
Polibio de Megalópolis; Historias.
Dión Casio; Historia romana.
Zonaras; Epitomé historion.
Plutarco; Vidas paralelas.
Dionisio de Halicarnaso; Antiguedades romanas.
Justino; Epítome de Pompeyo Trogo.
Estrabón; Geografía.
Polieno; Estratagemas.
Apiano; Guerras Samnitas.

Moderna:
Sandra Péré-Noguès; Las bandas mercenarias como comunidades políticas: Sicilia.
Gianluca Tagliamonte; Hijos de Marte. El mercenariado itálico en Sicilia y la Magna Grecia.
Dexter Hoyos; Unplanned wars: the origins of the first and second punic wars.
Jaime Gómez del Caso Zuriaga; Mesina y Regio. Vidas paralelas.
Jaime Gómez del Caso Zuriaga; La batalla de Longano y sus antecedentes.
Adrian Goldsworthy; La caída de Cartago. Las guerras púnicas 265-146 a.C.
J. F. Lazenby; The first punic war.
Filippo Imbesi; Longane, la civilitá perduta.




[1] Diodoro XXI, 18’ 3; Polibio I, 7’ 3. Dion Casio 40’ 8: este narra los acontecimientos de forma distinta a las demás fuentes pues sitúa a los mamertinos en Mesana cumpliendo como guarnición establecida por Agatocles; aunque de igual manera narra que asesinaron a la población para hacerse con el control de la ciudad.
[2] Algo muy similar es lo que afirma Apiano (Guerras samnitas, 19’ 19).
[3] Diodoro XXII, 7’ 5 y de forma más detallada en Polibio III, 25’ 1.
[4] Dionisio de Halicarnaso XX, 8’ 1-2.
[5] Diodoro XXII, 13’ 1: “Los mamertinos, que se habían establecido en Mesana, habían expandido mucho, colocaron guarniciones en varias fortalezas de la provincia”. Lo cual también queda apoyado por Plutarco (Pirro, 23) cuando dice que Pirro destruyó muchos de sus fuertes.
[6] Diodoro XXIV, 6’ 1 – 7’ 2. En realidad Diodoro nos dice que este fuerte estaba cerca de Catana, pero dado el contexto de su relato debemos asumir que se trata de un error y se refería a Mesana.
[7] Polibio I, 9’ 1 “Veía [Hierón], en efecto, que los siracusanos, cada vez que despachaban al exterior sus fuerzas y con ellas a los correspondientes generales, se enzarzaban en disputas internas y en continuas revoluciones”.
[8] Polibio nos da el nombre de Mergane, pero debemos asumir que se refiere a la ciudad de Morgantina, que se identifica con los restos hallados cerca de la actual Aidone.
[9] Que ambos generales sean de origen griego es prueba de que la mayoría de los mercenarios del ejército Siracusano tenían este mismo origen.
[10] Polibio I, 8’ 1: “No mucho antes las fuerzas siracusanas, en conflicto con su propia ciudad, permanecían en los alrededores de Mergane; y de entre sus propias filas promocionaron como generales a Artemidoro y a quien después había de ocupar el trono de Siracusa, Hierón, hombre muy joven pero bien dotado para ejercer, por la vía que se terciase, la dignidad real y las tareas políticas. Tomó éste el mando, se introdujo en la ciudad gracias a algunos partidarios […]. Veía, en efecto, que los siracusanos, cada vez que despachaban al exterior sus fuerzas y con ellas a los correspondientes generales, se enzarzaban en disputas internas y en continuas revoluciones; y al constatar que Leptines destacaba de los demás ciudadanos […] trabó parentesco con él, pretendiendo dejarlo como una especie de salvaguarda de la ciudad cuando la coyuntura política aconsejara que él mismo saliese en campaña militar.” Aunque Polibio no lo dice claramente, vemos en su narración las suficientes pistas como para deducir que Hierón ejerció como único general, strategos autocrator, prácticamente desde que hizo aparición en la política Siracusana.
[11] Diodoro XXII, 13’ 2.
[12] Diodoro XXII, 13’ 1: “[Los mamertinos] levantaron a las tropas compuestas de soldados armados a la ligera para ayudar rápidamente a la provincia de Messina, que acababa de ser atacada por Hierón. Este último, abandonando el territorio enemigo, se apoderó de Myla por la fuerza y tomó 1.500 prisioneros”.
[13] Seguimos aquí la versión de Diodoro, que nos cuenta que fueron los mamertinos los que encontraron a Hierón en el río, en contra de Polibio, de cuyo texto se intuye que fue Hierón el que encontró a los mamertinos listos para la batalla.
[14] Según Diodoro (XXII, 13’ 3) los adivinos de Ciôs le auguraron que aquella noche dormiría en el campamento enemigo, algo que él interpreto como una determinante victoria. Ahora se descubría la fatídica realidad. Estos detalles son novelescos y moralistas: la impiedad, la irreflexión y la temeridad se castigan siempre. En (XXII, 13’ 5-6) nos narra que Ciôs fue llevado herido e inconsciente, pero los médicos siracusanos lograron sanarlo, pero este, al reconocer el caballo de su hijo, que había sido llevado al campamento de Hierón, supuso que su hijo había fallecido en la batalla y loco de desesperación rompió los puntos que cerraban sus heridas y falleció.
[15] Diodoro (XXII, 13’ 7-8): “La fortuna no permitió, sin embargo, el completo colapso de la causa mamertina. Porque Aníbal, el general de los cartagineses, estaba amarrado en la isla de Lipara. Cuando escuchó las noticias inesperadas, llegó al rey, aparentemente para ofrecer sus felicitaciones, pero en realidad tratando de superar a Hiero por engaño. El rey confió en el fenicio y permaneció inactivo. Aníbal se desvió hacia Mesana, y al encontrar a los mamertinos a punto de entregar la ciudad, los disuadió y, con el pretexto de prestar ayuda, introdujo en la ciudad a cuarenta (?) Soldados. Así, los mamertinos, que debido a su derrota habían perdido la esperanza de su causa, fueron restablecidos a la seguridad de la manera que acabamos de describir. Hiero, burlado por el fenicio, abandonó el sitio como desesperado y regresó a Siracusa, habiendo logrado un éxito rotundo.”
[16] Polibio (I, 10’ 1-2): “Los mamertinos habían perdido, anteriormente, como dije antes, el apoyo de Rhegio y ahora sufrieron un desastre completo en casa por las razones que acabo de mencionar. Algunos de ellos hicieron un llamamiento a los cartagineses, proponiéndoles ponerse ellos mismos y la ciudadela en sus manos, mientras que otros enviaron una embajada a Roma, ofreciéndole rendir la ciudad y pidiendo ayuda como un pueblo afín.”
[17] Zonaras (8, 8): “Aunque los romanos votaron para ayudar a los mamertinos, no acudieron en su ayuda con prontitud debido a diversos obstáculos que ocurrieron. Por lo tanto, los mamertinos, bajo el estímulo de la necesidad, convocaron a los cartagineses. Estos efectuaron la paz con Hiero tanto para ellos como para quienes habían invocado su ayuda, para evitar que los romanos cruzaran la isla; y bajo el liderazgo de Hanón mantuvieron guardia sobre el estrecho y la ciudad.”

9 comentarios:

  1. No conocía de este tema, primera vez que leo sobre los Mamertinos. Y por lo visto, parecen ser un elemento clave de ese periodo en que se define el control sobre el mundo antiguo europeo, y por ende, se define lo que somos hoy como humanidad. Bien podría ser la crónica de Hierón II, un personaje bastante interesante. Y la aparición de Pirro, me hace recordar como están de ocultas la vidas y acciones de otros personajes históricos como Mitriades o Mario Furio Camino e incontables más, oscurecidas sus vidas y trascendencia por otros con mejor "prensa". De verdad que Pirro es todo un personaje.

    Y sobre el asunto de los mercenarios, siempre he tenido una duda, que supongo por ser tan simple, no creo pueda ser respondida ¿cómo se llevaban sus ingresos los mercenarios a casa?..en una época sin bancos, ¿solo cargando una bolsa pesada de monedas? esos detalles pequeños que intrigan.

    ¡Saludos y muchas gracias por el nuevo trabajo!

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  2. Hola Heitai!! La práctica totalidad de lo que han dejado las fuentes sobre los mamertinos es en relación a Hierón II, Pirro o el inicio de la Primera Guerra Púnica, por eso es imposible narrar nada que no tenga relación con ellos. De hecho, nada más iniciarse esta guerra las fuentes pierden el interés por ellos por completo.

    En cuanto a los ingresos de los mercenarios, como muchas veces ocurre, la respuesta más sencilla es la correcta. Efectivamente iban con los beneficios "a cuestas", no sólo monedas, también botín diverso o esclavos; y no solo los mercenarios. Por ello, que asaltaran el campamento era tan traumático para un ejército y su general, sino que se lo digan a Eumenes de Cardia.

    Un saludo!!

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    1. Seria un buen articulo tambien lo relacionado a Eumenes de Cardia...cn respecto a este articulo excelente.....

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  3. Gracias John Mendo, tomo nota sobre Eumenes!

    Saludos!!

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    1. Ya una vez lanzados, un megapost en colaboración del foro tratando el tema de los diadocos y la etapa helénica después de la muerte de Alejandro Magno sería tremendamente didactico, hay mucha tela que cortar ahí.

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    2. Buenas tardes, La Plebe.

      Nos parece una excelente propuesta la que haces. Sin embargo el foro lleva cerrado varios meses a causa de problemas en el servidor y al escaso tiempo que tenemos en la dirección para retomar el proyecto. Aún así no renunciamos a la propuesta, pero si le pedimos que sea más concreto o que nos de alternativas dados los problemas expuestos.

      Un cordial saludo!

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